LOS PRECEPTOS QUE va a leer son fruto de la experiencia; la experiencia implica una cierta suma de errores y pifias que cada cual va cometiendo —algunas o todas son necesarias—, espero que mi experiencia sea verificada con la de cada cual.
Los señalados preceptos no tienen pues otra pretensión que aquella de vademécum, ni otra utilidad que aquella del civismo pueril y honesto. ¡Utilidad enorme! ¡Supongan el código del civismo escrito por una Warens[1] de corazón inteligente y bueno, el arte de arreglarse enseñado por una madre! Así pongo en estos preceptos dedicados a los jóvenes escritores una ternura fraternal.