Lección 8
Mientras terminaba de preparar la cena en la cocina del departamento de Tom, Natalia no pudo evitar un sentimiento de incomodidad. No entendía qué era lo que le estaba pasando, se suponía que debería estar feliz porque en pocas horas volvería a ver a su novio.
Había estado más de un mes privada de la compañía de Tom, así que se suponía que debería extrañarlo y estar ansiosa por volver a verlo. Pero no sentía nada de eso. Más bien sentía una ligera desazón.
¿A quién intentaba engañar? Esa desazón se había instalado en su alma desde la mañana siguiente a aquella última maravillosa noche en los brazos de David.
Se estremeció, como siempre sucedía, al recordar aquella última maravillosa experiencia. Había pasado toda la noche en brazos de aquel hombre, haciendo el amor de las maneras más maravillosas que se hubiera podido imaginar jamás. Los besos de David fueron tan suaves, tan tiernos, tan delicados, su pasión había sido fuerte arrebatadora pero al mismo tiempo dulce y calma. Había unido su cuerpo al de él de alguna manera tierna y sensual, y al mismo tiempo había probado todo lo que había aprendido en aquellas perfectas lecciones.
Pero aquello había terminado definitivamente.
A la mañana siguiente, había despertado poco a poco, en una cama que no era la suya, envuelta en una deliciosa calidez, con el cuerpo deliciosamente saciado. Sin embargo la satisfacción le duró muy poco, pues en cuanto abrió los ojos vio a David sentado frente a ella, completamente vestido.
—Natalia… yo… lo que pasó anoche… fue un error… no debió suceder… lo lamento —le había dicho el acabando con esas pocas palabras toda la felicidad del día anterior.
—Sí, tienes razón. Será mejor que me marche —dijo ella en un arranque de orgullo, tratando de ocultar el dolor que laceraba su corazón a la vez que se levantaba de la cama dispuesta a irse en cuanto antes.
En pocos minutos había terminado de arreglarse y, tomando su bolso, se marchó sin mirar atrás. No hubo más palabras entre ellos, ni siquiera una despedida, ni siquiera un adiós. Ella no se sentía capaz de pronunciar una sola palabra sin echarse a llorar. Y él no había querido decirle nada. Seguramente para evitarle una vergüenza mayor.
Toda la culpa había sido de ella.
Ella, que en un impulso loco se había atrevido besarlo en la discoteca. Naturalmente, como cualquier hombre, David se había sentido excitado, y había dejado de lado todo el profesionalismo que había demostrado en cada una de las sesiones en Lecciones de Placer. La había llevado a su departamento y le había hecho el amor, porque ella se había mostrado deseosa e insistente. Y al día siguiente, cuando había llegado la luz de la realidad, se dio cuenta de que había cometido un terrible error, pues estaba poniendo en riesgo su reputación profesional por haberse involucrado con una clienta en un ámbito no laboral.
David no había necesitado explicarle eso para que ella se diera cuenta. Seguramente quiso ahorrarle la vergüenza de escucharlo hablar sobre su profesionalismo, sobre el hecho de que nunca se enredaría con una cliente, y que lo que había pasado entre ellos no podía empañar ni su negocio, ni su reputación. Ella lo entendía muy bien. La única tonta había sido ella.
Debía pasar la página. Desde el momento en que salió del departamento de David se dijo que tenía que concentrarse en su presente y su futuro, y su presente y su futuro era Tom, su novio. Por eso, desde ese momento se había obligado a no pensar en David, a no recordar nada de lo que había pasado entre ellos y a poner de su parte para hacer de su relación con Tom algo mejor, y más ahora que había descubierto que podía sentir placer al hacer el amor. Al fin y al cabo ese era el único motivo por el cual había acudido a Lecciones de Placer, y ahora que sabía que era capaz de experimentar el éxtasis su relación con Tom debería mejorar.
No obstante, su decisión a veces flaqueaba, y los recuerdos y las añoranzas ganaban de nuevo, justo como en ese momento.
Sacudió la cabeza como si con el gesto pudiera remover esos pensamientos. Se hizo el firme propósito de concentrarse la comida que estaba preparando para su novio. Él mismo le había pedido no esperarlo en el aeropuerto sino en casa, como siempre, con una buena comida.
De repente escuchó la puerta de entrada al departamento. Tom había llegado.
—Buenas tardes, muñeca. Ya llegué —la voz de Tom llegó desde la entrada. Se suponía que su pecho tenía que estar bullendo de alegría por volver a verlo, no obstante solo pudo sentir un nerviosismo que nada tenía que ver con el la excitación del placer.
Natalia salió de la cocina para ver a Tom acomodar las maletas junto a un sofá.
—Hola —dijo todavía desde la puerta de la cocina.
—Muñeca, aquí estoy por fin —dijo él girándose a ella para después extenderle los brazos y esperar a que ella se acercara a abrazarlo.
La joven obedeció, caminó hasta él y permitió que el hombre le envolviera entre sus brazos y el estrechará contra su pecho. Se suponía que tenía que sentir algo especial, así como cuando abrazaba David, pero no hubo nada de eso. De hecho, nunca lo había habido.
—¿Cómo te fue en tu viaje? —preguntó ella liberándose del abrazo que de súbito le pareció terriblemente incómodo.
—Bien, ya sabes, como siempre. Reuniones, cenas de negocios, contratos, gente desconocida y montones de firmas. Todo absolutamente aburrido. No te imaginas cuanto te extrañé —dijo el hombre poniéndole las manos en la cintura y acercándola nuevamente hacia él.
Natalia quiso poder decir yo también te extrañe, pero no podía, pues no habría sido sincera. Desde el momento en que había conocido David, Tom había empezado a palidecer en su mente, su recuerdo había empezado a borrarse, había empezado a cuestionar su relación de años y ahora que estaba frente a él, ahora que lo miraba detenidamente, se preguntó por qué había accedido a ser su novia.
No era tan alto como David, ni tan fuerte como David, ni su sonrisa era tan arrebatadora como la de David. No la miraba como la miraba David, no la abrazaba como lo hacía David.
—Tengo la comida casi lista, ¿quieres cenar o prefieres descansar un poco primero? —preguntó ella liberándose de las manos de Tom y alejándose un paso.
Pero su novio no se lo permitiría. Camino hacia ella y volvió a tomarla de la cintura para acercarla a él.
—Prefiero… te extrañé tanto… —repitió antes de tomarla en un beso como el que le daba siempre que quería hacerle el amor.
La boca de Tom se apoderó de la suya con la misma forma de besar que tenía siempre. Las manos fueron audaces con su cuerpo, estrechándola contra su pecho y acariciando la espalda. Aunque no había nada reprochable en su beso o en la manera en que sus brazos comenzaban a envolver su cuerpo, simplemente no podía sentir nada. Absolutamente nada.
En un único movimiento se liberó de los brazos de Tom y se alejó dos pasos.
—¿Qué sucede? —preguntó él atónito ante la extraña reacción de su novia.
Eso era lo mismo que ella se estaba preguntando. ¿Qué le pasaba? Era como si todo lo que había aprendido con David se le hubiera olvidado en un segundo. ¿Dónde estaban aquellas magníficas sensaciones que la recorrían por completo con un beso y un abrazo como ese? ¿Dónde estaba el hormigueo que surcaba su vagina y el calor que poco a poco se instalaba en su vientre para después esparcirse por el resto de su cuerpo? ¿Dónde estaba el deleite de besar al hombre, de compartir juntos el placer? ¿Dónde estaba la excitación que se adueñaba de sus sentidos haciéndole olvidar todo lo demás? ¿A dónde se había ido todo aquello?
—Yo… no puedo… —dijo sencillamente mientras trataba de dar respuesta a aquella cantidad de interrogantes que asaltaban su mente y le robaban la calma.
—Vamos, muñeca. Eso no es nuevo. Solo relájate y déjame hacer a mí —dijo el hombre acercándose nuevamente a ella y tomándola por los hombros.
Aunque era lo que siempre decía Tom cuando Natalia no quería tener sexo, esta vez se enfadó. ¿Por qué no podía esforzarse por ayudarla a participar en aquel juego sensual? ¿Por qué simplemente pensaba en él y sus necesidades ignorando por completo las de ella? ¿Por qué no podía ser un amante generoso y considerado como David?
David. Nuevamente ese hombre se colaba en su mente. Con él todo era muy distinto. Desde un simple beso, un simple toque, incluso una mirada, bastaba para despertarla a la pasión. Algo que Tom nunca había conseguido, y que por lo visto jamás conseguiría.
O quizás… Quizás era que el problema era su relación con Tom.
Más de cuatro años de una relación que había comenzado más por insistencia del hombre que por la voluntad de ella, y en la que no había ningún tipo de pasión.
Ahora que había descubierto el placer en los brazos de David se daba cuenta de que era un aspecto importante, no solo en la relación de pareja, sino también en su propia vida. Hasta ahora el sexo había sido simplemente un acto de complacencia para su pareja, algo de lo que no participaba y que permanecía distante de su vida. Pero al descubrir aquel maravilloso mundo en los brazos de un hombre que le había enseñado a sentir su cuerpo y a conectarse con el placer, su perspectiva de la vida y de una relación de pareja estaba cambiando.
—No —dijo alejándose nuevamente de él y dándole la espalda—. Así no son las cosas, así no funciona.
—Siempre han funcionado —dijo Tom.
—No, no han funcionado, es lo que tú crees, pero no es lo que yo quiero.
—¿Qué te pasa Natalia? Estás muy extraña.
No, no estaba extraña. Era simplemente que había abierto los ojos a la realidad. No amaba a Tom. Nunca lo había amado. Su relación se había basado simplemente en… en… ¿en qué? Ni siquiera compartían gustos, ni siquiera la pasaban bien juntos. Ella odiaba las malditas galerías de arte, las aburridas obras de teatro y las odiosas cenas de negocios. Y él jamás había hecho el sacrificio de interesarse por alguno de los gustos de ella. La relación se basaba simplemente en la costumbre, en el hecho de que él había insistido mucho para convertirse en su novio. Ella le había dado la oportunidad a una relación que se había convertido en simplemente una rutina.
—Conocí a alguien —dijo girando su rostro hacia él.
Tom frunció el entre ceño y la miró detenidamente por unos segundos antes de contestar.
—Eso no puede ser —dijo él—. Tú me amas, no puede haber nadie más.
—Eso era lo que yo creía, pensé que te amaba, pensé que me bastaba con una relación como la que llevábamos, pero ahora que conocí a… a alguien más, me doy cuenta de que estaba completamente equivocada.
—¿De qué demonios hablas? Llevamos cuatro años de relación.
—No, Tom. Llevamos cuatro años juntos, pero no llevamos una relación. No compartimos gustos, no compartimos intereses, ni siquiera hay pasión entre nosotros. No entiendo cómo he podido pasar cuatro años de mi vida junto a ti sin amarte.
—No sé de qué hablas, Natalia. Nuestra relación es perfecta.
—Quizás lo sea para ti, pero no para mí. No me entiendes, porque eres incapaz de sentir empatía por alguien más. Iniciamos esta relación porque tú insististe y después ya no pude salir de ella, todavía no sé por qué. Muy seguramente porque se me hizo costumbre. Pero ahora que veo las cosas desde una óptica distinta, sé que no puedo seguir contigo. Me marcho.
La joven se dirigió hacia el sofá en donde había dejado su bolso y lo tomó en sus manos con la clara intención de irse.
—Espera, ¿qué quieres decir con eso que te marchas? ¿Y la cena? Estoy cansado, muñeca. Ven acá, sea lo que sea, lo superaremos.
Natalia observó a Tom dándose cuenta por primera vez en cuatro años que era el hombre más egoísta del mundo. Solo estaba pensando en él, en su comodidad, en lo que él quería. Quiso gritarle a la cara todas sus razones, explicarle punto por punto lo que sucedía en su interior. Sin embargo, sabía que era inútil, pues un hombre tan egoísta como él sería incapaz de comprenderla.
Así que ignorándolo por completo abandonó el departamento de su ex novio.
Siempre que sus amigas rompían con sus enamorados, había depresión y lágrimas. Pero ahora lo que ella sentía era que un enorme peso se quitaba de sus hombros. Ella había dado todo por la relación, había sido complaciente, condescendiente, incluso había buscado la manera de sentir placer para Tom. Pero eso solamente la había llevado a ver lo equivocada que había estado, la había llevado a darse cuenta de que en su relación con Tom no había amor.
¿Y ahora?
Se marcharía a su casa y reiniciaría su vida.
Mientras salía a la calle, sonrió al darse cuenta de que su paso por Lecciones de Placer no había servido de nada, y que aunque había descubierto el placer de su cuerpo, también había descubierto que éste no funcionaba con Tom, pues no lo amaba.
¿Y entonces… con David?
¿Acaso se había enamorado David?
Todo era tan confuso. Lo único que sabía en ese momento era que su relación con Tom estaba completamente terminada y que su cuerpo solo podía reaccionar ante David. Y eso era algo que necesitaba entender.
Por ahora, todo lo que necesitaba era regresar a la seguridad de su casa y pensar. Pensar en todo lo que le estaba pasando para tratar de encontrar una respuesta a su confusión.
*****
David se paseaba de un lado a otro en la sala de su departamento como un león enjaulado.
Ese día regresaría el novio de Natalia.
Bien podía imaginarse el reencuentro. Natalia corriendo a los brazos de su novio, para abrazarlo y besarlo como preludio perfecto para entregarse a la pasión. Y él, ese hombre afortunado, tendría una mujer que era un regalo del cielo y que él no merecía. Al fin y al cabo no había sido capaz de enseñarle el placer.
Una vez más, como lo hacía desde hacía varios días, se regañó por estar pensando en lo que no debía, en lo que ya no tenía remedio. Natalia no era suya, no lo había sido nunca y jamás lo sería, porque su corazón y su alma pertenecían a otro hombre, a su novio.
Caminó hasta uno de los sofás y se sentó. Estaba cansado tanto física como espiritualmente.
Había cometido múltiples errores y ahora los estaba pagando todos. Desde el inicio, no debió haber tomado el caso de Natalia en sus propias manos, más cuando jamás en su vida había tomado uno de ellos. Después, permitió que las cosas avanzaran, que sus sentimientos crecieran y que empezara a sentir algo especial por aquella mujer. Y lo peor había sido el cierre que le había dado a aquella historia unos días atrás.
Todavía podía recordar aquella maravillosa tarde y la fenomenal noche que le siguió en compañía de Natalia. Era una mujer divertida, inteligente, agradable y por supuesto muy hermosa. Volver a tenerla entre sus brazos, volver a sentir su cuerpo junto al de él, vibrante de pasión, fue lo mejor que le pudo suceder. Recordaba con detalles las extraordinarias horas vividas con aquella mujer después de que la había tomado en sus brazos y la había llevado a su cama. Una y otra vez sus cuerpos se encontraron para unirse en un acto de pasión sublime.
Y a la mañana siguiente, se había dado cuenta de que ese había sido el peor error de su vida.
Despertó para encontrarse el cuerpo cálido de Natalia entre sus brazos, con su cabeza recostada sobre su pecho y sus piernas entrelazadas con las de él. Deseo despertarla con un beso para después entregarse a un delicioso encuentro sensual. Pero entonces, se dio cuenta de la estupidez que había cometido.
Para Natalia él era solamente un hombre con el cual daba rienda suelta a su pasión dormida durante tantos años mientras regresaba su novio, el hombre para el que había ido a Lecciones de Placer. David era solamente el terapeuta, el hombre que la había introducido al maravilloso mundo del deleite como parte de un tratamiento, pero nada más. Seguramente por eso lo había besado la noche anterior en la discoteca, porque su cuerpo nuevamente despertó a la excitación y David, al estar cerca de ella, había sido el elegido para acompañarla en ese viaje de deseo.
Sin embargo, para él era diferente. Natalia había llegado a importarle mucho más de lo que cualquier otra mujer le había importado en su vida. Lo que vivió con ella no se quedaba solamente del plano físico, sino que trascendía al plano espiritual.
Se había enamorado de Natalia.
La extraña relación que había comenzado con ella al ser su maestro en Lecciones de Placer se había tornado en algo mucho más profundo que no se quedaba en la entrega de dos cuerpos a las sensaciones de la pasión.
No era simplemente una mujer bonita con la cual pasar un buen rato, era una mujer con la que se podía conversar, compartir ideas y tener una relación que no se quedaba en lo físico. David siempre había creído que la belleza y la inteligencia en una mujer eran una combinación letal para seducir y enamorará cualquier hombre, y ahora que conocía Natalia lo corroboraba. El último encuentro con ella había sido el mejor de todos.
Por eso, a la mañana siguiente había decidido terminar todo aquello de una buena vez, pues lo que menos quería era salir lastimado. De manera involuntaria, David se había enamorado perdidamente de Natalia, mientras que ella amaba a su novio. Eso lo dejaba a él como único perdedor, pues amar a una mujer que no le correspondía era completamente inconcebible.
A regañadientes se había desprendido del cuerpo de la joven y se había dado una ducha helada para tratar de recobrar la sensatez. En cuanto se vistió, notó que ella comenzaba despertarse. Tenía que hablar con ella, disculparse, pedirle perdón por haberse aprovechado de su vulnerabilidad, de la necesidad de sentirse mujer y de su propia necesidad de amarla. Pero no pudo hablar. ¿Qué podía decirle? ¿Que sentía por ella algo que no podía controlar y que no se quedaban simplemente en sus encuentros sexuales? ¿Qué tenía miedo de sentirse rechazado al saber que Natalia amaba a otro mientras que él se moría por ella? ¿Qué se había enamorado como un tonto cuando ella no podía corresponderle? Así que simplemente se le había ocurrido afirmar que aquello que había sucedido fue un error.
Muy secretamente David había tenido la esperanza de que Natalia le dijera que no era ninguna equivocación, que ella también lo amaba, que al igual que a él, a ella también le pasaban cosas que trascendían a lo físico. Pero aquella esperanza había muerto cuando ella había estado de acuerdo con su afirmación, antes de vestirse rápidamente y marcharse sin siquiera decir adiós.
¿Qué más pruebas necesitaba él para saber que no tenía ninguna posibilidad con Natalia? Muy seguramente ahora estaría en los brazos de su amado, dichosa al sentirse una mujer plena.
Se sentía como un verdadero estúpido. Y el único culpable era él por no haber puesto freno a tiempo a aquella locura que había comenzado en cuanto vio Natalia por primera vez y que había desembocado en un sentimiento que no tenía esperanzas: la amaba.
De nada servía lamentarse. Quizás tendría que ver el lado bueno de todo aquello: había podido tener en sus brazos a la mujer más hermosa del mundo, la más tierna, la más dulce, la más sensual y la más apasionada. Había sido suya unas cuantas veces, por las razones que fuera pero suya al fin y al cabo. Debía quedarse con el alegre recuerdo de sus interludios. Consolarse con ello y no pensar en nada más.
¿A quién trataba de engañar? Aquello que sentía por Natalia iba a tardar mucho tiempo en desaparecer.
David se levantó de su silla y se dirigió a la licorera. No le gustaba beber cuando lo hacía para tratar de tranquilizar su alma, pero en ese momento era lo único que se le ocurría para intentar recobrar su intranquilidad y encontrar el olvido que tanto necesitaba.
Solamente eso le faltaba, que no tuviera ni una gota: no había nada de beber. Tenía que salir a comprar, solamente una botella podía calmarlo en ese momento.
No obstante, al abrir la puerta de su departamento, su idea de ir a comprar licor y cualquier otra idea desaparecieron ante la persona que encontró allí: la dueña de sus pensamientos y de su amor.
—Natalia —dijo simplemente, absolutamente sorprendido al verla allí.
—Hola, David —dijo ella titubeante.
La joven rogó al cielo que David no le preguntara qué estaba haciendo allí, pues no habría podido responder.
En cuanto se había marchado del departamento de Tom, había manejado su coche con la clara intención de ir a su casa. Su mente no dejaba de preguntarse una y otra vez por qué no había sentido aquellas sensaciones con su novio, por qué parecía completamente inmune al contacto con él cuando había sido completamente distinto con David. Tan ensimismada estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta que inconscientemente había dirigido su automóvil al departamento de David.
En un primer momento dijo que debía marcharse cuanto antes, no quería que David la viera. Pero enseguida, tuvo un inexplicable arranque de valentía. Quiso conversar con él, reclamarle porque lo que había sucedido en Lecciones de Placer no le había servido para nada.
Estaba punto de tocar la puerta cuando ésta se abrió súbitamente. Nada la preparó para el impacto de volver a ver David, el hombre al que había llorando durante tantos días y que pensó que no volvería a ver.
—¿Puedo pasar? Necesito hablar contigo —dijo ella tratando de ocultar su turbación.
—Claro que sí, sigue. Discúlpame —dijo David haciéndose a un lado y permitiéndole entrar en cuanto se dio cuenta que ni siquiera la había invitado a seguir—. ¿Qué sucede? Si mal no recuerdo hoy llegaba tu novio. ¿Por qué no estás con él?
Natalia guardó silencio durante unos instantes, mientras lo observaba detenidamente, estudiándolo de hito en hito. Entonces, se acercó a él, puso sus manos sobre los hombros masculinos y acercó su boca a la de él para besarlo.
La boca masculina la recibió ávida. Sus labios se encontraron para volver a deleitarse en lo que habían añorado durante tanto tiempo. Las lenguas se enredaron con pasión mientras que David la envolvía en sus brazos y la pegaba a su torso.
Y todo volvió a ser como antes. La excitación comenzó a hervir en el interior del cuerpo de Natalia de la misma manera en como lo hacía cuando estaba con David, solo con David. La misma húmeda vibración se apoderó de su vagina mientras que sentía que sus senos se ponían más pesados y sus pezones duros como una piedra. Se acercó más al cuerpo de aquel hombre, pasó sus brazos sobre los hombros de él y enredó sus dedos en la suavidad del cabello. Las sensaciones eran igual de placenteras que antes.
Nuevamente todo aquel deseo que había sentido en las deliciosas tardes de Lecciones de Placer regresaron a ella con fuerza renovada, recordándole lo maravilloso que era estar en los brazos de David, sentir sus labios y poder tocar su piel. Una vez más, a su mente vinieron las imágenes de todo lo que había sucedido entre ellos, y todo el goce que eso había traído. Con David, solo con David.
Para Natalia ya no era suficiente estar así. La boca de la muchacha se movió con más avidez aumentando el apasionamiento del peso. Pegó más su cuerpo contra el torso musculoso de David y los gemidos que salían de su garganta se hicieron más sonoros.
David solo podía sentirse en la gloria. Ella había llegado como quien aparece de un sueño o una fantasía y se había materializado ante sus ojos para besarlo, abrazarlo e incitarlo. Era una verdadera delicia volver a sentir ese fabuloso cuerpo femenino pegado al suyo, tan deseoso y tan apasionado.
Era imposible no reaccionar ante una provocación semejante. Su cuerpo despertó al irrefrenable deseo en cuanto volvió a saborear los labios de Natalia, los mismos que había anhelado desde hacía tanto tiempo. Su pene comenzó erguirse en cuanto el cuerpo femenino entró en contacto con el suyo. Una ráfaga de fuego recorrió toda su piel instándolo a llevarla al sofá más cercano, arrancarle la ropa y hacerle el amor antes de que aquella visión se convirtiera en humo o que desapareciera como por arte de magia.
De algún lado llegó a su cerebro un vestigio de sensatez. No sabía qué era lo que estaba haciendo, no sabía por qué Natalia estaba allí con él, abrazando y besando con tanta pasión. Luchando contra su cuerpo, la mente tomó control de aquella situación. Logró tomar las muñecas de la joven, finalizar el beso y alejarla de sí unos centímetros.
En cuanto se sintió privada de la cercanía de David, Natalia se dio cuenta de la estupidez que había cometido. Se supone que quería conversar con él, preguntarle por qué el tratamiento no había funcionado con Tom, si con él había funcionado de manera perfecta. Pero al verlo allí, solamente sintió el impulso de abrazarlo y besarlo, y con ello había corroborado lo que ya sabía: que su cuerpo solo sentía deseo por David. Ahora, él la había alejado pues muy seguramente le había molestado ese acto tan impulsivo. ¿Qué le diría? ¿Cómo se excusa haría de haber cometido semejante tontería?
—¿Natalia, qué sucede? ¿Qué haces aquí? —preguntó al observar que el semblante de la muchacha se tornaba compungido y preocupado.
—Yo… yo… me tengo que ir —dijo ella soltándose bruscamente del agarre de David y caminando hacia la puerta con suma rapidez.
Pero antes de que pudiera alcanzar el picaporte, sintió que una de las manos de David se apoderaba de uno de sus brazos y la halaba hacia él.
—Nada de eso. Tú no sales de aquí hasta que no me digas qué sucede. ¿Por qué viniste? ¿Por qué me besaste y me abrazaste de esa manera? —David observaba fijamente el rostro de la muchacha tratando de adivinar que sucedía en su pensamiento, pero ninguna de las facciones revelaba lo que sucedía.
—Yo… yo… perdóname, no debí haber venido… Solamente tuve una duda y… pero fue una completa tontería… No debí venir a importunarte, lamento haberte molestado. Por favor, perdóname por haberte besado. Déjame ir… —la realidad de sus sentimientos hacia David se cernieron sobre Natalia haciéndola sentir triste.
¿Cómo no estarlo cuando acababa de descubrir que se había enamorado de David? Parecía tonto, parecía absurdo. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? David le había gustado desde que lo vio, y con lo que sucedía día con día entre ellos su mente y su cuerpo se fueron prendando de aquel hombre que la hacía sentir tan especial, no solamente en el plano físico, sino también en el espiritual. Inevitablemente amaba a David. Por eso no dejaba de pensar en él, no dejaba de añorarlo, no dejaba de extrañarlo. Y como creía que amaba a Tom, no había visto antes que a quien amaba era a David.
El ser consciente de ese sentimiento solo la torturaba más, porque ahora tenía que enterrar ese amor, tratar de arrancarlo de su pecho y olvidar lo que había pasado, pues ese hombre jamás se enamoraría de ella. Por eso lo mejor era marcharse, y tratar de reconstruir su vida y olvidar.
David se sentía como el villano del cuento. Se notaba que Natalia no estaba bien. Tuvo unas enormes ganas de estrecharla entre sus brazos y decirle que pasara lo que pasara podía contar con él, que estaría allí para ayudarla en lo que fuera. Sin embargo, aquello que había dicho lo había intrigado profundamente. ¿Qué duda tenía? ¿Qué tenía que ver esa duda con el hecho de besarlo?
—No, Natalia. No puedo dejar que te vayas hasta que me digas que lo que está pasando. ¿Cuál es la duda de la que hablas? ¿Porqué no estás con tu novio en este momento? ¿Acaso no regresó?
—Sí, Tom regresó hace una par de horas. Pero…
—¿Pero qué? —preguntó el intrigado.
—No funcionó. No pude, sencillamente no pude —dijo ella bajando el rostro para que él no pudiera notar su confusión.
—¿No pudiste qué?
—Cuando él me besó, simplemente quedé fría, como siempre. Aquella excitación y todo ese montón de sensaciones que descubrí contigo no se hicieron presentes. No sentí ese cosquilleo en el estómago, ni esa sensación de calor en mi interior, ni esos deseos de abrazarlo y convertirme en un solo ser con él. Sencillamente todo volvió a ser igual que antes, como si todo aquello que aprendí Lecciones de Placer se hubiera evaporado de repente…
David estaba completamente atónito con la confesión de Natalia. Nunca antes había sucedido. Ningún cliente regresaba insatisfecho o con algún tipo de reclamo sobre Lecciones de Placer.
—¿Viniste contarme eso?
—Más que contártelo, quería preguntarte… por qué sucedió. Su contacto me siga dejando fría, no es como cuando… —dijo ella bajando nuevamente el rostro deteniéndose a tiempo antes de decir que nada era como cuando estaba con él, antes de decir que por fin había comprendido que lo amaba y que por eso su cuerpo podía reaccionar con plena libertad hacia él.
Pero no necesitaba completar la frase para que David entendiera. Natalia se estaba preguntando por qué su cuerpo no había reaccionado a su novio tal y como lo hacía con él. De súbito sintió una chispeante alegría en su pecho.
Con la mano que le quedaba libre tomó la barbilla de la muchacha y la levantó para mirar los ojos.
—Como cuando estás conmigo —dijo él completando la frase que ella había dejado inconclusa—. ¿Por eso me besaste? ¿Para ver si todavía funcionaba conmigo igual que antes? —preguntó en un susurro ronco y esperanzado.
Natalia podía haberlo negado, podía haber dicho que ya no sentía absolutamente nada. Sin embargo no tenía ningún sentido mentir, pues David era un hombre muy perceptivo y se había dado cuenta de la avidez y la pasión con la que ella lo había tocado. Simplemente asintió con la cabeza.
—Sí… así es… yo… lo lamento… lamento… no debí haber venido, no debí… yo sé que tú eres un hombre muy profesional, que mi caso simplemente fue como otro de los tantos que atiendes en Lecciones de Placer. No es tu culpa. No debo involucrarte más en esto, lo que me sucede es solamente problema mío. Perdóname, te prometo que no volverás a verme.
Nuevamente Natalia se zafó y caminó hacia la puerta.
Una vez más, David la tomó del brazo, esta vez muy suavemente.
—Espera, Natalia. Yo sé que es lo que te está pasando.
La joven se detuvo y se giró hacia él, dándose cuenta de que la miraba con una gran sonrisa, que sus ojos estaban muy brillantes y que parecía estar contento.
—¿En realidad lo sabes? —preguntó ella temerosa de que él hubiera descubierto sus sentimientos.
—Sí —dijo antes de tomarla por los hombros y acercarla a su cuerpo para abrazarla y volver a besarla.
Natalia sintió la boca de David tierna y a la vez apasionada mientras que los brazos la envolvían con firmeza estrechándola contra ese torso masculino. Ella solamente podía hacer lo que le dictaba su instinto, rodear el cuello de ese hombre con sus brazos para que ya no quedara ni un solo milímetro de espacio entre ellos y devolver el beso de la manera más sensual.
—Te pasa lo mismo que a mí —dijo el liberándola por unos instantes del beso—. Me… deseas tanto como yo a ti. No es simplemente un acto natural de tu cuerpo, es… un… sentimiento… una atracción que parece existir entre nosotros lo que nos acerca y nos hace sentir todo esto.
Nuevamente la beso demostrándole todo lo que sentía por ella. La joven simplemente se deleitaba en la maravilla de lo que estaba sucediendo: David la estaba abrazando, la estaba besando con el mismo ímpetu con el que ella estaba respondiendo. Era glorioso sentirse así, envuelta en los brazos cálidos de ese hombre, su cuerpo en contacto con el de él, su boca devorando la de ella.
—David, espera —dijo ella liberándose repentinamente de aquel beso y de las emociones que la envolvían con él. Por más fabuloso que fuera lo que estaba sucediendo, David solamente había hablado de atracción, y si ella sucumbía a una relación netamente física, su corazón saldría más herido—. Esto es una locura… yo… no puedo…
Natalia caminó hacia la puerta una vez más con la clara intención de marcharse.
—Te amo, Natalia —dijo él observando con impotencia el deseo de marcharse de la joven, a pesar de lo que sentía por él—. No te vayas.
Ella se detuvo de inmediato, como si las palabras de David la hubieran congelado.
—¿Qué dijiste?
—Que te amo —dijo él caminando hacia ella—. Desde el mismo día en que te vi, me volviste como loco. Por eso decidí tomar tu caso aunque jamás había tomado uno de los de Lecciones de Placer.
—¿Qué? ¿Cómo que nunca…? ¿Acaso…? ¿No es tu trabajo?
David la tomó de la mano y la llevó a uno de los sofás donde se sentó con ella.
—En realidad soy el dueño de Lecciones de Placer, pero no un terapeuta, jamás en mi vida he tomado un solo caso.
Natalia lo miró atónita.
—¿Qué? ¿Por qué lo tomaste?
—Ya te lo dije. Desde que te vi me impactaste. Eres tan hermosa, tu cabello y tus ojos me hipnotizaron, tu timidez y tu inocencia dentro de ese cuerpo sexy me hechizaron. No sé por qué, pero desde ese momento me dije que no podía soportar que otro te tocara, tenían que ser yo, aunque jamás había llevado un caso.
Natalia apenas podía asimilar lo que le estaba diciendo.
—Después, aquella atracción que yo sentía se hizo más fuerte —continuó él—. Con las primeras lecciones casi muero. Tenerte tan cerca, desnuda, con ese precioso cuerpo tentándome, con la posibilidad de tocarte, era una tortura más grande que la que pudieran soportar. Sin embargo, me parecía inconcebible alejarme de ti, entregar tu caso a alguien más. Así que traté de asumir una actitud completamente profesional y dejar a un lado lo que me hacías sentir. Estaba completamente dispuesto a anular cualquier sentimiento que despertaras en mí, jamás tuve la intención de aprovecharme, eso te lo juro… yo solo sentí unas enormes ganas de ayudarte.
Natalia le creía. David un era un hombre bastante maravilloso como para comportarse como un canalla aprovechado de la situación de una mujer como ella.
—Jamás me di cuenta de lo que sentías. Siempre eras tan profesional, tan serio, concentrado únicamente en hacerme sentir bien… Pero tú si tuviste que darte cuenta de mi reacción hacia ti, del deseo que me despertabas con solo tocarme. Recuerdo que el primer día que estuve en Lecciones de Placer, me acariciaste y con ese leve toque sentí algo que ahora no puedo describir. Yo también me sentí atraída por ti desde el inicio, aunque ni yo misma me di cuenta.
David le sonrió y le tomó el rostro entre las manos para darle un delicado beso.
—Pensé que toda esa pasión contenida en tu cuerpo, que toda esa ansia con la que te entregabas correspondía solamente al despertar de tu deseo, de tu feminidad.
—Yo creí lo mismo… aunque la verdad… debo confesarte que cuando me marchaba de Lecciones de Placer llegaba a casa y no podía hacer otra cosa más que pensar en ti, recordar tu toque, tus besos, tus caricias, todo el placer que me dabas. Pero me decía que en realidad lo que recordaba de las sensaciones. Tú te mostrabas tan profesional que yo me negaba a pensar que podía verte de alguna otra forma o que tú pudieras sentir algo distinto por mí.
—Yo podría decir lo mismo. Cada vez que sentía un impulso por acercarme a ti me decía que estabas en Lecciones de Placer para solucionar tu problema y poder entregarte de manera completa tu novio. Te acercaste a Lecciones de Placer porque amabas a tu novio.
El semblante de Natalia se ensombreció.
—Yo… pensaba lo mismo. Creí que amaba a Tom, pero la verdad es que nunca sentí nada por él. Fui su novia durante cuatro años, y todavía me pregunto por qué. No compartimos gustos, no me hace feliz de ninguna manera. Creo que mi relación con él fue producto de la presión que ejercía para que lo aceptara como pareja, y con el tiempo fue la costumbre de estar juntos. Mi falta de respuesta sexual se debía a que mi cuerpo me gritaba que no sentía nada por él. Nunca me había cuestionado mi relación con Tom hasta que… te conocí… porque contigo, aunque hemos compartido muy poco, he tenido más afinidad que con Tom en todos estos cuatro años. El tiempo en que no te he visto… no he dejado de extrañarte, ni de pensar en ti un segundo. Por eso me dolió tanto que… terminaras tan abruptamente nuestros encuentros, ni siquiera me lo dijiste tú, enviaste a la secretaria.
—Mi amor, estaba tan loco por ti, y creí que tú amabas a tu novio, así que sacarte de mi vida fue lo único que podía hacer para proteger mi corazón. Si no te veía más, de seguro te podría olvidar. O al menos eso creí, pues en realidad no dejé de añorarte. Incluso cuando te encontré en el centro comercial pensé que eras una ilusión creada por mi mente de tanto que añoraba volver a verte.
Ella sonrió.
—No te imaginas cuánto te extrañé. No hacía más que pensar en ti, me sentía desolada sin tu presencia. Estaba tan deprimida que esa tarde salí al centro comercial a tratar de olvidar mi dolor. Pero estabas tan metido en mí que solo podía extrañarte, anhelarte. Luego, te encontré y vivimos una tarde maravillosa. Allí descubrí que somos muy afines, y no hablo solo de lo físico, hablo de lo que compartimos aquella maravillosa tarde, una de las mejores de mi vida…
David se sentía exultante ante la dulce confesión de Natalia. La esperanza regresó a él llenando de alegría su pecho.
—¿Crees que… podrías… darme una oportunidad...? —titubeó David tomándole una mano entre las suyas—. Descubrí que te amaba a la mañana siguiente de aquella magnífica noche que pasamos juntos. Conocerte, estar contigo, compartir aquella tarde tan agradable y esa noche que fue incluso mejor que nunca, me hizo ver que estaba enamorado de ti. Pero pensaba que tú… que amabas a tu novio, por eso dije que era un error, porque no quería salir lastimado… pero ahora que dices que no lo amas… ¿crees que podrías intentar algo conmigo? ¿Crees que podrías llegar a amarme? No quiero presionarte. Solo quiero que por ahora lo pienses, que me dejes ser tu amigo, que me dejes estar cerca de ti.
Natalia quiso soltar una carcajada. Después de todo lo que había sucedido entre ellos, de que le había confesado que no amaba a su novio, que no sentía pasión con otro hombre que no fuera él, todavía le preguntaba si podría llegar a amarlo. David se comportaba como un colegial nervioso ante la primera muchacha a la que quiere invitar a salir.
—Solo con una condición —dijo ella con una sonrisa traviesa.
—¿Cuál?
—Que sigas siendo mi maestro. Ya sé que no tomas casos en Lecciones de Placer, pero… ¿harías una excepción por mí? ¿Tomarías mi caso y me enseñarías los secretos del placer y del amor? —Natalia se había acercado más a David le había colocado sus manos sobre los hombros del joven para después acercar su rostro seductoramente al de él.
David sonrió mientras pasaba las manos por la espalda de la muchacha para encerrarla entre sus brazos.
—Con una alumna tan maravillosa, ¿quién no haría una excepción?
Por primera vez se besaron con la plena conciencia de sus sentimientos y de las emociones que afloraron fueron todavía más envolventes y fabulosas.
—Te amo, David —dijo ella liberándose momentáneamente del peso.
—¿En serio… me amas…? —preguntó el hombre sonriendo, todavía temeroso de que todo aquello fuera un sueño.
—¿Y todavía lo preguntas? ¿Por qué crees que no dejo de pensar en ti, de extrañarte, de añorarte, de desearte junto a mí? ¿Por qué crees que mi cuerpo no reacciona con otro hombre que no seas tú? ¿Por qué crees que estoy aquí, besándote, pidiéndote que me hagas tu alumna? Te amo.
Los amantes volvieron a unirse en un beso ardoroso, mientras los cuerpos se estrechaban en un abrazo que pedía más.
Era un verdadero milagro, un hermoso milagro. David había estado tan frustrado que había pensando incluso en perderse en el alcohol, pero ahora que la vida le había dado la oportunidad de tener el amor de Natalia, solo quería perderse en ella, en sus besos, en su cuerpo y en su amor.
—Creo, estudiosa alumna, que ha llegado la hora de otra lección —dijo David levantándose del sofá y cargando a Natalia en sus brazos para llevarla a su alcoba.
—¿Ah sí? ¿Y qué me vas a enseñar hoy, querido maestro? —preguntó ella sonriente, sintiendo que el calor del deseo volvía a poseer su cuerpo.
—El amor, solo el amor.
FIN