Lección 5

 

 

—Hola —dijo Natalia esbozando una bonita sonrisa cuando David abrió la puerta para su siguiente lección.

Tres días de reflexión habían bastado para darse cuenta de que era una completa tonta. Lo que había pasado en su último encuentro había sido tan profesional como las sesiones anteriores. El hecho de que el grado de participación de David en aquella sesión hubiera sido diferente, no implicaba que nada hubiera cambiado en el serio tratamiento que estaba recibiendo por parte de él.

Se había portado como una estúpida aquella tarde al sentirse desilusionada por la actitud seria y distante del hombre con el que había acabado de tener uno de los mayores placeres sexuales de su vida. Confesó para sí misma que en aquel momento de sorprendente éxtasis hubiera querido que las cosas se hubieran dado de manera distinta: haber compartido aquel placer con una verdadera pareja, alguien que la hubiera abrazado y le hubiera dicho lo maravilloso que había sido para él, alguien para quien el encuentro hubiera sido igual de magnífico que para ella.

Sin embargo su situación era completamente atípica, estaba allí por un tratamiento, y era eso exactamente lo que estaba consiguiendo, así que tenía que dejar de fantasear con lo que no podía pasar y centrarse en el descubrimiento de su propio cuerpo, ya habría tiempo para compartir un placer similar con su novio y sentirse por fin una mujer completa.

Se había repetido aquello tantas veces, que por fin se había convencido, y cuando por fin fue hora de regresar a las lecciones con David, se obligó a adoptar una actitud tan seria y comprometida como la de él, por un lado para no afectar el proceso y por el otro para no parecer una tonta o inmadura.

—Hola —respondió David aparentando una seguridad que en realidad no sentía.

No había dejado de pensar en ella ni un segundo desde aquella tarde. Había demasiadas cosas sobre las cuales cavilar, pero sobre todo de las cuales arrepentirse.

Toda aquella locura había comenzado en el momento en que había aceptado el reto de descubrir la sensualidad y la pasión que yacían el interior de aquella preciosa mujer. Ese había sido el primer error. Si ella había ido a Lecciones de Placer tenía que haber sido un profesional del lugar quien la ayudara con su tratamiento, no él. Sin embargo, desde el primer momento descartó que otro hombre pudiera enseñarle lo que él mismo había estado tan ansioso por hacer.

El segundo gran error había sido no controlar su cuerpo y sus emociones con respecto a ella. En vez de permanecer como un profesional distante y capacitado para proporcionar la ayuda que necesitaba, se había convertido en víctima de su propio invento. El placer de Natalia había sido también su placer, incluso desde el comienzo. Le había sido imposible mantenerse frío y distante ante tanta belleza y sensualidad, y todavía más cuando la naturaleza apasionada de aquella mujer había despertado por completo bajo las expertas caricias de sus manos.

Su siguiente error había sido involucrarse directamente en el juego sensual. Si bien era cierto que Natalia le pidió que le enseñara cómo utilizar su boca y sus manos con un hombre, también era cierto que él había tenido que negarse. En Lecciones de Placer se utilizaban juguetes para tal propósito, nunca había contacto entre el cliente y el terapeuta. Sin embargo, no había podido evitar la tentación de acceder a participar, de sentirla sobre su piel, experimentar aunque fuera por una sola vez la delicia de ser tocado y acariciado por una mujer tan estupenda como esa. Y eso solamente se había constituido en su perdición, pues se había involucrado más de lo permitido, y lo que había iniciado como una experiencia completamente física, se había transformado rápidamente en algo más.

No había podido apartar de su mente aquel cúmulo de sensaciones que lo invadieron cuando las manos y la boca de Natalia lo llevaron al orgasmo más potente que pudiera recordar. Había sentido unos enormes deseos de abrazarla, de acunarla contra su pecho, de que ese momento se convirtiera en algo especial para los dos. Sin lugar a dudas una completa tontería, pues él no tenía ningún derecho de hacer algo así. No tenía que perder de vista que Natalia estaba allí para aprender a conocer su sensualidad oculta, su placer, todo eso con la única finalidad de poder compartirlo con su novio, con el hombre que ella amaba.

Y para terminar de completar, se había delatado con aquel beso que le había dado al final.

En esos días se había recriminado una y otra vez por su insensata conducta, y se prometió que si Natalia regresaba, iba enmendar esos errores manteniendo una actitud fría y distante, pero sobre todo esforzándose por no involucrarse más y aniquilar cualquier sentimiento que amenazara con su paz mental.

Allí tenía a Natalia de nuevo frente a él, sonriente, en esa franca actitud positiva que había tomado desde la primera vez en que se había dado cuenta que su problema tenía una solución, ajena a todo lo que estaba sintiendo con respecto a ella, ansiosa por descubrir más sobre su cuerpo y sobre todo con una actitud profesional, consciente de que todo aquello lo estaba haciendo por el amor que le tenía a su novio.

—Me alegra verte tan contenta —David hizo el comentario con un tono completamente desinteresado, como el médico que le dice su paciente que su enfermedad está remitiendo.

—Y lo estoy, siento que tenido grandes avances —respondió ella en el mismo tono distante.

—Los estás haciendo, y quiero felicitarte por ello —le dijo sonriendo, ahogando las inmensas ganas que tenía por volver a besarla.

—Gracias, sin tu ayuda no sería posible —dijo ella alejándose un poco de él, caminando dentro de la sala, pues tenía que hacer algo antes de sucumbir a la tentación de echarle los brazos al cuello y apretarse contra él.

De repente notó que la sala estaba un poco distinta.

En lugar del diván que había estado allí desde la primera sesión, había un mueble, una especie de sillón pero con una forma algo extraña, un mueble que Natalia jamás había visto en su vida.

—¿Y eso? —preguntó con curiosidad acercándose para mirarlo con más detenimiento.

Era casi tan grande y largo como el diván que había estado allí antes y casi igual de ancho, pero su forma era distinta. Era más alto de un lado que de otro. Hacia los extremos tenía curvaturas que se elevaban y en el centro una curvatura que iba hacia abajo. Cuando estiró una mano para tocarlo, notó que la tela era bastante suave, casi aterciopelada.

—Es un sillón tántrico —respondió él acercándose a ella—. ¿No has escuchado hablar de él?

Natalia negó con la cabeza mientras caminaba alrededor del mueble tratando de observarlo hasta en sus más mínimos detalles.

—No, nunca. ¿Para qué sirve? —preguntó ella con curiosidad.

—Este mueble, en realidad tiene varios nombres. También se conoce como diván tantra o diván kamasutra.

Al escuchar la última palabra la mujer intuyó que aquel mueble tenía la función de proporcionar confort a la hora de adquirir distintas posiciones al hacer el amor.

De repente llegó a su mente una inquietante imagen: ella misma sobre aquel extraño mueble, con David, los dos completamente desnudos, entrelazados en un apasionado interludio, compartiendo besos y caricias. Aquel estremecimiento que ya era habitual en ella la recorrió por entero, a la vez que se decía que debía borrar esas imágenes de su mente, pues aquello que estaba soñando despierta nunca sería posible.

—¿Para qué lo necesitamos? —preguntó siendo plenamente consciente de que su fantasía había sido eso, solo una fantasía y que el real propósito de la silla era otro.

—Vas a explorar tu cuerpo de otra manera, pues no solamente las manos y la boca son fuente de placer. Para ello quiero que estés completamente cómoda y nada mejor que este diván que te permitirá tener total confort. Además eso no es todo —dijo David caminando hacia un lado del diván, y halando hacia él un espejo de cuerpo entero.

Natalia entonces lo notó. Tan absorta había estado en el diván que no se había dado cuenta que también había allí un espejo.

—¿Y eso? —no pudo evitar la curiosidad de preguntar mientras se acercaba a él y veía reflejada su imagen completa.

—También es para la sesión de hoy, es el complemento del diván —respondió David caminando hacia ella y ubicándose sus espaldas—. En el juego de la pasión la vista juega un importante papel. Cuando logramos combinar lo que vemos con lo que sentimos y con lo que podemos hacer, el placer puede lograr su máxima expresión.

Aunque Natalia todavía no sabía de qué se trataba todo aquello, las palabras de David la envolvieron y aumentaron el calor en su piel. No comprendía todavía muy bien de qué iba todo eso, pero sonrió sensualmente sospechando que sería grandioso, igual o mejor a lo que ya había vivido con él.

Al observar la preciosa sonrisa de la muchacha, el hombre sintió la enorme tentación de girarla hacia él y devorarla en un beso. ¿Acaso sabía lo hermosa que se veía cuando sonreía? ¿Tenía alguna idea de todo lo que lo excitaba aquel gesto tierno y a la vez hambriento?

—Ve tras el biombo, cámbiate y regresa aquí —le dijo saliendo de sus agitados pensamientos.

La joven obedeció de inmediato. Mientras se cambiaba, recordaba lo nerviosa que había estado la primera sesión. Ahora solamente estaba expectante y alegre porque sabía que vendría algo fabuloso.

La seda de la bata que ahora le parecía tan familiar acarició su piel aumentando la ligera excitación que había iniciado unos instantes antes. No sabía exactamente lo que iba a pasar, quizás aquel misterio que rodeaba el maravilloso juego erótico era también un ingrediente que le ayudaba a despertar la pasión que poco a poco había despertado en ella.

—Estoy lista —dijo saliendo tras el biombo y caminando hacia el diván.

Notó que David había puesto una pequeña mesilla con dos entrepaños, en la parte de arriba, como siempre, había una vela aromatizada, y en la de abajo una caja de tamaño mediano que no había visto antes. El espejo había sido dispuesto en diagonal al diván, de tal manera que se reflejara toda la extensión del mismo.

—Recuéstate, pon tu cabeza en la parte alta. Quiero tu cuerpo completamente relajado sobre el sillón.

Natalia siguió la instrucción al pie de la letra. Una vez estuvo sobre aquel extraño sillón se dio cuenta de que las curvas se amoldaba a su cuerpo de manera perfecta, brindándole un amplio confort, sosteniendo con precisión toda su anatomía. Era una silla hecha para ese fin, y pareciera que había sido confeccionada especialmente para ella.

—Ahora quiero que te mires en el espejo —dijo David después de que la joven estuvo acomodada.

Natalia levantó su vista y observó su imagen reflejada. Jamás se imaginó verse de aquella manera. Semidesnuda, cubierta solo por una pequeña bata con aberturas laterales por donde escapaba la cremosa piel de sus muslos, con las curvas de su cuerpo retratadas a través de la delgada tela que en vez de cubrirla solo develaban la sensualidad de su figura, con su cuerpo en una posición completamente sensual en una silla que estaba destinada para el placer.

Le gustó verse así. Había un aire de pecaminosa sensualidad que no había visto en sí misma nunca, ni siquiera cuando se observaba desnuda en el espejo de su baño. Era como si todo aquello la estuviera convirtiendo en una nueva mujer. Recordó el placer que había descubierto en las sesiones anteriores y se sorprendió de que pudiera existir algo más, pero si David lo decía, no podía dudarlo. Ahora que se veía de esa manera, le agradaba esa nueva imagen de sí misma, una mujer sensual que no siente miedo de explorarse y explorar su propio placer.

David notó la complacencia en el rostro de la muchacha, era una expresión que combinaba lo alegre con lo sensual y a la vez con un toque de picardía. Se veía absolutamente hermosa. No solamente se veía atractiva, sensual, sugerente, también había un aire nuevo en ella, una belleza hasta ahora descubierta, y esta belleza era terriblemente tentadora.

—Acaríciate, Natalia. Pasa las manos por tu cuerpo suavemente y obsérvate en el espejo.

Las manos de Natalia recorrieron lentamente sus muslos, le gustaba la sensación que se apoderó de su cuerpo mientras sentía y veía sus propias caricias. Advirtió una deliciosa calidez en su piel que comenzaba donde sus manos tocaban sus muslos se comenzaba a esparcirse lentamente por toda su anatomía. Era una sensación que no podía describir, por un lado estaba acariciándose, y por otro lado se estaba viendo en un espejo, como si fuera otra mujer la que estuviera tocándose a sí misma. La combinación de sensaciones la estaba excitando más de lo que se había imaginado.

Poco a poco las manos fueron ascendiendo por su cuerpo. Con una de ellas desató la bata y la abrió por en frente para observarse en el espejo.

Le pareció tremendamente erótico verse desnuda, con la bata cubriendo escasamente sus hombros, acostada en el diván en una postura relajada y a la vez sensual. Era como si estuviera esperando que su amante llegara a tomarla. Movió un poco las piernas para separarlas y entonces miró la sensual hendidura en medio de sus piernas. En ese momento, con esa postura, con esa sonrisa en sus labios, podría ser la perfecta modelo para un pintor, uno que retratara la sensualidad femenina.

Las manos ahora tuvieron vía libre para recorrer el fabuloso cuerpo. Con una mano tocó uno de sus pechos amasándolo para después tocar su pezón con el pulgar. Con la otra mano recorrió su vientre y bajó hasta la hendidura que ocultaba su clítoris y la entrada su vagina. Pasó un dedo sobre cada uno de los labios exteriores y masajeó un poco mostrando los secretos que escondía su sexo.

La sensación fue única. Lo que estaba haciendo combinado con lo que estaba viendo lograba que su interior se agitara con mayor fuerza. El conocido calor de la excitación en su vientre aumentó y empezó a viajar por el resto de su cuerpo.

Las caricias se volvieron todavía más audaces en su propia anatomía. Pellizcó sus pezones con más fuerza y masajeó sus senos casi con rudeza. Los dedos en su sexo también se hicieron más intrépidos, dos de ellos empezaron a penetrarla poco a poco con gran deleite facilitando la entrada con la cálida humedad que brotaba de su interior.

Sin lugar a dudas ver en el espejo el reflejo de lo que ella misma le hacía su cuerpo, aumentó todavía más su deseo.

—Espera, Natalia todavía no.

David se acercó a ella para tratar de disuadirla pues sabía que si seguía así, en pocos instantes llegaría el clímax, y todavía faltaba mucho para terminar la lección.

La mujer detuvo la avidez de su masaje sintiéndose algo molesta al verse privada del placer por el llamado de David. No obstante, el ligero enfado pasó a segundo plano cuando se dio cuenta que David tenía en la mano un aparato. Era algo que nunca antes había visto, se parecía mucho a un micrófono, tenía la misma forma: una vara larga coronada por una cabeza.

—¿Qué es eso? —preguntó la mujer con curiosidad.

—Es una vara vibradora —dijo David extendiéndola hacia ella, invitándola a tomarla.

Natalia asió aquel objeto y notó que la mitad de la vara había algo parecido a un interruptor. Con uno de sus dedos lo movió y se dio cuenta que la cabeza que le había parecido similar a la de un micrófono comenzaba a vibrar y a girar rápidamente. El grado de vibración aumentó cuando ella empujó el botón un poco más hacia arriba.

—¿Para qué sirve? —preguntó la joven mientras estudiaba el vibrante objeto en su mano.

—¿Qué crees que se puede hacer con él? —preguntó David enigmático. La sensualidad que había logrado despertar en ella le daría la suficiente imaginación como para idear la manera en que podría usar aquel aparato.

Nuevamente esa bonita sonrisa sensual adornó el bello rostro femenino, esta vez con mayor brillo gracias a la creciente excitación en su cuerpo.

Natalia puso la velocidad de vibración a un nivel moderado. Mientras sostenía el aparato con una de sus manos, posó los dedos de la otra sobre la punta y pudo sentir unas pequeñas cosquillas en las yemas. Se preguntó cómo sería sentir aquel mismo hormigueo en otras partes de su cuerpo. Sin pensarlo más, llevo la punta del objeto hacia uno de sus pezones. Allí tocó levemente sintiendo las mismas vibraciones, solo que esta vez el efecto fue mucho más poderoso, porque pareció repercutir en el interior de su pecho soltando una potente descarga eléctrica que viajo directamente hasta su vientre.

No pudo evitar emitir un profundo gemido de placer. Era increíble como un pequeño aparato podía multiplicar su excitación de aquella manera y solo con un ligero roce. Acercó nuevamente el aparato y esta vez lo presionó durante más tiempo, haciendo que el cosquilleo se hiciera mucho más permanente y surtiera efectos mucho más fuertes.

Era como si una constante descarga eléctrica partiera de su pezón para viajar por todo su pecho, internarse en su abdomen y dirigirse hasta su vagina para hacerla retumbar con la vibración. No pudo evitar cerrar los ojos y comenzara mecer las caderas, de manera instintiva, emulando el acto sexual, presintiendo que el clímax estaba por llegar.

—Todavía no, Natalia —dijo David nuevamente intentando aminorar su estado de excitación—. Retenlo por más tiempo, juega más con el aparato, conoce más sensaciones antes de darle rienda suelta a tus emociones.

Natalia alejó el aparato de su pezón y lo observó como si tuviera en sus manos la varita mágica del placer. Quizás David tenía razón, lo mejor era dilatar el placer para conseguir que éste fuera mucho más fuerte, si es que eso era posible.

Su dedo pulgar corrió el pequeño interruptor para aumentar el grado de vibración a su mayor nivel. Nuevamente sus dedos tocaron la punta del objeto corroborando que los movimientos del aparato eran mucho más enérgicos que antes. Aquellas cosquillas que había sentido anteriormente en sus dedos eran ahora mucho más intensas y sabía que serían mucho más potentes en su cuerpo.

Esta vez dirigió la punta del aparato hacia la zona entre sus piernas. Movió la pierna derecha para dejarla caer por un costado del diván exponiendo completamente su sexo. Con una mano separó los labios y con la otra acercó el aparato hasta el clítoris. Nuevamente hizo que la cabeza de la varita rozara levemente su botón de carne húmedo.

La sensación fue todavía mucho más devastadora que la que había sentido cuando había puesto la varita en su pezón. La delicada vibración recorrió por entero su clítoris y el interior de su vagina haciéndola estremecerse de placer. Sintió que los líquidos se hicieron más abundantes y que comenzaron escurrirse hacia fuera, mojando el diván. Tuvo que ser un enorme esfuerzo para no tener un orgasmo en ese mismo instante.

—No… no voy a poder resistirlo mucho… mucho más tiempo… —dijo ella en medio de los gemidos, recordando que David le había pedido que dilatara su placer.

—Trata de hacerlo, verás que valdrá la pena —le aconsejó arrodillándose junto a ella, hablándole casi a su oído, en un susurro que apenas contenía su deseo.

Y es que la escena que se había desarrollado desde el mismo momento en que Natalia había desatado su bata y había exhibido su precioso cuerpo desnudo, había logrado romper todos sus propósitos de manejar aquello con profesionalismo y frialdad. ¿Cómo permanecer distante ante una hermosura como esa? ¿Cómo no sentir deseo cuando la mujer más sensual que hubiera podido ver en su vida estaba cómodamente acostada en el diván, desnuda, jugando con su cuerpo y mirándose al espejo? Tenía que haber sido de piedra para haber permanecido impasible.

¿Podía existir otra mujer tan hermosa y sensual como aquella? David lo dudaba.

Verla jugar con su cuerpo lo estaba matando de deseo. No había podido evitar la reacción de su cuerpo cuando observó que la muchacha acariciaba sus pechos y su sexo, primero suavemente, después con mayor avidez. Había tenido que hacer acopio del último vestigio de voluntad que le quedaba para tomar la vara y seguir con el plan original. Había logrado aquietar un poco la erección que se estaba apoderando de su pene, pero verla jugar con la varita sobre su pezón y ahora sobre su clítoris había hecho que su miembro tomara por completo el control de la situación convirtiéndose en una roca dura que no se dejaría placar fácilmente. Por eso se había arrodillado, quería evitar a toda costa que Natalia notara su erección.

—No puedo —susurró ella sabiendo que sería completamente imposible evitar el clímax si volvía a tocar su clítoris con aquel aparato.

—Ponlo de nuevo, presiónalo un poco y cuando sientas que estás a punto de llegar, retíralo de inmediato y respira profundo —le dijo David indicándole cómo debía controlar la necesidad de su cuerpo.

Natalia lo hizo. Presionó la vibración al máximo sobre su clítoris y lo mantuvo ahí sintiendo como la deliciosa sensación viajaba y repercutía profundamente en su vagina. Aquella vibración que recorrió su vientre se alojó en sus pechos, endureciendo todavía más los pezones. La intensidad de la caricia fue en ascenso hasta que las pequeñas contracciones del clímax estuvieron allí, a punto de poseerla por completo. Entonces retiró el aparato, cerró los ojos y respiró profundamente sintiendo que el placer se alejaba un poco de ella.

—Lo lograste —dijo David sonriendo al darse cuenta que Natalia había logrado controlarse—. Vuelve hacerlo, pero no cierres los ojos, mírate en el espejo.

La muchacha abrió los ojos y miró hacia el espejo. Allí estaba ella, una mujer nueva, una que descubría los placeres ocultos de su cuerpo. Completamente desnuda, con el pelo desordenado, sobre aquel diván y con aquel extraño aparato en sus manos, era la imagen de una diosa, de una criatura hecha para la sensualidad, una mujer que semanas antes no habría reconocido como sí misma. Una imagen que le gustaba.

También vio la imagen reflejada de David, allí junto a ella, completamente vestido. La observaba a través del espejo con algo parecido al deseo.

No, no podía ser. Seguramente eran sus propias emociones las que veía reflejadas en él, pero no podía desearla. Lo mejor era que alejar a sus inconfesables deseos de su mente y se concentrara en sí misma, en aquella nueva faceta del placer que estaba reconociendo y que al igual que las otras, le gustaba tremendamente.

Nuevamente acercó aquel aparato hacia su feminidad, lo puso ejerciendo cierta presión sobre su clítoris y nuevamente aquellas magníficas sensaciones se apoderaron de su ser. Ahí estaba, subiendo y ascendiendo en intensidad, quemándola con un fuego líquido que venía desde su mismo interior, un placer que aumentaba con cada una de las pequeñas vibraciones. Cuando se dio cuenta de que no iba aguantar más, lo retiró, entonces se miró al espejo tal y como le había indicado David. La imagen que observó le pareció magnífica. Su cuerpo manifestaba una deliciosa tensión, como si esperara algo. Su cara estaba al borde del éxtasis. Sus labios rojos y entreabiertos hacían juego con sus mejillas sonrosadas. Sus párpados estaban casi cerrados.

—Hazlo nuevamente —le dijo David intentando que su voz no develará el deseo que con cada movimiento de Natalia se hacía más intenso.

La acción fue repetida por la mujer varias veces. El vibrador se apretaba contra su clítoris para retirarlo justo antes de conseguir el máximo placer.

—Por favor… ya no quiero resistir lo más… —susurró Natalia arrobada, sintiendo que su cuerpo ya no resistiría otra caricia más sin llegar a un intenso orgasmo.

David se dio cuenta de que era cierto. Y lo peor de todo, es que él estaba igual que ella, porque aunque no tenía ningún tipo de estimulación directa sobre su miembro, sus ojos devoraban por entero el magnífico cuerpo de la mujer y sentía las caricias que aplicaba sobre sí misma como si las estuviera aplicando al cuerpo masculino. Casi podía sentir la misma vibración recorriendo todo su pene desde la cabeza hacia la base, haciendo que su excitación fuera igual a la de ella.

—Respira profundo y trata de relajarte —le dijo David mientras le quitaba la vara vibradora y la ponía sobre la mesilla.

La joven obedeció a regañadientes, pues sentía que su cuerpo necesitaba la liberación de una buena vez. Aunque todo aquello había tomado muy poco tiempo, en comparación con las sesiones anteriores, tenía la necesidad de encontrar el placer rápidamente, pues a medida de que iba descubriendo aquel maravilloso mundo, su ser lo anhelaba aún más.

David tomó de la caja otro aparato. Era un vibrador con forma de pene. Natalia había visto uno de esos en una página de Internet. Se suponía que muchas mujeres los utilizaban como un sustituto cuando no tenían una pareja.

Era bastante grande y de color fucsia. Replicaba exactamente la forma de un pene: el glande era redondeado y el cuerpo se notaba grueso y con la misma forma de un miembro masculino. Pero la forma y el tamaño no fue lo que más llamó su atención. Había dos detalles que no pasarían inadvertidos para nadie. El primero de ellos era que en la base del objeto sobresalía una especie de cuernito, un bracito que emergía y se giraba hacia arriba. El otro era que hacia la mitad del aparato sobresalían unos puntitos en relieve.

—¿Y eso? —preguntó ella nuevamente curiosa, mientras intentaba aplacar un poco la excitación que le había dejado la vibración de la vara.

—Intentaremos ahora con esto. Como te puedes dar cuenta es un vibrador, pero es diferente al que acabas de usar. Este sirve para penetrar y dar placer desde dentro… ¿quieres usarlo?

Natalia no sabía si reírse o darle un empujón. ¿En serio creía que tenía que preguntarle algo así? ¿Acaso no podía darse cuenta por sí mismo de la excitación que estaba padeciendo, de la necesidad de sentir algo que la llevara hasta la cumbre del placer? El hecho de que él no estuviera sintiendo nada no significaba que ella estuviera igual que él.

Nuevamente observó el aparato con sumo detenimiento y se pudo imaginar perfectamente aquel adminículo perdiéndose entre las profundidades de su vagina, siendo acogido por sus estrechas paredes y llevado cada vez más hacia adentro para poder sentirlo en todo su esplendor. Ese solo pensamiento la hizo estremecerse una vez más.

—Sí, quiero intentarlo —dijo ella simplemente.

Natalia extendió la mano para qué David entregara el aparato, pero él no se lo dio.

—En esto debo ayudarte, no quiero que te hagas daño —David sabía que en el grado de excitación en que se encontraba Natalia podría apresurar el aparato en el interior de su cuerpo y en vez de lograr el placer tan anhelado, pudiera lastimarse en el proceso, por eso estaba dispuesto a manipular el artefacto.

Entonces ella observó cómo él se movía hacia la parte baja del diván, todavía arrodillado.

Una de las piernas de la joven descansaba sobre el diván, la otra todavía estaba descolgada por un lado del mueble. David sabía que la abertura era suficiente para que el aparato entrara y a su vez para que sintiera el placer que este podía darle. Con suma delicadeza flexionó un poco hacia arriba la pierna que la mujer tenía sobre el diván.

Ese movimiento hizo que el sexo de Natalia quedara completamente expuesto ante sus ojos. Una vez más tenía ante él esa preciosa abertura, coronada por el clítoris redondo y completamente húmedo que esperaba ávido las caricias. Se le hizo agua la boca, la última vez que había estado tan cerca de ella había aplicado sus labios y su lengua probando el delicioso néctar que de allí manaba. Padeció la terrible tentación de repetir lo que había sucedido aquella vez, de recorrer aquélla anatomía con sus labios, de probar con su lengua esa ranura, desde el clítoris hasta la abertura, y de perderse en la profundidad apretada de aquella caverna femenina.

Se deshizo rápidamente de tal pensamiento, y también reprendió a su pene que se había puesto todavía más duro ante los recuerdos que evocó su mente. Se concentró entonces en lo que tenía que hacer.

Tomó un pequeño frasco de lubricante y embadurnó aquel aparato, aunque sospechaba que el interior de la vagina de Natalia estaba lo suficientemente mojado como para necesitarlo realmente. Después accionó el pequeño botón y el aparato comenzó a vibrar. La intensidad era mucho menor que la que había tenido la vara unos instantes antes, pero lo que realmente quería era ir subiendo los niveles de vibración para lograr un efecto todavía más excitante.

—Acaríciate los pechos y mírate al espejo —dijo David a la muchacha que no apartaba los ojos de sus manos y lo que él estaba a punto de hacer—. Mira lo que te hago solo a través del espejo, y mírate por entero.

La imagen que recibía del espejo era cada vez más sensual. Su estado de excitación era completamente evidente: sus pezones completamente erectos, sus mejillas sonrosadas, sus ojos brillantes, sus labios rojos. Había también un aire muy sensual en su postura, que aunque relajada, dejaba ver la ansiedad y las ganas de llegar por fin al placer.

Natalia advirtió que aquel aparato se acercaba a su sexo. Notó que David presionaba la punta del vibrador sobre su clítoris. Si bien era cierto que la vibración no era tan fuerte como el aparato anterior, también era cierto que el modo en que David lo presionaba sobre su cuerpo hacía que fuera igual o incluso más excitante. Primero, sentía un ligero roce para después aumentar la presión por unos segundos. Posteriormente, el roce se hacía más ligero y enseguida el aparato se retiraba. Repitió este mismo movimiento varias veces, con una precisión exacta para no permitirle estallar de placer. Sus manos no podían evitar masajear los pechos y halar los pezones en los cuales repercutía directamente la vibración en la zona baja de su cuerpo. Se sentía completamente invadida por la excitación y por la creciente ola de placer que amenazaba con devorarla por entero.

—Mírate al espejo —le dijo David cuando notó que ella se estaba concentrando tanto en el placer que cerró los ojos para sentirlo más profundamente.

Si antes le había parecido sorprendente verse de aquella manera, ahora se sentía como una perfecta extraña ante la imagen de una mujer sensual que se tocaba los pechos mientras que un hombre jugaba con un vibrador sobre su sexo. La imagen era terriblemente erótica, la excitación estuvo a punto de golpearla de lleno cuando se vio de aquella manera, como una diosa del sexo, como una pecadora que solamente está anhelando el placer que puede sentir su cuerpo.

El profundo suspiro que soltó le reveló a David el grado de excitación en el que se encontraba la joven. Sabía que no soportaría durante mucho más tiempo. Retiró el vibrador de su clítoris y se dijo que era hora de adentrarse en las profundidades de su vagina para que pudiera sentir el máximo placer. Él mismo sintió que un estremecimiento lo recorría ante ese pensamiento.

David llevó la punta del aparato sobre la ligera abertura húmeda y caliente. Lo presionó un poco y se introdujo un par de centímetros. Natalia abrió la boca antes de este emitir un profundo gemido y mecer un poco las caderas hacia adelante en señal de aceptación.

—¿Estás lista? —era evidente que la pregunta de David salía sobrando, pero un pequeño demonio le empujó a escucharlo de los propios labios de la muchacha.

—Sí, por favor —susurró ella casi suplicante, todavía moviendo las caderas.

Entonces David introdujo un poco más el aparato mientras que elevaba el nivel de vibración.

Un quejido más sonoro que el de la vez anterior escapó de los labios de la mujer que a la vez aumentó las caricias sobre sus senos.

Esa imagen fue demasiado para David. Ella era pura sensualidad, pura pasión. No comprendía cómo aquella sensualidad no se había manifestado hasta ese momento, Natalia era una mujer hecha para la pasión y el amor. Verla allí, jadeante, amasándose los pechos mientras recibía alegremente el vibrador en el interior de su vagina lo hizo temblar de pasión. En esos momentos habría dado cualquier cosa por poder retirar el vibrador y reemplazarlo con su propio pene, perderse en las profundidades del cuerpo de esa mujer, acompañarla su vibrante pasión y llegar juntos al más delicioso éxtasis.

Rápidamente borró aquella imagen imposible y se concentró en su tarea.

Hizo que el vibrador avanzara unos centímetros más por aquella estrecha hendidura que parecía intentar expulsarlo hacia afuera. Dejó que retrocediera unos cuantos centímetros para volver adelantarlo y subir una vez más el volumen de vibración.

Nuevamente un profundo gemido escapó de los labios de Natalia mostrando el grado de deleite que lograba ese aparato en el interior de su cuerpo. Empezó a mover la espalda y las caderas para buscar un mayor contacto con el artefacto mientras que sus manos masajeaban con mucha más fuerza sus pezones, al punto de que su piel estaba enrojecida. Con los ojos cerrados echó la cabeza hacia atrás, moviéndola de un lado hacia otro, expresando con ello el estado de su cuerpo.

—Abre los ojos, Natalia. Mírate en el espejo.

Cuando la muchacha obedeció, el placer aumentó. Verse a sí misma mover su cuerpo de manera tan frenética en busca del placer, su cabello desordenado, su piel enrojecida y David en medio de sus piernas empujando ese aparato en su interior fue más de lo que ella podía soportar.

En ese mismo instante, David enterró el aparato completamente en el interior presionando la palanca que hacía girar hacia un lado y hacia otro la parte media del vibrador, la misma que tenía unos pequeños puntos que sobresalían, provocando que las paredes vaginales sintieran de lleno la caricia palpitante. Al mismo tiempo, el pequeño cuernito que sobresalía de la base del vibrador se presionó sobre su clítoris emitiendo una profunda sacudida que retumbó en todo su sexo. Enseguida, el hombre retiró un poco el aparato, lentamente, para después volver a introducirlo de manera rápida, haciendo que todas aquellas maravillosas sensaciones regresaran.

Entonces Natalia no lo pudo soportar más. Un poderoso orgasmo estalló en el interior de su vagina esparciéndose por todo su cuerpo con aquella conocida sensación de calidez. Se agitaba de manera compulsiva, mecía las caderas hacia delante para salir al encuentro del vibrador y sentirlo todavía más dentro de ella. Los gemidos agudos brotaron de su garganta como clara señal de la intensidad de su placer.

Ver aquello fue demasiado para David. Esa mujer hermosa estaba experimentando el orgasmo más fuerte que había tenido en toda sus sesiones. Su piel sudorosa, sus movimientos frenéticos, sus labios entreabiertos, sus quejidos de placer, la fuerza con la que su vagina succionaba el aparato, era el clímax más precioso que había visto en toda su vida. Dentro de sus bóxers, sintió que su pene estallaba también en un potente éxtasis que recorrió todo su ser en poderosas oleadas que amenazó con derribarlo al suelo por lo fuerte de la explosión.

Aunque su respiración era agitada y su cuerpo temblaba por el placer, tuvo que hacer acopio de toda su voluntad para impedir que Natalia se diera cuenta de lo que le había sucedido. Se levantó del suelo incómodo, sabiendo que la humedad que había llenado el interior de sus calzoncillos podría traspasar la tela y notarse en su pantalón haciendo evidente lo que había pasado. Debía hacer que Natalia se marchará pronto para poder asearse y cambiarse.

Cuando giró su cabeza hacia la joven, notó que poco a poco recobraba su estado de serenidad. Su respiración se iba aquietando y su cuerpo ahora estaba laxo sobre el diván. El vibrador había caído al suelo después de deslizarse fuera de la vagina. Quien la viera ahora, relajada, no se habría imaginado que hacía solo unos segundos se habría convulsionado por culpa del intenso placer.

Y lo estaba observando. Lo miraba fijamente. Sintió miedo de que la joven se hubiera dado cuenta de que él también había tenido un orgasmo viendo el placer de ella.

—¿Cómo te sientes? —preguntó él.

Natalia mostró nuevamente aquella hermosa sonrisa que se estaba volviendo usual en ella.

—No creo que hayan palabras para expresarlo —dijo sencillamente la muchacha mientras saboreaba los últimos restos del placer que quedaban en su cuerpo—. Tenías toda la razón, no solamente lo que puede sentirse es importante sino también lo que puede verse.

Aquella última afirmación recordó a David su propia debilidad. Nunca antes en la vida le había sucedido algo así: tener un orgasmo sin estimulación directa sobre su miembro, con solo observar lo que había pasado con Natalia. Ahora más que nunca él sabía que lo que se veía era tan importante como lo que se sentía a través del toque. Estas sesiones habían sido planeadas para enseñarle Natalia sobre el placer de su propio cuerpo e introducirla al mundo del placer. No obstante, David sentía que también estaba aprendiendo con ella.

—Me alegra que lo hayas disfrutado —dijo él sencillamente alejando aquellos peligrosos pensamientos de su mente—. Puedes pasar tras el biombo vestirte, la sesión ha terminado.

—No —Natalia se sentó en el diván—. Espera, todavía no.

Estas palabras aparecieron en su boca casi sin pensarlas.

Cuando Natalia había alcanzado el éxtasis, potenciado por la visión de su cuerpo, una fantasía cruzó por su mente: no era aquel artefacto color rosa el que se enterraba en las profundidades de su vagina llevándola hasta la cima del placer, sino el magnífico pene de David, aquel que no solo imaginaba sino que recordaba pues ya había tenido la experiencia de tocarlo con sus manos y su boca. En su fantasía, veía al hombre sobre ella, sus caderas fuertes y masculinas empujando sobre las propias, llenándola por completo con aquel miembro fuerte, grueso, caliente y erecto que rememoraba a la perfección. Habría dado la mitad de su vida porque su fantasía hubiera sido verdad.

Mientras se recuperaba del éxtasis, se preguntó por qué no podría convertirse en algo real.

—Yo… estaba pensando… —comenzó la muchacha arrepintiéndose de inmediato por permitirse dar rienda suelta a su imaginación y tratar de exteriorizar sus deseos.

—Dime —dijo él algo nervioso, pues no sabía si ya había notado su estado y tal vez quisiera reclamarle.

—Yo… yo… —titubeó nuevamente antes de cerrar la bata sobre su cuerpo desnudo, en un gesto para tratar de tranquilizarse—. Lo que acabo de vivir ha sido espléndido, pero estoy segura que…

—¿De qué estás segura? —preguntó él sentándose junto a ella. Notó cierto nerviosismo junto con sus titubeos y sintió una curiosidad extrema por lo que ella quería decirle.

Natalia lo miró a la cara. Se sintió un poco nerviosa y bastante cohibida por lo que iba a pedirle. ¿Cómo lo tomaría?  ¿Se negaría? Claro que no, David era un perfecto profesional que sabía llevar a cabo su trabajo de manera seria y sin ningún tipo de apasionamiento personal. Sabía que mientras su cuerpo ardía por poder sentir aquel hombre que la había llevado por el camino del placer, para él sería solamente el cumplimiento de un deber más. Pero en esos momentos eso no le importaba, porque lo único que quería era poder sentirlo sobre ella, dentro de ella.

—Yo… estoy segura de que… yo quiero… quiero sentir placer con un hombre.

—Claro que sí, eres una mujer muy sensual y después de todo lo que has vivido y lo que has aprendido podrás sentirte completamente plena con un hombre —dijo el sin captar muy bien el significado de lo que ella le dijo. Al mismo tiempo sus palabras le molestaban, después de que él había despertado aquella mujer a la sensualidad le costaba mucho imaginarla con alguien más. Sin embargo, no tenía ningún derecho a que el pensamiento celoso o posesivo, al fin y al cabo Natalia había llegado a Lecciones de Placer para aprender sobre su propio cuerpo y poder compartir la experiencia con su novio, el hombre al que ella amaba.

Natalia se sintió un tanto amedrentada. Él no había entendido muy bien la intención de sus palabras. Y cada segundo que pasaba le costaría mucho más decírselo. Sí, sabía que llegado el momento compartiría todo aquello con Tom y podría revivirlo, podía volver a sentirlo. Sin embargo, en esos momentos era el cuerpo de David el que deseaba, era esas fuertes manos cuyas caricias conocía, era esa boca que la había llenado de tanto deleite y era su miembro el que quería dentro de su cuerpo, no ningún otro hombre.

—Lo sé, pero no me refiero a eso. En realidad… lo que quiero… lo que necesito… es… David, quiero que me hagas el amor, ahora.