Lección 7

 

 

A pesar de que la tarde era soleada y alegre, Natalia no podía sentirse más deprimida.

El centro comercial estaba abarrotado de gente. Niños que corrían, madres que cargaban bebés, familias que simplemente caminaban y parejas que andaban juntas de la mano con sus rostros llenos de amor. Y ella estaba sola, como lo había estado desde hacía quince días.

Hacía dos semanas que había abandonado las lecciones con David, justo después de aquella magnífica tarde que no olvidaría jamás.

La tarde más maravillosa de su vida.

Se estremeció al recordar las intensas sensaciones que había experimentado una y otra vez en brazos de David.

Después de aquel primer encuentro sobre el diván, David había llevado al baño y le había enseñado hacer el amor bajo la ducha.

Primero la besó hasta el cansancio. Después, él mismo se encargó de pasar el jabón por todas las partes de su cuerpo y le enseñó a ella como enjabonarlo a él. Posteriormente, se habían enjuagado entre juegos, caricias y risas, sintiendo cómo el agua recorría sus pieles en una erótica caricia que se prolongó cuando fueron sus manos las que entraron en aquel interludio sensual.

Entonces David la había estrechado contra su pecho a la vez que su boca volvía a tomar la de ella. La levantó en sus brazos fuertes y le indicó cómo rodear la cintura masculina con sus piernas para sostenerse de él a la vez que su miembro erecto buscaba la húmeda cavidad que lo esperaba con ansia. Había vuelto a disfrutar de los deliciosos embates que la llenaban por completo, que la hacían sentirse una sola con él, que la llenaban de profundo deleite hasta hacerla gritar y agitarse convulsamente en sus brazos experimentando una nueva oleada de placer que la colmaba de una felicidad que iba más allá de lo físico.

Habían tenido que ducharse una vez más, pero eso no había importado, porque cuando terminaron volvieron al diván para entregarse a otros episodios de pasión.

La primera vez, él la había costado sobre el diván para deleitarse besando su cuerpo por completo, lamiendo desde el cuello hasta los dedos de sus pies, en una caricia que Natalia le pareció tremendamente erótica. Constantemente le pedía que mirara al espejo, que observara como se entregaba de manera febril a la pasión. Cuando no pudo soportar más la tortura de aquellos maravillosos labios y de aquella sensual lengua, le rogó que volviera tomarla. Y él había complacido, había vuelto a penetrarla con renovado fervor hasta que los dos alcanzaron el máximo goce.

Enseguida, ella se había sentido completamente tentada a deleitarse en el cuerpo de David. Así como él se había adueñado de su cuerpo con suaves besos y lametones, ella no quiso resistirse a la delicia de probar la piel masculina de su todo su cuerpo. Se había apoderado primero de su boca en un beso hambriento, y poco a poco había bajado por su cuello, por su pecho, por su vientre hasta encontrar el centro del placer de David. Nuevamente tuvo la oportunidad de embelesar su boca con aquel miembro, de sentir la tensión del cuerpo masculino con cada una de sus caricias. Entonces David la había tomado y la había recostado boca abajo sobre una de las elevaciones del diván. Él se había puesto detrás de ella y la había penetrado en aquella posición, mostrándole un nuevo ángulo del deleite en el interior de su cuerpo. En aquella postura, David había pegado su pecho contra la espalda de ella, con una de sus manos giró la cabeza de la joven hacia atrás y la besó, solo deteniéndose de tanto en tanto para susurrarle lo hermosa y lo sexy que era, a la vez que entraba en ella una y otra vez para mutuo placer.

La delicia había llegado finalmente para los dos, dejándolos completamente saciados y exhaustos.

Posteriormente, David desapareció en el baño y regresó unos minutos después completamente duchado y vestido.

—Creo que debes bañarte y arreglarte —le dijo acercándose a ella—. Ya es tarde, creo que todo el mundo se fue.

Natalia había perdido por completo la noción del tiempo. Nada más le importaba, solo el deleite que había encontrado en brazos de David. El tiempo y cualquier otra cosa había pasado a segundo plano.

Entonces, se había duchado y se había vestido. Cuando salió del baño se dio cuenta que estaba sola. Sobre la mesa había una nota para ella.

“Tuve que irme, lo siento. Por favor cierra la puerta al salir. David”.

En ese momento la había recorrido un estremecimiento, pero uno completamente distinto a los que la acompañaban cuando estaba con él. Era como si un viento helado hubiera recorrido todo su ser aniquilando los deliciosos vestigios de las sensaciones que habían quedado en su cuerpo después de hacer el amor, como si un mal presentimiento se cerniera sobre su reciente hallado bienestar.

Simplemente había obedecido. Con algo de tristeza se había marchado y había cerrado la puerta después de echar un vistazo a aquel lugar en donde había sido tan feliz. Al día siguiente descubrió que ya no regresaría nunca más.

Una de las secretarias de Lecciones de Placer la había llamado por teléfono para decirle que por instrucciones de David le comunicaba que sus lecciones habían finalizado, que su problema había sido solucionado y que ya no era necesario que regresara más.

Algo se había roto al interior de ella. Ya no volvería a ver a David.

Sentada allí, en una de las bancas del centro comercial, sintió las mismas ganas de llorar que la invadieron aquel día que la telefoneó esa mujer.

Era absurdo.

Si su problema estaba completamente solucionado, nada más tenía que hacer en Lecciones de Placer. Sabía que tenía que sentirse feliz, que por fin era una mujer completa para su novio, que lo que había aprendido con David le había hecho descubrir toda la sensualidad y la pasión de las que era capaz, que ahora podría disfrutar del sexo a plenitud. Pero por alguna extraña razón eso no era posible. No dejaba de pensar en David.

¿Cómo olvidarlo después de todo lo que había vivido con él? ¿Cómo dejar de pensar en él cuando era el hombre que la había introducido aquel mundo de sensualidad y placer que nunca antes imagino? ¿Cómo no extrañarlo cuando cada noche, sola en su cama, su cuerpo lo añoraba como nunca antes había añorado algo en su vida?

Sacudió su mente al volver a recordar el toque de sus manos, sus besos, sus caricias, su cuerpo fuerte sobre ella llenándola por completo con su sensualidad y pasión.

Era completamente inevitable pensar en David, y al mismo tiempo no tenía ningún derecho. Lecciones de Placer era simplemente un lugar donde ayudaban a las personas que tenían problemas similares al suyo. David era simplemente un terapeuta del lugar, alguien quien había tomado su caso de manera profesional y distante, y que una vez culminado había decidido suspender el tratamiento.

Natalia se levantó de la banca y comenzó a caminar nuevamente. Había estado tan deprimida los últimos días, que se dijo que lo mejor era salir y distraerse, ver vitrinas y gente, y pensar en algo distinto. Pero aunque el lugar era bonito y había mucho que podría distraerla, su mente se empeñaba en pensar en David.

¿Por qué había decidido terminar el tratamiento de manera tan abrupta?

No, no era de manera abrupta, con lo que había pasado aquella última tarde quedaba más que confirmado que su problema estaba completamente solucionado y que no necesitaba ninguna terapia más.

De otro lado, desde que supo que ya no regresaría más a Lecciones de Placer, se había instalado en su pecho un temor: ¿y si David se había dado cuenta de lo que sentía por él?

Porque era completamente evidente que Natalia sentía una atracción especial hacia David. Eso había sido plenamente claro desde aquella tarde en la que le había pedido permitirle utilizar las manos y la boca en su cuerpo masculino. Y había sido ratificada la última vez, no solamente cuando le había pedido expresamente que le hiciera el amor, sino también cuando mostraba tanto deleite en su entrega, en la manera como se aferraba a su cuerpo mientras se entregaba al placer, la manera en que le había pedido que la invitara a ducharse con él, y en general toda su actitud en aquel encuentro.

Quizás se hubiera dado cuenta de todo aquello, y molesto o incómodo hubiera tomado la decisión de no permitirle regresar. Quizás le había importunado que una de las clientes no se hubiera mostrado completamente profesional, a pesar de que él la había tratado con tanta seriedad.

Mientras sus ojos se posaban con desinterés en el aparador donde se exhibían bonitos vestidos de dama, no pudo evitar emitir un suspiro al recordar lo especial que había sido David con ella. Su manera de mirarla, su manera de tocarla, su manera de besarla, incluso su manera de hacerle el amor. Habría podido jurar que había algo personal en la forma en la que se había relacionado con ella. Inmediatamente rechazó este pensamiento como cada vez que lo contemplaba: no hubo nada especial en el trato de David hacia ella, era únicamente su espléndido profesionalismo el que lo impulsaba comportarse de aquella manera. De otro modo, no habría dado por terminada la sesión aquella tarde, no se habría despedido de ella tan fríamente, solo a través de una nota y, posteriormente, no le habría pedido a una de las secretarias que la telefoneara.

Se regañó una vez más diciéndose que era hora de pasar la página. Lecciones de Placer y lo que había vivido con David había sido importante y determinante para su vida, pero no debería permitir que trascendiera de aquella manera. Al fin y al cabo su problema ya estaba solucionado y debía continuar con su vida junto a Tom.

La tarde se estaba convirtiendo en noche, la oscuridad daba paso los recuerdos que la torturaban con vívidas imágenes de lo que había pasado e incitaban a su cuerpo hacia un una excitación prohibida. Decidió que debía pasear un poco más por el centro comercial, tratar de despejar su mente antes de regresar a casa, aunque para ser honesta, hasta ese momento aquel paseo no había funcionado.

Tan imbuida estaba en sus cavilaciones que no se dio cuenta que había una persona justo detrás, observando el aparador, hasta que al intentar alejarse, se tropezó con ella.

—Perdón, no fue mi intención, estaba distraí… —Natalia interrumpió su disculpa porque su corazón dio un enorme salto en su pecho al darse cuenta quién era la persona con la que había tropezado—. David.

—Hola Natalia —dijo el observándola detenidamente.

Aunque Natalia jamás se lo hubiera imaginado, David también se sentía melancólico.

Aquella tarde, después de que Natalia había tenido su último orgasmo, la observo allí, tan hermosa, tan sensual, tan femenina, desmadejada en aquel diván, con esa hermosa sonrisa que tenía en sus labios justo después de hacer el amor. En aquel momento había sentido unas tremendas ganas de volver a tomarla en sus brazos, de acariciarla, de besarla, de decirle lo hermosa que era, lo especial que había llegado a ser para él, y todo lo que le provocaba en su interior. Y en ese momento se dio cuenta de que todo aquello era una completa locura.

Natalia había llegado a Lecciones de Placer únicamente para solucionar un problema, y la única finalidad de ello era poder sentirse una mujer completa y plena para el hombre que amaba, su novio.

El hecho de que aquella maravillosa mujer hubiera despertado a la pasión gracias a sus besos, sus caricias y su toque no significaba que sintiera algo por él. Su única motivación era sentirse una mujer deseosa y capaz de sentir la pasión para su novio. Así que él no tenía ningún derecho de sentir algo por ella.

Por eso se había marchado a bañarse inmediatamente. Necesitaba que el agua recorriera no solamente su cuerpo sino también su alma, dándole la templanza necesaria para recobrar su fuerza de voluntad y resistirse a todo lo que le provocaba aquella fantástica dama.

Mientras el agua helada enfriaba su cuerpo, la sensatez enfriaba su alma. Se recriminó una y otra vez por la manera en la que se había entregado a la pasión con Natalia. Al principio había podido concentrarse lo suficiente en el placer de la joven, pero cuando se permitió perder el control de la situación, todo se le había salido de las manos. Habían hecho el amor cuatro veces en una sola tarde. Había sido completamente fabuloso, pero por más extraordinario, él no tenía ningún derecho a disfrutarlo, todo aquello era para Natalia, no para él.

Lo cierto era que había sido la experiencia sexual más sobrecogedora de toda su vida. Nunca se había recobrado tan rápido para una mujer. Era como si algo dentro de él lo llevara al punto máximo de excitación de manera milagrosa. No, no era nada desde dentro de él, era Natalia.

¿Cómo nos sentirse tentado con una mujer tan hermosa? ¿Cómo no despertar al deseo cuando tenía frente a sí aquella mujer sensual y dulce? ¿Cómo resistirse a la pasión cuando ella misma le pedía que saciara su propia hambre?

David se dio cuenta de que había caído nuevamente en la tentación, que había vuelto cometer el error que se juró no volver a efectuar, y muy pronto que era lo peor. Había sido imposible resistirse, había flaqueado porque lo que despertaba Natalia en él era mucho más poderoso que él mismo y toda su fuerza de voluntad. Sabía que estando cerca de ella podía cometer cualquier locura, dejarse llevar de sus sentimientos y volver a errar.

Por eso había regresado a la sala y le había ordenado que se arreglara, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no volver a tomarla entre sus brazos y besarla nuevamente. Y como sabía que ella representaba una tentación imposible de resistir, se había marchado dejándole solo una nota pidiéndole que se marchara, pues no podía confiar en lo que haría si volvía a verla.

Después de una larga y tortuosa noche de insomnio, se dijo que no podía volver a ver a Natalia. Tenía que hacerlo por su paz mental. Ella se estaba convirtiendo en la dueña de sus pensamientos, la protagonista de sus fantasías y de sus sueños. La joven ya se había recuperado de su mal y no era necesario que regresara a Lecciones de Placer. Por eso, le había ordenado a la recepcionista que telefoneara a la muchacha para comunicárselo. Ese tenía que ser el final de su trato con ella.

Pero alejar a Natalia de su vida era una cosa y alejarla de su mente era otra completamente diferente. No había podido dejar de pensar en ella ni un solo segundo. No podía evitar recordarla, revivir en su mente una y otra vez lo que había sucedido entre ellos en cada una de esas magníficas lecciones. Le parecía sentir su piel suave, sus pechos turgentes, sus pezones duros, su sexo caliente y húmedo, sus labios dulces y suaves, y su cabello sedoso. Todavía conservaba en su cuerpo la sensación de su toque, de sus labios y sus manos en su boca, en su pecho, en su miembro.

La extrañaba terriblemente, habría dado la mitad de su vida por volver a tenerla aunque fuera una sola vez.

Acosado por estos constantes pensamientos, se dijo que lo que le hacía falta era distraerse un poco, así que había ido al centro comercial con la esperanza de encontrar en la cartelera de cine una buena película que entretuviera su mente.

Pero parecía que sus pensamientos y fantasías eran incluso más poderosos que la realidad, porque allí le pareció verla. Quizás la necesidad de volver a verla fuera tan fuerte que su mente la recreaba en cualquier lugar. O quizás era una muchacha parecida y sus ojos le jugaron una mala pasada. No pudo evitar la tentación de acercarse a aquel aparador en donde ella parecía tan concentrada en un bonito vestido rojo.

Por fin cuando estuvo tras ella, se dio cuenta de que en realidad era Natalia. Ninguna otra mujer podría tener un cuerpo tan hermoso y un cabello tan perfecto. Observó el reflejo de su precioso rostro en el vidrio. Su semblante era distinto al de la última vez que la vio. Parecía cansada, pensativa, apesadumbrada. Sintió una enorme tentación de tomarla por los hombros y girarla hacia él para darle un abrazo, para consolarla de la aparente tristeza.

Sonrió con melancolía al darse cuenta de que el destino la ponían su camino solamente para demostrarle, una vez más, que esa mujer despertaba en él emociones que nunca antes había experimentado, un sentimiento que había nacido desde el mismo momento en que la había visto por primera vez y que había crecido encuentro con encuentro hasta escapar de su control.

Lo que tenía que hacer era marcharse antes de que ella levantara el rostro y lo viera. No obstante, no podía moverse de allí, era como si sus pies fueran de plomo y no pudiera caminar.

Finalmente, había sucedido. Natalia había tropezado con él.

—Hola Natalia —dijo él entonces observando detalladamente su hermoso rostro. Ahora comprendía perfectamente por qué no había podido olvidarla: esos hermosos ojos, esa boca, esa piel, era absolutamente imposible olvidar un rostro como aquel. Se deleitó bebiéndolo con la mirada, acariciándola con sus ojos porque sabía que era la última vez que lo haría—. ¿Cómo estás?

—Bien —respondió ella intentando que el nerviosismo no se notara en su voz.

Sentía que su corazón estaba a punto de escapar del pecho. Había estado pensando en él y de súbito aparecía allí justo frente a ella, tan guapo como siempre, con esos sublimes ojos azules y ese cuerpo potente que sabía sostenerla como ningún otro. La tentación de arrojarse a sus brazos fue muy intensa, tanto que tuvo que cerrar los puños para darse valor y no hacerlo.

—¿Y tú cómo estás? —preguntó ella tratando de simular un tono alegre.

—Bien —dijo él cuando en realidad habría querido decir otra cosa, como por ejemplo, que la extrañaba, que la añoraba, que la última tarde juntos había sido la mejor de su vida, que había salido intentar distraerse porque su ser no abandonaba su pensamiento—. ¿De compras? —preguntó dándole su voz un tono casual antes de que su subconsciente lo traicionara y dijera lo que no debía.

—¿Yo? No —contestó ella con sinceridad.

—Como estabas tan concentrada en aquel vestido, pensé que estabas analizando la posibilidad de comprártelo.

Natalia se giró hacia la vitrina para observar el vestido al que hacía referencia. Si supiera que había estado observando aquel aparador igual que todo lo demás en el centro comercial, sin la más mínima atensión y solo pensando en él.

—No, nada de eso. Es solo que me pareció bonito y quería verlo con más detalle. ¿Y tú qué haces por acá?

—Yo… como no había mucho trabajo, decidí venir a ver una película, una que me recomendaron —mintió.

—Que bien. ¿De qué se trata?

—De… la verdad no me dijeron mucho, solo me aseguraron que era muy buena, ya sabes no es agradable que te cuenten la historia antes de verla —dijo intentando que su voz no sonara tan falsa como la mentira que estaba pronunciando—. ¿Y… tu novio? ¿Ya… regreso de su viaje?

David no supo cómo había escapado la pregunta de sus labios. Lo último que quería saber era si Natalia iba bien en su relación con aquel hombre. Sin embargo, algo muy dentro de sí le obligaba a saberlo, un pequeño demonio masoquista que quería gritarle te lo dije cuando ella le dijera que todo iba viento en popa.

—No… aún no regresa… llegará el martes de la próxima semana —Natalia se sintió un tanto incómoda respondiendo aquella pregunta.

—Que bien —mintió David sintiendo una pesadez en su pecho. El martes Natalia regresaría los brazos de su novio, el hombre que ella amaba, y la perdería para siempre.

No, no podía perderla porque Natalia jamás había sido suya. No en el verdadero sentido de la palabra. Lo que había sucedido entre ellos había sido simplemente algo físico, la ayuda que David le había brindado para despertar su cuerpo. Pero nada real, así que no debería resentirse de aquella manera.

—Bien, no te quito más tiempo —dijo David alejándose un par de pasos de ella—. Adiós, Natalia.

Aquella palabra le dolió profundamente a la joven.

—Adiós —respondió simplemente, evitando que las lágrimas acudieran a sus ojos.

David no se había alejado dos pasos de ella cuando se volvió para acercarse nuevamente.

—¿Quieres acompañarme al cine?

Él mismo no sabía por qué había hecho esa pregunta. Quizás era que había notado algo parecido al abandono en los ojos de la muchacha cuando se había despedido. Tal vez quería tenerla cerca por última vez aunque fuera un rato. Lo cierto es que aunque sabía que tenía que arrepentirse por haber formulado la pregunta, con toda su alma deseaba que ella dijera que sí.

—Claro, ¿por qué no? —respondió ella esbozando una pequeña sonrisa.

Natalia era plenamente consciente de que debía decirle que no, que estar unos momentos de más con él solo servirían para ahondar su dolor cuando por fin se alejaran. Por otro lado, se decía que debía disfrutar de la compañía de aquel hombre al máximo. Volver a sentirlo cerca, aunque fuera por unos instantes, podría mitigar la soledad de su alma.

Juntos caminaron hacia donde estaban las salas de cine. Empezaron a conversar de tonterías: del centro comercial, del clima, del tipo de películas que les gustaban, de la gente que los rodeaba. La charla fluía y se hacía agradable, era como si fueran amigos desde hacía mucho tiempo, como si pudieran hablar de cualquier tema tonto o incluso de un tema profundo con la misma facilidad.

Ante todo evitaron hablar de Lecciones de Placer y de lo que había sucedido entre ellos. Era como si todo aquello no hubiera sucedido, como si hasta ahora se estuvieran conociendo.

De alguna manera si era, pues por más maravilloso que hubiera sido el sexo entre ellos, lo cierto era que no se conocían. Natalia se dio cuenta de ello en cuanto comenzó a compartir aquellas charlas triviales mientras hacían la fila para el cine. Esa era una nueva faceta que estaba compartiendo con David, y para aumentar su dolor, fue algo que le gustó.

A David le sucedía algo similar. La dulzura que había percibido en Natalia se hacía ahora patente en cada una de sus palabras. Era una chica tierna, amable y muy inteligente. No era como muchas de las jóvenes que conocía, que solo hablaban de trivialidades, sino que sus palabras denotaban profundidad y juicio.

La conversación se terminó cuando entraron al cine.

Durante la película permanecieron en silencio, aunque cada uno estaba plenamente consciente de la presencia del otro.

De tanto en tanto, David giraba su cabeza hacia la hermosa joven. Le gustaba observarla, tenerla cerca, saber que podía girar su cabeza y verla allí, junto a él. Sintió unas enormes ganas de tomar la mano entre las suyas, era como si necesitara un contacto físico con ella.

David ignoraba que a Natalia le sucedía lo mismo. A veces lo miraba de reojo, sintiendo que estar allí con él era parte de un sueño, de una fantasía creada por su mente para suplir la necesidad de tenerlo junto a ella, un vano consuelo a los días y las noches que llevaba extrañándolo con todo su ser. Pero lo cierto era que estaba allí, junto a ella, y quería ser plenamente consciente de ese hombre para disfrutar cada segundo junto a él, sabiendo que después de aquel encuentro no volvería a verlo nunca.

La película resultó siendo una comedia. Ninguno de los dos supo si era el género de la película o la mutua compañía, lo cierto era que el ánimo había mejorado considerablemente. Tanto, que salieron del cine riendo, recordando las escenas más cómicas y comentando el filme.

—Me muero de hambre, ¿quieres ir a comer algo?

—Sí, claro.

Nuevamente una invitación por parte de David escapó a su mente consciente, y ella emitió una respuesta que no meditó demasiado. Querían estar juntos, querían prolongar aquel momento, hacer lo que fuera necesario para atesorarlo.

David la llevó a un bonito restaurante donde la comida era buena. Siguieron conversando sobre ellos, sobre sus gustos y se dieron cuenta que compartían muchos intereses.

Con el paso de los minutos, Natalia se dio cuenta de que si los encuentros físicos con David habían sido magníficos, el conversar con él y conocer realmente el alma del hombre era todavía mejor. En los cuatro años de relación que llevaba con Tom no recordaba haberse divertido tanto como en aquellas últimas horas con David. Tom no tenía sentido del humor, jamás habría admitido llevarla a ver una comedia, era excesivamente psicorrígido, y aunque era bueno y generoso, no despertaba en ella la más mínima emoción de prolongar un encuentro o de repetirlo, tal y como le estaba sucediendo con David.

—¿Qué te pasa? De repente te quedaste muy callada —dijo David al notar que de súbito el humor de Natalia se ensombrecía.

—No… no es nada… es solo que… hace mucho que no la pasaba tan bien… —dijo ella con algo de melancolía.

—O sea que lo estás pasando bien —la frase salió de los sabios de David casi sin pensarlo, pues no podía evitar la emoción al saber que Natalia encontraba agradable su compañía.

—Sí, así es —confirmó ella con una sonrisa tímida.

—¿No sales con tus amigos?

—La verdad muy poco. El trabajo casi no deja tiempo y lo poco que tengo lo pasó con… con Tom —Natalia no fue capaz de decir mi novio, desde hacía unos días Tom era una sombra lejana.

Pero ella no tenía que decir mi novio para que David se diera cuenta de la persona a la que se estaba refiriendo. Así que el afortunado se llamaba Tom.

—Pero me imagino que sales a divertirte con el —dijo David.

—Si te soy sincera, no mucho. Bueno, vamos a galerías de arte, de vez en cuando al teatro y lo acompaño a sus cenas de negocios, pero nos salimos al cine, al centro comercial o a comer así como estamos haciendo nosotros.

—¿Por qué? —preguntó David experimentando un doble sentimiento. Por un lado, se dijo que ese hombre era un completo idiota si no compartía momentos como aquellos con esa magnífica mujer. ¿Acaso no sabía la suerte que tenía? Por otro lado, sentía una extraña satisfacción al saber que Natalia no era del todo feliz con ese hombre, quizás si ahora la estaba pasando bien con él, tal vez…

—A él no le gustan este tipo de diversiones. Es un hombre muy serio.

David comprendía que una pareja no necesariamente debía tener los mismos gustos. Pero sí sabía que una relación se basaba en ceder y complacer al otro. Además, si él estuviera en el lugar de ese hombre, no le importaría ir adonde fuera con tal de ver esa magnífica sonrisa en los labios de Natalia.

Era más que suficiente, ya no quería seguir pensando ni hablando del famoso novio.

—Bueno, entonces disfruta este rato —dijo David con una sonrisa, tratando de hacer algo por alejar el gesto desanimado de ese precioso rostro—. Es más, dime qué hace falta para que tu diversión sea completa.

Que me beses una vez más, fue el pensamiento que llegó a la mente de la joven.

—Bailar. Hace mucho no bailo —dijo ella sonriendo ampliamente antes de que su boca la traicionara.

—Pues vamos a bailar. Conozco un sitio genial —dijo David levantándose de la mesa y buscando el dinero para pagar la cuenta.

—No, espera —dijo ella consciente de que estaba abusando—. Te he quitado mucho tiempo, quizás tengas cosas que hacer… no quiero incomodar.

Si solo ella supiera que su mayor deseo era estar con ella todo el tiempo que pudiera, si solo imaginara que le había robado algo más importante que el mismo tiempo.

—Nada de eso. Para mí es un placer ir a bailar contigo —dijo sonriendo sinceramente—. ¿No será que eres tú la que no quiere ir?

Natalia sonrió y se puso de pie en actitud alegre.

—Claro que sí, voy encantada.

En pocos minutos llegaron al lugar propuesto por David. Era muy bonito, elegante, con varias mesas y una gran pista de baile. Natalia había perdido la cuenta del tiempo que llevaba sin entrar a un lugar como aquel. Quizás desde el inicio de su relación con Tom. Recordó que una vez había ido con él, pero como no le gustaba ese tipo de sitios, la primera vez también había sido la última.

—Es un lugar muy bonito. ¿Vienes por aquí muy seguido? —preguntó Natalia.

—Cuando puedo, o cuando hay con quién. A veces vengo con un grupo de amigos.

—¿Y con tu novia? —preguntó ella sin poder evitarlo.

—Ahora mismo no tengo novia. Y a la última novia que tuve tampoco le gustaba este tipo de lugares. Así que siempre vengo en grupo. Aunque para ser sincero, hacia mucho que no venía —dijo el hombre observando el lugar notando ciertos cambios en él.

Natalia sintió una fugaz alegría, que se apagó tan rápido como llegó. Era absurda su alegría al saber que no tenía novia, no obstante no podía evitarlo.

David pidió una botella de ron para amenizar la noche.

—No bebo con mucha frecuencia —dijo Natalia con algo de timidez.

—La verdad yo tampoco, pero creo que la ocasión lo amerita, ¿no crees? —preguntó él después de que el mesero trajo la botella con dos copas y él las llenó antes de entregarle una ella—. Por esta noche y por ti —brindó David.

—Por esta noche y por ti —brindó ella. Aunque la verdad hubiera querido decir por todas las noches que quiero pasar contigo y por nosotros.

Era una tonta. Aquello no era más que una fantasía, un bonito sueño que se terminaría en cuanto regresara la realidad. Pero ahora no quería pensar de eso, solo quería disfrutar el momento.

Después de tomar unas pocas copas mientras conversaban alegremente, la música del lugar logró envolverla en su ritmo, una cadencia alegre que iba acorde con la sensación de alegría que experimentaba desde que encontró a David. Lo que estaba viviendo era un completo sueño, la fantasía más bonita que se hubiera podido imaginar. David era un hombre fabuloso. Atento, amable, caballeroso, divertido y con una conversación tan agradable que no solo decía cosas interesantes, sino que sabía escucharla generando un verdadero diálogo.

—Esa canción me encanta, me vamos a bailar —dijo él animado cuando empezó a sonar una melodía de moda. Casi sin esperar respuesta, la tomó de la mano y la llevó con él a la pista de baile donde se entregaron al alegre ritmo.

Y en eso también eran perfectamente compatibles.

Sus movimientos se acompasaban perfectamente al ritmo de la melodía. Era como si hubieran bailado juntos desde hacía años, como si hubieran aprendido juntos, o como si hubieran practicado para una coreografía.

—Bailas muy bien —le dijo David.

—Gracias, tú también.

David y Natalia bailaron animadamente algunas melodías, asombrados por lo bien que se adaptaban, independientemente del ritmo.

Había algo en la forma de bailar de la muchacha que le recordó a David su manera de hacer el amor. Mantenía el mismo ritmo sensual y a la vez un tono apasionado. Era suave y dulce, y a la vez candorosa y enardecida. Mientras sostenía aquel precioso cuerpo en sus brazos, mientras la observaba moverse y girar al son de las melodías, no pudo evitar recordar sus encuentros con ella, cada una de las secciones que compartieron, cada beso, cada caricia, cada toque.

Tuvo que esforzarse para concentrarse en el baile y anular las imágenes que se formaban en su mente. No era prudente, jamás volvería tener a Natalia entre sus brazos, jamás volvería sentir sus dulces labios, jamás volvería a tocar su piel suave, ni a sentir su placer cuando por fin llegaba la cumbre de la pasión.

De repente, la música cambió. Empezó a sonar una canción lenta. Sin pensarlo dos veces, Natalia se acercó a él y se ubicó en la posición perfecta para comenzar el baile.

Aquello no ayudaba en nada para alejar los pensamientos que se habían adueñado de la mente masculina y que amenazaban con manifestarse su cuerpo. Recordar todo lo que había vivido con Natalia, y ahora tenerla entre sus brazos, tan cerca, al ritmo de una melodía lenta, era mucho para él. Intentó concentrarse en la música, y en el baile, pero con una mujer como ella entre los brazos eso era casi imposible.

David ni siquiera sospechaba que Natalia experimentaba algo similar. Siempre le habían dicho que había algo muy erótico en bailar, pero ella jamás lo había sentido así. Hasta ahora. Bailar con David solamente había removido los recuerdos más apasionantes en su memoria. De tanto en tanto tenía que recordarse que estaba en un lugar público bailando, a fin de evitar que los recuerdos atormentaran su cuerpo como lo habían hecho en los días pasados.

Cuando empezó a sonar la música lenta, Natalia quiso decirle que se sentaran un rato, que se sentía cansada. Pero no pudo, era incapaz de resistirse a la tentación de volver a estar cerca de él, de volver a poner sus brazos sobre sus hombros y acercar su pecho al de él, volver a sentir sus brazos rodeándola. Así que simplemente se había colocado frente a él y se había abrazado a ese cuerpo masculino para sentir su toque a la vez que la melodía suave la iba envolviendo en una nube de sensualidad.

Era absolutamente inevitable no sucumbir. David rodeó la cintura de Natalia con ambas manos acercándola su torso, haciéndole sentir su calor, envolviéndola con su presencia y sintiendo el suave olor de su perfume, un olor que llevaba extrañando mucho tiempo. Era como si estuviera nuevamente con ella en aquella sala, como si nadie más estuviera presente, como si no existiera nada más en el mundo que ellos dos.

Para Natalia fue fabuloso sentirse así, envuelta nuevamente por el suave calor de David, tan consciente de su presencia como de la de sí misma, sabedora de las manos de él en su cintura y de las de ella en sus hombros, consciente de la cercanía de los cuerpos, del calor que manaba de ellos, del contacto que los envolvía igual que antes.

La muchacha levantó el rostro hacia el de David que ahora estaba muy cerca del de ella. Aunque su semblante era serio sus ojos la acariciaban, la miraba fijamente, como si quisiera dibujarla con la mirada.

Entonces ella levantó su cara un poco más hacia la de él y lo besó. Los labios de ella se posaron suavemente sobre los de él y se movieron para invitarlo a abrir la boca. Él lo hizo, entonces ella invadió la cavidad cálida con su lengua.

Tan exquisito como lo recordaba, tan delicioso como lo había soñado en los últimos días. Volver a sentir la boca de David era un verdadero deleite. De repente él comenzó a participar tan sensual y apasionadamente como ella. Las lenguas danzaban juntas y se tocaban compartiendo su deleite y su sabor. El beso se hizo más intenso, más ardoroso, más pasional. Sus cuerpos se acercaron completamente, abrazados en un toque que no permitía la distancia.

El cuerpo de David ya no pudo resistirse más. Sintió que el deseo lo invadía poco a poco, metiéndose por cada poro de su piel y avanzando con fuerza hacia su masculinidad. Pero era una completa insensatez; algo en el interior de su mente le dijo que darle rienda suelta eso que estaba pasando solo le traería un dolor más profundo después. Esto no podía ser.

Abandonando la cintura de Natalia, tomó a la muchacha por las muñecas y las separó de su cuerpo a la vez que rompía el beso.

—No, Natalia, no está bien —dijo David con la respiración agitada y la voz ronca.

De inmediato la joven se dio cuenta de la tontería que había cometido. ¿Cómo se le había ocurrido besarlo? El que ella se estuviera muriendo de deseo por él no significaba que a él le pasara lo mismo. Él simplemente la había invitado a pasar un rato divertido, y ella solamente había respondido con una imprudencia.

—Perdóname —le dijo bajando el rostro que ahora sentía completamente rojo de vergüenza—. David, por favor perdóname, no era mi intención. Lo siento, creo que fue la bebida… no estoy acostumbrada… de verdad lo siento mucho… lo mejor es que me vaya…

Natalia solamente quería huir, correr de allí para ocultarse, para llorar a solas su vergüenza por ese beso prohibido que no había podido evitar.

El hombre estaba completamente sorprendido por la actitud de la joven. Allí la única ofendida tendría que haber sido ella. Él la había abrazado y se había tomado una libertad que no le correspondía, casi la había empujado a besarlo, por eso no entendía la actitud de Natalia, era evidente que se sentía culpable cuando el único culpable era él.

—Espera, Natalia, no te vayas —dijo tomándola de un brazo justo cuando la joven llegaba a la mesa en donde habían estado sentados—. Quien tiene que disculparse aquí soy yo. Todo esto es mi culpa, perdóname.

Natalia lo miró sorprendida. ¿Por qué le pedía perdón?

—Fui yo… quien te besé dijo ella en tono compungido—. Y sé que no debí hacerlo.

Y yo no debí responderte.

Lo sé, soy solamente una de tus pacientes de Lecciones de Placer. Me avergüenza mucho que…

—No… Natalia, claro que no… No eres simplemente una paciente más. Si te digo que no está bien, es porque… porque…

David no encontraba las palabras para decirle lo que sentía por ella. ¿Cómo confesarle que se había convertido en alguien especial para él? ¿Cómo hablarle de la fuerte atracción que había sentido hacia ella incluso desde la primera vez que la vio? ¿Cómo decirle que cada encuentro para él fue tan placentero como lo había sido para ella? Él no tenía derecho, él era el terapeuta, el profesional. Si le decía aquello, la joven se iba llevar una pésima impresión sobre él.

—¿Por qué? preguntó ella intrigada al notar que había una batalla interna en el hombre.

Por esto dijo David antes de tomar el rostro de la muchacha entre sus manos y besarla.

Aquellas maravillosas sensaciones volvieron renovadas con una potencia duplicada. La boca de David asaltó sensualmente la de Natalia, quien en vez de resistirse, participó alegre y dispuesta en aquel encuentro sensual. Nuevamente las lenguas y los labios se rozaron, se tocaron, y se deleitaron en la maravilla de poder estar juntos. David pasó una de sus manos sobre la espalda de la joven y la atrajo hacia él, y ella echó los brazos al cuello del hombre para tener un contacto más cercano.

Entonces David también pegó su cuerpo al de ella. Sus manos ahora se pasearon ávidas sobre la espalda de la joven, masajeándola y acercándola, deleitándose en las curvas y los valles de aquel cuerpo que conocía tan bien. No pudo evitar la potente erección que se apoderó de su pene. Ya no quería evitarla. Acercó su pelvis a la de la joven con toda la intención de que notara su estado.

Por esto, Natalia. Porque para mí, un beso no es suficiente. Así que lo mejor es que te alejes de mí, que te marches dijo con voz agitada rompiendo momentáneamente el beso pero sin soltarla.

La joven notó el estado en el que se encontraba aquel hombre. Lejos de enfadarse, saber que David la deseaba, la excitó. Todo aquel deseo reprimido durante días regresó a ella con renovado ímpetu. Sintió el conocido calor recorrer su vientre, bajar por su vagina e instalarse allí con una húmeda calidez que solamente pedía el contacto de David.

Lo más sensato que podía hacer era liberarse de sus brazos, tomar su bolso y marcharse de allí a toda velocidad. El frío de la noche le ayudaría calmar aquellas sensaciones que estaba sintiendo, apagaría el ardor de su cuerpo y la devolvería a su realidad, la única realidad que conocía, una en la que David no estaba.

Pero Natalia no se sentía sensata aquella noche. No quería. Así que víctima de un impulso que no provenía de su razón sino de su corazón, se arrojó en los brazos de aquel hombre y lo besó con brío.

Eso era todo lo que necesitaba David, todo lo que quería. Ya no habría marcha atrás. Con ese beso que Natalia devoraba su boca, ella estaba afirmando que también lo deseaba, que lo necesitaba como él a ella. Volvió a tomarla en sus brazos y la acercó a su cuerpo como si tuvieran miedo de que de repente ella se arrepintiera y se alejara de él.

Pero sus temores eran infundados, pues Natalia lo que menos quería era alejarse de aquel maravilloso contacto. Llevaba demasiado tiempo deseándolo, demasiado tiempo añorándolo. Completamente envuelta en los brazos masculinos, y con su boca atrapada en un pasional beso, solo podía gemir y mover levemente su cuerpo contra el del hombre, demostrándole su estado de excitación.

Por más que David quisiera arrancarle la ropa y hacerle el amor allí mismo, eso no era posible. Así que a regañadientes dejó el beso.

David protestó la joven en un susurro al verse privada de su mayor deleite.

No es el lugar, ven dijo el hombre antes de levantarse de allí tomarla de la mano y salir.

Unas horas después, Natalia no recordaría cómo llegaron al departamento de David. Solo supo que en cuanto se cerró la puerta, él volvió a tomarla de sus brazos y entonces la delicia empezó para no terminar más.

Se habían desnudado en uno u otro entre afanosos besos y caricias. Las ansias no les habían permitido llegar a la habitación, así que David tomó en sus brazos a Natalia y la llevó al sofá en donde la depositó suavemente para unirse a ella mientras asaltaba nuevamente su boca con la de él.

A Natalia todavía le parecía mentira que esto estuviera pasando. Tantos días y tantas noches añorándolo, deseándolo, reviviendo en su mente y una y otra vez el toque de sus manos, sus besos, el tacto de su piel, su cuerpo sobre ella llenándola de calor, de deseo y de placer. Y ahora, lo tenía allí, tan maravilloso como lo recordaba, con su enorme cuerpo cubriendo el de ella, haciéndola sentir su pasión y su ansia, pero besándola con verdadera avidez, con más ardor incluso que aquella última tarde en Lecciones de Placer. Ella no podía hacer otra cosa más que utilizar sus manos para acariciar su espalda y sus brazos, al mismo tiempo que mecía su cuerpo para rozarlo contra él. Deleitosos gemidos escaparon de su boca mientras el calor de la exaltación la recorría de pies a cabeza, descargando en chispas sobre todos los puntos de su cuerpo que entraban en contacto con el de ese hombre.

—Hermosa… sensual…. Natalia, no sabes lo que me haces —gimió él.

El deseo crecía en el cuerpo de David ante la ávida respuesta de la joven. Tan magnífica como la recordaba. Tan deseosa de él como él de ella. Besaba su boca pero quería estar en todo su cuerpo, pues extrañaba la sensación de los pechos de la mujer en su boca, el sabor de sus pechos, de su abdomen, de su ombligo y de su sexo. Las manos la recorrían frenéticamente, primero los pechos luego, el abdomen, después las piernas y volvía a comenzar. Parecía que su boca y sus manos no eran suficientes, porque quería estar en todos lados.

Eres tan maravillosa, tan sensual, te extrañé tanto susurraba el suavemente entre beso y beso, mientras se deleitaba en la maravilla de volver a tener esa mujer entre sus brazos.

Natalia hubiera querido decirle que también lo había extrañado, que también lo había necesitado, pero la boca de David atormentaba la suya con tan deliciosos besos que no quiso privarse de aquel placer ni un segundo.

La muchacha ahogó un profundo gemido cuando sintió que el pene de David invadió su sexo. Cerró los ojos para deleitarse en las sensaciones que la atravesaron mientras ese poderoso ariete se abría paso lentamente al interior de su calidad, llenándola por completo como lo había hecho días antes.

—David… David… suspiró la muchacha.

—Aquí estoy, mi amor. Para ti, solo para ti dijo el antes de volver a besarla y empezar las lentas y placenteras embestidas que los llevarían juntos al paraíso.

A pesar de la enorme pasión que los embargaba, hicieron el amor teniendo cuidado en deleitarse con cada roce, con cada toque, con cada beso, con cada caricia. David se movía sobre ella de manera cadenciosa, a la vez que sus manos y su boca la acariciaban. Natalia no se quedaba quieta, pasaba sus manos por aquel cuerpo maravilloso mientras movía sus caderas al compás que marcaba el hombre.

Era inevitable que pronto llegara a la cima del placer. Natalia sintió retumbar en su vagina las conocidas contracciones del orgasmo que poco a poco se adueñó de ella, arrancándole quejidos de goce mientras que su cuerpo se retorcía frenético. Sus manos aferraban a David con fuerza contra ella, como si tuviera miedo de que la dejara, como si tuviera miedo de perderlo.

—David… susurraba ella entre cada gemido.

El hombre sintió el clímax justo después de Natalia. Podía sentir las contracciones de las paredes alrededor de su miembro erecto. Era fabuloso sentirse tan apretado, tan estimulado, como si esa cavidad estuviera hecha específicamente para él. Embistió unas cuantas veces más mientras sentía que su cuerpo estallaba en aquellas innumerables sensaciones que lo recorrieron por completo mientras todavía la besaba y la acariciaba con un ardor que parecía nunca terminar.

El placer remitía poco a poco, pero todavía recorría sus cuerpos con suaves oleadas que los hacían plenamente conscientes del íntimo contacto. De súbito sus ojos se encontraron. En esa mirada se transmitieron todo lo que estaban sintiendo, que no eran únicamente sensaciones físicas, pues había algo más.

Entonces David la beso muy suavemente. Primero solo con los labios, con suaves roces que buscaban mimarla con ternura. Luego el beso cobró un nuevo matiz, las lenguas se encontraron con pasión, pero al mismo tiempo con dulzura. La caricia se prolongó durante varios minutos, al punto que sus cuerpos volvieron a bullir con la excitación.

Aunque David sabía que no era sensato, no quería dar por terminado aquel delicioso interludio. Deseaba a Natalia, y ella lo deseaba a él. Así que si se alejó del cuerpo femenino durante unos instantes para tomarla en sus brazos y llevarla a su habitación.

Durante el resto de la noche y parte de la madrugada sus cuerpos se unieron una y otra vez en medio de besos, caricias, toques, susurros y pasión. David, de manera inconsciente, volvió a tomar su rol de maestro. Le enseñó nuevos matices al hacer el amor, nuevas formas de besarlo y de tocarlo, y a la vez la llevó a descubrir y explorar de manera más profunda su cuerpo, su placer. Natalia, como una alumna aplicada, aprendió cada nuevo trazo, cada nueva caricia y cada nueva forma de goce.

Ninguno de los dos se daba cuenta que esa era la lección más importante, el final del curso, la sesión en donde más que unir simplemente sus cuerpos estaban uniendo sus almas.