Lección 6

 

 

David estuvo a punto de caer al suelo por el impacto producido ante la deliciosa proposición que había salido de los labios de Natalia.

Primero pensó que era un sueño, el producto de la fantasía de su mente al querer poseer aquella mujer por completo. El modo en que la había visto hacía unos minutos y su propia reacción quizás habían creado aquella fantasía en su mente. No podía ser que una mujer tan bella y tan sensual tuviera que pedirle que le hiciera el amor.

Pero enseguida se dio cuenta de que Natalia solamente estaba hablando de un encuentro físico como parte de su tratamiento, no de hacer el amor realmente.

Al sentir la explosiva delicia de un clímax sobrecogedor, había sentido deseos de experimentar aquello mismo pero no de la mano de un aparato inerte sino de un hombre real, de un ser humano cálido que pudiera acompañar aquellas sensaciones, sumado con un contacto cercano complementado con besos y caricias. En ese sentido, cualquier hombre sería adecuado, y David, al ser su terapeuta había sido el centro de la atención de la mujer.

Su respuesta no podría ser otra: tenía que decirle que no. Tenía que explicarle que en Lecciones de Placer no había un contacto directo entre el terapeuta y la paciente, que debía esperar a que su novio llegara para poder compartir todo lo que había aprendido con él. Incluso, tenía que decirle que aquella sesión había sido su examen final, su graduación, la plena confirmación de que la carencia de deseo sexual había sido completamente erradicada de su cuerpo y que ahora podía sentirse una mujer plena y libre para disfrutar de su goce al máximo. Lo mejor sería que pusiera fin a todo aquello. Natalia ya estaba completamente curada de su mal y no tenía que hacer nada más allí.

—¿Estás segura? —fue la pregunta que salió de los labios del hombre.

No había podido evitarlo, la sensual voz de Natalia todavía retumbaba en su mente con la misma frase que lo envolvía poco a poco.

David, quiero que me hagas el amor, ahora.

Desde que había pronunciado aquellas palabras su cuerpo había reaccionado con voluntad propia: sus músculos se habían tensado bajo su piel, un calor ya conocido había empezado a recorrerlo y su pene había regresado a la vida, a pesar de que hacía muy poco había logrado su máximo placer. ¿Cómo luchar contra aquello? ¿Cómo combatir aquel deseo que se instalaba poco a poco en él y que Natalia aumentaba con tan dulce proposición?

—Sí, estoy segura. Quiero probarlo, lo necesito. Te necesito —dijo la muchacha animada al ver que la petición no le había sentado mal a David.

Él la estaba mirando fijamente, con esos grandes y hermosos ojos azules que le habían gustado tanto desde el primer día. En su rostro había un semblante sereno, y al mismo tiempo algo que no podía identificar. Lo único que sabía era que no añoraba otra cosa más que él accediera a su pedido.

Se veía tan deliciosamente ansiosa que lo único que quería hacer David era tomarla entre sus brazos para besarla y comenzar un delicioso interludio erótico que les proporcionaría los dos el máximo placer.

Algo completamente imposible.

Si ella mostraba tanta ansiedad, era solo porque quería experimentar algo más, no tenía nada que ver con él. Simplemente añoraba sentir el contacto con un ser humano, con un hombre que pudiera hacerle el amor y demostrarle que ese mismo placer podía conseguirlo con una pareja. Daba lo mismo que fuera él o cualquier otro. Para ella era simplemente parte de su tratamiento, un paso más en aquel camino de descubrimiento de su propio erotismo.

Bajo esas circunstancias, él no podía acceder a su petición, pues se estaría aprovechando; para él no sería simplemente parte de un tratamiento terapéutico, para él sería algo importante, el cumplimiento de la fantasía que había tenido desde la primera vez en que la vio.

No podía mentirse a sí mismo. La había deseado desde el primer momento. Por eso no había podido permitir que otro tomara el caso de la joven, quería hacerlo él mismo, y debía confesarse con mucha vergüenza que parte de su motivación tenía que ver con su propio deseo y no con el de la joven. Ya había sucumbido una vez, cuando ella le había pedido permitirle acariciarlo con la boca y las manos. Aquello había sido magnífico, y al mismo tiempo un error del que se había arrepentido durante los días siguientes pues no estaba pensando en ella sino en él. Ahora no podía cometer el mismo error. Tenía que decirle que no.

Sin poder evitarlo, David se acercó a la preciosa mujer que tenía frente a él, al hermoso rostro con enormes ojos castaños que lo habían hechizado desde el mismo instante en que los contempló por primera vez. Su cara se acercó a la de ella y entonces la besó.

Los labios fueron suaves sobre la boca de la joven, que lo recibió con intensa ansiedad. La lengua de ella salió al encuentro de la suya demostrándole todo lo que lo deseaba. El beso que pretendió ser tierno y dulce se convirtió en una ávida muestra de pasión. Las manos de ella fueron directamente sobre los hombros para después cruzarse detrás de su cuello y pegar su torso al de David. Ese beso era todo lo que necesitaba para iniciar con el erótico interludio.

Las manos de David se posaron sobre la espalda de la joven para acercarla más, para sostenerla mientras la besaba con avidez. Sabía que no estaba bien, algo en el fondo de su mente le decía que no era correcto, que se estaba aprovechando, que no era adecuado ni justo que tomara ventaja de lo que hacía en Lecciones de Placer y de la ayuda que había pedido Natalia para aprovecharse en beneficio propio. Suavemente fue terminando el beso, soltando el cuerpo esbelto y liberándose del abrazo de la joven.

Natalia lo miró entonces un tanto asombrada.

La desilusión que vio en el rostro de la joven lo hizo sentir todavía peor. Tenía que decirle que no era posible, que esa era su última sesión, que se considerara curada de su mal y que esperara a su novio para entregarle su pasión.

—¿Qué pasa? —preguntó ella antes de acercar nuevamente su rostro y posar un suave beso sobre los labios del hombre.

—Nada… solo que… iré al baño a asearme un poco, ya regreso —dijo David levantándose del diván y alejándose hacia el baño. Era asombroso que aunque se había podido resistir a toda la sensualidad de aquella mujer, había sucumbido ante un ligero roce de labios, fue en ese instante justo cuando firmó su rendición. Sabía que no había marcha atrás, no podía resistirse más y en realidad no quería hacerlo.

David regresó unos instantes después, vistiendo únicamente sus boxes. Se había despojado de su ropa y se había lavado para borrar cualquier rastro de lo que había sucedido instantes antes.

Ella lo estaba esperando recostada en el diván, como una diosa de la sensualidad, con el cabello largo y suave esparcido como una manta de seda y su cuerpo escasamente cubierto por la bata de tela fina. Sonrió en cuanto lo vio regresar. Allí estaba una vez más aquella sonrisa que podía hipnotizarlo por completo y acabar con su voluntad. Era imposible resistirse a ella, en esos momentos le habría dado lo que le pidiera, aunque fuera la misma luna.

Natalia no era consciente de toda la sensualidad que manaba de ella, ni mucho menos del efecto que causaba en David. Quizás eso era lo más encantador en ella: aquella inocencia que dentro de sí guardaba una innata sensualidad. El hombre caminó hacia ella que de inmediato se incorporó del diván.

En realidad David no era el único que no podía resistirse a la tentación. Natalia sintió que una excitación recorría su cuerpo cuando vio regresar a David solo con una pequeña prenda. Podía ahora mirar nuevamente aquel magnífico cuerpo que no había dejado su memoria y su deseo en las noches solitarias que pasaba en su cama añorándolo. Tan maravilloso como lo recordaba, con ese pecho, esos brazos y esas piernas tan fuertes, sintió unas enormes ganas de correr hacia él y abrazarse a ese torso, hundir su rostro en la curva de su cuello, y perderse en la delicia de ese cuerpo. Sus ojos descendieron sobre los bóxers, y su excitación se hizo todavía más fuerte al recordar lo qué había debajo de ellos. Un estremecimiento la recorrió: volvería a ver aquel hermoso hombre completamente desnudo, listo para ella, para compartir el tan anhelado placer.

David se sentó junto a ella en el diván pasó una mano tierna sobre su cabeza para después deslizarse suavemente por la exquisitez de su cabello. Era la primera vez que aquel hombre le prodigaba una caricia tan sensual y a la vez tan tierna. Aunque eso debería haber aplacado un poco su deseo, el efecto fue el contrario, una caricia tan leve logro encenderla todavía más. Entonces, sin pensarlo dos veces, acercó su rostro al de y lo besó.

Y ya no hubo marcha atrás.

El deseo los inundó por completo, llenándolos con sus cálidas llamas, envolviéndonos en una nube de sensualidad que parecía crecer con cada roce de los labios, con cada caricia de las lenguas.

Nuevamente los brazos de la joven fueron a los hombros de David, y una vez más él la envolvió entre sus propios brazos para acercarla más todavía. Sentía el calor femenino debajo de la delgada tela de la bata que todavía los separaba. Sentía la avidez de la boca de la mujer sobre la suya, la dulce y sensual entrega, una ferviente pasión que le comunicaba sin palabras la necesidad que sentía por él.

Las manos masculinas tomaron el cinturón de la bata y lo desataron para después retirar la prenda en un único movimiento. David no necesitaba observar la desnudez de la muchacha para recordarla, ni mucho menos para saber lo hermosa que era. Mientras la besaba, sus manos se dirigieron ávidas hacia los senos de la joven, quien dio un ligero respingo y emitió un suave gemido con su garganta en señal de satisfacción.

Hacía unos minutos había añorado tocar el cuerpo de aquella mujer, y se lo había prohibido a sí mismo. Pero ahora no se privaría de tal placer, quería recorrer la figura de aquella mujer por entero, saborear con su boca, con sus manos y con su propio cuerpo la delicia de poder hacerle el amor.

Natalia no podía parar de estremecerse con cada uno de los toques de David. La boca masculina devoraba la suya de manera dulce y a la vez ardiente. La lengua se introducía en su propia boca para recorrerla por entero probándola y haciéndole sentir su propio sabor. Al mismo tiempo, las manos masculinas tocaban su cuerpo ahora desnudo: una de esas manos acariciaba sus pechos, primero uno y después el otro; en un instante masajeando la redondez y el siguiente acariciando el pezón con el pulgar. La otra mano, la sostenía por la espalda, acariciándola de tanto en tanto, estrechándola contra ese pecho fuerte, y Natalia pensó que no podía haber un deleite mayor.

Sin embargo, estaba equivocada, pues enseguida David abandonó su boca para deslizarse por el cuello, tomar delicadamente el lóbulo de su oreja y mordisquearla un poco haciendo que un nuevo estremecimiento la recorriera por entero.

—Eres tan hermosa, Natalia, no sabes lo que me haces —dijo David en un ronco susurro sin poder evitar expresar lo que estaba sintiendo.

Era extraño que unas simples palabras pudieran provocar tanto en su interior, pensó Natalia cuando lo que le había dicho David la llenó de un deleite que no podía definir, pues por un lado era un placer físico, y por otro ese placer trascendía a su alma de una manera en que no lo podía explicar.

La boca de David entonces avanzó por el cuello de la muchacha y descendió hacia los pechos, donde estos la esperaban con ansiedad.

Natalia emitió un profundo gemido cuando esa magnífica boca empezó a atormentar sus pechos con las mismas caricias que ya había probado una vez y que tanto había extrañado a pesar de que había intentado evitarlo. Volver a sentir el húmedo calor de la lengua de David sobre su pezón, hizo que la excitación se apoderara por completo de sus zonas íntimas, con tanta fuerza e intensidad como si su placer de unos minutos atrás no hubiera sucedido.

No paró de gemir mientras sus dedos se enredaban en el cabello oscuro de su amante, en un claro gesto para evitar que la abandonara. La boca de David estaba enloqueciéndola con sus lametón es, mordiscos y succiones, a la vez que sus manos también se deleitaban con las redondeces hinchadas y anhelantes. Se sentía absolutamente mareada con tanto placer, lo único que quería era desmadejarse sobre él o debajo de él para continuar sintiendo aquella excitación y placer que la tenían presa de pies a cabeza.

David se sintió exultante cuando notó la profunda excitación que experimentaba Natalia con sus caricias. Así que variaba constantemente el ritmo y el matiz para darle mayor placer: en un momento lento y en otro más rápido, en un momento suave y en otro más fuerte, en un momento lamía y en otros succionaba. Con cada cambio de matiz la joven se retorcía y lo halaba más hacia ella al mismo tiempo que su garganta era una fuente inagotable de gemidos.

De manera lenta y delicada, David tomó de la cintura Natalia para recostarla sobre el diván, con la cabeza justo sobre la curvatura más alta. Luego reclinó su cuerpo sobre ella para continuar con las audaces caricias sobre sus senos.

Natalia no podía sentirse mejor: estaba deliciosamente recostada, laxa de manera natural sobre el diván, y con el fabuloso cuerpo de David sobre el de ella. Las caricias sobre sus pechos le hacían sentir como una diosa llena de sensualidad. Pero el maravilloso toque que estaba recibiendo no era suficiente. Sus manos ahora se movían por los hombros y la espalda desnuda de David. Le encantaba sentir la dureza de los músculos debajo de la tersa y cálida piel. Más le gustaba todavía sentirlo tensarse mientras ella lo acariciaba con sus dedos, posteriormente volvió enredar sus dedos en los cabellos masculinos mientras arqueaba su cuerpo hacia arriba para tener un contacto directo con el cuerpo fuerte y cálido.

El frenético deseo que notó en la joven hizo aumentar la excitación de David. Era magnífico sentir aquel cuerpo precioso y femenino debajo del suyo, jadeando y retorciéndose en su delirio de pasión mientras con sus manos acariciaba su espalda pidiendo más. Tenía que controlarse, porque si se dejaba llevar por la pasión que estaba sintiendo la iba a tomar de manera rápida y descuidada, y no quería eso. Quería que aquella vez fuera perfecta para ella, que pudiera recordarla como la primera relación en la que encontró placer con un hombre.

Poco a poco dejó los pechos para seguir hacia el abdomen. Allí besó toda la suave piel, incluso el ombligo, para después descender todavía más hacía el magnífico centro de su feminidad. A medida de que su boca se acercaba, los besos y las caricias fueron siendo cada vez más suaves y al mismo tiempo más sensuales. Lentamente, el hombre separó las piernas de la mujer para acceder a su sexo. Le gustó verla tan mojada y tan deseosa. Agachó su cabeza y puso sus labios sobre el pequeño botón de carne para succionarlo suavemente. Cuando escuchó que Natalia abogó un gemido, abandonó el lugar para recorrer con la lengua el camino que lo llevaba directamente a la abertura de la cálida caverna.

Natalia estaba punto de enloquecer. Sentía la piel muy caliente, los pechos llenos, los pezones erectos y su vagina húmeda y cálida. Lo necesitaba. Necesitaba a David, necesitaba a aquel hombre dentro de ella, sentirlo en el interior de su feminidad, y su cuerpo sobre ella abrazándola.

—David, por favor… Te necesito… Ahora —fue la súplica en medio de gemidos entrecortados. La joven no aguantaba un segundo más de aquella deliciosa tortura.

Aunque David hubiera querido seguir deleitando su boca y mimando el sexo de esa mujer, sabía que no se trataba de complacerse a sí mismo sino de complacer a Natalia. Por eso, a regañadientes, se dijo que tenían que obedecerle.

Se separó de ella solo unos instantes para quitarse los boxeadores y ponerse un preservativo.

No era la primera vez que Natalia veía a un hombre ponerse un preservativo, pero sí era la primera vez que le parecía tan erótico. Cuando David se quitó los bóxers, sintió que algo se agitaba en su pecho al volver a ver su magnífica masculinidad erecta. Era tal y como lo recordaba: largo y grueso, coronado con una cabeza húmeda y brillante. Sintió unos enormes deseos de tocarla con sus manos, de sentir el contacto del miembro entre sus dedos, y también en su boca, volver a pasar sus labios desde la base hasta la punta, rodearlo con su lengua y notar la sensación palpitante en el interior de su boca. Al mismo tiempo, su vagina lo reclamaba al tener la visión de cada milímetro de ese enorme pedazo de carne siendo enfundado en el preservativo. Ya sabía cómo era su sabor y su tacto, y aunque quería volver a sentirlo de esa manera, ahora era su sexo el que lo reclamaba para sí completamente: quería sentirlo abrirse paso por el interior de las paredes hasta colmarla por entero.

Ante esos pensamientos, la mujer emitió un profundo suspiro que no pasó desapercibido para David. Cuando él levantó sus ojos hacia su rostro se dio cuenta de que no perdía detalle de la manera en cómo manipulaba su miembro dentro del preservativo. Su rostro mostraba algo de curiosidad combinada con deleite sensual.

Su miembro se puso todavía más duro, si es que eso era posible. Sintió la enorme necesidad de correr hasta ella y penetrarla de un solo embate para tener un encuentro rudo y rápido. Pero no se trataba de su placer, sino del de ella, así que tendría que ir despacio y asegurarse de que lo disfrutara totalmente.

David se sentó a horcajadas sobre el diván. Luego tomó las piernas de la muchacha y colocó una a cada lado del mueble, permitiendo que se descolgaran hacia el suelo, dejando el sexo de Natalia completamente abierto para él. Tuvo que contenerse para no hundirse de un solo asalto, pues era demasiado tentador tener frente a él aquel sexo húmedo y caliente y completamente dispuesto. Lo que hizo en cambio fue inclinarse un poco sobre el cuerpo de Natalia, acercando su torso desnudo para apoyarlos suavemente sobre los pechos turgentes de la joven. También acercó su rostro al de ella para besarla.

Aunque él intentó que el beso fuera suave y lento, Natalia tenía otra idea. La joven movió frenéticamente los labios bajo los de él y salió al encuentro de su lengua con desmedido ímpetu. Al mismo tiempo sintió que ella se retorcía debajo de él sensualmente, frotando su pecho contra el torso masculino demostrándole claramente el intenso deseo que la embargaba. Las manos femeninas corrieron hacia la espalda del hombre para ejercer presión hacia abajo y poder atraerlo más. También elevó las caderas tratando de encontrar un contacto más íntimo con él.

El hombre deshizo el beso por unos instantes.

—Despacio, Natalia. Espera.

—No quiero esperar más, te necesito ahora —respondió la muchacha rápidamente antes devolver apoderarse de los labios masculinos con un beso enardecido.

David temía más por sí mismo que por Natalia. Si aquella mujer seguía mostrándose tan apasionada, él no lograría resistirse mucho tiempo y tendría su orgasmo antes que ella, cosa que no podía permitir. Así que trató de concentrarse y respirar profundamente mientras aquella mujer bajo él lo besaba con intenso ardor y lo acariciaba de manera frenética.

Con uno de sus antebrazos se apoyó en el diván mientras que con la otra mano tomaba su miembro y lo dirigía hacia el sexo de la joven.

Allí lo frotó suavemente entre los labios, para después tocar el clítoris con la punta. Posteriormente, regresó a los labios y posicionó el glande sobre la abertura para rozarla suavemente.

Natalia soltó un profundo suspiro que la hizo abandonar la boca de David. Las emociones en su pecho y en su vientre se multiplicaron al sentir aquel roce que más que saciar su placer lo aumentaban y la torturaban. Era magnífico sentir aquel miembro caliente sobre sus partes íntimas, tocándola y rozándola, pero ella quería más.

—Por favor… David… no puedo esperar más… —dijo ella en medio de jadeos entrecortados suplicando por tener por fin lo que tanto añoraba.

La verdad era que él tampoco podía esperar más. Lentamente introdujo la punta de su miembro en la cavidad que se habría para recibirlo. Entró poco a poco, disfrutando cada milímetro de carne que iba descubriendo, sintiendo aquellas estrechas paredes apretar su pene, recibiéndolo con deleite y cerrándose sobre él para ceñirlo como un guante.

David y Natalia gimieron al unísono cuando por fin él estuvo completamente encerrado dentro de ella. Por un instante se quedó absolutamente inmóvil, disfrutando de aquella nueva cavidad, sintiendo la presión sobre su pene y la calidez que parecía envolverlo por completo. No pudo evitar separar sus labios un poco de los de Natalia para observar el rostro de la muchacha.

—Eres tan perfecta, tan preciosa, tan sensual —susurró él roncamente, demostrando el deseo que lo embriagaba—. Me haces sentir en la gloria.

Los sentimientos de Natalia no eran tan distintos de los de David. Jamás en su vida se imaginó que sentir su sexo completamente lleno fuera tan erótico. Había experimentado intensas punzadas de placer a medida de que la enorme barra de carne húmeda entraba milímetro a milímetro en su cueva. Las paredes se iban ampliando para recibirlo como nunca antes en su vida, sintiendo cada punto de contacto y disfrutando con la delicia de verse tocada en su interior. Ahora sentía aquel trozo dentro de ella, colmándola por completo, y su cuerpo comenzaba a agitarse aumentando el calor allí en esa parte donde sus sexos hacían contacto.

Cuando David dejó de besarla y le susurró aquellas palabras, abrió los ojos y observó el rostro masculino plagado de excitación. La miraba fijamente, con los ojos cargados de deseo, un deseo que sabía que ella podía igualar.

—David… David… —dijo ella entre jadeos sin poder hilar otras palabras.

Durante unos instantes se miraron a los ojos. No dijeron nada más, no podían. ¿Qué decir cuando los cuerpos hablaban más que las palabras? Solo podían mantenerse juntos, conectados no solamente por sus sexos, sino también por sus ojos, un contacto que quizás era mucho más íntimo que el de sus cuerpos.

David entonces volvió a besarla. Su cuerpo se apoyó un poco más en el de ella, haciendo contacto también en el pecho, parecía que no querían dejar ni un milímetro de espacio entre ellos, absolutamente nada que lo separara o que se interpusiera entre su contacto.

David se retiró un poco y Natalia emitió un gemido de protesta, no quería que se fuera, no quería que la abandonara, necesitaba sentir aquel toque, volver a sentirse completamente llena de él. Pero antes de poder exteriorizar sus pensamientos, David regresó a ella con un poderoso embate que le produjo un intenso mareo en medio del súbito placer que retumbó en la zona más femenina de su cuerpo. Estuvo a punto de decir algo, pero nuevamente David se retiró y volvió en un segundo embate que provocó una reacción todavía más poderosa que la primera. Puro placer, no había otra manera de describir aquello.

Natalia casi no podía pensar, su mente había dejado de funcionar en el mismo momento en que David había iniciado con aquellas deliciosas acometidas que cada vez la llenaban del mayor placer que jamás hubiera podido sentir. Los días anteriores, ahora lo sabía, habían solamente sido una preparación para lo que estaba viviendo ahora, el verdadero placer de estar en los brazos de un hombre, de ser besada, tocada y sobretodo penetrada hasta el fondo de su ser e inundada de un delicioso deleite que jamás pensó posible.

Para David no pasaron desapercibidas las intensas emociones que estaba experimentando Natalia. La sentía trepidar bajo su propio cuerpo, él mismo se encargaba de ahogar sus desenfrenados gemidos con un beso ardiente que solo quería potenciar aquel maravilloso ardor. Una de sus manos fue directa hacia uno de los pechos de la joven para estimularlo, para sopesar la abultada carne y pasar un pulgar travieso sobre el pezón en un intento de aumentar el placer.

—Tan dulce y hambrienta, tan sensible a mis caricias. Eres perfecta, eres preciosa —susurró él entre beso y beso siguiendo con las caricias y los embates.

El hombre intentaba concentrarse en Natalia, en lo que ella quería y necesitaba. Pretendía que esto fuera absolutamente perfecto para ella. No obstante, sentir toda aquella pasión lo estaba enloqueciendo. No recordaba que ninguna otra mujer que hubiera conocido fuera tan ardiente o tan apasionada como Natalia. No hubo antes ninguna otra mujer que lo abrazara y lo estrechara hacia su pecho con tanto ardor y tanto frenesí. Nunca antes una mujer lo había besado con tanto anhelo, como si quisiera perderse en su boca y en su beso. Jamás sintió gemir ni estremecerse a ninguna otra de aquella forma. Pero sobre todo, ninguna otra vagina lo había recibido de aquella manera, tan caliente, tan húmeda, tan apretada. Era como si la anatomía de Natalia estuviera hecha perfectamente para él. Todo aquello estaba a punto de hacerlo perder el control. Añoraba entregarse al placer que estaba sintiendo, conectarse con Natalia de aquella manera tan sensual de la que ella estaba disfrutando para hundirse en aquel río de deleite, sumergirse en las aguas del placer y nadar junto con Natalia hacía el remolino del éxtasis.

El intenso goce invadía el cuerpo de la joven desde distintas partes. Por un lado, la boca de David parecía no cansar de deleitarse en la suya con un beso que la recorría por completo y no terminaba. Por otra parte, una de las manos masculinas se había apoderado de uno de sus pechos atormentándolo con las más sensuales y dulces caricias. Además, sentir el delicioso cuerpo masculino sobre ella, colmándola de calor, y friccionando su torso desnudo contra el de ella, haciéndole sentir la calidez con cada nuevo roce erótico. También la voz ronca en susurros llenos de palabras halagüeñas sobre su cuerpo y la maravilla de estar así con ella. Y por último, el enorme y delicioso pene entrando y saliendo de su interior con embates a veces lentos y a veces rápidos, a veces superficiales y a veces profundos, a veces permaneciendo dentro por más tiempo y a veces saliendo rápidamente. Era demasiado para Natalia, algo que jamás hubiera imaginado siquiera.

Entonces no pudo aguantar más. El ciclónico orgasmo estalló en el interior de su sexo, mientras sentía que aquel pene todavía entraba y salía de ella, aumentando las contracciones de sus paredes vaginales, acrecentando el placer que se extendía por todo su cuerpo, que llegaba hasta sus senos, y ahogaba su garganta con sonoros gemidos que escapaban entre el beso húmedo que David no quería abandonar. Su cuerpo se agitó debajo del de él mientras liberó su boca de la masculina para poder emitir un profundo suspiro que demostraba sin palabras todo lo que estaba pasando en su cuerpo.

El hombre, perfectamente conocedor de la potencia del clímax que estaba viviendo Natalia, añoro con toda su alma poder entregarse al mismo esplendor, liberar su cuerpo en un potente orgasmo al mismo son del de Natalia, abandonarse por completo a aquel magnífico placer abrazando y besando a la magnífica mujer bajo él. Sin embargo, se controló y solo continuó con sus embates al interior de ella. Sabía que aquel placer podría ser prolongado, así que continuó entrando y saliendo, ahora de manera más lenta, a la vez que volvía a acariciar uno de los pechos de la joven.

Natalia sintió que en su cuerpo sucedía lo que jamás creyó posible. El placer parecía no abandonarla nunca, sino más bien multiplicarse a la vez que recorría su interior haciéndolas subir en aquella encantadora nube dorada que la llevaba a alturas insospechadas. Su vagina se seguía contrayendo alrededor de aquella barra caliente que entraba y salía de manera incansable, intentando extraer de él el mayor deleite, como si quisiera retenerlo en su interior para siempre. Lo más sorprendente de aquel asunto, era que cuando sentía que el placer retrocedía para por fin terminar, éste volvía con renovada fuerza y volvía a sacudirla por entero retumbando hasta la última fibra de su ser. Ella solamente podía deleitarse en las oleadas de deleite que lamía su piel una y otra vez mientras con sus brazos se sujetaba del magnífico cuerpo sobre ella que era el único autor de tan deliciosa experiencia.

Poco a poco el placer fue remitiendo, los hormigueos empezaron a ser menos intensas, la respiración volvió a ser pausada hasta que sintió que su cuerpo bajaba de aquella nube de pasión y regresaba a una laxa tranquilidad. Tan agotada estaba, que dejó caer sus brazos y sus piernas a sus costados, sin preocuparse del cuerpo masculino que todavía estaba sobre ella, besando tierna y suavemente la delicada piel de su cuello. Fue plenamente consciente de lo que estaba sucediendo cuando notó que David todavía entraba y salía de su cuerpo en lentos y placenteros embates, mientras que las manos masculinas buscaban nuevamente sus pechos para galardonarlos con sus caricias.

Solo en ese momento Natalia se dio cuenta de que el máximo placer había sido solo para ella. David no había alcanzado el orgasmo. Él todavía estaba completamente duro dentro de ella, moviéndose en la húmeda cavidad, rozando su pecho contra el de ella.

—David —susurró después de mirarlo al rostro y darse cuenta que sus facciones mostraban algo de tensión—. David… tú… tú no…

—Shh —dijo el acercando su cara a la de ella—. Aquí solo importas tú.

La mujer no comprendió muy bien de qué hablaba él, y no tuvo tiempo de preguntarle porque de inmediato esa boca masculina se apoderó de la suya en un beso lento, profundo y sensual. Una vez más ella se perdió en las sensaciones que le hacía vivir el cuerpo de David, el contacto con su boca, y sobre todo su miembro dentro de ella. De súbito, la excitación que había creído terminada renació en las profundidades de su cuerpo y se esparció por todo él para incitarla y prepararla para un nuevo interludio de pasión.

Eso no era posible, no podía ser posible. Una vez se terminaba de hacer el amor el cuerpo quedaba en tal estado de laxitud que no era posible nada más que descansar. O eso era lo que ella siempre había creído. A Tom siempre le sucedía: siempre que terminaba de obtener su placer se daba la vuelta y se quedaba dormido de inmediato, no volvía a tener ganas de ella. No podía ser posible que el cuerpo volviera despertar tan rápidamente y mucho menos después de una experiencia tan ciclónica como la que ella acaba de tener.

—No… no —dijo ella liberándose del beso de David—. No es posible.

David pudo leer la confusión en el rostro de la joven. Por las reacciones del cuerpo femenino notó que estaba volviendo excitarse, que volvía a iniciar aquel delicioso juego.

—Natalia… solo déjate llevar —le dijo él antes de volver a capturar su boca en un beso ahora un poco más insistente, más incitador, más sensual—. Eres tan maravillosa, tan especial… déjate llevar de nuevo.

Las manos de David se pasearon ávidas nuevamente por el cuerpo de la muchacha, con pasión y al mismo tiempo con reverencia y cuidado. Tocaba suave y sensualmente los pechos de la muchacha para después bajar por su abdomen y volver a subir por la espalda, encerrándola en sus brazos, estrechándola hacia él mientras que las penetraciones continuaban a un ritmo lento y cadencioso.

La mente de Natalia batallaba contra su cuerpo. Su cerebro insistía en que no podía ser posible, y que su cuerpo no podía estar pidiéndole más después de lo que había sentido hacia unos instantes. De otro lado, la creciente excitación que se apoderaba de ella con cada beso, con cada caricia y con cada acometida desmentía por completo lo que había creído siempre y lo que trataba de dictarle su mente. Era imposible permanecer impasible ante el sensual ataque que David estaba ejerciendo sobre ella.

Finalmente, su cuerpo ganó la batalla. Se dedicó a sentir y a perderse en la delicia de aquel toque sensual. Participó en el beso con la misma ardorosa pasión a la vez que sus manos iban a la espalda de David para cerrarse a ese torso poderoso y quedar completamente abrazada a él. Meció las caderas lentamente para acoplar su ritmo al de él, intentando que las penetraciones fueran todavía más profundas, si es que eso era posible.

El nombre se dio cuenta de la entrega definitiva de aquella maravillosa mujer. Nunca antes había conocido a una mujer tan sensible. Había logrado despertar su cuerpo a la pasión incluso después del profundo éxtasis que había sentido hacia poco tiempo. Lo cierto era que quería que aquella ocasión fuera especial para ella, que al hacer el amor por primera vez fuera un suceso que se marcara con tinta indeleble en la memoria de Natalia, que por más que pasara el tiempo o por más que estuviera con su novio o con cualquier otro hombre no pudiera olvidarlo a él tan fácilmente, quería que esa ocasión fuera absolutamente fabulosa, inolvidable e insuperable.

David se movió hacia atrás lentamente, llevando consigo a Natalia, que estaba abrazada a su torso. Poco a poco fue apoyando su espalda en la curvatura menos elevada del diván y se apoyó allí al mismo tiempo que acomodaba a Natalia sobre él. Esta vez quería que ella tuviera el control de la situación. En pocos movimientos maniobró para que la mujer quedara a horcajadas sobre él. Esto provocó que él tuviera un limitado movimiento en las penetraciones, lo cual hizo que Natalia emitiera un quejido de protesta al verse privada del placer que estaba recibiendo.

—Tendrás que hacerlo tú —dijo David en un ronco murmullo—. Ahora el poder es tuyo, Natalia.

La mujer no entendía muy bien a qué se refería. Nunca había estado en aquella posición, pues Tom siempre había sido muy tradicional cuando mantenía relaciones sexuales, así que jamás había pensado siquiera en estar encima del hombre, a pesar de que algunas de sus amigas decían que era la mejor posición. Así que no tenía idea de qué era lo que tenía que hacer.

—No puedo… no sé… yo nunca… —susurró sobre los labios de él antes de volver a tomarlo en un beso.

David entendió el titubeo de Natalia. Así que puso una mano sobre una de las caderas de la muchacha y con la otra le envolvió la cintura. Con unos cuantos movimientos de su propia pelvis, le mostró a Natalia lo que tenía que hacer, y ella como la aventajada alumna que había demostrado ser desde el comienzo, aprendió rápidamente lo que tenía se esperaba de ella. Así que en breve fue ella la que empezó a mecerse sobre el cuerpo de David, en un ritmo lento y sensual que le permitía enterrarse una y otra vez aquel miembro duro que ahora parecía atravesarla más que nunca. Gimoteó cuando comenzó a perder la concentración de lo que estaba haciendo por el intenso placer que comenzaba a sentir.

—Despacio —David la guió nuevamente, apoyando sus manos en las caderas de ella—. Eleva tu cuerpo, siéntate sobre mi y apoya tus manos sobre mi pecho.

Natalia siguió las instrucciones de David, solo para darse cuenta de que en esa nueva posición el pene se hundía dentro de ella de una manera diferente ejerciendo mayor presión sobre ciertos puntos que solo lograban acrecentar su placer.

Con las manos apoyadas en el fuerte pecho del hombre, Natalia trató de concentrarse en los movimientos, subiendo y bajando lentamente sobre el miembro que con cada embate parecía traerle una sensación nueva y más placentera que la anterior. Al mismo tiempo, sentía las manos de David que se paseaban por sus muslos, sus glúteos, subían por su abdomen y se apoderaban de sus pechos para mimarlos con tiernas y suaves caricias que solo lograban que el placer fuera todavía más acuciante.

De repente, sintió la súbita urgencia de ir más rápido. Necesitaba sentir aquellos poderosos embates de manera más ardiente, así que empezó a rebotar sobre el cuerpo del hombre.

David no pudo evitar emitir un profundo gemido de placer. Ahora Natalia iba rápido, muy rápido, no solo para deleite de ella, sino también para el de él. Se veía como una perfecta diosa, completamente desnuda, con el cuerpo brillante en sudor, el rostro enrojecido por el placer, sus labios hinchados, emitiendo roncos quejidos que demostraban lo que estaba sintiendo, y sobre todo, cabalgándolo con una pasión como nunca antes imagino. Sus manos se deleitaban en aquel precioso cuerpo, notando el efecto que sus caricias lograban en ella, quien temblaba de placer mientras no dejaba de saltar sobre su pene. Estaba seguro de que no podría aguantar por más tiempo.

—Ah… Natalia… sí… eres magnífica… —no pudo evitar susurrar David.

Pero fue Natalia quien ya no pudo aguantar más. Sintió las conocidas contracciones de placer invadir sus entrañas para sacudirla por completo. La misma potencia de lo que estaba sintiendo no la dejaba pensar, ni mucho menos asimilar el clímax que ahora experimentaba y que la recorría totalmente dejando la ajena a todo lo demás, mientras mecía frenéticamente su cuerpo y sus caderas sobre David para extraer de él hasta el último milímetro de placer.

Aunque David sabía que debía resistirse, no pudo hacerlo. El orgasmo llegó como un rayo que estremeció su pene, apretado por las fuertes pulsaciones de la vagina de Natalia, como si quisiera sellarlo con ella para siempre, como si quisiera arrancárselo con la fuerza de su pasión. Su cuerpo tembló, se agitó y de su garganta salieron profundos y roncos gemidos de deleite mientras el clímax recorría hasta el último milímetro de su piel.

Entonces Natalia se inclinó hacia adelante, y apoyó su pecho sobre el de él. David miró el rostro de la mujer que lo observaba con detenimiento, notando que él también había alcanzado la tan anhelada cima. Con las respiraciones agitadas, los cuerpos temblorosos y cansados, se miraron a los ojos durante unos instantes, y sin hablar se dijeron que había sido maravilloso. Natalia tomó la boca de David en un beso lento y sensual.

Poco a poco, los cuerpos se fueron aquietando, las respiraciones se fueron haciendo normales, y la nube de pasión los abandonó para regresarlos a la realidad. Permanecieron en silencio un rato, con los cuerpos todavía abrazados, con sus labios todavía unidos en tiernos picotones y con sus sexos todavía íntimamente ligados. Era como si de alguna manera no quisieran que se momento se terminara.

—¿Estás bien? —le preguntó David mientras sus manos masculinas acariciaban lentamente la espalda de la joven.

¿Bien? Esa no era la palabra que podía describir lo que estaba sintiendo Natalia en ese momento. ¿Acaso existiera alguna palabra que describiera lo que ella había vivido? Seguramente no, algo tan maravilloso y sublime como lo que había experimentado con David no podría ser descrito en una sola palabra. Eufórica. Vehemente. Exultante. Feliz. Y otro montón de palabras que en ese momento no podía encontrar en su mente.

—Sí… fue… fabuloso —dijo ella mientras acariciaba el pecho masculino de manera tierna con sus dedos.

David sonrió. Ella simplemente había dicho fabuloso. Era evidente que le había gustado, que su cuerpo había disfrutado al máximo con ese encuentro y que los orgasmos que había experimentado la habían hecho estallar por completo en miles de chispas de placer.

Para él había sido eso y mucho más. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan satisfecho y tan contento después de hacer el amor con una mujer. De hecho no podía recordar cuándo fue la última vez que se sintió así. O quizás es que jamás se había sentido así. Lo que sí podía decir era que haber hecho el amor con Natalia era la experiencia sexual más alucinante que pudiera recordar. Sentir la excitación y la pasión de una mujer tan sexy y tan sensible como Natalia había sido un enorme regalo de la vida. La pasión que aquella mujer había demostrado había igualado la suya. El cuerpo de Natalia se había amoldado tanto al suyo, que en algún momento creyó que había nacido para él.

Ante este pensamiento, sintió que su cuerpo volvía reaccionar. No podía ser posible, hacía solo unos minutos que había obtenido su clímax, nunca antes se había recuperado tan rápidamente. Se movió un poco nervioso, sintiendo miedo de que Natalia notara su incipiente excitación. Al fin y al cabo se suponía que todo aquello era por ella, no por él.

Pero para Natalia el hecho no pasó desapercibido. Y lo más sorprendente de todo, era que a ella le estaba pasando lo mismo. Al sentir la respuesta masculina debajo de ella, sintió que un estremecimiento recorría su interior. No pudo dejar de sorprenderse por todo lo que estaba viviendo.

Se sintió un tanto atrevida, así que movió las caderas sobre él, incitándolo y a la vez demostrándole que para ella era igual.

—No hagas eso —rogó él en un gemido ronco.

—¿Por qué?

—Porque… tengo que ducharme… —dijo el antes de delatarse, de cometer una tontería como decir que la deseaba tanto que sería capaz de volver a tomarla allí mismo incluso si ella no estaba preparada para él.

—¿Y no me invitas a ducharme contigo? —Natalia fue la primera sorprendida ante la osada pregunta. Jamás en su vida se había sentido de aquella manera. Sus dedos seguían acariciando suavemente el pecho de David, empeorando la situación del hombre.

Con delicadeza, él la tomó por el mentón y le giró la cara hacia él. Pudo notar en los ojos femeninos el brillo del deseo, y se dio cuenta entonces de que él no era el único que estaba afectado por aquella cercanía.

—¿Y si te invito, aceptarías? —preguntó un tanto temeroso.

—Sí —dijo ella mostrando una bonita sonrisa en el rostro.

David no podía sentirse más contento. En ese momento quiso estrecharla más entre sus brazos besarla ardorosamente y volver a perderse en las profundidades de su cuerpo.

—Entonces vamos —dijo él antes de ayudarla a levantarse y dirigirse juntos al baño. En su mente ya se formaban las eróticas imágenes de sus cuerpos entrelazados bajo la ducha.

Un inquieto demonio se agitó en el interior de su mente y le dijo que no era correcto lo que estaba haciendo. No obstante, en aquel momento su felicidad y su emoción era tal que solo logró acallar aquella pequeña voz y disfrutar el momento, sabiendo muy dentro de sí que no pasaría mucho antes de que se arrepintiera.

Pero no quería pensar en eso, en ese momento lo único que importaba era Natalia y la ducha que iban a compartir.