Lección 4

 

 

—¿Qué vamos a probar hoy? —preguntó Natalia mientras se acomodaba sobre el diván, ya con el atuendo que se estaba haciendo costumbre.

David se inclinó ligeramente sobre ella y observó la sonrisa ansiosa que mostraban sus lindos labios. El nuevo mundo de sensualidad que estaba conociendo la estaba envolviendo de manera sutil, haciéndola desear cada vez más. Era evidente que estaba ansiosa y estimulada ante el placer que de seguro vendría.

—Ya aprendiste a reconocer el placer en tu cuerpo con a las manos y a la boca. Pero no es la única forma.

Natalia asintió lentamente.

—Yo… estuve pensando… estos días… claro, es verdad que estoy reconociendo mi cuerpo… pero creo que no es lo único…

—¿A qué te refieres? —preguntó David sin entender muy bien la afirmación de Natalia.

—Que yo creo que el reconocimiento del placer no se basa solo en sentir o experimentar en el propio cuerpo. Creo que también se trata de aprender a dar placer a una pareja.

Lo que Natalia decía era cierto, de hecho, en los distintos tipos de tratamientos utilizados en Lecciones de Placer, también había un espacio dedicado a aprender a dar goce sensual. No obstante, todavía no había pensado en aquella posibilidad para su caso.

—El primer día me explicaste tu problema, por eso hasta ahora me centrados solamente tu cuerpo. Me hablaste de tu imposibilidad para excitarte, para sentir un orgasmo.

—Sí, lo sé… es solo que… hay veces, cuando estoy con mi novio… siento que tampoco sé cómo comportarme con él, como tratarlo… creo que eso también es importante.

David sintió un ligero aguijonazo de celos. La sola idea de imaginarla haciendo el amor con otro hombre lo llenaba de rabia.

Era un completo imbécil. Se suponía que Natalia estaba allí para poder sentirse una mujer plena a fin de compartir todo aquello con el hombre que amaba, su novio. David no tenía ningún derecho a sentirse posesivo, ni mucho menos tener celos del hombre al que ella amaba.

Las palabras de la mujer eran completamente ciertas. Gran parte del propio placer provenía de saberse útil y excitante para la pareja. Así que le gustara o no, tendría que entrenarla también para darle placer a este hombre, un hombre que no la había enseñado a sentir placer a ella precisamente.

—Tienes razón, es algo que también debes aprender —dijo con algo de resignación pensando en lo afortunado que sería aquel hombre, y en lo injusta quiera la vida dándole el magnífico regalo del amor de Natalia, cuando él ni siquiera había sido capaz de despertarla a la pasión.

La respuesta que obtuvo de la joven fue una brillante y amplia sonrisa.

—¡Genial! ¿Podríamos hacerlo ahora?

—¿Ahora?

—Sí, ya me enseñaste con las manos y la boca pueden llenar mi cuerpo de placer. Ahora quiero que me enseñes cómo utilizar mi boca en mis manos en el cuerpo de un hombre, quiero que me enseñes con tu cuerpo.

La idea había estado rondando la mente de Natalia desde el mismo momento en que salió de la sesión anterior. Había sido una experiencia maravillosa sentir las manos y la boca de ese hombre en su cuerpo, recorriéndola entera hasta brindarle el máximo de los placeres. Pero al mismo tiempo, había algo dentro de ella que la hacía sentirse un poco incompleta. Era como si el placer no fuera perfecto a menos que también pudiera proporcionarlo de la misma manera. Durante varios días, le dio vueltas al mismo asunto, imaginándose cómo sería poner sus manos sobre la piel cálida de David, acariciarlo con su boca, con su lengua, probar las delicias de la pasión que podría provocar en ese magnífico hombre.

Le bastó poco tiempo para decidirlo. En la próxima sesión se armaría de todo el valor posible para plantearle su idea. Ella también quería participar de manera activa en el juego, quería saber qué era tocar besar y lamer un hombre hasta llevarlo a la cima de la pasión. Al fin y al cabo, cuando volviera a su novio, no solamente disfrutaría del placer que él pudiera darle, sino que también lo retribuiría de la misma manera y muy seguramente la relación sería muchísimo más satisfactoria.

Por eso se lo había planteado ahora, porque era algo que sentía que necesitaba.

David estuvo a punto de caerse cuando comprendió el significado de las palabras de Natalia. Ella quería participar, quería utilizar sus manos y su boca en el cuerpo de él. De solo pensarlo su pene regresó a la vida dentro de sus pantalones.

Sería tan maravilloso: sentir las manos suaves y cálidas de esta preciosa joven recorrer sus brazos, sus hombros, su abdomen, sentir los labios acariciando su piel, tomando su pene, sosteniéndolo por el glande para engullirlo poco a poco, y así sentir en la calidez y humedad de su boca, a la vez que sus dulces manos también lo acariciaban.

—¿Estás segura? —le preguntó intentando que la voz no sonara demasiado ansiosa—. ¿Te estás dando cuenta de lo que me estás pidiendo?

La muchacha asintió rápidamente.

—Sí, estoy segura, es lo que quiero.

David sabía que debía negarse, por el bien de la joven y el suyo. Por un lado, quizás ella no estaba preparada para tocar el cuerpo de un hombre que no fuera su novio, al fin y al cabo ese hombre era el único amante que había tenido, sabía que podría sentirse abrumada por su cuerpo, por su complexión, por su tamaño, quizás por sus reacciones naturales ante ella y sus caricias. Por otro lado, si lo veía desde su propio punto de vista, no sabía cómo podría reaccionar su cuerpo al dulce toque de aquella mujer, pues una cosa era brindarle placer y otra muy distinta recibirlo de ella.

Echando todas sus dudas y todos sus temores a un lado, se dijo que debía intentarlo, al fin y al cabo era lo que ella estaba pidiendo y en últimas el gran beneficiado sería ese novio al que ella parecía amar tanto.

—Está bien. Levántate del diván.

La muchacha se incorporó para después ponerse en pie frente a él. Su boca mostraba una linda sonrisa, mitad temerosa y mitad seductora. Esta mujer tenía una fuerte naturaleza apasionada a la que hasta ahora estaba despertando, pero que prometía ser intensa y explosiva.

David puso sus manos sobre los hombros de la joven y la miró a los ojos con seriedad.

—Lo haremos, te enseñaré con mi cuerpo como dar placer utilizando tus manos y tus labios —deslizó suavemente las manos desde los hombros hasta las muñecas de la joven, y después tomó las manos entre las suyas—. Pero debemos ir despacio, con calma, no quiero abrumarte. Si en algún momento quieres detenerte, solo dímelo y pararemos.

Ella asintió con la cabeza, teniendo la plena seguridad de que no le diría que se detuvieran en ningún momento, pues precisamente había estado soñando con aquello durante unas cuantas noches.

David entonces besó los dorsos de las manos de la joven y las puso sobre sus hombros para ubicar sus propias manos en la cintura de la muchacha y acercarla a su cuerpo. Enseguida acercó su cara la de ella, observó que sus ojos estaban brillantes y sus labios anhelantes. No la hizo esperar más, ni quiso esperar más, sus labios se unieron con los de ella en un beso dulce y exquisito que marcaría el inicio de una lección inolvidable.

Volvieron a saborearse como lo habían hecho días antes, pero esta vez el beso fue mucho más intenso. Las lenguas se entremezclaban en una sensual danza erótica explorándose, degustándose y propiciando en sus cuerpos el aumento de la excitación que ya había comenzado.

Natalia pegó su torso al de él y echó los brazos sobre el cuello para aferrarse, pues el profundo beso la estaba afectando mucho más de lo que se había imaginado. Sentía un exquisito mareo invadiendo su cuerpo, todo daba vueltas a su alrededor y la única manera de poder seguir en pie era aferrándose a aquel cuerpo alto cálido y musculoso.

David no pudo resistir envolver a la joven entre sus brazos y atraerla hacia él con firmeza. Sabía que ella sentiría su naciente erección, pero era absolutamente inevitable esconder su estado y mucho menos controlarlo o aplacarlo. Sus manos se movieron sensualmente sobre la espalda de la joven, en un suave y erótico masaje circular que buscaba incitarla y a su vez tranquilizar cualquier temor que pudiera nacer en ella. Quería que esta nueva experiencia fuera tan fantástica o más que las anteriores.

La sensación que recorría el cuerpo femenino se hizo todavía más intensa. Sentirse firmemente pegada a ese cuerpo grande, musculoso y cálido, y rodeada por esos brazos fuertes, la hizo sentirse envuelta en una deliciosa nube de sensualidad. No era la primera vez que se abrazaba a un hombre, había estado así con Tom muchas veces, pero nunca antes se había sentido tan íntimamente ligada a alguien, nunca antes un abrazo había sido tan sensual. Y se volvió mucho más intenso cuando sintió aquellas magníficas manos acariciar su espalda de manera suave con aquellos movimientos circulares que parecían tener un efecto directo en el interior de su sexo. Un ligero aguijonazo de placer recorrió el interior de su vagina.

Como si estuviera siendo guiada por un instinto hasta el momento desconocido, los labios de Natalia abandonaron la boca del hombre para empezar a recorrer su mejilla y dirigirse poco a poco hacia el cuello. Allí posó sus labios y succionó lentamente, recordando la forma en que él lo había hecho con ella el día anterior. Recorrió un poco más la zona y se detuvo en el hueco entre su cuello y su hombro. Allí se detuvo unos instantes para después acariciar la piel con su lengua. Le gustó su sabor, le gustó la sensación de su lengua sobre la piel masculina y jamás se imaginó que acariciar un hombre pudiera ser tan sensual.

Esteban nunca antes se había sentido tan excitado con las caricias de una mujer. Podía sentir cada uno de los tiernos besos y lametones de Natalia sobre su cuello, y con cada caricia su elección se hacía más dura y más insoportable dentro de sus bóxers. Lo peor, era que no tenía suficiente, quería más de aquellas caricias, no solo en su cuello sino en el resto de su anatomía masculina.

Con suma delicadeza, David la alejó un poco de sí para quitarse la camisa con un solo y rápido movimiento, dejando descubierto su pecho y sus brazos musculosos.

Natalia nunca había visto un torso tan perfecto. O tal vez sí, en esas revistas que tanto le gustaban a Ana y en las que salían actores y modelos famosos. Aunque siempre había pensado que un cuerpo tan perfecto solo podría ser producto de los trucos fotográficos, ahora se daba cuenta que tanta belleza masculina sí podía ser cierta. No pudo evitar adelantar una de sus manos hasta el pecho para posar la palma sobre él. Tenía la piel suave, y muy caliente y en contraste, debajo de esa piel había un músculo fuerte y duro. Lenta y delicadamente corrió su mano para llevarla hasta el hombro y posteriormente comenzar a descender hasta el abdomen, tocando cada uno de los músculos endurecidos por el ejercicio. No cabía duda de que el cuerpo de ese hombre era absolutamente perfecto.

El nombre tuvo que hacer un esfuerzo impresionante para no perder el control ante la tímida y suave caricia de Natalia. Sus instintos más básicos lo impelían a estrecharla entre sus brazos y comenzar un salvaje festín de placer, pero no le estaba permitido, ella le había pedido que le enseñara explorar el cuerpo de un hombre, y aunque se estuviera muriendo de ganas por hacer la suya, tenía que respetar los deseos de la joven y enseñarle lo que ella tanto quería. Así que la dejó explorarlo a su entero placer.

Los dedos de la joven empezaron a trazar el camino delicadamente por donde marcaban los valles entre los poderosos músculos. Le parecía casi irreal un cuerpo tan torneado, pero sobre todo con una piel tan suave y caliente. Su otra mano se unió a la primera y con ella se encargó de deleitarse tocando y explorando cada milímetro del pecho masculino. Enseguida pasó a los fuertes brazos, allí pasó las palmas y los dedos acariciando de la misma manera como lo había hecho en el pecho. Era asombroso que tocar un hombre de esa manera pudiera excitarla, pues con cada toque sentía que su cuerpo se enardecía más. Era como si nunca antes hubiera conocido un torso masculino, como si fuera la primera vez que estuviera en contacto tan íntimo con alguien.

La mujer le acercó nuevamente sus labios al cuello, necesitaba probar con su boca aquella piel. Le envolvió el torso con sus brazos y posó las manos en la espalda desnuda solo para darse cuenta de que era tan suave y fuerte como el pecho. Su propio frente se apretaba contra el de él, y una vez más se sintió rodeada de aquellas perfectas sensaciones que llenaban su cuerpo y su mente.

Su boca fue bajando hacia el torso, viajando por aquella piel que había acariciado hacía unos instantes, recorriendo con sus labios y su lengua los surcos y valles de los músculos fuertes y tensos bajo la excitante piel. Se deleitaba en cada milímetro nuevo que encontraba. Cada parte, cada caricia era un nuevo descubrimiento, un nuevo matiz en aquel maravilloso mundo que estaba descubriendo. Y con ese nuevo mundo una sensación cálida que invadía su cuerpo, desde el interior de su vagina, recorriendo suavemente su ser, acariciando sus pechos y colándose hasta en la última fibra de su piel.

La fortaleza de David estaba a punto de quebrarse. ¿Cómo no, cuando tenía a esa magnífica mujer tocando su espalda con las manos y su pecho, con sus labios y su lengua, brindándole un placer en aquella zona de su cuerpo como nunca antes en su vida? Pero no podía flaquear, tenía que resistir sus propios impulsos porque este encuentro se trataba de darle placer a ella, no a él.

A medida que la boca femenina se deslizaba hacia abajo, las manos también descendían por aquel torso, acariciando la parte baja de su espalda. Las manos se posaron sobre la cinturilla del pantalón mientras la boca atormentaba la parte baja del abdomen cada vez más cerca de la tremenda excitación que el hombre ya no podía controlar.

Natalia se arrodilló en el piso frente a él. La visión que tuvo entonces David de la muchacha estuvo a punto de enloquecerlo. Tener aquella mujer arrodillada frente a él, con su rostro a escasos centímetros de su palpitante pene, con una bata delgada que más que cubrirla retrataba su cuerpo a la perfección y que podría ser deslizada dejando visible su desnudez con solo un movimiento. ¿Alguna vez había tenido una vista más erótica? ¿Alguna vez volvería vivir algo así? Realmente no lo sabía, en ese momento no podía pensar, no podía recordar y no podía tener en mente otra cosa que no fuera aquella magnífica mujer.

Sus pensamientos fueron abruptamente interrumpidos cuando sintió las manos de la joven introducirse por la cinturilla del pantalón en un claro intento por bajarlo. Lo único que pudo hacer David fue poner las manos sobre las de ella. Entonces ella dejó de besar su abdomen y miró hacia arriba. Tenía las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes con las pupilas dilatadas, era evidente que la excitación no solamente lo estaba afectando a él, sino también a ella.

—¿Estás segura de que quieres hacerlo? —preguntó David dándole una última oportunidad para arrepentirse.

Natalia no daba crédito a lo que estaba escuchando. Hasta el momento había estado envuelta en una nube erótica que la había hipnotizado por completo. Jamás imaginó que fuera tan placentero recorrer el torso de un hombre con su boca. Sentía su cuerpo completamente excitado, con ganas de recibir placer pero sobre todo de darlo, de probar una piel como la de él, de tocar un cuerpo como el suyo, lo que más quería era descubrir lo que se escondía debajo de ese pantalón y deleitarse con su sabor; así que encontraba aquella pregunta absolutamente carente de sentido.

Simplemente asintió. No pudo contestar, pues parecía no poder encontrar su voz; en esos momentos solamente quería continuar con aquel viaje de placer que había encontrado entre el cuerpo masculino, su boca y sus manos.

David sintió que su pene adquiría mayor firmeza cuando la vio asentir. Ya no había marcha atrás.

En un único movimiento el hombre se desprendió por completo de su pantalón, sus bóxers y sus calcetines, quedando completamente desnudo ante la mujer allí en el suelo frente a él.

Dos sentimientos golpearon de lleno a la muchacha. Por un lado la magnífica admiración al ver por fin este hombre desnudo. Era tan perfecto como en sus fantasías, no, mucho más perfecto. Debía confesar para sí misma que desde la primera vez que David la había tocado, había soñado con verlo así, completamente desnudo frente a ella. Se preguntaba cómo sería su cuerpo sus brazos, su torso, sus piernas y su masculinidad erecta. Aunque su experiencia con los hombres era muy limitada, sabía que el cuerpo varonil podía ser magnífico, pero jamás se imaginó que algún día pueda tener ante ella un espécimen como aquel.

Al igual que sus brazos, sus piernas eran fuertes y atléticas. Bajo la piel tensa se notaban músculos bien trabajados y firmes, sintió un poderoso impulso por extender sus manos hacia ellos para tocarlos y comprobar por sí misma su dureza, pero se abstuvo cuando sus ojos se centraron en la potente masculinidad completamente erecta frente a ella.

¿Cómo se podría describir un pene como aquel? ¿Grande? ¿Firme? ¿Poderoso? Quizás esas tres palabras y otras cuantas más que seguramente no conocía. Lo único que podía entender era que su miembro era mucho más sobrecogedor que en su ignorante imaginación. Era mucho más largo que el de Tom, y también más grueso. Apuntaba directamente hacia arriba dejando ver toda la fuerza y la potencia de las que era capaz. Observaba una vena azul que lo cruzaba y hasta le pareció ver que palpitaba un poco. La cabeza sobresalía brillante y lubricada incipientemente con sus propios jugos, y de súbito no pudo evitar lamerse los labios mientras se preguntaba a qué sabría.

Y esa apreciación la llevaba a aquel otro sentimiento que luchaba con el de potente admiración: el miedo. ¿Cómo iba acomodarse todo aquello en su boca? ¿Cómo recorrerlo por entero con sus labios y su lengua? ¿Sería capaz de darle tanto placer como él se lo había dado a ella?

David supo leer perfectamente las dudas y los temores en el rostro de la mujer. Acarició la nuca de la muchacha con una de sus manos con claro gesto tranquilizador.

—No te preocupes, yo te diré cómo hacerlo. Solo sigue mis instrucciones —le dijo en un susurro cuando los ojos de la muchacha se levantaron hacia los de él.

Una vez más, Natalia solamente pudo asentir. Se sintió contenta de poder contar con la guía experta de ese hombre. Él era un verdadero perito que se estaba tomando su trabajo con verdadero profesionalismo, no como ella que se estaba comportando como una auténtica tonta, preocupándose de tonterías y llevando un plano íntimo lo que era simplemente una terapia para conocerse a sí misma y explorar su propio placer. Se dijo que debería parecerle una tonta y se prometió que iba a tomar todo aquello de una manera más seria.

—¿Estás lista? —Le preguntó entonces él y ella nuevamente sintió—. Bien, ¿qué tal si comienzas conociéndolo con tus manos? Sé que no es la primera vez que tocas un pene, pero esta vez yo te diré cómo hacerlo.

En eso David tenía algo de razón, no era la primera vez que tocaba un miembro masculino, pero sí era la primera vez que veía y tenía la oportunidad de tocar uno así. Las pocas veces que había sentido con sus manos el falo de su novio habían sido solo para dirigirlo hacia el interior de su vagina, y aquellos toques no duraban más de un par de segundos, nada como para tenerlo entre sus palmas o poder sentir su extensión y su grosor. Esta vez sería diferente, así que de alguna manera sí sentía que estaba conociendo un pene por primera vez en su vida.

No obstante, prefirió no decirlo. No quería pasar como una tonta o una mojigata.

—Tómalo con una mano, apoya tu palma suavemente sobre él y enciérralo con los dedos, hazlo cerca de la base —indicó David.

Natalia adelantó una de sus manos e hizo exactamente lo que le había dicho el hombre.

Ninguno de los dos podría describir nunca la inmensa ola de excitación que los atacó.

David tuvo que echar mano de la poca fuerza de voluntad que tenía para no ponerse a temblar por la enorme excitación que lo hizo preso cuando sintió aquella cálida, suave y tierna palma envolver su pene cerca de la base. No era la primera vez que una mujer lo tocaba, por supuesto, pero había algo en el toque del Natalia que lo hacía especial, no sabía si era su inocencia, su timidez, la pasión que escondía su alma, o las circunstancias del momento, lo único que sabía era que una enorme llama lo estaba devorando desde adentro y amenazaba con hacerlo estallar en cualquier momento.

Para Natalia no fue distinto. Sentir aquella piel tan suave y tan delicada, envolver una barra de acero tan caliente y dura, hizo que el calor aumentara en su cuerpo. Tuvo ganas de explorarla por completo, de tomarla con las dos manos y observarla detenidamente, de recorrer aquella piel por entero para sentir su calor y su humedad. Pero sabía que hasta ahora estaba aprendiendo, por lo cual debía seguir las indicaciones de David, por más que su cuerpo la empujara a hacer otra cosa.

—Ahora desliza suavemente la mano hacia la cabeza, y cuando llegues allí regresa de nuevo a la base —la vos de David esta vez sonaba un poco más ronca, un poco más lenta y algo entrecortada. Natalia solamente atinó a obedecer lo que él le decía.

Fue magnífico sentir aquella piel en su palma, el movimiento hacia arriba y hacia abajo hacía que la fricción que se generaba fuera supremamente erótica para los dos.

—Ahora aprieta un poco más —le indicó David.

Natalia hizo su agarre más firme y siguió con aquel ejercicio. Levantó sus ojos hacia el rostro de David y observó su frente y su pecho perlados de sudor. Su expresión era seria, como si estuviera concentrado analizando las acciones de la mano femenina, como si estuviera evaluando si la joven seguía las indicaciones de manera correcta.

Sin embargo, ella estaba equivocada. Lo que estaba intentando David era no descontrolarse por el perfecto agarre de aquella mano. Era absolutamente perfecta, el movimiento hacia arriba y hacia abajo, la presión que ejercía y la velocidad eran absolutamente maravillosos. Debía hacer que parara o de lo contrario iba a tener allí mismo un poderoso orgasmo.

—Suficiente, detente por favor —dijo entonces.

—¿Hice algo mal? —preguntó Natalia con algo de timidez mientras soltaba el pene y alejaba su mano de él.

¿Cómo decirle que el problema era que lo había hecho condenadamente bien?

—No, si te pido que pares es porque lo has hecho bien. Podemos pasar a la siguiente parte.

Natalia se sintió un poco avergonzada. Sabía que tenía que haberse concentrado más en la técnica, en la forma en la que había recorrido aquel miembro con su mano, se suponía que lo estaba aprendiendo para practicarlo posteriormente con su novio, pero lo único que podía pensar era que quería volver a sentir aquel pene en su mano, volver a acariciarlo como ya lo había hecho.

Se reprendió nuevamente por dejar que aquellos sentimientos se apoderarán de ella.

—Comprendo —dijo tratando de anular lo que sentía y parecer seria en cuanto al tratamiento. No quería que David notara el coctel de sentimientos que experimentaba gracias a él.

—A menos que no te sientas preparada… —dijo David notando la ligera confusión de su rostro.

—Sí, sí —dijo ella interrumpiéndolo rápidamente pensando que su titubeo podría acabar con el momento, y eso era algo que no quería—. Me siento preparada, por favor no nos detengamos.

—Entonces acerca tu boca y haz exactamente lo que yo te diga.

La joven, arrodillada sobre el suelo, acercó su rostro a la masculinidad erecta, ubicándose de tal manera que sus ojos quedaron completamente al frente de aquel enorme pedazo de carne que antes había disfrutado en su mano.

—Tómalo otra vez con la mano —dijo el hombre. Cuando la muchacha obedeció, continuó con la instrucción—. Ahora acércate más y coloca tus labios sobre la punta.

Natalia hizo exactamente lo que le dijo. Sus labios calientes y húmedos se posaron sobre la punta redondeada sintiendo el intenso calor. Los movió suavemente sobre él, tratando de cubrir toda el área, entreabriéndolos un poco y notando el sabor salado y algo amargo. Antes de que David pudiera darle otra instrucción, deslizó los labios para recorrer el tronco con la misma suave y lenta caricia con la que había galardonado la punta. La otra mano de la joven se apoyó sobre uno de los muslos del hombre, le gustó sentir la fuerza de aquella pierna debajo de su palma, en esos momentos su boca y sus dos manos estaban en estrecho contacto con él y sintió un cosquilleo por toda su piel, una excitación progresiva que crecía por su cuerpo incitándola al placer.

Aquello no podía ser más erótico desde el punto de vista de David. La preciosa Natalia estaba frente a él, arrodillada, una de sus manos sostenía su pene por la base mientras que con sus preciosos labios recorría de la punta hacia el resto, a la vez que su otra mano acariciaba uno de sus muslos.

De repente, la excitación de David aumentó al sentir la aterciopelada y húmeda lengua de esa mujer a sumarse por entre los pequeños labios para unirse al maravilloso toque. La lengua recorría los mismos lugares por donde habían pasado sus labios, humedeciendo, saboreando y haciendo que su pene palpitara con mayor fuerza.

Natalia tenía una naturaleza muy sensual, lo demostraba el hecho de no quedarse como un agente pasivo esperando todas las indicaciones de David, sino que intentaba poner algo de creatividad en su contacto. Eso le gustaba. No podía ser de otro modo siendo una mujer tan hermosa, y tan dulce. Era evidente que ningún hombre podría resistirse a los encantos de una mujer como ella, cualquiera se sentiría completamente tentado pero sobre todo subyugado ante una pasión como la de ella.

Era absurdo pensarlo, pero se sentía como un tonto adolescente descubriendo por primera vez el sexo oral. Era como si ninguna mujer antes hubiera tocado su pene. Estas caricias suaves y tiernas eran tan nuevas para él como lo estaban siendo para ella.

—Ahora trata de tomarlo dentro de tu boca, empieza por la punta, introdúcelo un poco y déjalo deslizarse hacia adentro.

David se dijo que tenía que mantenerse consciente y racional ante lo que estaba haciendo. Dejar que las sensaciones se apoderarán de su mente así como lo estaban haciendo con su cuerpo no era una buena idea. Lo único que tenía que interesarle era que Natalia aprendiera a utilizar su boca en el pene de un hombre como parte de aquel despertar sensual.

Natalia había estado tan concentrada en su ejercicio, en las preciosas emociones que le proporcionaba, que la voz de David llegó desde muy lejos. Una vez más estaba dejándose arrastrar por las magníficas emociones, dejando a un lado la racionalidad que debería mantener. Después de obligarse a salir de aquel ataque a sus sentidos, se concentró en lo que le había dicho David.

Nuevamente tomó el pene con su mano y dejó que la punta se posara entre sus labios. Abrió ligeramente la boca y permitió que el miembro y ingresara poco a poco en la húmeda cavidad.

Si antes las sensaciones habían sido magníficas, ahora eran verdaderamente sobrecogedoras. Sentir aquel miembro caliente y palpitante ingresar en su boca, era absolutamente erótico y embriagador. Movió la lengua hacia abajo para hacer más espacio y poder acomodar lo mejor, así que pudo alojar una mayor porción dentro de su boca. Con un ligero movimiento el pene se deslizó hacia fuera, solo para volver nuevamente dentro de la cavidad húmeda que lo esperaba ansiosa. El vaivén se repitió varias veces, en cada nueva intromisión se metía un poco más, Natalia hacía más espacio y cada vez sentía la boca más llena, y eso hacía que su cuerpo se sintiera más caliente, sus pechos se sentían más pesados, sus pezones estaban más duros y de su vagina no dejaban de emanar abundantes jugos que mojaban incluso la parte externa de su sexo.

David estaba punto de enloquecer por el placer. El calor se hacía cada vez mayor, mientras sentía aquella boca húmeda y cálida envolver casi por completo su masculinidad, acariciándolo en delicadas succiones en las que participaba no solo las mejillas sino también la lengua y el paladar. Natalia era una aprendiz aventajada, pues su instinto natural sensual la guiaba.

El estado de excitación del hombre aumentó cuando se dio cuenta de que aquella actividad no solamente lo estimulaba a él, sino también a ella. La mujer movía la cabeza cada vez más rápido, haciendo que sus succiones fueran más profundas y más ágiles. Escuchó unos deleitables gemidos emerger de la garganta de la joven mientras que una de las manos de la muchacha empezó a recorrer sus propios pechos por encima de la bata que todavía tenía puesta. De repente ella desanudo el cinturón de la bata y la abrió para llevar su mano hacia su propio sexo. Desde arriba pudo vislumbrar cómo puso sus dedos sobre su pubis y los internó en la preciosa ranura para acariciarse mientras todavía lo sostenía a él con su boca.

Eso era más de lo que él podía soportar, en unos instantes más terminaría por explotar. Así que en un presto movimiento saco su pene de la boca de la joven, la tomó por los hombros y la hizo poner de pie.

—¿Qué sucede? —preguntó Natalia al verse privada de tanto placer.

—Esto… Puede ir más allá… Puede ser mutuo…

Natalia no entendía lo que le decía David. Solo sintió que él deslizaba la prenda por sus hombros y la dejaba caer al suelo exponiendo su preciosa desnudez ante. Por primera vez los dos quedaron totalmente desnudos, uno frente al otro, con los cuerpos excitados. Natalia tuvo unas enormes ganas de echar sus brazos al cuello de David y pegar su torso contra de él, sentir el cuerpo cálido y masculino contra el propio para entregarse al deleite de la pasión.

Sin embargo no fue eso lo que ocurrió.

El joven levantó en sus brazos a Natalia y caminó unos pocos pasos hasta llegar al sofá en uno de los extremos de la habitación. Allí se recostó con ella en su regazo. Enseguida, en un ágil movimiento, maniobró para que ella quedara acostada sobre él, con su cabeza frente su miembro a la vez que él quedaba con su boca ante el sexo de la muchacha.

Natalia comprendió lo que se esperaba de ella en cuanto sintió su cuerpo sobre el de David. Era magnífico por fin sentir la piel de él en contacto estrecho con la suyo, sus pechos contra su vientre y frente a sus ojos la masculinidad erecta que esperaba por ser atendida. Sin demorar más, volvió a tomar aquel miembro en su boca para repetir las caricias que había probado unos minutos atrás.

David supo entonces que no tenía que decir nada más. Sentir nuevamente la boca de aquella mujer dándole tanto placer lo instó a dar el mismo tratamiento al cuerpo de la muchacha. Al igual que el día anterior, sus labios se apoderaron de aquellos magníficos pliegues entre los que se escondía el carnoso clítoris y la entrada a su vagina. Nuevamente pasó la lengua de arriba abajo, acariciando los puntos máximos de placer para después adentrarse con la lengua en la cálida caverna de donde no dejaban de emanar jugos. Unió sus labios a la acción, apoderándose de los pliegues sedosos, succionando.

Un largo y profundo gemido salió de la garganta de la mujer al sentir los labios de David sobre su sexo. Era fabuloso dar placer y recibirlo al mismo tiempo. Como el día anterior, aquella boca la recorrió de un lado a otro, enseñándole el placer máximo. Lo único que pudo hacer, fue intensificar las caricias con su boca. Ahora no solamente engullía el miembro sino que también lo recorría con los labios y la lengua, mezclando unas caricias y otras para proporcionar el mismo placer que ella estaba sintiendo.

La consecuencia natural de todo esto era solo una: un potente orgasmo que retumbó en las profundidades de la vagina de Natalia. Las deliciosas contracciones se apoderaron de ella extendiéndose por todo su cuerpo, recorriendo su piel y sus senos. Intensos quejidos de deleite vibraron en su garganta mientras que su pecho se agitaba por las respiraciones entrecortadas.

Eso era más que suficiente para que David perdiera el control por completo. Sintió que su pene empezaba sacudirse con la conocida sensación del clímax. Dirigió su mano hacia el miembro para evitar que su crema cayera directamente sobre el rostro de la muchacha. Y finalmente se entregó al orgasmo más intenso que hubiera sentido en mucho tiempo. Su cuerpo se estremeció por completo con las intensas vibraciones que se extendían por su interior prolongándose por su columna vertebral haciéndole estremecer por completo.

Cuando la calma empezó a regresar al cuerpo de David, notó que Natalia estaba muy quieta. Su cuerpo estaba completamente laxo sobre el de él, su cabeza apoyada sobre uno de sus muslos, y su respiración completamente tranquila. Se dio cuenta de que había cometido el error de entregarse el placer descuidando por completo el profesionalismo que debía tener. No tendría que haber permitido que el clímax alcanzara su cuerpo, no tenía que olvidar que todo aquello era por Natalia y para Natalia, no para él mismo. Rápidamente se levantó del sofá, acomodando a la muchacha sobre él. Caminó ágilmente hacia la mesilla junto al diván donde tomó varias toallas de papel para limpiarse y enseguida vestirse con la ropa que había quedado en el suelo. Una vez cubierta su desnudez, se giró hacia el sofá en donde se dio cuenta que Natalia lo miraba fijamente.

La mujer se preguntaba cómo era posible sentir tanto placer. Si las sensaciones que había descubierto en las sesiones anteriores la habían dejado completamente estupefacta, lo que había experimentado hacía unos minutos la había dejado sencillamente atónita. Todavía sentía retumbar en su cuerpo unas ligeras réplicas de los espasmos que había experimentado, no solamente cuando la boca y la lengua de ese maravilloso hombre la habían colmado de besos y caricias precisamente en la zona más femenina de su cuerpo, sino también cuando había sentido a David tener su orgasmo. Había notado aquel enorme cuerpo masculino vibrar y temblar bajo el de ella alcanzando la cima del deleite como lo había hecho ella. Sintió una enorme satisfacción en su pecho al saber que ella había contribuido en aquel placer.

Eso significaba que le había gustado. También significaba que Natalia no solo sabía recibir placer, sino que también sabía darlo con su mano y con su boca. Ese magnífico cuerpo masculino se había extasiado profundamente con sus besos y sus caricias, y eso la hacía sentir exultante: había logrado darle placer aquel maravilloso hombre, de alguna manera se habían conectado en un fabuloso acto de entrega sensual.

Sin embargo, ese pensamiento se terminó en cuanto él se levantó, la dejó sobre el sofá y se alejó para vestirse nuevamente. Por un segundo Natalia había olvidado que David era un profesional, alguien que estaba allí simplemente para ayudarle con su problema y que su reacción no había tenido nada que ver con algún tipo de emoción propia. Ella misma le había pedido que le enseñara a tocar a un hombre con su boca y sus manos, y él había accedido como parte del tratamiento, no había nada personal en lo que había acabado de suceder entre ambos.

Por supuesto, David había llegado el clímax pues era un hombre, como cualquier hombre que puede sentir placer por un estímulo directo sobre su miembro. Así que no tenía que hacerse ilusiones.

—¿Estás bien? —preguntó él acercándose a ella, al notar que ella lo observaba tan persistentemente. Quizá se sentía un poco avergonzada o cohibida después de lo que había pasado entre ellos. Tenía que mostrarle una actitud completamente impersonal para que no se sintiera refrenada y se diera cuenta que aquello era simplemente parte del tratamiento, no debía permitir que se diera cuenta de las profundas emociones que despertaba en él.

—Sí, estoy bien —dijo ella levantándose del sofá y caminando hacia el biombo tras el cual estaba su ropa. No necesitaba que David le ordenara que se vistiera y se preparara para irse, sabía que tenía que hacerlo pues la sesión había terminado. Para ella había sido algo especial, pero muy seguramente no para él. No podía evitar un ligero dolor en el interior de su pecho al darse cuenta que mientras que esto significaba mucho para ella, era simplemente una más de las actividades de trabajo para David.

Esta vez ella no lo había besado. El hombre sintió unas enormes ganas de correr tras ella y estrecharla en sus brazos para besarla, pues de súbito extrañó aquel gesto que se había hecho habitual. Eso hubiera sido una tremenda tontería. Si en realidad no quería delatarse, tenía que mantener su actitud distante.

—Adiós, David. Nos veremos en la próxima sesión —dijo ella saliendo tras el biombo completamente vestida y lista para marcharse.

El hombre se ubicó frente a ella y sin poder evitarlo, tomó su rostro entre sus manos, bajo la cabeza hacia ella y la besó.

Fue un beso lento, suave y muy sensual. Los labios de él se movieron contra los de ella mientras las lenguas se encontraban para una sensual danza erótica en la que se demostraban sin palabras lo maravilloso que había sido lo que había sucedido entre ellos.

—Adiós, Natalia —dijo David después del beso.

David la observó marcharse en perfecto silencio mientras se decía que lo que había sucedido entre ellos había cambiado de alguna manera las cosas.

Se mesó los cabellos diciéndose que el beso que le había dado había sido un completo error. Una cosa era que ella lo besara y otra muy distinta que él tomara la iniciativa. Lo que había pasado en esa sesión lo había afectado seriamente, pues había perdido por completo la objetividad y comenzaba a involucrar emociones, y sabía que eso a la larga le traería problemas, muchos problemas.