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La clara luz

Ari Kalu se sentó en la silla de la biblioteca de la casa de los lamas dispuesto a intentar una vez más contactar con Adrián Ripoll y ayudarlo a pasar a la clara luz. Así que empezó a dialogar en alto:

—Ahora entiendo, Adrián Ripoll, lo que te cuesta abandonar este mundo y desapegarte de una vida que ya no es tu vida. Pero has de hacerlo, AR. Has de hacerlo. Escucha con atención mis palabras.

Y Ari Kalu se dispuso a leerle a Adrián Ripoll el siguiente pasaje de la Guía para el viaje de la muerte:

Noble hijo, lo esencial es que reconozcas que ahora se te aparecerán los signos y las características del mundo en el que nacerás. ¡Distingue, pues, el lugar en el que has de nacer y elige con cuidado el mundo! Recuerda:

Si tienes que nacer en el mundo oriental de Purvavideha, verás un lago con una pareja de cisnes. No vayas a él. Recuerda que tienes que dar media vuelta, ya que si naces ahí, serás colmado en abundancia de alegría y de dicha; pero como el Dharma no está extendido, no vayas.

Si tienes que renacer en el mundo del sur, el de Jambudipa, verás palacios magníficos. Si tienes que entrar en un nuevo estado de existencia, entra entonces ahí. Pero si tienes que nacer en el mundo occidental de Aparagodinaya, verás un lago con una yegua y un semental. ¡No vayas, apártate! Es también un continente en el que reina un gran bienestar, pero allí no está extendido el Dharma, no entres en él.

Si tienes que nacer en el mundo septentrional de Uttarakuru, verás un lago con bueyes o adornado con alegres bosques. Reconoce que son esos los signos del país en el que vas a nacer. Pero no entres. Aunque la vida en él sea larga y reine la prosperidad, el Dharma no está extendido allí, no entres en él.

Si has de nacer como dios, verás templos encantadores construidos con piedras preciosas de todas clases. ¡Si te es posible, entra! Si, en cambio, has de nacer como titán, verás un bosquecillo delicioso girando como una rueda de fuego. No entres ahí de ninguna manera. Piensa únicamente en dar media vuelta.

Si has de nacer como animal, verás cavernas y precipicios como a través de una espesa niebla. Tampoco entres. Pero si has de nacer como espíritu ávido, verás troncos de árboles negros, cavernas derrumbadas y extensiones sombrías. Tendrás entonces que padecer toda clase de sufrimientos debidos al hambre y a la sed. No vayas allí en ningún caso. Persevera con constancia.

Si has de nacer en el infierno, oirás melodías entonadas por quienes tienen un mal karma. Te sentirás obligado a ir allí a pesar tuyo o creerás cruzar sombrías regiones o tierras rojas y tendrás que caminar por senderos negros llenos de agujeros negros. Si vas allí, caerás al infierno, tendrás que padecer en él los males insoportables del calor y del frío y no tendrás forma de salir de él. Por eso no tienes que meterte en medio de todo eso. En ningún caso deberás penetrar ahí. Ten cuidado. Después de cerrar la puerta de la matriz, recuerda que tienes que dar media vuelta. Hazlo así ahora mismo.

Noble hijo, recuerda que, aunque no quieras ir ahí, te sentirás empujado a pesar de todo por las furias, es decir, por tus malos actos. Te creerás perseguido por detrás por las tinieblas, por furiosos estruendos, gritos de guerra, tormentas de nieve y granizo y borrascas de viento. Querrás huir a causa de tu angustia y te ocultarás en palacios, en grutas o en lo más hondo de los bosques. Te dará miedo salir de tu escondite y pensarás: «No puedo irme de aquí». Y a causa de tu temor a salir te aficionarás a tu escondite, te dará miedo hacer frente al exterior, a todos los espantos del bardo… Y tomarás un mal nacimiento.

Noble hijo, no olvides para ese momento preciso invocar a tus deidades o a tus figuras protectoras. Su gracia y su compasión te liberarán de esas furias y tendrás la fuerza suficiente para cerrar la matriz.

Noble hijo, si la influencia de tus actos te obliga a tener que entrar en la matriz, te voy a dar otra instrucción para elegir la puerta de la matriz. ¡Escucha! Cualquiera que sea la matriz que se te aparezca, ¡no entres en ella! Si llegan las furias y no puedes evitar ir hacia la matriz, medita sobre una deidad o un protector de tu elección.

Adrián Ripoll se sorprendió cuando su pensamiento eligió rápidamente a Ari Kalu como protector. «¿Me estoy volviendo yo también loco, como este excéntrico?», murmuró. Pero no veía otra elección. Su miedo, su angustia y su espanto… su ira… esas visiones de individuos que lo perseguían o de seres queridos que no podía alcanzar por uno u otro motivo… Todo eso estaba ahí, y la única persona que parecía saberlo era aquel monje. Y, lo que todavía era más importante, la única persona que parecía saber cómo salir de todo aquel lío era también él.

En cuanto aceptó a Ari Kalu como protector, las palabras del monje adquirieron otro sonido y Adrián Ripoll las empezó a escuchar de otra manera. Ya no luchaba contra ellas, ya no las cuestionaba. Las aceptaba.

—Elige con discernimiento adónde quieres ir. Con tu don de clarividencia puedes verlo. Por eso, en cualquier forma que las visiones se te aparezcan, ¡no te aferres a ellas!

Tenía razón aquel monje. Ahora era capaz de verlo. La casa donde había compartido la vida con Diana y Sara apareció de nuevo. Volver allí era tentador. Pero sabía que esa ya no era su vida y que si se dejaba atraer de nuevo por el apego quedaría atrapado como una mosca en un tarro de miel, como decía Ari Kalu, y sin ni siquiera poder disfrutar del banquete…

—Refuerza tu clarividencia con la respiración. Respira como lo hacía Buda: «Inspiro sufrimiento y espiro compasión». Visualiza muchas pequeñas luces blancas que entran con cada inspiración y cómo estas se convierten en luz radiante a la altura del corazón y salen al mundo con la espiración cargadas de compasión.

Adrián Ripoll empezó a respirar de esa manera: inspiró sufrimiento y espiró compasión una y otra vez… hasta que la visión que surgió fue la del encuentro con Ferran. Y apareció también la ira. Siguió respirando de esta forma, mientras Ari Kalu sonaba a lo lejos:

—Dale la victoria a tu enemigo: «Inspiro desgracias y sufrimiento y espiro compasión». Esa es la respiración de Buda. La que te ayudará a encontrar la matriz adecuada.

Adrián Ripoll permitió que la voz de Ari Kalu resonara de nuevo en su interior: «Victoria, felicidad y éxitos para los demás. Desgracias, sufrimiento y derrota para mí».

Ahora Ari Kalu leía:

No muestres ni atracción ni repulsión. En cuanto se te aparezca una puerta de matriz pura, no sientas ninguna atracción, y en cuanto veas una puerta impura no sientas ninguna aversión. Sin apoderarte de lo bueno y sin rechazar lo malo, tienes que permanecer en la gran ecuanimidad desprovista de afectos y aversiones. Si no puedes liberarte del apego y la aversión, toma refugio en Buda, en el Dharma y en la shanga… Deja de odiar o de amar a tus allegados que dejaste tras de ti y a todos tus seres queridos. Eso no te ha de ayudar. Ahora entra en la luz azul del mundo de los humanos o en la luz blanca del mundo de los dioses.

Concentrado en estos pensamientos, entra en la matriz, ¡entra en la matriz! OM MANI PEDME HUM.

Adrián Ripoll dejó de sentir ansiedad, le sorprendía la liberación que surgía dentro de él al reconocerse en el estado intermedio del bardo… Eligió la puerta por la que iba a entrar… La tenue luz del mundo de los humanos lo iba envolviendo mientras Ari Kalu seguía recitando la plegaria de los desasistidos:

Os lo ruego, rescatad a Adrián Ripoll de los peligrosos y estrechos pasadizos del estado intermedio y conducidlo hacia las tierras puras.

Cuando la realidad retumbe como mil truenos, ¡que todo se transforme en el eco! OM MANI PEDME HUM. Como el hielo se disuelve en el agua, así las apariencias se disuelven en el espacio… sin nacimiento… sin cesación… sin lugar de residencia. OM MANI PEDME HUM. Que gracias a esta práctica, Adrián Ripoll y los demás seres desasistidos que vagan por los estrechos y oscuros pasadizos del bardo puedan al fin alcanzar las tierras puras.

Adrián Ripoll se dejó abrigar por la suave luz azul. Volvía al mundo de los humanos y lo hacía despierto.