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De nuevo en la casa del lama
Ari Kalu se dirigió una vez más a la casa del lama tras su nuevo encuentro con Adrián Ripoll. Necesitaba que le ayudara a entender lo ocurrido.
En el jardín de la casa, el lama cuidaba sus plantas con esmero. Recibió a Kalu sonriente. El pequeño monje tuvo la sensación de que el maestro esperaba su llegada. Sin más rodeos, Kalu le preguntó:
—Pero, lama, ¿en qué estado se encuentra? ¿Vivo o muerto?
El lama dejó por un momento el tallo del rosal que estaba podando con reverencioso cuidado para mirar fijamente a su discípulo y decirle:
—Tal como un bailarín que cambia de postura es visto de otra manera, ya que no permanece estable, así mismo, cuando la conciencia cambia de forma, no se puede considerar la misma. Decir que algo cambiante es lo mismo, único e inalterable, eso nunca se ha visto u oído antes. ¿Está vivo o está muerto? Yo llamo vida a la sucesión de las muertes. Él está en un bardo, en un estado intermedio. En aquello que tiene principio y fin después de la muerte. Tienes cuarenta y nueve días.
»Una vez que reconozca que está muerto, ese hombre tendrá posibilidades de encontrar la clara luz. Tienes que conseguir que vuelva a ti y se dé cuenta de ello.
Mientras mantenían este diálogo se escuchó a lo lejos el sonido del gong que avisaba del comienzo de la meditación en el templo.
El lama se levantó sobresaltado.
—Pero… ¡vamos, Ari Kalu, es la hora de la práctica! El gong nos ayuda a clarificar… a pasar de un estado intermedio a otro. Gracias al sonido del gong tomo conciencia de que hemos pasado juntos del bardo de la reflexión al de la meditación. Y de esa forma no nos quedamos vagando perdidos en un mar de pensamientos. Vamos allá.
Ari Kalu pensó que su plegaria tendría que actuar como ese gong para rescatar a Adrián Ripoll de los oscuros y resbaladizos pasadizos del bardo.