Capítulo 17



Washington, 07:27 (10 horas, 32 minutos, 38 segundos para la explosión)

 

Todo sucedió tan rápido que hubiera sido imposible de relatar por los protagonistas que presenciaron el caos que se formó de manera inesperada.

Julie continuaba derramando lágrimas, Danielle se había levantado de su asiento de forma impulsiva para consolar a la que durante aquella madrugada se había convertido en su ángel de la guarda.

Al quitarse la joven de enfrente de la pantalla, la agente pudo ver con el rabillo de su ojo derecho, en el reflejo de la misma, cómo alguien las apuntaba con un arma desde la puerta de entrada del negocio. 

Julie no lo pensó ni un solo instante y propinó un empujón a la quinceañera que hizo que se estampara contra la pared, haciendo que cayera de bruces al suelo. Con un rápido movimiento de piernas consiguió impulsarse hacia atrás a tiempo para poder esquivar la bala que pasó apenas a unos centímetros de su cara.

Aprovechó el desconcierto y los gritos que se generaron tras la detonación para rodar por el suelo en repetidas ocasiones y meterse debajo de la mesa que había un par de metros en dirección al centro del local. Movió con rapidez su brazo y extrajo el arma de su sobaquera. Comprobó con un fugaz vistazo cómo Danielle se dolía del brazo en el suelo, aunque parecía encontrarse bien. Tuvo suerte de caer en un punto muerto donde, en un principio, la persona que las había agredido no tenía oportunidad de hacer blanco.

Al menos si no se movía.

Y si lo hacía ella estaba preparada para meterle un balazo en la sesera.

Miró a través de la maraña de cables para intentar localizar a su agresor. Las pocas personas que en ese momento estaban dentro del local, en su mayoría extranjeros, se habían tirado al suelo con las manos en la cabeza. Otros se habían agachado con las manos en idéntica posición.

Todos estaban con los nervios a flor de piel.

Localizó el par de piernas que le interesaba. Las únicas que permanecían de pie.

Tenía la suerte de encontrarse en un local infestado de mesas para ordenador, eso lo convertía en un sinfín de oportunidades para no ser encontradas tan fácilmente. Julie contó al menos unas treinta. Si se movían de la forma adecuada, tendrían una oportunidad enorme de salir de aquello con vida.

Dudó que el dependiente tuviera una alarma silenciosa, por lo que confió en la suerte que sólo su destreza podía otorgarle en esos momentos.

Lo primero que hizo fue mirar hacia la posición de Danielle. Estaba oculta bajo la silla. Le indicó con la mirada que siguiera el camino recto a gatas hasta juntarse con ella. Necesitaba que en todo momento estuviera a su lado para poder protegerla.

En aquellos momentos no dudaba en hacerlo con su vida si hiciera falta.

Julie sintió un subidón de adrenalina extra al que ya de por sí confería la situación. El hecho de haber visto el nombre de su madre en ese papel, había despertado en ella un sentimiento de deseo de conocer la verdad que no había experimentado desde hacía ya varios años. 

Necesitaba salir de esa para averiguar todo lo que pudiera acerca de esa comisión que se formó para descifrar el mensaje de Kryptos. No sabía de qué manera, pero todo estaba relacionado y tenía que juntar las piezas del puzzle para ver cómo, de qué manera.

Danielle hizo lo indicado mediante gestos por la agente. En apenas unos segundos se encontraba junto a la persona que había vuelto a salvarle la vida. Ya había perdido la cuenta de las veces en una sola noche. Y las que posiblemente quedaban.

Se escuchaba un grito, provenía de una chica que estaba tirada en el suelo, un par de fílas de mesas más allá.

Julie guiñó un ojo a Danielle para que la siguiera. Sabía que si se quedaba quieta en ese lugar se acabarían convirtiendo en blancos relativamente fáciles para el hombre del arma. Además, para colmo de males había comenzado a andar hasta su posición. Eso sí, muy despacio, por suerte.

La agente no dudó y comenzó a gatear con el arma en la mano asegurándose de que la joven la seguía. No era una tarea fácil, todo estaba lleno de cables de los equipos y eso hacía que fuera algo más complicado el poder moverse sin llamar la atención. A pesar de lo peliagudo, Julie no pudo evitar que su mente recordara una escena de la película Misión Imposible. Película que odiaba, por cierto.

No había perdido las piernas de vista. Seguían avanzando despacio hacia ellas. Casi con toda seguridad su agresor sospechaba que hubieran cambiado de posición y que pudieran sorprenderlo en cualquier momento.

No se equivocaba. Esa era la intención de la agente.

Ambas se colocaron al lado de un joven de origen indio que agarraba fuerte su cabeza con sus brazos. Este levantó su cabeza por unos instantes y miró a Julie con auténticos ojos de pánico.

Esta movió sus labios de la misma forma que lo haría con un dedo sobre ellos, pidiéndole silencio. El joven asintió asustado, sólo quería seguir vivo pasara lo que pasase.

Apenas un par de metros separaban a las chicas del hombre del arma.

De repente las piernas dejaron de andar. Julie sintió un incómodo sudor frío recorriéndole la espalda. ¿Acaso aquel hijo de puta había descubierto su posición?

Se quedó quieta como una estatua del solo pensamiento de lo que aquello supondría. Si él se abalanzaba hacia ellas a toda prisa, en la posición en la que se encontraban en esos instantes, no tendrían posibilidad contra él. Se encontraban en clara desventaja.

Su tensión decreció al comprobar que éste volvía a andar en busca de la posición inicial en la que ellas se encontraban.

«Joder, este tío es subnormal»

Julie pensó que el desconcierto que le generaría el no encontrarlas ahí, sería su mejor arma, por lo que apretó el paso en su gateo. Danielle tuvo que hacer lo mismo al ver como la agente se movía más rápido.

La primera se colocó debajo de la última mesa de la fila, la más pegada a la pared, la que le daría la oportunidad de tener a tiro a ese maldito cabrón. Aunque su idea principal era capturarlo, a poder ser, vivo.

Necesitaba que respondiera unas preguntas, no dejaría que ocurriera lo mismo que en el avión.

Julie ya tenía a tiro a su agresor, este acababa de llegar hasta el ordenador en el que habían estado trabajando y su cara era todo un poema al no encontrar allí a nadie. Tan solo estaba el papel que habían impreso tirado en el suelo.

La agente pensó que en el fondo aquél desgraciado era un simple chapuzas al que le habían dado un arma, eso le hizo dudar de quién se encontraba tras esos ataques. No parecía un asesino profesional.

De repente Danielle golpeó sin querer con su pie una de las mesas. Un leve sonido fue emitido, pero fue suficiente para que el hombre se girara sobre sí mismo con rapidez y disparar sin pensar hacia la fuente de ese ruido.

La bala pasó rozando el muslo izquierdo de Julie, que no dudó en reaccionar cuando su compañera desde aquella noche cometió ese grave error. Un nuevo impulso hacia el lado evitó que continuara en la línea de disparo de aquel desgraciado. Comprobó por el dolor que sintió en el muslo que la bala le había desgarrado algo de carne al pasar tan pegada a su pierna, pero por suerte tan solo era una herida superficial. Vio horrorizada que durante ese segundo que había perdido al desplazarse, el malhechor había localizado visualmente a Danielle y la tenía a tiro.

Completamente a su merced.

Aunque iba en contra de lo que en un principio quería levantó el arma y la dirigió hacia aquél hombre, eran ellas o él. Tensó el martillo de su arma y apuntó con ambos ojos bien abiertos. Al contrario de lo que muchos pudieran pensar, esa era la forma adecuada de hacerlo, no con un ojo cerrado como se mostraba en películas.

No dudó y en una fracción de segundo hizo que encima del teclado en el que hacía tan solo unos instantes había estado la muchacha trabajando, cayeran trozos de materia gris que habían salido de la cabeza de su agresor.

Éste cayó de manera fulminante al suelo doblando sus rodillas hacia fuera.

Un nuevo chillido se escuchó dentro de la sala. A Julie le dolía la pierna, pero sabía que disponían apenas de unos segundos para salir de allí a toda velocidad. Se acercó hasta Danielle y le dio la mano para que se levantara. No guardó su arma, nadie podía asegurarle que fuera no hubiera otro tipo haciendo guardia.

Al levantarse, Dannie se soltó de su mano para sorpresa de ésta, no entendía qué hacía. Enseguida lo comprendió cuando la vio pasar al lado del cadáver del hombre y, con cuidado de no pisar la sangre del charco que se había formado, se agachó y recogió el folio que habían impreso.

La agente se quedó sin aliento al comprobar cómo la chica esa parecía estar hecha de otra pasta, cualquiera estaría ya traumatizado de por vida, pero Danielle no. Un nuevo pensamiento que trató de sacar enseguida de su mente le golpeó a traición. 

«Tiene quince años, es menor de edad», pensó de nuevo.

Una vez la adolescente se hubo hecho con el papel, se acercó de nuevo a Julie, que sin pensarlo se encaminó hacia la salida.

Con un movimiento de su mano libre indicó a Danielle que esperara, necesitaba asegurarse de que todo estaba despejado. Sacó su cabeza con cuidado, no solo estaba el peligro de que hubiera otro asesino, algún vecino podría haber alertado a la policía ante las detonaciones y eso no haría otra cosa que entorpecer el escaso tiempo que les quedaba.

Fuera no había nadie, ni siquiera parecía que ninguna persona se hubiera puesto nerviosa ante lo que acababa de suceder dentro. Quizá y de manera milagrosa nadie lo hubiera oído.

Mejor.

Entró de nuevo para agarrar a Danielle de la mano y comenzar con su huida. 

Necesitaba responder a ciertas preguntas. Sabía de sobra al lugar al que debía de dirigirse sin perder ni un minuto más.