Epílogo

Clay llevaba a Whitney de la mano y ambos marchaban detrás de Allie, que empujaba el carrito de la compra en el Piggly Wiggly. Sentía los ojos de Beth Ann fijos en ellos desde que entraron y la había oído hablar con Polly, la chica que trabajaba en la charcutería al lado de la panadería. No sabía lo que podían estar hablando, pero no le importaba. Hacía seis meses que se había casado con Allie y habían sido los mejores seis meses de su vida. Aunque veían a Beth Ann en la iglesia todos los domingos, no había hablado con ella, no la echaba de menos lo más mínimo. Pero ella siempre mostraba alguna reacción al verlos.

—Papá, ¿puedo tomar un donut?

Clay miró a la niña que lo había conquistado sin remedio en las primeras semanas de convivencia.

—Creo que no —dijo—. Has comido helado antes y es casi la hora de cenar.

—¿Y si sólo me como medio o lo guardo para mañana? —preguntó ella.

Clay sabía que debía negarse, pero ella le dedicaba la sonrisa de hoyuelos a la que él no se podía resistir.

—¿Por favor, papá?

—Haz caso a tu padre —dijo Allie, distraída con las compras. Pero Clay había sucumbido ya.

—Vale. Si lo guardas.

Allie movió la cabeza con una risita.

—¡Quién iba a pensar que serías tan blando!

—¿Tú? —él la atrajo hacia sí y le dio un beso.

Ella estaba más que dispuesta a tener otro hijo, sobre todo porque había decidido quedarse en casa un tiempo. Pero era él el que había decidido esperar para que Whitney pudiera tener un año entero a solas con ellos.

—Tienes que dejar de malcriarla —musitó Allie.

—Tú busca la leche y los huevos y nos vemos en la caja —ofreció él, para que ella no tuviera que acompañarlos a la panadería.

Allie frunció el ceño.

—Vale, pero no dejes que Beth Ann envenene el donut —murmuró.

Clay le sonrió y se alejó con Whitney hacia la vitrina donde estaban los pasteles y los donuts.

Cuando Beth Ann los vio acercarse, dejó de murmurar y se enderezó. También se había desabrochado los dos botones superiores del uniforme.

A Clay no le costó nada ignorar su escote. Se acuclilló delante del cristal, más interesado en disfrutar del entusiasmo de Whitney.

—¿Cuál quieres?

—El largo. El del azúcar marrón.

—Un donut de arce —dijo él, incorporándose.

Beth Ann metió la mano en la vitrina y sacó lo que le pedían. Pero cuando él intentó tomarlo, ella no lo soltó.

—¿Cómo estás? —preguntó.

—Muy bien. ¿Y tú?

Ella sonrió.

—Me han dicho que los padres de Allie están viviendo en Jackson.

—Así es.

—Me alegro de que se reconciliaran.

—Nosotros también.

Ella chasqueó los labios nerviosa.

—¿A qué se dedica el jefe McCormick ahora?

Clay tomó al fin la bolsa marrón y se la dio a Whitney.

—Se encarga de la seguridad de una compañía importante de allí. Le gusta.

—¿Y su esposa?

—Da clases de piano.

—Eso suena ideal.

—Parece que les va bien —empezó a alejarse, pero ella volvió a hablar, como si no pudiera soportar verlo marchar.

—¿Y cómo está tu madre?

Irene estaba bastante bien, teniendo en cuenta el disgusto que se había llevado cuando el padre de Allie se había reconciliado con su madre y se habían marchado de allí.

—Está ocupada.

—La veo de vez en cuando en la boutique —Beth Ann le sonrió—. Y me alegro de verte.

—Cuídate.

Clay se volvió, pero Whitney y él no habían andado ni dos metros cuando Allie les salió al encuentro. La expresión de su cara indicaba que algo no iba bien.

—¿Qué ocurre? —preguntó él.

Ella tiró de él para alejarlo más de Beth Ann y bajó la voz.

—Acaba de llamar Grace.

—¿Y qué ha dicho?

Allie lo miró con los ojos llenos de preocupación.

—Han encontrado el coche de Barker en la cantera.

* * *