En su despacho, el teniente Digger tomó una ficha y leyó en voz alta:
—Frank Mac Kenna, treinta años, hijo de padres irlandeses. Hasta los veintinueve años profesional del boxeo, pesos máximos. Apartado del deporte al entrar al servicio de Stephen Bierce como guardaespaldas. Sin antecedentes penales. Se le considera peligroso. Señas particulares: Ojos grises cabello negro…
De repente, calló y tiró la ficha sobre la mesa con ademán cansado. El sargento Carr se rascó el cogote. Con su voz de bajo gruñó:
—¿Espera sacar algo de ese tipo, teniente?
—Tal vez.
—Nunca delatará a Bierce estando a su servicio. ¿Qué le hace pensar que se ponga de nuestra parte?