II
Caballeriza vacía.
Matías (ilumina la caballeriza, tiene una pistola en la mano). - ¡Arriba las manos si hay alguien aquí adentro!
Macheath (entra y recorre el proscenio felinamente).- ¿Y, hay alguien?
Matías. - Ni un alma. Aquí podremos festejar el casamiento tranquilamente.
Polly (entra vestida de novia).- ¡Pero esto es una caballeriza!
Macheath. - Espera, Polly, siéntate un momento en el pesebre. (Dirigiéndose al público.) En esta caballeriza se celebrará hoy mi casamiento con la señorita Peachum, que por amor me ha seguido hasta aquí, para compartir conmigo, de ahora en adelante, los azares de mi vida.
Matías. - Muchos habitantes de Londres dirán que el haberle arrebatado su única hija al señor Peachum ha sido la más grande de tus hazañas.
Macheath. - ¿Quién es el señor Peachum?
Matías. - El, por su cuenta, te dirá que es el hombre más pobre de Londres.
Polly. - ¿Pero no querrás celebrar aquí nuestro casamiento, Mac? Esta es una vulgar caballeriza. No puedes hacer venir aquí al señor pastor. ¡Y ni siquiera es nuestra! De veras, Mac, no deberíamos comenzar nuestra nueva existencia con una violación de domicilio. Justamente hoy, ¡el día más hermoso de nuestra vida!
Macheath. - Querida niña, todo se hará como tú lo deseas. Tu pie no tropezará con ninguna piedra. Ya van a traer todo lo necesario.
Matías.- Aquí llegan los muebles.
Se oyen llegar pesados carros; entra una media docena de personas, llevando alfombras, muebles, vajilla, etc., con lo que convierten la caballeriza en un ambiente de exagerada elegancia (1).
Macheath. - ¡ Porquerías!
Los recién llegados dejan los regalos a la izquierda, felicitan a la esposa e informan al esposo (2).
Jacobo. - ¡ Felicitaciones! En el 14 de Ginger Street había gente en el primer piso. Tuvimos que prender un fueguito para hacerlos salir.
Roberto (alias Serrucho). - ¡Felicitaciones! En el Strand reventó un policía.
Macheath. - ¡Aficionados!
Ede. - Se hizo lo que se pudo; pero fue imposible salvar a tres personas en el West End. ¡Felicitaciones!
Macheath. - Aficionados. Chapuceros.
Jimmy. - Un señor anciano recibió algo. Pero nada serio, supongo. ¡Felicitaciones!
Macheath. - Mi orden era terminante: evitar a toda costa derramamiento de sangre. Me pongo de mal humor sólo al pensarlo. ¡Jamás serán hombres de negocios! ¡Caníbales sí, pero no gente de negocios!
Walter (alias Sauce Llorón). - ¡Felicitaciones! Este clavicordio, señora mía, hace apenas media hora pertenecía a la duquesa de Somersetshire.
Polly. - ¿Qué muebles son éstos?
Macheath. - ¿Te gustan los muebles, Polly?
Polly (llora).-¡Toda esa pobre gente por estos pocos muebles!
Macheath.- ¡Y qué muebles! ¡Porquerías! Tienes toda la razón del mundo de estar enojada. Un clavicordio de palo de rosa y un sofá renacimiento. ¡Imperdonable! ¿Y una mesa? ¿Ni siquiera hay una mesa?
Walter. - ¿Una mesa?
Ponen algunos tablones sobre los pesebres.
Polly. - ¡ Oh, Mac, qué desdichada soy! Que al menos no venga el señor pastor.
Matías. - Sí que vendrá. Le hemos descrito el camino con gran precisión.
Walter (trayendo hacia adelante la mesa). - ¡ La mesa!
Macheath (viendo llorar a Polly). - Mi esposa está fuera de sí. ¿Dónde están las sillas? ¡Un clavicordio y nada de sillas! Son incapaces de pensar. ¡Al menos la única vez que celebro mi casamiento! ¡Cállate, Sauce Llorón! ¿Cuántas veces ocurre, me pregunto, que yo les haga un encargo? Desde el comienzo están haciendo desdichada a mi esposa.
Ede. - Querida Polly…
Macheath (de un manotón le hace volar el sombrero de la cabeza (3)). - ¡"Querida Polly"! ¡Te empujaré la cabeza hasta las tripas si vuelves a repetir eso de "Querida Polly", salpicón de barro! ¿Alguna vez se ha oído cosa semejante? ¡"Querida Polly"! ¿Alguna vez te acostaste con ella?
Polly. - Pero, Mac…
Ede. - Te juro…
Walter. - Estimada señora, si faltasen algunas piezas del ajuar, no dude que…
Macheath. - Un clavicordio de palo de rosa y ninguna silla. (Ríe.) ¿Qué dice de esto mi mujercita?
Polly. - Si eso fuera lo peor.
Macheath (áspero). - ¡Cortar las patas del clavicordio! ¡Rápido! ¡Rápido!
Cuatro hombres serruchan las patas del clavicordio y cantan:
Bill Lawgen y Mary Syer
son al fin marido y mujer.
Y hasta ayer, en que fueron al civil,
ella de él nada pudo conocer,
mientras Bill de su Mary el nombre preguntó.
¡Viva!
Walter. - Y así, gentil señora, el clavicordio se convierte en asiento.
Macheath. - ¿Y ahora podría pedirles a los caballeros que se quitasen esos trapos mugrientos y se vistiesen decentemente? Al fin de cuentas, éste no es una matrimonio cualquiera. ¿Y tú, Polly, podrías hacerte cargo de las viandas que contienen esas cestas?
Polly. - ¿Es la comida nupcial? ¿Todo robado, Mac?
Macheath. - Por supuesto, por supuesto.
Polly. - ¿Y qué harás si llaman a la puerta y entra la policía?
Macheath. - En tal caso, ya verás lo que hace tu marido.
Matías. - Hoy es absolutamente imposible que eso ocurra. Toda la policía a caballo está en Daventry. El viernes escoltarán a la reina hasta Londres, para la coronación.
Polly.- ¡Dos cuchillos y catorce tenedores!
Macheath.- ¡Qué mal han trabajado! ¡Esto es cosa de principiantes, no de gente madura! ¿No tienen idea de lo que es un estilo? Hay que saber distinguir el Chippendale del Louis Quatorze.
Vuelve la banda, cuyos miembros visten ahora elegantes trajes de noche; pero, por desgracia, su comportamiento no está de acuerdo con su vestimenta.
Walter. - Lo que queríamos era traer los objetos de mayor precio. Mira un poco qué madera. Material de primer orden.
Matías. - ¡Chist! ¡Chist! Permítame, capitán…
Macheath, - Polly, ven aquí.
La pareja asume la actitud propia de quienes van a recibir las felicitaciones de los circunstantes.
Matías. - Permítame, capitán, que en el día más hermoso de su vida, en pleno florecimiento de su carrera; quiero decir, en esta circunstancia decisiva, permítame que nosotros le ofrezcamos los más cordiales y los más intensos deseos de felicidad, y todo lo demás. Dios mío, qué asco este tono solemne. Bueno, en una palabra (estrecha la mano de Mac), ¡alta la frente, viejo!
Macheath. - Gracias, Matías; es muy simpático de tu parte.
Matías (estrechando la mano de Polly, después de haber abrazado conmovido a Mac). - ¡Es la voz del corazón! Bueno, entonces, siempre alta la frente, viejo; quiero decir (guiñando), alta la frente y… también alguna otra cosita.
Los invitados rugen de entusiasmo. De pronto, Mac, con un golpe fulminante, acuesta a Matías en el suelo.
Macheath. - Cierra el pico, estúpido. Guarda tus porquerías para esa cochina de Kitty.
Polly. - No seas ordinario, Mac.
Matías. - Bueno, protesto por llamar cochina a Kitty. (Se levanta con esfuerzo.)
Macheath. - ¿Conque protestas?
Matías.- Y para que lo sepas, ante ella jamás digo porquerías: la estimo demasiado. Pero eso no podrás entenderlo nunca, porque tú sí que eres incapaz de hablar sin decir porquerías. ¿Crees que Lucy no me ha contado lo que le dijiste a ella? Comparado con eso, yo soy todo un caballero.
Mac mira a Matías fijamente.
Jacobo.-Vamos, vamos; no agüemos la fiesta. (Se lleva consigo a Matías.)
Macheath. - Lindo casamiento, ¿verdad, Polly? Gente de esta catadura tienes que ver a tu alrededor en el día de tu matrimonio. Dime la verdad, jamás hubieses esperado que tu marido fuese plantado así por sus amigos. ¡ Mira y aprende!
Polly. - A mí me divierten mucho.
Roberto. - Tonterías, no es cuestión de dejarte plantado. Una divergencia de opiniones siempre debe admitirse. Su Kitty vale tanto como cualquier otra. Bueno, y ahora, Moneda Falsa, venga tu regalo de bodas.
Todos. - Sí, pronto, pronto.
Matías (ofendido). - Aquí está.
Polly.- ¡Oh, un regalo de bodas! Usted es muy gentil, querido señor Moneda Falsa. Mira, Mac, qué hermoso camisón.
Matías.- ¿Acaso también esto es una obscenidad; eh, capitán?
Macheath. - Está bien, está bien; no tenía intención de ofenderte en este solemne día.
Walter. - ¿Y qué me dicen de esto? ¡ Chippendale! (desenvuelve un gigantesco reloj a péndulo, Chippendale.)
Macheath. - ¡Louis Quatorze!
Polly. - ¡Maravilloso! ¡Qué belleza! Me siento tan feliz que no encuentro palabras para agradecerles. Son todos tan corteses. Qué pecado no tener una casa para todo esto, ¿verdad, Mac?
Macheath. - Considéralo un comienzo. Todos los comienzos son difíciles. Te agradezco mucho, Walter. Y ahora saquen estas cosas de aquí. ¡A comer!
Jacobo (mientras los demás tienden la mesa). - No pude traer nada… (A Polly, con empeño.) Créame, joven señora, me resulta muy desagradable…
Polly. -. Querido señor Ganzúa, no tiene ninguna importancia.
Jacobo. - Todos los otros la colman de regalos, y yo con las manos vacías. ¡Póngase en mi lugar! Así me pasa siempre. Podría contarle tantas cosas parecidas… Es para no creerlo. El otro día, por ejemplo, me encuentro con Jenny, la de los bodegones, y le digo: "Bueno, vieja puerca…" (de pronto advierte que Mac está detrás de él, y desaparece sin decir palabra.)
Macheath (conduce a Polly a su asiento). - Esta es la mejor comida que podrías probar en un día como éste, Polly. Siéntate. (Todos se sientan a la mesa (4).)
Ede (indicando los platos). - ¡Lindos platos! ¡Hotel Savoy!
Jacobo. - Los huevos a la mayonesa son de Selfridge. Había también un tarro de pasta de hígado de ganso; pero Jimmy se la comió por el camino, porque tenía un agujero…
Walter. - Entre gente fina no se habla de agujeros.
Jimmy. - ¡No te tragues así los huevos, Ede, en una ocasión como ésta!
Macheath. - ¿No hay nadie que cante algo? ¿Algo divertido?
Matías (estallando en una carcajada que lo hace atragantar).- ¿Divertido? ¡Qué palabra primorosa! (Ante la mirada aniquiladora de Mac, vuelve a sentarse cohibido.)
Macheath (de un manotón le hace caer el plato a uno). - Hubiese querido que no se empezase a comer en seguida. Cuánto más me hubiese gustado que, en lugar de asaltar la mesa y meter de inmediato los hocicos en las fuentes, se hubiese preparado algo solemne. En un día como éste, la gente siempre prepara algo solemne.
Jacobo. - ¿Por ejemplo?
Macheath. - ¿Es que tengo que inventarlo todo? No les pido que me canten una ópera. Pero algo, algo que no fuese solamente llenarse las tripas y decir porquerías; algo podrían haber preparado. Bueno, en un día como éste uno se da cuenta qué puede esperar de sus amigos.
Polly. - Este salmón es excelente, Mac.
Ede. - Sí, estoy seguro que jamás ha probado usted cosa semejante. En lo de Mackie Navaja ésta es comida de todos los días. Usted se ha acostado en un lecho de rosas, estimada señora. Siempre lo he dicho: Mac es el marido ideal para una chica ambiciosa. Ayer mismo se lo decía a Lucy.
Polly. - ¿Lucy? ¿Quién es Lucy, Mac?
Jacobo (embarazado). - ¿Lucy? Ah… eso no tiene ninguna importancia.
Matías, poniéndose de pie a espaldas de Polly, hace grandes gestos para hacer callar a Jacobo.
Polly (que advierte la maniobra de Matías). - ¿Qué le ocurre? ¿Desea algo? ¿Qué es lo que usted quería decir, señor Jacobo?
Jacobo. - Oh, nada, nada… En realidad, no quería decir nada. Sólo iba a meter la pata, ni más ni menos.
Macheath. - ¿Qué tienes en la mano, Jacobo?
Jacobo. - Un cuchillo, capitán.
Macheath. - ¿Y qué tienes en el plato?
Jacobo. - Una trucha, capitán.
Macheath. - Ah, y comes la trucha con el cuchillo, ¿verdad? ¡Jacobo, es inaudito! Quien así se comporta no es otra cosa que un cerdo, ¿entiendes, Jacobo? ¡Mira y aprende! Querida Polly, te saldrán canas verdes antes de convertir en gente a este hato de malandrines. Delicadeza, ¿se dan cuenta, ustedes, qué significa eso?
Walter. - Significa mariconada.
Polly. - ¡ Qué vergüenza, señor Walter!
Macheath. - ¿De modo que no quieren cantar ninguna canción, algo que haga más hermoso este día? ¡Será un día como los de siempre! ¡Tan triste, tan común, tan condenado y sucio como siempre! ¿Por lo menos hay alguien en la puerta? ¿O acaso en un día como éste también debo ser yo quien haga de centinela, mientras ustedes se llenan tranquilamente el estómago a mis expensas?
Walter (malhumorado). - ¿Qué significa eso de "a mis expensas"?
Jimmy.- ¡Pero cállate, Waltercito! Voy yo a la puerta. Y además, ¡quién quieren que venga! (Sale.)
Jacobo. - ¡Qué broma sería si nos metiesen presos a todos!
Jimmy (entra corriendo). - ¡La policía, capitán!
Walter. - ¡ Brown, el Tigre!
Matías. - No digan estupideces, es el reverendo Kimball.
Entra Kimball.
Todos (rugiendo en coro). -Buenas noches, reverendo.
Kimball. - Por fin os encuentro, hijos míos. Es un ambiente modesto, pero por lo menos es suelo propio.
Macheath. - Sí, del duque de Devonshire.
Polly. - Qué feliz me siento, reverendo, al ver que usted, en el día más hermoso de nuestra vida…
Macheath. - Bueno, pero ahora exijo que se cante algo en honor del reverendo Kimball.
Matías. - ¿Qué te parece lo de Bill Lawgen y Mary Syer?
Jacobo. - Sí, creo que es lo indicado.
Kimball. - Bueno, bueno; cantad, hijos míos.
Matías. - Empecemos, señores.
Tres hombres se levantan y cantan, vacilantes, desganados, inseguros:
Bill Lawgen y Mary Syer
son al fin marido y mujer.
¡Que sean felices!
¡Viva! ¡Viva!
Y hasta ayer, en que fueron al civil,
ella de él nada pudo conocer;
mientras Bill de su Mary el nombre preguntó.
¡Viva!
¿Sabe usted lo que hace su mujer? ¡No!
¿Deja usted su vida de rufián? ¡No!
¡Que sean felices!
¡Viva! ¡Viva!
Billy Lawgen dijo anteayer:
"De ella un trozo me conforma a mí".
¡Bribón!
¡Viva!
Macheath. - ¿Y eso es todo? ¡Qué mezquindad!
Matías (atragantándose de nuevo). - ¡Mezquindad! Esa es la palabra justa, señores míos. ¡Mezquindad!
Macheath. - ¡Tú te callas!
Matías. - Es lo que yo digo: no hay entusiasmo, no hay fuego, no haya nada.
Polly. - Señores, si ninguno de ustedes quiere hacerse ver en algo, entonces seré yo quien cante: imitaré a una muchacha que vi una vez en una taberna de ínfima categoría, en Soho. Trabajaba de lavacopas, y debo aclararles que todos los parroquianos se reían de ella, y entonces ella les hablaba, diciéndoles las cosas que yo les voy a cantar en seguida. Hagamos, pues, que esto sea el pequeño mostrador detrás del cual ella se lo pasaba de la mañana a la noche (tienen que imaginárselo horriblemente sucio), que esto sea el tacho y esto el trapo con que fregaba las copas. Donde ustedes están sentados, estaban sentados los clientes que se reían de ella. También ustedes pueden reír, para que la escena sea aún más fiel; pero si no quieren, da lo mismo. (Comienza a imitar las actitudes de una lavacopas, al tiempo que murmura para sí.) Y ahora uno de ustedes (indicando a Walter), por ejemplo usted, dice: "¿Y cuándo llegará tu barco, Jenny?".
Walter. - ¿Y cuándo llegará tu barco, Jenny?
Polly.- Y otro (a Matías), por ejemplo usted, dice: "¿Por qué sigues lavando copas, Jenny, si eres la novia del pirata?".
Matías. - ¿Por qué sigues lavando copas, Jenny, si eres la novia del pirata?
Polly. - Bueno, y ahora empiezo yo.
Luz dorada. Se ilumina el organito. Desde lo alto bajan tres lámparas sostenidas por un varal, y un cartel que dice: