EL MUNDO ESTÁ PARTIDO EN DOS
Sí, a mí también me gustaría que en el mundo reinara la unidad, que la vida espiritual se uniera armoniosamente con la cívica, y ésta, a su vez, con la sentimental, y así sucesivamente. Pero no es así. Esa forma extraña y arrebatadora de la existencia a la que llamamos vida espiritual no se somete a ninguna imposición política y apenas tolera los postulados de la ética. Los pensamientos son libres. La vida espiritual puede ser alocada, temeraria y hasta descarada. Por el contrario, el código cívico exige responsabilidad, prudencia y sentido común. Defiendo de todo corazón las virtudes republicanas. Pero ¡qué más da que lo haga si el espíritu no es ni monárquico, ni demócrata! Su medio natural es el caos y el desorden, al igual que lo son la disciplina y la forma, de modo que oscila entre los dos polos opuestos. Pero tamaña volubilidad sería escandalosa en el ámbito cívico. Las posturas anárquicas e irreverentes no nos chocan en el arte, pero estarían fuera de lugar en el despacho de un juez, en la mente de un ministro o en el boletín oficial del Estado.
El mundo está partido en dos. ¡Viva el dualismo! Dado que no podemos prescindir de él, hay que ensalzarlo.