18. La teoría del conocimiento

"El destino habitual de las nuevas verdades es empezar como herejías y acabar como supersticiones" (T. H. Huxley.)

La afirmación básica subyacente en toda la ciencia y el pensamiento racional en general es que el mundo físico existe, y que es posible entender las leyes que gobiernan la realidad objetiva. La gran mayoría de los científicos en activo aceptan que el universo está gobernado por una ley natural, un hecho resaltado por Philip Anderson: "De hecho, es difícil imaginarse como podría existir la ciencia si no lo hicieran. Creer en una ley natural es creer que el universo es comprensible en última instancia que las mismas fuerzas que determinan el destino de una galaxia también pueden determinar la caída de una manzana aquí en la tierra; que los mismos átomos que refractan la luz que pasa a través de un diamante también pueden formar el material de una célula viviente; que los mismos electrones, neutrones y protones que surgieron del big bang pueden dar lugar ahora al cerebro humano, la mente y el alma. Creer en la ley natural es creer en la unidad de la materia al nivel más profundo posible".

Lo mismo es cierto respecto a la raza humana en general. Cada nuevo descubrimiento de la ciencia y técnica amplía y profundiza nuestra comprensión, pero al mismo tiempo nos plantea nuevos desafíos. Cada pregunta solucionada plantea inmediatamente dos nuevas preguntas. Como un viajero que con emoción creciente se acerca al horizonte, sólo para descubrir otro horizonte, tentándole desde lejos, el proceso de descubrimiento se despliega sin final a la vista. Los científicos excavan cada vez más profundamente en los misterios del mundo subatómico, en busca de la "última partícula". Pero cada vez que llegan al horizonte con un grito triunfante, éste tozudamente se aleja más allá.

Cada época tiene la ilusión de que representa el punto máximo y no sobrepasable de los logros y sabiduría humanos. Los antiguos griegos pensaban que habían comprendido todas las leyes del universo sobre la base de la geometría euclidiana. Laplace pensó lo mismo respecto a la mecánica newtoniana. ¡En 1880 el director de la oficina de patentes en Prusia declaró que todo lo que se podía descubrir ya había inventado! Hoy en día los científicos tienden a ser un poco más comedidos en sus pronunciamientos. Pero incluso así, se asume tácitamente, por ejemplo, que la teoría general de la relatividad de Einstein es una verdad absoluta, y que el principio de indeterminación tiene una aplicación universal.

La historia de la ciencia demuestra lo ahorrativa que es la mente humana. Se pierde muy poco en el proceso de aprendizaje colectivo. Incluso los errores, si se analizan honestamente, pueden jugar un papel positivo. Sólo cuando el pensamiento se convierte en un dogma oficial osificado, que trata las nuevas ideas como herejías que hay que prohibir y penalizar, el desarrollo del pensamiento se detiene e incluso retrocede. La tenebrosa historia de la ciencia en la Edad Media es prueba suficiente de esto. La búsqueda de la piedra filosofal se basaba en una hipótesis equivocada, y sin embargo, los alquimistas hicieron importantes descubrimientos y sentaron las bases para el desarrollo de la química moderna. La teoría del big bang, con su búsqueda de un inexistente "inicio del tiempo", tiene credenciales científicas escasamente mejores, y sin embargo, a pesar de eso, no hay duda de los enormes avances que se han hecho y que se están haciendo.

Como Eric J. Lerner plantea correctamente: "Buenos datos, obtenidos y analizados competentemente, tienen un valor científico incluso si la teoría que los inspiró es incorrecta. Otros teóricos les encontrarán una utilidad que poco se podía imaginar cuando se recogieron por primera vez. Incluso en el trabajo teórico, los esfuerzos honestos para comparar una teoría con la observación, casi siempre son útiles independientemente de la verdad de la teoría: para un teórico será un contratiempo si su idea es incorrecta, pero no se habrá perdido el tiempo descartándola".

El desarrollo de la ciencia se da a través de una serie infinita de aproximaciones sucesivas. Cada generación llega a una serie de generalizaciones fundamentales sobre el funcionamiento de la naturaleza, que sirven para explicar ciertos fenómenos observados. Estas, inevitablemente, son consideradas como verdades absolutas, válidas para siempre en "todos los mundos posibles". Pero bajo un examen más detallado, se descubre que no son absolutas sino relativas. Se descubren excepciones, que contradicen las reglas establecidas, y a su vez, necesitan explicación, y así hasta el infinito.

Como explica Gleick: "Los primeros hallazgos demostraron que cada cambio de escala aportaba fenómenos desconocidos e ignorados géneros de comportamiento. La situación no ha terminado para los modernos físicos subatómicos. Cada acelerador más avanzado, con su aumento de energía y velocidad, dilata el campo de la ciencia con la visión de partículas menores y escalas temporales más fugaces, y cada expansión proporciona más información".

Entonces, ¿tenemos que desesperar de llegar nunca a toda la verdad? Plantear la cuestión de esta manera es no comprender el carácter de la verdad y el conocimiento humano. Así, Kant pensó que la mente humana sólo podría llegar a conocer apariencias. Detrás del mundo de las apariencias reside la Cosa-en-Sí-Misma, que nunca podemos conocer. A esto, Hegel respondió que conocer las propiedades de una cosa era conocer la cosa en sí misma. No existe ninguna barrera absoluta entre la apariencia y la esencia. Empezamos con la realidad que se nos presenta en forma de percepción de los sentidos, pero no nos detenemos. Utilizando nuestro intelecto, penetramos cada vez más profundamente en los misterios de la materia, pasando más allá de la apariencia a la esencia; de lo particular a lo universal; de lo secundario a lo fundamental; de los hechos a la ley.

Para utilizar la terminología que Hegel utilizó para responder a Kant, toda la historia de la ciencia y el pensamiento humano en general es el proceso de convertir la Cosa-en-Sí-Misma en Cosa-para-Nosotros. En otras palabras, lo que "no se puede conocer" en un estadio determinado del desarrollo de la ciencia llega un momento en que se explora y explica. Cada barrera en el camino del pensamiento es derribada. Pero resolviendo un problema, inmediatamente nos encontramos con otros problemas nuevos que hay que resolver, nuevos desafíos a superar. Y este proceso nunca llegará a su fin, porque las propiedades del universo material de hecho son infinitas.

"Para continuar con nuestra analogía", escribe David Bohm, "podemos decir que en relación a la totalidad de las leyes naturales nunca tenemos suficientes puntos de vista ni secciones transversales como para darnos una comprensión completa de su totalidad. Pero según la ciencia progresa, y se desarrollan nuevas teorías, tenemos cada vez más puntos de vista, puntos de vista que son más comprensivos, puntos de vista que son más detallados, etc. Cada teoría o explicación particular de un conjunto de fenómenos dados tendrá entonces un dominio de validez limitado y será adecuado sólo dentro de un contexto limitado y bajo unas condiciones limitadas. Esto significa que cualquier teoría extrapolada a un contexto arbitrario y a unas condiciones arbitrarias llevará (como los puntos de vista parciales de nuestro objeto) a predicciones erróneas. La búsqueda de este tipo de errores es uno de los medios más importantes de progresar en la ciencia.

"Sin embargo, una nueva teoría, a la que el descubrimiento de tales errores dará lugar en un momento dado, no invalida a las viejas. Más bien, permitiendo el tratamiento de un dominio más amplio en el que son inadecuadas y, al hacerlo, ayuda a definir las condiciones en las que son válidas (por ejemplo la teoría de la relatividad corrigió las leyes de la moción de Newton, y de esta manera ayudó a definir las condiciones de validez de las leyes de Newton como aquellas en las que la velocidad es pequeña en comparación con la de la luz). Así, no esperamos que cualquier relación causal represente verdades absolutas; para serlo tendrían que ser aplicables sin aproximación, e incondicionalmente. Más bien, lo que podemos ver, es que el modo de progreso de la ciencia es, y ha sido, a través de una serie de concepciones de las leyes de la naturaleza progresivamente más fundamentales, más extensivas, y más adecuadas, cada una de las cuales contribuye a la definición de las condiciones de validez de las concepciones anteriores (de la misma manera que visiones más detalladas y amplias de nuestro objeto contribuyen a definir las limitaciones de cualquier visión particular o juego de visiones)".

En su libro The Structure of Scientific Revolution, el profesor Thomas Kuhn dibuja la historia de la ciencia como revoluciones teóricas periódicas, interrumpiendo largos períodos de cambio meramente cuantitativo, principalmente dedicados a completar los detalles. En este tipo de períodos "normales", la ciencia opera dentro de un conjunto determinado de teorías que él llama paradigmas, que son afirmaciones no cuestionadas sobre cómo es el mundo. Inicialmente, el paradigma existente estimula el desarrollo de la ciencia, proveyendo un marco coherente para la investigación. Sin ese marco acordado los científicos estarían discutiendo todo el tiempo sobre los principios fundamentales. La ciencia, de la misma manera que la sociedad, no puede vivir en un estado de permanente cambio revolucionario. Por esta misma razón, las revoluciones son acontecimientos relativamente infrecuentes, tanto en la ciencia como en la sociedad.

Durante un tiempo, la ciencia es capaz de avanzar por esos caminos bien marcados, compilando resultados. Pero al mismo tiempo lo que al principio eran nuevas hipótesis atrevidas se van convirtiendo en rígidas ortodoxias. Si un experimento da unos resultados que entran en conflicto con las teorías existentes, los científicos pueden suprimirlos, debido a que subvierten el orden existente. Sólo cuando las anomalías se acumulan hasta el punto en que ya no pueden ser ignoradas, entonces el terreno está preparado para una nueva revolución científica, que barre las teorías dominantes y abre un nuevo período de desarrollo científico "normal", a un nivel superior.

Aunque indudablemente está muy simplificado, este cuadro del desarrollo de la ciencia, como generalización amplia, se puede dar por validó. En su libro Ludwig Feuerbach, Engels explica el carácter dialéctico del desarrollo del pensamiento humano, basándose en ejemplos de la historia de la ciencia y de la filosofía:

"En Hegel, la verdad que debía de conocer la filosofía no era ya una colección de tesis dogmáticas fijas que, una vez encontradas, sólo haya que aprenderse de memoria; ahora, la verdad residía en el proceso mismo del conocer, en la larga trayectoria histórica de la ciencia, que, desde las etapas inferiores, se remonta a fases cada vez más altas de conocimiento, pero sin llegar jamás, por el descubrimiento de una llamada verdad absoluta, a un punto en que ya no pueda seguir avanzando, en que sólo le reste cruzarse de brazos y sentarse a admirar la verdad absoluta conquistada".

Y de nuevo:

"Ante esta filosofía, no existe nada definitivo, absoluto, sagrado; en todo pone de relieve su carácter perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del devenir y del perecer, un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior, cuyo mero reflejo en el cerebro pensante es esta misma filosofía. Cierto es que tiene también un lado conservador, en cuanto que reconoce la legitimidad de determinadas fases del conocimiento y de la sociedad, para su época y bajo sus circunstancias; pero nada más. El conservadurismo de este modo de concebir es relativo; su carácter revolucionario es absoluto, es lo único absoluto que deja en pie".

¿Qué es el método científico?

En el siglo III a. de J. C. el estudioso griego Eratóstenes se fijó en que un palo vertical, colocado en un sitio llamado Cirene, no proyectaba ninguna sombra al mediodía. Después observó que en su propia ciudad, Alejandría, un palo vertical sí proyectaba sombra. Partiendo de estas observaciones de fenómenos físicos dedujo que la tierra era redonda. Después envió un esclavo a Cirene para medir su distancia respecto a Alejandría. A partir de eso, utilizando geometría simple calculó la circunferencia de la tierra.

Este es el genuino método de la ciencia en acción. Es una mezcla de observación, hipótesis y razonamiento matemático. Eratóstenes empezó con observación (la suya y la de otros). Sobre esta base sacó una conclusión general, la hipótesis de que la tierra es curvada. Y después utilizó las matemáticas para dar una forma más precisa a su teoría.

Los brillantes logros de la ciencia alejandrina fueron eclipsados por el auge del cristianismo en la Baja Edad Media. Durante siglos el desarrollo de la ciencia fue paralizado por la dictadura espiritual de la Iglesia. La ciencia sólo consiguió desarrollarse librándose de la influencia de la religión. Sin embargo por una sutileza de la historia, a finales del siglo XX se están realizando intentos decididos de hacer retroceder la ciencia. Todo tipo de ideas místicas y cuasi-religiosas flotan en el aire. Este extraño fenómeno está estrechamente vinculado a dos cosas. En primer lugar, la división del trabajo se ha llevado a tales extremos que ha empezado a causar serios perjuicios. La estrecha especialización, el reduccionismo, y un divorcio casi completo entre el lado experimental y el teórico de la física han tenido las consecuencias más negativas.

En segundo lugar, no ha existido ninguna filosofía adecuada que ayudara a dirigir la ciencia en el sentido correcto. La filosofía de la ciencia está hecha un lío. Lo cual no es sorprendente dado que la "filosofía de la ciencia" predominante o mejor dicho, la secta filosófica del positivismo lógico que se atribuye a sí misma esta posición es totalmente incapaz de sacar la ciencia de sus dificultades. Por el contrario, sólo empeora las cosas. En las últimas décadas hemos visto una tendencia creciente en los físicos teóricos a tratar el tema del mundo natural desde un punto de vista excesivamente abstracto y matemático. Este es claramente el caso en el intento arbitrario de reconstruir el supuesto principio del universo. Como Anderson planteó en un artículo escrito en 1972:

"La capacidad de reducirlo todo a leyes fundamentales simples no implica la capacidad de empezar con estas leyes y reconstruir el universo. De hecho cuanto más nos dicen los físicos de partículas elementales sobre las leyes fundamentales de la naturaleza, menos relevancia parecen tener para los auténticos problemas de la ciencia, y mucho menos de la sociedad".

En las últimas décadas el prejuicio ha pasado a estar más enraizado que la ciencia "pura", especialmente la física teórica es el producto solamente del pensamiento abstracto y la deducción matemática. Como plantea Eric Lerner, Einstein es parcialmente responsable de esta tendencia. A diferencia de teorías anteriores, como las leyes del electromagnetismo de Maxwell, o las leyes de la gravedad de Newton, que se basaban en la experimentación, y que rápidamente fueron confirmadas por cientos de miles de observaciones independientes, las teorías de Einstein inicialmente se confirmaron solamente sobre la base de dos hechos la deflexión de la luz estelar por parte del campo gravitatorio del sol y una ligera desviación de la órbita de Mercurio . El hecho de que posteriormente se demostrase la corrección de la teoría de la gravedad ha llevado a otros, posiblemente sin el nivel de genialidad de Einstein, a asumir que esta es la manera de actuar. ¿Por qué preocuparse con experimentos que hacen perder mucho tiempo y observaciones tediosas? De hecho, ¿por qué depender de la evidencia de los sentidos, cuando podemos ir directamente a la verdad a través del método de la deducción pura?

Deberíamos recordar que el gran paso adelante en la ciencia se produjo en el Renacimiento, cuando la ciencia se separó de la religión, y empezó a basarse en la observación y el experimento, partiendo del mundo real material, y volviendo siempre a él. Sin embargo, en el siglo XX ha habido una regresión parcial hacia el idealismo, en forma de platonismo o peor, el idealismo subjetivo de Berkeley y Hume. Einstein, sin poner en cuestión su genialidad, fue incapaz de librarse de esta tendencia, aunque frecuentemente se apartó de las consecuencias que esto llevaba implícito. Hay que reconocerle, por ejemplo, que llevó a cabo una acción decidida contra la interpretación idealista subjetiva de la mecánica cuántica planteada por Heisenberg.

Como muchos científicos, Einstein no sentía a gusto con la filosofía, y honestamente confesó que grandes científicos tienden a ser pobres filósofos de la ciencia. Sin embargo, él mismo hizo una serie de pronunciamientos de carácter filosófico o semi-filosófico, que, dado su prestigio colosal, estaban destinados a ser tomados en serio por muchos científicos, con algunos efectos bastante de lamentar. En 1934, por ejemplo, escribió:

"La teoría de la relatividad es un buen ejemplo del carácter fundamental del desarrollo moderno de la ciencia teórica. Parte de hipótesis cada vez más abstractas y alejadas de la experiencia. El científico teórico se ve obligado cada vez en mayor grado a dejarse guiar por consideraciones formales, puramente matemáticas en su investigación de una teoría, debido a que la experiencia física del experimentador no le puede elevar a las regiones de la más alta abstracción. Los métodos predominantemente inductivos apropiados para la juventud de la ciencia están dejando paso a deducción tentativa".

De hecho, no es cierto que Einstein llegó a estas teorías a través de un proceso de razonamiento puro y deducción. Como el mismo plantea en sus Ensayos sobre ciencia, su teoría especial de la relatividad se derivaba de los trabajos de Maxwell sobre la electricidad y el magnetismo, que, a su vez, se basaban en el trabajo de Faraday, con sus sólidas bases experimentales. Sólo después de 1915, cuando se orientó a la cosmología, utilizó Einstein el método de la deducción abstracta para obtener sus resultados. Aquí partió del método establecido tomando como hipótesis fundamental una afirmación que entraba en contradicción con la observación: la noción de que el universo como todo es homogéneo (distribuido constantemente a través del espacio).

Partiendo de esta proposición, Einstein utilizó su teoría especial de la relatividad para demostrar que el universo es finito. Según este punto de vista, cuanto mayor es la masa de una densidad dada, más "curva el espacio". Una masa suficientemente grande llevaría a una situación en la que el espacio se curva totalmente sobre sí mismo, provocando un "universo cerrado". Esto marcó, en efecto, una regresión al punto de vista medieval del mundo de un universo finito, previamente rechazado como acientífico. Sin embargo, incluso en 1915, había suficiente evidencia para demostrar que el universo no era homogéneo. La teoría chocaba con los hechos establecidos mediante la observación. No es una casualidad que la búsqueda de una teoría unificada de la gravitación y el electromagnetismo por parte de Einstein durante sus últimos treinta años acabara en un fracaso, como el mismo admitió.

Los límites del empirismo

La auténtica filosofía terminó con Hegel. Desde entonces hemos visto solamente una tendencia a repetir viejas ideas, llenando este pequeño detalle aquí y allí, pero ninguna ruptura real, ninguna gran nueva idea. Esto no es sorprendente. Los avances sin precedentes de la ciencia en los últimos cien años hacen que la filosofía en el viejo sentido de la palabra sea redundante. Tiene poco sentido especular sobre la naturaleza del universo, cuando estamos en posición de descubrir sus secretos con la ayuda de telescopios cada vez más poderosos, sondas espaciales, ordenadores y aceleradores de partículas. Al igual que el debate sobre el carácter del sistema solar lo decidió el telescopio de Galileo, los avances en la técnica resolverán la cuestión de la historia del universo, sólo para plantear nuevas preguntas a resolver por futuras generaciones.

"Desde el momento en que se presenta a cada ciencia la exigencia de ponerse en claro acerca de su posición en la conexión total de las cosas y del conocimiento de las cosas, se hace precisamente superflua toda ciencia de la conexión total", escribió Engels. "De toda la anterior filosofía no subsiste al final con independencia más que la doctrina del pensamiento y de sus leyes, la lógica formal y la dialéctica. Todo lo demás queda absorbido por la ciencia positiva de la naturaleza y de la historia".

Sin embargo la filosofía todavía tiene un papel que jugar, en las dos únicas áreas que le quedan, la lógica formal y la dialéctica. La ciencia, como hemos visto, no se trata solamente de la acumulación de hechos. Requiere la participación activa del pensamiento, que es el único que puede descubrir el significado interno de los hechos, las leyes que los gobiernan. Es necesario hacer hipótesis que puedan guiar nuestras investigaciones por los canales más fructíferos, para comprender las interrelaciones reales entre fenómenos aparentemente sin relación entre sí, para derivar el orden del caos. Esto requiere un entrenamiento y un conocimiento exhaustivo de la historia tanto de la ciencia como de la tecnología. Como el filósofo americano George Santayana planteó: "El que no aprende de la historia está condenado a repetirla". Una de las consecuencias más perniciosas de la influencia del positivismo lógico en la ciencia del siglo XX es que todas las grandes escuelas del pasado han sido tratadas como un perro muerto. Ahora podemos ver a donde nos lleva esta actitud. Los que rechazaron altivamente la "metafísica" han sido castigados por su orgullo. En ningún otro momento de la historia de la ciencia el misticismo ha estado tan extendido.

La escuela de pensamiento puramente empírico inevitablemente conduce a este resultado, como Engels planteó hace tiempo:

"El empirismo exclusivo, que cuando mucho se permite pensar en forma de cálculos matemáticos, se imagina que opera sólo con hechos innegables. Pero en realidad trabaja, en términos predominantes, con ideas tradicionales, con los productos en gran medida anticuados del pensamiento de sus predecesores, y tales son la electricidad positiva y negativa, la fuerza de separación eléctrica, la teoría de contacto. Todo esto sirve como cimiento para interminables cálculos matemáticos en los cuales, debido a lo estricto de la formulación matemática, la naturaleza hipotética de las premisas se olvida con facilidad. Este tipo de empirismo es tan crédulo respecto de los resultados del pensamiento de sus predecesores, como escéptico en su actitud hacia los resultados del pensamiento contemporáneo. Hasta los hechos establecidos por experimentación se han vuelto poco a poco inseparables de sus interpretaciones tradicionales (é) Deben recurrir a todo tipo de subterfugios y expedientes insostenibles, a la disimulación de contradicciones del cual no tienen salida".

Es imposible que los científicos se queden al margen de la sociedad, sobre la base de que son puramente imparciales. Ninguno de ellos vive en el vacío. Como dice el genetista americano Theodosius Dobzhansky:

"Los científicos a menudo tienen la esperanza ingenua que si pudieran descubrir hechos suficientes sobre un problema, estos hechos se organizarían por sí solos de alguna manera en una solución cierta e imponente. Sin embargo la relación entre el descubrimiento científico y la creencia popular no es una calle de dirección única. Los marxistas están más en lo cierto que equivocados cuando plantean que los problemas que eligen los científicos, la manera en que los solucionan, e incluso las soluciones que están inclinados a aceptar, están condicionados por el entorno social, intelectual y económico en el que viven y trabajan".

A veces se afirma que Marx y Engels consideraban la dialéctica como algo Absoluto la última palabra en el conocimiento humano . Una noción de este tipo es una contradicción evidente por sí misma. La dialéctica marxista se diferencia de la hegeliana en dos aspectos fundamentales. En primer lugar, es una filosofía materialista, y por lo tanto deriva sus categorías del mundo de la realidad física. La naturaleza es infinita, no cerrada. De igual manera, la propia verdad no tiene fin y no se puede resumir en un solo sistema que lo abarque todo. La negación de la negación, tal como explica Engels es una especie de espiral de desarrollo un sistema abierto, no un círculo cerrado . Esta es la segunda diferencia fundamental con la filosofía hegeliana, que en última instancia se contradice a sí misma al intentar expresar la dialéctica como un sistema cerrado y absoluto.

Marx y Engels elaboraron las líneas generales de un nuevo método dialéctico, cuya utilidad se demostró brillantemente en los tres volúmenes de El Capital. Pero los enormes avances de la ciencia del siglo XX nos proporcionan material abundante para rellenar, desarrollar y extender el contenido de la dialéctica. La evolución futura de la teoría del caos y la complejidad puede sentar la base de este desarrollo, que sería enormemente beneficioso tanto para las ciencias naturales como para las sociales. Por lo tanto no podemos decir que el materialismo dialéctico no será superado en el futuro por algún método de pensamiento nuevo y más satisfactorio. Pero lo que podemos asegurar es que hasta el momento, es el método de análisis científico más avanzado, comprensivo y flexible a nuestra disposición. Dejemos hablar a Engels por sí mismo sobre este tema: "Además: si deja de ser necesaria cualquier filosofía, también dejará de serlo cualquier sistema, aunque sea un sistema natural de filosofía. La comprensión de que la totalidad de los procesos naturales se encuentra en una conexión sistemática mueve a la ciencia a mostrar esa conexión sistemática en todas partes, en el detalle igual que en el conjunto. Pero la correspondiente exposición científica completa de esa conexión, la composición de una reproducción mental exacta del sistema del mundo en que vivimos, nos es imposible y será imposible para todos los tiempos. Si en algún momento de la evolución de la humanidad se compusiera un tala sistema definitivo y concluso de las conexiones del mundo físico, espiritual e histórico, quedaría con ello cerrado el reino del conocimiento humano, y quedaría también cortada la posterior evolución histórica a partir del momento en que la sociedad se encontrara instituida de acuerdo con aquel sistema: todo lo cual es un absurdo y un puro contrasentido.

"Los hombre se encuentran, pues, situados ante una contradicción: reconocer, por una parte, el sistema del mundo de un modo completo en su conexión de conjunto, y, por otra parte, no poder resolver jamás completamente esa tarea, tanto por su propia naturaleza humana cuanto por la naturaleza del sistema del mundo. Pero esa contradicción no sólo arraiga en la naturaleza de los dos factores mundo y hombre , sino que es además la palanca capital de todo el progreso intelectual, y se resuelve diariamente y constantemente en la evolución progresiva infinita de la humanidad, del mismo modo que, por ejemplo, determinados ejercicios matemáticos se resuelven en una sucesión infinita o en una fracción continua. De hecho, toda reproducción mental del sistema del mundo queda limitada objetivamente por la situación histórica, y subjetivamente por la constitución física y espiritual de su autor".

Prejuicios contra la dialéctica

La ciencia moderna nos proporciona abundante material que confirma completamente la afirmación de Engels de que "en última instancia, la naturaleza funciona dialécticamente". Los descubrimientos de la ciencia en los cien años que han pasado desde la muerte de Engels confirman plenamente este punto de vista.

"Cuando sometemos a la consideración del pensamiento la naturaleza o la historia humana, o nuestra propia actividad intelectual", escribió Engels, " se nos ofrece por de pronto la estampa de un infinito entrelazamiento de conexiones e interacciones, en el cual nada permanece siendo lo que era, ni como era ni donde era, sino que todo se mueve, se transforma, deviene y perece. Esta concepción del mundo, primaria e ingenua, pero correcta en cuanto a la cosa, es la de la antigua filosofía griega y ha sido claramente formulada por vez primera por Heráclito: todo es y no es, pues todo fluye, se encuentra en constante modificación, sumido en constante devenir y perecer".

Comparemos esto con la siguiente cita de Hoffman: "En el mundo del cuanto, las partículas están apareciendo y desapareciendo incesantemente. Lo que podríamos pensar que es un espacio vacío es una nada fluctuante, hormigueante, con fotones que aparecen de ninguna parte y se desvanecen casi al tiempo de nacer, con electrones provocando espuma brevemente en el monstruoso océano para crear pares electrón-protón evanescentes y varias partículas más añadiéndose a la confusión".

El surgimiento de la teoría del caos y la complejidad indica una reacción contra el reduccionismo osificado del pasado. Sin embargo se ha prestado bien poca atención al trabajo pionero de Hegel, Marx y Engels. Este hecho llamativo se explica en gran medida por los prejuicios ampliamente difundidos contra la dialéctica, en parte como reacción contra la forma mística en que la escuela idealista presentó la dialéctica después de la muerte de Hegel, pero principalmente debido a su conexión con el marxismo. Se ha descrito la dialéctica de Hegel como "el álgebra de la revolución". Si se acepta la validez de la ley de la transformación de la cantidad en calidad en física y química, el siguiente paso sería aplicarla a la sociedad existente, con los resultados más desastrosos para los defensores del statu quo.

Los escritos científicos de Marx y Engels no se pueden separar de su teoría revolucionaria de la historia en general (materialismo histórico), y sus análisis de las contradicciones del capitalismo. Estos obviamente no son muy populares entre los que actualmente poseen el monopolio del poder económico y político, y que controlan, no sólo los periódicos y cadenas de televisión, sino que también tienen en sus manos las cuerdas que determinan el destino de las universidades, los proyectos de investigación, y las carreras académicas. ¿Es sorprendente que el materialismo dialéctico sea un tema tabú, sobre el que se mantiene una conspiración de silencio, excepto para denunciarlo como acientífico, para gente que claramente nunca han leído una sola línea de Marx ni de Engels? Es cierto que un pequeño número de almas valientes han planteado el tema de la contribución del marxismo a la filosofía de la ciencia, pero incluso en este caso, estas menciones van frecuentemente de la mano de todo tipo de calificativos, intentando demostrar que la dialéctica puede ser válida para un campo determinado de la ciencia, pero que no se puede aceptar como proposición general.

Hoy en día, la idea del cambio, de la evolución, ha penetrado profundamente la conciencia popular. Pero generalmente se entiende la evolución como un proceso lento, gradual, ininterrumpido. Como Trotsky planteó, "la lógica de Hegel es la lógica de la evolución. Sólo que no debe olvidarse que el concepto mismo de "evolución ha sido completamente corrompido y castrado por los profesores universitarios y escritores liberales que con ello se refieren al "progreso pacífico".

En política este prejuicio común encuentra su expresión en la teoría del gradualismo reformista, en el que hoy es mejor que ayer y mañana será mejor que hoy. Desgraciadamente la historia humana en general, y la historia del siglo XX en particular, proporciona pocos ejemplos confortantes para los defensores de este punto de vista tan tranquilizador de los procesos sociales. La historia conoce largos períodos de cambio gradual pero este no es de ninguna manera un proceso continuo y uniforme. Se ve interrumpido por todo tipo de explosiones y catástrofes: guerras, crisis económicas, revoluciones y contrarrevoluciones. Negarlo sería negar lo que es evidente para todo el mundo. Así pues, ¿cómo consideramos estos fenómenos? ¿Cómo ataques repentinos de locura colectiva? ¿Cómo "desviaciones" de la "norma" gradualista? O, por el contrario, ¿hay que verlos como parte integral del proceso de desarrollo social, no accidentes, sino el resultado necesario de las tensiones y presiones que se van acumulando gradualmente y de manera invisible en la sociedad, y que, más tarde o más temprano, encontrarán una manera de salir a la superficie, de la misma manera que las presiones que se acumulan en la línea de una falla de la corteza terrestre provocan un terremoto?

Cualquier intento de desterrar la contradicción de la naturaleza, de suavizar sus duras aristas, de sujetarla a las estrechas leyes de la lógica formal, al igual que los jardineros de Versalles sometieron la naturaleza salvaje a las leyes de la geometría, está destinado al fracaso. Intentos de este tipo pueden tener un efecto sedante de los nervios, pero serán totalmente inservibles a la hora de llegar a una comprensión del mundo real. Y lo que es cierto para la naturaleza animada e inanimada también es cierto para la historia de la propia humanidad, a pesar de los tozudos esfuerzos por demostrar lo contrario. La historia de la sociedad revela las mismas tendencias, las tendencias internas que impulsan el desarrollo; el auge y caída de los diferentes sistemas socioeconómicos; los largos períodos de cambio "evolutivo" gradual, interrumpidos por levantamientos repentinos, guerras y revoluciones, que se dan en cada encrucijada de todo desarrollo histórico importante. Estos fenómenos sorprendentes ¿son sólo accidentes, desviaciones temporales y desafortunadas de la supuesta "norma" evolutiva? O son la prueba irrefutable de la estupidez o maldad inherente al género humano?

Si ese es el caso tenemos que abandonar cualquier intento de llegar a una comprensión racional del desarrollo humano. Nos veríamos obligados a hacernos eco de la opinión de Edward Gibbon, autor de El declive y la caída del Imperio Romano que describía la historia como "poco más que el registro de los crímenes, los desatinos, y desgracias de la humanidad". Pero si, como creemos firmemente, la historia humana funciona según las mismas leyes dialécticas que podemos observar en la naturaleza (¿y por que debería reclamar la raza humana el dudoso "privilegio" de estar totalmente exenta de las leyes objetivas de desarrollo?), Entonces los modelos de la historia humana empiezan a tener sentido por primera vez. Se pueden explicar. Incluso dentro de ciertos límites se pueden prever; aunque las predicciones de fenómenos complejos no son tan sencillas como las que sólo implican procesos lineales simples. Esto se puede aplicar lo mismo a la predicción de un terremoto o del tiempo como a la anticipación del movimiento de la sociedad. Nadie puede decir con certeza cuando habrá un terremoto catastrófico en Los Ángeles, pero se puede predecir con absoluta seguridad que lo habrá.

A pesar de los extenuantes esfuerzos por negar la validez de la dialéctica, esta siempre se toma la venganza de sus más duros detractores. La conservadora comunidad geológica se ha visto obligada a aceptar la deriva continental, el nacimiento y la muerte de los continentes, de lo que una vez se rieron a carcajada limpia. Los biólogos se han visto obligados a aceptar que la vieja idea de la evolución como un proceso gradual e ininterrumpido de fuerzas de adaptación es unilateral y falsa; que la evolución se da a través de saltos cualitativos catastróficos, en los que la muerte (extinción) se convierte en la precondición para el nacimiento (nuevas especies).

A cada momento, la riqueza del mundo material proporcionada por las ciencias naturales empuja a los científicos a adoptar conclusiones dialécticas. Sin embargo enseguida se sienten incómodos porque se dan cuenta de las implicaciones potencialmente "subversivas" de este tipo de ideas. Es en este punto en que recurren a todo tipo de disculpas y subterfugios para cubrirse las espaldas. La escapatoria habitual es alegar ignorancia en todo lo que se refiera a la filosofía en general. Como el "amor que no se atreve a decir su nombre" de Oscar Wilde, estos autores, tan elocuentes sobre cualquier tema sobre la capa de la tierra, se ven incapaces de pronunciar las palabras materialismo dialéctico. Como máximo, insisten, el materialismo dialéctico es válido para su propia especialidad concreta pero no tiene ninguna aplicación en el campo más amplio de la ciencia en general o (Dios nos libre) en la sociedad en general.

Es sorprendente que incluso los que están planteando la teoría del caos que llegan bastante cerca a la posición dialéctica son completamente ignorantes acerca del marxismo. Así, Ian Stewart y Tim Poston podían escribir en Analog (Noviembre 1981) las siguientes líneas:

"Las "inexplorables leyes de la física sobre las que, por ejemplo, Marx intentó basar sus leyes de la historia nunca han existido en realidad. Si Newton no podía predecir el comportamiento de tres bolas, ¿podría predecir Marx el de tres personas? Cualquier regularidad en el comportamiento de gran cantidad de partículas o de gente tiene que ser estadística, y eso tiene un sabor filosófico bastante diferente".

Esto está completamente fuera de lugar. Marx no basó en absoluto su modelo de la historia en las leyes de la física. Las leyes del desarrollo social se tienen que derivar de un estudio laborioso de la propia sociedad. Marx y Engels dedicaron el grueso de sus vidas a ese estudio, basándose en una enorme cantidad de datos empíricos cuidadosamente recopilados, como el examen más superficial de los tres tomos de El Capital puede demostrar. Por cierto, tanto Marx como Engels eran enormemente críticos con el determinismo mecánico en general, y con Newton en particular. El intento de establecer algún tipo de paralelo entre el método de Marx y el de Newton y Laplace no tiene la más mínima base.

Cuanto más se acerca la teoría del caos y la complejidad a un análisis de la sociedad actual, mayor es el potencial de llegar a comprender las contradicciones del capitalismo: "Pero en los Estados Unidos, el ideal es la máxima libertad individual, como (Viran) Arthur lo plantea, "dejar que cada cual sea su propio John Wayne y vaya por ahí con sus pistolas. Aunque en la práctica este ideal se haya comprometido, sigue teniendo un poder mítico.

"Pero los beneficios crecientes cortan hasta la raíz este mito. Si pequeños acontecimientos casuales pueden encerrarte en cualquiera de los muchos resultados posibles, entonces el resultado que se selecciona realmente puede no ser el mejor. Y eso significa que la máxima libertad individual y el libre mercado puede no producir el mejor de los mundos posibles. Por lo tanto, defendiendo los beneficios crecientes, Arthur, inocentemente, estaba metiéndose en un terreno minado" (Brian Arthur es un economista y uno de los teóricos de la complejidad).

Stephen J. Gould, que ha hecho importantes contribuciones a la actual teoría de la evolución, es uno de los pocos científicos occidentales que ha reconocido abiertamente los paralelismos entre su teoría del "equilibrio puntuado" y el materialismo dialéctico. En su libro El pulgar del Panda dice lo siguiente:

"Si el gradualismo es más un producto del pensamiento occidental que un hecho de la naturaleza, entonces deberíamos de tener en cuenta filosofías del cambio alternativas para aumentar el reino de nuestros prejuicios limitadores. En la Unión Soviética, por ejemplo, se educa a los científicos con una filosofía del cambio muy diferente las llamadas leyes dialécticas, reformuladas por Engels a partir de la filosofía de Hegel . Las leyes dialécticas son explícitamente puntuacionistas. Hablan, por ejemplo, de la "transformación de la cantidad en calidad". Esto puede sonar a fetiche, pero sugiere que el cambio se produce en grandes saltos que suceden a una pequeña acumulación de presiones que un sistema puede resistir hasta que llega a un punto de ruptura. Calienta el agua y llegará un punto en que entrará en ebullición. Oprime más y más a los trabajadores y provocarás una revolución. Eldredge y yo estábamos fascinados al descubrir que los paleontólogos soviéticos apoyaban un modelo similar a nuestro equilibrio puntuado".

Después de todo, la paleontología y la antropología sólo están separadas por un muro muy fino de las otras ciencias históricas y sociales, que tienen implicaciones políticas potencialmente peligrosas para los defensores del statu quo. Como dijo Engels, cuanto más se acercan a las ciencias sociales, menos objetivos y más reaccionarios se vuelven. Por lo tanto es alentador que Stephen Gould haya llegado tan cerca de un punto de vista dialéctico, a pesar de su obvia precaución:

"Sin embargo, confesará como creencia personal que una visión puntuacional puede coincidir con los tiempos de cambio biológico y geológico y más cuidadosamente y más frecuentemente que cualquiera de sus competidores aunque sólo fuera porque sistemas complejos en un estado estacionario son comunes y altamente resistentes al cambio ".

En el siglo pasado, Marx, irónicamente, planteó que la mayoría de los científicos naturales eran "materialistas avergonzados". En la última mitad del siglo XX, tenemos una paradoja mayor. Muchos científicos que nunca han leído a Marx o Hegel, han llegado independientemente a muchas de las ideas del materialismo dialéctico. Estamos firmemente convencidos de que el futuro desarrollo de la ciencia confirmará la importancia del método dialéctico, y los que fueron sus pioneros obtendrán finalmente el reconocimiento que se les ha negado.

Caricatura estalinista

Un obstáculo serio en el camino de muchos de los que se acercaron a las ideas del marxismo en el pasado era la caricatura representada por el estalinismo. Esto jugó un papel contradictorio. Por una parte, los enormes éxitos de la economía planificada en la Unión Soviética atrajeron muchos obreros e intelectuales occidentales. Científicos importantes, como el profesor J. B. S. Haldane en Gran Bretaña fueron atraídos por el marxismo, y empezaron a aplicarlo a sus propios campos con resultados prometedores. Aparecieron toda una serie de libros intentando explicar los últimos descubrimientos de la ciencia en un lenguaje comprensivo. Los resultados fueron desiguales, pero esta literatura era infinitamente preferible al tipo de material mistificante producido para el consumo popular hoy en día.

Sin duda los avances sin precedentes de la cultura, la ciencia y la educación en la Unión Soviética sirvieron como punto de referencia, no sólo para el movimiento obrero internacional, sino para los mejores intelectuales y científicos en occidente. Estos logros, demostraron el potencial de la economía planificada y nacionalizada, a pesar de las monstruosas deformaciones burocráticas que en última instancia lo minaron. La situación hoy en día representa un enorme contraste. El colapso de la Unión Soviética, y el intento de restaurar la "economía de mercado" ha provocado un espantoso colapso de las fuerzas productivas y la cultura. Se ha lanzado una ofensiva a nivel mundial contra la idea de la economía planificada, el marxismo y el socialismo en general. Los enemigos del socialismo se han aprovechado de los crímenes del estalinismo para manchar el nombre del marxismo. Tratan de convencer a la gente de que la revolución no vale la pena, y que, por lo tanto, es mejor conformarse con el gobierno de los grandes bancos y los monopolios, aceptar el paro masivo y la caída de los niveles de vida, debido a que, supuestamente, no hay otra alternativa.

En realidad, lo que fracasó en Rusia no fue el socialismo, sino una caricatura burocrática del socialismo. Un sistema totalitario y burocrático es incompatible con un régimen de economía planificada y nacionalizada que, como Trotsky explicó en 1936, necesita democracia al igual que el cuerpo humano necesita oxígeno. Sin la participación activa y consciente de la población a todos los niveles, sin libertad total de crítica, discusión y debate, inevitablemente llevaría a una pesadilla de burocracia, corrupción, obstrucción y mala gestión, lo que inevitablemente al final mina las bases de la economía planificada. Esto es precisamente lo que pasó en la antigua Unión Soviética, tal y como los marxistas predijimos hace décadas.

El régimen totalitario del estalinismo, con sus acompañantes inevitables, corrupción, conformismo y servilismo, tuvo efectos muy negativos en los campos de la ciencia y las artes. A pesar del enorme impulso que la Revolución de Octubre, y la economía planificada que de ella surgió, representaron para la educación y la cultura, el libre desarrollo de la ciencia se vio asfixiado por el régimen burocrático. más que ninguna otra sección de la sociedad, la ciencia y las artes necesitan desarrollarse en una atmósfera de libertad intelectual, libertad de pensamiento, de expresión, de explorar, de equivocarse. Ante la falta de estas condiciones el pensamiento creativo se marchita y muere. Así, la URSS, con más científicos que América y Japón juntos (y buenos científicos), fue incapaz de conseguir los mismos resultados que en occidente, y gradualmente empezó a ir por detrás en toda una serie de terrenos.

Una de las cosas que crearon todo tipo de concepciones incorrectas sobre el marxismo fue la manera en que lo presentaban los estalinistas. La élite dirigente no podía permitir la libertad de pensamiento y crítica en ningún terreno. En manos de la burocracia, la filosofía marxista ("diamat" como se le denominó) se convirtió en un dogma estéril, o una variedad de sofisma utilizado para justificar cada giro imprevisto de la dirección. Según Lefebvre, las cosas llegaron hasta tal punto que el alto mando del ejército soviético insistió en que se volviese a las lecciones de lógica formal en el curriculum de las academias militares, debido a la vergonzosa confusión que habían provocado los profesores del llamado "diamat". Por lo menos las lecciones de lógica enseñarían a los cadetes el ABC del razonamiento. Este pequeño incidente es suficiente para exponer la caricatura del "marxismo" de los estalinistas.

Bajo Stalin, los científicos se vieron obligados a aceptar sin preguntas esta caricatura rígida y sin vida, junto con toda una serie de teorías sin ninguna base científica simplemente porque a la burocracia le parecían bien, como la "teoría" de Lysenko sobre genética. Esto desacreditó la idea del materialismo dialéctico en la comunidad científica hasta cierto punto, e impidió una aplicación creativa y fructífera del método dialéctico a diferentes campos de la ciencia, que hubiese posibilitado serios avances tanto en la propia ciencia como en una mayor elaboración de las ideas filosóficas que Marx y Engels explicaron en líneas generales, pero dejaron a las futuras generaciones la tarea de desarrollarlas y rellenar los detalles.

Es una condena del régimen estalinista el que durante más de seis décadas, con todos los recursos de la Unión Soviética a su disposición, la burocracia fue incapaz de introducir una sola idea original en el arsenal teórico del marxismo. A pesar de las enormes ventajas de la economía planificada, que creó una industria y tecnología poderosa fueron incapaces de añadir nada nuevo a los descubrimientos de Carlos Marx, trabajando en solitario en la Biblioteca del Museo Británico.

A pesar de todo, los beneficios de la economía planificada posibilitaron un importante avance científico en muchos campos, que la actual avalancha de propaganda quisiera ocultar. Es más, en los campos en los que los científicos aplicaron el método del materialismo dialéctico se consiguieron resultados interesantes. Esto se demuestra en la teoría del caos, un área en la que los científicos soviéticos, influidos indudablemente por el materialismo dialéctico, iban al menos dos décadas por delante de occidente. No es generalmente conocido que las investigaciones originales sobre la teoría del caos se hicieron en la Unión Soviética, y esto dio un impulso a aquellos científicos occidentales que independientemente estaban llegando a las mismas conclusiones, y cuyas ideas a su vez impulsaron el desarrollo de la investigación soviética sobre el caos, como Gleick admite:

"El florecimiento del caos en los Estados Unidos y Europa ha inspirado una enorme cantidad de trabajo paralelo en la Unión Soviética; y asimismo ha provocado perplejidad y desorientación indescriptibles, porque un buen retazo de la nueva ciencia no era novedad en Moscú. Los matemáticos y físicos soviéticos disfrutan de sólida tradición en la investigación del caos, desde la obra de A. N. Kolmogorov, en el decenio de 1950. Además, tienen el hábito de colaborar, con el cual se han salvado de la divergencia que separa a los de otras naciones".