CAPÍTULO 12. LAS VACACIONES
Seis horas antes de salir para el aeropuerto, Enrique se despierta, para revisar sus correos. —Será mejor que aproveche ahora que Claudia no se ha despertado— piensa Enrique mientras baja de la cama. Descalzo, baja al primer nivel con su portátil bajo el brazo. Enrique quiere permanecer fiel a su promesa que no estará con temas de trabajo mientras estén esa semana en la playa.
Enrique va con pasos pequeños hacia la mesa de la sala donde está el piano, coloca su portátil, mientras la enciende, se limpia los ojos y ve hacia una de las ventanas que da al jardín para escuchar el sonido de los grillos.
—Vamos a ver, son las— Enrique da un bostezo y se estira —cuatro, será mejor que antes de iniciar me prepare una taza de café—. Enrique va a la cocina a calentar un poco de agua en el microondas, mientras espera silba su canción favorita y juega a que está tocando la batería con unos cubiertos. Al escuchar el sonido del microondas tira los cubiertos sobre la mesa y se prepara un poco del café que trajo de Colombia. Enrique acerca la taza a su nariz y respira.
Sin hacer ruido, se dirige hacia la computadora, se frota las manos para ingresar su contraseña, un sonido y un paisaje de fondo es lo que le da la bienvenida. Enrique da un sorbo de café y lo retira soplando para calmar su boca —Mejor que se enfríe un poco— coloca la tasa al lado de la computadora.
—Vamos a ver, acá está, mail… aja bandeja de entrada, actualizar—. Sopla su café y le da un sorbo con cuidado para no quemarse —Mmm ahora sí… ¡Uf! ¡Qué buen aroma!— dice con un tono de experto en café.
Enrique se frota la cabeza al ver que tiene cincuenta correos sin leer —No quiero pensar en los que tendré cuando regrese— piensa al ver como uno a uno van bajando.
Algunos mensajes son de ofertas de la agencia de viajes que le vendieron el paquete, otros ofreciéndole ofertas de casas, inclusive recibe un correo de una persona de oriente medio donde le dice que necesita su ayuda para realizar una transferencia de un millón de dólares, de los cuales le darán doscientos mil a él. Enrique le saca el dedo de en medio y lo borra.
Al quedarse con los mensajes importantes, Enrique responde a cada uno. Enrique le dedica tiempo a un correo del ingeniero Estrada donde le solicita le deje por escrito el estado de los proyectos en curso. En especial sobre el proyecto para España.
Enrique ha estado emocionado por la idea de abrir una oficina en España desde hace cinco años, por eso envió desde hace más de tres meses la respuesta a una licitación para construir un edificio en Madrid.
Enrique comienza a sentir presión por el hecho de que aún no le ha comentado nada a Claudia, no sabe cómo reaccionará al decirle que la familia entera se tendría que ir a vivir a España, si el proyecto es aprobado. Enrique sacude su cabeza, no quiere pensar en ello; ahora tiene que pensar no solo en la universidad de Susana sino también en la escuela y papeles de Karlita. Enrique da un sorbo a su café y con un suspiro se dice a sí mismo que se preocupará de las niñas después.
—Propuesta… propuesta… ¿Dónde te puse propuesta de España?… ah sí, aquí está. Adjuntar… vamos a ver… «Ingeniero Estrada acá te mando la propuesta de España…» y enviar—. Enrique suspira al ver el mensaje enviado. Enrique sacude su pelo, alborotándolo aún más. Enrique necesita enviar el cronograma de trabajo del proyecto para un local del centro comercial, pero antes quiere un poco más de café, al tomar la taza se da cuenta de que ya se lo terminó. Enrique ríe y arrastrando los pies va de nuevo a la cocina para calentar un poco de agua. Enrique coloca la taza en el microondas y vuelve a tomar los cubiertos para simular que toca la batería. Cuando su agua está caliente prepara su café.
—Mmm… ¡Qué delicia!— Enrique va removiendo su café al son de su silbido, piensa en que le falta poco para terminar, solo le falta enviar la información pendiente al ingeniero Estrada. Al abrir la puerta de la sala ve una pequeña cabecita que apenas y sobresale de la silla, está viendo sus viendo sus correos.
—Karlita. ¿Qué haces despierta?— Enrique coloca su taza sobre la mesa, mirando a Karlita sin pestañear.
—Siempre me levanto a esta hora— le responde mientras voltea a ver el reloj que está en la pared y regresa la mirada a la pantalla.
—Son las cinco treinta… Pero… ¡¿Hasta estás bañada?!— le pregunta rascando su cabeza.
—¿Por qué nos quieres llevar a vivir a España?— Enrique coloca su mano en el pecho, siente que su corazón se va a detener. Enrique piensa en cómo se dio cuenta, pero lo que más lo agobia es que piensa que ella irá con Claudia para contarle. Enrique da un respiro profundo.
—¿Por qué dices que las quiero llevar a vivir a España?— Toma su café y le da un sorbo tratando de disimular su nerviosismo.
—Supongo que no le has dicho a Claudia ni a Susana, ¿verdad?— Karlita voltea a ver a Enrique, quien le tiembla la mano y trata de no botar su café.
—Este… ¿por qué no vas a terminar de arreglarte?, ya en unas horas nos vamos para el aeropuerto—. Karlita pestañea despacio, y le da una leve sonrisa —Ya estoy arreglada. Iré a comer algo porque tengo hambre—. Con un pequeño salto, Karlita baja de la silla, al estar en la puerta se detiene y voltea a ver a Enrique —No te preocupes, Enrique, no les diré nada—. Karlita abre la puerta de la cocina.
Enrique se sienta y se pasa las manos por la cabeza viendo hacia el cielo —¡Cómo es posible que ella se diera cuenta de eso!, ¡tan sólo es una niña!, ¡qué bruto soy!, ¡soy bien… mula!— se repite una y otra vez —¡Qué bruto soy!… no… ¡soy un imbécil! ¡Por la gran...!— Enrique se tapa la boca. Al ver la computadora se da cuenta de que el correo no estaba a la vista —, pero, entonces… ¿cómo se dio cuenta?— se pregunta golpeando las teclas con fuerza —Creo que Susana tiene razón cuando dice que Karlita es una niña muy rara— murmura. Enrique se recuesta en la silla frotando su frente.
Mientras tanto Karlita se está preparando algo para desayunar. Enrique se aproxima sin hacer ruido para observar qué es lo que está haciendo. Es la primera vez que Enrique la observa en la cocina, Claudia le había contado sobre lo independiente que es Karlita para todo, por eso quiere verla por la curiosidad que le da. Mientras Karlita se prepara unos huevos fritos y un poco de fruta, entona una canción. Enrique se queda con los ojos abiertos al escucharla cantar, unos segundos después cierra la puerta y se queda moviendo la cabeza con los ojos abiertos de lo bien que canta Karlita.
Enrique regresa a la computadora para terminar de revisar si aún tiene otro correo, al ver que ya ha respondido todos la apaga y se dirige hacia su cuarto, va silbando.
Al llegar al cuarto, Claudia va saliendo de darse una ducha, Enrique se sienta en la cama mientras Claudia va a su guardarropa. Enrique se tira hacia atrás con los brazos extendidos pasando sus manos sobre su cara —Qué idiota soy— murmura.
—Acabas de escuchar cantar a Karlita, ¿Cierto?— Claudia lo mira y le sonríe.
—¿Cómo lo sabes?— Enrique se sienta en la orilla de la cama.
—Vienes silbando esa canción— Claudia lo mira a través del reflejo del espejo —, creo que te estás encariñando de ella— le dice mientras toma su cepillo para peinarse.
Enrique ríe. No se había percatado de que venía silbando la misma tonada que Karlita estaba cantando. Claudia le pregunta si Karlita ya está desayunando, Enrique le dice que sí y además le agrega que está muy sorprendido de lo diferente que son con Susana.
Claudia arregla su cabello con cautela mientras lo ve desde el espejo, Enrique se tira a la cama riéndose como un niño que se está burlando de alguien más, ella le pregunta qué es lo que le causa gracia. —Te estás peinando igual que lo hace Karlita— le señala. Claudia se ve en el espejo y se tapa la boca para sonreír —es verdad— le responde.
—Ash, pues… ahora ustedes están bien locos. O sea…— Susana está en la puerta haciendo con su mano la seña de locos. Claudia se acerca a Susana y le da un beso de buenos días; luego le dice que en unos minutos desayunarán. Claudia le pide a Susana que la espere mientras termina de vestirse.
Enrique toma su toalla y se va a la ducha. Claudia sale a los diez minutos y le pide a Susana que la ayude con el desayuno. Al pasar por la sala, se encuentran a Karlita en el sillón con su libro.
—¡Buenos días, Karlita!— le saluda Claudia dándole un beso en la mejilla.
—¡Buen día, Claudia!— le responde colocando el libro sobre el sofá y levantándose para darle un abrazo.
—¿Sabes?, me gustaría que me dijeras mamá— le pide Claudia. Karlita le sonríe.
—Buen día. Susana— le dice Karlita acentuando el nombre y sin quitar la mirada de los ojos de Susana.
Susana le da un buen día apenas audible y se retira hacia la cocina evitando mirarla directo a los ojos. Claudia las ve a ambas y no sabe qué decirles. Claudia quisiera que Karlita y Susana se llevaran bien. A la par de Karlita está su equipaje y su mochila la cual ya tiene llena de libros. Claudia recuerda que cuando pensó en adoptar a una niña de la edad de Karlita, se imaginaba comprándole muñecas, vestidos, entre otras cosas; pero ya está aceptando que Karlita es diferente.
Claudia le dice a Karlita que irán a desayunar, y si ella quiere puede bajar cuando guste para estar un rato con la familia. Karlita le da las gracias.
Al llegar a la cocina, Susana está con los brazos cruzados y su cabeza inclinada. Claudia le dice que se anime un poco y que preparen la comida.
—¡Enrique!, Ya está servido— le grita Claudia. Susana le dice que no es necesario gritar, que use el teléfono. Claudia no le presta atención.
—¡Voy bajando!— Se escucha como si estuvieran brincando sobre las gradas.
Al llegar Enrique, Susana lo ve de pies a cabeza dos veces. Él le pregunta por qué lo mira así. Ella le dice que es porque nunca lo ha visto vestido tan relajado, siempre está medio formal para ir a trabajar. Él sonríe y le acaricia el cabello.
—Por cierto amor. ¿Me llamaste varias veces?, escuché que me llamaron mientras estaba en la ducha—. Claudia le dice que solo cuando le grito que bajara, de ahí no lo ha llamado. Susana bota el tenedor al suelo, respira con rapidez, y recoge el cubierto.
—¿Qué raro…? Hubiera jurado que me estuviste llamando— le comenta Enrique. Al ver de reojo a Susana, le recuerda que le pidió que hiciera lo posible por llevarse bien con Karlita. Susana asienta con la cabeza mientras con la mirada ve hacia otro lado.
—Muy bien familia. Dentro de unas pocas horas ya estaremos en ¡la playa!— Enrique levanta los brazos en señal de libertad.
Enrique siente que algo se mueve en la bolsa de su pantaloneta —Ah, es mi celular— exclama —¡el taxi ya está afuera!— Enrique se pone en pie arrastrando la silla para atrás. Claudia y Susana quitan los vasos y platos para lavarlos. Enrique sube al segundo nivel para cerciorarse de que todo esté cerrado.
Susana bota un vaso que estaba lavando, se agacha para recoger los pedazos para tirarlos a la basura; se secan las manos y salen para la sala.
Enrique baja las gradas y les pregunta si todas están listas, Claudia y Susana le dicen que sí. Al ver a todos lados, Claudia exclama que Karlita no está.
Enrique sube al segundo nivel para buscar a Karlita, va a la sala, pero ella no está allí. Claudia va al cuarto donde está el piano mientras que Susana va a buscar a los baños, pero ninguno logra encontrar a Karlita. Todos se reúnen en la sala diciendo que no está en ninguna parte. —¡¿Dónde se habrá metido?!— pregunta Claudia con la mano sobre la boca.
En ese instante tocan el timbre de la puerta. Enrique va a abrir, es el piloto de la camioneta, les dice que si ya están listos porque su hija ya está en el bus. Enrique y Claudia comienzan a reír, Susana agacha la cabeza para voltear a ver a otro lado y arruga la nariz. El piloto les ayuda con las maletas para llevarlas hacia el bus.
—¡Qué susto el que nos acabas de dar!— le dice Enrique por la ventana delantera mientras suben las maletas a la camioneta.
El piloto cierra la cajuela y le pregunta a Enrique si ya tienen todo listo, él le dice que todo está listo para que partan. Claudia le pide a Karlita que siempre los espere para salir, uno nunca sabe lo que puede suceder y más a una niña pequeña. Karlita sonríe y le dice que no aguantaba las ganas de salir para la playa, pero que a la próxima los va a esperar. Karlita ajusta su cinturón.
Enrique les dice que ¡ya están de vacaciones! Dando un grito que hasta el piloto se tapa los oídos. —¡Sí!— Gritan Claudia y Susana levantando las manos y sonriendo. Susana les dice que ya se está imaginando sentada a la orilla de la playa, viendo a los hombres pasar; Claudia y Enrique la voltean a ver y ella les dice que sólo estaba bromeando que no se alteren.
Claudia le dice a Karlita que al llegar al hotel se irán a las piscinas para que pueda nadar un rato. —Pos claro— le responde con acento español. Claudia voltea a ver a Enrique quien mira hacia todos lados, en eso ve la hora en la radio del bus. Enrique le pide al piloto que conduzca rápido porque en casi dos horas sale su vuelo.
—Ash…. Pues… Y todo por estarte buscando. Nos vamos iendo bien tarde— le dice Susana a Karlita. Claudia voltea a ver a Susana con una mirada que la deja callada. Karlita voltea a ver a Susana —Se dice «nos estamos yendo muy tarde»— Susana arruga la nariz y se cruza de brazos. Enrique empieza a reír hasta el punto en que se toca el estómago y se tiene que secar los ojos.
Después de media hora por fin llegan al aeropuerto. Todos salen corriendo. Enrique les pide que se apresuren al mostrador de la aerolínea, él se quedará pagándole a piloto.
Claudia sale con las niñas corriendo hacia el área de mostradores cuando al llegar se da cuenta de que hay una fila muy larga para poder entrar. Claudia se acerca con la persona encargada y le pide que las deje pasar ya que van tarde y pueden perder el vuelo; con tono autoritario, les dice que tienen que hacer la fila. Claudia regresa con Susana y Karlita quienes se quedaron haciendo la fila.
Enrique las alcanza y se jala el cabello al ver la fila. Después de media hora llegan al mostrador y se dan cuenta de que tienen solo cuarenta y cinco minutos para llegar a la puerta de abordaje.
Al revisar los pasaportes la señorita de la aerolínea les pide la carta que hace constar que Karlita está bajo su tutela, ya que por ser menor de edad, y en proceso de adopción, deben mostrar las pruebas. El rostro de Enrique se pone blanco, no pensó en esa situación. Claudia le dice a la señorita que no hay ningún problema, y saca el acta del proceso de adopción de Karlita.
Enrique la voltea a ver y ella le dice —tan sólo llame antes para saber si habría un problema— ambos comienzan a reír. La señorita les entrega sus pases de abordar y les dice que deben salir «volados» hacia la puerta de abordar. La señorita les ofrece dar el aviso para que les den prioridad para pasar seguridad, dado que su vuelo sale en poco tiempo.
La familia sale con velocidad, pasan migración, en rayos X se detienen, pero por fortuna no los detuvieron para otra revisión. Agitados logran llegar a la puerta de embarque, la señorita de la puerta les pide que pasen rápido y se acomoden en sus asientos. Solo a ellos los estaban esperando. Al entrar los cuatro, cierran la puerta del avión.
Enrique les da a Karlita y Susana su número de asiento para que viajen juntas. Karlita toma el asiento de la ventana, se quita la mochila y la coloca debajo del asiento de adelante.
Al sentarse Enrique y Claudia se ríen por la aventura que acaban de tener ese día, desde que por la mañana creyeron que Karlita había desaparecido, la larga fila para de la aerolínea y lo apresurados que tuvieron que correr para llegar a tiempo a la puerta de abordaje.
El capitán da el aviso de abrocharse los cinturones de seguridad, las aeromozas dan las instrucciones de qué hacer en caso de tener una emergencia y que sea necesaria una ruta de evacuación.
El avión se coloca en posición de salida. Al iniciar el sonido de los motores, el capitán da el aviso que está a punto de despegar con destino hacia el aeropuerto internacional de Panamá. Karlita ve hacia afuera del avión, ve el cielo y con el destello de una sonrisa, murmura algo.
Susana entierra las uñas en su asiento y cierra los ojos. Karlita la ve de reojo de arriba para abajo, da un suspiro y saca los audífonos que Enrique le prestó para que fuera escuchando música. Karlita se agacha para tomar su mochila y sacar una novela de misterio llamada: «El camino de Mónica».
Claudia sujeta la mano de Susana diciéndole que todo va a estar bien que no debe ponerse nerviosa. Susana cierra los ojos al sentir que el avión comienza a tomar velocidad. El avión sale de la pista y toma vuelo. El piloto da el anuncio que habrá un poco de turbulencia. El avión comienza a «temblar», Susana traga saliva y aprieta la mano de su mamá, quien le dice que solo no le entierre las uñas, Susana le pide perdón. Karlita va escuchando su música y leyendo, mientras da vueltas a las páginas murmura —Esta Mónica— y ríe.
—Ves que no hay nada de que temer, Susana— le dice Claudia acariciando su mano. Susana, sin pronunciar palabra, asiente con la cabeza recostada en el asiento, al rato vuelve a sentirse otro poco de turbulencia. Claudia se inclina un poco para ver a Karlita, la ve leyendo. Claudia le pregunta si se siente bien. Karlita se quita los audífonos. Claudia le vuelve a preguntar si se siente bien, Karlita asiente con la cabeza —Solo te tienes que preocupar por…— le dice viendo de reojo a Susana quien intenta levantarle la mano, pero la vuelve a poner en el asiento al sentir la turbulencia.
A la media hora de vuelo, Susana se empieza a abrazar, Claudia le pregunta si tiene frío. Ella le dice que sí. Claudia llama a una de las aeromozas y le pide que le dé un poncho para Susana, la aeromoza le lleva una manta de color azul. Susana rompe la bolsa para sacar la manta y se cubre. A los pocos minutos Susana se queda dormida.
—Susana, hija— le dice Claudia mientras toca su brazo para despertarla. Claudia está preocupada porque Susana se está agitando demasiado. Susana se levanta con la respiración a toda prisa y bañada en sudor.
—¿Qué tienes, hija?, ¿Otra pesadilla como la de hace una noche?— Claudia le pide a una aeromoza si puede traerle un poco de agua, ella le responde que ya pasarán la merienda y que con gusto le darán un poco para beber. Karlita continua con la mirada fija en su libro sin atender a Susana.
A los pocos minutos pasa el carro de la merienda, le dan un vaso con agua a Susana. La aeromoza se dirige a ellos y le pregunta a Enrique y Claudia que les gustaría para merendar, tienen un sándwich de pollo o de carne. Claudia pide el de pollo y Enrique el de carne. Al preguntarle a Susana le dice que no tiene hambre. Al dirigirse a Karlita y le preguntan si ella se llama Karla González, ella les dice que sí, y le dan una comida especial de frutas para niños; la aeromoza le pregunta qué quisiera tomar, ella le responde que agua sin hielo.
—Qué niña tan lista la que tienen— les dice la aeromoza.
Claudia y Enrique se inclinan al mismo tiempo, con entrecejos fruncidos, para ver a Karlita quien está abriendo el paquete de frutas.
—Karlita, ¿Cómo te dieron esa comida?— le pregunta Claudia mientras rompe el papel de su sándwich.
—Fácil, al saber que saldríamos, vi que el boleto decía que se podía cambiar de comida, así llamé al número que indicaba y pedí que me la cambiaran—. Karlita continúa con su lectura mientras de un bocado a un pedazo de piña.
Claudia y Enrique se ven como diciendo «no me extraña». Enrique piensa en que si Karlita hizo una llamada de larga distancia la factura del teléfono vendrá muy alta.
Después de dos horas de vuelo, el capitán anuncia que están próximos a aterrizar. Las aeromozas pasan por cada uno de los lugares recogiendo la basura.
Durante el descenso Susana vuelve a enterrar las uñas en el asiento y hace su cabeza hacia atrás. Claudia toma su mano. Karlita la mira de reojo moviendo su cabeza en señal de negación. Susana cierra los ojos al sentir el golpe del aterrizaje y escuchar los motores deteniendo el avión.
El capitán les da la bienvenida a la ciudad de Panamá, les pide que sigan con sus cinturones abrochados que en unos minutos llegarán a la puerta para que puedan bajar. Los demás pasajeros comienzan a aplaudir. Claudia se inclina para ver a Karlita quien también está aplaudiendo con los demás.
Al bajar del avión, preguntan dónde queda migración, el personal les dice que tienen que seguir las flechas y bajar un nivel. Al llegar a migración, el oficial les da la bienvenida a la ciudad de Panamá, al revisar los pasaportes, les solicita los papeles de adopción de Karlita. El oficial revisa los documentos, después de unos minutos les dice que espera disfruten su estadía.
Al salir de la revisión de aduanas ven a una persona con un letrero que dice: «Familia González RDV Alec». Enrique se dirige con la persona y se presenta. El piloto les da la bienvenida y les dice que su vehículo está casi listo, y que en unos minutos llegarán a la central de vehículos.
Enrique le da las gracias cuando nota que algo comienza a temblar dentro de su maletín.
—¡Lo prometiste!, nada de celulares—. Claudia tira su maleta. Enrique había encendido el celular para ver si tenía algún mensaje sobre el proyecto de España. Claudia le arrebata el maletín a Enrique y registra para buscar el teléfono.
—¿Cuál es la clave?— le pide Claudia moviendo el pie. Enrique le dice que no le preste importancia.
—Enrique, te lo vuelvo a pedir una vez más… ¡¿Cuál es la clave MALDITA SEA?!— Claudia lo ve a los ojos. Susana abraza a Karlita, pero al darse cuenta la vuelve a soltar. Enrique le dice que la clave es «confianza».
—¡Qué hipócrita esa tu clave!— le dice. Claudia se da la vuelta, al ver el teléfono llama a Karlita. Claudia se agacha y le pide a Karlita que la ayude a ver el mensaje. Karlita toma el celular, y luego se lo devuelve.
Claudia se pone en pie para leer un correo que tiene una marca de importancia alta, viene escrito inglés: «Mr. González: Good news. Prepare to live in Spain with all your family. The project has been approved» [Sr. González: Buenas noticias. Prepárese para vivir en España con toda su familia. El proyecto ha sido aprobado.]