CAPÍTULO 3. LA DECISIÓN




El padre Gabriel por poco se quema del trago que acaba de dar con el café. Las miradas de Enrique y Susana se entrelazan en un profundo silencio al escuchar lo que Claudia acaba de decir. —Dios mío, ya me lo esperaba. Ay… Claudita— piensa Enrique. 

—O sea, ¿Qué onda con mi mamá? Pues, ¿Qué… le pasa?— piensa Susana cruzando los brazos. Claudia no desvía la mirada del padre Gabriel. 

—¿No estarás tomando una decisión muy apresurada, hija?— le expresa el padre Gabriel. Con mucha calma coloca la tasa sobre la mesa.

No, padre. Es algo que no puedo explicarle. Es nada más como si… ¿Cómo le dijera?, como si algo me dice por dentro que ella me necesita—. La mirada del padre Gabriel se centra en su tasa de café y respira hondo, en sus pensamientos no quiere aceptar lo que ella le está diciendo, a pesar de que antes había dicho que los niños necesitan un hogar. El padre Gabriel voltea su mirada calmada a Enrique para preguntarle qué opina él.

Padre esto es algo que ya lo habíamos platicado con Enrique— interrumpe Claudia —desde que nació Susana siempre soñé con tener otra hija, pero dada mi condición, tener otro bebé sería de alto riesgo—. Enrique le da su pañuelo mientras entre sollozos ella relata lo mucho que ha deseado tener otra hija. Enrique coloca su mano sobre su hombro en señal que él la apoya.

Susana se inclina un poco a su papá —Papá, o sea pues, en serio que mamá… ¿va a adoptar a esa niña toda rara?— le susurra. Enrique le da un leve codazo y entrelaza sus dedos con los de Claudia. —Estamos en esto como familia, Padre Gabriel— dice Enrique viendo a Claudia a los ojos.

Claudia, Claudia…— resuena en la mente de Claudia. Ella se queda con la mirada a una esquina mientras recuerda el sueño donde escuchó esa voz por primera vez. En su mente vive de nuevo cada escena del sueño, escucha la noticia que le da el médico sobre su condición y ve otra vez a una niña que la llama.

—Claudia… Amor— Enrique aprieta los dedos de Claudia para que vea al padre Gabriel quien le está hablando. —¿Has escuchado lo que te dije, hija?— le pregunta el padre Gabriel. Claudia reacciona y le pide una disculpa por estar distraída, ella sonríe y le pide que le repita lo que acaba de decir. El padre Gabriel arregla sus anteojos y le dice que necesita tiempo para pensar mejor la razón por la que quiere adoptar a Karlita. El padre Gabriel toma su café y da un sorbo —¿Deberían conocer también a Emily?— les agrega.

—¿Quién es Emily?— le pregunta Claudia frunciendo el entrecejo.

Es la niña quien iba en la ambulancia cuando ustedes entraron— le explica el padre Gabriel. 

El padre Gabriel les pide que lo disculpen para ir por algo a su oficina. Entre tanto Susana le pregunta a su mamá por qué quiere adoptar a una niña tan rara, pero ella no le presta atención. Enrique piensa que le gustaría salir corriendo de aquel lugar, pero no le dice nada a su esposa. 


A los pocos minutos regresa el padre Gabriel con un cartapacio, se arregla los anteojos y busca una foto de Emily, al encontrarla se las enseña. Susana la arrebata.

—¡Aww, qué linda es…! Mira, Mamá, sus ojos claros y su cabello rizadito y cortito, mira mamá está bien linda, ¿Cuántos años tiene padre?— pregunta Susana hablando con velocidad. 

—Tiene ocho años— le responde el padre Gabriel mientras toma asiento.

Igual que Karlita— murmura Claudia. Toma la foto en sus manos para ver mejor a Emily, mira sus ojos claros, su cabellera corta y rizada de color oro. Enrique le pide la foto para verla —Emily se ve que es una niña muy dulce— les dice Enrique. El padre Gabriel asienta con la cabeza.

El padre Gabriel les relata que los padres de Emily murieron en un accidente, cinco años atrás, y fue el orfanato el que se hizo cargo de ella, pues no tenía más familiares. El padre Gabriel les cuenta que todo comenzó un día en que él fue al hospital para orar por la mamá de Emily, quien agonizaba. Les cuenta lo emotivo que él se sintió cuando ella le pidió que le prometiera que se haría cargo de su niña, así podría morir en paz. —Y cumplí la promesa— les dice concluyendo la historia.

—Pero Karlita también necesita un hogar, y Emily ni está aquí— pronuncia Claudia con fuerza. Enrique coloca su mano sobre la pierna de Claudia. Ella se calma. Enrique le propone que conozcan a Emily, porque como ella bien lo ha dicho: ambas necesitan un hogar.

Sí, mamá. Conozcamos a Emily está bien requetelinda— Susana le arrebata la foto a su papá —, mira— le dice Susana con voz infantil. Claudia mira la foto y la carita de Emily la conmueve para que acepte conocerla, aun así, en lo profundo de su corazón, Claudia ya se encariñó de Karlita.

Padre— Claudia hace una pausa para pensar —¿Dónde la podemos ver?— le pregunta. El padre Gabriel le dice que por el momento deben esperar a que Emily se recupere, pero que él está a punto de llamar a la madre María para preguntar por ella y, si tienen tiempo y puede recibir visitas, quizá lo puedan acompañar.

Sí, mamá, esperemos a conocerla— le dice Susana agitando sus manos. Claudia suspira y enfoca su mirada hacia el cielo. Enrique la ve y sabe que algo está planeando. Ella se dirige al padre Gabriel y le dice que está dispuesta a adoptar a Emily y a Karlita. Ella no quiere pensar en que una niña se quede sin el cariño que pueda recibir de una familia, también le dice que ellas podían ser hermanitas de Susana.

—¡Ay mi mamá! Para estar cuidando niñas estoy. O sea… ¡¿qué onda?!—. Susana cruza sus abrazos y se recuesta arrugando las cejas y la boca.

Claudia no le presta atención, solo guarda silencio esperando la respuesta del padre Gabriel. Él con mucha calma le dice que lo pensará, luego le agrega que llamará a la madre María para preguntare el estado de Emily, y si ya se encuentra bien, podrían ir. 

El padre Gabriel se retira por un instante para hacer la llamada a la madre María. Mientras esperan, Enrique le pregunta a Claudia si está segura de lo que está haciendo, ella solo le hace señas que sí con la cabeza, pero su mirada está hacia la habitación de las niñas. Susana le dice que ella prefiere a Emily porque Karlita es muy rara. Los tres discuten hasta que Enrique les dice que el padre Gabriel se está acercando. 

El padre Gabriel le dice que Emily, a Dios gracias, está estable y que puede recibir visitas. De inmediato, Claudia ve a Enrique a los ojos, Enrique respira con sutileza y le propone al padre Gabriel que vayan todos en su camioneta. Ella le hace otra mirada, Enrique le agrega que ellos lo traerán de vuelta, luego de la visita. Claudia le sonríe al padre Gabriel.

Aunque el padre Gabriel está indeciso sobre aceptar el ofrecimiento de Enrique, termina por ceder ante la insistencia de Claudia. El padre Gabriel les pide que lo esperen en su oficina mientras deja instrucciones con la hermana Francisca.

Claudia se da la vuelta con Enrique y levanta las manos con una sonrisa de victoria. Enrique voltea a ver a Susana con una expresión de «se salió con la suya». Susana da unos toques suaves en el hombro de su papá. Una de las hermanas les pide que la acompañen para llevarlos a la oficina del padre Gabriel.


—¡Qué lugar tan grande!, o sea, pues, desde acá es donde comanda el orfanato el padre Gabriel—. La mirada de Claudia se ancla en los ojos de Susana haciéndola callar. Enrique da golpecitos a las paredes y puertas para ver la consistencia de las mismas —Esta es una oficina muy bonita, aunque podría hacerle unos arreglos para que se vea más contemporánea—. Enrique observa los acabados del techo.

—¡Ay Papá!, O sea pues… siempre viendo dónde te sale más trabajo, pues, no pienses solo en eso—. Claudia les pide a los dos que guarden silencio porque están en la oficina de un sacerdote y deben mostrar respeto. Enrique y Susana se sientan viéndose el uno al otro. Claudia ve en el escritorio del padre Gabriel una foto con un personaje que conoció cuando iba a los cuartos de las niñas, es el padre Gabriel y el padre Sebastián, sólo que el padre Gabriel luce mucho más joven.

En una de las fotos ve al padre Gabriel con todos los niños del orfanato —¡Ahí está Karlita!— murmura con una sonrisa. De inmediato esa fotografía se convierte en su favorita. Ella nota que Karlita está muy bien arreglada, lleva puesta una diadema y su vestido lo tiene bien planchado. Los niños, por otro lado, pareciera que acaban de jugar pelota, algunos están despeinados y con la camisa de fuera. 

Claudia coloca la foto en su lugar y camina por los alrededores de la oficina. Le llama la atención una puerta que está cerca de la esquina. Mira para todos lados, esperando que nadie la vea. Al ver que Enrique y Susana están distraídos, la abre con sigilo. —Es tan sólo una bodega— se dice a sí misma. En un estante ve un cartapacio celeste, dentro de ella siente que la está llamando, lo toma, con un soplo le sacude el polvo. En la parte de adelante tiene una pegatina que dice: «Karla Gabriela». —Karlita— susurra. Al abrirlo confirma que es Karlita al ver su foto, pero le extraña ver que sólo aparecen sus dos nombres y no sus apellidos.

—¡Claudia!— Claudia da un brinco que la hace botar el cartapacio. Al darse la vuelta ve a Karlita quien está parada detrás de ella —¡Karlita!— le dice con su mano en el corazón.

El padre Gabriel no nos deja entrar aquí, dice que es privado— le dice Karlita mientras observa hacia ambos lados hasta regresar su mirada a ella. Aún con su mano en el pecho, Claudia le dice que ya saldrá de ahí, pero también le pregunta cómo entro sin que ella la oyera.

Escuché que van a ir a ver a Emily. Ella es mi amiga y la quiero mucho. ¿Puedo ir con ustedes?— Karlita ve con una sonrisa a Claudia. Ella la ve con una mirada de qué niña tan lista y le acaricia la cabeza. Claudia le hace una seña que no le diga a nadie, y le promete que hablará con el padre Gabriel para que le dé permiso. Karlita se arregla su diadema y le da las gracias. 

Por cierto, Karlita. ¡Qué bonito el vestido que te pusiste!— Karlita sonríe y le da las gracias. Ambas salen del cuarto hacia donde están Enrique y Susana. Al llegar con ellos, Claudia les dice que vean a quién se encontró, y que también los acompañará para ir a visitar a Emily al hospital. —¡Qué bien que vayas a ver a tu amiga!— le dice Enrique.

Karlita se dirige a uno de los sillones y toma el libro que está a la par de la lámpara con base de ángel; al ver la portada, lo abre justo donde hay un separador. 

Ves, papá, es una niña bieeen rara— le susurra Susana a su papá mientras la ve con curiosidad. Enrique le dice que porque no aprende de ella y en lugar de estar viendo novios debería ponerse a leer algo constructivo. Susana enrojece. —Además se dice «muy rara» y no «bien rara»— Enrique empieza a reír mientras Susana enrojece aún más.

Claudia se acerca a Karlita para preguntarle qué está leyendo. —Son historias infantiles contadas en uno de los libros que utiliza el padre Gabriel para dar sus sermones— le responde y después da un suspiro —, pero es algo que no sé por qué los adultos creen— le agrega.

Susana mira hacia un lado haciendo una expresión de loca con su dedo. Enrique le da un golpe con el codo para que dé el ejemplo. Karlita continúa leyendo el libro como si Claudia no estuviese a su lado. En ese instante el padre Gabriel regresa.

Enrique, Claudia. Me informan que podemos ir. Ya dejé dadas las instrucciones. Me volvieron a llamar para confirmar que Emily está mejor— les informa el padre Gabriel de forma pausada y serena. El padre Gabriel se da cuenta de que Karlita está con ellos . ¿Y tú?, ¿qué haces aquí?, deberías estar con los otros niños— le dice el padre Gabriel. 

Ella nos acompañará, padre Gabriel, porque está preocupada por Emily, ¿Verdad, Karlita?— le interrumpe Claudia sin dejar que Karlita responda. Claudia alza su mano para que Karlita la tome. 

Sí, padre Gabriel, quiero ir a ver a Emily— le responde Karlita con el rostro iluminado. Ella cierra el libro con lentitud, lo coloca de la misma forma en la que lo encontró y toma la mano de Claudia. 

El padre Gabriel queda en silencio. Claudia le da las gracias por dejar ir a Karlita con ellos. Sin poder negarse, el padre Gabriel le dice que puede ir con ellos.

Gracias, padre Gabriel, por dejarme ir con ustedes— le dice Karlita volteándose hacia donde él está, luego se dirige a Susana —, y yo no soy una niña muy rara. Ni estoy así— Karlita imita el movimiento de loca que Susana había hecho. 

Susana sujeta a su papá, pero él se ríe de lo que Karlita le dijo. Enrique le da varias palmadas y un beso en la cabeza —¿Qué buen oído tiene?— murmura Susana con su corazón latiendo a prisa. Los cinco se dirigen hacia el parqueo del orfanato donde Enrique estacionó la camioneta.


Qué lindo ese tu vestido, Karlita— le dice Susana. Unos minutos atrás, Enrique le dijo que debía llevarse bien con ella —Tú comenzaste diciéndole que es una niña rara— le dijo con el tono de un papá que trata de verse serio con su hija. Karlita voltea a ver a Susana y le da las gracias.

Bueno, súbanse— Enrique abre las puertas de la camioneta. Karlita se sube en los asientos de atrás y abrocha su cinturón. Claudia la mira por el espejo retrovisor y le pregunta si quisiera ir con ella adelante. Karlita le dice que irá más cómoda en ese lugar. Enrique y Claudia se miran encogiendo los hombros. 

El padre Gabriel intenta subirse a la camioneta, pero siente difícil subir. Claudia recuerda que él utiliza una prótesis. —Padre Gabriel, porqué mejor no se va usted adelante. Yo me voy atrás con las niñas— le ofrece. Claudia baja para pasarse atrás. El padre Gabriel le da las gracias y sube a la camioneta.

Enrique pregunta si todos ya están con sus cinturones puestos porque si no, aún no se podrán ir; todos le responden al unísono que sí. Enrique enciende su camioneta —¿Le molesta un poco de música, padre?— le pregunta Enrique. Él le responde que no. Enrique sintoniza una estación de jazz. Mientras van en camino, Enrique le cuenta al padre Gabriel que siempre le gustó el saxofón, pero que nunca tuvo oído para eso.


Al llegar al hospital, la madre María espera al padre Gabriel afuera de la habitación de Emily, quien está dormida. La madre María le dice que deben esperar hasta que ella despierte; también le comenta que los doctores le dijeron que tuvo una contusión muy fuerte, y eso fue lo que le provocó el desmayo. El padre Gabriel le pregunta si los médicos dijeron algo sobre el tiempo que tendría que estar hospitalizada. La madre María le responde que quizá solo esa noche.

Perdón, ¿Y quiénes son ustedes?— pregunta la madre María al ver a Enrique y Claudia. Ella siente que está contando mucho sobre Emily sin siquiera conocerlos. El padre Gabriel se disculpa y los presenta, le dice que después le contará la razón por la que ellos están ahí. El padre Gabriel hace un gesto con la mirada viendo hacia abajo señalando a Karlita. La madre María asienta con la cabeza.

Disculpen, a todo esto ya son las seis de la tarde y no he comido nada. ¿Padre, usted tendrá…?— Le dice la madre María sosteniendo con las manos su estómago que le está haciendo mucho ruido.

Claudia le da un codazo a Enrique, lo mira y le hace una seña para que diga algo. Enrique interrumpe para decirles que los invita a comer en la cafetería del hospital, así pueden hacer tiempo mientras Emily descansa, y quizá al regresar ella ya esté despierta. 

El padre Gabriel y la madre María agradecen el gesto. Karlita no despega la mirada de la puerta del cuarto de Emily, Claudia le dice que ya la podrá ver, que solo le dé tiempo para que descanse y que después de comer regresarán.

En la cafetería Enrique pide unos emparedados y unas sodas para cada uno, se voltea para preguntarles qué soda quieren: el padre Gabriel le pide una cola, la madre María quiere una de naranja, Claudia y Susana piden una soda de dieta. Enrique ve a Karlita. —Preferiría una botella de agua. No tomo sodas, y preferiría la ensalada de frutas, por favor. Gracias— le dice Karlita.

Enrique le pregunta si es eso lo que en realidad quiere, porque también hay pasteles y hamburguesas, pero Karlita le dice que sí es eso lo que quiere. Enrique le dice que con gusto le ordenará lo que le pide.

 Susana voltea a ver su mamá para burlarse de Karlita —Mamá, ¡Qué niña bien rara!, pues, o sea… pidió fruta y agua—. Claudia la mira moviendo su cabeza y diciéndole que no haga eso.

Al servirles la comida el padre Gabriel hace una breve oración para pedir bendición por los alimentos, Karlita los observa mientras él hace la oración. Con un amén comienzan a comer.

—¿Dónde están los baños?— pregunta Karlita —Me quiero lavar las manos— agrega. La madre María le señala dónde están. Karlita se levanta de la mesa, Claudia le pregunta si desea que la acompañe, pero Karlita le contesta que no se preocupe, ella puede ir sola.

—¿Siempre ha sido así de independiente?— pregunta Claudia volteándose hacia la madre María. —O sea, así de rara pues— interrumpe Susana. Claudia la voltea a ver —Perdón pues, o sea… va pues ya no digo nada de la «nena»— le responde. Claudia mira de nuevo a madre María esperando respuesta. La madre María les relata cómo fue para ella y las hermanas del orfanato tratar con Karlita desde el inicio —Karlita siempre fue muy independiente— da un sorbo a su soda —, a diferencia de su amiguito Julián, ya que él sí aceptaba ayuda— hace una pausa —, pero Karlita nunca la acepta— le comenta mientras le da una mordida a su emparedado.

La madre María aprovecha que no está Karlita para preguntarles la razón de estar ahí. El padre Gabriel le comenta que ellos son los que están interesados en adoptar a una niña y que estaban pensado en Karlita, pero después él les habló sobre Emily y aceptaron conocerla. Claudia interrumpe diciendo que querían ver si adoptaban a las dos. La madre María solo asienta con la cabeza mientras continua comiendo su emparedado, y se sacude las migajas de pan.

Mientras tanto, el doctor José y una enfermera habían entrado a la habitación de Emily para checar sus signos vitales, pero ella aún duerme. —No hay nada de qué preocuparse, señorita— le dice a la enfermera —Sus signos vitales indican que todo está bien—. La enfermera le dice que es un alivio porque es una niña muy bonita para que esté sufriendo así. El doctor José mueve su cabeza en afirmación, luego le pide que haga las últimas anotaciones y que la dejen descansar. El doctor José y la enfermera abandonan el cuarto para que Emily descanse.


Emily escucha un ruido. —¿Quién está ahí? balbucea queriendo despertar, pero tiene dificultad para abrir los ojos —¿Quién está caminando? ¿Un gato? vuelve a preguntar. Emily escucha unos pasos suaves. 

Hola, Emily—. Le dice una voz en medio de la oscuridad. El sonido del monitor que indica su ritmo cardiaco comienza a incrementarse —pip… pip… pipipip— un pálpito se apodera de Emily haciendo que su piel se erice.

—¿Qui qui quién eres?— pregunta logrando abrir un poco los ojos. Al abrirlos en su totalidad, contempla a la oscuridad en dos ojos negros que la observan directo a los de ella, una sonrisa oscura se escucha de quién la observa. Emily siente como si una cabellera cae hacia su cuerpo y el frío intenso la comienza a abrazar. —Nunca lo sabrás— le responde. Emily comienza a temblar, trata de guardar un poco de calor, pero la temperatura continúa descendiendo, luego sólo puede escuchar:

«Sueña, sueña... con un mundo irreal.

Despierta, despierta... en el más allá.

Sueña, sueña… aquí nunca volverás.

Despierta, despierta... en la oscuridad.»


—¡¿Qué estás hacie…?!— Emily trata de hablar, pero poco a poco está perdiendo la movilidad. Emily queda inmóvil. Con su mirada fija en el crucifijo que está arriba de la cama, Emily le reza al niño Dios pidiendo despertar de esa pesadilla. Una sonrisa inunda la habitación, los ojos de Emily se cierran por completo y su corazón late con lentitud. Antes de que su corazón se detenga por completo, sus oídos aún alcanzan a escuchar:

—Hasta pronto… Emily.