CAPÍTULO XX

UN SUCESO ASOMBROSO

El sheriff se rehizo de su emoción y penetró en la estancia. Examinó el cadáver. Le habían vaciado en la cabeza y en el cuerpo todo un cargador del 45. La muerte debió de ser instantánea.

Pete encendió otra lámpara que había en la habitación.

—El momento es tan oportuno como cualquier otro para comprobar mis sospechas —dijo. Se aproximó a una vieja mesa situada en un rincón y empleó algún tiempo en registrar los cajones. Antes haba enviado a Teeny y “Miserias” a registrar el piso de arriba por si encontraban algo interesante.

En el cajón inferior de la mesa había varios edictos puestos en circulación por las autoridades legales de Nueva México. Los edictos describían a Galt como un jovenzuelo y hacían alusión a la Banda de Galt “Dinamita”. Pero fue un recorte de periódico amarillento el que atrajo más la atención de Pete.

El recorte llevaba el retrato de un hombre de largo cuello —indudablemente el bandido cuyo cadáver encontraron atado a su caballo la noche del asalto al tren.

Su nombre era Pock Drake. Había sido maquinista de la Compañía Old México, —seguía diciendo el recorte— de la que fue expulsado por sospechoso de estar en connivencia con los ladrones de trenes. Era miembro de la “Banda de Galt “Dinamita” —terminaba diciendo el periódico.

Pete se dirigió al joven Tod Carey, que estaba sentado en un camastro, serio pero no asustado en presencia de la muerte.

—Esto lo aclara todo, muchacho —le dijo—. Galt es el Gila Kid que andábamos buscando. Él era el hombre de los zahones verdes que vio el guardafrenos.

El sheriff enseñó a Tod el retrato de Pock Drake.

—Esto lo demuestra —continuó diciendo—. Galt utilizó a Drake en uno de sus crímenes y luego lo mató o hizo que lo matase otro de su banda. Verás como los muchachos encuentran allá arriba algunos disfraces de Gila Kid.

Teeny y Hicks “Miserias” bajaron unos momentos después. “Miserias” traía un par de pantalones verdes y un antifaz, y Teeny mostraba orgulloso algunos cartuchos de dinamita.

—¡Rocoyotes! ¡Ahora si que lo hemos descubierto todo! —dijo “Miserias” triunfalmente.

Pero el triunfo de Pistol Pete Rice parecía empañado por alguna nube. El sheriff masticaba su goma, pensativo.

—De todos modos, la cosa no ha resultado como yo hubiera querido —murmuró—. Resulta probado que Galt “Dinamita” era Gila Kid. Pero apenas lo hemos descubierto, cuando ya tenemos que buscar a otro asesino... al asesino del mismo Gila Kid.

Siguió masticando y pensando en voz alta.

—Cuando salimos en persecución de un homicida es porque queremos entregarlo a la ley. La muerte de Galt ha burlado al verdugo. Y ahora tenemos que encontrar al hombre que asesinó a Galt.

Recordó lo que Trant Rowland había dicho en la taberna “La Puñalada”: “Si vuelve a desafiarme, lo mataré. No me asusta su reputación de mal hombre”.

Era muy posible que Rowland —quemándole aún la imaginación el recuerdo de las ofensas recibidas en la taberna— se hubiese presentado en la casa del ex-pistolero, asesinándole.

Pero Carl Borklund, el misterioso forastero, ¿qué tenía que ver con aquel asunto? En la imaginación de Pete, el misterio estaba muy lejos de aparecer aclarado.

—Os diré lo que pienso, muchachos —dijo—. Aunque Galt sea Gila Kid, debe de haber algún otro detrás... probablemente el individuo que lo mató esta noche.

El sheriff se puso en pie, como tomando una resolución.

—Muchachos —dijo a Teeny y “Miserias”—, llevaos el cadáver al pueblo. No digáis a nadie que hemos averiguado que Galt es Gila Kid. El asunto no está terminado todavía... ni con mucho.

Y añadió dirigiéndose a Tod Carey:

—Tod —puedes volver al rancho de tu padrastro. Será mejor que pases allí esta noche. Como Gila Kid está ya muerto, no os podrá hacer otra visita. Pero, de todos modos, cierra bien puertas y ventanas. Tu padre puede necesitar algunos cuidados durante la noche.

—¿Y dónde vas tú ahora, patrón? —preguntó Hicks “Miserias”.

—Voy a ver si hablo con Trant Rowland, —contestó Pete.

*****

Cuando entró “Sonny” en el corral del rancho de Trant Rowland, la casa estaba completamente a oscuras. Pete golpeó la puerta, pero nadie contestó. Saltó por una ventana. No había nadie en la casa. Rowland había desaparecido.

La ranchería estaba cerrada, y debía de llevar así varias semanas. Los ranchos del Valle de Agua Fría eran muy pequeños; solamente durante determinadas temporadas del año ocupaban muchos jornaleros. La pareja de criados que Rowland tenía a su servicio de un modo permanente debían de haber ido al pueblo a pasar la noche.

Pete puso grupas hacia Agua Fría. La desaparición de Rowland podía no tener nada que ver con el asesinato de Galt “Dinamita”; el ranchero era un solterón, y quizá pasase las noches en el pueblo. Pero cuando llegó a Agua Fría, una vuelta por las tabernas y garitos no proporcionó rastro alguno de Rowland.

Había luz en casa del doctor Okey, y Pete desmontó y subió. Todavía no había aclarado el misterio del hombre que decía llamarse Carl Borklund.

Llamó a la puerta y el mismo doctor Okey salió a abrirle.

—¿Cómo va el enfermo, doctor? —preguntó Pete.

—Está fuera de peligro —contestó el doctor, jubiloso—. Quiere hablar con usted. Pero tendrá que limitar la conversación a cinco o diez minutos. Hay que evitar una recaída.

—Cinco o diez minutos es todo lo que necesito —dijo Pete.

Siguió al doctor Okey a la clara habitación en que yacía Borklund en un amplio lecho. Una mirada de los azules ojos del herido dijo a Pete que estaba con todo su conocimiento y que podía hablar coherentemente.

—¿Cómo se siente usted, Borklund? —le preguntó.

—Mucho mejor, sheriff. Lo suficientemente bien para explicar unas cuantas cosas.

Se incorporó sobre un codo.

—Sé que ha sospechado usted de mí, sheriff. Quizá mi conducta ha sido un poco rara. Pero he tenido mis razones.

Sonrió ingenuamente.

—En el país donde me he criado —las montañas de Tennessee no nos atenemos mucho a la ley cuando alguien asesina a uno de los nuestros. En tales casos ventilamos el asunto a nuestro modo.

Pete estudiaba atentamente el perfil del herido.

—¿Le asesinaron a un hermano? —preguntó. Y su imaginación voló hacía aquella “D” que había visto en el pañuelo que Borklund le entregara la noche de los disturbios de Todhunter—. Nunca le he encontrado a usted el parecido —continuó—, pero ahora mirándole a usted desde este ángulo, no me cabe duda. ¡Apuesto a que es usted hermano de Joe Deming, el empleado de correos asesinado!

Se endulzó un momento la dura mirada de los ojos del herido.

—Joe... pobre Joe —murmuró—. Era el hombre bueno de la familia. Yo en cambio soy el malo, como dicen ustedes por aquí.

“Yo quería mucho a Joe y él me quería a mí. Hacía años que no nos veíamos. Yo tuve un proceso por deudas y tuve que abandonar el país. Joe marchó al Este. Jim Bridges lo colocó en el ferrocarril Southern Arizona.

Entró el doctor Okey y tomó el pulso al paciente.

—¡Oh, déjeme hablar, doctor! —suplicó el herido—. Me siento muy bien.

—Tiene usted cinco minutos más —dijo el médico.

All right. Emprendí un viaje para ver a Joe. Al llegar a Tucson me enteré de su asesinato. Me puse loco. Tomé el primer tren para venir aquí.

—¿Por qué se hizo usted llamar Borklund? —preguntó Pete.

—Pensé que era una buena idea. He trabajado algún tiempo en Minnesota. Tuve allí un amigo Sueco... Carl Borklund. Me dejó su reloj y su cadena cuando murió. Tenía el dije con sus iniciales, y mis cabellos eran los suficientemente claros para poder pasar por un Escandinavo. El mismo Carl me lo decía con frecuencia.

Pete asintió. Comprendía ahora por qué Borklund, o Deming, se había conducido de un modo tan sospechoso durante su estancia en el Valle. Trataba de ejecutar lo que las tradiciones de su familia le habían enseñado que era legítimo: la venganza.

El herido prosiguió relatando cómo había sido golpeado por Gila Kid en los alrededores de Dick Currier, y arrastrado después a la choza abandonada. Hasta que Pete no se lo dijo, nada había sabido del hallazgo del colgante con las iniciales; ni se había enterado, tampoco, del peligro corrido con las culebras.

Pete veía ahora claramente que Gila Kid —Galt “Dinamita”— esperaba que su prisionero muriese de las mordeduras de los reptiles. Gila Kid era también el que había puesto en la estufa los trozos de pantalón verde, pensando, indudablemente, que Pete Rice los encontraría, haciéndole creer que el muerto era Gila Kid.

Pete estrechó la mano del herido.

—Compañero —le dijo—, uno de los bandidos complicados en la muerte de su hermano está tendido en la losa del depósito de cadáveres. Si hay algún otro complicado, y creo que sí lo habrá, espero que aún estará usted por estas tierras para verlo colgar.

—No faltaré —prometió—. Me gusta este país. Se parece mucho a mis montañas. No tienen ustedes muchas leyes, pero se cumplen.

—Así es —convino Pete—. Cuantas menos leyes tiene una comunidad, más probable es que se las ejecute. Las leyes en exceso son como rifles sin municiones. Que se reponga usted pronto, Deming. ¡No tardará usted en ver cosas sorprendentes!

Pete abandonó la casa del doctor y retrocedió hasta el centro del pueblo. “Miserias” y Teeny tenían algunas noticias que comunicarle. Jimmy Calderón había sido encontrado grave pero no mortalmente herido, en una choza situada a unas millas de Todhunter.

Como Borklund, Calderón había sido eliminado después de utilizar su fusil para atentar contra la vida de Pete Rice. El antiguo explorador era inocente de todo delito. Trant Rowland había sido visto también hacía unos minutos, galopando hacia su rancho.

—Entonces esa es la dirección que voy a tomar —dijo Pete a sus comisarios—. Hasta luego, muchachos. Esperad a que vuelva.

Espoleó a “Sonny” y partió al galope hacia el rancho de Rowland.

Aquel sexto sentido con que estaba dotado el sheriff de la Quebrada del Buitre le dijo que el caso del Valle de Agua Fría tocaba a su fin. Sin embargo masticaba frenéticamente mientras trataba de unir los detalles todavía dispersos y confusos.

¿Quién se escondía tras Galt “Dinamita”? ¿Quién era el cómplice que había matado a Galt? ¿Habría sido el individuo de las barbas que el guardafrenos había visto un instante la noche del asalto al tren? ¿Quién podía ser aquel individuo?

El sheriff tenía aún alguna ligera sospecha contra Trant Rowland. Pero Rowland iba meticulosamente afeitado. ¿Habría llevado una barba falsa con objeto de despistar y hacer que la justicia persiguiera a un hombre barbudo en lugar de a un barbilampiño?

La imaginación de Pete voló una vez más hacia el extraño personaje que se ocultaba tras aquellos crímenes. ¿Por qué quería extirpar toda competencia del Valle de Agua Fría? ¿Qué cosa de valor había en aquel árido desierto? Ni siquiera crecía en él la hierba. No tenía ni oro ni petróleo. Ni minerales de ninguna clase. La naturaleza del terreno indicaba que era imposible que los ocultara en su seno.

El sheriff había dejado a “Vulcano” con Teeny y “Miserias”. El inteligente mastín estaba muy baqueteado. Era fuerte como un oso, pero Pete sabía que una prolongada excitación podía perjudicar sus facultades. El sheriff nunca trataba a los animales tan duramente como a sí mismo.

“Sonny” devoró rápidamente las millas que le separaban del rancho de Rowland. La casa se destacaba ya en la lejanía. Había luz en ella. Rowland debía haber llegado. El sheriff rodeó un granero abandonado y, al pasar ante un grupo de árboles, le pareció que se movía una sombra bajo ellos. Paró bruscamente a “Sonny”.

—¿Quién va? —preguntó.

Reinó el silencio.

—¿Quién va? —repitió con más energía.

Oyó patear a un caballo. Espoleó a “Sonny” y se lanzó a la caza del misterioso jinete que surgió de pronto del bosquecillo y corría hacia el granero abandonado. La luz de la luna le iluminó el rostro. Era un individuo corpulento y fuerte. Iba enmascarado y llevaba zahones verdes. Pete ahogó un grito de asombro. Hasta aquel momento estaba convencido de que Galt “Dinamita” era Gila Kid y de que Galt había muerto.

¡Y ERA GILA KID EL QUE HUIA ANTE SUS PROPIOS OJOS!