Disimulando la basura financiera: MBS, CMBS , ABS, CDO, CDO2....
Como hemos señalado, para vender los préstamos hipotecarios, el banco tenía que transformarlos en un nuevo producto financiero mediante la titulización. Los activos resultantes se denominaron Mortgage Backed Securities (MBS), es decir, obligaciones garantizadas por hipotecas. Y estas obligaciones podían tener como garantía una hipoteca residencial, en cuyo caso se llaman Residential Mortgage Backed Securities (RMBS), o una hipoteca comercial, por lo que entonces reciben el nombre de Commercial Mortgage Backed Securities (CMBS).
Estos activos MBS eran vendidos por las entidades vehículo, que rápidamente los emitía y se desentendía de ellos y así se iba construyendo una gran pirámide invertida que tenía en la base lo que en la jerga económica se denomina el “activo subyacente”, en este caso, unos préstamos hipotecarios con gran riesgo de impago.
Como las hipotecas que iban concediendo los bancos (los activos subyacentes) eran cada vez más arriesgadas y peligrosas trataron de disimular el peligro que realmente llevaban consigo. Para ello inventaron unos “paquetes” de inversión en donde había varias hipotecas de las que habían concedido, unas buenas (prime) y otras malas (subprime). Y, además, contrataban a unas empresas especializadas (llamadas agencias de “rating”) para que “evaluaran” si esos paquetes eran buenos o malos. Les pagaban por ello, y esas no tenían mucho problema en decir que, por supuesto, eran de la mejor calidad financiera.
Los bancos centrales e internacionales aceptaron la existencia de estos paquetes aún a sabiendas de que se estaba poniendo en los mercados un producto de gran riesgo que en su interior mezclaba lo bueno con lo malo de manera disimulada, por no decir fraudulenta.
La connivencia y complicidad de las autoridades fue total. Sin hubieran actuado de otro modo, hubieran evitado lo que vino después, permitiendo estas operaciones, contribuyeron también a que más tarde se produjera la debacle.
En paquetes más desarrollados, como los ABS (“Asset Backed Securities”), los vehículos mezclaron activos de diferente tipo: préstamos hipotecarios, préstamos para el consumo de coches, préstamos para estudiantes, etc. Y en una vuelta de tuerca más, crearon los CDO (“Collateralized Debt Obligations”), que son unos complejos paquetes financieros que pueden contener muy diversos activos e, incluso, también otros paquetes ABS en su interior.
La titulización puede extenderse tanto como se quiera y, por ejemplo, existen los llamados “CDO square”, o “CDO al cuadrado” que son paquetes CDO que contienen otros CDO como garantía.
Con estos mecanismos piramidales y de empaquetamiento de deuda los bancos podían incluir en un mismo producto tanto activos de alto riesgo como de bajo riesgo. Con la ventaja de que estos productos finales son muy poco transparentes y es prácticamente imposible conocer su contenido.
Y precisamente como nadie puede saber a ciencia cierta qué hay de verdad en esos paquetes, es decir si son mejores o peores, más o menos seguros, se recurrió a las llamadas Agencias de Calificación. Estas son entidades privadas contratadas por las entidades emisoras de títulos para que valoren la calidad de sus emisiones. Si un producto financiero es de muy baja calidad, como podrían ser las hipotecas subprime, porque el riesgo de impago es muy grande, recibiría una baja calificación. En cambio, si el producto financiero es de gran calidad, puede llegar a recibir la máxima calificación (AAA).
Como se trataba de agilizar y facilitar el negocio, las agencias no tuvieron el menor escrúpulo en darle la mayor calificación a esos paquetes. Algo lógico si hablamos de entidades con un pronunciado conflicto de intereses, pues sus honorarios los reciben de quien les pide que califique sus productos.
Así, de todas las emisiones calificadas en EEUU a lo largo de 2007, el 62% obtuvieron una nota de AAA, es decir, la máxima calificación posible2.
Pero era mentira.