Este libro fue escrito hace 35 años.
Hoy decido contar lo que me contaron.
No tengo derecho a mantener el silencio.
Prefacio
Prohibido morir (La Legión Azul) narra la vida de unos héroes cuyo premio fue el olvido. Murieron muchos de ellos, demasiados.
Sean recordados ahora con este humilde homenaje.
Quede constancia que no todo lo expuesto es producto de la imaginación, debo destacar como ciertos, los lugares, algunos hechos y algunos mandos que aparecen en el libro y que existieron durante el episodio de la guerra ahora descrito. Gente y guerra injustamente olvidada, y hasta tal extremo desconocida y ocultada que ni los libros de historia se atreven a reflejar. Trata pues de unos hombres, algo más de dos mil, que ofrecieron sus vidas por su causa, (compartida o no por una parte de su generación), en un indiscutible acto de bravura y generosidad. Quizás debieran ser ejemplo para muchos que hoy se autocalifican de luchadores de otras causas que se dicen más nobles. La bravura, el coraje, la valentía han sido siempre envidiadas por aquellos mansos que al amparo de la modernidad ocultan sus cobardías sin enfrentarse al enemigo de frente, cara a cara.
Los héroes han muerto, hoy es el tiempo de los burócratas.
Vaya por aquellos hombres, tan sólo el recuerdo y el respeto por su inútil sacrificio, y sirva sí de homenaje, reconocimiento y afecto hacia aquellas madres que perdieron sus hijos obteniendo a cambio la crítica y la venganza del olvido. Por ellas, a las que nadie, ningún régimen o Gobierno posterior, tuvo a bien recordar ni mover siquiera un dedo por devolverles los restos de sus hijos en un olvido y desprecio imperdonable, vil y cobarde.
Los pueblos demuestran su grado de civilización con su comportamiento diario, en el respeto a las leyes y en el respeto a las ideas contrarias, sean cuales sean y tengan el color que tengan. Solo los actos deben ser perseguidos, sancionados; los pensamientos, las ideas: nunca.