3.
Descubre tu cerebro
«No se puede desatar un nudo sin saber antes cómo está hecho.»
ARISTÓTELES
Antes de adentrarnos en el mundo de su cuidado, quiero compartir contigo algunos datos acerca del cerebro y su funcionamiento. Creo que pueden ayudarte a conocerte mejor y despertar un mayor interés en lo que me he fijado como objetivo: que después de leer este libro quieras cuidar tu cerebro.
Con un peso de aproximadamente kilo y medio, tu cerebro te permite sobrevivir, conseguir lo que necesitas del entorno que te rodea, relacionarte y sentirte tal y como eres. Es, sin lugar a dudas, el órgano estrella de la evolución. Isaac Asimov, el gran escritor de relatos de ciencia ficción, aseguraba que el cerebro es la obra más compleja del universo. Sus posibilidades son casi infinitas. De manera independiente es capaz de crear las más bellas melodías, de diseñar un edificio majestuoso o liderar a una nación hacia su libertad, y trabajando en equipo ha sido capaz de construir la Gran Muralla China, abolir la esclavitud o llevar al hombre a la luna.
Tu cerebro contiene cien mil millones de neuronas, tantas como estrellas hay en una galaxia. Al igual que un árbol tiende a crecer hasta tener un follaje frondoso o un canguro se desarrolla hasta dar brincos por la planicie australiana, estoy convencido de que la finalidad de todas y cada una de tus cien mil millones de neuronas es que tengas una vida plena. Tener un desarrollo pleno es una tendencia natural de todos los organismos. Este principio que hace que una ballena crezca hasta alcanzar un tamaño descomunal es el mismo que provocó que alrededor de tu primer cumpleaños sintieras un empuje irrefrenable que te impulsó a ponerte de pie y dar tus primeros pasos. Tus primeras palabras y el dominio del lenguaje, la curiosidad que te ha llevado a investigar y descubrir cómo funciona el mundo, la necesidad de crear vínculos sólidos con otras personas o el deseo de tener una familia son solo algunos ejemplos de esa tendencia al desarrollo pleno. Este principio irrenunciable en la naturaleza y en la condición humana hace también que quieras ser cada día una persona más plena y feliz. Tu cerebro no puede renunciar a esta búsqueda de plenitud porque forma parte de su esencia.
El cerebro humano es tan complejo que, a pesar de todo el esfuerzo dedicado a su investigación, sabemos muy poco de su funcionamiento, por lo que nos queda mucho por descubrir. La complejidad comienza por sus múltiples estructuras y sistemas. Imagínate que abres el capó de tu coche. Si eres como yo, seguramente no sabrás ni siquiera diferenciar una parte de otra, y no quieres ni imaginar las conexiones, los circuitos y los mecanismos que se esconden debajo de cada tapa o tuerca. Sin embargo, todos esos componentes son esenciales para que el vehículo se ponga en marcha, ruede y siga las órdenes del conductor. He consultado con un paciente que trabajaba en una fábrica de automóviles y me ha dicho que se tarda aproximadamente una semana en ensamblar un motor. Tu cerebro tarda alrededor de 23 años en «ensamblarse», es decir, unas mil doscientas veces más que un motor.
De esas mil doscientas semanas, tardamos cerca de 38 en desarrollar las estructuras más esenciales para la vida. Aquellas que hacen latir tu corazón, movilizan tu sistema digestivo y que permitieron que tomaras la primera bocanada de vida fuera del útero materno. Todas esas estructuras vitales para tu supervivencia se encuentran en las regiones más internas de tu cerebro, protegidas de impactos e infecciones por lo que llamamos la corteza cerebral, la parte más externa del cerebro y la que te permite pensar.
Un año después de nacer habrás desarrollado aquellas áreas de la corteza cerebral (la parte más externa de tu cerebro) que permiten que veas, oigas, olfatees y sientas el mundo de una manera muy similar a como lo percibes a día de hoy. Poco después comenzarás a caminar, lo que te permitirá abrirte camino a un mundo de descubrimientos y desarrollar tu sistema locomotor, que se encuentra repartido entre los dos hemisferios cerebrales. La parte izquierda mueve tu mano y pierna derechas y el hemisferio opuesto hace el trabajo simétrico. En tan solo 5 años (250 semanas), tu cerebro dominará este sistema locomotor. Durante toda tu vida desarrollarás habilidades físico-deportivas y podrás aprender a conducir una moto, coser, saltar con pértiga o jugar a la petanca, pero aproximadamente a los 5 años ya habrás desarrollado la mayor parte de tu control motor, lo que te permitirá correr, saltar, trepar, manejar un lápiz o coger cosas al vuelo con una enorme destreza.
Las mil semanas de desarrollo restante (unos 18 años) estarán consagradas casi en exclusividad al desarrollo intelectual y la construcción de la identidad. Durante estos años tu cerebro va a desarrollar estructuras dirigidas a adquirir conocimientos, dominar el arte de resolver problemas y relacionarse socialmente (un auténtico desafío se mire por donde se mire). Realmente, aunque hay un momento en el que deja de «crecer», el cerebro humano siempre está desarrollándose, cambiando sus conexiones neuronales y estructurándose para que te puedas adaptar a los cambios de tu entorno y seas cada día un poco más eficaz para resolver los problemas de la vida cotidiana.
Todo este desarrollo físico e intelectual se va encajando en el cerebro de tal manera que su anatomía es el reflejo de su funcionalidad. Dividido por la mitad por un gran surco que lo recorre longitudinalmente, resaltan dos hemisferios, que tienen funciones propias. El hemisferio izquierdo se encarga principalmente todas las labores lingüísticas, la capacidad de encontrar palabras, aprender idiomas, calcular, razonar y desarrollar ideas desde el recuerdo. Si eres un abogado, escritor o periodista, seguramente esta parte de tu cerebro es la dominante. Si te gustan una buena conversación, los números o también te resulta fácil convencer a las personas, seguramente también eres de hemisferio izquierdo. El hemisferio derecho se encarga más de interpretar imágenes, mapas y de desarrollar ideas a través de la imaginación. Se deja llevar por las emociones. Si eres arquitecto, te orientas por un lugar desconocido como pez en el agua, eres intuitivo o te resulta fácil entender la música o tienes alma de artista, entonces tu hemisferio dominante es el derecho.
Aunque tradicionalmente el término «cerebral» define a una persona fría y meticulosa, desde hace unos años estamos descubriendo una nueva faceta del cerebro que nos aleja de esta visión. Lejos de ser un órgano «frío», como pueden serlo los pulmones o los riñones, el cerebro es un órgano cálido que siente, se emociona y toma decisiones de una manera más emotiva que racional. Si piensas en las cosas realmente importantes de la vida, como tu pareja, tu trabajo o el lugar donde vives y cómo está decorado, te darás cuenta de que han sido decisiones más emotivas que racionales. La realidad es que la parte emotiva del cerebro impregna cualquier percepción, recuerdo, análisis o decisión. En este sentido, los dos hemisferios tienen su propia personalidad y su propio carácter. El hemisferio izquierdo es más analítico y racional, es realista, estratégico, planifica tus acciones, y todo ello porque le gustan las costumbres y el orden. Por el contrario, el hemisferio derecho es intuitivo, pasional e imaginativo. Se desenvuelve en la improvisación y da más valor a los sentimientos que a las razones. Tan rápido te hace soltar una buena carcajada como te descalza para que sientas la arena bajo tus pies.
Si la diferencia entre izquierda y derecha es importante, no lo es menos la diferencia entre norte y sur, delante y detrás. A grandes rasgos, la parte posterior se encarga principalmente de sentir y percibir. Tu cerebro procesa las sensaciones de tus dedos, tu vista y tu oído en la parte de tu cerebro que queda detrás de tus orejas. En contraposición, la parte frontal de tu cerebro se encarga de la acción. La movilidad de todo tu cuerpo, así como la toma de decisiones y la capacidad de ponerte en marcha se fraguan en toda la parte frontal de tu cerebro. Es el control de mando de tu vida y te permite realizar actos como fijar objetivos, mostrarte a los demás como quieres que te conozcan, decidir el tipo de vida que quieres llevar, hacer frente a las amenazas o animar a alguien que está pasando un mal trago. Sus funciones son tan complejas que el cerebro humano tarda 23 años en terminar de «construir» esta parte frontal.
Después de 23 años de aprendizaje y moldeamiento diario, podemos decir que la persona ha entrado en la edad adulta. Pero se requieren décadas de entrenamiento para dominar el arte de gobernar nuestra vida. Aceptar tus limitaciones, explotar tu potencial, las relaciones con los demás, conocerte a fondo y sentirte cómodo con tus emociones más íntimas son, probablemente, etapas del desarrollo cerebral en las que todavía estás embarcado. Y es que, en el afán de tu cerebro de que seas una persona plena, existe una constante búsqueda de autoconocimiento, así como de fórmulas para descubrir cómo puedes ser más feliz.
La mayor parte de los conocimientos acerca del mundo, acerca de cómo te puedes relacionar con los demás, así como todo tu historial de experiencias que te permiten enfrentarte a los problemas viejos con mayor eficacia y a los nuevos con mayor acierto, se deposita en tu corteza cerebral. La corteza es la parte más humana de cada persona y donde reside gran parte de su personalidad, conocimientos e identidad. Desgraciadamente, también es la corteza la que sufre los golpes más duros en la batalla frente al envejecimiento y sus enfermedades. Los fallos de memoria, la rigidez de pensamiento, la pérdida de reflejos o vitalidad son síntomas de que la corteza cerebral comienza a envejecer y son rasgos comunes de trastornos como la depresión o enfermedades como el Alzheimer.
Pero el cerebro es mucho más que un complejo juego de construcción, y las distintas partes y la relación entre ellas no explican del todo su funcionamiento. Al fin y al cabo, hombres y mujeres tenemos cerebros con las mismas estructuras y su funcionamiento es muy distinto. Esto se debe a que la química del cerebro desempeña un papel fundamental en su desarrollo y la forma en que responde, y se relaciona con el mundo que le rodea. Los neurotransmisores y las hormonas condicionan el funcionamiento del cerebro de tal forma que son capaces de marcar nuestra vida de una manera inimaginable. Pongamos el ejemplo de las hormonas sexuales. Lo creas o no, todo cerebro arranca su recorrido en la vida como cerebro femenino. Durante las primeras semanas de su vida no existe ninguna diferencia entre el cerebro de un varón y el de una mujer. No es hasta la octava semana de gestación, en la que los diminutos testículos del feto empiezan a segregar testosterona, cuando a nivel cerebral aparecen las primeras diferencias entre sexos que nos acompañarán durante toda la vida.
El poder de las hormonas sexuales es tan grande que literalmente moldean los cerebros de hombres y mujeres de manera distinta. Empecemos por el cerebro femenino, no por machismo, sino por la simple razón de que su funcionamiento es más complejo que el masculino. El cerebro femenino tiene la capacidad de conectar el mundo intelectual, social, afectivo y emocional de una manera casi automática, ayudando a las mujeres a relacionar ideas entre sí, recuerdos y emociones, a ser más perspicaces a los pequeños detalles e intuitivas en la toma de decisiones. La contrapartida de esta tremenda capacidad de asociación entre el mundo interno y el externo es que pueden ser más sensibles y vulnerables emocionalmente. El cerebro masculino es mucho más simple en el sentido de que le gusta compartimentar la información. A diferencia del femenino, el cerebro masculino tiene tendencia a tratar los problemas de manera aislada e intentar aislar aspectos afectivos en la toma de decisiones.
Por otra parte, el cerebro femenino está más preparado para la vida social. Su desarrollo lingüístico y la necesidad de comunicarse son superiores a las del hombre. Hace poco una conocida investigadora llegó a afirmar que la mujer media pronunciaba 20.000 palabras al día, mientras que el hombre pronuncia tan solo 7.000. Aunque se ha demostrado que estos datos son exagerados, lo cierto es que las mujeres son más comunicativas y tienen una mayor capacidad para construir frases y transmitir información de una manera más eficaz. Los antropólogos creen que el desarrollo del lenguaje en las mujeres se intensificó debido a los hábitos de vida desarrollados entre nuestros ancestros más lejanos. Mientras que los hombres salían a cazar o a pelear con enemigos, las mujeres se quedaban en el poblado realizando tareas de recolección, crianza y educación de los hijos. Esto hizo que su cerebro desarrollara un componente social mucho mayor que el de los hombres. En este sentido, las mujeres recuerdan mejor cualquier conversación o evento social que los hombres, y asimismo tienen dos facultades que brillan por su ausencia en el mundo masculino: en primer lugar, la mujer tiende a compartir lo que ve y siente a través de la conversación. Ante los ojos del hombre, parecen pasar el día hablando de cosas irrelevantes, pero es la manera que tienen de procesar y almacenar información. En segundo lugar, las mujeres tienen una gran capacidad para solucionar problemas en consenso. Cuando una mujer tiene un problema o está estresada, su cerebro buscará inmediatamente la compañía de otras mujeres que le ayuden a resolver el problema. El hombre, por el contrario, reacciona al estrés buscando la soledad y un lugar tranquilo para pensar o para no pensar, pero generalmente en soledad, y la solución al problema o conflicto viene determinada casi siempre por la acción. El hombre se siente cómodo en la acción más que en la conversación, y su manera natural de aplacar su angustia suele ser moverse o emprender acciones para resolver un problema. Parece que esta es la herencia de nuestros años de cazadores, en los que nuestro cerebro tuvo un entrenamiento intensivo al recorrer los bosques en busca de caza en total silencio para no espantar a las posibles presas. A diferencia de las mujeres, los hombres no recordamos muy bien las conversaciones, pero tenemos un cerebro privilegiado para recordar caminos y lugares debido a que nuestra memoria visual y espacial nos permitía leer las señales del bosque y encontrar el camino correcto sin equivocarnos.
Es posible que leyendo esto hayas podido tener alguna idea de por qué somos tan distintos y por qué, a veces, es difícil para hombres y mujeres entenderse. Simplemente porque sus cerebros tienen funcionamientos diferentes que nos hacen muy distintos los unos de los otros. A pesar de ello, nuestros cerebros están programados para estar juntos. En este sentido, es muy curioso conocer datos acerca de cómo nuestras hormonas provocan conductas sexuales complementarias durante el desarrollo sexual. Los estrógenos generan en el cerebro femenino la necesidad de arreglarse y hacer a la mujer visualmente atractiva, mientras que la testosterona provoca que el hombre busque de manera activa una compañera. Todo ello hace que las mujeres se sientan más atraídas por hombres independientes y solitarios, y los hombres por mujeres que destaquen en un grupo.
Femenino o masculino, tu cerebro es un órgano misterioso, fascinante y complejo. Pero más allá de ser una simple parte de tu cuerpo, es un órgano que, al igual que tú, tiene el mérito de haberse hecho a sí mismo y que busca y desea reconocimiento y amor. En este sentido es tan fuerte, sensible y entrañable como tú mismo. Llevas toda tu vida esculpiendo un cerebro maravilloso que te ayude a conocerte y ser más feliz. Merece la pena cuidar el fruto de todos esos años y esfuerzo para seguir disfrutándolo toda la vida.