Sobre las Esferas Concéntricas de Influencia en las Organizaciones Humanas

Resumen de lo explicado por Martín a Massimo.

LA IDEA

Supongamos que ya hay una idea que anima la empresa, a la que me referiré como la IDEA; ahora asimilémosla a una minúscula esfera maciza absolutamente inmóvil en el espacio, tanto más poderosa y atrayente cuanto mayor sea su peso específico conceptual. Por tanto, en el momento inicial, la Organización sólo es la Idea y a su alrededor se construirá, con más o menos acierto, el resto de la estructura empresarial; pero la capacidad de rectificar los errores que, sin duda, se cometerán y la fortaleza para eliminar excesos y suavizar carencias y defectos dependerá, en última instancia y a lo largo de toda la historia de la Organización, de la solidez con que haya visto la luz su Idea primigenia. Supongamos que la Idea perseguida es “crear una casa rural”

LA MISIÓN

Con la pequeña y sólida esfera representativa de la Idea presente en nuestra mente, hay que dar el siguiente paso que consiste en definir la facultad que se le dará a la Organización para luchar por la Idea. En otras palabras, hablamos de la MISIÓN asignada a la Organización. De nuevo, asimilemos la Misión a una esfera pero, en este caso, hueca, de mayor o menor espesor, en cuyo interior, perfectamente inscrita, está la pequeña esfera de la Idea. Sobre ésta, la esfera de la Misión gira libremente en cualquier sentido. Supongamos ahora que la Misión asignada a la casa rural (la Idea, genéricamente hablando) es “prestar servicios de calidad a las personas que se alojen en ella pero con el propósito de añadirle valor a la casa para, así, venderla en un precio que haga rentable la inversión”.

Así pues, ya tenemos un juego de dos esferas, circunscrita, una, la Misión, sobre otra, la Idea. La interna fija e inamovible, y la externa, deslizándose sobre la interna en cualquier sentido y sin restricción alguna. Así, pues, mientras la Idea es inamovible, la Misión puede cambiar una vez cumplida o por exigencias de las circunstancias. Ejemplos de Misión pueden ser: “producir coches al alcance de la mayoría” o “atender las necesidades, como letrados, a los más desfavorecidos” o “alcanzar un clima de sosiego permanente en la familia”.

LAS POLÍTICAS

Sobre la construcción anterior, por obra de nuestra mente coloquemos otra esfera hueca, concéntrica con las anteriores, que se desliza sobre la última, la de la Misión, con los grados de libertad que le permita ésta. Esta nueva esfera es la correspondiente a las POLÍTICAS, que es donde se determinan las formas y maneras con las que se han de alcanzar la Misión. Unas Políticas adecuadas coadyuvan más que notablemente a alcanzar, no sólo la Misión, sino, y mucho más trascendente, el éxito de la Organización.

Bien, en este momento, nos encontramos con tres esferas concéntricas, de las que, la más interna, la Idea, es fija e inalterable; la intermedia, la Misión, se puede mover en cualquier sentido; finalmente, la externa, las Políticas, sólo se puede deslizar tanto y en la medida que las Políticas lo permitan.

LAS ESTRATEGIAS

De nuevo nuestra imaginación ha de colocar otra esfera hueca circunscrita a las anteriores sobre la última, la de las Políticas, pero que se mueve con la libertad de giro encorsetada absolutamente por las Políticas. Esta nueva esfera es la de las ESTRATEGIAS. Aquí estarán no solo los planes de defensa de la Organización, sino, también, si fuera el caso, los de ofensa.

LAS TÁCTICAS

Otra nueva esfera hueca igualmente concéntrica a las anteriores y que desliza sobre la de las Estrategias sin apenas libertad de movimientos es la correspondiente a las TÁCTICAS; en ella están contenidas todas las operaciones encaminadas a lograr los objetivos estratégicos y, también, los modos de proceder para conseguirlos, modos que están limitadísimos por las Políticas.

LA ESFERA ORGANIZATIVA

Finalmente, está la esfera ORGANIZATIVA, también concéntrica, que, a modo de envoltorio, es  lo único que ve el mundo exterior a la Organización, como una epidermis que oculta y protege el conjunto de esferas descritas. En esta esfera, sin apenas libertad de movimiento, está la totalidad de los recursos de la Organización, tanto los humanos como los físicos y los lógicos, siendo su función la de distribuir y permitir que todos ellos, debidamente interrelacionado, contribuyan a la consecución de los fines propuestos.

A partir del momento en que una organización humana cualquiera, digamos una Empresa, decide verse a sí misma como un conjunto unitario de Esferas Concéntricas de Influencia, a las que nos referiremos en lo sucesivo simplemente como las Esferas, entonces, para dirigirla (o, dicho de otro modo, para estimar anticipadamente los caminos a seguir) y gestionarla (o, dicho de otro modo, para resolver problemas y superar obstáculos), entonces, el responsable ha de ver con claridad que su Empresa (las Esferas Concéntricas de Influencia que la representan) está en lucha constante con el resto de las Empresas (con otras Esferas) del Mercado, tanto si compiten con ella directamente, como si no; ya estén próximas, ya en lugares remotos; y, además, ese responsable ha de tener en cuenta hasta las “empresas nasciturus” potencialmente peligrosas. De no ser así, su organización, la Empresa de la que es responsable, aunque se asiente en una Idea originaria clara y sólida; con una Misión precisa y concisa; e, incluso, unas Políticas acertadas, no podrá avanzar en el terreno de las Estrategias. Y, si no hay Estrategia, el grupo humano que integra esa organización se convierte en una “asociación de apagafuegos o gestores bomberos” que, como pollos sin cabeza, van topándose con un aluvión de problemas imprevistos e imprevisibles.

Así las cosas, admitamos que nuestra Empresa, obligada por las circunstancias, ha de mover, en alguna medida, una cualquiera de sus Esferas Concéntricas: p.e., la de las Tácticas. Supongamos, en este caso, que las circunstancias aconsejan a los tácticos superar las limitaciones que les impiden ejecutar una operación dirigida a alcanzar un cierto objetivo estratégico; como tal cosa no puede suceder sin las autorizaciones oportunas, las Tácticas consultan a la esfera de las Estrategias que, si pueden o saben, dan solución a la cuestión que le hayan planteado los tácticos. Si no encuentran tal solución y, por tanto, actuar exige ir más allá de los límites actuales, entonces la esfera de las Estrategias se ve obligada a consultar a la de las Políticas que, a su vez, si lo considera políticamente oportuno, dará el visto bueno a lo solicitado; en caso de que tal autorización implicara un cambio de las Políticas, entonces éstas se verán obligadas a consultar con la esfera de la Misión que, si en lo esencial, no se ve alterada, consentirá lo solicitado, si no, la Misión, a su vez, tendrá que ver si ella misma ha de sufrir alguna alteración; si no fuera así, dará su consentimiento pero, en caso contrario, si la propia Misión para dar la autorización se viera obligada a alterarse ella misma, entonces tendría que pasar consulta a la Idea. Llegados a este extremo, si para modificar la Misión, la Idea no sufre alteración, se   autorizará algún cambio en la Misión, lo que, de inmediato, permitirá a las Políticas algunas rectificaciones, lo que, a su vez, dará en alguna medida libertad a los estrategas para que, finalmente, den la orden a los tácticos de actuar o no. Evidentemente, en el supuesto, inadmisible, de que hubiera que modificar la Idea para que la Misión pudiera ser alterada, entonces, en última instancia, los tácticos no tendrían autorización para traspasar los límites que les hayan fijado, con lo que, si no supieran superar el obstáculo o resolver el problema sin la autorización solicitada, no quedaría más remedio que cancelar la operación en cuestión.

Hasta aquí, hemos visto cómo las esferas más interiores a la de Tácticas se han visto influenciadas por las circunstancias que han rodeado una cierta operación encomendada a los tácticos. A continuación, veremos cómo también influencian, en mayor o menor medida, a las esferas más exteriores a la de las Tácticas. Observemos que, de poderse llevar a efecto sin consulta alguna la operación en cuestión, nada se altera ni hacia el interior ni el exterior. Sin embargo, de requerirse alguna modificación, desde luego autorizada, en la esfera de las Tácticas para llevar a efecto una operación, entonces, de forma inmediata, la esfera Organizativa tendrá que reajustarse para, de este modo, servir adecuadamente a la modificación impuesta.

Como se puede apreciar, en una Organización Bien Establecida cualquier modificación en los grados de libertad de sus distintas Esferas de Influencia repercute, en mayor o menor medida, inmediatamente en el resto.

Esta forma de concebir una organización humana es susceptible de aplicarse a una única persona, entendida como una Organización Elemental o, en el otro extremo, alcanzar grados de complejidad máximos. Por ejemplo, una Corporación con una Idea Promotora que da lugar a varias Ideas Activas y, por tanto, a varias empresas; lo que conlleva que cada una de dichas Ideas Activas pueda soportar un sin fin de Misiones distintas con sus respectivas Políticas para cada una de las Estrategias estimadas como necesarias y que orientarán las Tácticas de cuantas operaciones se pongan en marcha; y, finalmente, una Esfera Organizativa correspondiente a la Organización Corporativa, que envuelve todas las Esferas Organizativas de las empresas incluidas en la Corporación.

Por supuesto, lo dicho es de aplicación, tanto para el Gobierno de un País como de una Federación de Países. La única condición, en cualquier caso, consiste en tener una única Idea Promotora. Y, por supuesto, disponer del conocimiento, el entendimiento, la memoria, la voluntad y los recursos capaces de mover tal sistema de esferas.

Hasta aquí el resumen de lo dicho por Martín respecto a su Teoría de las Esferas Concéntricas de Influencia, según interpretación de Massimo Franchetti.