Ubicando a los personajes

El interludio

Desde los ataques terroristas a los trenes de Madrid el 11 de marzo de 2004 hasta la fecha en que se inician los acontecimientos que aquí narro, febrero de 2010, nada relevante sucedió en el mundo que afectara seriamente a los Yagos, tiempo que se aprovechó en el Centro de Estudio Estratégicos para reorganizarse profundamente y en proveerse de una tupida red de informadores esparcida por la mayoría de los países y ambientes musulmanes. Gracias a esa logística, en combinación con los cuantiosos medios tecnológicos de que disponíamos, recibíamos información real y efectiva de lo que sucedía en los lugares que eran de nuestro interés. También, estábamos al corriente de lo que se comentaba en los mentideros, ya populares, ya oficiosos. En este orden de cosas, una de las actividades más cuidadas por nuestra organización fue, y es, la de preparación y entrenamiento de los futuros agentes de campo. Uno de los centros de formación más efectivos estaba situado en Base Atlantis. En ese lugar se han formado los Yagos que, en la actualidad, llevan a efecto la multitud de misiones y tareas que se requieren en una organización de la complejidad del actual Centro de Estudios Estratégicos. Pero antes de hablar de algunas de esas operaciones, dedicaré unas palabras a explicar qué ha sido, durante estos últimos años, de los personajes que ya fueron protagonistas en el volumen anterior.

Ahmed y Amina

Desde que salieron de Mas Claró para llevar el anillo pentagonal de chatón negro al Monasterio de la Vida, allá por junio de 2004, Amina y Ahmed no habían vuelto a ver físicamente a sus amigos aunque sí mantenían una fluida correspondencia a través de internet. Por tanto, llevaban unos siete años en el Monasterio de la Vida. Ya, desde el primer día, todo el mundo allí fue extraordinariamente cortés con ellos y se sentían libres para ir y venir, entrar y salir, tocar, ver y leer. Les asignaron un bungalow en las proximidades del Gran Salón en el que disponían de todo lo necesario para una cómoda subsistencia.

Aki, Residente Decano, la persona que, dedicada exclusivamente al estudio, llevaba más tiempo sin salir del Monasterio, se ofreció para responder a cuantas preguntas quisieran hacerle. En aquel momento, el Decano les hizo una única advertencia:

-Todas las personas que tenemos algún tipo de vinculación con el Monasterio de la Vida os estamos muy agradecidos por haber restituido el anillo perdido, el de chatón negro, y, como muestra de nuestro sincero agradecimiento, podéis convivir con nosotros tanto tiempo como queráis, sin ningún compromiso ni cortapisa. No os tenéis que preocupar de nada: ni del mantenimiento del bungalow que habitáis, ni de la alimentación… sencillamente deseamos que os sintáis libres –en este punto, el Decano hizo una pausa y, mirándoles directamente a los ojos, añadió:-

-Es muy importante que respetéis la norma fundamental del Monasterio de la Vida.

-Y ¿cuál es esa norma tan importante? –preguntó Amina que, como en ella resultaba habitual, era la más viva de reflejos-.

-Con calma -como era propio de él- deseo haceros ver que en este lugar sólo el conocimiento es relevante, cualquier clase de conocimiento. Y todo lo que vaya contra ese interés predominante, nos parece desechable. Así, por ejemplo, consideramos de mal gusto hablar, referirse o basar una argumentación en cualquier clase de “ser supremo” o apoyar una idea en conceptos religiosos pues, en nuestra opinión, eso supone un gran obstáculo para razonar, el mayor, tal vez, y una cortapisa insuperable en toda conversación. Por similares razones, aquí no se habla de política y, por tanto, tales argumentos resultarían despreciables e inapropiados. Igualmente, nos resulta sumamente inapropiado poner de manifiesto, ni de palabra ni de obra superioridad alguna por razón de sexo, raza u origen social –en este punto, Aki hizo una pausa y se quedó mirando a sus interlocutores. Tras unos instantes continuó:-

-Si alguna vez olvidáis lo que acabo de comentaros, se os avisará. Pero si perseveráis en ello, se os rogará que abandonéis el Monasterio –dijo el Decano mirando a los dos-. Me gustaría, y yo lo agradecería, que no lo olvidarais.

-Sí, lo hemos entendido y lo recordaremos –contestaron Ahmed y Amina al unísono-.

-Quisiera hacerte una pregunta, Aki ¿Te importa? –preguntó Ahmed-.

-Dime, contestaré encantado, si está en mis manos –respondió el Decano-.

-En el caso de querer quedarnos en el Monasterio  ¿Qué tendríamos que hacer? 

-En vuestro caso, sencillamente me lo comunicáis y yo coloco vuestra petición en el Tablón de Anuncios del Gran Salón y, tan pronto como haya un Residente que esté dispuesto a ser vuestro tutor, se os asignaría un bungalow distinto al actual, que es para invitados, y comenzaría vuestra residencia.

-¿Qué aprenderemos aquí? ¿Qué podemos esperar de este lugar?

-En mi opinión, lo primero que se aprende aquí es a dejar que la vida fluya. Quiero decir con esto que, probablemente, aprenderéis a vivir el día a día, sin prisa, paladeando cada instante como si fuera el último, sin limitación alguna. En este sentido, aprovecho la ocasión para haceros ver que vuestras costumbres, fueren cuales fueren, relativas a rezos o a cualquier tipo de liturgia aquí no deben ser realizadas en público. Y volviendo a vuestras preguntas, lo único que sucederá, muy probablemente,  es que, al final, cuando decidáis iros y seguir vuestro andar por la vida, veréis los acontecimientos desde otra perspectiva.

Aki, hizo una pequeña pausa para mojarse los labios y, tras mirar a la pareja, dijo:

-No penséis que el carácter se os cambiará como consecuencia de vuestra estancia aquí: seguiréis siendo los mismos, pero la visión de lo que percibáis tendrá otro colorido -de nuevo el decano se detuvo un instante y, cambiando sutilmente de tono, añadió:- No olvidéis que vuestra presencia aquí responde, desde nuestra perspectiva del discurrir de las cosas, a una casuística que desconocemos pero respetamos; tal vez, a eso, vosotros le llaméis azar, pero, para las personas que pasamos por el Monasterio, la casualidad es objeto de estudio.

-Pero, dime, Aki –dijo Ahmed, ignorando el último comentario del decano- ¿quiénes sois vosotros? ¿Un tipo especial de monjes? ¿Una secta? ¿Un club? ¿Un grupo de amigos o aficionados a algo concreto? Danos una orientación, por favor.

-Ninguna de esas denominaciones respondería a una definición que incluyera a las personas que han estado o están en el Monasterio de la Vida. Como ejemplo ilustrativo, yo te preguntaría ¿A ti y a mí nos une algo concreto?

Un gesto de negación se dibujó, tanto en la cara de Ahmed, como de Amina, por lo que Aki, tras esperar unos instantes, continuó:

-Si decidierais quedaros en el Monasterio, y pasarais una larga temporada durante la que notarais, simplemente, cambios significativos en vuestra forma de interpretar la cotidianeidad ¿No creéis probable que algún vínculo intangible os habrá unido al resto de las personas que han residido aquí? –Aki dejó pasar unos segundos y continuó:-

- ¿Cómo crees que reaccionarías en un futuro hipotético si un desconocido te pide algo y te muestra un anillo pentagonal? –Aki hizo otra pausa y finalizó:- Es claro que, si no vives un tiempo aquí, no comprenderás lo que subyace en lo que te digo.

Aki calló por un rato a la espera de alguna pregunta. Al no haberla dijo:

-Tanto si queréis quedaros aquí algún tiempo, como si no, yo procuraré que vuestro tiempo no resulte baldío ¿Qué os parece?

A lo que la pareja contestó al unísono sin dudar “Sí, por favor”.

-Bien –contestó Aki-. Dado que aquí, en este territorio, no tenemos ni alardeamos de tener bellezas naturales pasaré directamente a mostraros los asuntos de los que sí nos sentimos orgullosos: empezaremos por el principio –y preguntó- ¿Qué sabéis de la existencia, de la vida cotidiana?

La sorpresa de la pareja fue mayúscula, y fueron tales sus caras de sorpresa que el decano sonrió y dijo:

-¿No es este el Monasterio de la Vida? ¿Qué tiene de extraño, pues, que dediquemos un tiempo a un asunto tan vulgar?

Y, así, hablando informalmente de esto y de aquello, un día cualquiera de un mes cualquiera de finales de 2004, comenzó la introducción de Amina y Ahmed en el Monasterio de la Vida,

Massimo (Abu) y Yasmina

A finales de 2004, el Dr. Huyai, le propuso formalmente a Saffár que repudiara a una de sus esposas, concretamente a Yasmina, que era hermana gemela de Amina, mujer de Ahmed. Saffár aceptó sin demasiada reticencia a cambio de una cuantiosa suma, lo que unido a los fuertes lazos económicos y políticos que le unían al doctor resultó en un acuerdo satisfactorio. Un mes después Abu y Yasmina estaban casados. Y un par de meses más tarde la pareja mantenía una serie de entrevistas con Marcial en Mas Claró dirigidas, todas ellas, a informar a la mujer, en líneas generales, de las actividades de su nuevo marido. El propósito de aquellas reuniones estaba claro: o Yasmina se unía a las actividades de los Yagos o Massimo dejaba de ser Abu, abandonaba los Yagos y se reincorporaba a los Carabinieri.

Para concluir con este preámbulo, sólo decir que no hubo dificultades: a Yasmina le pareció bien colaborar con los Yagos en todas aquellas actividades dirigidas a mejorar la convivencia entre musulmanes y occidentales. A partir de aquel día, Yasmina recibió, intensivamente, la misma formación que todos los Yagos y fue uno más. Aquella mujer que había vivido al dictado de un hombre que, en la práctica, la ninguneaba, pasó a vivir cada día con una pasión que la hacía verse a sí misma como una desconocida llena de iniciativa.

 Álvar y Segis

Tras los atentados de Madrid, en el otoño de 2005, Segis y yo forzamos un hueco en nuestras  respectivas agendas para desaparecer durante unos días en algún lugar que sólo nosotros sabíamos. Y los aprovechamos intensamente en todos los órdenes de valor convencidos, como estábamos, de que, con tanto trabajo, la vida se nos escaba entre los dedos. Al cabo de algo más de quince días volvimos decididos ya a vivir como pareja. Y lo hicimos en el apartamento que Segis tenía en el Club. Y supimos compaginar el trabajo con la convivencia como pareja sin ninguna dificultad significativa. Y así fueron las cosas: Segis, dirigiendo el Centro de Estudios Estratégicos, y yo, actuando como subdirector y haciendo eventuales viajes tácticos. Y así se mantuvieron las cosas, pacíficas y organizadas, hasta que en enero de 2010 las cosas comenzaron a moverse, lo que nos obligó, a Segis y a mí, a entrar paulatinamente en acción, enfrentándonos a retos muy concretos.

Marcial y Penélope y Miyabi

Marcial Hessay, el que fue el primer Yago Mayor y que, a la sazón, era Responsable de Relaciones Internacionales se enfrentaba a una encrucijada que le exigía elegir entre tres conductas que eran nuevas para él: por un lado, pensaba en Penélope, la mujer que había sido su enfermera durante su convalecencia tras el atentado que sufrió y con la que había hecho un viaje maravilloso por Italia y Grecia, navegando de isla en isla, y con la que las cosas, todas las cosas, eran agradables de forma natural. Por otro lado, estaba Miyabi – Mercedes Alzaba, general de división y actual Yago Mayor- hembra con la que había tenido una única noche –de ocho horas- de sexo inolvidable en el Monasterio de la Vida. A Marcial le martirizaba que aún se sintiera atrapado por ese recuerdo, absolutamente transitorio, pero que, sin embargo, lo mantenía esclavizado: tan pronto como veía a aquella mujer su deseo se encendía y, a duras penas, podía mantenerse alejado de ella. En cierta ocasión, ya ambos en el Club, ella y él decidieron alejarse de todo durante un fin de semana para recordar viejos tiempos. Fue un error. Marcial revivió todas las experiencias con una Miyabi que no había perdido ninguna de sus habilidades, sino que las había perfeccionado. Y, como siempre, ella, concluida esa experiencia, tenía la capacidad de proceder como si nunca hubiera tenido lugar. Sin duda, Miyabi representaba sexo, mientras que Penélope suponía otro sentimiento más completo y enriquecedor: era amor. No obstante esta certeza, Marcial no podía olvidar a ninguna de las dos mujeres, lo que le situaba en una suerte de adulterio tácito –con ninguna de las dos tenía compromiso alguno- al que era totalmente contrario.

Finalmente, en otro orden de cosas, la posibilidad de volver al Monasterio de la Vida para buscar respuestas a preguntas pendientes desde que abandonó el Monasterio le atraía irresistiblemente. Además, Aditi, la mujer que recogió a Ahmed para acompañarle al Monasterio de la Vida y, una vez allí, devolver el anillo pentagonal, le había sugerido en las dos cortas conversaciones que mantuvo con ella que quizá fuera el momento adecuado para pasar una temporada en el Monasterio

En resumen, a finales de 2004 y comienzos de 2005 marcial tuvo que tomar decisiones que, por su forma de ser, le resultaron dolorosas