Oliver
La ausencia de su cuerpo me desvela, palpo la cama en busca de su sedosa piel, pero no la hallo por ningún lado. Abro los ojos y compruebo que estoy solo. Me coloco algo de ropa antes de salir en su búsqueda, me habría encantado despertar a su lado. Decepcionado reparo que la única presencia que hay en la vivienda es la mía.
Al no tener su número no me queda otra que llamar a Hugo.
—¿Qué pasa, tío?
Escucho ruido de fondo, no es el habitual de la oficina.
—¿Dónde estás?
—Dirección a La Gomera, vamos a pasar unos días allí.
El eco de su voz me cerciora que me escucha en manos libres.
—¿Quiénes vais? —deseo saber.
Escucho risas femeninas e imagino lo peor.
—Si no os calláis, no lo escucho. —Oigo cómo les reprende—. Los cuatro; Fran, Sofi, Carla y yo.
La rabia invade mi estado de ánimo. Si para ella no ha significado nada lo de anoche entre nosotros, para mí no tiene que ser diferente.
—Entonces, ¿cuántos días voy a disfrutar de la casa para mí solo?
Esta vez quien que ríe es Hugo.
—Tres días, amigo.
—Perfecto, así puedo montar mis fiestecitas particulares. —Aunque sea mentira, quiero que lo escuche a ver si se encela al igual que yo lo estoy—. Pasadlo bien.
—Intenta no destrozar mucho la casa, que conozco tus fiestas particulares. Disfruta, amigo.
Se olvida de cortar la llamada, y me entero de la conversación que mantienen a mi costa.
—Este chico, ¿no cambia? —Esa es la voz de Carla.
—No, cariño. —Rastrero es la mejor palabra que describe a mi supuesto amigo—. Te lo puede confirmar Sofi, cuando regresó de México cada día trajo una chica diferente a casa.
Será mentiroso, la única que me visitó fue Silvia y porque se empeñó.
—No me lo recuerdes, anda. —Mi cuerpo reacciona a su voz—. Menuda semana, tuve que soportar los chillidos de sus conquistas. —Se ríe ante su comentario—. No entiendo que le ven. Muy desesperada hay que estar para acostarse con él.
Corto la llamada antes de escuchar nada más. Tal es la decepción que me asalta, que sin querer comienzo a llorar. Tengo claro que lo de anoche no fue un sueño, fue real. «¿Tanto odio me tiene que es incapaz de reconocer lo que sucedió entre nosotros?». Esa pregunta me acompaña el resto de días. Para mí ha sido perfecto, para ella solo el mayor error de su vida, o eso es lo que dejan entrever sus palabras.
Destrozado al comprobar que es la primera vez que me rompen el corazón, acuno mi cuerpo en la cama. El dolor es insoportable, mucho peor que las palizas que recibía en el colegio de pequeño. Mi subconsciente rememora paso a paso la pasional noche y me destroza más todavía. Despierto del duermevela empapado en sudor, decido pasar por la ducha antes de intentar centrarme en lo que tengo que hacer.
Algo más despejado de la vorágine de sentimientos que me invaden, me siento frente al ordenador. Debo terminar de organizar el viaje a las Las Vegas, quedan tres escasas semanas y aún me faltan muchos puntos que cerrar. En estos momentos, no sé ni gestionar mi vida como para estructurar un viaje de estas características. Accedo al juego un momento, necesito serenarme antes de iniciar la tarea.
Observo el mapa, volvemos a estar en guerra contra la tribu de Sigrún, otra vez me toca pelearme con los compañeros por no querer atacarla. Leo unos cuantos mensajes, anuncian una ofensiva, al comprobar que aún estoy a tiempo de lanzar las tropas, elijo el objetivo y lanzo el tren de nobles detrás, si todo va bien en unas horas el pueblo será mío. Durante unos minutos reviso el restante de pueblos, distribuyo recursos a los más pequeños, creo edificios y tropas para que nunca falten. Tan metido en el papel estoy que no me entero cuando mi amiga me envía un mensaje por el chat del juego.
Sigrún: Echo de menos las largas horas en las que hablábamos de nuestras cosas.
Dalibor: Hola.
Sigrún: A ti te ocurre algo, no es normal que respondas de forma tan seca.
Dalibor: Mal día, no te preocupes.
Sigrún: Cuéntame.
Dalibor: Qué soy gilipollas, solo eso.
Sigrún: Dalibor, que ya nos conocemos. Desembucha. Y no te hagas de rogar, que sepas que no me gusta.
Dalibor: ¿Recuerdas el mensaje de qué tenía novedades?
Sigrún: Sí.
Dalibor: Me han roto el corazón.
Sigrún: ¿Perdona?
Dalibor: No sé cómo, pero me he enamorado de mi compañera de piso.
Sigrún: Y no es correspondido, ¿no?
Dalibor: Anoche fue la más feliz de mi vida. Nunca, Sigrún, nunca había sentido lo que ella me hizo sentir.
Sigrún: Entonces, ¿cuál es el problema?
Dalibor: Que para ella no ha significado nada, solo he sido el polvo de una noche. Ese es el problema.
Sigrún: Pues ella se lo pierde. No sabe el diamante en bruto que deja escapar.
Consigue sacarme una sonrisa. Cada vez que hablo con ella me insufla confianza.
Dalibor: Eres un sol. El hombre que consiga enamorarte se llevará una joya.
Lástima que ese hombre no sea yo. Somos compatibles en casi todo. Es simpática, cariñosa, atenta y mil apelativos más. El problema es que nos separan muchos kilómetros y que se niega a mantener una relación sería.
Sigrún: Ya sabes que no uso de esas cosas. Prepara sonrisas que voy alegrarte el día.
Dalibor: Cuenta.
Sigrún: Ayer me fui con los amigos después de trabajar, una cosa llevo a la otra y terminé con una borrachera monumental. La cuestión es que he amanecido en la cama de un tío y no sé qué ha pasado entre nosotros.
Dalibor: ¿Otra vez?
No hace mucho que le pasó lo mismo. Es un amor de chica, pero es peor que la mayoría de los mujeriegos de mis amigos.
Sigrún: Eh, eh. Esto hace meses que no me pasa.
Dalibor: Solo digo que deberías plantearte sentar cabeza.
Sigrún: No le hago daño a nadie, siempre he sido sincera con ellos. Además, un hombre puede hacerlo y es un macho, pero si lo hace una mujer es una puta.
Dalibor: No he dicho eso, ya sabes lo que pienso. ¿De verdad que no recuerdas nada?
Sigrún: Nada de nada. Pero bueno, no tengo intención de repetir para ver cómo funciona. Ya sabes, cada vez uno diferente así evito que se enamoren de mí.
Dalibor: Mucho tuvieron que herirte para negarte en rotundo a enamorarte.
Sigrún: Top Secret.
Dalibor: Ya, ya. Sé que no te gusta hablar del pasado.
Sigrún: Estamos otra vez en guerra.
Dalibor: Eso vi, ¿necesitas defensas?
Sigrún: Tengo de sobra. Te blindo los dos pueblos que quieren conquistarte mañana. Cómo se enteren en nuestras tribus lo que hacemos nos echan.
Dalibor: Es su problema, no el mío. Ya he dicho cien veces que se firme la alianza. ¿Cuáles son?
Sigrún: LaFortalezDeAquiles y GuerrerosDelSur.
Dalibor: Envía el paladín al primero con el fanal, del segundo me encargo yo.
Sigrún: Ya está enviado y 2000 catapultas.
Seguimos hablando del juego, cuando vengo a darme cuenta, ha pasado casi una hora. Por lo menos, esta distracción me viene bien para olvidarme de las penas.
Dalibor: Gracias.
Sigrún: No las des. Para eso están los amigos, espero que este rato haya sido más ameno.
¿Cómo me conoce? Sabe de que le hablo.
Dalibor: Sabes de sobra que sí. Hablamos en otro momento, voy a centrarme en los estudios o no avanzo.
Sigrún: Intentaré conectarme mañana. Estudia mucho y deja el juego que te distrae. Besos, guapo.
Dalibor: Besos, guapa.
Más resuelto abro la carpeta donde tengo anotadas todas las referencias respecto al viaje. Estudio turismo y este es mi primer viaje organizado que estructuro en solitario. Es mi proyecto de fin de curso, deseo que todo quede perfecto para aprobar la asignatura.
Con todas las notas esparcidas sobre el escritorio, creo un documento de World para establecer el itinerario que haremos los cinco días que estaremos en Las Vegas. Visitaremos los lugares más emblemáticos; desde el Gran Cañón y la Presa de Hoover, sin dejar de visitar las calles más famosas de la ciudad del pecado y sus grandes casinos. Para la noche organizo las excursiones.
La primera será una llamada hora feliz en la noria High Roller en The Linq donde habrá media hora de barra libre mientras disfrutaremos de las vistas que nos ofrece la ciudad a nuestros pies, al finalizar nos subiremos a limusinas de lujo para disfrutar de las Vegas Rock Star Nightclub con su selección de los locales más de moda de la ciudad. En la segunda excursión veremos un espectáculo en el Teatro Wynn, Le Rève-The Dream, una obra de teatro de amor y partida con personajes divertidos, al finalizar será el momento de disfrutar en las discotecas hasta que el cuerpo aguante. En la última salida sobrevolaremos Las Vegas para ver el atardecer en helicópteros, tras la cena tendremos vía libre para hacer lo que queramos, sin olvidar que a primera hora de la mañana nos vamos de la ciudad.
La tarde pasa rápida, al tener la mente ocupada en el proyecto no me acuerdo de mi vecina de cuarto hasta que no cae la noche. Antes de marcharme a dormir hablo un rato con los compañeros de tribu, dejo los pueblos en funcionamiento para las horas que no esté presente, conecto la música y me dejo llevar hasta caer dormido.
Silvia intenta quedar un par de veces en el transcurso del fin de semana, le ofrezco una excusa tras otra. Si es verdad que en unos meses contrae matrimonio, es hora de que comience a serle fiel a su futuro marido, nunca es tarde si la dicha es buena, o eso dicen los entendidos.
El domingo por la tarde lo dedico en exclusiva a finalizar el itinerario del viaje, no es hasta última hora de la tarde que me conecto al juego, lo que menos deseo son interrupciones y si accedo, sé que las habrá. El chat me avisa de mensajes sin leer, son de Sigrún que los ha enviado a media tarde.
Sigrún: Me aburro.
Sigrún: ¿Estás por ahí?
Sigrún: Quieres dejar los estudios y hacerme caso. Vaya amigo me he echado, me ignoras.
Sonrío al leer el último, esta chica sabe cómo sacarme una sonrisa.
Dalibor: Estaba sumergido en el proyecto de fin de curso. ¿Qué haces?
Sigrún: Benditos los ojos que te leen, porque verte no te veo, jajaja.
Dalibor: Jajaja. ¿Tan aburrida estás?
Sigrún: Entre la resaca que llevo en todo lo alto y al aburrimiento al que me están sometiendo mis amigos, prefiero tener pareja antes de tener que soportar esto, mira si estoy desesperada.
Dalibor: Sí que es grave, sí. Para que tú digas eso, que mal tienes que estar.
Sigrún: Si es que solo a mí se me ocurre salir con una pareja.
Dalibor: ¿Y para qué te prestas? Si sabes que odias esas situaciones.
Sigrún: El pesado de mi amigo que me ha sacado a la fuerza de casa. La próxima vez, se va Rita la cantaora.
Dalibor: Tú y tus expresiones. Jajaja.
Sigrún: No te rías que no tiene gracia. A ti me gustaría verte en mi situación. Si es que para postre me ha endosado a un amigo suyo. El chico es simpático, pero ya.
Dalibor: Encima que piensa en ti, ¿así se lo pagas? Anda, hazle caso al pobre chico, que ya te veo rehuyendo de él.
A primera hora de la mañana del martes me marcho a la universidad, necesito pedir prestados unos libros en la biblioteca, supongo que mis compañeros de casa habrán ido directos a la oficina, anoche no los escuché llegar. Decido instalarme en una de las mesas libres a trabajar, no deseo estar encerrado en el cuarto. La mañana pasa con rapidez al estar enfrascado en los estudios.
Tan abstraído estoy que al alzar la vista compruebo que la sala está llena, en mi mesa solo queda un hueco. No tarda en ocuparlo alguien un poco molesto. No cesa de chocarse contra mi codo y poner cosas en mi espacio. Estoy a punto de increparle de malos modos cuando reconozco la risa.
—Chico como seas tan aplicado para todo, la que te cace se lleva el premio gordo. —Se ríe de su propio comentario.
Sin darme tiempo a contestar, se abalanza sobre mi cuello y reparte besos por mi cara.
—Silvia estamos en la biblioteca, nos mira todo el mundo.
Muestra una amplia sonrisa en su cara.
—¡Ay, hijo! Si la gente te conociera de verdad, se acabaría la fachada esa tuya de mujeriego. No logro entender cómo con lo reservado que eres para tus cosas, has conseguido hacer creer a todos que cada noche te acuestas con una mujer distinta.
—Años de práctica y no dejar que nadie conozca al verdadero Oliver —respondo quitándomela de encima.
—Eso es mentira. Tu amiga virtual y yo conocemos al auténtico Oliver —replica sin dejar de sonreír—. Vamos, te invito a comer —dice y tira de mí para que me levante.
Compruebo la hora y acepto su invitación. Recojo los apuntes guardándolos en la mochila.
Salimos a la calle y nos dirigimos a una de las cafeterías de la facultad, no es que se coma de maravilla, pero son las más cercanas y tengo intención de seguir con los estudios. Es pasada media tarde cuando salimos del bar.
Al comprobar lo tarde que se ha hecho, decido marcharme y finalizar en mi cuarto el proyecto. Tengo que rechazar su propuesta de venir a casa, al ver que insiste le cuento el suceso del viernes por la noche y mis sentimientos hacia mi compañera. En vez de ponerse celosa y enfadarse, me abraza con efusividad contenta por la noticia, a la parte de que la chica no quiere nada conmigo le resta importancia. Está segura de que, antes o después, la tendré rendida a mis pies.
—Esto…, tengo una mala noticia —comenta mientras mira al suelo para evitar mirarme.
—¿Qué pasa? Sabes que puedes contarme cualquier cosa.
—No puedo ir a Las Vegas. Te juro que lo he intentado, pero me va a ser imposible.
Sigue sin mirar en mi dirección, sabe de sobra que estoy enfadado.
—Silvia no puedes decirme esto a falta de dos semanas. —Reniego ofuscado—. El viaje sale barato si lleno todas las plazas. ¿Ahora qué hago? ¿Dónde localizo a dos personas en tan poco tiempo?
Se rasca el cuello, nerviosa.
—Lo siento, Oliver, pero el domingo me marcho de la ciudad, Gabriel quiere adelantar el enlace.
Me despido de ella malhumorado. Este cambio de planes es un gran giro para mi proyecto, si no consigo a otras dos personas el precio del mismo se disparará, lo que conllevará más anulaciones. Conduzco de regreso a casa y ocupo la mente en buscar sustitutos olvidándome por completo de la carretera, los pitidos del resto de conductores consiguen que avance sin tropiezos.
Tras varias vueltas a la manzana, por fin aparco el viejo coche. Antes de cerrar la puerta, se me ocurren dos personas que podrían ocupar los asientos vacíos, no tardo en llamar al primero.
—Diego prepara las maletas que dentro de dos jueves nos vamos a Las Vegas.
Ni me molesto en saludarlo. Todos los viajes los hacemos juntos. Este iba a ser la excepción.
—Hola, hermano.
Aunque no seamos de sangre, los tres nos consideramos hermanos. Nos conocimos a los seis años en la habitación del orfanato donde crecimos juntos.
—Lo siento, pero no puedo. Comienzo el lunes a trabajar, al final me han llamado. Habla con Abel, creo que sigue de vacaciones.
—Me alegro mucho por ti. —Es verdad, el pobre ha tenido mala suerte con los empleos, pero al fin va a hacer algo que realmente le gusta—. Ya me contarás qué tal va.
Al colgarle a Diego, intento localizar a Abel sin éxito. Voy tan abstraído enviándole un mensaje que no veo el cuerpo que se cruza en mi camino en la entrada de casa.
—¡Ay! —Gime una voz de chica.
—Lo siento —pido perdón a la persona mientras regojo el móvil que cae al suelo con el impacto—. ¿Te he hecho daño? —Al mirarla me quedo quieto, he tropezado con Sofía.
Me mira con sus castaños ojos llenos de rabia, al notar que soy yo con quién topa, suaviza la mirada.
—Casi me rompes la nariz. Podrías mirar por dónde vas —se queja tocándose la zona afectada por el golpe.
El corazón me da un vuelco, es la primera vez que me mira de esta forma. Ahora tengo dudas de si significó algo o no nuestra noche.
—No te he visto, iba distraído con el móvil, necesito solucionar un problema.
—Deberías llevar más cuidado y ver por dónde vas —dice confusa antes de desviar la mirada.
Alguien me golpea el hombro lo que logra interrumpir el momento; Hugo.
—Estoy seguro de que intentas quedar con alguno de tus ligues —lo dice con burla, en estos instantes, me encantaría borrarle la sonrisa de un puñetazo, pero me contengo.
—Pues no, listo. Hay un problema con el viaje e intento solucionarlo.
—¿Qué pasa? ¿No me digas que se cancela? Tío, Carla está deseando ir —comenta mientras accedemos a casa los tres.
Sofía se adentra en la cocina, sigo sus pasos.
—No se cancela, pero Silvia no puede venir y quedan libres dos plazas. He llamado a Diego, pero no puede. Estaba enviándole un mensaje a Abel cuando he tropezado con Sofía.
Alza la vista cuando la nombro, creo que se ha sorprendido al oírme pronunciar su nombre, es la primera vez que lo hago con ella presente.
—¿Qué problema hay por dos asientos libres? —Hugo nos entrega una cerveza a cada uno.
Doy un trago antes de responder y con disimulo no le quito la vista de encima. Aunque crea que no me doy cuenta, no deja de mirarme.
—Que incrementa mucho el importe. Para ti no es problema. Pero para los demás sí y muchos se negarán.
Nos quedamos callados, cada uno absorto en sus cosas.
Sofía es la primera en abandonar la estancia seguida de Hugo, que me golpea el hombro antes de marcharse. Suena mi teléfono, es Abel para decirme que tampoco puede. Con frustración me siento y apoyo los codos sobre la mesa, con las palmas de las manos me tapo el rostro. Si no consigo que el viaje salga bien, suspenderé la asignatura y mi economía no se lo puede permitir. Los trabajos de modelo no me rentan tanto como antes, cada vez me pagan menos.
Cabizbajo me retiro a mi cuarto. En momentos como estos, me gustaría poder tener a alguien a mi lado que me abrace y consuele, la realidad es que desde los seis años estoy solo.
Agarro una toalla y me voy al baño, lo mismo una ducha me reconforta. El chorro frío recorre cada músculo de mi cuerpo y alivia un poco la tensión a la que estoy sometido. Con la mente en blanco, disfruto de este momento de paz y la purifico para ver las cosas de otro modo. Durante estos quince minutos se atenúa la sensación de soledad que me envuelve a diario.
Unos golpes en la puerta hacen que vuelva a la tierra.
—¿Te queda mucho? Necesito usar el baño —pregunta Sofía.
Es la segunda vez que me habla de forma tan dulce y no logró alcanzar la causa de su cambio hacia mi persona.
Enrollo la toalla entorno a la cintura tras secarme.
—Perdón por la tardanza —me disculpo alicaído al abrir la puerta.