Sarajevo
(Cuando cesó la guerra, la tristeza se convirtió en una mirada,
en el saludo cotidiano, en la palabra más veces pronunciada.
En la prostituta que tuvo que satisfacer al silencio)
El alma de un juguete que aún respira.
Su risa nerviosa.
Al acecho
el fantasma de la penumbra.
Flores del naufragio y muñecas dormidas.
Un carromato de pequeñas cosas viaja por mi estómago.
Pulpa del gentío: un grito incoloro esquiva las líneas rotas.
Nuestro aliento mece la cuna que llora.
Un abanico avienta las cenizas,
la cal de las paredes grises,
el olor a incienso,
a sudor de héroe.
No sirven las respuestas
la filosofía se consume en la pira, junto a una bruja
que asiste desamparada.
(Presiento que nadie doblará los cañones.)
(Incrédula mirada entre las sombras,
descubro bajo los escombros una frase hermosa)
Antes, siempre antes, de que aparezca
ese flaco gusano emisario del dolor
y nos pinte transparencias.
Antes quiero decirte que guardo un juguete,
un retrato a mano alzada de nuestros viejos tesoros.
Queda el último poema firmado, entregado...
(Voy a buscar el caldero de la luna en tu pecho...)
El comerciante ha enterrado los pactos y las fechas.
Pergaminos tallados que sólo borraran los siglos.
Voy a dormir sobre tu pecho. Abrázame.
A esconderme de la miseria.
A embriagarme de calor, de ser humano,
de esperanzas...
(Cuando la guerra cesó, los mensajeros apuntaron hacia la luz.
La tristeza llenó de citas urgentes,
doloridas,
los muros de la ciudad.
Se conjugaron verbos imposibles.
Se guardó un minuto de silencio, lejos,
allí donde el tiempo no estaba malherido).
La fundición no puede demorar el fuego de sus entrañas.
(Derretida la nieve. Sarajevo espera...)