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Fátima dormida.
Fátima infinita.
Las pisadas de las botas (estruendo en las galerías)
no han de enturbiar tu silencio interrogante.
El bodegón del hambre es un óleo despojado de colores.
Fátima muerde y no sabe del vacío.
Las respuestas se desangran sobre la arena.
Nunca llegan a ser trigo, harina,
pan duro de la gloria.
Al compás del bombardeo
una vieja comadrona
cantaba canciones de cuna.
Sus lágrimas
Arrugas para la pena.
Fátima se hartó de hambre.
De miradas encendidas que clamaban.
Fátima nunca pudo imaginar los juguetes, las palabras,
el primer año de vida.