Pearl

Nos llevó dos días encontrar la parte de las ruinas donde Fade creía que el amigo de su padre había vivido. Viajamos de noche y evitando a los pandilleros todo lo posible. Las señales nos ayudaron con eso, y nos mantuvimos alejados de las áreas que estaban marcadas con más pintura. Aun así, avanzábamos lentamente.

El aire olía diferente aquí, más fuerte y penetrante. Cada bocanada de aire sabía a ese pescado salado en conserva. Tegan se dio cuenta también, levantó la cara y después echó a correr. Fade la llamó, pero ella le ignoró. Corrí detrás de ella porque quería saber también que había provocado ese cambio. Nos paramos en seco cuando el mundo acabó.

Debajo, una fuerte caída de tierra suelta y, más allá, agua. Nunca había visto nada así, ni siquiera lo había imaginado, tan solo se podía comparar en inmensidad con el cielo. En la distancia, se encontraban, besándose en susurrantes tonos de azul, volviéndose cada vez más oscuro mientras las estrellas brillaban. Me quedé sin respiración, vencida.

—¿Habías visto esto alguna vez antes? —susurré a Fade.

—Una vez. Pero no estaba seguro si lo que recordaba estaba bien.

Pensaba que podría haber sido un sueño.

En mi mente, le vi la mitad de alto de lo que era ahora, cogido de la mano de su padre y viendo el agua estrellándose contra las rocas. No vi ningún final, solo el principio, o puede que no tuviera razón y esto fuera el final de todo. Desde luego creía eso mientras miraba fijamente en un doloroso silencio, y negándome a llorar por las maravillas que los pequeños del enclave nunca verían.

Y mientras veía el sol salir completamente por primera vez, alzándose por encima del agua hasta que brilló, lanzando su luz hacia mí. No sé por cuanto tiempo estuvimos allí de pie, absortos, pero finalmente Fade me tiró de la mano. Ni siquiera me había dado cuenta de que me la estaba sosteniendo. Sus dedos eran fuertes y seguros. Tegan lucía aturdida, puede que solo fuera cansancio.

—Espero que no te hayamos perdido, —dijo.

Fade negó. —No, de hecho, reconozco eso.

«Eso» era un edificio con una forma extraña, una pasarela se envolvía a su alrededor. Al contrario de la mayoría, parecía madera podrida desde hace mucho tiempo y colgaba en trozos. Él continuó al norte, siguiendo el agua hasta que llegamos a una pequeña estructura roja. Esta tenía unas cuantas letras pintadas en ella, pero la mayoría se habían borrado, dejando legible tan solo el críptico mensaje OLEA L U GE. Para mí no significaba nada pero Fade parecía estar seguro de sí mismo. Fue a un lado del edificio, donde unas pisadas conducían hasta una puerta. Todas las ventanas habían sido tapadas con un pesado metal negro.

Golpeó con urgencia ya que se estaba haciendo cada vez más claro.

Todavía no me gustaba estar fuera en el sol, por lo que saqué las gafas que escondían mis ojos. Cada vez iba haciendo más calor, hasta que sentí los rayos del sol picando en mi piel. Fade golpeó la puerta varias veces más y después tiró de una cadena que colgaba de arriba. Nos quedamos de pie fuera por bastante tiempo.

—¡Váyanse! —gritó una voz femenina al rato.

—¿Pearl?

La puerta se abrió un poco, lo justo para que una persona en el interior pudiera vernos. —¿Quiénes son?

—Mi padre conoció al tuyo. ¿Eres la hija de Oslo? Venimos a verte.

Ella dijo algo que no entendí por el sonido de la puerta cerrándose.

Escuché el sonido de como ella descolgaba muchos pestillos y cadenas, después la puerta se abrió. —Entren, rápido.

Hicimos lo que nos dijo.

La seguimos a través de un sinfín de escaleras hasta una puerta de metal sólido. La abrió y en cuanto entré, recorrí el lugar con la vista. Todo estaba limpio. Parecía nuevo. Tenía reliquias que parecían haber sido hechas el día anterior. Reconocí algunas de ellas: sofá silla y mesa, pero el resto me confundían. También tenía una habitación dedicada a los suministros.

—Ha pasado mucho tiempo, —dijo Fade—. Has cambiado.

No me gustó su sonrisa. Por supuesto que Pearl había cambiado. Habían pasado al menos seis años desde la última vez que la había visto. Ella tenía su edad, o un poco más, y ella era guapa. Limpia. Su cabello rubio brillaba como estrellas y sus ojos tan verdes como el agua que nos había maravillado antes. Y su piel, su piel no tenía la enfermiza palidez que tenía la mía por culpa de mi vida subterránea. En su lugar brillaba con una delicada calidez.

Pearl miró sus cicatrices. —También lo has hecho tú. ¿Dónde has estado?

—Abajo.

—Ugh —dijo—. He oído que allí son casi como animales.

Curioso. Yo pensaba lo mismo sobre la mayoría de los habitantes de la superficie. Tegan me tocó la mano con silenciosa comprensión y cerré la boca.

—No son tan malos, —dijo Fade—. Al menos, no todos ellos.

Di un paso hacia adelante y ofrecí una sonrisa falsa. Estábamos en su casa después de todo. Lo mínimo que podía hacer era ser educada. —Soy Deuce, un animal de allá bajo.

Tuvo la cortesía de mostrar arrepentimiento. —Lo siento. No suelo tener muchos visitantes.

—¿Nunca sales? —preguntó Tegan. Seguramente se estaba preguntando por qué los pandilleros no la habían atrapado todavía.

—No muy a menudo. Tengo todo lo que necesito aquí.

Fade asintió. —Tu padre te dejó bien surtida.

Por lo visto, el suyo no lo había hecho. De lo contrario nunca lo habría conocido, quería saber más sobre él, más que sobre Pearl o sobre cualquiera que haya conocido. Pero este no era el momento ni el lugar.

Había tenido mi oportunidad de preguntar, y, por alguna razón, todavía no sabía todo lo que me gustaría sobre él.

—Sí, —dijo Pearl—. Soy afortunada. Su bisabuelo construyó un búnker aquí abajo hace mucho tiempo. Tenían miedo de que el mundo explotara o algo.

No me sonaba la palabra «búnker». No pregunté qué significaba, como habría hecho si estuviera sola con Fade. Tenía la inexplicable sensación de que no debía mostrar debilidad delante de Pearl, como si hacerlo pudiera incitarla a una locura de hambre como con los Freaks. Tegan la miró con recelo, creo que por diferentes razones. Simplemente no confiaba en la gente; no estaba segura de que hubiera confiado en nosotros si no hubiéramos luchado juntos y eso hubiera creado rápidos lazos entre nosotros.

—Esperaba que nos pudieras ayudar —dijo Fade.

Ella sonrió. —Por el hijo de Stepan… lo que sea.

Animado y visiblemente satisfecho, continuó. —Necesitamos dormir y nos gustaría echar un vistazo a los viejos mapas, si estás de acuerdo.

—Los tengo en una caja. Me temo que no tengo mucho espacio pero eres bienvenido a mi cama. Ellas pueden dormir en el suelo por aquí, — dirigiéndose a nosotras nos preguntó—: ¿Tienen mantas? —Su cortesía era falsa, sabía a carne en mal estado.

No quería que Tegan o yo durmiéramos en su suelo o bajo su techo. Fade no pareció darse cuenta. La siguió al otro cuarto, donde hablaron en voz baja. Ella le dijo cuán sola había estado. En el silencio que siguió, supe que la estaba abrazando y que estaban compartiendo recuerdos de la infancia.

Ya que Tegan no tenía su propia manta, compartimos la mía. Eso significaba dormir y envolvernos juntas. No me importaba. Me recordó a cuando compartía espacio en el dormitorio de los pequeños. Curó parte de mi añoranza.

—No me gusta —susurró Tegan—. ¿Por qué estamos aquí?

Le expliqué lo que era una biblioteca y porqué queríamos ir allí. Me escuchó con el ceño fruncido. Cuando acabé, preguntó: —¿Importa por qué pasó todo? Pensé que estaban yéndose y dirigiéndose hacia el norte.

Eso es lo que quiero, irme de este lugar.

—Eso estamos haciendo, —dije—. Pero queremos encontrar respuestas primero. Pensé que si sabíamos lo que pasó, podríamos estar más preparados para afrontar todo lo que hay allí fuera.

—Tiene sentido —admitió.

Me puse boca arriba y me quedé mirando fijamente al techo. —No sé nada de este mundo. Bueno, nada que Fade no me haya contado y a veces él no parece estar muy seguro porque ha pasado años bajo tierra.

—Yo podría contestar algunas preguntas, —dijo ella.

Después de pensar un poco, dije: —¿Tu madre no era una pandillera?

—No. Mi padre y ella eran parte de un pequeño grupo que se las arreglaba para permanecer oculto. No éramos los únicos, al principio. Pero la gente empezó a enfermar. Mi padre murió primero. Mi madre fue la última en irse. Y después solo quedé yo. Fade dijo que su padre también enfermó. ¿Algo en común?

—Hubo una enfermedad en el enclave hace mucho tiempo. Los mayores nos hablaron sobre un tiempo en el que casi todo el mundo murió por ella. ¿Crees que fue la misma?

Tegan se encogió de hombros. —Podría serlo.

—¿Sabes por qué tú no enfermaste?

—Ojalá la hubiera tenido. Cuando los lobos me cogieron, me pregunté por qué no había muerto también.

Su pensamiento me sorprendió. En el enclave, nunca me había cuestionado porqué algunos mocosos viven y otros mueren. No parecía haber ningún patrón. A veces los niños que creía que eran pequeños o frágiles, como Twist, acababan prosperando. A veces uno fuerte y duro moría mientras dormía. El mundo no tenía sentido en absoluto.

—A lo mejor era para hacerte más fuerte. —Sugerí.

—Lo hizo —giró para poder mirarme a la cara, sus ojos furiosos—. Por eso vigilaré a esa chica. No dejaré que nadie me haga daño de nuevo.

Estaba contenta de que lo hubiera dicho. Ahora no tenía que lidiar con la incómoda sospecha de que no me gustaba Pearl simplemente porque sabía más de Fade que yo. Los escuchamos hablar hasta que Tegan se durmió. Sin embargo, el descanso no me alcanzó a mí. Seguí esperando por algo, algo malo, y estaba expectante.

Finalmente me dormí. Soñé con Stone y Thimble. Cuando me levanté, me pregunté qué estarían haciendo, si me echaban de menos o si todavía sentían una justificada resignación por mi exilio. A pesar de todo, yo los echaba de menos.

Aquella mañana, también descubrí que habíamos tenido razón al desconfiar de Pearl. Su voz llegó desde la otra habitación: estaba segura de que no sabía que estaba despierta.

—Puedes quedarte todo el tiempo que quieras, por supuesto, por los viejos tiempos. Pero no tengo comida suficiente para alimentar a tus amigas. Lo siento.

Fade contestó. —No te preocupes, no nos quedaremos mucho tiempo.

Tan solo necesito terminar de mirar estos mapas.

Por lo que él realmente está trabajando para encontrar la biblioteca. Bien.

Comencé a sentarme y me congelé tras escuchar sus siguientes palabras.

—Desearía que no fueras, —dijo Pearl suavemente—. He pensado en ti a menudo. Sé que tu padre no querría que me dejaras sola.

Había algo raro en ella, algo malo, y no solo porque estaba intentando convencerle de abandonarme. Pensé que podía haberse vuelto loca. No me gustaba la forma en la que miraba a Fade.

El tono de Fade fue gentil, casi conciliador. —Has estado bien todos estos años. Deuce no puede hacerlo sin mí.

Abrí la boca. No quería que se quedara conmigo por pena. Con los conocimientos de Tegan de la superficie y mi habilidad para luchar, seguramente estaríamos bien. Casi lo dije, pero después me acordé de que estaba fingiendo estar dormida para poder escucharlos.

—A salvo no significa bien. Me siento sola, Semyon.

—No me llames así —dijo—. Él murió en la oscuridad. Y puede que cuando dije eso de Deuce quisiera decir que no quiero hacerlo sin ella. Oh. Mi corazón hizo esos extraños giros otra vez, como si estuviera asustada, pero me sentía mejor y más cálida que eso.

—Ya veo, —su voz sonó afilada y dura, cubriendo el dolor o puede que un aún más oscuro sentimiento—. Entonces, cuando estés listo para irte.

—Estoy listo. Gracias por tu hospitalidad y dejarnos usar los mapas de tu padre.

Me senté y le di un codazo a Tegan. Su cabello cayó sobre su cara, haciéndola parecer más joven de lo que parecía antes, demasiado joven para haber sufrido tanto como lo hizo con los pandilleros. Puede que nunca llegara a ser Stone o Thimble, pero sabía que llegaríamos a ser buenas amigas.

—Creo que hemos abusado de su hospitalidad —murmuré.

Me miró y después murmuró. —¿Lo has escuchado?

Sin decir una palabra, asentí, y su sonrisa me hizo sentir contenta y a la vez ridícula. No debería importar que me hubiera escogido, pero… lo hacía. Por su expresión ella lo sabía. Me hizo pensar que confiaba en nosotros, aunque fuera un poco. Puede que, como Jengu, no confiara en nadie completamente, pero nosotros éramos lo mejor desde que su familia murió.

Para cuando Fade salió de la habitación trasera, Tegan y yo estábamos listas para partir. Las dos dijimos las palabras correctas a Pearl, pero ella solo quería que nos fuéramos. Estoy segura de que se sentía rechazada por Fade, pero ella no había pasado largas noches en los túneles con él, ni había cubierto su espalda cuando los Freaks intentaron comérselo.

Todo lo que tenía para ofrecer eran mapas, y él ya no los necesitaba para nada. Aparentemente, él me necesitaba a mí. Saboreé la sensación.

Fuera, la noche era fría. Mi respiración se convertía en vaho nada más salir de entre mis labios, soplé varias veces para asegurarme. La camiseta que llevaba tenía un trozo extra de fábrica en la espalda por lo que me lo puse y me sentí reconfortada al ver que cubría mi cabeza. Ya que vestíamos la misma ropa en distintos colores, Tegan hizo lo mismo.

Fade nos guio hasta el agua. La escuché y la olí antes de verla. En vez de bajar hacia el lugar más ancho, Fade giró hacia un estrecho canal que se seguía.

Vio la confusión en mi cara y me explicó: —Si seguimos el río, nos llevará muy cerca de donde queremos ir. Una nueva palabra. Rio. Le miré. —¿Has memorizado dónde debería estar la biblioteca?

—Si estás lista, iremos a encontrarla.

—Y puede que también algunas respuestas, —añadió Tegan.

Juntos, comenzamos la siguiente etapa de nuestro viaje.