Resistencia
Saqué mis dagas y me coloqué en posición de lucha. El peso de mi garrote me reconfortó, aunque no pudiera usarlo y estar lo suficientemente cerca de Fade para cubrir su espalda, me gustaba saber que lo tenía. Los pandilleros nos miraron como si se estuvieran preguntando si podíamos ser tan buenos como decíamos, supuse que estábamos a punto de descubrirlo.
El jefe arremetió contra mí y recibí su golpe con una daga en su muñeca.
Rápido dentro y fuera, no quería perder mi arma. Se alejó con un grito de dolor y con los ojos muy abiertos llenos de incredulidad. Pronto tuve a tres encima de mí, pero no había estado corriendo en los túneles todo el día, sino que tenía comida en el estómago y una noche de descanso detrás de mí.
Bloqueé sus movimientos con una increíble velocidad, nunca me sentía bella excepto cuando luchaba e incluso entonces era algo que iba más allá de la piel y los huesos, dentro de la alegría de los movimientos sucesivos. Patear, empujar y cortar, nunca dudaba de la presencia de Fade a mi espalda, nunca vacilaba.
El pandillero grande cayó primero. Terminé con otro antes de que se dispersaran y huyeran. Sus pisadas resonaban a través de la lluvia, dejándome mirando fijamente al par de cuerpos y la sangre que se diluía hasta llegar a ser tan solo un hilo rosa. Me volví hacia Fade y me lo encontré sonriéndome, sus pestañas enredadas y empapadas.
—No creo que debamos preocuparnos por ellos, —dije.
—No, a no ser que traigan más. Y lo harán la próxima vez.
—Entonces ¿qué hacemos aquí parados?
Contestó marcando el ritmo al caminar. Caminamos a través de la noche, Fade guiándonos. Usaba la brújula de su reloj, la había visto bajo tierra, pero no me había dado cuenta de lo que era hasta que le vi usándola. Yo siempre me había guiado contando mis pasos, lo que no era otra cosa que una muestra de cuán pequeño era antes mi mundo.
—Me dice dónde está el norte, —me explicó.
—¿Te dijo alguna vez tu padre como de lejos hacia el norte tenías que ir?
—La distancia y el espacio sobre la superficie todavía me molestaban, si miraba mis pies mientras caminaba y no pensaba en ello, me las podía apañar para funcionar, pero todo era tan grande y me sentía más diminuta que nunca.
—No. Él no decía muchas cosas.
—Al menos lo recuerdas, los padres nunca tienen demasiado papel en el enclave, quiero decir, algún Criador nos cuida, pero nunca sabemos… —empecé a decir, preguntándome porqué estaba contándole esto. No importaba.
Según el reloj de Fade habíamos estado caminando durante dos horas cuando la lluvia paró, dejó todo limpio, aunque tenía frio y estaba mojada. Los edificios se alzaban hasta una inimaginable y demencial altura y aun así eran obviamente reliquias muertas de otros tiempos.
Tenía la sensación de una inmensa soledad cargada de expectación, como cuando tiramos a nuestros muertos en los túneles y los dejamos para los Freaks. Estábamos solos… pero no por completo, ojos me sopesaban desde sitios escondidos que no podía ver y me hacían sentir intranquila.
Los pájaros se abalanzaban tras las pequeñas y peludas criaturas que correteaban en las sombras, uno gordo y valiente paró a una corta distancia de nosotros, royendo una semilla. Reconocí esa cosa, sentí alivio inmediatamente. Sabía cómo cazar uno si necesitáramos comer.
Esto me hacía sentir más cómoda, no todo había cambiado.
Fade siguió mi mirada y asintió. —Las ratas también viven aquí arriba.
Otros animales merodeaban por la oscuridad con nosotros, diferentes a cualquiera que hubiera visto antes. Manadas de algo con cuernos hacían ruido por las calles. Ciervos, dijo Fade. La palabra no significaba nada para mí, excepto que prometió que eran buenos para comerlos. Sin embargo eran rápidos, y demasiado grandes para una simple trampa.
Más gritos rompieron el silencio: gruñidos, ruidos sordos y aullidos. No podía imaginarme que hacía esos ruidos.
—¿Dónde están todos? —susurré.
El Guardián de la palabra nos había enseñado suficiente como para saber que estas ciudades solían estar llenas de gente, numerosas multitudes.
Aunque también nos había enseñado que el cielo estaba en llamas y que la lluvia nos quemaría la piel y no dejaría más que huesos. Por lo que no podía contar con nada de lo que había aprendido antes.
Fade dudó, luciendo joven e inmaduro. —Mi padre me dijo que dejaron la ciudad hace mucho tiempo. La gente fue hacia el norte y el oeste para escapar.
—¿De qué?
—No lo sé.
—Puede que lo descubramos, —dije—. Encontramos un libro y ni siquiera lo estábamos buscando, puede que haya más.
Paró y miró hacia mí como si estuviera recordando. —Él me habló sobre un lugar lleno de ellos, una biblioteca.
—¿Un lugar para los libros? ¿Sabes dónde está?
Fade negó. —Tendríamos que preguntar, es demasiado peligroso quedarse en la ciudad, vagando mientras buscamos. Los pandilleros nos atraparían tarde o temprano.
—¿Hay alguien a quien podamos preguntar? —Miré a través de la oscuridad y reprimí un escalofrío cuando pareció que me devolvía la mirada—. ¿Y crees que vale la pena intentar encontrarlo?
—Podemos hacer lo que queramos ahora, por lo que creo que la mejor pregunta es ¿cuánto quieres saber?
—Mucho —me di cuenta mientras lo decía en voz alta.
Ya no iba a contentarme con tragarme las medias verdades y las falsedades que me habían contado cuando era una niña. Quería entenderlo todo como nadie de allí abajo lo había hecho en generaciones, necesitaba saber la verdad.
—Entonces puede que exista alguien, mi padre tenía un amigo… Estoy seguro de que ahora está muerto, pero tenía una hija, Pearl podría decirnos, si es que está viva, su padre tenía mapas.
Me sentía muda pero tenía que preguntar. —¿De qué?
—De donde está todo en las ruinas, o solía estarlo.
Si hubiéramos tenido mapas completos de los túneles, no tendría que ir contando siempre que fuera a cualquier sitio, cuantos pasos, cuantos giros, podía memorizar los caminos y retenerlos en mi memoria antes de entrar en la oscuridad. Teníamos mapas de viajes que hacíamos a menudo, como la ruta a Nassau, pero no teníamos ni idea de hacía donde iban las vías traseras, o de los cuartos oscuros llenos de reliquias, como el que encontró Fade.
Mi admiración y regocijo se marchitaron cuando recordé que ese ya no era mi trabajo, no tenía propósito, llevaba puestas unas cicatrices de Cazadora pero no tenía a nadie a quien proteger.
—¿Puedes encontrarla?
—Quizá, si no se ha mudado, son un montón de quizás, —comenzó a caminar.
—¿Por qué no fuiste con ella cuando tu padre…?
—Porque estaba demasiado lejos, apenas pude llegar al subsuelo.
—Pero crees que podemos hacerlo ahora.
—Eres fuerte, —dijo—. Y no somos estúpidos mocosos.
Por el resto de la noche, caminamos en silencio, Fade buscaba puntos destacados y calles familiares. Me pregunté que era esto para él, si recordaría pasar este camino con su padre y si esos recuerdos se sentían como otra vida. Intenté imaginarme cómo sería vivir aquí arriba, e incluso ahora, lo encontré más como un sueño que como algo real, como si me fuera a despertar un día con la bota de Twist en mis costillas y escucharle decirme que me despertara y empezara a trabajar.
En la oscuridad, podía ver tan bien como nadie, y me di cuenta de las sombras casi de inmediato. Las mantuve en mi visión periférica. Parecían estar acechándonos más que preparándose para atacar. Pero esto podía ser peor. Puede que estuvieran tal y como Fade había predicho, reuniéndose para su próximo ataque.
—¿Los ves? —le susurré.
—Pandilleros, te dije que traerían más.
—¿Cuántos hay? ¿Puedes contarlos?
Él negó. —Pero habrá el doble que la última vez, no nos volverán a sobrestimar.
Mientras hablaba, atacaron, tenía que haber al menos veinte esta vez.
Algunos eran lo suficientemente jóvenes para que los llamara mocosos.
Su tamaño me hizo vacilar, había sido educada para proteger a los niños, no para luchar contra ellos, por lo que no reaccioné lo suficientemente rápido. Luché, pero no luchaban como cazadores, ellos daban patadas, mordían, arañaban y saltaban como animales salvajes, una enorme cantidad me abrumó y uno me golpeó en la cabeza.
Oí a Fade llamarme mientras el mundo se desvanecía.
* * *
Cuando me desperté estaba oscuro. No de noche, como había llegado a conocer aquí arriba, o la oscuridad de los túneles, sino una oscuridad suave, con textura. Habían atado algo alrededor de mis ojos, intenté sentarme dándome cuenta de que mis manos estaban atadas a mi espalda cuando me golpeé la cara contra el duro suelo. Podía decir con seguridad que me habían quitado mis armas, otro movimiento me hizo saber que mis tobillos también estaban atados.
Risas empezaron a sonar a mí alrededor, no les di el placer de verme luchar contra mis ataduras más. La preocupación me comía por dentro. ¿Dónde estaba Fade? Una tira de tela en la boca me impedía hablar, si no hubiera estado le habría llamado a gritos, aunque eso hubiera significado una bota en mi cara.
Mientras el pitido en mis oídos desaparecía, empecé a distinguir voces que se fueron transformando en palabras.
—¿Quién se la queda? —preguntó alguien.
Una voz alta y débil contestó. —Me la quedo yo, yo la vencí por lo que me pertenece.
Una voz masculina diferente habló, bajo y burlándose. —Buen trabajo cachorro, pero no sabrías qué hacer con ella.
Instintivamente supe que debía temer al propietario de esa voz, incluso mientras se arrodilló a mi lado, me quitó la tela que me impedía ver y me dejó sentir repugnancia al verle. Toda su cara había sido destrozada, no en una batalla como las cicatrices de Fade, sino en una mutilación intencionada. Las líneas se hundían hacía dentro y las había pintado rojas como la sangre, haciendo que tuviera una cara llena de rayas que le daban un aspecto feroz.
Sus ojos reflejaban la luz del fuego, eran claros como el agua y las llamas bailaban al fondo de ellos. —Así que estas despierta. ¿De dónde vienes para luchar como un lobo?
Me arrebató la tira de mi cabello, pero al contrario de cuando lo hizo Fade, no fue un susto placentero. Era invasivo y cuando retorció la mano en mí cabello, dolió. Giró mi cara a un lado y después a otro, inspeccionándome, este gesto hizo que puro miedo se deslizara a través de mí. Esos ojos claros me examinaban como si fuera una extraña criatura.
Intenté decirle con mis ojos que él no quería hacer esto, que si seguía lo iba a lamentarlo antes de que toda esta historia acabara, pero pareció no funcionar, como respuesta él solamente se rio. Mientras estaba ahí tumbada, atada y sin ninguna ayuda, tan solo podía saber una cosa, primero moriría. No había luchado para salir de los túneles para acabar así, él quitó el trozo de tela de mi boca, lo justo para dejarme contestar.
—De abajo, —ladré.
El interés se encendió en sus salvajes rasgos, él susurró: —Entonces vales algo, más que solo una Criadora, más tarde, quiero que recuerdes como te salvé. —Se enderezó y habló en voz lo suficientemente alta como para que sus lobos le escucharan—. Llévensela y límpienla. La romperé personalmente más tarde.
Unas manos me cogieron y me remolcaron. Sentí cada juntura y agujero en el suelo; seguro que dejarían moratones. Podía vislumbrar algunas cosas del lugar. Tuve la impresión de que el lugar era inmenso y de que tenía un techo alto mientras me sacudían a través de él, después el movimiento paró y mi cabeza volvió a golpear el suelo.
Alguien me puse de pie y después se arrodillo para desatarme los tobillos.
Esa persona fue lo suficientemente lista como para hacerlo desde atrás, sino ciertamente le habría roto el cuello de una patada, girar el cuello para mirar sobre el hombre envió ráfagas de dolor a través de mi cráneo, pero logré ver que era una chica, era pequeña y delgada, cubierta de abundantes moratones, algunos eran de hace ya días pero otros eran recientes. No llevaba ninguna marca, por lo que deduje que los pandilleros solo daban tal estatus a los hombres.
Dejó mis manos atadas, Chica lista. Bueno, relativamente. No podía ser tan lista si ella recibió eso moratones sin quejarse, pero tal y como yo sabía, te puedes acostumbrar a todo. Si ella había nacido allí, entre los pandilleros, seguramente no se preguntaba si las cosas debían o no ser así, yo también estaba teniendo problemas para ajustar mi visión del mundo.
Con completa indiferencia, dejó la tela en mi boca y con un cuchillo empezó a trabajar en mí, mi ropa cayó al suelo hecha trizas y después me lavó como si fuera algo inservible que estuviera intentando preparar para su uso, girar no ayudaba, ella tan solo se movía más cerca y completó el trabajo.
Luego me vistió con una camisa larga y hecha jirones como la suya, que enseñaba más piernas de las que me gustaría, y no me puso nada debajo.
Supuse que esa era la idea, el miedo intentaba diluir mi rabia, pero no le dejé, instintivamente entendí el propósito de este ritual, me quitaban mis cosas, me reducían al rango de sus mujeres acobardadas y serviles, pero nunca podrían quitarme las marcas de mis brazos. Me las he ganado. El fuerte sobrevive, me dije a mi misma. Aunque era un principio de los Cazadores, si algo podía sacarme de aquí, era todo lo que había aprendido en el entrenamiento, no importaba cuantas veces un niño más grande me venciera en clase, yo siempre me volvía a levantar. Luchaba más duro.
Aprendía un nuevo truco o un nuevo golpe. Excepto en aquel partido contra Crane, nunca había sido derrotada.
Ahora me arrepentía de no haber atacado a aquellos mocosos con todo lo que tenía, pero ahora era demasiado tarde para cambiar mis circunstancias. No podía dejar que el pánico me paralizara. Puede que este fuera un mundo diferente, pero podía sobrevivir a él. Lo haría.
Finalmente me quitó la tela de la boca, Escupí al suelo para deshacerme del sabor viciado. Estudié su cara, podría ser guapa si no estuviera tan abatida. La pobre ni siquiera se atrevía a mirarme a los ojos.
—Me llamo Deuce, —dije—. ¿Tú cómo te llamas?
Ella me miró con sorpresa, como si no hubiera sabido que podía hablar.
—Tegan.
—¿Qué hicieron con mi amigo?
—Tienes tus propios problemas.
Eso me hizo sonreír. Me miró como si estuviera loca. —Lo sé. ¿Pero dónde está? ¿Está vivo?
—Por ahora. Van a cazarlo más tarde.
Mi sangre se congeló. —¿Qué quieres decir?
—Le cortaran y le darán una pequeña ventaja, después los lobos le darán caza, siguiendo el rastro de su sangre, cuando le encuentren, le mataran.
La palabra «lobos» no me era familiar, pero adiviné que era el nombre que usaban estos Pandilleros para nombrarse a sí mismos. No dudé de que Tegan estuviera diciéndome la verdad, de alguna manera, conseguí ocultar mi desesperación.
—¿Y qué va a pasar conmigo?
—Stalker te ha reclamado, —dijo, acompañando a sus palabras con un encogimiento de hombros—. Por lo que supongo que le perteneces hasta que se canse de ti, normalmente, habrías acabado con el lobo que te trajo.
Stalker no suele hacer uso de sus derechos.
Ahora encontré sentido a cuando dijo, «Después quiero que recuerdes como te salvé». ¿Se suponía que tenía que estarle agradecida? Poco probable.
—¿Y después?
—Cuando Stalker acabe probablemente lucharan por ti, eres nueva.
—¿Pero nadie quiere luchar contra Stalker?
Yo lo hice, uno contra uno, tenía mis dudas sobre que pudiera vencerme, incluso con este bulto en mi cabeza. Si no se hubiera escondido detrás de sus números, no nos habría atrapado para empezar, si tan solo no hubiera dudado ante la idea de luchar contra pequeños, si tan solo hubiéramos corrido. Pero era inútil pensar esto ahora.
—Dejaron de intentarlo, —dijo Tegan—. No puedes ganar.