Bienvenida
Un día después, Fade y yo nos tambaleamos hacia las barricadas. Nos vimos forzados a luchar contra un grupo de Freaks cuando menos podíamos darnos el lujo de gastar energía, y teníamos muy poca ahora.
Los guardias rompieron sus posiciones para ayudarnos. Creo que podían ver que no estábamos muy bien. Mis labios quemaban por la sed.
Alguien mandó a llamar a Silk, quién demandó. —Alguien consíganles comida y bebida. Apenas pueden moverse, mucho menos dar un informe.
Ella fue lo suficientemente amable como para dejarnos sentar en la cocina. Colapsé encima de una caja y pensé que nunca me podría levantar otra vez. Agradecidamente tomé el agua y vacié la taza en cuidadosos sorbos. Recordé mis lecciones sobre como mucha agua en un estómago vacío podría hacerme enfermar. Acepté un pequeño tazón de guiso y lo comí con mis dedos. Estaba tibio, por lo que hizo fácil que se deslizara por mi boca.
Mientras Fade y yo comíamos, se fue reuniendo una audiencia. No solo Silk y los mayores —Copper, Twist y Whitewall— sino también Constructores, Criadores y niños también. Supongo que no creían que volveríamos. Todos esperaban escuchar lo que tendríamos que decir.
Como Cazador mayor, era correcto que fuera Fade quién tomara la palabra. Dejé los restos de mi comida, y un niño pequeño se escabulló con ella.
—¿Entonces? —demandó Silk.
—Nassau cayó. Ahora es ocupado por Freaks. —Fade expuso el problema de manera más brusca de lo que yo lo hubiera hecho.
La incredulidad susurró a través de la multitud. Whitewall indicó que hicieran silencio. —¿Sin sobrevivientes?
—Ni uno, —dijo—. Están viviendo dónde los ciudadanos de Nassau lo hacían y se están alimentando de los cuerpos.
—¿Y por qué es así? —preguntó Silk—. ¿Había signos de enfermedad?
No iba a mencionar que no nos habíamos acercado lo suficiente como para comprobarlo en detalle. Por suerte Fade tampoco. —No, ellos murieron peleando. La enfermedad no hizo esto. —Empezó a esbozar la teoría que me dio en la pequeña habitación escondida. —Por lo tanto, tenemos que cambiar nuestras tácticas. Poner más trampas. También necesitamos un plan de batalla en caso de que nos superen en número, cómo hicieron los Nassau.
Silk comenzó a reírse. —Lo haces sonar como si los Freaks fueran una fuerza a tener miedo, un enemigo que piensa, en lugar de unas sabandijas.
Oh, no. Ella no le cree.
—Es verdad, —dije. —Nosotros pelamos con algunos de ellos en nuestro camino a Nassau, y pienso… —Casi no podía decir las palabras porque sabía que decirlas era estar en desacuerdo con ella en público, sería ponerse del lado de Fade—. Él tiene razón. A ratos ellos casi parecían entendernos.
Ella apretó su mandíbula. —Bueno tendremos tus ideas en consideración en la próxima reunión.
—Gracias, señora. —Agaché mi cabeza, exhausta.
Nosotros hicimos todo lo que pudimos, completamos la misión, y entregamos la información requerida. Si ellos decidían ignorarnos, nosotros no podíamos hacer nada. Sin embargo, el terror se arrastró por mi espalda.
—Muévanse, —espetó a los curiosos—. Hay trabajo por hacer.
Siempre lo había. Escuché murmurar a las personas mientras se dispersaban.
—¿Qué piensas?
—Los de Nassau nunca se mantuvieron limpios como deberían.
Probablemente murieron de la enfermedad y luego los Freak se los comieron.
Alguien se rio. —Se lo merecían si murieron por eso.
Genial. Ellos pensaban que estábamos locos. Que nos habíamos quebrado en la oscuridad y que veíamos amenazas donde no existían.
Pero ellos no habían visto lo que nosotros sí. Ellos no sabían. Me senté miserablemente en la caja, la cabeza inclinada, hasta que reconocí las botas de Silk.
—Cómo han completado la misión en el tiempo asignado, les daré el día de mañana libre de patrulla para que descansen y recuperen sus fuerzas.
No quiero escucharte hablar de tus locas ideas, ¿entendido? No hay razón para exaltar a las personas, si sucede que te creen.
Entendí el combo soborno/amenaza perfectamente. —No hablaré con nadie sobre ello.
—Bien. Puedes retirarte.
Me tomó toda mi fuerza arrastrar mi cansado cuerpo hacia el área de los baños. Por lo menos tenía mi ropa limpia. No había ningún punto en ponérmela allí fuera; nunca en mi vida había olido tan mal. Me lavé más tiempo del usual y luego me sequé y vestí. Unas cuantas chicas me observaban, susurrando y riéndose, pero ninguna se dirigió a mí directamente.
Luego, comencé con mi ropa. Aunque no había notado su presencia, Thimble llegó y me las quitó. Se puso a trabajar con una eficiencia silenciosa. Me incliné contra la pared. En mi hombro se había formado una costra, y la savia que Fade había usado en mí al parecer me había salvado de alguna infección. Pero siempre voy a llevar las cicatrices como un recordatorio.
—¿Qué tan malo fue? —preguntó suavemente.
—Prometí no hablar sobre eso.
Sus ojos brillaron heridos, mientras sostenía mi ropa mojada. La sangre goteaba desde la tela y caía al drenaje. —Soy tu mejor amiga.
—Lo sé. Y lo eres. Pero lo prometí. No quiero meterme en problemas. Silk ya me tiene en la mira.
—No repetiría nada de lo que me dijeses. Quizás no. Pero ¿qué pasaría si cediera al impulso de decírselo solo a una persona, quizás Banner, quién también se lo diría a una persona? Y muy pronto llegaría a Silk. No podía correr el riesgo.
—No puedo. Lo siento.
Ella tiró mi ropa medio lavada de vuelta a mis brazos. Trabaje en ello hasta que mis dedos me dolieron. De vuelta en casa, colgué la ropa para que se secara. Casi me caigo de mi litera recordando lo que me sentenciaría al exilio. Mi mochila se abultaba con reliquias importantes; antes de descansar tenía que ir a ver al Guardián de la palabra. Con la mochila al hombro, comencé el camino a través de la madriguera.
Para mi sorpresa, lo encontré en el área común. Él tiene veintidós, pero luce mayor, mayor incluso que Whitewall. Tiene un cabello de color muy tenue, tanto que luce casi blanco, y una cara con un perpetuo ceño, como si supiera que el día lo iba a decepcionar.
—Señor, —dije, esperando a que me reconociera.
—¿Tienes algo que reportarme, cazadora?
Sin importar lo exhausta que estuviera, ese título aún me emocionaba.
—Así es. En nuestro camino de vuelta de Nassau, tomamos refugio en una habitación llena de cosas que le interesarían. Las tengo aquí.
—Permiso concedido para hacer tu oferta.
Ante él, deje todos los libros satinados y coloridos, los papeles amarillentos, cada baratija que agarré, incluyendo algunos instrumentos extraños que encontré en los cajones del escritorio. El Guardián de la palabra observó todo con esa curiosidad naciente que yo también sentí.
Por primera vez, sentí un atisbo de simpatía por él.
Busqué en mi bolso tres veces para asegurarme que nada hubiera quedado atascado dentro. —Eso es todo.
—Magnífico, el mejor descubrimiento de nuestra generación.
Enriquecerá nuestra cultura de tantas maneras. —El Guardián ya se encontraba leyendo, murmurando para sí mismo. —Reparar el interruptor en la línea azul… Me preguntó qué significará eso.
Bueno «reparar» hablaba por sí mismo. Pero no podía ayudar con el resto.
Me quedé quieta hasta que él me recordó. —Ah, sí. Tú te destacas sobre todos los ciudadanos. Por tu contribución, te daré una recompensa. ¿Qué es lo que quieres? Que Silk me tomara en serio. Casi lo digo. A último momento, me mordí la lengua para mantener las palabras dentro. Ella no tomaría bien una reprimenda de parte del Guardián de la palabra; me vería yendo a un alto comando por tratamiento preferencial. Lo vería como un comportamiento débil y blando y lo diría directamente.
—Cualquier recompensa que usted crea suficiente me agradará, —dije.
Él sonrió. Nunca pensé que vería al Guardián de la palabra sonreír.
—Muy bien.
—Eso no es todo.
—¿Oh?
—Hay un pequeño asentamiento a solo un día de aquí. No son Freaks, pero ellos tampoco lucen como nosotros. Nunca he visto nada como ellos.
—Estrictamente hablando, Whitewall también debería estar aquí, pero me encontraba demasiado cansada para que me importara el protocolo.
—¿Amigables?
—Sí. Si ellos no nos hubieran dado comida y refugio, dudo que Fade y yo lo hubiéramos logrado. Nuestra agua no era adecuada para el viaje, y no era seguro conseguirla en Nassau.
—Buenas noticias, —dijo neutralmente.
—Se pone mejor. Ellos tienen la mayor cantidad de artefactos que he visto en una tienda jamás. Tomaría años aprender sobre todo lo que había.
—¿Libros? —demandó.
—Eso creo. Pero también había tecnología antigua, reliquias, cosas que ni siquiera pude reconocer. Los Excavadores no ven el valor en todo eso.
Ellos quieren pescado a cambio.
—¿Pescado? —El Wordkeeper se rio—. No pueden ser muy inteligentes.
Ese término es relativo, pensé. Se puede comer un pescado, no podías comer las cosas que los Excavadores tenían apiladas. Sabiamente, no dije nada de eso.
—Eso es todo, señor. ¿Me puedo retirar?
—Antes de irte a dormir, Dile a Silk el lugar donde se encuentran estos Excavadores. Me aseguraré que mande un equipo. Y luego descansa, cazadora. Te lo has ganado.
Ciertamente lo hacía. Mis piernas apenas podían sostenerme para encontrar a Silk. Ella se encontraba vigilando un montón de niños mientras me tambaleé en su dirección. Le transmití la locación tan certera como podía, por instrucciones del Guardián de la palabra. Silk me pareció despectiva, pero aceptó hablar con él. Estaba contenta de encontrarme sin trabajo ahora.
¿Es que alguien alguna vez había ido a Nassau y vuelto tan rápido? No lo creía. Generalmente, se quedaban para visitar, compartir noticias, y abastecer los suministros. Fade y yo no tuvimos esa opción, y sin los Excavadores, podríamos haber muerto. Quizás Jengu sabía eso… y por eso quizás me agarró. Tan cansada. Me tomó toda mi energía llegar a mi casa. Los harapos que formaban mi litera parecían de lo más confortables comprado con el lugar en el que venía durmiendo los últimos días. Me sentí un poco extraña al estar sola, luego de pasar tanto tiempo con Fade. Al igual que yo, probablemente se bañó y fue a dormir. Estaría exhausto también.
A diferencia de otros días en los cuáles me costaba dormir porque mi cabeza no dejaba de trabajar, me dormí tan pronto cómo cerré mis ojos.
Cuando desperté, tuve la realización increíble de que no tenía ningún lugar en el que estar. Sin patrulla. Sin entrenamiento. Si quisiera, podría estar aquí en mi lugar mirando el techo. Las luces que daban las antorchas colgadas de la pared, daban la suficiente luz para así poder ver mis cosas.
Mis armas.
En mi estupor, me había olvidado de cuidar de ellas. Las dagas no iban a estar afiladas y brillantes si no cuidaba de ellas. Mi garrote se encontraba demasiado mal cómo para usarlo. Entonces era la primera cosa que tenía que hacer hoy. Luego de pasar mis dedos a través de mi cabello, lo até de mi manera usual y llevé mis cosas al taller de los Constructores, donde podría encontrar las cosas necesarias para limpiar y afilar. También tenía un motivo oculto… conocer a Banner. Aunque me seguía diciendo que lo único que necesitaba era un poco de savia, también quería conocer a la chica que había puesto esa calidez en la sonrisa de Fade.
Como siempre, el lugar estaba a rebosar de actividad. Cualquier cosa que tuviéramos venía de esta zona. Ropa, zapatos, botas, armas, jabón… todo comenzaba aquí. Trabajo a un ritmo furioso. Cosas mezcladas, vertidas, medidas, martilladas. Estoy segura que hay un método dentro de toda esta locura, alguna organización, pero mi novato ojo no podía verlo. Me reconocieron como Cazadora por las marcas en mis brazos.
Respondí a sus saludos con un cabeceo.
Al otro lado del taller, vi a Fade, hablando con una baja chica de cabello oscuro. Era linda de una manera tranquila, y por la inclinación de su cabeza, a ella le gustaba él. Esa debía de ser Banner. Sin siquiera darme cuenta, hice mi camino hacia ellos, forzando a un par de trabajadores a rodearme.
—¿Me estabas buscando? —Él preguntó—. Hoy no trabajamos.
Sacudí mi cabeza. —No, la estoy buscando a ella. Eso creo. ¿Banner?
Su genuina, amable sonrisa decía que no le molestaba la intrusión.
—Esa soy yo.
Fade asintió. —Cierto. Prometí presentártela. —Lo hizo rápidamente.
—Esperaba que no te importara hacerme un poco más de ese ungüento.
Me ayudó mucho en los túneles.
—Puedo hacer otro lote, sin problemas. A otras personas no les gusta a causa del olor, pero me alegra que alguien le dé un uso.
Anduve con cuidado, no tenía ninguna razón para quedarme y escuchar su conversación así que me excusé con un —Genial. Bueno tengo que ir a cuidar de mis armas. Un placer conocerte, Banner. Nos vemos, Fade.
Había terminado con mis dagas y estaba trabajando en quitar las manchas de aceite de mi garrote cuando lo sentí detrás de mí. —¿No hiciste eso ayer?
Suspiré. —Mala cazadora, lo sé. Mis cuchillos son mis mejores amigos.
—Eso es un poco triste. ¿Quieres decir que a nadie le caes bien? ¿Cuál era su problema hoy? Pensé que estaba todo bien entre nosotros.
Con el ceño fruncido, me volví hacia él, preparada para decirle algo hiriente cuando vi la sonrisa en sus ojos oscuros. Oh, él está jugando conmigo.
—Gracioso.
—¿Ya has comido?
Sacudí mi cabeza. —Vine directamente aquí.
—Podemos ir a la cocina y agarrar algo.
Dudando, dije. —Todavía tengo que terminar aquí y luego ir a ver a Bonesaw[4] para que vea mi hombro.
—Estarás mejor si no lo hace. Él obtuvo su nombre porque le gusta cortar partes a las personas.
Sonreí, aunque ya había oído la broma antes. Bonesaw obtuvo su nombre cómo el resto de nosotros. Por el talismán que su sangre encontró en la pila del día del regalo del nombre. Pero parecía correcto para el aprendiz de un médico; Whitewall era un gran creyente de las señales. Ahora, tres años más tarde, el anciano doctor murió, y solo teníamos a Bonesaw para curar nuestras enfermedades y heridas. La mayoría estuvo de acuerdo en que no era muy bueno en eso.
—Quizás tienes razón. —Giré mi hombro, sin sentir ninguna tensión o calor que acompañara a una infección.
—La tengo. Déjame darte mi tarro con la salvia de Banner. Entonces ella puede darme la que hizo para ti. —¿Amabilidad, me pregunté, o una excusa para así verla pronto? Mientras me debatía, él agregó—, la iré a tomar mientras haces que tu garrote vuelva a brillar. Luego podemos ir a comer. ¿Suena bien?
Lo hacía, la verdad. Stone estaba ocupado con los niños, y Thimble estaba enojada conmigo. No tenía ganas de comer sola. Acepté con una inclinación de la cabeza y Fade se fue con grandes zancadas.
Con un trapo aceitado, pulí mis armas hasta que brillaron. Incluso excave a través de toda la sangre seca de los grabados de las esculturas que Stone hizo. Podría no entender mi trabajo, pero le importaba. Tuve que darle eso. Nadie más tenía algo tan fino.
Alguien se detuvo detrás de mí.
—¿Ya de vuelta? —pregunté sin voltearme.
—Nunca me fui. —Me llegó la perpleja voz de Banner. Oops. Me giré para enfrentarla. —Perdón, creí que eras otra persona.
Sonrió. —¿Alguien como Fade?
No pude hacer nada más que sonreír; ella tenía ese tipo de abierta, amigable cara. —Algo así.
—Le gustas, —dijo—. Justo me estaba hablando de ti.
—¿En serio? —No podía sentirme más que halagada por eso.
—Sí. Él es un poco difícil de conocer, pero lo vale. Él cuenta las historias más fascinantes. —Por su expresión indulgente, ella pensaba que simplemente tenía una gran imaginación.
Basándome en mi experiencia con él hasta ahora, sospechaba que él había visto y hecho más de lo que cualquiera del enclave podría creer.
Ahogué un suspiro. Aquí no siempre estábamos inclinados a darle crédito a la verdad, en todo caso iba en contra de nuestra experiencia.
—Me gusta trabajar con él. —Cualquier otra respuesta sería inapropiada, y podría ser repetida para mi prejuicio. Se suponía que los cazadores tenían que respetar y confiar en sus compañeros, nada más.
Entonces Thimble capturó mi mirada, irradiando un enfado dolorido. Me vio hablando con Banner y sus cejas descendieron. Oh, seguramente ella no podría pensar que le estaba diciendo sobre mi viaje a Nassau. Acababa de conocer a la chica.
Antes de que pudiera resolverlo, Fade volvió a aparecer en el taller. Cortó una línea recta hacia nosotras. Él la saludo a ella con una sonrisa y a mí con palabras. —¿Lista?
Asentí y saludé a Banner. Thimble deliberadamente me ignoró. Armas en mano, lo seguí fuera del taller.
—Solo necesito dejar estas cosas. ¿Nos encontramos en la cocina?
—Suena bien, —dijo—. Veré que hay allí para comer.
—Déjame adivinar. Carne y setas.
—Quizás haya pescado.
Si, ellos cocinaban pescado cada cierto tiempo para prevenirnos enfermedades. Los mayores pensaban mucho sobre que deberíamos comer y cuánto. Sin sus cuidadosos planes, nuestro enclave estaría muerto desde hace tiempo. Era un pensamiento muy sobrio. Solo ayer, vi las consecuencias de un comportamiento desinteresado… y no nos creyeron.
Whitewall, Copper, y Silk pesaron que ese tipo de cosas no podrían pasar nunca aquí. Nosotros éramos demasiado inteligentes o teníamos mucha suerte. Apuesto a que los ciudadanos de Nassau creían eso también, hasta que todo fue mal.