¿HAS VISTO A ROSA PANTOPON?
No te acerques a la estación de Queen Plaza, hijo mío… Un sitio maldito frecuentado por la pasma acechando al ligón drogadicto… Demasiados ángulos de tiro… La bofia sale aplastante del meandro apestando a amoníaco… como leones ardiendo… caen encima de una vieja ratera que roba a borrachos y la acojonan a tope… por lo menos, cinco meses y veintinueve días… o más incluso.
Así que andaos con ojo, Marica, Alguacil, Irlandés, Marinero… Cuidado, cuidado con esa línea antes de poneros a trabajar allí…
El metro pasa como una exhalación con negro estruendo de hierro…
—Queen Plaza es mal sitio para desvalijar borrachos… Demasiados ángulos de tiro y escondites para la pasma del metro… imposible cubrirse cuando se hace el pase…
Cinco meses y veintinueve días: condena que se aplica por «vago y maleante», esto es, por acercarse a un primo con evidente intención… Personas inocentes pueden ser condenadas por asesinato, pero no por «vagos y maleantes».
El Marica, el Alguacil, el Irlandés, el Marinero, viejos tiempos, yonquis y rateros de borrachos a los que conozco… La antigua basca de la calle Ciento Tres… Marinero e Irlandés se colgaron en el talego… El Alguacil murió de una sobredosis y el Marica se hizo soplón…
—¿Has visto a Rosa Pantopón? —preguntó el viejo yonqui…—. Hora de trabajar. —Se puso un abrigo negro y a hacer acera… Avenida abajo hacia el Museo de la calle del Mercado muestra toda clase de masturbaciones y prácticas solitarias. Los jóvenes necesitan algo especial…
El gángster baja rodando dentro de cemento por el canal del río… Hicieron un rodeo con él en la sauna… ¿Es este tipo Gio Culos de Cereza el palanganero de Madame Gillig, la Vieja Tita de Westminster Place? Sólo dedos muertos hablan en Braille…
El Mississippi arrastra grandes peñascos de piedra caliza avenida silenciosa abajo…
—¡Arriba la mayor! —gritó el capitán del Tierra Móvil…
Distante ruido de tripas… Palomas envenenadas llueven de auroras boreales… Los depósitos están vacíos… Estatuas de bronce se estrellan contra las plazas y calles hambrientas de la ciudad hueca…
Buscando una vena en el amanecer enfermo por falta de droga… Estrictamente con jarabe para la tos…
Un millar de yonquis asaltan las clínicas…
En la cueva de caliza encontré a un hombre con la cabeza de Medusa dentro de una sombrerera y dijo: «Tenga cuidado», al vistas de aduana… Congelado para siempre, y una mano a dos centímetros del doble fondo…
Los limpiaparabrisas gritan por toda la estación, golpean a los cajeros…
—Fractura múltiple —dijo el gran médico—. Soy sumamente técnico.
Se aprecia aumento ostentoso de consumo bajo los soportales resbaladizos por los esputos llenos de bacilos de Koch…
El ciempiés socava la oxidada puerta de hierro hasta convertirla en delgado papel negro por la orina de un millón de mariquitas…
No es una buena dosis bien cargada, sólo es polvo cortado, algodones usados, el esqueleto de un fije…