No nos hemos atrevido a ser en la plaza pública la voz que clama en el desierto… Hemos preferido encerrarnos en la quietud de nuestros talleres… No nos queda a la mayor parte más que el derecho a decir que fuimos buenos obreros. ¿Pero hemos sido también buenos ciudadanos?
MARC BLOCH, La extraña derrota[1]