PODERES EXTRAPSíQUICOS - John Kingston

—¡NO!

¡No! ¡No! ¡No!

Dije que jamás volvería a emplear mi Poder de nuevo. No lo haré. Es algo equivocado y vil. Recuerdo que me prometí a mí mismo, hace diez años, no hacerlo, mientras paseaba en la oscuridad, cuando murió mi madre.

La sostuvo viva durante años. Los médicos nunca habían visto nada parecido. Se trataba de su corazón...

Dios sabe que fue difícil. No como lo que voy a hacer ahora. Esto puede ser muy fácil.

Cuando mamá estaba viva, yo solía permanecer despierto noches enteras, trabajando en el reloj que era su débil corazón, alargando su vida, renovándolo. Construí una válvula una vez, a base de una y otra pieza microscópica. Aquello me llevó tres días y tres noches sin descansar un segundo. ¿Sabe alguno de ustedes cuántas células hay en el ventrículo de un corazón humano?

Yo sí...

Mamá sabía lo que estaba pasando. Ella podía sentir los ajustes que estaba haciendo y los inauditos esfuerzos que realizaba para mantenerla viva. Ella trató de rendirse por tres veces. Pero no podía evadirse de la vida porque su corazón no podía detenerse. Y su corazón no se detenía, porque yo lo dirigía y gobernaba.

Técnicamente, ella murió una vez. Trabajé en aquel corazón durante veinticuatro horas antes de que volviera a palpitar de nuevo. Entonces no existía; ahora suelen utilizar un marcapasos.

Yo nací con el Poder. No parecía nada malo que tuviera que utilizarlo. En el caso de mi madre, no podía sentarme y dejarla morir. Nunca pude darme cuenta, hasta el final, de qué forma llegó a odiarme. Odiar mis ojos fosforescentes y mis millones de manos diminutas, invisibles, manos que nunca descansaban...

Yo me echaba las ropas de la cama sobre la cabeza, tratando de oscurecer mucho más, la oscuridad del dormitorio. Enterraba la cara en la almohada para evitar el oír el tremendo ruido de la loca carrera que Julie hacía al cambiar cerca de mi casa, en la esquina. Pero sólo conseguía amortiguar algo el ruido en mis oídos.

Mamá venció al fin. Era demasiado inteligente para mí. Si se hubiera querido cortar las venas de las muñecas o haberse abierto la garganta, no habría importado, porque con mi Poder yo habría apartado el objeto cortante de su cuerpo tan pronto como hubiese intentado tocar su carne. Si se lanzaba a la calle de cabeza, yo la habría cogido en el aire antes de haber llegado al suelo. Pero se tragó un centenar de píldoras blancas, pequeñas, y contra lo que nada se podía hacer.

Me desperté en la noche. Yo estaba ya en su interior. Sabía dónde estaba el mal. Y me di cuenta de que me había derrotado. Me di una prisa loca para rebuscar entre las células de su organismo mientras se multiplicaban y morían; pero eran moléculas contra las que luchar. Aquellas malditas moléculas se extendieron inundando todo su cuerpo, como en un pequeño universo viviente que iba a morir para siempre. Podía ver los aminoácidos y las peptonas, observar a las proteínas construirse como collares de perlas en el vacío; pero entonces, ya había demasiadas moléculas. Luché contra ellas, estaba en todas partes casi al mismo tiempo, alterando su curso, dominándolas, haciéndolas inocuas. Pero fue inútil. Era como una plaga de langosta. Era como ir cogiendo un insecto tras otro en las manos y matar los suficientes para detener un enjambre monstruoso, mientras en el cielo se oscurecía la luz del sol por millas de distancia...

Tuve que abandonar el interior de su cuerpo y dejarlo para siempre tranquilo y en paz. Salí corriendo de mi casa, utilizando sólo mis pies para huir. Nunca volví a ella. Desde entonces, nunca más he vuelto a utilizar el Poder. No lo haré ahora tampoco. He estado hambriento y no lo he utilizado. Me encerré en una celda, abriendo y cerrando el cerrojo por toda una noche. Era una pobre cosa de acero, inútil y sencilla y jugué con él; pero no quise hacer nada para ayudarme a mí mismo. Mi madre se mató para huir de aquello... de esta cosa que yo soy capaz de hacer. Nunca volveré a usar este Poder de nuevo.

Ustedes pueden saber cosas respecto a la telekinesis en los libros. Ellos les dirán que existen personas que pueden mover objetos sin tocarlos y producir cambios físicos a distancia. Muchos sacarán la consecuencia de que eso no es cierto.

Yo soy uno de ellos...

Me tapo los ojos con las manos. Los pavos reales exhiben sus colas de arco iris bajo mis párpados. Los nervios iluminan la figura de Julie en colores disparatados, en lila, rojo de anilina y un verde terrible; pero no pueden bloquear su visión. La veo conduciendo un arco iris con ruedas. Los colores surgen de su cuerpo como un chorro de luz multicolor pero aunque relaje la presión y se desvanezca su iridiscencia, ella continúa allí...

No puedo evitarlo. De nuevo me siento como si tuviese un millón de manos puestas sobre el coche volador, agarrándose a él. Me siento como metido entre el chasis, en los muelles, sintiendo los choques de sus mecanismos, en el metal sometido a continuo funcionamiento. Siento que observo las peligrosas curvas de la carretera, mirando a través del parabrisas o desde los faros, sintiendo y comprendiendo todo el entorno de la máquina. Me siento como estando dentro del motor, viendo a pesar de la oscuridad el funcionamiento de pistones y válvulas. Siento como mías las sensaciones de Julie puesta al volante. Creo incluso sentir la resistencia entre su carne y la máquina, cuando hace algún esfuerzo al conducirla...

Siento que mi pulso se acelera. Ese batir no es del motor, es el de mi propio corazón. Me quedo rígido, sin respirar, pensando en lo que voy a hacer. Pongo dos de mis manos sobre sus muñecas, otras sobre los lados del camino en las curvas cuando comprendo que existe peligro de los giros del camino. En un segundo voy a poner sus brazos a su espalda, sujetándolos, y voy a hacerme con el control de la máquina. Voy a observar su rostro, mientras que la plateada carretera se desliza como una serpiente frente a ella junto con los árboles, mientras que las revoluciones aumentan y se hacen más peligrosas en el correr de la máquina por las curvas. Más rápido, más y más rápido cada vez... y cuando haya tenido bastante, cuando ella no pueda más... voy a dejarla ir.

Me tiro de la cama y de un golpe enciendo la lámpara de mi dormitorio. Mi cuerpo y mi cara están cubiertos de sudor. Dejo correr el agua abriendo el grifo del lavabo y pongo la cabeza debajo del chorro. El agua fría me produce un verdadero choque. Veo las cosas dobles. Los detalles de aquel cuarto charro y chillón se parecen a unos árboles iluminados de blanco, con destellos en un fondo sombrío. El ruido del motor, me martillea los oídos. Doy media vuelta y pongo mis manos sobre el asfalto constituido por la pared. Sé que tengo que romper este eslabón. Me concentro y pongo toda mi voluntad en conseguirlo. Las imágenes que deseo se forman en cierto modo. Es como querer apagar un fuego en un pozo de petróleo. Dando vueltas a la espoleta, esperando, presionando el disparador... ¡Ahora!... Y un enorme relámpago que lo desvanece todo.

Silencio. Lobreguez. Una pequeña estancia en una casa de huéspedes barata. Papeles destrozados, desvaídos. Unas lámparas de gas inútiles envueltas en telarañas. Un espejo roto. Mi chaqueta y mis pantalones están tirados sobre una silla. Estoy apoyado sobre la pared, temblando. Voy a sentarme en la cama. Enciendo un cigarrillo y me trago el humo profundamente. Esto es mejor. De nuevo me encuentro bien.

No creo que sea precisamente un telekinético.

¡Señor, escúchame! Precisamente un telekinético... Es cierto, sin embargo. Tengo esta otra cosa, el factor psíquico, la posesión del diablo, no sé qué nombre darle... Para hacer cualquier cosa, no es preciso que me encuentre en el sitio conveniente. Puedo pasear por una ciudad a millas de distancia, ver las luces de neón y las muchedumbres, los gatos que pululan por las callejuelas, las hojas de los árboles y los paquetes de cigarrillos vacíos tirados por el suelo, la lluvia caer y rodar por las calles. Puedo observar cómo se comete un asesinato, o un acto de amor y tengo que encontrar la palabra adecuada para explicar donde he estado...

La distancia no significaba nada para mí. Cerca o lejos, para mí es igual. Por ejemplo, ahora mismo sé que Julie está conduciendo un coche, pero no sé donde. Puede estar a una milla de distancia. O puede que se encuentre en Nevada.

Pienso en algo más, en cualquier otra cosa. No quiero volver con Julie por el bien de los dos. Doy chupadas a mi cigarrillo. Me estoy volviendo loco. Me pregunto a mí mismo qué importan los libros y los nombres cuando el infierno es un nombre... Nadie como yo ha existido antes jamás. Poseo un talento único, fantástico.

La habitación se halla tranquila como una tumba. Acabo un cigarrillo y con la colilla, enciendo el siguiente. Todavía me siento estremecido. Me levanto y me dirijo al lavabo y en la alacena que hay sobre él rasco con las uñas un poco de pintura que una vez existió allí. No era de madera. Es algo confeccionado con trozos de periódicos antiguos, seguramente de la época victoriana, pegados unos sobre otros. Cerca de la alacena, está el espejo, al que falta un canto y cuyo cristal desvaído y roto, está lleno de manchas de grasa. Así es donde vivo. Y pude haber hecho mi fortuna. Abro la alacena y saco una botella de whisky escocés y un vaso. Escancio un buen trago y vuelvo la botella a su sitio. De repente, la habitación parece como si estuviera llena de humo. Me voy hacia la ventana y descorro el pestillo, abriéndola de par en par. Un aire fresco me da en el rostro y me llega el ruido de la carretera principal que pasa junto a la colina. Me apoyo en el antepecho y miro fijamente a las luces con sus movimientos cambiantes. La carretera ruge como toda la noche. Julie está en la carretera en este momento, conduciendo su coche en alguna parte. Dios sabe dónde...

Algo parece despertar en mi mente: es como dirigirse hacia un perro que no se sabe dónde está viendo como se le tira a uno a la cara. Es algo tan rápido como eso. Por un segundo estoy viendo el techo de un coche a toda velocidad, escuchando el ruido del motor más fuerte que los que hay afuera en la calle. Me vuelvo a la habitación preso del pánico. El coche se desvanece. Me doy cuenta del cuidado que tengo que tener.

* * *

Descanso tumbado de espaldas en la cama, con el vaso en la mano. Comienzo a construir una imagen mental. Suspendo algo como una pantalla frente a mis ojos, para evitar lo que no deseo ver. Compongo la imagen desde puntos opuestos. El coche de Julie corre disparado haciendo ochenta o noventa millas a la hora. Es un coche rojo; pero tomando algo neutral como por ejemplo una roca, lo que veo es una especie de roca azul gris. El coche se desplaza en la oscuridad; pero la roca que yo veo está iluminada por el sol. Sí, ahí está, grande y azul. Algo inmensamente estático. Unas sombras profundas rodean la base que se halla como empotrada en el terreno. Es una imagen buena y clara, aguda, puedo apreciar incluso las estrías de la roca y el tiempo que la rodea ambientalmente, siento el calor del sol que se refleja en mi propio rostro. Hago un esfuerzo mental y afirmo mi trabajo extrapsíquico. Sí, eso irá bien, magnífico. Esa roca no se moverá en absoluto.

Las luces de la habitación comienzan a molestarme, con sus destellos sobre mis ojos. Se trata de unos bultos eléctricos al desnudo, sin sombras. Los filamentos proyectan unas formas parecidas a las de un cangrejo que se dibujan en el techo. Me tapo los ojos con una mano y apago las luces. No necesito la luz para nada.

Acabo el whisky y vuelvo a mi imagen de la roca. Ahora la reconozco bien. Es una roca que vi una vez cuando estuve de vacaciones con Bill hace años. Hay una pequeña bahía tras ella y donde se goza de la luminosidad del sol y el rizo de las olas en el mar. Recuerdo muy bien aquellas vacaciones, de las cuales algunos retazos de impresiones visuales me aparecen vivas y como si las viera ahora con toda nitidez. ¿Qué edad tenía yo entonces? ¿Nueve, diez años? Algo así. Intento calcular cuánto tiempo hace desde que vi por última vez a mi hermano. Tiene que hacer cuando menos seis años. Bill era un gran muchacho. Si no hubiera tenido mi... don especial, habría sido distinto.

Él sabía lo de mi Poder especial. Por eso éramos como extraños. Pienso en aquellas vacaciones y las evoco tanto como puedo. El cigarrillo describía como un arco de fuego en la oscuridad de la noche, y recuerdo el reflejo del sol sobre el mar, la arena cálida, y la altura de los acantilados. Cuando el sol se apartaba de sus enormes flancos rocosos, el fresco nos acariciaba y gozábamos de las grandes cavernas marinas situadas en la base de los arrecifes...

Julie se había marchado también de vacaciones. Se marchó a la costa con Ted para reír, besarse y mentir en el sol y exhibir su cuerpo...

El whisky comienza a hacer efecto. Comienzo a sentirme algo embriagado y confuso. Creo que he bebido demasiado al llegar la noche. Me siento junto a Bill de nuevo; pero no le veo sentado en las rocas, le veo como si las condujera como un coche. Es rojo, tiene faros potentes y su motor ruge. La carretera se desliza rápida bajo las ruedas...

La colilla del cigarro me quema los dedos. Me levanto para arrojarla lejos y vuelvo a echarme en la cama. Mi mano palpita. Pero no me preocupo de cuidarme de la quemadura. Casi estoy contento de sentir el dolor. Me mantiene dentro de mí mismo, tumbado en una cama en esta pensión solitaria y en seguridad a solas conmigo mismo. Allí continúo por una hora más, observando a la Luna levantarse por encima de los tejados de las casas. Oigo el ruido distante de los coches en la distante carretera. Y me duermo...

Es un sueño extraño y como vacío de sentido. Aparece Julie con la cara débilmente iluminada por los controles del coche con sus grandes ojos y de mirada suave y acariciadora. El viento penetra con su perfume variado de los campos a través de las ventanillas abiertas a plena marcha y juguetea con sus hermosos cabellos. Lleva el cabello corto, alegremente descuidado y de un hermoso marrón cobrizo. Es pelirroja, pero no tiene los ojos verdes. Son unos ojos profundamente azules como aguamarinas. Ahora todo está oscuro, solemne. Se concentra en la carretera. Es una magnífica conductora. Siento qué bien responde con estupendos reflejos a la máquina lanzada a todo correr por la carretera. No está maniobrando ni controlando el motor del coche; forma parte de él. Las ruedas, los engranajes, todo es como una extensión de su propio cuerpo. Giro la cabeza para comprobar el velocímetro. Mantiene firmemente las ochenta millas continuando la velocidad, milla tras milla de camino. Sin ningún esfuerzo aparente. Me pregunto dónde diablos irá a tal velocidad y con tanta prisa. Esto no estaba previsto..., y me pregunto respecto al coche. No es suyo, de eso estoy bien seguro, ni tampoco podía pertenecer a Ted. Es sencillamente un estupendo motor, no lo suficiente brillante ni cromado para ser de Ted.

No me preocupo por mucho tiempo. En sueños uno lo acepta todo... Observo la carretera que se aparta del coche y oigo un ruido sibilante en la trasera del auto. Tras algún tiempo siento que el coche parece inmóvil, como estático, aunque las ruedas siguen girando en el aire. Entonces compruebo que la tierra queda muy por debajo y el coche fijo en el espacio, pero siguiendo una ruta que parece dirigirse hacia el sol naciente. Me siento a mí mismo girando como el planeta, con la presión de la gravedad hundiéndome hacia abajo. Comienzo a perder todo sentido de la identidad...

Un signo de señalización de la carretera pasa tan rápido que no tengo tiempo de leer lo que dice. Me muevo nervioso en la cama, consciente de que algo va mal, demasiado soñoliento para salir de aquel sueño en donde estoy inmerso. Comienzo a jugar el papel de hacerme cargo del control del vehículo.

Resulta divertido. Estoy aguantando el volante con fuerza, abriendo mis manos fuertemente agarradas al volante y dejando que en las curvas ruede junto al mismo borde, sintiendo el esfuerzo que hace Julie para mantener el motor en funcionamiento correcto. Después, vuelta a sostenerlo, a relajarme, a agarrarlo de nuevo... Si Julie desea mover el volante, ahora no puede porque lo tengo sujeto; no podría moverlo ni en una fracción de pulgada. Soy mucho más fuerte que ella...

¡Condenación!...

¡Oh!, entonces fue demasiado tarde. Fue por una centésima de segundo; pero, así y todo, demasiado tarde. Debería haberlo sabido... Ella se dio cuenta en el acto de que algo iba mal en la conducción del coche. Sabía que había algo extraño. Un súbito tirón inesperado, tratando de apartarme. Mis manos ya estaban apartadas del volante en un relámpago de tiempo, pero ella sintió la resistencia. Ahora ella comprueba la dirección cautelosamente, girando cuidadosamente de un lado a otro..., pero el volante gira libre...

Me siento en la cama lentamente. Hace un segundo yo estaba casi dormido. Ahora el sueño está a un millón de millas de distancia. Parecía que nunca despertaría de aquel sueño...

Yo... sentí algo entonces. Sólo por un momento; pero estaba allí. Era un nuevo sentimiento, el comienzo de sentir un verdadero pánico. Pero el temor no era mío...

Traté de tragar saliva; pero tengo la boca seca, sin saliva. Los huesos están secos, como disecados, ásperos. Encuentro los cigarrillos. Mi mano está torpe y se mueve errática sobre la cama y por el suelo. Encuentro uno en la oscuridad, lo enciendo y tiro lejos la cerilla. Sigo acostado con el cigarrillo entre mis dedos, comprobando la luminosidad pálida de cada bocanada reflejada en el techo. Mi cuerpo yace inmóvil y quieto, pero no así mi corazón y mi cerebro. El corazón me palpita salvajemente y puedo oír claramente sus latidos repercutiendo en toda la habitación. Funciona intensamente vivo y lo siento desde la cabeza hasta los dedos de los pies. Mi cuerpo lo siente todo, lo sabe todo. Siento la tierra cómo gira y a mí mismo lanzado en el espacio con los brazos extendidos como un águila hacia el Sol...

Esto es lo que explica que mamá me tuviera odio. Al final de su vida, cuando luchaba así, deseando por mi parte tenerla viva, y ella, por el contrario, deseando terminar de una vez. Puedo percibir incluso el estado de su mente. Lo sé muy bien ahora. El odio era como una llama ardiente quemándose al principio, y después balbuceante, apagada, desvaneciéndose... No hubo palabras. Nada. Fue algo peor que las palabras. Más tarde, cuando el choque terrible de su muerte se hubo desvanecido un poco, quise hacerlo de nuevo, tomar contacto con alguien más. Pero ya no pude. La telekinesis dejó de ser ya una dificultad. Se refino en sí misma y se agudizó, se hizo más y más sensitiva, incluso dejándola de mi parte que se enmoheciera...

Sé por qué mi corazón está protestando de esta forma. Es porque he comprobado subconscientemente en una fracción de segundo, cuando estaba tocando la mente de Julie, que la otra cosa crecía en la oscuridad. Ahora sé que puedo hacerlo otra vez. Voy a ser un telépata.

Y ellos no existen tampoco...

Vuelvo atrás, esta vez deliberadamente, hacia el coche. Siento como si estuviera caminando hacia una ruta predestinada que sólo puede tener un fin, una salida. Y estudio a Julie en detalle microscópico.

Ahora está conduciendo mucho más despacio, no más de cincuenta millas por hora. Todavía sigue haciendo comprobaciones virando hacia el borde de la carretera y después en sentido contrario. Comprobando todos los mecanismos del vehículo, intentando darse cuenta de lo que está pasando y sintiendo. No sé, sin embargo, lo que hay en su mente. Me esfuerzo por realizar un nuevo contacto, pero no encuentro nada en ella. Julie centra el volante y acelera. Capto un leve movimiento de los párpados, el más pequeño movimiento de sus cejas. Ella decide que ha estado a punto de dar una cabezada de sueño por un momento. Tendrá que tener más cuidado en lo sucesivo. Lleva conduciendo mucho tiempo y se encuentra más soñolienta de lo que ella misma cree.

Entonces ya no eran suyos sus pensamientos; estaban en mi poder lejano. Sé cuándo me encuentro en otra mente... Es algo especial difícil de describir. Es algo extraño y raro... Todos los colores y formas son diferentes. Una nueva forma de respirar, de pensar. Imposible describirlo con palabras. Es algo extraño y fantástico. Es como si uno poseyera otro cuerpo, otra alma...

Tengo que poner cuidado en esto. No estoy seguro, pero creo que ella sospecha de mí... Me mezclé en su vida una vez que la vi. Hace ya bastante tiempo de ello. Era tarde en la noche y yo estaba borracho. Ella sintió la presencia del íncubo y estoy seguro de que me tomó a mí por él. No fue nada bueno... Después aquello me proporcionó todo un infierno...

Sigo acostado intentando descansar. Mi corazón sigue latiendo terriblemente bajo las ropas de la cama. Me llevo la mano a la caja torácica y lo siento latir bajo las costillas como algo que fuese a cascarse como un huevo. Y sé de alguna forma que mi cuerpo no podrá soportar este esfuerzo y esta presión por siempre. Tendré que tomar algo. De una u otra forma tengo que resolver este problema. Después podré relajarme.

Primero tengo que derrotar el miedo.

Hay muchas clases de temor. Supongo que uno de esos temores es el que se sufriría si uno mismo se cortara una arteria sin tener a nadie que le prestase ayuda, sabiendo que la muerte es cosa de minutos. Eso es el miedo. Otra clase de temor se produce cuando se oyen pisadas en la noche, una rama golpea la ventana y se oyen carcajadas y ruidos extraños, pero sin que haya nadie a la vista ni ninguna rama que golpee sobre la ventana.

Estoy a punto de entrar en otra mente. Ése es el peor temor de todos...

Ya lo he hecho antes, pero sólo por segundos cada vez. Y resultó algo bastante malo. Esto es peor que abrir un diario privado lleno de notas que se refieren a uno mismo. Peor que mirar a un espejo bajo una luz cegadora. Sí, peor que todo eso, más verdadero que el diario y más molesto que la luz. Comienzo a ver que la única cosa que nos mantiene al borde de la locura es que no podemos comunicarnos. ¡Oh!, podemos hablar, escribir cartas o componer música, un poema; todo esto son formas de ir pasando la vida, pero aún así no es forma de hallarse sintonizado con nadie y nadie tampoco se halla cierto de lo que contiene verdaderamente el mensaje... Todos nos hallamos como envueltos en una neblina espesa, como si fuera de algodón. Nos ocultamos en ella unos de otros, de nosotros mismos, y nos envolvemos para escapar y no ser vistos como realmente somos. En lo profundo lo deseamos así porque creemos que es lo mejor...

Pero dentro de nosotros hay un diablo a quien podemos llamar la esperanza. Aquella pequeña cosa que la chica dejó salir de la caja fue la peor plaga de todas. Es la esperanza lo que le hace a uno preguntar algo cuando ya se sabe la respuesta; la esperanza es lo que hace a uno abrir ese diario cerrado y volverse hacia la luz cegadora... No deseo la esperanza; yo me lanzo a su través, hecha realidad. Sin embargo, yo espero también...

Intento apaciguar mi corazón, pero mi cuerpo fuera de control no me obedece. Voy a hacer algo que nadie ha hecho antes. Voy a desarrollar mis alas, a batirlas y a remontarme porque, volviendo mis oídos hacia dentro de mi cuerpo, oigo cómo mi sangre discurre por mis venas como el agua empujada por un émbolo.

Me doy cuenta de que busco afanosamente aire para respirar y me ahogo. Ahora veo que mi vida tiene que dirigirse hacia otra finalidad distinta, y como antes digo, haré eso, desarrollar mis alas, batirlas fuertemente y remontarme. Es algo que tengo que hacer sin remedio. Ninguna otra razón es lo bastante grande. Este deseo será un punto crucial en la historia del mundo, el primer acontecimiento en un nuevo orden de cosas. Y va a ocurrir aquí en este maloliente y húmedo ático y en esta habitación. Bien, un hombre no siempre puede elegir el lugar y el tiempo a su gusto.

Pero ¿porqué Julie, Señor? ¿Por qué tiene que ser con Julie?

He conseguido dejar de pensar en esto. Me digo a mí mismo que no importa; yo estoy muerto, no soy más que polvo... Intento ver la grandeza de lo que va a ocurrir, su significado panorámico. Por unos momentos casi lo consigo. No es exactamente como una visión; es algo así como permanecer al borde de un gran mar y oír el murmullo eterno de las olas sabiendo que se extiende más y más allá eternamente...

Una vez existió la primera célula. Permaneció como suspendida en el vacío y era completa y perfecta, tenía conciencia y vida por sí misma. Pero la célula tuvo que dividirse en dos y las dos mitades se separaron una de otra, y comenzó el misterio. Y el misterio se hizo mayor, creció a través de los millones de años sin cuento en ese período al que llamamos la Evolución. Existían criaturas andando a tientas en la niebla, tratando de saber... El hombre y la mujer, la mujer queriendo ser abrazada y el hombre abandonándose a sí mismo, yendo rectamente hasta el núcleo primitivo de la unicidad, la singularidad. Ésa es la única paz que buscamos hasta la tumba. No existe nada en la vida sino la necesidad de reunirse, de unirse, y es una necesidad que compartimos con todas las cosas que han vivido siempre a través del tiempo. El alma que pasa al Nirvana, ése es el estado del no ser, la unión de todas las cosas, el último descanso... Los dioses morirán en el Ragnarok, y todas las cosas acaban en el Armagedon... El no ser es la fusión, la fusión el no ser. Veo la totalidad de la forma de la evolución con su complejidad en aumento progresivo, con la vieja célula moviéndose, saltando, arrastrándose, goteando, volando y después deslizándose hacía atrás, recombinándose en una unidad que lo ve todo, sabiéndolo todo. La vuelta al bloque único, el fin del misterio. Aquí en esta sucia habitación la reversión está a punto de comenzar. Dos entidades vuelven hacia la unidad. La célula que se escindió en dos partes hace ya tanto tiempo lo sabe por sí misma de nuevo...

Esto será ahora. Continúa firme, muchacho. Estás con el espíritu levantado, fuera de ti mismo. Has dejado tras de ti tu propio ser. Nada importa excepto que tienes que seguir firme, marchar con lentitud, construir tu base...

Puedo ver su cara de nuevo a la luz desde el parachoques del coche. Sus ojos, su boca..., un bello y diminuto lunar sobre el labio superior, sus dientes, sus cabellos rizados rozando con el cuello de su gabardina. Nunca había prestado tanta atención a Julie antes. Siento que me encuentro mucho más cerca de la cosa que quiero hacer.

Sorpresa.

Conozco vagamente el camino que voy a elegir para dar el salto definitivo. Cómo conseguir introducirme en la otra mitad de la percepción, la parte que llaman telepatía. Es una especie de... retorcimiento, una pieza de acrobacia mental. No hay diferencia básica entre esto y lo que pude hacer antes. Pero pensé... No importa. Adelante, no tiene importancia. Ya se verá más tarde. Lo que cuenta es el fin, no los medios ahora.

Antes lo intenté con demasiada fuerza, pensando que existía una diferencia. Es aún el caso de captar algo a distancia, sólo que nunca tuve que sostener algo tan nebuloso como esto. Es como querer coger con la mano un fuego fatuo. Retengo la imagen física de Julie, tan clara y tan aguda como la imagen de una película estereoscópica, y sigo, continúo... moviéndome hacia adelante; es la única forma en que puedo describirlo, acuciando, persiguiendo esta especie de fuego fatuo que aún no tiene una forma completa. El pensamiento de Julie...

Estoy ahora consiguiendo una clara imagen a través de sus ojos. Esto es algo que nunca imaginé pudiera haber conseguido antes. Y compruebo arbitrariamente qué buena es su vista. Observo el movimiento de las luces en la carretera. Nuestras mentes están ahora muy próximas. Ella está medio hipnotizada por el rítmico pasaje de los postes señaladores del borde de la carretera. Y yo también.

Otra vez más profundo, más cerca... Atrás, sobre la cama, mi cuerpo ha cesado de respirar. Estoy casi en mi hogar. Un pensamiento se forma en alguna parte: Ha sido una larga noche. Otro responde: Sí, pero la noche está a punto de acabar.

¿Sus pensamientos?

No, son los míos. Sin embargo, hay uno que es de ella. En la neblina. ¿Neblina? ¿Niebla espesa? El vacío. Lo primigenio. Es algo iridiscente con una contextura, una resistencia propia. Imposible aquí el darse prisa. Es como nadar bajo el agua. Una pesadilla, viendo la cosa por delante, incapaz de moverse. No sé dónde estoy. En el borde de lo físico de las cosas..., dentro de un átomo...

Al final lo veo fácil. El pensamiento, la cosa que llena su mente está allí delante, abriéndose como una flor. Yo permanezco estacionario, sin empujar ya, tragando un fuego que no quema.

Un chasquido. Una lente que cae en algún complejo aparato. El ajuste final...

Un súbito reflejo. Un brinco, una gorgoteante convulsión que me arranca de ella, en cuerpo y mente, con un frío arrebato, y me deja caer desde cien millas de altura sin paracaídas, mientras el suelo da vueltas bajo mis pies para encontrarme, conforme me dirijo rectamente hacia abajo, hacia la tierra...

Me siento de nuevo acostado en la pequeña habitación. Parece como si sobre mi pecho pesara algo terrible, hundiéndome hacia abajo. Mi estómago está lleno de mercurio o de plomo; algo pesado, frío y final. En mi boca hay un sabor rancio, salado, como la sangre. El latido de mi corazón continúa todavía, pero más lento, más pesado. Como si todo el esfuerzo estuviera hecho.

Y siento algo indefinible. Es un fuerte sentimiento de amor, y un compuesto de lástima y de dolor. Y una imagen, vaga al principio y temblorosa después, como algo visto a través del agua, que se va afianzando y tomando forma y color, haciéndose reconocible...

Es Ted, que me hace muecas desde lo profundo del cerebro de Julie.

Alargo una mano en la oscuridad frente a mí, y cierro los dedos con todas mis fuerzas como si quisiera aprisionarla y encerrarla en el puño. Abro los dedos de nuevo y veo las dos blancas medias lunas sobre la palma oscurecerse y llenarse de algo. La sangre fluye de mi muñeca. No profiero el menor sonido.

Trato de recordar lo que estaba pensando al respecto hace sólo unos minutos. Ahora me resulta vago y nebuloso. Iba a cambiar el curso de la Historia, ¿verdad? Lograr algo de importancia cósmica, invertir la evolución. Dar al propio Dios una mano de ayuda, resolver el Misterio de la Vida. ¿Hasta dónde puede uno engañarse totalmente? No voy a resolver nada. Ni a lograr nada tampoco. Veo que estaba demorando el momento en que hurgase en la mente de Julie porque estaba aterrado de lo que pudiera haber allí. Nunca quise cambiar el universo. Yo sólo deseaba una cosa, a Julie. Ahora es más que un deseo, es una necesidad enorme, acuciante, desesperada, algo que quema todo mi ser. Pero no puedo tenerla conmigo. Lo sé finalmente de cuanto he visto en su mente.

No soy nada. Nunca fui nada. La telekinesis..., un juguete para niños. Ahora puedo verlo claro. Todos poseemos la telekinesis, la hemos tenido desde hace años. Podemos mover cosas a millas de distancia, mirar dentro de cajas cerradas, ver lo que hay detrás de la esquina. Bien, ¿no es cierto? Tenemos máquinas que pueden hacerlo todo por nosotros, todo eso y más; la telekinesis no es ya nada nuevo. Y la otra cosa, que buena es, puede mostrarme cómo la gente odia, desprecia... Puedo verme a mí mismo en sus mentes como orgulloso, repelente, como el reflejo de una Sala de Espejos... No me deseo a mí mismo así, no quiero verme de tal manera, pintado de absurdos colores por el temor de Julie y aborrecido. No quiero ver la sublimada visión que ella tiene de Ted. No quiero en realidad nada más.

Precisamente hace tan poco tiempo, mi Poder era la razón de mi existencia. Ahora no quiero el Poder. No queda ya nada. No hay razón alguna para seguir adelante.

* * *

Seguí descansando durante un buen rato bajo el peso de aquel pequeño retazo de conocimiento. Después, lentamente al principio, comienzo a ver el disparatado humor de la cuestión. Comienzo a reír casi histéricamente.

Mi cabeza rueda de un lado a otro de la almohada. Puedo verme a mí mismo como una especie de payaso cósmico, sacudiendo mi capa extraterrestre y los cascabeles. La imagen que resulta es risible. La risa se hace más fuerte, surgiendo a borbotones fuera de mi garganta. Compruebo que el ruido que hace es demasiado en aquella pequeña habitación. Trato de contenerme. Retengo la respiración; por algunos instantes me siento tembloroso y acabo por volver a estar en calma.

Todavía tengo una decisión que tomar. No es la decisión que pensé anteriormente; es algo completamente distinto.

Repentinamente recuerdo ahora a un tipo a quien conocí hace años. Su nombre era Lorimer o Latimer. Sí, eso es, Eddie Latimer. Un individuo de buen aspecto, con un rostro moreno y de facciones sensibles y con unas manos de la especie que suele apreciarse en un artista o un artesano. Pero fue derrotado, vencido, cayendo hacia lo más bajo. Era un escultor, o lo había sido, y para vivir había hecho algo sucio. Todo el odio del mundo se asomaba a sus ojos. Solíamos tomarnos una cerveza de vez en cuando en cierta población cuyo nombre he olvidado. Sólo tenía un mensaje para mí: «Odio», solía decirme. El odio es bueno, es lo mismo que el amor. Hay muy poca diferencia; si no puedes ser amado, sé odiado.

Y en nombre del odio, Eddie cometió cosas inconfesables.

No hay ya ninguna decisión, creo que es eso lo que voy a hacer. Me viene a propósito. Yo habría utilizado el Poder para lo bueno, haber dado un paso hacia delante, paso que tal vez las gentes, por todas partes, hubieran aprendido a copiarlo. Fue un gran experimento. A mí no me importó ser el conejillo de Indias. Pero la primera cosa que vi incrustada en la mente de Julie, la imagen de aquel chulo haciendo muecas y que había elegido por compañero... No pude soportarlo. No esperaba semejante cosa.

Así, parece que esto es la Voluntad de Dios...

Nada que respire puede nunca realmente estar inmóvil; sólo lo está con la muerte. Con la muerte le llega la paz y la tranquilidad. Y no voy a matarme a mí mismo. Ahora no puedo detenerme en utilizar el Poder. Si no puedo hacer buen empleo del Poder para el bien, lo haré para el mal. Lo mismo que Eddie. Si no puedo ser amado, entonces seré odiado. No se burlarán de mí...

Ahora necesito el estímulo de la furia. Podría rebuscar en mi interior y hacer que funcionen mis glándulas suprarrenales lanzando al torrente sanguíneo adrenalina y hacer que sigan funcionando, bombeando esa secreción glandular. Pero no lo haré. Lo haré de una forma más lenta. Es mejor porque puede uno sentir el poder crecer más y más en su interior. En esta forma se produce una consumación de las cosas.

Vuelvo mentalmente a los tiempos anteriores a la muerte de mi madre. Como en un desfile, contemplo aquellos días vacíos, el esfuerzo, el desamparo, la inutilidad de mi propósito.

Como he dicho, renuncié a la telekinesis. Le debía mucho a ella, a mamá. Pero fui listo y utilicé en su lugar la otra cosa, la capacidad de observarlo todo sin daño para nadie. Me tracé un plan.

Desde que era casi un niño, yo sabía lo que quería. Dinero, y con el dinero, el poder. Iba a asegurarme de que nadie tuviera que empujarme, explotarme, hacer que trabajara para otro y destrozar mi vida como hicieron con mi madre. La vi cómo se hizo vieja tratando de sacar la familia adelante y darnos a todos de comer. Así es la forma corriente de las cosas en esta vida. Y mi madre se quemó. O uno quema a la gente, o uno resulta quemado en la lucha por la existencia. Tal vez ella fue feliz en tal estado de cosas. No lo sé y ahora ya no importa. Todo lo que realmente es cierto es que su vida se quemó. Yo lo vi muy bien y solía decirme a mí mismo, viniese lo que viniese, que aquello nunca me ocurriría a mí.

Las cosas de este mundo... Pensé que podría hacerlo incluso sin el Poder. Todo lo que tenía que hacer era tomar un empleo, cualquier empleo. Y esperar. Seguir a la gente en la forma en que yo puedo hacerlo. Conocer a sus amistades, oírles hablar de sus negocios. Seguirle hasta los bares, al interior de las oficinas cerradas donde se hacen los grandes negocios y los grandes tratos. Tener conciencia anticipada de lo que pudiera suceder y llevarlo hacia mi propio provecho. Adquirir, por ejemplo, el terreno de un supermercado y hacer que las acciones quedasen retenidas hasta que subieran al máximo precio...

Pero aquello no dio resultado.

El mundo es un lugar demasiado grande. Tomen una ciudad, una población cualquiera. ¿Han tratado ustedes de observar de una sola vez a mil personas simultáneamente? ¿Han intentado alguna vez escucharlas?

Les diré algo al respecto. Es como un mar. Es como un mar y uno se ahoga. No puede abarcarse. No tiene sentido. Pueden oírse retazos como algo incoherente, precisamente al borde de lo que puede tener sentido. Después uno pierde la pista y el hilo de lo que quiere seguir, se abre uno algo más al mundo y entonces se le viene a uno como una ola de una gran marea de voces y uno se ahoga...

Al final descubrí cómo seleccionar lo que quería. Pude sintonizar mi cerebro y captar a cualquiera en cualquier parte y adueñarme de esa persona, como lo hice con Julie. Entonces aprendí muchas cosas. Yo siempre supe dónde diez billetes podrían convertirse en cincuenta o en un centenar y de ahí en un millar. ¿Y saben ustedes lo que ocurrió? Nunca dispuse de esos billetes. No los cien, sino los diez. Y no es posible hacer dinero sin dinero. ¿Se lo ha dicho alguien a ustedes o lo han hallado por sí mismos? En los viejos tiempos yo me hubiera quedado en el exterior de un banco, cerca de las cajas de seguridad nocturnas. Y los billetes de mil me habrían llenado los bolsillos a rebosar, pero esos viejos tiempos pasaron. Yo había renunciado ya al Poder.

Había otra cosa. Para mí fue lo peor de todo.

Una vez tuve un jefe. Un gran hombre. Solía llamarle señor. Y transcurrían aquellos malditos días repitiendo una y otra vez sí señor, no señor, gracias, señor; por favor, señor. Hasta... que le seguí a su propio hogar. Contemplé su castillo. Su pequeño reducto atrincherado. Vi cómo su esposa le manejaba cuando no había nadie cerca. Entonces supe por qué era un gran hombre durante el día. Porque era algo despreciable durante sus noches... Y tras aquel sí señor, no señor, aquello no sería jamás para mí. Y así me marché lejos...

Una vez trabajé con un tipo en una máquina. Nosotros dos solos con aquella enorme máquina todo el día. Era un tipo encantador y tranquilo. Solía ir con él de vez en cuando a tomarme un trago. Era, como dije antes, un individuo encantador. Solíamos hablar tranquilamente, sin alterarnos, respecto a todo lo malo que hay en el mundo y lo bueno que sería que hubiera un poco más de bondad y vivir en paz. Bien, una noche también le seguí. Pero con mi mente. Se había tomado unos cuantos tragos y quise ver si llegaba a su hogar normalmente, aquello era todo. Pero no se fue a su casa. Cruzó sobre unas vastas parcelas de terreno, patrulló de acá para allá y esperó. Se encontró con una chiquilla estudiante, jovencita y desamparada, sola y ya tarde en la noche. Me marché de su lado. Porque, tras aquello, no podía trabajar más en la máquina con él ni una hora más, ni beber con él o tratarlo como a una buena persona...

Siempre fui así. Hubo además gente insignificante a mi alrededor empujándome y molestándome, teniendo, como tenía, el gran don con el que había nacido, pero que no podía usar porque me habrían atrapado y encerrado en una celda... ¿Saben ustedes lo amarga que es la soledad o la frustración? Yo supe lo que Eddie había sentido mientras trabajó en aquellos asuntos sucios, mientras que aquellas grandes y fuertes manos de artista tiraban de palancas o retorcían válvulas y la máquina arrastraba estiércol de una parte y lo depositaba en otra.

Entonces conocí a Julie.

Recuerdo la primera vez que la vi. Fue en esta población hace un par de años. Yo ganaba algún dinero tirando cerveza en uno de los locales de la población. Era en verano; el aire era caluroso, pesado y húmedo. Era la semana de los festivales y los bares estaban llenos a rebosar de gente. Por doquier se oían bandas de música; todo el mundo trataba de divertirse fuera de lo normal haciendo alguna locura y soltándose el pelo. Ella no se hubiera dado cuenta de mi presencia. Las chicas como Julie no se fijan en los tipos que les sirven las bebidas que piden. Pero ella me vio. Aquellos ojos... Puedo recordarla como si hubiera sido ayer, de pie en la barra, riendo entre el humo del tabaco y la luz intensa del bar. Pero sus ojos no reían. Estaban observando calmosa y profundamente, y cualquier cosa que uno pudiera imaginarse estaba en aquellos ojos...

La volví a ver de nuevo. Fuera del trabajo. Quizá yo fui rudo al respecto o quizás hasta brutal. Pero a ella no le importó. Tenía un coche de risa con el que solíamos ir a cualquier parte y encontrar un lugar tranquilo para tomar una comida o salir al campo, sentarnos y escuchar el rumor del viento y el piar de los pájaros bajo los árboles. Ella observaba siempre, hablaba poco y todo iba bien. Me constaba. Para mí fue todo lo que necesitaba. Hasta que Ted se puso de por medio.

Al principio no me lo creía. Pensé que conocía a Julie, y que la conocía realmente. Intenté bromear una vez sobre el particular. Pero ella no sonrió siquiera. Y me dijo:

—Es un muchacho encantador. Me gusta; lo pasamos muy bien.

Y en la forma con que acentuó tales palabras fue suficiente para mí. Aquellas palabras me traspasaron como un cuchillo. Después siguió observándome siempre cuidadosamente. Esperaba a ver cómo reaccionaba...

Incluso tras aquello seguí intentando pensar qué clase de juego estaba empleando conmigo. Su cara comenzó a hechizarme. Ahora puedo ver claramente aquella maldita cara. Pálida y triangular, con unas lentes de fuerte armadura y con aquel suave mechón de pelo sobre la sien. No olvido la forma de los cabellos, el símbolo de su calidad de estudiante aún. Y los ojos. Unos ojos almendrados, oblicuos graciosamente y mirándome de soslayo, siempre de esa forma, recreándose en el mal que me hacía. Incluso la forma de su andar era un insulto. Solía andar como un animal. Moviendo las caderas de una cierta forma provocativa y excitante que me resultaría difícil explicar..., pero en lo que había algo de primitivo y de animal. Pero así era como yo la había deseado, ¿no era cierto?

¿Era cierto de veras?

Ted era un vendedor de coches. Cuando no estaba vendiendo coches, los conducía. Coches grandes, de lujo, la clase de máquinas que yo hubiera poseído con sólo haber extendido la mano... Eran las cosas que a ella le gustaban. Y llegó la noche en que me dejaste plantado, yendo carretera arriba y abajo, con tus hermosos cabellos al aire, y me hiciste una seña con la mano, mientras que yo iba renqueando en mi viejo Ford 8. Aquella fue tu gran noche, Julie, ¿Lo recuerdas?

Quizá no fuese tuya la culpa. De la forma en que lo siento ahora pude casi haberlo sentido por ti misma. Pensé que había algo más profundo en tu mente. No fue tal vez tu culpa; era que yo me había equivocado.

Sólo me di cuenta, tras de haberla perdido, lo mucho que significaba para mí. Después no vi nada más que la lluvia, las estrechas callejuelas, la miseria y el frío extendiéndose hasta el fin de los tiempos. Creo que hubieras alejado de alguna manera de mí los años de frustración que siguieron. Cuando estaba contigo, era como si nada hubiera sucedido. Pero ahora todo dolor quedó atrás y no supe cómo continuar viviendo.

Pero de ahora en adelante las cosas van a ser diferentes. Mañana voy a hacerme con un par de cientos de viejos billetes inlocalizables y más dinero en plata. Después comenzaré a trabajar en ello. Para fin de mes tendré dos mil, Julie, y en dos meses tendré diez mil y una coartada que nadie será capaz de destruir aunque lo intente durante años y años. Entonces tendré un coche, uno de los coches que a ti te gustan, y ropas como las que esperas ver en un hombre bien vestido de los que te rodean. Y tendré mujeres y vino, y canciones, aunque no las cante más. Y seguiré adelante, siempre adelante, sin detenerme nunca. Tú has tocado el detonador, Julie, y la bomba tiene que explotar, y será la bomba más grande que nadie haya puesto en este dulce mundo. Y producirá una maravillosa explosión.

Pero precisamente hay una cosa. Tú no estarás viva para observarla...

No sabías que yo puedo matar, ¿verdad? Tampoco yo hasta hace pocos minutos.

¡La furia!

Ahora quedará libre y desgarrará, destrozará y correrá con las manos rojas de sangre por las calles. Pero voy a sostenerla; todavía tengo que andar con cuidado. Más tarde, cuando sepan que hay algo nuevo sobre la tierra, no importará...

Me gustaría invitar a una audiencia particular a ciertas personas para que lo vean. El único ingeniero telekinético del mundo está a punto de hacer su primera demostración. Voy a matar una cosa falsa llamada Julie porque puso la vergüenza sobre mí. Y la vergüenza es algo que no puedo soportar. No será una muerte agradable.

Tiene que suceder como si se tratara de un accidente. Yo podría matarla abruptamente, acabar con ella con la misma rapidez como se despacha a un conejo, pero no quiero que sea así. Todavía no por cierto tiempo. Hay un pequeño número de personas que sospechan de mí. Eddie es uno y el otro es mi hermano, y no sé cuánto pudieran comprender... Alguien podría ver una noticia en un periódico y atar cabos. Podrían preguntarse qué es lo que ha roto el cuello de una chica en un coche a toda velocidad y que aparece intacto. Y podrían hacer cábalas. Después el rumor se extendería y los murmullos seguirían y se pronunciaría la palabra mutante...

Y vendrían hacia mí con la muerte en las manos. Conozco a los seres humanos cuando sienten pánico...

* * *

Estoy moviendo mis dedos hacia delante y hacia atrás por todo el chasis del coche de Julie; examinando cada proyección, cada clavija, cada tuerca. Estoy buscando un punto débil, en pos de alguna parte que pueda separar aparte, para que parezca que se haga añicos por sí misma. Pienso en los frenos. Voy desde el pedal del pie hacia el cilindro maestro bajo el chasis, y a lo largo de los cables hidráulicos, en los puntos en que se retuercen a través del chasis y entran en los cubos de las ruedas. No necesito tocar el eje principal; eso resultaría demasiado evidente, sino las uniones en que exista una posibilidad. Desenroscar una de esas tuercas y el líquido de los frenos fluiría hasta agotarse cuando tuviera que pisar el pedal del freno, así no habría frenaje posible. Pero no estoy cierto de que pudiera estrellarse. Ella es una gran conductora y todavía le quedaría el freno de mano y las marchas en la caja de cambios. Ella sentiría la falta de seguridad en el pedal tan pronto como algún cable comenzara a sangrar y lograría detenerse de alguna manera. Esto tiene que ser algo que haga el motor incontrolable, desde el momento en que el coche quede a la deriva. Como el súbito reventón de un neumático. Pienso en los neumáticos; pero no hay un medio suficientemente rápido de debilitar la superficie de rodamiento.

Observo el rostro de Julie por un momento. Me pongo enfermo. Me pregunto a mí mismo por qué tuvo que elegir aquel momento para pensar en Ted... No puedo imaginarme en qué forma lo hará. ¿Cómo sé las horas al día que emplea ella pensando en él?

Sigo adelante pensando entonces en el fuego. Echo un vistazo al calibrador del tanque de la gasolina. No hay allí ninguna oportunidad interesante, aquello está muy bien encerrado. Podría producir una chispa; pero no alcanzaría al gas. De todas formas, la gasolina es también una cosa caprichosa, no siempre arde cuando uno quiere. Vuelvo a lo largo del chasis, suspendido en el ruidoso espacio que existe bajo la unión que une el capot con la carrocería y observo la aceleración del árbol de transmisión del motor, con los amortiguadores frente a mí. No es tan fácil como había supuesto.

El coche es una gran máquina compleja, que se convierte en un monstruo cuando se le conduce; pero este monstruo se halla prácticamente indefenso. No puedo romper el eje de una rueda, no soy esa clase de superhombre. He comprobado que no me atrevo a tocar a Julie, los dedos dejarían huellas y ello sería un mal asunto... Me gustaría sacar una rueda de su sitio por completo; pero aún así podría no dar el resultado que apetezco. Se puede perder una rueda yendo a noventa millas por hora; pero el coche no tiene necesariamente que perder el equilibrio inmediatamente. Se puede sujetar el coche poco a poco, después aplicar los frenos y pueden darse algunas vueltas; pero hay muchas oportunidades de salir con bien del accidente. Y de todas formas, me es imposible desenroscar las tuercas de cualquiera de las cuatro ruedas. Se puede calcular la trayectoria de una de esas tuercas cuando el coche está en movimiento y se encontrará que puede saltar en una serie de elipses como un saltamontes a gran velocidad. No puedo tampoco sostener una tuerca cuando está actuando así...

Algo se mueve bajo mi mano. Miro hacia abajo y encuentro la respuesta. Bajo el capot, la barra de la dirección termina en una caja abultada. Las ruedas se ensamblan por conexión con ella mediante las uniones correspondientes mediante los brazos que sostienen en su lugar la caja con tuercas encastilladas. Tomo mentalmente el cálculo de aquella unidad mecánica. Si aquella tuerca queda libre, nada podrá detener las uniones laterales.

Sí, Julie, no podrás hacer nada con esas ligazones fuera de lugar. Y si frenas, con las ruedas frontales libres... Hay muchas cosas que pueden ir mal con un coche mientras se conduce. Y remedio para la mayor parte de ellas. Pero no hay solución para esto que estoy intentando. Esto es la muerte...

Respiro hondo y la sostengo. Después, encuentro la conexión que conserva la tuerca de ensamblaje en su lugar, la comprimo con los dedos, la desenrosco y espero que vaya cayéndose. Y la catástrofe. Pero no ocurre nada. No se mueve. Lo compruebo. Todavía apretada.

Allá en la cama, mi cuerpo se estremece y se muerde los labios. Hago un esfuerzo mayor. Es inútil. Pongo en ello todas mis fuerzas por un momento, y me relajo con un gruñido. La tuerca sigue firme.

Julie acorta la marcha en una intersección de la carretera y repentinamente, aparece un enorme tráfico. Veo carteles con señales pero no puedo leer lo que dicen. Abandono el coche y me doy prisa para volver atrás; pero me pierdo en la oscuridad. Resido en la propia mente de Julie y continúo con lo que he emprendido.

Uso una técnica que desarrollé una vez para tratar con cosas así. Normalmente, yo no puedo poner mucha fuerza a una distancia que pueda actuar con mis manos corporales; pero a veces, da resultado. Coloco, por decirlo así, un par de manos sobre la tuerca y la sostengo firmemente. Después, pongo otro par en juego en ángulo recto respecto al primer par y otro, hasta conseguir que se vea rodeada por un cinurón de fuerza. El apalancamiento es el mismo que se obtiene de una cruz de soporte o de uno de esos mecanismos de muchos brazos mecánicos que se utilizan en los garajes. Espero y reúno fuerzas. Y retuerzo.

Me ayuda un salto brusco de la carretera, la tuerca comienza a salir, dando vueltas. Más que eso, el brazo de unión queda libre en la ranura. Ayudo y doy vueltas para aflojar definitivamente la tuerca. Cae a la carretera, choca con el suelo y se pierde atrás. Temo que pueda rebotar en alguna parte del chasis y se oiga el ruido; pero se desvanece sin el menor sonido. Esto va bien... Las ranuras son las que sostienen únicamente los brazos de unión a la caja y Julie continúa rodando tan fuerte como siempre. Facilito la salida del brazo mecánico de unión, cerca del final de las ranuras y lo sostengo allí. Y entonces grito, con un lamento terrible que atraviesa la negrura de la noche.

Ya que no es tuya, sino mía... mío es el reino y el poder...

Sólo falta un octavo de pulgada ahora en las ranuras y todo el mecanismo de sujeción está a punto de saltar, ya es difícil de aguantar. Y dedico una mirada final a Julie...

Julie, maldita seas... no puedes hacer eso. ¿Qué estás haciendo?

Debería haberlo esperado. Se es grande y fuerte hasta el último instante cuando se sabe que se va a morir. Entonces te acuerdas de que eras una mujer y las pestañas de tus ojos se ponen saladas con las lágrimas, lágrimas que corren por tus mejillas; pero eso no establece diferencia alguna, Julie, esto es la jungla y somos animales y tú te has perdido porque yo era más fuerte de lo que pensabas. Pero esto no debe figurar, los animales no lloran...

La noche y el espacio parecen separarse, una risa cósmica resuena en las esferas. Julie está llevando el coche a noventa millas por hora como una flecha negra, está llorando y yo iba a barrerla del mapa como a una chinche de una pared; pero no puedo hacerlo ahora que llora y veo sus lágrimas. Ellas me recuerdan que es real y que puede herirse mortalmente, y estar aterrada, y sus cabellos están perfumados y su cuerpo fuerte y tibio. Me doblo en la cama y hay dos brazos vibrantes que surgen de mi mente y van hacia la caja de conexión del coche sosteniendo la conexión de las ruedas delanteras en su sitio y no puedo pensar en nada más. Sólo que se trata de Julie, que la estoy matando, y no puedo hacer eso... no puedo soportar la imagen odiada mientras veo sus lágrimas, es como tratar de hacerse un retrato con agua y ver como los trazos se desvanecen y se pierden... Ahora puedo ver cómo se estrella, con los ojos dilatados por el espanto y su boca que trata de gritar y unos dedos afilados de metal llegan hasta su cuerpo abriéndolo como una rosa de seda roja...

Julie, soy Alan, sal de ahí, vete fuera de la carretera, fuera de la carretera, fuera...

Pienso en algo y actúo antes de que el pensamiento tenga tiempo para acabar de formarse, alargo las manos e intento sacar las bujías del bloque; pero no puedo suprimir la energía de la máquina y los saltos de la conexión y casi estoy a punto de perderlos. Me lanzo sobre la caja de cambios intentando forzar las ranuras y mi cuerpo se sale fuera de la cama; pero el eslabón no se desviará, sólo puedo aferrarme a él y sostenerlo donde está. Hay algo que va mal... ¿por qué no volverá a caer de nuevo el brazo del eje sobre la ranura? No dispongo tampoco de mano para apagar el motor en la llave de contacto. No tengo nada que me ayude... Mi voz está gritando a Julie y alguien da unos golpes en la pared. Puedo ver la ventana como en una vorágine, más allá el cielo que brilla con la luz de la luna y unas sombras que se mueven contra las estrellas. Las formas están en mi cerebro.

Solían quemar vivas a las gentes por hacer lo que yo intento hacer ahora. ¿Por qué no puedo ser yo como esas otras personas, las únicas que van a la cama a dormir...?

Me resulta imposible operar a tan larga distancia, nunca pude. Todavía sigo sosteniendo el brazo del eje de la rueda pero ahora está recubierto de ácido, que recome la carne de mis manos. La tensión va en aumento más y más rápidamente. Pónganla ustedes sobre una gráfica y obtendrán una asíntota porque hay una ecuación cuadrática implicada en la expresión básica y la curva se eleva desde el eje del tiempo hasta el infinito... Esta estúpida idea me da vueltas en la cabeza mientras que busco y encuentro la ropa.

Se ve luz bajo la puerta, alguien intenta entrar en la habitación. Mi cuerpo cae contra la pared y permanece respirando con un horrible jadeo. ¿Por qué estoy intentando vestirme? Está todo tan brumoso... Lo poco que hay en mí que aún razona me dice que debo intentar y cerrar la abertura que existe entre el ser y el sujeto. Rebusco afanosamente en busca de la llave...

Hay unas escaleras frente a mí. Formas oblongas de luz procedentes de otras puertas de dormitorios. Unas manos se aferran a mí y yo lucho, después caigo, sosteniendo desde lejos aún el brazo del eje. El portal de la casa viene a mi encuentro. Caigo por la escalera rodando y aterrizo al final golpeándome las costillas, se me escapa el eje que sostengo a distancia con mi Poder y pienso en Julie... ¿por qué tuviste que haberme hecho tanto daño, por qué tan duramente? Me encuentro otra vez en pie, pero hay unos alambres al rojo que me queman el cuerpo conforme me muevo. Sigo sosteniendo aún el lejano contacto; pero mis dedos están ahora tan débiles que parece como si fueran trozos de algodón en rama. Tengo que ir más cerca de Julie, tal vez así pueda ayudarla...

Hurgo en la puerta de la calle y se abre. Una bocanada de aire frío. Entonces me pongo a correr, con aquel fuego que me quema en el pecho. Me has destrozado, Julie, todos mis huesos parecen dislocados en mi esqueleto... Me detengo en la esquina, saco una linterna corriente que desgarra la oscuridad; pero las pisadas vienen aproximándose a mí a gran velocidad y corro de nuevo. Unos negros edificios van pasando a ambos lados. Me dirijo al aparcamiento de coches y a la luz de la luna, encuentro el viejo Ford junto a la pared. Tengo una sensación en la boca como si la tuviera llena de sangre.

La llave de contacto está en el salpicadero y pongo el coche en marcha... Julie, me siento enfermo, muy enfermo. ¿Por qué me has tenido que hacer esto a mí? Vete fuera de la carretera...

Acelero y la gente que viene detrás de mí se aparta del camino de alguna forma. Sus rostros aparecen como espectros delante de los faros y se mueven a ambos lados. Encuentro la salida del aparcamiento y me lanzo por ella con los neumáticos haciendo un ruido como de algo que agonizara bajo las ruedas del viejo coche. Ante mí tengo la carretera principal y las luces. Mi pie aprieta el acelerador y el Ford ruge... Interiormente suplico y rezo por Julie, para que se vaya a cualquier parte, o para que venga hacia mí desde el oeste, y que no se vaya por otro camino...

Oigo claramente los golpes de los amortiguadores del viejo coche en su fondo. Los faros me ciegan, brillan como endemoniados ojos de gato por todas partes y no sé dónde me encuentro en realidad... Estoy viendo a través de los ojos de Julie y no puedo conducir en seis dimensiones... Me inclino hacia una curva pero la curva no está allí, consigo volver a la carretera principal y oigo tras de mí un estruendo terrible de bocinas y el brutal chirrido de frenos. Voy a sesenta millas por hora y el viejo Ford va aumentando su velocidad, mientras que los cojinetes de la pobre y vieja máquina parecen suplicar misericordia, y yo sigo rogando nuevamente... dulce Jesús, no permitas que se estrelle, no dejes que se mate... Dos carreteras se bifurcan frente al parabrisas, una de ellas es como un fantasma; pero apenas si sé lo que hago... Veo como un amasijo de imágenes a Rayos X y en ellas están las carreteras, la noche, el eje del coche de Julie, que está fuera de la ranura y veo a Julie, sus lágrimas...

No puedes ver dónde estoy... a mi lado... párate, échate en la hierba del campo, vomita todo el dolor... Pongo el pie en el freno; pero el pedal está agarrotado y yo me siento como dentro de una horrible pesadilla, el regulador sigue presionando sobre el piso... Apago el motor con la llave de ignición pero la llave se retuerce bajo mis dedos, el silenciador vuelve a entrar en acción y el motor en marcha y yo siento que voy a morir... no puedo respirar. Grito... Julie...

Entonces parece como si el sol viniese a mi encuentro, abrazándome con sus brazos de oro...

No puedo captar las imágenes que ella me envía. Ella es tan feliz... las imágenes se estrellan como cuando un niño juega con el agua. Ella me pregunta: ¿Es que no pude decírtelo? ¿No pude decírtelo cuando viste mis ojos?

Debería haberlo sabido. Hubo mil cosas que deberías haberme dicho... Cuando la sentí a ella en el coche, nadie podría conducir así y ser parte de las levas y los engranajes, a menos que fuera como yo... Ya no estoy solo más...

Ella hace un mar, un mar dorado y quiere que vaya con ella a hundirme en él, a hundirme quietamente en sus aguas frías donde todo es medio azul y medio dorado; pero no puedo ir a ese mar a causa de la varilla elevadora... Intento decirle lo que pasa bajo su máquina; pero ella me sumerge. Me envía su risa que explota dentro de mí como un fuego espantoso. Me llevo las manos a la cara intentando detener aquel brillo increíble y el volante se mueve por sí solo y Julie está jugando conmigo como un gatito con una madeja de lana... Ella me envía la imagen de Ted de nuevo y algo llega saltando tras ella, la capta y Ted se retuerce como un gusano bajo un cristal que lo achicharra. Ella sabía que había alguien como ella misma, y pensó que era yo; pero no estuvo segura y debía tener cuidado... Solía por eso hacerme reaccionar; pero yo no me atrevía a moverme, simplemente la dejaba hacer... Ella le dejó, se fue a casa y suplicó a su padre que le dejase el coche y condujo a toda marcha, rápido, viniendo a buscarme porque entonces ya estaba segura de quien yo era... Y ella me dejó en los controles, y era feliz, después me perdió y comenzó a llorar porque pensó que yo me habría marchado...

Pero yo no me había marchado, estaba debajo del coche, en la caja de cambios, dispuesto a matar... Julie, la caja de cambios... vete fuera de la carretera...

Ella me pregunta, ¿qué? ¿Qué fue eso? Entonces surge un estallido de rabia y sé que ella ha encontrado la ligazón que nos une y nuestras mentes están allá bajo el coche, sosteniendo la caja y ella está intentando frenar...

Las manos se aferran al volante del Ford y ahora hay dos carreteras, entrecruzándose y dando extraños giros. Conduzco por la que veo recta frente a mí y entonces sé que me he equivocado, que hay una curva frente a mí y que no voy a tomar esa curva. El capot del coche se sumerge bajo los frenos y ella comienza a dar vueltas y los árboles vienen hacia mí, como si crecieran terriblemente de tamaño en la noche, y Julie grita y el eje de la rueda salta fuera de la caja...

El tiempo comienza a detenerse. Tendré tiempo de contarte algo respecto a la muerte...

Siento que el Ford da tumbos en medio de la carretera, veo los faros sorprendidos del tráfico que se me echa encima, intentando apartarse del camino. Paso las primeras luces; pero el segundo par gira sobre mí y me doy cuenta de lo que es. Y me doy cuenta de que el Poder que se nos dio a ambos, era demasiado para soportarlo juntos. La carga era demasiado pesada, tuvimos que habernos desprendido de ella. Lo lamento, Julie, no quería hacerte llorar...

La cosa que va a matarme está ahora muy cerca, dando la vuelta para chocar con el Ford. Los faros relumbran; pero puedo ver entre ellos y bajo ellos. La luz de un coche que me sigue da entre las ruedas y veo la inutilidad de seguir intentando aguantar el lazo que se rompe y parece arrastrarse por la carretera, alejándose...

No habrá tiempo, después de todo. Sólo me queda medio segundo para reír...