LOS SUBTERRÁNEOS DE TAZOO - Colin Kapp

I

—TENIENTE Van Noon, acuda por favor a la oficina del coronel Belling.

—¡Maldita sea! —exclamó Fritz Van Noon mirando irritado al altavoz—. Parece que Belling haya vuelto a desenterrar el hacha de guerra.

—¿Puedes imaginar de qué se trata? —le preguntó Jacko Hine mientras le ayudaba a salir de un complejo número de piezas a medio ensamblar—. Encarémonos con lo que sea, Fritz, algunos de nuestros recientes proyectos han sido deshechos de una forma bastante espectacular.

—Es cierto, pero nunca se ha dicho que los ingenieros no ortodoxos hayan producido ningún mal trabajo. Nuestros resultados, por el contrario, han excedido a las mayores fantasías.

—O a los temores más exaltados de Belling —repuso Jacko ásperamente.

Al entrar Fritz en la oficina del coronel Belling, éste se levantó a medias de su asiento para saludar al recién llegado.

—¡Ah, Van Noon! Precisamente la persona a quien deseaba ver.

—¿Señor? —dijo Fritz con recelo. El coronel Belling no era hombre dado a conceder la menor cordialidad a sus subordinados.

Belling sonrió como lo habría hecho un lobo.

—Acabo de volver de la conferencia del Estado Mayor General. Desde que usted volvió a instalar los ferrocarriles allá en Cannis, incluso el Viejo se ha visto forzado a admitir que puede haber ocasiones en que la ingeniería no ortodoxa tiene sus virtudes. Por mi parte me siento impelido a destacar que estoy tratando de establecer una reserva de especialistas de ingeniería, aunque debo participarle que tengo mis dudas respecto a ellos, ya que apenas uno entre mil vale algo.

—¿No considera usted su punto de vista algo exagerado, señor? Quiero decir...

—Sé a lo que se refiere, Fritz, y no lo acepto. La ingeniería es una disciplina y la consideración que a usted le merece casi podría decir que es una falta completa de respeto. El éxito de la conferencia ha sido que el coronel Nash, de quien estoy empezando a sospechar que padece de tendencias masoquistas, se ha prestado voluntario para mandar el grupo de la expedición a Tazoo.

Fritz consideró aquello unos instantes.

—Y... ¿qué es lo que se está haciendo exactamente en Tazoo, señor?

—Se lleva a cabo una expedición arqueológica. La vida en Tazoo está extinguida ahora, pero la evidencia tiende a demostrar que una vez gozó de civilización tan altamente desarrollada como la nuestra propia o tal vez mayor. En términos del conocimiento que con ello puede adquirirse, es probablemente la mayor oportunidad que jamás se nos haya proporcionado. Es dudoso que los seres que vivieron en Tazoo fuesen humanos o incluso de tipo humanoide; de todas formas, sus criaturas se extinguieron hace ya dos millones de años. Nuestro problema es captar y recoger lo que aún subsista de su cultura mecánicamente compleja, tan extraña como antigua, e intentar comprender para qué fines se llevó a cabo.

—Ni siquiera me había imaginado que fuese tan difícil, señor.

—No, Fritz, nunca supuse que lo imaginara. Eso es una parte de la razón de ir allá. Su especial forma de ver las cosas, invertida respecto a la ingeniería ortodoxa, es lo más cercano a la tecnología extraterrestre con que contamos. Eso le convierte a usted en un especialista.

—¡Ah!, muchas gracias, señor. Y... ¿la otra parte de la razón para ir a Tazoo?

—Las condiciones climáticas de ese planeta son tan infernales, que el coche todo terreno de tipo medio con que contamos, incluso el más perfeccionado, tiene sólo unas dos semanas de vida funcionando allá. Eso significa que los arqueólogos no pueden explorar muy lejos de la base y que les resulte imposible alcanzar las grandes cosas que de cierto existen. Fritz, quiero que les provea con un tipo de transporte que sea del máximo rendimiento y, si no puede hacerlo, mejor será que busque otro equipo de reserva de ingenieros cuando vuelva, porque si vuelve aquí...

—Ya lo sé —repuso Fritz con aire desgraciado—: hará usted lo posible por que pase el resto de mis días en Tazoo.

—Bueno, eso es ponerse en razón, Fritz. De todas formas, espero que tengan éxito. Deben tenerlo.

* * *

Toma de contacto con el planeta Tazoo. El transportador de tierra con la astronave no disponía de mirillas que permitiese a los pasajeros percibir la menor vista panorámica de su destino. Incluso el pasadizo que encajó con la escotilla de la astronave antes de que se realizase el trasbordo tampoco tenía la menor abertura que permitiese a los recién llegados mirar el infernal planeta de llegada. En la cabina del transportador oruga las mirillas plegables de las ventanas metálicas estaban totalmente cerradas, oscureciendo toda visión para Fritz.

—Permítame presentarme —dijo el ocupante de la cabina—. Mi nombre es Philip Nevill, arqueólogo jefe de la expedición.

—Encantado. Soy Fritz Van Noon, ingeniero especialista, y mi compañero es Jacko Hine, uno de mis ayudantes.

Nevill correspondió afablemente con un gesto.

—Su reputación le ha precedido, amigo mío. Francamente, cuando oí hablar de usted, persuadí al coronel Nash para que le trajese aquí a cualquier precio. Hay cosas en Tazoo, que precisan de una mente muy liberal, ciertamente, para que puedan comprenderse.

El coche oruga se apartó de la nave espacial con el motor tosiendo en una asmática queja.

—Así lo he oído decir —dijo Fritz—. Oiga, ¿no le importaría si abro la ventanilla un segundo? Me gustaría conocer lo peor desde el comienzo.

—Bien, puede hacerlo si gusta —repuso Nevill—, pero le prometo que será una pasión que perderá usted en el acto.

Fritz luchó con la ventanilla y sus rejillas plegables y lanzó su primera mirada al exterior, en Tazoo. Unos pesados bancos de nubes filtraban la furiosa luz brillante del sol del sistema convirtiéndola en una roja y monocromática que hería los ojos y hacía aparecer todo con las gamas del rojo o sombras de un negro hollín. El terreno en sí mismo, sólo era una llanura sin características especiales, desértica y hostil hasta donde la vista podía alcanzar.

—¿Satisfecho? —le preguntó Nevill.

Fritz dejó caer las rejillas de la ventana de un golpe seco y cerró los ojos.

—Doloroso, ¿verdad? —insistió Nevill—. Todo lo más que puede soportarse son cuarenta y cinco minutos, antes de que sobrevenga la ceguera del rojo. Es algo fatal para los ojos. Incidentalmente, la radiación ultravioleta es fuerte durante dos horas al amanecer y dos en el crepúsculo y lo bastante intensa como para perder la piel como una serpiente.

—¡Encantadora perspectiva! —comentó Fritz—. ¿Y a mediodía qué tal?

Nevill alzó los ojos hacia el techo del vehículo.

—¡De un rojizo espantoso!

Al oír el sonido de la bocina del transportador, Nevill abrió la ventanilla por un momento.

—Ahí está la base... hacia allá.

Fritz lanzó una mirada general hacia el panorama. Tal vez a medio kilómetro de distancia, se hallaba la Base, en forma parecida a un racimo de cerezas medio sumergido en escarcha de azúcar, de color rosado.

—Subterránea ¿eh? Una precaución muy interesante.

—No es nada subterráneo —le repuso Nevill en tono ligeramente molesto—. Es una instalación de superficie.

—Pero todo lo que puedo ver son unas enormes bolas de barro.

—Son unos cobertizos del tipo Knudsen recubiertas de una superficie protectora. De no ser así, cada tormenta de arena dejaría esos cobertizos convertidos en un esqueleto antes del amanecer, barriéndolo todo en una sola noche. Rociamos semanalmente esas chozas con una mezcla potente de sustancias poliméricas, un producto razonablemente resistente a los abrasivos. El plástico de su estructura, parte de la arena y sus materiales incrementan su resistencia; pero arruinan su forma.

De repente, el motor del transportador oruga, dejó escapar varias falsas explosiones y se detuvo en seco. Nevill tuvo una rápida conversación con el conductor a través del intercomunicador.

—El motor ha liquidado —dijo finalmente el conductor—. O el carburador se ha deshecho o esa condenada arena ha penetrado en los cilindros. De cualquier forma, la oruga ha quedado fuera de todo servicio práctico; y no queda nada que hacer, sino continuar andando... y está demasiado cercana la noche para esa diversión.

Descendieron de la cabina. Fritz y Jacko se vieron sorprendidos al instante por el acre olor de la atmósfera que pareció arañarles literalmente los pulmones. Nevill, más aclimatado al ambiente, se dedicó a otear el cielo con ansiedad. Por encima de ellos, los hirvientes bancos de nubes en constante movimiento, de una tonalidad púrpura y negra, corrían una ciega danza a través del cielo oscurecido y tan bajos, que Fritz sintió casi el deseo instintivo de alcanzarlos con las manos. Debería, sin duda, existir una fuerte corriente de viento en la altura, ya que los bancos de nubes se desplazaban seguramente a más de cien kilómetros por hora y con todo, en el suelo la cálida humedad permanecía inmóvil e inalterable, como si una lámina de vidrio les aislase de aquella turbulencia atmosférica.

Nevill tenía aspecto de hombre preocupado.

—Parece una tormenta —dijo.

—¿Es algo tan malo? —preguntó Fritz.

—Sólo si se tiene la mala suerte de encontrarse en ella. Esperemos que sea una tormenta húmeda, es bastante inconfortable, pero no fatal corrientemente, si se tiene la precaución de buscar refugio inmediatamente.

—¡Bueno! ¿Y qué ocurre?

—Nada espectacular si se puede encontrar refugio de una tormenta de lluvia a cien kilómetros por hora y si se da la circunstancia de disponer de suficiente álcali para neutralizar la lluvia sobre la piel.

—¿Neutralizar la lluvia? ¿Qué diablos ocurre con ella?

—Oh, pues aproximadamente un cinco por ciento de ácido sulfúrico, más trazas de cloruro de hidrógeno con algo de cloro libre ionizado. Apesta como el infierno; pero aún así, es mejor que una tormenta seca.

—Vaya, pues si una tormenta húmeda es el equivalente a un proceso de corrosión metálica, ¿a qué es igual una tormenta seca?

Pero Nevill estaba demasiado preocupado, oteando la furiosa barrera de las nubes con ojos experimentados en los que se leía una fuerte ansiedad. Todavía quedaban como unos trescientos metros al punto más próximo de la Base. Jacko y el conductor estaban tras ellos, a poca distancia.

—Creo que va usted a tener una demostración práctica de lo que es una tormenta seca, Fritz. Si el olor a ozono se le hace intolerable, o si oye usted un zumbido parecido al de una abeja, no vacile: tírese inmediatamente al suelo con toda la rapidez que le sea posible. Si encuentra algún hueco, aprovéchelo, en caso contrario, no se preocupe pero sea lo que sea, actúe rápidamente.

—¿Un zumbido de abeja?

—Es el paso de una corriente de aire ionizado, el preludio de la descarga de un rayo. Por ahí encima y a corta distancia hay muchísimos megavoltios, lo suficiente, no para achicharrar a un hombre, sino para fundirlo con la arena. El carbono procedente de los cuerpos, reduce una gran parte de los óxidos metálicos del suelo, por lo que el efecto resultante, es el de un notable apilamiento de cristales.

—Bueno, dejemos la química —repuso Fritz, nervioso—. No puedo imaginarme a mí mismo convertido en un pisapapeles convincente.

—Entonces... ¡al suelo! —exclamó Nevill uniendo la acción a la palabra.

Todos se arrojaron al suelo. El olfato de Fritz no habría detectado bien el ozono, virtualmente paralizado como se hallaba por la tremenda acritud del ambiente, pero sus oídos registraron claramente el agudo zumbar de abeja de que Nevill le había advertido segundos antes. Entonces, estalló el rayo, con un vivido resplandor, a treinta metros de distancia, y como un terrible haz de fuego que se elevaba a los cielos. El ruido y la onda sonora le dejaron momentáneamente aturdido; pero pronto se armó de valor y vio cerca un amplio parche de arena fundida y una fortísima concentración de ozono que marcaba el lugar en que había caído la descarga eléctrica.

—¡Malo! —dijo Nevill—. Las he visto peores aún. Ha caído muy bajo, lo que significa que no tendremos cobertura por aquí cerca. Será mejor que tiren ustedes cualquier objeto de metal que lleven encima y tratemos de volver como sea al transportador oruga. Pero, ¡cuidado con llevar la cabeza baja!

Otro rayo cayó en las proximidades, más grande y más próximo que el primero, estrellándose contra la arena tras ellos como la explosión de un gigantesco obús, seguido por otros tres más en la reducida zona en que se hallaban.

Desesperadamente, el pequeño grupo se fue arrastrando hacia el transportador, que aparecía ofreciendo poca altura en la zona tormentosa. Por todas partes, aquí y allá, tremendos estallidos marcaban la sucesiva descarga de los rayos, con una terrible energía eléctrica, como flechas de castigo lanzadas por algún dios encolerizado, loco y cargado de electricidad. Entonces, como una gigantesca chimenea pareció surgir del propio transportador. Aquella fantástica corriente fundió el transportador convirtiéndolo en una enorme burbuja al rojo blanco que después se abrió por el aire expandido encerrado en el interior. Ante sus ojos aterrorizados, el transportador se disolvió como un juguete de plomo, deshecho en mil ascuas ardientes convirtiéndose después en un parche de metal mezclado con los silicatos en aleación de la roja arena de Tazoo.

Después, y misericordiosamente, comenzó a llover. Nevill apartó la cara de aquella apestosa y acre precipitación y dejó escapar un fuerte suspiro de alivio. Pocos segundos más tarde todos corrieron como unos locos medio ciegos a través de aquellas aguas corrosivas en dirección al campamento de la Base, sin el peligro de las descargas eléctricas, que se habían retirado al borde del cinturón de lluvia. Estaban ya afortunadamente a pocos pasos de la Base, cuando una muralla de arena abrasadora, lo barrió todo con una furia incontenible, arrastrada por un fuerte viento huracanado cayendo sobre ellos con el color púrpura de la noche próxima.

II

—¡Bienvenido a Tazoo, teniente! —le saludó el coronel Nash al entrar en su oficina.

Fritz exploró la cara todavía fresca y bien parecida del alto oficial, apreciando dolorosamente las profundas ojeras que circundaban sus ojos.

—Gracias, coronel. Ha sido toda una ceremonia de recepción la que hemos tenido ahí fuera.

El coronel Nash le sonrió afablemente.

—Impremeditada, se lo aseguro; pero el tiempo es parte de la razón por la que usted se halla aquí. Un transportador de oruga es la máquina más fuerte disponible; pero según habrá apreciado por sus propios ojos, es totalmente incapaz de soportar el entorno ambiental de este condenado planeta. El bajo pH de las aguas de lluvia conspiran con la arena para desgarrar y hacer añicos las entrañas de cualquier medio de transporte de los que hemos importado hasta Tazoo. Cuando se considera la composición atmosférica, el cloruro de hidrógeno, el ácido sulfúrico libre y el ozono, además de la alta humedad y las extremas radiaciones ultravioleta junto con alguna adicional tormenta de arena nocturna, puede suponer que la prevención contra la corrosión de los metales, no es la menor de nuestras dificultades.

Fritz se estremeció involuntariamente.

—Tengo que admitir —continuó Nash—, que nunca antes me había enfrentado con usted respecto a la cuestión de la ingeniería no ortodoxa; pero si puede usted resolver el problema de nuestro transporte; estaré decidido a entrar en el terreno de la persuasión. Ciertamente que ningún ingeniero no ortodoxo puede darnos el transporte que precisamos en Tazoo a un costo menor que el presupuesto total de la totalidad de la empresa emprendida.

—¿Con qué facilidades contamos? —preguntó Fritz.

—En Tazoo... cualquier cosa que pueda encontrar. Si precisa algo que tenga que ser enviado desde Tierra, necesitará una condenada gran caja de embalaje y el costo es enorme. Desde luego, no podemos pensar en que nos traigan más vehículos hasta aquí. Ahora es cosa suya, con su famosa ingeniería revolucionaria, quien tiene que ponerse a inventar algo práctico.

—¿Y cómo va la empresa emprendida aquí en Tazoo?

—Lentamente —repuso el coronel—. En gran parte por las limitaciones del transporte. El equipo de Nevill ha descubierto ya una gran cantidad de monstruosidades arqueológicas; pero la gran suerte y nuestra mejor recompensa sería el poder descubrir cualquier artefacto mecánico. Si eso ocurre y si resulta la mitad de lo fantástico de los hallazgos hasta ahora encontrados, requerirá todo su genio peculiar para identificarlo e interpretarlo debidamente. Esperamos hallar algunas muestras de ingeniería no ortodoxa, procedente de una cultura que murió antes del fin del período Plioceno en la Tierra.

—¿Y qué signos hay de que tuviesen una cultura científicamente elevada? —preguntó Fritz—. Seguramente que los hallazgos, hasta ahora, no habrán señalado nada importante...

—Las exploraciones preliminares del grupo de investigadores, encontraron signos de que los habitantes de Tazoo, habían llegado a los dos satélites de este planeta y estamos razonablemente ciertos de que también llegaron hacia el planeta más próximo en dirección al sol de este sistema planetario y de que consiguieron establecer alguna estación allá.

—Todo eso suena a algo altamente prometedor —comentó Fritz—. Pero dos millones de años, es mucho tiempo. ¿Habrán quedado algo relativo a máquinas o mecanismos tras semejante período?

—Nevill teoriza respecto a que para desarrollar una civilización funcional de alto nivel, los habitantes de Tazoo tuvieron que disponer de ingenieros altamente calificados, quienes supieron cómo tratar con la atmósfera de este condenado planeta. Además, las condiciones de humedad no debieron penetrar demasiado profundamente en la arena, y así cuanto más profundo se hubiese enterrado un artefacto, más grandes han podido ser sus posibilidades de una supervivencia casi infinita. Una exploración profunda en el sitio adecuado, nos proporcionaría una buena información de la civilización de Tazoo en un estado de conservación razonablemente bueno. Todo lo que necesitamos ahora, es dar con ese lugar adecuado, para justificar la totalidad de esta empresa que se lleva a cabo en Tazoo.

* * *

Al día siguiente, Fritz encontró a Philip Nevill en el cuartel general de los arqueólogos, y aparentemente con ninguna señal nociva de la explosión a que se vio expuesto en la víspera.

—¡Hola, Fritz, amigo mío! ¿Qué podemos hacer por usted?

—Espero que pueda responderme a una pregunta. ¿Sabe usted qué pudo haberles ocurrido a las criaturas que habitaron en Tazoo?... Quiero decir ¿por qué se extinguieron tan rápidamente cuando habían logrado un nivel tecnológico tan aparentemente elevado?

Nevill dejó escapar un suspiro.

—Está usted equiparando la tecnología con la capacidad para manejar el estado climatológico del entorno y de esa forma, poder asegurar un gran potencial de supervivencia. Bien, me temo que no pueda responder a su pregunta. Hay ciertas indicaciones de que abandonaron áreas muy pobladas y se marcharon en masa hacia las regiones ecuatoriales. De las cifras de distribución se desprende que la totalidad de la población se dirigió a establecerse en los trópicos y que fueron diezmados en su emigración. Esto sugiere que huyeron a toda prisa de algo biológicamente intolerable.

—¿Un drástico cambio climatológico?

—Climático, no...; ambiental, más posiblemente. Buscamos una evidencia en cambios climáticos de mayor importancia sin encontrar nada realmente significante. La única cosa que es reciente, geológicamente hablando, es la arena.

—¿La arena?

—¡Hum! Probablemente un desequilibrio ecológico. Las llanuras más importantes aparecen como si alguna vez hubieran estado pobladas de prolíficas selvas y grandes bosques, tal y como se encuentran ahora en algunas zonas de mejor clima. Por alguna razón, bien fuese por la sequía, el fuego o quizás por grandes plagas vegetales, los bosques murieron. Los resultados son típicamente iguales a los producidos en idéntica forma en la Tierra.

—¿La erosión del suelo?

—Sí, pero a una escala catastrófica. Una vez que la arena comienza a invadir un suelo desprotegido, resulta casi imposible la oportunidad de que germine algo en ella. Estamos recogiendo semillas útiles aún, de excavaciones profundas; pero o están huecas o al comenzar a crecer se les ha podrido la raíz.

—¿Y cuándo ocurrió... esa erosión?

—No podemos decirlo con certidumbre; pero por las apariencias debió ocurrir ligeramente con anterioridad a la extinción de los propios habitantes de Tazoo. Si ambos factores tienen alguna relación, es algo que habrá que demostrar en el futuro con otras pruebas exploratorias. ¿Responde eso a su pregunta?

—Sí, pero sólo para hacerle otra —dijo Fritz—. No puedo comprender cómo cualquier cultura técnicamente capaz de explorar los satélites próximos a su planeta haya podido ser barrida del mapa por algo tan reversible y que pueda predecirse como es la erosión del suelo. Y... ¿por qué emigrar a los trópicos cuando la fertilidad del suelo continuaba en las franjas térmicas?

—Lo ignoro —repuso Nevill—. Es un problema difícil. Los habitantes de Tazoo no eran ni incluso humanoides y lo probable es que ni su fisiología ni su lógica tuvieran nada en común con las nuestras. Podría darse el caso de incurrir en un gran error si intentásemos, por el momento, interpretar sus acciones por la simple extrapolación de lo que nosotros pudiéramos haber hecho en circunstancias similares.

—Sí, es un punto muy interesante. No tengo necesariamente que estar de acuerdo con él; pero lo tendré en cuenta, sin embargo. Gracias, Philip, me ha dado usted algo interesante en qué pensar.

* * *

Habiéndose establecido de forma que el escuadrón exploratorio estuviese razonablemente bien acuartelado, Fritz volvió su atención al problema del transporte. Aquello le hizo volver a Jacko, que ya había imaginado algo al respecto, pero que se lo presentó con tanto entusiasmo como una sentencia de muerte.

—Estamos en verdaderas dificultades, Fritz. De los cien orugas originalmente suministrados por la empresa, sólo hay veinte que aún funcionan. Doscientas horas de trabajo y funcionamiento en Tazoo reducen a una oruga a tal condición que ni siquiera podría venderse como chatarra. Tomando una pieza de aquí y otra de allá, creo que podríamos poner en servicio otros cinco transportadores-oruga, pero sólo podemos calcular sobre un máximo de seis mil horas de trabajo antes de echar a andar.

Fritz miró desconsoladamente a un cuaderno de notas en blanco que tenía ante sí.

—¿Y qué hay respecto a los tractores y al equipo pesado?

—No están demasiado mal, pero sólo debido a que en su mayoría se encuentran bien encerrados en sus cubiertas protectoras. Una vez levantados los precintos y sus seguridades protectoras, no hay razón alguna para suponer que no se comporten como lo hacen las orugas. Esta combinación de corrosión y abrasión es algo que hace que no expusiera alegremente un sencillo aparato de relojería.

—Comprendo tus razones —comentó Fritz—. Como veo las presentes circunstancias y necesidades, no nos daría mucho más de un potencial de transporte de sesenta días. ¿Qué protección podemos dar a los orugas para extender su vida de trabajo?

—Una gran parte de cada vehículo puede ser revestida de una capa de plástico, como hacen con los refugios Knudsen. Los motores tienen un problema difícil. Algún genio pensó en proveerlos con tipos normales de turbinas protegidas de aleación de aluminio; pero lo que la atmósfera de Tazoo hace con la aleación me pone la carne de gallina. Incluso los productos vitrificados se destrozan y dejan partículas de sílice en el interior de los cojinetes.

—No te molestes en hacerme la descripción —dijo Fritz—. Ya sabemos lo que la sícile hace con los cojinetes. Creo que debemos encararnos con el hecho de que mientras podemos salvar la mayor parte de los transportadores oruga, no podemos hacer igual con sus motores. Podríamos diseñar un sistema que permitiese encerrar los motores en una atmósfera inerte..., pero dudo de si tenemos facilidades aquí para hacer un trabajo duradero. Necesitamos, además, un suministro de oxígeno libre de pH controlado para la admisión de aire. Creo que podríamos producirlo mediante la electrólisis; pero también dudo de que podamos manejar cantidades suficientes para que sean de verdadero valor.

—Y así hasta el infinito... —terminó lamentándose Jacko.

Fritz hizo un gesto afirmativo.

—Intentémoslo de todas formas. Quiero dos orugas modificados. Vamos a rociarlos con plástico por todas partes, hasta donde sea posible, y precintar el compartimiento del motor rellenándolo con una mezcla de hidrógeno y nitrógeno de una composición no inflamable. Vamos a poner en funcionamiento nuestra columna de Micro-Linde para el nitrógeno y a construir una planta para el hidrógeno. Necesitaremos el Micro-Linde y la fábrica de electrólisis para obtener oxígeno para el suministro de aire en la admisión de los motores, y mejor será que diluyas el oxígeno con cualquier nitrógeno que se tenga a mano y después ajustar las turbinas para que funcionen en ese régimen.

—¿Y qué hago para conservar el oxígeno? —preguntó Jacko.

—Existe un buen suministro de plástico polimerizado del que utilizan para rociar los refugios. No creo que esté más allá de nuestra capacidad que podamos hacer con él un buen recipiente de gas.

—Pues sí, es factible; pero pongo en duda que el Micro-Linde nos dé todo el nitrógeno que necesitamos.

—Y yo también —convino Fritz—. Por eso sólo quiero modificar dos transportadores solamente. Hay otras muchas cosas que hacer, pero esto es lo más urgente y no disponemos ni de tiempo ni de otros recursos para la fijación del nitrógeno en otra forma distinta. —Se dirigió a la ventana, abrió la contraventana y se quedó mirando fijamente a aquella extensión desértica de terreno, con aire profundamente preocupado.

—Arena... Sólo arena, arena de grano fino, abrasiva y que lo llena todo. Lo que necesitamos, Jacko, es algo completamente nuevo para los transportes en Tazoo. Quisiera saber qué medios fueron los empleados por los habitantes de este planeta infernal.

* * *

Tres días más tarde, y ya estaba uno de los orugas en completo proceso de transformación, cuando sonó el teléfono.

—Habla Noon.

—Fritz, soy Nevill. Tengo un trabajo para usted.

—Envíelo —repuso Fritz—. Un poco más no establecerá mucha diferencia.

—Está bien. Estaré con usted en cuestión de minutos. Se trata de uno de esos mecanismos de Tazoo de los que hemos estado buscando.

—¡Hola! Ahora me interesa mucho más. ¿De qué se trata?

—Eso es lo que quiero que me explique usted.

Diez minutos después Nevill llegó y ceremoniosamente golpeó su pipa en el umbral, en deferencia al visible letrero inexistente en que se rogaba no fumar, en la planta de electrólisis. Después hizo una señal a sus ayudantes, que introdujeron un objeto ancho en el refugio y lo dejaron caer en el suelo. Fritz lo miró desconcertado.

—Creo que viene usted al departamento equivocado. Tiene el aspecto del bisabuelo de un pollo extraterrestre con sus huesos de la pechuga, que una vez debieron pertenecer a alguna abuela de tal pollo. ¿Por qué no lo lleva a los muchachos de la Biología?

—Ya lo hice —afirmó Nevill—, pero me enviaron aquí inmediatamente con el mensaje de que usted era el responsable de la investigación en cuestiones de maquinaria.

—¿Maquinaria? ¿Supone usted que eso encaja dentro del departamento de maquinaria? Quizá sería mejor llevarlo al cocinero para que intente sacar una buena sopa.

—Es maquinaria —afirmó Nevill decididamente—. Y voy a decirle por qué. Esto no es animal, es vegetal. Concretamente madera de la variedad Dalbergia oliven, la madera de hierro, de Tazoo, para ser precisos. Además, no ha crecido en esa forma. Es un producto manufacturado, o al menos se aprecian trazas de haber sido conformado inteligentemente, como lo atestiguan las señales de las herramientas. Además de esto, los habitantes de Tazoo fueron muy aficionados a ella porque la gran planicie del Sur que se extiende más allá tiene una densidad estimada de casi medio millón por kilómetro cuadrado.

Fritz pareció asombrado.

—¿Medio millón?

Nevill hizo un gesto de asentimiento.

—Sí, y esa llanura es enorme. Si la muestra que hemos tomado es representativa de la totalidad de la zona, podría haber como cinco millones de artefactos iguales a ése en esa sola llanura. Sé que los habitantes de Tazoo eran unas criaturas extrañas más allá de toda comprensión para nosotros; pero me resulta imposible concebir que hicieran todo esto por simple gusto. Eso sería como imaginarse que en el desierto de Sahara la gente se dispusiera a pavimentarlo con sacapuntas, pongamos por caso. Estoy seguro de que estos artilugios como huesos de la pechuga de un pollo son algo funcional. Quiero que me diga lo que fueron y cuál era su finalidad funcional.

Fritz aprobó con un gesto.

—Le enviaré un informe preliminar dentro de un día o dos; pero si eso es una máquina, odiaría ver su idea convertida en una muestra grande de lo que parece ser una osamenta de la pechuga de un pollo.

Después de que Nevill se hubo marchado, Fritz empleó casi una hora examinando cuidadosamente aquel extraño dispositivo desde todos los ángulos posibles y mirándolo incluso con lentes de aumento en busca de alguna pista que sacara a relucir su función. Más tarde, Jacko se llevó aquel extraño artilugio hacia el banco de trabajo para una completa investigación. Cuando estuvo completado el trabajo volvió a Fritz con su informe.

—Creo que tenemos aquí algo, Fritz. Estos nódulos existentes en las superficies interiores... Bien, el fluoroscopio muestra una masa oscura de algún extraño material depositado en cada una de ellas. Si me das permiso podemos cortar una y examinar más de cerca lo que contiene.

—Empieza a cortar —dijo Fritz—, porque si es una muestra de la ingeniería de Tazoo, cuanto más pronto comencemos a estudiarla y a captar su secreto, mucho mejor.

De cierta mala gana, la sierra eléctrica de banda comenzó a cortar la madera antigua. A medio camino del corte, la hoja de acero chirrió como protestando por algún duro inconveniente en su camino. Entonces el nódulo se desprendió y Jacko sacó de su interior un brillante cristal que depositó en la mesa.

—¡Vaya! —exclamó Fritz—. Hay fibras de metal en la estructura de este artilugio y facetas metalizadas en el cristal. Con esta evidencia, yo diría que esto fue una cierta forma de dispositivo piezoeléctrico. Y fíjate cómo está el cristal perforado... ¿Supones que hubiera cuerdas montadas en ese caparazón de pechuga de pollo?

Jacko contó los nódulos, que eran iguales a ambos lados.

—¡Señor, un arpa! —exclamó con una voz impregnada de completa incredulidad.

—O un transductor de sonidos —opinó Fritz—. Existen pasos eléctricos comunes a través de esa madera de hierro y conexiones con los cristales. Si se le aplica una corriente alterna a esos contactos, los cristales excitarían las cuerdas por simpatía de acuerdo con la frecuencia de resonancia de ese sistema particular. Quisiera saber qué diablos de sonido produciría... Jacko, comienza a reencordar lo que queda de esa cosa mientras que dispongo de un amplificador conveniente. Con eso creo que produciremos alguna música agradable.

—Muy bien —convino Jacko—, pero si tu concepción de la música es algo parecido a tu idea de la ingeniería, creo que voy a divertirme de lo lindo...

III

Les llevó tres horas ensamblar el conjunto. Fritz desapareció en el refugio de comunicaciones y volvió con una especie de equipo que más parecía que iba a ser ensamblado por la inspiración que siguiendo un diseño determinado. Cuando todo estuvo dispuesto conectó la energía. El primer resultado fue muy dudoso, necesitando la parte electrónica una drástica revisión antes de que pudiera obtenerse un resultado tolerable.

Tras de algunos ajustes finales, Fritz se pronunció satisfecho con los resultados obtenidos y se dejó caer en una silla para escuchar atentamente, mientras que con la mirada oteaba el crepúsculo teñido de rojo que se extendía al exterior en la inmensa llanura.

—¡Escucha eso, Jacko! —dijo Fritz sintiéndose contento—. Extraterrestre y bello más allá de lo que podamos recordar...

—Pues yo diría que si alguien intentase encordar un piano de dos millones de años de antigüedad con cuerdas viejas y sin la menor idea de la escala y el tono convenientes, los resultados serían igualmente extraterrestres.

—Vamos, no estoy en disposición de ánimo para discutir con alguien que tenga un alma tan mezquina —dijo Fritz—. Para mí esta música, tal y como los antiguos pobladores de Tazoo la conocían, resulta ahora como si estuviera resonando en aquellos lejanos tiempos pasados. ¿Es que no puedes imaginarte, Jacko, esta increíble música producida por millones de arpas en un crepúsculo rojo como la sangre y en una tierra fantástica como ésta?

—Creo que me dolería la cabeza —repuso Jacko—. ¿Qué es lo que has estado introduciendo en esta condenada cosa, de todas formas?

Fritz tosió ligeramente.

—Realmente son las señales telemétricas procedentes del satélite monitor de la ionosfera de Tazoo; pero el arpa contribuye a una distorsión de un cinco por ciento aproximadamente, por lo que nunca llegarás a reconocer sus tonos como música.

—No puedo evitar sentirme francamente a disgusto pensando en que alguien deseara escuchar a medio millón de arpas locas sonando por sí solas dentro de un kilómetro cuadrado. Ninguna cultura ha podido ser tan amante de la música y, con todo, sobrevivir.

—No sobrevivió. Ni tampoco podemos comprenderla siendo tan extraña a la nuestra. Si quieres un paralelo en tal cuestión puedes pensar en los millones de transistores personales llevados a una gran playa de la Tierra en un día de fiesta. ¡Cuánto más sencillo resultaría si se erigieran altavoces a cuatro pasos de intervalo, uno de otro, en todas las playas y que dieran como resultado escuchar todo el tiempo la radio a la fuerza más bien que serlo meramente inevitable.

A despecho de la tibia temperatura reinante en el interior del refugio, Jacko se estremeció con un escalofrío visiblemente y cerró los ojos, mientras que los tonos complejos del arpa cantaban extrañamente con inescrutables armonías, produciendo un curioso fenómeno en el estómago.

—Estoy comenzando a captar la idea —dijo— de por qué exactamente los habitantes de Tazoo decidieron emigrar. Escuchando esto, yo siento la misma prisa en emigrar de aquí adonde sea...

En aquel momento la puerta se abrió de par en par y Nevill, con los ojos brillantes de alegría, entró en tromba en el refugio.

—¡Fritz! ¡Ya lo tenemos! Un real hallazgo al final. A juzgar por la extensión de las resonancias, nos parece haber dado con la localización de toda una ciudad de Tazoo bajo la arena.

Fritz saltó de entusiasmo.

—¡Enhorabuena, Philip! Eso suena realmente a la gran hazaña que todos estábamos esperando. Y exactamente, ¿dónde está el sitio?

—Lo tenemos bajo nuestras propias narices..., aproximadamente a unos veinte kilómetros al Este de aquí. Te lo digo, Fritz, amigo mío, hay toda una metrópoli real bajo el suelo.

Y se detuvo, dándose cuenta por primera vez del arpa cantarina.

—¿Qué diablos es esto?

—Pues una genuina arpa de Tazoo en acción —dijo Fritz modestamente—. ¿No te gusta?

—No, porque me parece una locura. A nadie, por extraño que sea, le habría gustado escuchar algo que sonase así. Además —continuó mientras que se limpiaba el sudor de la frente—, los habitantes de Tazoo tenían unas cavidades auriculares más pequeñas. Su alcance audible era indudablemente a mitad de lo ultrasónico. Francamente, nunca pudieron haber escuchado cualquier cosa de tonos tan bajos como eso. ¡Lo siento! Intenta hacer algo diferente, algo así como fuegos artificiales o cualquier otra cosa.

Y diciendo aquello se marchó, dejando a Fritz decepcionado, sintiéndose desgraciado con todo su equipo y evitando la mirada de Jacko.

—Está bien —dijo Fritz—. Se ve que nunca tengo la razón la primera vez. —Y desconectó el amplificador desconsoladamente—. Todavía sigo creyendo que era una buena idea.

—Ésta es la segunda de tus buenas ideas que descarrila hoy —dijo Jacko tocándose nerviosamente las orejas.

—¿La segunda?

—Sí, olvidé decírtelo. Tu idea de obtener nitrógeno puro para los transportadores por la destilación fraccional en el Micro-Linde no resolvió el problema; simplemente lo transfirió. La maldita atmósfera de Tazoo se come las entrañas del compresor Linde.

—¡Vaya, eso era lo que me faltaba para completar el día! —se quejó Fritz amargamente—. Mejor será que reúnas a los muchachos, Jacko. Quiero que todos los transportadores oruga y los tractores se encuentren preparados para entrar en acción con todas las grúas y medios de arrastre de que se disponga.

—¿Qué es lo que estás planeando, Fritz?

—Demos cara a la situación, Jacko; no podemos transportar lo suficiente en un viaje de cuarenta kilómetros diarios entre ida y vuelta hasta el lugar hallado de la ciudad subterránea. Lo mejor es disponer de una Base lo más próxima al lugar del hallazgo. Lo lógico es emplear todos nuestros recursos, llevándose la totalidad de la Base al nuevo lugar.

—¡Estás loco! Se llevaría meses en desmantelar todo esto y transportarlo a tal distancia.

—No he dicho nada de desmantelar la Base. Un refugio Knudsen es una estructura rígida por sí misma. Puede moverse como un todo. ¿Puedes pensar alguna razón en contra para que no enganchemos una oruga o un tractor a cada refugio y arrastrarlo por la arena hacia el nuevo emplazamiento?

—Sí, el coronel Nash y el psiquiatra de la Base, por no mencionar más que dos. Un refugio Knudsen no puede arrastrarse en semejante forma y esperar a que llegue de una pieza.

—Ordinariamente, no; pero éstos han sido recubiertos con capas alternadas de resina y arena hasta un espesor que ya peca de ridículo. ¡Maldita sea, Jacko!.., ¿no ves que es algo parecido a un laminado de resina y arena que tiene que ser ciento cincuenta veces más fuerte que el original?

—Bueno, es cierto —dijo Jacko—. Pero no me hace ninguna gracia pensar en las explicaciones que vas a darle al coronel Nash.

* * *

—Está bien —dijo Nash al fin—. Puede usted comenzar a mover la Base en cuanto disponga de los cables necesarios para el arrastre y demás servicios. No tengo que recordarle que todo tiene que estar terminado para el atardecer. Y le advierto que si hay algo que va mal...

Y se echó hacia atrás especulativamente por unos instantes.

—Sepa, Fritz —continuó—, que estoy decepcionado. Esperaba grandes cosas de la ingeniería no ortodoxa; pero cuando llega el momento ni siquiera puede usted prometerme un decente sistema de transportes que entre en operación.

—Un copo de nieve —protestó Fritz— no tendría muchas oportunidades de mantenerse en el infierno a menos que dispusiera usted de una tonelada de equipo refrigerador con él. La culpa no la tiene el infierno, sino el ser un copo de nieve. Usted tiene una condición similar con sus transportes oruga en Tazoo. Un transportador conveniente tuvo que haber sido diseñado para estas condiciones; pero ello comportaría los recursos de la Tierra especialmente para el transporte hasta aquí. El costo sería astronómico. La limitación está en asociar el transporte con la idea de un transportador oruga.

—Me doy perfecta cuenta de lo que está diciendo —dijo Nash—. De hecho, ésa es la razón por la que envié a buscarle a usted. Usted goza de la reputación de hacer lo imposible y con pocos medios. Pues bien, le desafío a que produzca lo que necesitamos.

—Los milagros solemos hacerlos casi inmediatamente —repuso Fritz—. Lo imposible requiere algún tiempo más. Después de todo, sólo llevamos aquí una semana.

Nash le miró con el ceño fruncido por un momento.

—Fritz, francamente no creo que nadie tenga la más remota posibilidad de hacer lo que pido; pero estoy apelando a su raro talento, si es realmente como se dice. Si es usted capaz de instalar un sistema de transportes en Tazoo en un plazo de tres meses, seré el primero en retirar cuantos comentarios he hecho acerca de la ingeniería no ortodoxa. Si no lo hace, lo enviaré de vuelta a la Tierra. La empresa de Tazoo no está proyectada para soportar ningún peso muerto.

—Bien, es un desafío que acepto —dijo Fritz—, pero no espere equiparar el transporte que resulte con cualquier tipo de vehículo de los que usted haya visto nunca, porque para eso hay un millón de posibilidades contra una de que así suceda.

* * *

Jacko estaba esperándole al exterior de la oficina.

—¿Mal?

—No muy bueno —repuso Fritz—. Disponemos de tres meses para resolver el problema del transporte, o nos echarán de aquí a patadas como inútiles. El honor, incluso el hecho de continuar en la ingeniería revolucionaria, está en entredicho. De alguna forma tenemos que arreglárnoslas para fabricar una especie de vehículo; pero esto, de cara al hecho de que no disponemos de ninguna clase de material de construcción capaz de soportar el entorno ambiental de este maldito planeta.

—Entonces ¿adonde iremos desde aquí? —preguntó Jacko preocupado.

—Maldito si lo sé. Vete y dispón las cosas para el traslado general de la Base. Yo me voy al lugar del nuevo emplazamiento para ver lo que Nevill está haciendo. Puede que con sus excavaciones haya proporcionado alguna inspiración al problema, y bien saben los Cielos la falta que me hace ahora.

Nevill vio el oruga arrastrándose por el desierto rojizo y se aproximó al filo de las excavaciones para atender la llegada de Fritz.

—¿Cómo van las cosas, Philip?

—Maravillosamente, amigo mío. Sabíamos que habíamos logrado un importante descubrimiento; pero esto... ¡esto es el paraíso! Estamos descendiendo sobre una gran ciudad; por el aspecto que ofrece y todo lo que hay en los bajos niveles, donde la arena está seca, se halla en perfecto estado de conservación. Algunos de esos edificios de tres pisos están tan bien, que podríamos utilizarlos perfectamente para nuestros propios propósitos. Te digo, Fritz, que esta empresa arqueológica de Tazoo nos está pagando dos millones por uno de interés. El completo análisis de todo eso creo que mantendría ocupadas a generaciones enteras.

Fritz miró hacia abajo en aquella impresionante cantera que era el aspecto que ofrecían los trabajos de excavación. Todo el mundo parecía atacado de una verdadera fiebre de trabajo y los equipos arqueológicos, con un entusiasmo contagiado de unos a otros, rivalizaban en sus quehaceres. Los relevos se habían alargado en el horario de forma voluntaria; pero aun así aquello parecía que iba a terminar con los hombres por agotamiento.

Aquí y allá, las extrañas torres de los fantásticos edificios descubiertos, ya aparecían expuestos por encima de la arena en forma de inimaginables obeliscos de una arquitectura incomprensible, curiosamente distorsionados y atacados por el paso del tiempo y la furia del viento y la arena. Algunos, con la arena caída a grandes profundidades, se hallaban más firmes en los niveles más bajos, siendo la arquitectura aún más maravillosa y más inconcebiblemente elaborada. Ocasionalmente, unos pozos verticales descendían a puntos donde la lógica perdía todo su sentido, lo que le hacía todavía más excitante.

Fritz se quedó fascinado más allá de toda medida. Aquella visión captó su imaginación con su inescapable hechizo. Como ingeniero, su sentido común luchaba por tratar de comprender la lógica de aquellas estructuras que se estaban descubriendo ante él; pero en su espíritu, tal vez la poesía le negaba la identificación de las partes componentes, quedando como atrapado en la maravilla del conjunto. Era el técnico que llegaba para realizar un desapasionado análisis y se convertía en una especie de adoración.

Haciendo un gran esfuerzo trató de volver a la realidad y miró perplejo a Nevill. El arqueólogo le dio unas palmadas en el hombro con aire simpático.

—Sé lo que estás pensando, amigo. A todos nos está ocurriendo igual. Es a la vez maravilloso y triste estar descubriendo los restos de una tan grande cultura; maravilloso porque esta cultura debió ser algo extraordinario y grandioso, y triste porque encontramos esta ciudad vacía de las criaturas que la crearon.

—Pero... ¿por qué diablos tuvieron que marcharse? —preguntó Fritz—. Tras haber recorrido tan largo camino... consiguieron dominar el entorno en un grado comparable al nuestro en la Tierra, y después debieron bastar unos pocos siglos para desvanecerse, perecer y ser como barridos del mapa, y la arena se encargó de enterrar todas estas maravillas... Pero ¿cuál fue la verdadera razón que les impulsó a desaparecer? Creo que es algo que estamos obligados a descubrir, no sea que nos ocurra algún día a nosotros también.

IV

Para la hora del crepúsculo, la última choza Knudsen había sido transferida a las inmediaciones de los trabajos. El día había sido de una gran actividad entremezclada con la frustración. Como Fritz había previsto, los refugios habían demostrado ser capaces de ser arrastrados enteros por sobre la arena, pero las condiciones de los tractores y orugas había sido tal, que el paso del traslado había quedado marcado sobre la arena con una procesión de vehículos abandonados esparcidos ampliamente a través de las dunas arenosas. Al final de la jornada sólo quedaban cinco transportadores oruga en funcionamiento.

Tras haber organizado un equipo para recuperar algunos de los transportadores reparables, Jacko se fue en busca de Fritz y le encontró en los trabajos de excavación, perezosamente escuchando y manipulando en su tienda un arpa de Tazoo, como el hombre que busca una inspiración evocando a las musas.

—Me gustaría saber qué fue lo que les sucedió a estos habitantes de Tazoo, Jacko. Es que no llego a comprender por qué una tan avanzada y organizada cultura pudo haberse roto súbitamente en mil piezas. No hay señales de ninguna guerra importante y tampoco hay indicios de suficiente material radiactivo en el planeta que indique que pudo haber tenido lugar un holocausto atómico. Es terriblemente inquietante que semejante catástrofe pudiera haber aniquilado a toda una raza, con semejante nivel tecnológico, habiendo dejado tan pocas huellas. Es como si de repente hubieran cerrado sus ciudades y emigrado en masa lejos de aquí para morir en un éxodo hacia el ecuador.

—¿Has pensado en el hambre?

—Posiblemente pudo haber sido algo parecido. Eso es lo que Nevill sugiere virtualmente..., una amplísima erosión del suelo. Por alguna razón, los grandes bosques en esta zona murieron súbitamente. Esto más bien sugiere una prolongada y terrible sequía..., pero es preciso pensar que una alta tecnología habría luchado por la supervivencia incluso en semejantes circunstancias. El mar es un enemigo terrible; pero aun así, me apostaría cualquier cosa a que habría sido posible destilar el agua suficiente para mantener una agricultura en determinadas zonas, como un gran cinturón, de haber llegado la precisión de hacerlo en alguna zona del planeta.

—Pero sin energía nuclear, ¿de dónde sacarían la energía suficiente? —preguntó Jacko—. La destilación del agua del mar a gran escala precisa de una gran fuente de energía...

—¡La energía! —exclamó Fritz súbitamente—. ¡He aquí la gran idea! Pensemos en eso, Jacko... ¿De dónde pudieron obtenerla? Pongamos algunos hechos uno junto a otro. Sabemos que en un determinado estadio de la historia de Tazoo ocurrió algo..., algo que en dos siglos solamente aniquiló a los habitantes civilizados del planeta. De una manera curiosa, las formas salvajes de vida sobrevivieron por un considerable tiempo después de aquello y algunas incluso pueden ser halladas en los cinturones ecuatoriales, en los bosques que aún quedan. Ahora la diferencia básica entre las formas civilizadas y las salvajes es que las primeras eran criaturas dependientes de la energía eléctrica, mientras que las últimas no. Jacko, querido amigo, ¿no ves algo en todo esto? Puede que hayas tocado en la verdadera cuestión.

—Bueno, ha sido sólo una modesta opinión.

—No lo creo así, y si continúas pensando en esta cuestión fundamental creo que podrías llegar más lejos. Juguemos por un momento con la presunción de que los habitantes de Tazoo llegaron a ser criaturas esclavizadas y dependientes de la energía eléctrica... como lo somos nosotros. ¿Cuál pudo haber sido su básica fuente de energía al haber fallado todo tan súbita y desastrosamente?

—El petróleo o el gas natural posiblemente.

—No me parece muy convincente. Por todas las apariencias, los habitantes de Tazoo eran grandes consumidores de energía. De lo que Nevill ha descubierto en esa fantástica ciudad, yo diría que el consumo de energía en esta zona tuvo que haber sido fantástico, según nuestras concepciones terrestres. Entonces no es posible desarrollar una tecnología de gran consumo energético a menos que se tenga una buena idea de las fuentes precisas para mantenerla con sus recursos adecuados. Hacer otra cosa hubiera sido un suicidio tecnológico.

—Todo eso es presumiendo que ellos pensaran, respecto del problema, de la misma forma que nosotros los humanos lo habríamos hecho.

—No creo que eso tenga nada que ver con los seres humanos —repuso Fritz—. Un ingeniero tiene que seguir sus procesos mentales de forma similar tanto si tiene una cabeza como seis. Hay infinitas formas de resolver un problema de ingeniería, pero las respuestas son similarmente parecidas. Eso forma parte de la naturaleza de los seres inteligentes. Toma, por ejemplo, un Dingbat de diez brazos y proporciónale una corriente de vapor, pidiéndole que la transforme en energía. No importa qué influencia puedan suponer sus características raciales, su entrenamiento o su personal concepto de la geometría; en alguna parte irá a parar a un encadenamiento lógico, familiar a los ingenieros de similar calibre existentes en cualquier mundo. Por tanto, no creo que estemos muy equivocados si tocamos este asunto desde nuestro particular punto de vista, partiendo de la base corriente de que tuvieron un suministro de energía que aparecía como infalible y, con todo, les falló. Ahora necesitamos saber cuál fue esa fuente de energía. Si la conocemos, tal vez podamos calcular por qué se detuvo.

En aquel instante sonó el teléfono y Fritz contestó a la llamada. Nevill le había estado buscando.

—Fritz, me gustaría verte antes que nada en la mañana. Hay algo que quiero que veas inmediatamente.

—¡Magnífico! ¿Algo prometedor?

—Imagino que así es. El equipo acaba de descubrir algo que parece la entrada de una mina de alguna especie. Tal vez te gustaría verlo en persona.

—Será la primera cosa que haga.

—¿Qué ocurre ahora? —preguntó Jacko.

—El equipo de Nevill ha descubierto lo que supone debe ser la entrada a una mina.

—¿En el centro de una ciudad?

—Eso mismo se me ha ocurrido a mí —dijo Fritz—. No creo que sea probable la existencia de ninguna mina en particular, aunque bien pudiera estar relacionada con la fuente de energía que estamos buscando..., o muy bien pudiera ser que se haya dado de manos a boca con algo que debería yo haber encontrado por mí mismo.

—¿Y qué es eso?

—Jacko, en una ciudad tan grande y tan completa como ésa que han descubierto y como parecer ser, ¿dónde supones que debe situarse el punto principal de transporte de pasajeros con todo su sistema adecuado?

—Bajo tierra, como siempre —repuso Jacko.

—Precisamente, y eso es lo que espero que Nevill haya encontrado.

—¡Bueno! Un sistema metropolitano de transporte extraterrestre es lo último en que puede pensarse...

* * *

Más tarde, y al emprender el descenso, tuvieron que utilizar sus linternas eléctricas. Allí la arena apenas si había penetrado, encontrándose sólo con una leve película polvorienta.

La chimenea descendente estaba equipada con el tipo de escalera normal en Tazoo, un eje central con barras redondas horizontales dispuestas en forma de hélice, pero en una disposición más amplia y sorprendente, impropia evidentemente para su utilización para la fisiología humana. Sin embargo, era utilizable aunque, justo es decirlo, sólo para aquellos acostumbrados a saltar o que suelen emplear métodos suicidas. Jacko no tenía ni una cosa ni otra.

—¿Hacia abajo? —protestó con resquemor, mientras que con la linterna intentaba descubrir las profundidades de la escalera helicoidal de la gran chimenea.

—Sí, Jacko, abajo. ¿Dónde ha quedado tu espíritu de aventuras?

—Se quedó bien anclado en mi niñez, junto con el sentido necesario para meterme en líos como éste.

—¡Vamos, abajo! —le ordenó Fritz con firmeza, uniendo la acción a la palabra.

Juntos comenzaron a descender hasta unos cien metros. Puesto que resultaba imposible ir saltando y llevar al propio tiempo las linternas, la bajada se llevó a cabo en casi una completa oscuridad, y el ritmo regular de ir saltando de una barra en otra les captó con hipnótica fascinación. Ambos tuvieron que permanecer un rato en el fondo para poder volver a orientar sus sentidos.

La conservación y preservación de aquellos pasadizos a semejante nivel resultaba notable y probablemente completa. El aire era más fresco y menos agresivo que en la superficie. Muy notable también le pareció a Fritz la sequedad de la conexión de los túneles, que habían permanecido así por tan enorme período de siglos y a tal profundidad, indicando la absoluta carencia de agua por encima del nivel y la profundidad muy superior a que deberían hallarse las filtraciones procedentes de los mares de Tazoo. Las paredes eran todas metálicas, elaboradas de forma curiosa en una disposición que o bien eran de tipo funcional o tal vez simbólica. La sensación de conceptos extraterrestres de todo el entorno de Tazoo en aquellas profundidades, pareció oprimirles el corazón con una extraña forma de temor que nada tenía que ver con la idea de autopreservación. Por primera vez sintieron el completo impacto de permanecer en presencia de unos lógicos aunque inimaginables logros propios de una cultura que no tenía absolutamente ninguna raíz común con la suya. Pudieron ir comprendiendo vagamente, pero sin predecir nunca el contenido de aquella tecnología extraterrestre que les rodeaba por todas partes.

Máquinas o efigies, ninguno pudo tener clara idea de saber qué era lo que aparecía erecto en la oscuridad como mudos centinelas en la incierta luz de las linternas y en las sombras que su luz producía en el entorno: las tortuosas paredes y los acanalados techos aparecían estriados y moldeados con mil bocas de metal conectadas con insospechadas gargantas, y por inconcebibles razones sólo el suelo daba la impresión de ser parecido en su conformación al de la Tierra, teniendo una función común desde el punto de vista de la ingeniería, suministrando un pasaje sin obstáculos a los peatones que por allí tuviesen que circular.

Dieron vuelta a otra esquina y se detuvieron de repente cuando el haz de luz de las linternas dio contra el vacío sin poder apreciar nada a su alrededor. Su consternación se alivió por la comprobación de que se hallaban entonces dando cara a lo largo de un túnel muchísimo más grande que cualquiera de los que hasta entonces hubiesen tenido que atravesar. De una forma vaga pudieron ir descubriendo el completo techo embovedado hasta la cúspide en una serie de conformados paneles parecidos a alguna intrigante ecuación algebraica. A sus pies el suelo continuaba sin cambiar hasta el límite de los haces de luz de las linternas eléctricas, mientras que a su derecha el nivel caía abruptamente tal vez en dos metros para formar un canal de unos siete metros de anchura. Más allá del canal las paredes volvían a levantarse arqueándose hacia arriba.

—¿Estás pensando lo que yo? —preguntó Fritz.

—¡Uh! —repuso Jacko—. No importa cómo se construya, una estación del metro es una estación del metro, y ésta es una de ellas.

Juntos inspeccionaron el canal, observándolo en detalle a la luz de las linternas.

—No hay raíles —dijo Jacko al fin con cierto tono de decepción en la voz—. Es posible que nos hayamos equivocado en nuestra apreciación de este lugar. Tal vez sea un albañal...

—Yo no estoy equivocado —dijo Fritz—. Conocería un tren subterráneo cuando lo encontrara, incluso estando sordo y ciego y encerrado en una caja. Es parte de la química de cuáles sean los genes que conspiran para hacer de un hombre un ingeniero. Vamos, ayúdame. Quiero explorar.

—¿No piensas que sería mejor que volviéramos y buscásemos algunos refuerzos? —preguntó Jacko. Fritz ya había comenzado a caminar entrando por un túnel más pequeño que, de alguna forma, era inequívocamente la reminiscencia de un metro terrestre—. ¡Por los Cielos, Fritz, no sabes qué es lo que podamos encontrarnos por ahí!

—¿Qué bicho te ha picado, Jacko? ¿No será que habrás perdido todos tus nervios de golpe?

—No, es sólo que caminar por un túnel que pudiera contener algún tren de emergencia va contra mi más fina sensibilidad, aunque haga dos millones de años que venga con retraso.

Fritz caminó unos quince pasos en el interior del túnel y dejó escapar un silbido de sorpresa que dejó paralizado por el momento a Jacko con un escalofrío.

—¡Jacko! ¡Vamos, ven aquí y rápido! He encontrado uno.

—¿Encontrado qué? —repuso Jacko cuando hubo recobrado la facultad de hablar.

—Un tren, pedazo de idiota. ¡He encontrado un tren! Tráeme la otra linterna...

Contra cualquier otra opinión, Jacko obedeció al ingeniero y se adelantó por el túnel siguiendo a Fritz. Después, con una extraña sensación en el estómago y la cabeza demasiado excitada, examinó el artefacto que impedía cualquier posible avance por el túnel.

—Y eso... ¿es un tren? —preguntó al final.

—No puede ser otra cosa distinta —repuso Fritz, no muy feliz—. No parece que sea una caja de señales y no creo que haya mucho que discutir respecto a que pueda ser una casa de verano de hierro afiligranado a esta profundidad subterránea. Por su aspecto, tiene la forma correcta de encajar muy bien en este túnel; por lo tanto es probable que sea muy bien una máquina altamente elaborada de hacer túneles o un tren subterráneo.

—¡Extraño! —exclamó Jacko con cierto tono de temor en la voz—. Lo que esto implica, el sentido de lo extraterrestre, va perdiéndose por el uso que de ello va haciéndose gradualmente. Pero es terrible pensar en qué forma estas criaturas debieron tener una diferente clase de lógica. Estas gentes poseían diferentes valoraciones de las cosas y diferentes puntos básicos de estimación. La mente se retuerce y se vuelve medio loca para reajustarse a ello...

—No es que tuvieran diferentes valoraciones básicas —repuso Fritz—. Sencillamente, era un énfasis diferente sobre los valores básicos antiguos y comunes a toda inteligencia. No podemos todavía intentar comprender esta cultura; pero cuando llegue el momento de desembrollar su ingeniería, creo que deberemos encontrar muchísimas cosas en común.

—¿Como una jaula de hierros afiligranados sin ruedas ni raíles y que presumimos que es un tren porque no tiene el aspecto de ser otra cosa distinta?

—Precisamente por eso. Tenemos que separar la mecánica de la cultura. Hasta ahora, y por lo que hemos encontrado y visto, hay en Tazoo muy pocas aplicaciones de los principios de los cuales lo ignoramos todo. Por supuesto, es evidente que parece que nos hayan llevado la delantera en muchos aspectos y una curiosa falta de principios mecánicos en otros..., pero hay que tener en cuenta que no tenían una química orgánica, por ejemplo. Pero no parece que hayan manejado cosas misteriosas, y así, si esto es un tren, es sólo cuestión de tiempo lo que nos conduzca a ponerlo en marcha o a saber utilizarlo.

Con toda clase de precauciones otearon cuidadosamente examinando el curioso vehículo y la pared del túnel para ver la complejidad de su estructura y su rareza.

—Esto es una jaula de pájaros hecha por un loco —comentó Jacko—. Una aplicación mecánica para encerrar pájaros locos y retorcidos...

Fritz escudriñó con toda atención los complejos y elaborados mecanismos.

—Sería mejor que trajéramos algunas luces más aquí y pasar revista a todo con algunos elementos de una escuadra de exploración. Quiero desmantelar este endemoniado mecanismo, examinar sus componentes y volver a ensamblarlo una vez examinadas todas sus piezas.

—Puedo comprender lo que significaría la canibalización, pero ¿para qué la resurrección?

—Porque aunque sea la última cosa que haga, quiero poner en funcionamiento este metro de Tazoo. Podemos, obviamente, construir un sistema de transportes en la superficie; pero aquí contamos con algo ya hecho y casi dispuesto que nos lo pone todo al alcance de la mano.

—Solicito ser dado de baja fuera del Servicio y volver al terreno de la cordura —dijo Jacko muy en serio—. Tu cordura, Fritz. Yo creía que ya teníamos bastante con los ferrocarriles que construimos allá en Cannis.

—Aquello fue diferente. Allá estábamos a merced de los volcanes errantes como obstáculos físicos más importantes. Esto es simplemente una confrontación y un ejercicio de tecnología. Todo lo que tenemos que hacer es determinar qué parte de este sistema de ferrocarril subterráneo se mueve y cuál permanece quieto. Eso no será demasiado difícil, ¿no lo crees así?

—No cuando la cosa queda reducida a términos básicos —convino Jacko con cierta acritud—. Pero te conozco. Tú nunca te das cuenta cuando estás derrotado.

—Ya te dije antes —continuó Fritz obstinadamente— que no existe ninguna imposibilidad física. Una limitación es un estado mental, no una cuestión de hecho. Aquí nos enfrentamos con el trabajo de una raza extraterrestre que, sin embargo, tenía un nivel tecnológico y científico casi comparable al nuestro. Llegado el caso de que dominemos este hecho indiscutible, deberemos estar en condiciones de desentrañar cualquier dispositivo que nos ofrezca este planeta y hacerlo funcionar para nuestro propio servicio si lo deseamos.

—En el caso de que sea algo bueno —dijo Jacko—. Tenemos primeramente que estar en condiciones de reconocer una cosa por lo que es. No es bueno desmantelar un filtro de leche si estamos bajo la impresión de que debe ser un calentador de transistores o al contrario... Piensa bien en eso.

V

Fritz informó a Philip Nevill. Este último escuchó los detalles del hallazgo con el aire de una alegría reprimida que fue convirtiéndose rápidamente en lo que solía ser su permanente expresión. Después se pasó los dedos por sus alborotados cabellos y se rebuscó la pipa con un gesto distraído.

—Fritz, amigo mío, esto es perfectamente maravilloso. ¡Qué día hemos tenido todos! Hemos abierto tantas líneas de investigación, que todo este condenado conjunto de cosas parece escaparse de nuestras manos. Ni con quinientos arqueólogos bien entrenados podríamos digerir todo esto, ni siquiera rascar su superficie. El impacto de las técnicas de construcción sólo en la Tierra será fantástico, y cuando la totalidad del conjunto sea ensamblada en nuestro mundo, el efecto será tal, que nuestra cultura ya dejará para siempre de ser lo que ha sido hasta aquí. Si quieres dejar tu marca en esta empresa, entonces hazte cargo de ese subterráneo por completo, porque yo no podré hacerlo en cinco años por lo menos. Realiza un estudio técnico completo tan detallado como te sea posible. Haz lo que quieras, pero cuidando de no destrozar su valor arqueológico. Todo lo que quiero es reunir un informe minucioso para ser enviado a la Tierra.

—Me parece muy bien —repuso Fritz—. Quiero abrir los edificios que caen directamente sobre la estación para mirar cuanto de subsidiario contenga ese sistema de transporte.

Nevill lanzó una mirada a su mapa en bosquejo y trazó una línea a través de dos bloques diagramáticos allí registrados.

—Todo esto es tuyo, pero no te des demasiada prisa para comprender las cosas con demasiada premura. Verás que tendrás que absorber el entorno de Tazoo más bien que entenderlo directamente. Más pronto o más tarde las piezas sueltas encajarán por sí solas en el conjunto deseado. Y los cielos saben que existen piezas suficientes como para emplear todo el tiempo y el talento que ha sido empleado por toda una cultura antiquísima.

—Todo lo que nos interesa es ese metro —dijo Fritz cuando se reunió con Jacko en los trabajos y excavaciones—. Vamos a abrir el edificio por esta parte y a mirar lo que contiene en el interior.

—¿Quién es la otra persona? —preguntó Jacko al oír decir a Fritz «nosotros».

—Tú —afirmó el ingeniero—. Yo voy a bajar de nuevo para ver si puedo trazar o rastrear alguna secuencia de control que llegue arriba desde abajo. Quiero que tú hagas lo mismo, pero partiendo desde aquí arriba. Nos encontraremos al final del relevo de los trabajos y compararemos nuestras anotaciones. Ya sabes lo que tienes que buscar: agrupaciones de cables o cualquier cosa que sugiera que pueda significar un control o una función de energía.

—De manera que estás decidido a llevar esto adelante, ¿verdad? Quiero decir a utilizarlo.

—Ni que decir tiene —dijo Fritz—. Encarémonos con la realidad, Jacko. Si Fritz Van Noon no puede volver a poner en marcha un ferrocarril, ¿quién en el Universo esperarías que lo hiciera?

—Temía que me dijeras eso.

Una hora más tarde, volvían a encontrarse en los portales del edificio.

—Hay una especie de complejo de control de energía que aparece como bajando en alguna parte cerca de aquí, al otro extremo.

Jacko hizo un gesto de aprobación.

—Llegué hasta el final —repuso—. Hay un canal que corre a través de los cimientos del edificio y ese complejo se eleva allá, dividiéndose en secciones que van a alimentar a los pisos superiores.

—¿Y qué aspecto tiene?

—Fantástico —repuso Jacko—. No hay otra palabra para describirlo. Es algo así como el epitafio para una gigantesca araña que ha perdido el juicio.

—Gracias. Puedo imaginarlo con bastante claridad.

* * *

La descripción que Jacko había dado de los cimientos del edificio, era, de ser algo, una reticencia, una declaración incompleta de la realidad. El piso bajo demostró ser algo inconcebiblemente peor, deteriorándose la situación rápidamente conforme ascendieron a los pisos superiores. El ferrocarril subterráneo tenía la cruda simplicidad de una unidad funcional; pero el detalle y la complejidad de los niveles por encima del edificio desafiaba cualquier análisis o descripción. Durante mucho tiempo, ninguno de los objetos que observaron, les prestó la menor pista de su funcionamiento ni de su finalidad, atravesando los sucesivos niveles con un creciente sentimiento de desmayo y frustración.

Al igual que la mayor parte de los grandes edificios, sólo los pisos superiores habían sufrido algún considerable desgaste, no habiendo penetrado la humedad ni la arena a considerable distancia en el interior, por lo que el estado de preservación de los niveles que iban recorriendo podía considerarse como excelente.

Los arrestos de Fritz se iban aproximando a su más reducida expresión mientras batallaba con aquel océano de cosas incomprensibles, hasta entrar en la galería final. Allí se detuvo, esforzándose en captar alguna idea de conjunto de la fantasía alocada que le rodeaba por doquier; después, como una chispa que brota inopinadamente, pareció hacerse la luz en su imaginación que trabajaba febrilmente.

—¡Jacko! ¿Sabes lo que es esto? ¿No lo ves...? ¡Es el engranaje de un control eléctrico!

A Jacko no le impresionaban las palabras del ingeniero.

—Si esta es tu idea de un montaje de control eléctrico, odiaría tener que ver su versión de una colección de lo que serían unos condenadamente locos y retorcidos proyectos de televisión.

—Bueno, eso no importa —continuó Fritz—. A primera vista todo esto resulta, en efecto, fantástico, pero la lógica que yace en todo ello, es inescapable. A menos que yo haya fallado en mi suposición, esto es un sistema automático de conexión, y de su complejidad, yo diría que resulta bastante comprensible. Puede que haya sido precisamente el único sistema de conexión para la totalidad de los ferrocarriles subterráneos de Tazoo. ¿Te das cuenta de lo que esto significa?

—Sí, aproximadamente quince años de analizar circuitos —repuso Jacko ásperamente.

—No. Mira la condición de todo esto. El estado de preservación es tan bueno aquí como en el propio ferrocarril subterráneo. Las posibilidades siguen siendo todavía de que funcione. Todo lo que tenemos que hacer, es volver a conectar la energía para conseguir que la totalidad del sistema vuelva a ponerse en funcionamiento.

—¡Valiente idea! —exclamó Jacko—. Yo puedo ser un tanto simple; pero asumiendo, sólo para seguir adelante con este argumento, que lo que encontramos sea un ferrocarril subterráneo, ¿de dónde vas a sacar la energía para suministrarle la fuerza necesaria? Un Metro necesita mucha fuerza y si los habitantes de Tazoo se marcharon de aquí, ¿a dónde puedes ir a buscar esa fuerza?

—De eso ya nos ocuparemos más tarde. Puede que no sea fácil, pero yo tengo una ventaja que los habitantes de Tazoo no tuvieron: el acceso a la tecnología completa y a los recursos de una cultura científica completamente extraña a los que habitaron en este planeta. No pongo en duda que el coronel Nash pudiera ser persuadido de que trajese de la Tierra un generador oscilante de plasma MHD; pero eso sería como un último recurso. Como ingeniero no ortodoxo, yo prefiero localizar la fuente originaria de energía de Tazoo y ver si una nueva clase de ingeniería puede volver a producirla de nuevo.

—¿Así, ese es tu plan?

—Tráete a Harris y a un par de muchachos electricistas para que se reúnan conmigo aquí y tratar de analizar la lógica de estos circuitos. Mientras tanto, vete con el resto del escuadrón, vete abajo y comienza a desmantelar el tren. Entre ambos, creo que podremos descubrir bastante respecto a la forma en que los habitantes de Tazoo manejaban la electricidad y sus mecanismos y tener una clara idea de cómo hacer que todo esto funcione.

—¿Te lo crees así? Todavía no he olvidado lo que hiciste con aquella arpa rojiza.

* * *

El equipo de Fritz, comenzó desde luego, a establecer y a captar un cierto número de conocimientos, producto de su cuidadosa inspección de la lógica de aquellos extraños circuitos y una vez conocidos algunos principios, el trabajo progresó rápidamente. Se concentraron principalmente sobre las enormes columnas de conexión, comprobando rápidamente que lo que a primera vista podía ser mal interpretado por tosquedad en el montaje, de hecho, era un ingenioso y sofisticado sistema de técnica de cortacircuitos para resolver un complejo sistema de secuencias en las conexiones. Entre otras cosas, descubrieron que el ensamblaje en conjunto, era probablemente el resultado de haber sabido manejar la corriente alterna con unos períodos de máximo consumo de aproximadamente diez kilociclos por segundo, aunque semejante periodicidad parecía inverosímil en la práctica. La capacidad de manejar la corriente en el montaje resultaba desconcertantemente alta. Las caídas de voltaje, eran también demasiado altas; pero no permitían el obtener pistas reales como potenciales que operasen normalmente. Las precauciones de seguridad contra los conductores sin protección exterior alguna, eran algo inexistente; viéndose forzados a llegar a la conclusión de que, o bien el equipo estaba diseñado para funcionar sin asistencia alguna o la fisiología especial de los habitantes de Tazoo era inmune a las descargas eléctricas que habrían resultado mortales para los terrestres. Los aparatos que deberían tener sin duda una finalidad de calibramiento de la energía, no ofrecían tampoco significado alguno.

Alguno se las arregló pronto para estar en condiciones de conectar un comunicador desde la galería, con el ferrocarril subterráneo de abajo. Cuando la línea estuvo dispuesta al funcionamiento, Jacko fue el primero en comunicárselo al ingeniero.

—Fritz, hemos tropezado con un serio obstáculo en el proyecto de desmantelamiento de este tren. No hemos podido conseguir que este endemoniado artilugio se descomponga en partes. Dime que soy un loco, si quieres, pero te juraría que ese tren ha sido fundido en un solo bloque y no fabricado... incluyendo las partes móviles.

—¿Fundido en semejante complejidad de acero? —preguntó Fritz incrédulo.

—No es acero —repuso Jacko—. Es titanio, a menos que yo no entienda de metales.

—Eso pone las cosas peor aún. Tenemos que pensar seriamente en ello. Creo que hemos pecado un poco de simples al esperar que una cultura extinguida hace dos millones de años, haya dejado algo que pudiéramos desmantelar con un martillo y un par de alicates. ¿No hay ninguna esperanza?

—Podríamos emplear un soplete de hidrógeno atómico o un aparato de láser que cortase el tren en rodajas de dos pulgadas; pero dudo mucho que el coronel Nash o Nevill reaccionasen favorablemente ante tal idea.

—Ni que decir tiene. Yo tampoco comparto semejante idea. Es mejor abandonar la totalidad del proyecto, Jacko. Vamos, sube arriba conmigo. Creo que se me ha ocurrido una idea mejor.

—¿Qué estás planeando ahora, Fritz?

—Mi idea es la siguiente: hay dos formas de hacer una pieza de equipo y que rinda el secreto de su función, bien desmantelándola sin preocuparse del principio de sus componentes, o sencillamente poniéndola en funcionamiento.

—Me temo que no te comprendo muy bien —dijo Jacko—. Por un momento he creído que te proponías volver a poner en marcha los ferrocarriles subterráneos de Tazoo sin saber cómo funcionan.

—Eso es precisamente lo que estoy proponiendo. ¿Puedes imaginar otro camino más rápido de encontrar cómo trabaja algo, más que poniéndolo en funcionamiento?

—¿Le está permitido a uno dimitir del proyecto? —preguntó Jacko alarmado—. ¿O es el suicidio la única forma lógica de escape?

—También puedes ser fusilado por tu oficial superior, si te obstinas en desertar de tu puesto de trabajo y eres aficionado al fusilamiento. Creemos que hemos puesto al descubierto las líneas de energía aquí en esta galería y hemos hecho una suposición de lo que deberían ser la demostración de las principales líneas de entrada.

—¿Y bien?

—Por tanto, quiero rastrearlas hasta su fuente principal. Entonces, podemos comenzar a investigar si podemos o no volver a poner en marcha la fábrica generadora original. Quiero que todos los hombres disponibles, se empleen en ese rastreamiento Jacko, y quiero que los supervises tú personalmente. Recuerda, tenemos que tener esto en funcionamiento dentro de tres meses si queremos salir ganando la partida al plazo fijado por el coronel Nash.

—Sigo todavía creyendo que es perder el tiempo —dijo Jacko—. Si tenemos razón en el hecho de que la civilización de Tazoo cayó en completo colapso por causa de la falta de electricidad y energía, ¿qué oportunidades tenemos de averiguarlo dos millones de años más tarde?

—Sospecho que la respuesta es cuantitativa —dijo Fritz—. Ellos intentaban seguir con toda una civilización adelante, nosotros sólo intentamos poner en marcha un Metro. Yo estimaría que nuestros esfuerzos están en la proporción de una diezmillonésima parte, o menos aún. Visto a la luz de tal evidencia ¿te sigue pareciendo una gran tarea?

VI

El equipo de Nevill, se había concentrado en descubrir sólo el tope de los edificios más grandes. Generalmente, la penetración de la arena en el interior, no era total y así, pudieron tener acceso a los grandes módulos del entorno arquitectónico de Tazoo, sin tener que esperar a su total limpieza, cosa que llegaría como cosa última, cuando se dispusieran de medios suficientes. Una vez obtenida la entrada al interior de un edificio, se hallaban relativamente libres de explorar su contenido total en los niveles inferiores. Arqueológicamente, los hallazgos eran algo tan increíble, que su completa clasificación y análisis se llevaría todavía varias décadas. Por tanto, el método a emplear fue el de disponer a grupos de especialistas que hiciesen el estudio de ciertas zonas típicas como guía, para separar rápidamente lo extraordinario de lo corriente, y continuar con la apertura de nuevas zonas. Muestras representativas de aquellos extraordinarios hallazgos fueron cuidadosamente embaladas para su envío a la Tierra donde pudiese ser efectuada una exhaustiva investigación y examen de tales muestras.

Durante las dos semanas que siguieron, Fritz en persona se dedicó por completo a su papel de autoridad en tecnología y ciencia extraterrestre, hallándose que lo que se había descubierto y con lo que se encaraba entonces, le habría llevado para su examen minucioso, varias veces la total duración de su vida. Resultaba dolorosamente obvio que los cerebros que dirigían la gran empresa de Tazoo, aun siendo multiplicados por cien, todavía serían insuficientes para examinar cuidadosamente los hallazgos arqueológicos de todo tipo. El propio trabajo de Fritz, en el campo de su especialidad resultaba agotador, porque trabajaba sin ayuda, ya que la totalidad del escuadrón de la ingeniería no ortodoxa se había dedicado devotamente a localizar el manantial de energía en su origen de donde los habitantes de Tazoo habían tenido su suministro.

En este punto, incluso el mismo Nevill resultó incapaz de ofrecerle ninguna ayuda. Aunque se habían comenzado a construir mapas detallados de los sectores de la ciudad enterrada, no existía en ellos nada que sugiriese cualquier estación generadora de energía, o sistema de distribución de la misma. La cuestión no resultó conclusiva; porque en varias zonas había sido ya posible excavar por debajo del nivel del piso sobre el cual había sido construida la ciudad, siendo lo que yaciese más abajo una mera conjetura; pero la disposición general de que los conductores desaparecieran en las profundidades, fue suficiente para convencer a Fritz de que cualquiera que fuese el proceder de la fuente de energía, no estaría probablemente localizada dentro de los confines de la ciudad. El informe de Jacko, tampoco arrojó mucha luz sobre la situación.

—Te digo, Fritz, que el cable principal de entrada no nos dice nada. Durante quince condenados días, he estado con los muchachos rastreándolo por todas partes. Puede que realmente sea un cable; pero creo que es un circuito de distribución, de ser algo.

Fritz frunció el ceño.

—¿Estás seguro de que no habéis perdido el rastro y habéis seguido otro cable por error?

—¡Vamos, hazme el favor! Hemos ido señalando esa cosa desde el punto de partida y seguido el cable en toda su extensión. Te digo que esa cosa es una compleja distribución que se origina y no termina en el edificio del ferrocarril subterráneo.

Fritz pareció captar una idea luminosa en aquel instante.

—¿De dónde puede provenir esa energía de distribución?

—Odio tener que decírtelo; pero cubre una gran proporción de la llanura del Sur. El cable se divide y se subdivide hasta el infinito, por lo que podamos decirte según nuestra experiencia. Hemos contado divisiones en las que hay casi cuarenta mil pares, sin haberlas contado del todo en su mayoría..., pero tuvimos que rendirnos cuando encontramos que estaban al final de una docena aproximadamente de los colectores. Te daré tres suposiciones...

—No me lo digas —repuso Fritz—. Puedo imaginarlo..., las grandes arpas rojizas de Tazoo.

—Arpas, arpas, y nada más que arpas, sin una cuerda entre ellas. Escuchándolas como música podría comprender algo, pero, ¿puedes mantener seriamente que esas gentes instalaron cinco mil millones de altavoces a todo lo ancho de las llanuras del planeta para que pudieran oírse en los trenes? ¡Nadie podría ser tan fantástico!

Fritz tamborileó con los dedos en la mesa.

—Jacko...,¡eres un gran genio!

—¿Cómo? ¡Déjate de bromas!

—Sí, querido. Acabas de darme la pista que andaba buscando. Reúne a la gente del escuadrón. Jacko, vamos a restablecer en pleno funcionamiento los ferrocarriles subterráneos de Tazoo.

* * *

Diez semanas de los preciosos tres meses correspondientes al ultimátum dado por el coronel Nash, habían transcurrido antes de que se hallasen en condiciones de hacer las comprobaciones preliminares. El período existente en ese tiempo, había pasado con una furiosa actividad por parte del personal del escuadrón de la Ingeniería no Ortodoxa, mientras que Fritz había corrido un velo de secreto para que nadie al exterior del grupo, tuviese alguna idea de la lenta marcha del desarrollo de sus planes. Pero una tarde, finalmente, todo estuvo dispuesto. Cables nuevos procedentes de la Tierra se habían tendido hasta la entrada del subterráneo y en la plataforma dos docenas de reflectores potentes iluminaban el logro mecánico de una cultura que había muerto hacía ya dos millones de años, alumbrando en el interior del túnel, para iluminar a su vez al vehículo que se había detenido al mismo tiempo que en la Tierra, el elefante vivía naturalmente en el bajo Sussex y los animales en evolución, antepasados del hombre, no podían distinguirse ellos mismos de los demás que con ellos compartían el mundo terrestre.

Poco después del crepúsculo de aquel día, Fritz y sus equipos se reunieron en asamblea en el edificio de los subterráneos. Ya la calma estática del día comenzaba a temblar con los preludios de las nubes cargadas y rodando a baja altura, como heraldos de una tormenta nocturna por sobre aquel terreno terrible de la superficie de Tazoo. En cuanto comenzaron los primeros síntomas de la terrible tormenta de arena, todos se cubrieron en las profundidades.

Fritz se encontró a sí mismo atemorizado frente a lo que estaba haciendo. A pesar del aspecto inmaculado de los artefactos de Tazoo, no pudo evitar el recordar, como ingeniero, los procesos de degradación de los metales a bajas temperaturas, la corrosión posible, la difusión y toda la serie de propiedades de la degradación que los metales fabricados tuvieron que haber sufrido necesariamente tras dos millones de años de inmovilización en la quietud de aquellos subterráneos. Afortunadamente, los pobladores de Tazoo habían comprendido muy bien sus materiales al igual que su atmósfera y, aparentemente, todo lo habían dispuesto para que perdurase, con un éxito, que a la vista, indiscutiblemente había sido fenomenal.

En cualquier caso, Fritz estaba entonces confiado. Sentimientos y curiosidad aparte, la mismísima continuación de la agrupación de la Ingeniería no Ortodoxa dependía de su habilidad y capacidad para reactivar el ferrocarril subterráneo. Ya no podía volverse atrás aunque la totalidad del lugar amenazase caerle sobre la cabeza en una catástrofe de polvo y cascotes.

Como era su costumbre cuando no había otro remedio que correrse riesgos, Fritz se ocupó sólo de atender a la gran cantidad de instrumentos instalados en el mismo subterráneo. Jacko se hallaba en la galería de conexión, al otro extremo del comunicador, en un control concebido de prisa y corriendo que incluía el resto de los instrumentos monitores que habían montado para completar los inadecuados suministros traídos a Tazoo. Jacko, consciente y preocupado del peligro de la posición de Fritz, había buscado la forma de disuadir a su superior de hallarse presente del inmediato ensayo de funcionamiento del Metro; pero Fritz en previsión de los daños y del cataclismo que pudieran resultar de aquella instalación, había decidido por su parte estar presente para ganar de primera mano cualquier experiencia de los principios operacionales de aquellos aparatos extraños propios de la extraterrestre cultura de Tazoo.

Faltaban cinco minutos para la hora cero y Fritz realizó una última revisión a sus instrumentos. Ya había señalado a Jacko que comenzase con las conexiones preliminares, cuando oyó ruido de pasos y de voces expandiéndose con ecos diversos por los corredores que daban a la plataforma. Suspendió toda operación momentáneamente.

—Un momento, Jacko, creo que voy a tener compañía. No hagas nada hasta que recibas mi aviso.

—De acuerdo —repuso Jacko—. Pero no es ninguno de nuestros muchachos los que deben andar por ahí, te lo prometo.

—No; pero a menos que esté confundido con esos bufidos especiales, creo que es el coronel Nash y sus asistentes. Tendré que quitármelos de encima, por supuesto. Conseguiríamos una mala reputación si echásemos de aquí a toda esa gente de mala manera. —Y se despegó de la plataforma para salir al encuentro de Nash y sus ayudantes.

—Teniente Fritz Van Noon —dijo el coronel glacialmente—. Acabo de ser informado de su intención de intentar la nueva puesta en marcha de los ferrocarriles subterráneos de Tazoo esta noche. Siendo este proyecto uno de primera magnitud, creo que tendría que haberme informado directamente.

—Y lo será, señor, en cuanto haya algo de qué informarle.

—No creo que se haya dado cuenta de lo que quiero decirle —recalcó el coronel Nash—. Si tiene usted éxito en esto, sería el primer artefacto mecánico de Tazoo que se haya puesto en movimiento, por primera vez en su historia, tras esos millones de años de muerte y quietud. Como comprenderá esto es... bueno, una ocasión histórica. Naturalmente, me hubiera gustado el que se me hubiera solicitado de estar presente en semejante acontecimiento.

—Tampoco creo yo que se haya usted dado cuenta de mi punto de vista. Hay un momento determinado en todo proyecto de ingeniería, en que necesariamente debe aparecer un cartel que diga: PELIGRO. ENSAYOS DE INGENIERÍA. Por lo que sabemos hasta ahora, los subterráneos están intactos y perfectamente preservados. Desde el punto de vista de un ingeniero, no hay razón aparente del por qué no se pueda conectar la corriente y ponerlos en operación, tal y como estaban hace dos millones de años.

—¿Y bien? ¿Qué problema hay, entonces?

—Pues sencillamente, éste: ¿cómo sabemos que lo que era normal para los habitantes de Tazoo, pueda ser ni remotamente tolerable para nosotros? La entrada de corriente en este sector de la línea es completamente fantástica, según nuestras estimaciones terrestres. Los habitantes de Tazoo, no parece que hubiesen sido unos tontos respecto a la eficiencia de la conversión de la energía, por lo que debo concluir que la puesta en marcha de este Metro de Tazoo fue un procedimiento bastante corriente para ellos. Pero cuando esto se ponga en marcha, no quiero absolutamente a nadie aquí presente y que no sea indispensable para el éxito de la operación.

El coronel Nash rebufó con indignación.

—La mejor información disponible hasta la fecha, indica que los habitantes de Tazoo eran de débil esqueleto, avícolas y en cierto modo, unas criaturas frágiles. Estoy perfectamente cierto de que los oficiales de la fuerza Exploratoria Terrestre son capaces de tolerar las condiciones que sean, dentro de un subterráneo desierto y abandonado, en iguales o mejores condiciones que esas anteriores criaturas. Pero si da la casualidad de que usted no está seguro de su aptitud mecánica, ¿por qué no ve la forma de ir conectando esas piezas poco a poco?

—Pues porque por todo lo que pueda decirle, la totalidad del sistema está estrechamente unido a un edificio principal de computación de tal complejidad, que nos habría llevado diez años el desenmarañar los controles individuales. Por razones mejor conocidas por los habitantes de Tazoo, no parecieron estar de acuerdo en favor de circuitos locales aisladores, y así tenemos que aceptar todo, o nada en absoluto. Les estoy haciendo una petición formal, señor, rogándole que se vaya. Si se queda, no seré responsable de las consecuencias.

—¿Va usted a quedarse, teniente?

—Sí señor.

—Entonces me quedaré yo también. Comprendo que esto es su exhibición particular; pero creo que está usted sobreestimando el peligro que pueda representar.

—Muy bien —dijo Fritz—. Pero recuerde que ha sido su propia decisión. —Y se volvió hacia su punto de comunicaciones—. Jacko, prepárate para la conexión.

—¿Se han marchado?

—No, han insistido en ser testigos de los fuegos de artificio.

—¡Buahh! Espero que sepas lo que estás haciendo.

—Si lo supiera, las probabilidades serían de que no habría nada en Tazoo que pudiera persuadirme para quedarme en esta plataforma, mientras que tú conectas. Pon la corriente al máximo en treinta segundos y sostenla por unos tres minutos. Si no puedes tomar contacto conmigo inmediatamente sobre el comunicador, desconecta y ven a buscarme con todo el equipo tan rápidamente como te sea posible.

—De acuerdo, como mandes —convino Jacko—. Y... ¡buena suerte! Voy a darte una cuenta atrás de hasta diez...

VII

Si Fritz Van Noon estaba preparado para la peor experiencia de su vida, no lo estaba, en cambio, para la terrible intensidad y calidad de las impresiones que le asaltaron. La totalidad del hueco de la cavidad del túnel se iluminó como un calidoscopio de luces de increíble brillo y gama de colores. El aire, se hizo rápidamente irrespirable y caliente, con los acres vapores que sus pulmones rehusaban respirar, y que además le quemaban la piel como un soplete gigantesco.

Pero fue el ruido lo que más dolorosa impresión le causó. Una serie de terribles aullidos en aumento, como procedentes de una docena de gargantas mecánicas, pasó por todos los tonos posibles audibles hasta el bajo ultrasónico, haciendo que el polvo de la plataforma incluso pareciera incendiarse a intervalos. Los dispositivos martilleaban, chasqueaban y chirriaban en una cacofonía que le martirizaba los oídos como agujas al rojo vivo. Literalmente, cada fragmento de la instalación vibraba o resonaba, o bien contribuía en cierta forma a que toda aquella atmósfera hiciese un ruido infernal, como un tronar explosivo. El tren que Fritz tenía estacionado frente a sí y al que estaba observando sin quitar la vista de encima pareció sostenerse inmóvil por unos instantes, hasta ponerse en movimiento con un espantoso ruido, lanzándose hacia la estación y siguiendo después hacia el túnel con el ruido cataclísmico que contenía todas las propiedades acústicas de una colisión continuada con una serie de cacharros de hojalata.

Apenas si había desaparecido el primer tren de la vista, cuando el esqueleto de otro monstruo llegó a la estación y pasó como un rayo, desapareciendo antes de que su vista pudiera interpretar su llegada. Fritz hizo un terrible esfuerzo para aguantar la onda expansiva del paso del tren y observó que sus preciosos instrumentos monitores se esparcían en todas direcciones. Apretó los dientes, sintiendo un dolor mental ante el sonido horripilante del metal torturado. Toda clase de chispas de fuego y fragmentos de rojo vivo rociaron la plataforma y le agujerearon el mono de trabajo con incontables pequeños agujeros.

El coronel Nash y sus asistentes permanecían arrinconados en un extremo lejano de la plataforma, con los rostros pálidos y las manos tapándose los oídos, mientras que alguna especie de instrumento productor de espantosos ruidos parecía desde lo alto dirigir hacia ellos terroríficos sonidos directamente sobre sus cabezas. Bajo sus pies, el polvo se levantaba y revolvía con un olor repulsivo y miasmático, reminiscencia del kakodilo y el mercaptán, productos que era preciso olerlos, para creerlo.

Antes de que Fritz tuviese tiempo de comprobar la sonrisa que surgía de su interior, ya entraba otro tren en la estación, pero éste luchando consigo mismo con un chirrido que ponía un escalofrío en la espina dorsal, al utilizar unos invisibles frenos que valientemente mataron el momentum físico de la velocidad. Fritz chirrió los dientes y observó la forma en que se fue deteniendo a poca distancia en forma tan increíble. Con sus monitores fuera de servicio, tuvo que verse forzado a estimar la velocidad del vehículo mentalmente y calcular una suposición a bulto de las fuerzas que habrían actuado sobre los pasajeros en tan drástica reducción de velocidad.

La respuesta le dijo más acerca de la fisiología de los habitantes de Tazoo, que cuanto Nevill había deducido en sus investigaciones en los doce meses anteriores.

De repente, la energía cesó y sus ojos se vieron forzados a adaptarse a la relativa lobreguez de los focos terrestres. Los oídos le silbaban todavía, doliéndole por la prueba sufrida mientras que el calor y la humedad intolerablemente reinantes le hicieron sentirse como un ocupante de algún baño turco. El coronel Nash se puso torpemente en pie con una expresión totalmente ilegible en su rostro, comenzando a moverse cuidadosamente entre los trozos de metal fundido salpicados por la plataforma. Sus ayudantes, faltos de su aplomo, aparecían abiertamente expresando el alivio experimentado al fin de aquella prueba y se dieron prisa hacia la salida.

Nash se dirigió rectamente hacia el ingeniero.

—Van Noon...

—¿Señor? —Fritz le saludó brevemente, mientras trataba de mantener en equilibrio un analizador de espectros de audición-frecuencia que se hallaba en peligro de caer desde la plataforma hasta el lecho del túnel.

—Le debo una explicación —dijo el coronel—. ¡Señor, ha sido algo terrible! Pero me ha dado usted una base sólida en qué pensar. No estoy diciendo que no me advirtiese... pero, ¿dónde diablos ha obtenido usted esa fuente de energía?

—Le informaré detalladamente, señor, en cuanto concluya lo necesario.

—Muy bien, teniente —dijo el coronel—. Habrá una conferencia del Estado Mayor mañana a las tres en mi oficina. Le apreciaré mucho sus informes.

Se volvió para marcharse y mientras se alejaba, Fritz se dio cuenta de que un zumbador insistía con urgencia.

—Fritz, ¿te encuentras bien?

—Lo preciso. Ha sido terrible, muchacho. Todo se ha producido al menos con una rapidez cinco veces mayor de lo que hubiera ocurrido en la Tierra y por lo menos, veinte veces más ruidoso, para no hablar del calor. Si esto es una muestra de lo que es este ferrocarril subterráneo abandonado en Tazoo, espero que jamás estaría en condiciones de soportarlo por una hora siquiera.

—Tengo noticias para ti —le dijo Jacko—. Tuvimos dificultades aquí sobre los cables que temporalmente tendimos. De acuerdo a nuestros cálculos, sólo estábamos en disposición de suministrar el cuarenta y cinco por ciento de la carga estimada globalmente. Si quieres subir un momento, te daré una demostración de lo que sería con el ciento por ciento de carga.

—No te molestes —se apresuró Fritz a responder—. Para eso necesitaría algunos repetidores y equipo telemétrico además de algunas cámaras de TV. Desde luego no voy a quedarme para presenciar lo que sería una carga del ciento por ciento.

—¿Has descubierto algo?

—Bastante. Inicialmente, la debilidad potencial de este sistema, quedaría confinada sólo a los pasajeros. Los habitantes de Tazoo, utilizaron aparentemente una adaptación de motores de tracción lineales de corriente alterna, con el fondo del canal como elemento reactivo. Sobre el mismo principio, utilizaron un flujo magnético de repulsión para elevar el tren sobre el terreno, por lo que virtualmente discurría cerniéndose en un campo de flujo magnético. Sospecho que el mismo principio tendría que actuar operando en cada lado y hacia el centro del tren con respecto a las paredes del túnel, sólo que no hemos dispuesto de suficiente corriente para hacerlo totalmente efectivo. Tenemos que pensar en esto, es una idea condenadamente buena. Un tren que transcurre mecánicamente sin fricción soportando su campo de tracción, solamente por inercia, la resistencia al aire y la pérdida de velocidad que suponen los sistemas de tracción por contacto. No puedo comprender todavía cómo fue dispuesta la corriente; pero debe ser también por inducción. Es suficiente que te diga que pronto estaremos en condiciones de solucionarlo y utilizarlo también nosotros para nuestros propios fines.

—Bueno —convino Jacko— sólo que me parece difícil comprender cómo va a lograrse. Nos han pedido un sistema de transporte, y nosotros le estamos ofreciendo un Metro con todas sus comodidades en forma de rutas limitadas y puntos limitados de acceso. ¿Hasta qué extremo supones que va eso a satisfacer a Nevill?

—Cuando menos, para toda su vida, diría yo —dijo Fritz—. La construcción de un tren metropolitano es un gran logro en cualquier cultura, requiriendo, como es natural, la coordinación de una considerable cantidad de recursos tecnológicos, por consiguiente, se construye para conectar entre sí puntos que son suficientemente importantes para garantizar tal conducta. Demos a Nevill un Metro funcional bajo su ciudad y tendrá inmediato acceso a todos los puntos de la ciudad que los habitantes de Tazoo consideraron que valía la pena de ser visitados o alcanzados. No sólo dispondrá de un sistema de transporte, sino de una clave importantísima que le explicará la psicología y las costumbres culturales de los propios habitantes de Tazoo.

* * *

Cuando Fritz llegó, la conferencia del Estado Mayor estaba ya reunida y el ingeniero sintió y pudo percibir claramente que además estaba enfrascada en discusiones desde hacía bastante tiempo antes de su llegada. Nevill aparecía atareado rebuscando y anotando datos entre un formidable montón de papeles y documentos. El coronel Nash ocupaba la presidencia.

—Ah, teniente, tome un asiento. Espero que nos diga la forma en que llegó a descubrir esa formidable fuente de energía, que le ha capacitado para darnos esa impresionante demostración la noche pasada en el ferrocarril subterráneo.

—Puedo hacer algo más que eso, señor —dijo Fritz—. Creo que puedo añadir bastante del conocimiento que poseían los propios habitantes de Tazoo. Pero comencemos con las arpas... las arpas de Tazoo. Comprobé súbitamente lo que significaban.

—¿Y qué eran, pues?

—Convertidores mecanoeléctricos de energía, o si lo prefiere, generadores piezoeléctricos. Las arpas son sencillamente conjuntos de cristales piezoeléctricos altamente eficientes, operados por la vibración de las cuerdas del arpa. Las cuerdas están puestas en esas arpas para vibrar por la acción de los fuertes vientos nocturnos de este planeta.

—Yo no soy un científico —confesó el coronel Nash— pero habría pensado que los efectos piezoeléctricos eran escasamente de suficiente magnitud para ser útiles en la conversión de energía a semejante escala.

—Es una común mala interpretación. Incluso nuestras cerámicas ferroeléctricas de la Tierra relativamente poco desarrolladas, son capaces de algo mejor que la generación de energía en una densidad de dieciséis vatios por centímetro cuadrado, que suministran las células solares. Los cristales de Tazoo, son capaces de engendrar ochenta vatios por centímetro cuadrado y con una eficiente conversión de algo más del noventa y cinco por ciento, una eficiencia que incluso los más avanzados reactores de plasma oscilantes de la Tierra son incapaces de generar. La conversión mecanoeléctrica ha tenido siempre una línea altamente prometedora de desarrollo; pero que ha sido descuidada por el hecho de que en la Tierra existió siempre una escasez de recursos a gran escala de energía mecánica de útil frecuencia. Los habitantes de Tazoo lo hicieron a escala gigantesca, utilizando un nivel medio de energía al aprovechar los vientos para activar las cuerdas de las arpas. Un arpa de Tazoo en una noche típica de los terribles vientos que azotan su superficie, es capaz de lograr una energía que se aproxima a dos kilovatios. Esto hace que se obtenga un megavatio de energía por cada kilómetro cuadrado de llanura equipada con esas arpas.

—¿Está usted seguro de lo que dice, Fritz?

—Completamente seguro. Proporcionamos energía al ferrocarril subterráneo encordando algunas de las arpas que existen por las llanuras circundantes.

—Pero la potencia y rendimiento ¿no varía con la fuerza del viento?

—Sí, pero con las arpas diseminadas en una amplia zona, las variaciones por término medio funcionan bastante bien.

—Pero... ¿cómo puede obtenerse energía cuando no había viento?

—No se obtenía, por supuesto —dijo Fritz—. No hemos encontrado nada que indicase cualquier intento de almacenar la energía ni sugerencia alguna de un suministro alterno. Cuando el viento se detenía, todo se detenía. Así, por hábito, si no por naturaleza, los habitantes de Tazoo eran criaturas de vida nocturna.

—Pero eso es ridículo —dijo Nevill—. Sigo sin concebir todavía que pudieran sembrar literalmente inmensas zonas con transductores generadores de electricidad.

—¿Por qué no? No tenían grandes necesidades de vivir al exterior. En conjunto, su entorno nativo les resultaba absolutamente intolerable.

Nevill replicó con agudeza:

—Eso es una declaración altamente especulativa. ¿Cómo has podido llegar a semejante conclusión?

—Es simple. Primeramente, estaban casi ciegos; de aquí la necesidad de tan terrible iluminación, tal como la hemos hallado en el subterráneo del Metro. Si mis cálculos son correctos, incluso a la luz del mediodía de la superficie del planeta, la visión de sus habitantes resultaría casi lóbrega. En segundo lugar, la temperatura del ferrocarril subterráneo es tan elevada, que hace creer como una suposición muy razonable que no podían tolerar las temperaturas exteriores mucho tiempo. Tenían un cuerpo de muy escasa masa y presumiblemente deberían enfriarse rápidamente.

—¡Increíble! —exclamó Nevill—. Yo sabía que tenían un esqueleto frágil y de pequeños huesos; pero la masa del cuerpo...

—Si hubieras visto las formas de aceleración y deceleración de un ferrocarril subterráneo de Tazoo, pronto habrías comprendido que sólo unas criaturas de pequeña masa corporal, habrían podido sobrevivir a ellas.

—Está bien —intervino entonces el coronel Nash—. Parece que tiene usted a la mano todas las respuestas. Tal vez, esté en condiciones de explicarnos por qué se extinguieron los habitantes de este planeta.

—Podría hacer una suposición muy aproximada a la realidad verdadera de la cuestión. Los habitantes de Tazoo eran criaturas dependientes de la energía por las razones ya expuestas. Habían llegado a un punto en su evolución social, en que no podían existir sin energía para la luz y el calor precisados vitalmente, habiendo presumiblemente alcanzado un punto muerto, esto es, un callejón sin salida en su evolución, que llegó a desfasarles, por decirlo así, con su entorno nativo. Y ahora, recuerden ustedes que dependían de la energía solamente proveniente de sus arpas, no disponiendo de otros recursos alternativos, ni de combustible fósil o de origen nuclear. Recuerden también que las estructuras de las arpas estaban hechas de palo de hierro, una madera durísima procedente de los árboles de sus bosques y que tenían en grandes cantidades adornando las llanuras. Estoy seguro que incrementaron su energía disponible, aumentando las zonas a expensas de los árboles, hasta que llegado cierto punto de su historia, comenzó la erosión del suelo. Normalmente, la erosión del suelo es un fenómeno reversible, si se toman las necesarias medidas para combatirla; pero...

—¿Y bien? —preguntó Nash.

—La erosión del suelo, deja paso a la invasión de la arena, y el viento con la arena, conspiraron para corroer y destruir las cuerdas de las arpas. El fracaso de las arpas, supuso la pérdida de la energía precisada, una energía que precisamente faltaba para haber purificado el agua de los mares y haber podido irrigar las zonas de los bosques y combatir la erosión del suelo. El proceso se desenvolvió en un círculo vicioso... más arena, menos arpas y cuantas menos arpas, más arena y así hasta el infinito. Cada día la situación debió ir empeorándose y la arena fue robándoles la energía que necesitaban para combatir su formación. Cuando la arena creció lo suficiente hasta un extremo de ruina, llegó también el momento en que las semillas de esos árboles de palo de hierro resultaron estériles y los bosques fueron muriendo gradualmente. Los habitantes de Tazoo, encarados con una gradual e inalterable pérdida de energía vital, tomaron el único camino que les quedaba... trataron de emigrar a las regiones tropicales donde el clima era benigno para soportar su vida, sin necesidad de esa energía tan vitalmente indispensable aquí. La Historia parece registrar que algunos de ellos llegaron hasta allá, lo que no resulta sorprendente cuando se considera que el viento nocturno es capaz de barrerlo todo de la faz de este planeta, por lo que de haber llegado a las regiones tropicales, debieron ser poquísimos.

Se produjo un denso silencio durante unos instantes.

—¿Y las arpas? —preguntó Nash—. ¿Eran sólo su única fuente generadora de energía?

—No hemos hallado nada que indique otra cosa.

—¡Lástima! Philip Nevill había llegado casi a persuadirme hacia un proyecto más ambicioso. De resultas de su demostración, tanto de energía como de producción y un potencial sistema de transporte. Philip estaba proponiendo el volver a establecer la ciudad de Tazoo, inicialmente para saciar el interés de los arqueólogos en obras y trabajos extraterrestres y después, más tarde, el establecimiento de una colonia permanente y una base de abastecimiento para las naves del espacio que se dirigen hacia el Borde.

—¿Quiere usted decir repoblar todo esto... y volverlo a poner en marcha, convirtiendo esta ciudad en una metrópoli viva?

—Con el tiempo suficiente, sí. De ser posible, podrían ser irrigados esos desiertos y volver a ganar la fertilidad de esas vastas llanuras. Es una gran lástima que tenga usted tan admirables razones para que tal cosa no pueda llevarse a cabo.

—Pero yo no he afirmado eso; puede hacerse —dijo Fritz— contando con tiempo suficiente y aplicando el trabajo necesario para encordar de nuevo las arpas; habría energía bastante para suministrar la fuerza necesaria para toda la ciudad y una docena de otras más.

—Bien, pero yo pensé que las tormentas de arena...

—Arruinaron las cuerdas de las arpas, en efecto. Sí, así ocurrió, pero esto fue posible antes de que viniera Fritz Van Noon. Los tazonianos utilizaron probablemente unas cuerdas de metal al desnudo, posiblemente hechas de titanio, susceptibles a la abrasión. Recuerden ustedes que, no teniendo química orgánica de la que pueda hablarse, no dispusieron de materias plásticas. Estamos utilizando ahora un cable de acero altamente elástico recubierto de una mezcla de polisiliconas elastómeras cuya combinación las vuelve altamente resistentes a la abrasión, y que puede proporcionar muchos años de servicio, sin dificultades. Desgraciadamente, esa recubierta disminuye su capacidad de vibración; pero piensen que así y todo no nos es precisa tanta cantidad de luz ni de calor como la que precisaron los tazonianos.

—¿Y cree usted realmente que los tazonianos se extinguieron por falta de revestimiento para esos cables de las arpas?

—Sí, precisamente por eso. Y dejemos que constituya una lección para nosotros mismos. No sabemos qué factores pueden estar faltando en nuestra tecnología para que cuando lleguen nos encaremos con una nueva e inesperada crisis. Nuestro desarrollo es probablemente de la misma suerte que la de los tazonianos, aunque en otra dirección distinta. Por consiguiente, nada, sino beneficio, puede provenir de la completa asimilación de cada fase de la ciencia y de la tecnología de los que habitaron Tazoo, en nuestro propio provecho. Si la colonización puede hacer eso, yo veré después que tengan ustedes la energía necesaria para colonizar.

—Vaya, por tener necesidad de un clavo... —dijo Nevill especulativamente.

—Fritz —dijo el coronel Nash—, he estado pensando respecto a usted sobre la posibilidad de una permanente Ingeniería no Ortodoxa como una rama importantísima de la fuerza Exploratoria Terrestre, en vez de constituir simplemente una sección de la Reserva de Ingeniería. ¿Qué le parece esto? Por supuesto, eso significa un gran ascenso...

—Personalmente yo daría la bienvenida a tal idea, señor —repuso Fritz—, pero me temo que ya he aceptado otra empresa en el planeta Tiberius II. Están tratando de establecer un sistema de monorraíl allá.

—Comprendo. Pero ¿qué puede haber en ese sistema de monorraíl en el sistema de Tiberius II que requiera su peculiar talento?

Fritz tosió discretamente.

—Creo que hay algo muy particular respecto a la gravedad del planeta. Aparentemente, cambia de dirección en setenta grados cada martes y jueves por la mañana —repuso y se dirigió resueltamente a buscar su chaquetón de viaje espacial.