El hombre que fue buscado
Arthur Whitaker
Este pastiche fue considerado como un relato auténtico escrito por Arthur Conan Doyle, e incluso fue publicado por la revista Cosmopolitan en Agosto de 1948 y en el Sunday Dispatch de Enero de 1949 con su nombre. El autor real fue Arthur Whitaker. En 1910, Whitaker, un arquitecto sin empleo, escribió el relato y lo envió a Conan Doyle, sugiriéndole que podía colaborar con él. Sir Arthur, en una carta respetuosa, declinó la oferta y le sugirió que desarrollara la historia por su cuenta con personajes propios o que aceptara 10 Libras por el relato, aunque no le garantizaba que fuera a utilizarlo alguna vez. Whitaker aceptó las 10 Libras, y se guardó una copia del relato y la carta de Conan Doyle.
Olvidado entre los papeles de Doyle después de su muerte en 1930, la aventura fue descubierta por Hesketh Pearson mientras buscaba documentación para una biografía. Pearson reveló su descubrimiento en el Strand de Agosto de 1943.
John Dickson Carr, en su Life of Conan Doyle (1949), se refiere a este relato: "Él nunca intentó forzar ningún relato. Rechazó una historia de Holmes, "El Hombre Que Fue Buscado". Desde que se publicó, aquellos que lo hemos leído podemos decir que la idea central, (cómo puede un hombre desaparecer de un barco, estando constantemente vigilado) es tan interesante como la del relato sin escribir del señor James Phillimore. . . Pero está escrito accidentalmente, casi con impaciencia, con la mente del autor puesta en otros asuntos. "De todos modos, Carr no estaba en lo cierto en sus comentarios, ya que este relato ya había sido publicado en América, y ya era bastante general el conocimiento de su autora. Los editores americanos habían acosado a Deis Conan Doyle, que era el albacea testamentario de Arthur Conan Doyle, para que les permitiera editar "el relato perdido". Finalmente, Deis sucumbió a las ofertas del Hearst Group de Nueva York y permitió la publicación en la revista The Cosmopolitan, en Agosto de 1948. Naturalmente, la publicación fue anunciada a los cuatro vientos: ¡El detective más famoso de todos los tiempos resuelve su último caso! El reciente descubrimiento del relato nunca publicado de Sherlock Holmes". Whitaker, que por aquel entonces estaba retirado, escribió a los albaceas de la herencia de Doyle, demostrando su autoría y causando complicaciones a sus herederos, quienes decidieron darle 150 Libras para que guardara silencio.
El relato está escrito en un perfecto estilo Watsoniano y presenta el caso de un criminal que roba a doce bancos falsificando cheques, que logra huir de la justicia hasta que Holmes revela su paradero.
EL HOMBRE QUE FUE BUSCADO
A finales del otoño del noventa y cinco un suceso afortunado me permitió tomar parte en otro de los fascinantes casos de mi amigo Sherlock Holmes.
Hacía tiempo que mi mujer no se encontraba muy bien de salud, y conseguí persuadirla de que se tomara unas vacaciones en Suiza con su compañera de escuela Kate Whitney, cuyo nombre podrá reconocer el lector relacionado con el extraño caso que ya he narrado con el título de "El Hombre del Labio Retorcido". Mi clientela había aumentado bastante, y hacía muchos meses que estaba trabajando duro y no había pensado en la necesidad de descansar o tomar unas vacaciones. Desgraciadamente, no podía ausentarme de mi consulta por un periodo largo y garantizarle a mi mujer que le visitaría en los Alpes. De cualquier modo, le prometí que me tomaría una semana o diez días de descanso, y únicamente así fue como ella consintió en viajar hasta Suiza. Uno de mis mejores clientes estaba en estado crítico en aquellos tiempos, y hasta pasado el mes de Agosto no pasó la crisis y empezó a recuperarse. Creyendo que ya podía dejar mi consulta en manos de un locum tenens, empecé a preguntarme cómo y dónde podría conseguir el descanso y el cambio que necesitaba.
De repente me vino la idea de que podía ir a visitar a mi viejo amigo Sherlock Holmes, de quien hacía bastantes meses que no sabía nada. Si no tenía ningún asunto importante entre manos, podía persuadirle para que me acompañara.
Media hora después estaba en la puerta de las viejas habitaciones de Baker Street.
Holmes estaba tendido en el sofá de espaldas a mí, con su batín y su vieja pipa de brezo igual que en los viejos tiempos.
"Adelante, Watson", me dijo sin volverse. "Entre y dígame qué buenos vientos le traen por aquí".
"¡Qué oído tiene, Holmes!", dije. "Creo que yo no podría reconocer sus pasos tan fácilmente".
"Ni yo los suyos," dijo, "si no hubiera subido los escalones de dos en dos con la familiaridad de un viejo inquilino; incluso entonces tampoco estaría seguro, pero cuando ha tropezado con el nuevo felpudo que hay fuera desde hace tres meses, no necesitaba más presentaciones.
Holmes sacó dos o tres cojines de la pila en la que descansaba y los tiró al sofá. "Siéntese, Watson, y acomódese usted mismo; encontrará cigarrillos en la caja que hay detrás del reloj".
Una vez acomodado, Holmes me miró caprichosamente. "Siento decepcionarle, amigo mío", dijo. "Hace tan sólo media hora he recibido un telegrama que me impedirá unirme a usted en ese viaje que iba a proponerme".
"Realmente, Holmes," dije, "¿no cree que es ir un poco lejos? Empiezo a creer que es usted un fraude y aparenta descubrir cosas mediante la observación, cuando, en realidad, lo que realmente hace es usar sus dotes de clarividencia".
Holmes sonrió. "Conociéndole como le conozco es absurdamente simple", dijo. "Sus horas de consulta son de cinco a siete, usted ha entrado sonriente en mi habitación a las seis en punto. Así que debe tener un locum. Tiene buen aspecto, aunque cansado, así que la razón obvia es que quiere tomarse unas vacaciones. El termómetro clínico que se ve en su bolsillo, demuestra que ha estado hoy en la consulta, por lo que es bastante evidente que sus vacaciones empiezan mañana. Cuando, en esas circunstancias, viene de repente a mis habitaciones, después de casi tres meses, con una nueva Bradshaw y un catálogo de excursiones en el bolsillo de su abrigo, es más que probable que haya venido con la idea de sugerirme una excursión conjunta".
"Totalmente correcto", dije, y le expliqué en pocas palabras mis planes. "Y estoy muy decepcionado", concluí, "porque no puede acompañarme en mis planes".
Holmes cogió un telegrama de la mesa y lo miró pensativamente. "Si la investigación que promete esto tuviera tanto interés como los casos en que trabajamos juntos, nada me complacería más que convencerle para que se uniera a mí otra vez; pero me parece que no es así, parece un asunto bastante sencillo". Hizo una bola con el papel y me lo tiró.
Lo cogí y leí: "Para Holmes, 221B Baker Street, London, S.W. Por favor venga a Sheffield para investigar caso de falsificación. Jervis, Director British Consolidated Bank".
"Le he telegrafiado diciéndole que llegaré a Sheffield con el expreso que sale de St. Pancras a la una y media de la madrugada", dijo Holmes. "No puedo ir antes porque esta noche tengo una cita muy interesante en el East End, que me proporcionará la última información que necesito para seguir la pista del autor de un atrevido robo en el Museo Británico, el cual sé que tiene título nobiliario y una preciosa casa en la región, a la vez que una insaciable codicia, casi maniática, por coleccionar documentos antiguos. Pero antes de meternos de lleno en el asunto de Sheffield, quizá será mejor ver que dicen de él en los periódicos de la tarde", continuó Holmes, cuando entraba el botones con el Evening News, el Standard, el Globe y el Star. "Ah, debe ser esto", dijo señalando un artículo cuyo encabezado decía: "Extraordinario Caso de Falsificación en Sheffield".
Cuando íbamos a preparar la edición nos han informado de una serie de estafas realizadas en bancos de Sheffield con cheques muy bien falsificados por sumas que nunca han bajado de seis mil libras esterlinas. Aún no se ha podido calcular la magnitud del fraude, y los directores de los diferentes bancos implicados, que han sido entrevistados por nuestro corresponsal en Sheffield, han sido muy reticentes en sus respuestas.
Parece ser que un caballero, Mr. Jabez Booth, residente en Broomhill, Sheffield, que trabajaba en el British Consolidated Bank de Sheffield desde Enero de 1881, fue descubierto cobrando un número importante de cheques muy bien falsificados de doce de los principales bancos de la ciudad y de Londres escondiendo las pruebas.
La estafa ha estado muy bien preparada y estudiada. Mr. Booth, tenía, desde su empleo en uno de los principales bancos de Sheffield, muchas oportunidades de estudiar las firmas falsificadas, y tenía facilidades para hacer efectivo el cobro de los cheques abriendo cuentas en los doce bancos en los que se presentaron los cheques falsificados, dado que era conocido personalmente en todos ellos.
La confirmación de las sospechas ha llegado cuando se ha descubierto que cruzaba los cheques falsificados pagándolos por medio de su cuenta, mientras, que a la vez, cobraba un cheque de su propia cuenta por un importe equivalente a la mitad del de los cheques falsificados.
No ha sido hasta hoy, Jueves, que se ha descubierto el fraude, lo que significa que el individuo ha tenido veinticuatro horas para preparar su huida. A pesar de todo, no creemos que tenga éxito en su fuga y será atrapado pronto, ya que los mejores agentes de Scotland Yard ya están en el caso, y posiblemente Mr. Sherlock Holmes, el conocido y mundialmente famoso detective de Baker Street, también ha sido requerido para colaborar en la captura de este gran estafador.
"Después sigue una detallada descripción del individuo, que no necesito leer, pero que guardaré para más adelante", dijo Holmes, dejando el periódico y dirigiéndome la mirada, "Parece que es un pequeño y atractivo caso. Este Booth no será fácil de atrapar, a pesar de que creo que no ha tenido mucho tiempo para huir, no hemos de olvidarnos de que ha tenido doce meses para preparar el modo de hacerlo cuando llegara el momento. ¡Bien! ¿Qué me dice, Watson? Algunos de los pequeños casos que resolvimos en el pasado no parecían muy atractivos cuando los aceptamos y acabaron siendo bastante sorprendentes."
"Tan lejos, y a la vez, tan cerca, parafraseando a Sam Weller". Contesté, "Personalmente, nada me satisfaría más que acompañarle".
"Delo por hecho", dijo mi compañero. "Y ahora tengo que acabar con el otro pequeño asunto del que le he hablado. Recuerde", dijo cuándo se iba, "una y media en St. Pancras."
Llegué al andén a tiempo, pero no fue hasta que las manecillas del gran reloj de la estación marcaron la hora exacta de salida y los mozos habían cerrado las puertas del vagón de equipajes, que vi la alta figura de Holmes.
"¡Ah, está usted ahí, Watson!", gritó alegremente. "Tenía miedo de que pensara que iba a llegar demasiado tarde. Tuve una tarde muy ocupada, sin un momento libre; de todos modos, he conseguido poner en práctica la teoría de Phileas Fogg de que "lo poco bien hecho es suficiente", y aquí estoy."
"Lo último que esperaría de usted", dije mientras nos sentábamos uno frente al otro en un compartimento vacío de un vagón de primera clase, "sería que hiciese algo tan poco metódico como perder un tren. De hecho, lo único que me habría sorprendido más, habría sido verle en la estación diez minutos antes de la hora".
"Creo que éste es el gran defecto que tenemos los dos", dijo Holmes seriamente. "Pero ahora debemos dormir, tenemos un pesado día por delante".
Una de las grandes características de Holmes era que podía dormirse cuando quería, desafortunadamente podía resistir bastante a esta necesidad y a menudo tuve que recriminarle lo que estaba haciendo consigo mismo, cuando, sumergido en uno de sus extraños o complicados casos, permanecía varios días con sus noches sin echar una cabezada.
Apagó las luces, se acomodó en su rincón, y en menos de dos minutos su respiración regular me indicó que ya estaba dormido. Al no estar bendecido con este don, estuve sentado en mi esquina durante un rato, cabeceando al ritmo de las vibraciones del expreso mientras avanzaba en la oscuridad. Cuando pasábamos por una estación brillantemente iluminada o por un paso con iluminación, podía ver la fugaz figura de Holmes cómodamente enroscada en la otra esquina del compartimento con la cabeza apoyada en su pecho.
Cuando pasamos Nottingham fue cuando pude conciliar el sueño y, cuando una sacudida del tren más fuerte de lo normal me despertó, ya era pleno día, y Holmes está sentado con una guía Bradshaw y una guía de barcos. Al moverme, él se acercó.
""Si no estoy equivocado, Watson, éste era el túnel Dore and Totley, por lo tanto estaremos en Sheffield en pocos minutos. Como puede ver no he estado perdiendo el tiempo del todo, he estudiado mi Bradshaw, que, Watson, es el libro más útil, sin excepción, para alguien como yo."
"¿Cómo le puede ayudar?", le pregunté.
"Puede y no puede", dijo Holmes pensativamente. "Pero de todos modos es bueno tener a mano todo lo que nos pueda servir. Es bastante probable que este Jabez Booth pueda haber decidido dejar el país y, si la suposición es correcta, habrá preparado la fuga con la detallada información de este libro. He leído en este ejemplar del Sheffield Telegraph que he comprado en Leicester, cuando usted estaba profundamente dormido, que el señor Booth cobró el último de sus cheques falsificados en el North British Bank de Saville Street a las catorce cincuenta del pasado miércoles. Hizo la ronda por varios bancos en un hansom, y le llevaría unos tres minutos para ir desde este banco a la estación. Una vez he ordenado los bancos que visitó, he visto que hizo un circuito que acababa en el punto más cercano a la estación, al que podía haber llegado a las catorce y dieciocho. Más tarde he observado que a las catorce y veintidós partía un barco desde Sheffield, que llega a Liverpool a las dieciséis y veinte, y que conecta con el Empress Queen de la línea White Star, y sale de Liverpool hacia Nueva York a las dieciocho treinta. Si no, a las catorce cuarenta y cinco sale un barco desde Sheffield hasta Hull, donde llega a las dieciséis treinta, justo a tiempo para tomar un barco hasta Holanda, el Comet, que sale a las dieciocho treinta hacia Amsterdam.
Hasta aquí tenemos dos posibles vías de escape, las más probables".
Holmes acabó de hablar cuando el tren se detenía.
"Casi las cuatro y cinco", dije.
"Sí", dijo Holmes, "hemos llegado exactamente un minuto y medio antes de tiempo. Y ahora le propongo tomar un buen desayuno, con una taza de buen café, ya que aún tenemos unas horas por delante".
Después de desayunar fuimos primero a la jefatura de policía donde vimos que no había sucedido nada más en relación con el caso que veníamos a investigar. El señor Lestrade de Scotland Yard había llegado la tarde anterior y había asumido oficialmente el caso.
Obtuvimos la dirección del señor Jervis, el director del banco en el que Booth había trabajado, y también la de su casera en Broomhill.
Un hansom nos llevó hasta la casa del señor Jervis en Fulwood a las siete treinta. Holmes insistió en que le acompañara, y los dos estuvimos esperando en una amplia sala hasta que el banquero nos recibió.
El señor Jervis, un fuerte y vigoroso caballero de unos cincuenta años, aparecía en la sala al poco tiempo. Tenía un aspecto de prosperidad, aunque en ese momento parecía bastante preocupado.
"Perdonen por haberles hecho esperar, caballeros", dijo, "pero es que aún es muy temprano".
"Desde luego, señor Jervis", dijo Holmes, "somos nosotros quienes hemos de disculparnos. De todos modos, es necesario que le haga unas pocas preguntas con relación al asunto del señor Booth, antes de que entre de lleno en el caso, y por eso le hemos tenido que molestar a estas horas".
"Responderé a sus preguntas con mucho gusto", dijo el banquero, mientras jugaba con la cadena de su reloj de bolsillo.
"¿Cuándo entró a trabajar el señor Booth en su banco?" Dijo Holmes.
"En Enero de 1881".
"¿Sabe dónde vivía cuándo llegó a Sheffield?"
"Alquiló unas habitaciones en Ashgate Road, y ha vivido allí desde entonces".
"¿Sabe algo de su vida antes de que viniera aquí?"
"Me temo que muy poco, aparte de que sus padres están muertos, y de que vino con unas buenas referencias de nuestra sucursal de Leeds, no sé nada más".
"¿Era formal y seguro?"
"Era uno de los mejores y más activos empleados que he tenido".
"¿Sabe si hablaba algún otro idioma aparte del inglés?"
"Me parece que no. Tenemos un empleado que se ocupa de la correspondencia que recibimos del extranjero, y sé que Booth le pasaba documentos en varias ocasiones para que los tradujera."
"Con su experiencia en asuntos bancarios, señor Jervis, ¿cuánto tiempo cree que puede transcurrir entre la presentación de los cheques falsificados y su detección?"
"Bien, depende de varias circunstancias", dijo el señor Jervis. "En el caso de un único cheque pueden pasar una o dos semanas, a menos que las cantidades sean tan grandes como para llamar la atención, en cuyo caso probablemente no los habría cobrado hasta que se hubiera hecho la investigación. En el presente caso, después de doce cheques falsos, era bastante difícil no detectar alguno en veinticuatro horas y descubrir el fraude. Nadie podría suponer que la estafa continuaría sin descubrirse por más tiempo".
"Gracias," dijo Holmes, levantándose. "Esto era todo lo que quería preguntarle. Le comunicaré todas las noticias importantes que vaya acumulando".
"Le estoy profundamente agradecido, señor Holmes. Este caso nos está creando mucha ansiedad. Lo dejamos enteramente en sus manos para que haga lo que considere oportuno. Oh, pasaré instrucciones a la casera del señor Booth para que no toque nada de las habitaciones de Booth hasta que usted pase a examinarlas."
"Eso es muy acertado por su parte", dijo Holmes, "y puede ayudarnos bastante".
"Daré instrucciones a mi compañía", dijo el banquero cuando nos despedíamos, "para que tomen nota de los gastos que pueda originar la investigación y se los hagan efectivos".
Un rato después estabamos llamando a la campanilla de la casa de Ashgate Road, en Broomhill, en la que el señor Booth había vivido los últimos siete años. Nos recibió una mujer que nos informó que la señora Purnell estaba atendiendo a un caballero en el piso de arriba. Cuando le explicamos qué nos llevaba hasta allí, nos acompañó hasta las habitaciones del señor Booth, en el primer piso, donde encontramos a la señora Purnell, una rolliza y pequeña mujer de unos cuarenta años, hablando con Lestrade, que parecía que había acabado sus averiguaciones en las habitaciones.
"Buenos días, Holmes," dijo el detective, con un aspecto satisfactorio. "Llega un poco tarde; ya tengo toda la información necesaria para coger a nuestro hombre".
"Me alegra oírlo", dijo Holmes irónicamente, "y debo felicitarle profundamente si es así. Quizá después de que yo eche una ojeada podamos comparar nuestras notas".
"Como usted quiera", dijo Lestrade, con el aire de alguien que quiere ser gracioso. "Sinceramente creo que está usted perdiendo el tiempo, y lo creerá cuando sepa lo que he descubierto".
"Sólo le pido que me dé este capricho", dijo Holmes, yendo hacia la repisa de la chimenea y silbando suavemente mientras miraba la habitación.
Al cabo de un rato se volvió hacía la señora Purnell. "¿Los muebles de esta habitación son de su propiedad?"
La señora Purnell asintió.
"El cuadro que descolgaron de la repisa de la chimenea el miércoles por la mañana", continuó Holmes, "era del señor Booth, supongo ¿no?"
Seguí la mirada de Holmes buscando cualquier pista en la pared que indicara que había habido un cuadro allí. Aplicando los métodos de mi amigo, no pude descubrir hasta ese momento los hilillos de una telaraña que había donde tenía que estar ubicado el cuadro y que le llevó a deducir que se había descolgado antes de que la señora Purnell recibiera instrucciones de no tocar nada en la habitación, de lo contrario su cepillo, evidentemente la habría eliminado.
La buena mujer miraba asombrada a Sherlock Holmes. "El señor Booth lo descolgó el miércoles por la mañana", dijo. "Era un cuadro que había pintado él mismo, y creo que no estaba acabado. Lo cogió y se lo llevó diciéndome que se lo llevaba a un amigo. Me sorprendió mucho, ya que le tenía mucho aprecio, de hecho una vez me dijo que no iría a ningún sitio sin él. Ahora sé por qué no se deshacía de él".
"Sí," dijo Holmes. "No era un cuadro grande. ¿Era una acuarela?"
"Sí, era una pintura de un páramo con tres o cuatro rocas que sobresalían en una colina pelada. El señor Booth le llamaba Druídicas o algo así."
"¿Pintaba mucho, el señor Booth?", preguntó Holmes.
"Nada mientras estuvo aquí, señor. Me dijo que lo hacía por afición, pero que lo había dejado."
Los ojos de Holmes seguían inspeccionando la habitación, y se le escapó una exclamación de sorpresa cuando vio una foto encima del piano.
"Seguro que esta foto es del señor Booth", dijo. "Se parece a la descripción que tenemos de él".
"Sí", dijo la señora Purnell, "sí, y además es muy buena".
"¿Cuánto hace que está hecha?", dijo Holmes mientras la cogía.
"Hace pocas semanas, señor. Yo estaba aquí cuando el chico del fotógrafo la trajo. El señor Booth abrió el paquete mientras yo estaba en la habitación. Sólo hay dos copias, esta y otra que me dio a mí."
"Esto es muy interesante", dijo Holmes. ¿Este traje a rayas que lleva es el mismo que llevaba cuando se fue el miércoles por la mañana?"
"No lo sé, lo siento, señor. Cuando le traje su taza de chocolate a la habitación, ..." dijo.
"Un momento", interrumpió Holmes. "¿Normalmente tomaba una taza de chocolate por las mañanas?"
"Oh, sí, señor. Tanto en invierno como en verano. Era muy minucioso con eso, y tan pronto como se levantaba llamaba para que se la subiéramos. Creo que prefería perder el desayuno antes que su taza de chocolate. Bueno, como le iba diciendo, señor, la subí el miércoles por la mañana, y él me hizo algún comentario sobre el tiempo, y justo cuando me iba de la habitación, me dijo "¡Ah, señora Purnell! Esta noche me voy a ir por unas semanas. He hecho la maleta y haré que vengan a buscarla esta tarde"."
"Sin duda que a usted le sorprendería este repentino comentario, ¿no?", preguntó Holmes.
"No mucho, señor. Desde que hacía aquel trabajo especial en el banco, yo no sabía cuándo se iba. Nunca se había ido por dos semanas, excepto por vacaciones, pero a menudo pasaba algunos días fuera y no me extrañó".
"Veamos, ¿cuánto hacía que estaba con este trabajo extra del banco?, ¿Algunos meses?"
"Más. Desde Navidad, más o menos. Cuando se lo ofrecieron."
"Sí, desde luego", dijo Holmes, "¿y este trabajo le apartaba bastante de casa?"
"Sí, y parecía cansarle mucho, ya que trabajaba muchas tardes y noches, señor," dijo la señora Purnell, "tanto que a veces pensé que iba a caer derrotado por el cansancio, porque siempre había sido una persona tranquila y sin preocupaciones, que ni acostumbraba a salir por las tardes."
"¿Ha dejado muchas pertenencias en su huida?" Preguntó Holmes.
"Muy pocas, y lo que ha dejado son cosas muy comunes. Pero era un ladrón muy honrado", dijo la señora Purnell paradójicamente, "incluso me pagó el alquiler hasta el sábado, antes de irse el miércoles por la mañana, ya que me dijo que no volvería hasta entonces".
"Eso es todo un detalle por su parte." dijo Holmes sonriendo pensativamente. "Pero, ¿sabe usted si antes de irse se llevó alguna cosa?"
"Bueno, de repente no, pero durante los últimos meses se llevó muchos de sus libros y los vendía poco a poco. Era aficionado a los libros viejos y me dijo que algunas de las ediciones que tenía eran de bastante valor."
Durante esta conversación, Lestrade había permanecido sentado picando impacientemente con sus dedos en la mesa. Por fin se levantó y dijo: "Creo que voy a tener que dejarles con sus chismes. Tengo que irme para dar instrucciones para el arresto del señor Booth. Si hubiera mirado antes en este papel secante que he encontrado en la papelera, se habría evitado tantas preguntas, señor Holmes", y triunfalmente puso un papel encima de la mesa.
Holmes lo cogió y lo sostuvo delante del espejo del armario. Por encima de su hombro sólo pude distinguir el reflejo de una nota manuscrita del señor Booth, de la que Holmes, mientras tanto, tomaba datos.
Estaba dirigida a una agencia de viajes de Liverpool, reservando un camarote de primera clase y el pasaje en el Empress Queen de Liverpool a Nueva York. Parte de la nota no se podía leer, pero parecía que había adjuntado un cheque para el pago de los billetes, etc., y estaba firmada por J. Booth.
Holmes estuvo inspeccionando el papel durante varios minutos.
Era un papel muy común, pero afortunadamente la impresión de la marca se podía ver bastante bien en el centro, aunque tapada por las señales y los borrones. En una esquina aparecía la dirección de la agencia de Liverpool, sin duda se había usado también este papel para secar el sobre.
"Querido Lestrade, es usted más afortunado de lo que creía", dijo Holmes devolviéndole el papel. "¿Le puedo preguntar qué pasos piensa seguir?"
"Enviaré un telegrama a la policía de Nueva York para que le arresten cuando llegue a puerto", dijo Lestrade, "pero antes he de asegurarme que el barco no hace escala en Queenstown o en cualquier otro puerto que le dé la posibilidad de escapar".
"No hace escala". Dijo Holmes tranquilamente. "Yo ya suponía que el señor Booth podía haber tomado el Empress Queen".
Lestrade me hizo un guiño de complicidad dándome a entender que no creía a mi compañero, y estuve a punto de responderle. Me sentí un poco decepcionado porque el estudio de mi compañero había sido eclipsado por lo que al fin y al cabo había sido simplemente suerte para Lestrade.
Holmes se volvió hacia la señora Purnell dándole las gracias.
"No es necesario, señor." Dijo ella. "Tienen que atraparle, aunque yo siempre diré que conmigo fue todo un caballero. Sólo desearía haberles podido dar una información más útil".
"Al contrario," dijo Holmes, "le aseguro que lo que nos ha dicho ha sido muy importante y nos ayudará bastante. Sólo se me ocurre preguntarle si podría darnos alojamiento estos días a mi amigo el Dr. Watson y a mí, hasta que acabemos con este asunto".
"Desde luego, señor, con mucho gusto".
"Bien", dijo Holmes. "Entonces espérenos a las siete para cenar".
Una vez fuera, Lestrade nos dijo que iba a la oficina de policía para hacer los preparativos para la detención de Booth telegrafiando al jefe de policía de Nueva York; Holmes permaneció callado hasta que comentó que quería quedarse en Broomhill para hacer algunas preguntas más. A pesar de todo, me insistió en que quería ir solo.
"Recuerde, Watson, usted está aquí de vacaciones y le aseguro que cuando le necesite contaré con usted. Pero, le insisto, búsquese algún otro entretenimiento para lo que queda del día".
Mi experiencia me dijo que era mejor no discutir con Holmes cuando su mente estaba trabajando; le respondí como mejor pude y le dejé en el hansom mientras me aseguraba que no necesitaría mi ayuda de momento.
Pasé unas horas en la galería de arte y el museo, y después de comer di un paseo por Manchester Road y disfruté del aire y del paisaje, regresando a Ashgate Road a las siete, con más apetito del que había tenido los últimos meses.
Holmes regresó a las siete y media. Estuvo muy reticente y todos mis intentos por sacarle algún comentario sobre el caso fallaron.
El resto de la tarde permaneció sentado en su silla fumando en su pipa sin pronunciar una palabra.
Su inescrutable expresión y su persistente silencio no me dieron ninguna pista sobre lo que estaba pensando, a pesar de que vi que estaba concentrado en el caso.
A la mañana siguiente, después de desayunar, la casera entró con una nota. "Del señor Jervis, señor; no hay respuesta", dijo.
Holmes abrió el sobre e inspeccionó la nota apresuradamente, mientras vi que su cara normalmente pálida, se encendía de rabia.
"¡Tendrá desfachatez!", murmuró. "Lea esto, Watson. No recuerdo haber sido tratado peor en ningún caso anterior a éste".
The Cedras, Fulwood.
6 de septiembre.
El señor Jervis, en representación de los directores del British Consolidated Bank, agradece al señor Sherlock Holmes su colaboración y sus servicios en el asunto concerniente al fraude y a la desaparición de su ex—empleado, el señor Jabez Booth.
El señor Lestrade, de Scotland Yard, nos ha informado que asume particularmente la investigación y que arrestará al individuo en breve. Bajo estas circunstancias, creemos que no es necesario disponer más del valioso tiempo del señor Holmes.
"Bastante fría, ¿no, Watson? No me equivocaré mucho si, como creo, se arrepienten cuando sea demasiado tarde. Después de esto, me negaré a colaborar en cualquier otro caso en el que puedan solicitar mi ayuda. Por una parte me sabe mal, ya que el caso presentaba algunos puntos bastante interesantes y no es tan sencillo como nuestro amigo Lestrade piensa."
"¿Por qué cree que no está siguiendo los pasos correctos?, pregunté.
"Espere y observe, Watson", dijo Holmes misteriosamente. "Recuerde que aún no han cogido al señor Booth". Y esto fue todo lo que pude sacar de él.
Como resultado de la breve nota en la que el banquero había rechazado los servicios de mi amigo, Holmes y yo pasamos una formidable semana de descanso en el pequeño pueblo de Hathersage, en el extremo de los páramos de Derbyshire, y volvimos a Londres más descansados después de nuestra excursión a aquellas tierras.
Como Holmes tenía poco trabajo en aquellas fechas y mi mujer aún no había regresado de sus vacaciones en Suiza, le convencí, con muchas dificultades, para que pasara conmigo unas semanas en lugar de volver a sus habitaciones de Baker Street.
Estuvo siguiendo el desarrollo de las investigaciones del caso de Sheffield con mucho interés. Las noticias sobre las averiguaciones de Lestrade aparecían en la prensa, y el día siguiente a nuestra marcha hablaban mucho del caso del señor Booth, el hombre buscado por el fraude del Banco de Sheffield.
Hablaban de "el falsificador que había embarcado en el Empress Queen, para cruzar tranquilamente el Atlántico, sin saber que la inexorable mano de la justicia le esperaría al llegar al Nuevo Mundo". Y Holmes, después de leer estas noticias sensacionalistas dejaba el periódico tranquilamente con una de sus enigmáticas sonrisas.
Cuando por fin llegó el día en que el Empress Queen llegó al puerto de New York, observé que hasta el siempre inescrutable rostro de Holmes estaba excitado mientras buscaba en el periódico. Pero la sorpresa tuvo que esperar. Había un pequeño artículo que decía que el Empress Queen había llegado a Long Island a las seis de la mañana. Había un caso de cólera a bordo, y, consecuentemente, las autoridades de Nueva York habían ordenado que el barco permaneciera en cuarentena, y no se había permitido dejar el barco a ningún pasajero ni tripulante durante un periodo de doce días.
Dos días después aparecía una columna en los periódicos que decía que habían hallado al señor Booth a bordo del Empress Queen. Había sido identificado interrogando a uno de los inspectores sanitarios que habían visitado el barco. Estaba siendo vigilado de cerca, y no tenía posibilidad de escapar. El señor Lestrade de Scotland Yard, que había descubierto hábilmente su fuga, había tomado pasaje en el Oceania, que llegaría a Nueva York el día diez, arrestaría personalmente al señor Booth cuando éste desembarcara.
Hasta aquel momento nunca había visto a mi amigo Holmes tan sorprendido como quedó después de leer el artículo. Pude ver que estaba profundamente desconcertado, aunque no sabría decir por qué. Permaneció todo el día arrinconado en su silla con las cejas apretadas y los ojos entornados mientras fumaba su vieja pipa de brezo en silencio.
"Watson", dijo por fin, mirándome. "Creo que no deberían consultarme acerca del caso de falsificación de Sheffield. Tal como han ido las cosas, creo que he estado haciendo el tonto".
"¿Por qué?" Pregunté.
"Porque empiezo a pensar que no había nada más y parece que yo estaba equivocado".
Los siguientes días Holmes estuvo bastante decaído, no había nada que le enojara más que pensar que se había equivocado en sus deducciones o que había seguido un camino equivocado.
Por fin llegó el fatal diez de Septiembre, el día en que Booth iba a ser arrestado. Afanosamente pero en vano leímos todos los periódicos. La mañana del once llegó y seguíamos sin noticias del arresto, pero en las ediciones de la tarde había unos pequeños artículos que decían que el criminal había escapado otra vez.
Durante varios días los periódicos estuvieron llenos de rumores y conjeturas, pero todos estaban de acuerdo en afirmar que el señor Lestrade había regresado a Liverpool el diecisiete o el dieciocho.
La mañana del dieciocho Holmes y yo estábamos sentados fumando en sus habitaciones de Baker Street, cuando subió el botones anunciando que el señor Lestrade de Scotland Yard esperaba abajo y quería conversar unos minutos.
"Hazle subir, hazle subir", dijo Holmes, frotándose las manos con una excitación poco normal en él.
Lestrade entró en la habitación y se sentó en la silla que le ofreció Holmes desinteresadamente.
"No es normal que me equivoque, señor Holmes", empezó, "pero en este asunto de Sheffield he sido derrotado".
"Por Júpiter", dijo Holmes, "no me estará diciendo que aún no tiene a su hombre".
"Efectivamente", dijo Lestrade. "Aún es más, ¡creo que no podremos atraparle!".
"No se desespere tan pronto," dijo Holmes animándole. "Después de que nos expliqué qué ha pasado, es posible que pueda ayudarle con alguna información".
Esto animó a Lestrade que empezó su extraña historia mientras le escuchábamos con gran interés.
"No es necesario que entre en los detalles que ya conocemos todos", dijo. "Ya sabe el descubrimiento que hice en Sheffield que, sin duda, me convenció de que el hombre que estaba buscando había embarcado en el Empress Queen hacia Nueva York. Estaba impaciente por arrestarle, y cuando oí que el barco con toda su tripulación y pasaje permanecía en cuarentena, di las órdenes correspondientes para arrestarle cuando llegara el momento. Nunca cinco días me habían parecido tan largos."
"Llegamos a Nueva York la tarde del día nueve, y me dirigí inmediatamente al jefe de policía de Nueva York, el cual me confirmó que había un tal señor Jabez Booth en el Empress Queen. Uno de los inspectores sanitarios no sólo le había visto, sino que además había hablado con él. El hombre correspondía a la descripción que aparecía en los periódicos de Booth.
Uno de los detectives de Nueva York había sido enviado al barco para hacer unas preguntas e informar al capitán en privado de la orden de arresto. Tenía un camarote de primera clase, y el sobrecargo declaró que le pareció sospechoso desde el principio. Había permanecido encerrado la mayoría del tiempo en su cabina, como un inválido excéntrico que no quiere ser molestado de ningún modo. La mayoría de sus comidas se las llevaban al camarote, había sido visto muy poco en cubierta y no acudía a las cenas con el resto de los pasajeros. Era bastante evidente que intentaba esconderse sin llamar la atención de los demás. Los camareros y algunos pasajeros que se acercaron más tarde confirmaron estos hechos."
"Se decidió que mientras el barco permaneciera en cuarentena no se le diría nada al señor Booth que pudiera levantar sospechas, pero los sobrecargos, los camareros y el capitán, que eran los únicos que estaban al corriente, deberían vigilarle y tener bajo observación hasta el diez, día en el que se permitiría desembarcar a los pasajeros. Ese día sería arrestado."
En ese momento, el botones de Holmes interrumpió la conversación al traer un telegrama. Holmes le dio las gracias con una lánguida sonrisa.
"No hay respuesta," dijo, guardándoselo en el bolsillo de su chaleco. "Por favor, continúe con su relato, Lestrade."
"Bien, la tarde del día diez, acompañando del inspector jefe de la policía de Nueva York y el detective Forsyth", continuó Lestrade, "subimos a bordo del Empress Queen media hora antes de que se permitiera desembarcar a los pasajeros.
"El sobrecargo nos informó que el señor Booth había estado en cubierta hablando con él unos quince minutos antes de nuestra llegada. Después se fue a su camarote, y el sobrecargo, alegando que también tenía que bajar, le acompañó y vio cómo entraba allí. Permaneció cerca del pasillo desde ese momento y estaba seguro de que Booth no había vuelto a cubierta."
""Por fin," me dije mientras bajábamos guiados por el sobrecargo que nos llevaba al camarote de Booth. Llamamos, pero no obtuvimos respuesta, entonces intentamos abrir la puerta pero estaba cerrada. El sobrecargo nos aseguró que era normal. El señor Booth tenía la puerta del camarote casi siempre cerrada, y a veces, incluso le tenían que dejar la comida en el pasillo. Discutimos un rato, y como teníamos poco tiempo, decidimos forzar la puerta. Dos buenos golpes con un pesado martillo, la rompieron por las bisagras, y entramos. Se pueden imaginar nuestro asombro cuando descubrimos que la cabina estaba vacía. Buscamos por todas partes pero el señor Booth no estaba allí."
"Un momento," interrumpió Holmes. "¿La llave de la cerradura estaba puesta por dentro o no?"
"No la pudimos ver," dijo Lestrade. "Yo me desesperé, podía sentir la vibración de las máquinas y oía los primeros ruidos de las hélices del barco, que maniobraba para acercarse a puerto."
"Estábamos desconcertados, el señor Booth tenía que estar escondido en alguna parte del barco, pero no teníamos tiempo de buscarle, y en pocos minutos los pasajeros abandonarían el barco. Al final, el capitán nos prometió, que en esas circunstancias, sólo se habilitaría una salida que estaría vigilada por él mismo, el sobrecargo y los camareros, yo mismo estaría con ellos anotando todos los pasajeros que iban desembarcando. Así sería imposible que el señor Booth escapara de nosotros, incluso disfrazado, sin que ninguno de nosotros pudiera identificarle."
"Acepté la propuesta, ya que así Booth no tenía posibilidad de escapar."
"Uno a uno, los pasajeros fueron pasando y los fuimos identificando y punteando en la lista. Había ciento noventa y tres pasajeros de primera clase en el Empress Queen, incluido el señor Booth, y cuando llegamos a los ciento noventa y dos, ¡el único nombre que faltaba era el suyo!"
"Podrá imaginarse lo excitados que estábamos," dijo Lestrade, tocándose las cejas, "y lo interminable que nos parecía la espera mientras identificábamos a los trescientos veinticuatro pasajeros de segunda clase y a los trescientos diez de tercera en mi lista. Pasaron todos los pasajeros excepto el señor Booth. Ya no quedaba nadie más."
"Decidimos que debía seguir en el barco, pero yo ya estaba muy intranquilo y me pregunté si podía existir la posibilidad de que se hubiera escondido en algún equipaje de los que estaban bajando en aquel momento."
"Le comenté mis temores al detective Forsyth, y ordenó que cualquier bulto o maleta en el que pudiera esconderse un hombre fuera abierto y registrado por los oficiales."
"Fue un trabajo tedioso, pero tuvimos que hacerlo, y al cabo de dos horas podíamos asegurar que el señor Booth no podía haberse ido del barco de esta forma."
"Sólo nos quedaba una posibilidad. Tenía que seguir en algún sitio del barco. Habíamos tenido el barco bajo total vigilancia desde que maniobró para desembarcar, y ahora, además, el superintendente de policía nos había dejado veinte hombres, y con el consentimiento del capitán, y la ayuda del sobrecargo y los camareros, etc., podríamos registrar el Empress Queen de punta a punta. No dejamos ningún hueco en el que hubiera podido esconderse sin revisar, pero no encontramos al desaparecido. Se lo aseguro, señor Holmes, en pocas palabras, el señor Booth estaba en el Empress Queen, y a las once y diez de la mañana, sin ninguna posibilidad de poder hacerlo, desapareció, pudimos confirmar que a las cinco de la tarde no estaba allí."
La cara de Lestrade cuando concluyó su extraño y misterioso relato, tenía el aspecto más desesperado que nunca antes había visto, y creo que yo también debía dar una imagen parecida, pero Holmes se sentó en su sillón estirando las piernas y con aspecto sonriente. "¿Y a qué conclusión ha llegado?" dijo. "¿Qué pasos va a seguir a partir de ahora?"
"No tengo ni idea. ¿Quién sabe lo que hay que hacer? Es imposible, totalmente imposible; es un gran misterio. He venido a verle por si, de algún modo, me puede sugerir alguna línea a seguir para empezar mi trabajo".
"Bien", dijo Holmes, dirigiendo maliciosamente sus ojos al desamparado Lestrade. "Le puedo dar la actual dirección del señor Booth. ¿Cree que le podrá ayudar?"
"¡¿Su qué?!" gritó Lestrade.
"Su actual dirección", repitió Holmes tranquilamente. "Pero antes de eso, querido Lestrade, le he poner una condición. El señor Jervis me ha tratado bastante mal en este asunto, y no quiero que mi nombre esté relacionado con él. ¿Me promete que no confesará de qué fuente ha sacado esta información?"
"Sí", contestó Lestrade, que estaba muy excitado.
Holmes tomó una hoja de su libreta de notas y escribió: Mr. A. Winter, c/o Mrs Thackary, Glossop Road, Broomhill, Sheffield.
"Aquí tiene el actual nombre y la dirección del hombre que está buscando," dijo, acercando el papel a Lestrade. "Le advierto que no ha de perder tiempo en atraparle, porque el telegrama que he recibido mientras nos explicaba su interesante narración, me decía que el señor Winter ha vuelto a casa después de una larga ausencia, y era bastante probable que volviera a marcharse dentro de poco. No puedo decir cuanto tiempo, pero no creo que sean muchos días."
Lestrade se levantó. "Señor Holmes, es usted excelente," dijo, más animado de lo que le había visto siempre. "Ha salvado mi reputación en este asunto, y ahora me obliga a recibir todos los honores, cuando no los merezco. Cómo lo ha resuelto es otro gran misterio como el de la desaparición de Booth."
"En cuanto a eso," dijo Holmes, "no puedo estar seguro de todos los hechos, ya que no he podido profundizar en el caso. Pero era bastante fácil hacerse una idea, y me alegraría explicarle mi razonamiento sobre el viaje del señor Booth a Nueva York más adelante, cuando tenga tiempo."
"De todos modos", dijo Holmes, cuando Lestrade se iba, "para su conocimiento, no me sorprendería si encontrase al señor Jabez Booth, alias señor Archibald Winter, en la lista de pasajeros que le acompañaron en su viaje de vuelta desde América. Él llegó a Sheffield pocas horas antes de que usted volviera a Londres, y seguro que venía de Nueva York con usted en el mismo barco. Llevaría gafas oscuras y un gran bigote negro."
"¡Ah!", dijo Lestrade, "Había un tal señor Winter a bordo que respondía a esa descripción. Creo que era él; no puedo perder más tiempo". Y Lestrade se fue corriendo.
"Bien, Watson, amigo mío, parece usted tan asombrado como nuestro amigo Lestrade," dijo Holmes sentándose en su sillón, mirándome mientras se encendía su vieja pipa de brezo.
"Le debo confesar que ninguno de los problemas que ha resuelto con anterioridad me parece más inexplicable que el del relato de Lestrade acerca de la desaparición del señor Booth en el Empress Queen."
"Sí, ésa es la parte más hábil del caso," dijo Holmes sonriendo. "Pero le voy a explicar cómo he llegado a la solución del misterio. Veo que está dispuesto a escucharme."
"Lo primero que hay que hacer en cualquier caso es calibrar la inteligencia y la destreza del criminal. Sin ninguna duda, el señor Booth era un tipo listo. Recordará que nos lo confirmó el señor Jervis. El hecho de que abriera cuentas en otros bancos doce meses antes de cometer los desfalcos prueba que ha sido un crimen muy preparado. Por lo tanto, empecé el caso sabiendo que me enfrentaba a una mente calculadora que había tenido doce meses para preparar su fuga."
"Mis primeras pistas reales me las dio la señora Purnell," dijo Holmes. "La más importante fue la del trabajo de auditoría que hacía el señor Booth que le hacía ausentarse durante varios días y noches seguidos. Me imaginé, y luego confirmé, que el señor Booth no tenía ningún trabajo extra. ¿Por qué, entonces, se había inventado aquellas mentiras para explicar sus ausencias a su casera? Probablemente porque estaban conectadas de alguna forma con el crimen o con los planes de fuga una vez cometido el delito. Era imposible que esta misteriosa ocupación externa estuviera relacionada directamente con el fraude, por lo que deduje que había estado trabajando todo ese tiempo en la preparación de la fuga."
"De repente se me ocurrió la idea de que podía haber estado viviendo una doble vida, sin duda acabaría con una identidad una vez cometido el fraude y continuaría con la otra, una forma más segura y más hábil que la de asumir un nuevo disfraz justo en el momento en el que todos estarían esperando que lo hiciera."
"También tenemos los detalles relacionados a su afición con los libros y la pintura. Intenté ponerme en su lugar. Él tenía en mucha estima estos bienes, eran ligeros y fáciles de llevar y no tenía ningún motivo para que tuviera que deshacerse de ellos. Indudablemente, se los llevó gradualmente y los dejó en algún sitio donde pudiera recogerlos de nuevo. Si yo pudiera encontrar dónde, estaba seguro de que lo podría atrapar cuando fuera a recogerlos."
"El cuadro no podía haber ido muy lejos, ya que se lo llevó el mismo día del crimen. . . No hace falta que le aburra con los detalles . . . Estuve haciendo preguntas durante dos horas hasta que encontré la casa en la que lo dejó, que no era otra que la de la señora Thackary en Glossop Road."
"Me inventé una excusa para llamar allí y encontré a la señora Thackary, una de las personas más fáciles de sonsacar que me he encontrado. En menos de media hora supe que tenía un inquilino que se llamaba Winter, que era agente comercial y estaba ausente muchas veces. Su descripción era muy parecida a la de Booth, salvo que tenía bigote y llevaba gafas oscuras."
"Como he intentado demostrarle muchas veces, Watson, los detalles son lo más importante, y me dio una sacudida de alegría al saber que al señor Winter le subían cada mañana una taza de chocolate a su habitación. Un caballero llamó el miércoles por la mañana y dejó un paquete diciendo que era una pintura que le había prometido al señor Winter y le pidió a la señora Thackary que se lo diera cuando él regresara. El señor Winter había alquilado la habitación en Diciembre. Tenía muchos libros que había ido trayendo poco a poco. Todos estos datos me convencieron de que no estaba equivocado. Winter y Booth eran la misma persona, y tan pronto como Booth hubiese eludido a sus perseguidores volvería, como Winter, y recuperaría sus tesoros."
"La foto reciente y el papel secante con la nota eran, intencionadamente, pistas falsas para la policía. El papel secante, tal como vi en aquel momento, era un fraude, no sólo porque fuera casi imposible usarlo de una forma normal, sino porque aunque la parte central era indescifrable, pude ver dónde se habían hecho correcciones."
"Llegué a la conclusión de que el tal Booth, alias Winter, nunca tuvo la intención de embarcar en el Empress Queen, pero ahí subestimé su ingenuidad. Evidentemente, él compró dos pasajes en el barco, uno a su nombre y el otro con el de su alias, así se las apañó muy bien para asumir las dos personalidades sin problemas durante todo el trayecto. La mayor parte del tiempo era Winter, así convirtió a Booth en un pasajero semi—inválido que permanecía encerrado en su camarote casi siempre. Esto le convenía a su propósito, su excentricidad llamaría la atención de la tripulación y así sería uno de los pasajeros más conocidos por casi todos a bordo, aunque hiciera pocas apariciones en público."
"Dejé instrucciones a la señora Thacakary de que me avisara cuando volviera el señor Winter. Cuando Booth dejó a sus perseguidores en Nueva York y desapareció de escena, no tuvo más que coger el primer barco que le devolviera a casa. Naturalmente no podía ser otro más que el que nos traía a Lestrade de vuelta, tal como pude comprobar cuando recibí el aviso de la señora Thackary."
Traducción:
MIGUEL OJEDA
(HAROLD STACKHURST)