EL ARBOL DE LA MUJER DRAGON
En el corazón del Lago del Dragón de Jade había antes un manzano silvestre, con un riquísimo y espeso follaje, que, como una sombrilla abierta al cielo, cubría todo el lago. Era aquel el "árbol de la mujer dragón", tal como lo llamaba la gente. En cuanto a este árbol circula una historia muy conmovedora.
Hace mucho tiempo, el rey Mutian, que dominaba sobre Lijiang, quería extender sus zonas de influencia, recoger riquezas y realizar su sueño de dominación exclusiva, para lo cual, además de estar enviando sin cesar soldados a todos los sitios, maquinaba intrigas para tragarse los lugares de los alrededores. Un día, el rey escuchó decir que en el sitio Yongning donde habitaban los del norte (se refiere a la nacionalidad pumi) y los naxi habían hermosas montañas y ríos, la tierra era fértil y era un sitio rico en ganado vacuno y ovino. Entonces se le despertó la ambición de dominar aquellas tierras para su provecho. Siendo un lugar tan lejano y habiendo tan pocos soldados decidió que no lo ocuparía por la fuerza, sino a través de alguna intriga. Así, escribió una carta y envió un emisario a Yongning, a ver al rey pumi, para expresarle sus respetos y el deseo de que sus hijos contrajeran enlace para que la armonía entre ambas familias fuese eterna, e invitándolo a la vez a su cincuenta aniversario, ocasión en la cual concretarían el trato. El rey pumi recibió al mensajero con mucho afecto y en el día del cumpleaños del rey Mutian fue con su hijo a Lijiang.
El rey Mutian tenía una hija joven, bella, inteligente y bondadosa, y todo el mundo la llamaba "Longnü"[11]. Ella no estaba conforme con el hecho de que su padre enviara todos los años tropas de conquista, lo cual traía muchos sufrimientos al pueblo, y siempre permanecía sola en su habitación, suspirando. El día del cumpleaños de su padre ella estaba mirando, a hurtadillas, por la ventana de su cuarto, a los invitados que llegaban, cuando de pronto vio un joven vestido con ropa del norte; se veía muy guapo, serio, amable y educado, e inconscientemente se enamoró de él. Luego sus doncellas le informaron de que aquél era el príncipe del norte. Deseaba volver a verlo, pero no tuvo oportunidad, y cuando escuchó que una de sus doncellas decía que el rey y el príncipe del norte ya iban a regresar a Yongning, se inquietó más. Una noche, Longnü dijo que quería salir a contemplar la luna, y llegó de improviso a la habitación del príncipe, quien al ver a aquella hermosa muchacha naxi, sintió alegría y temor a la vez y la saludó. Se alegró porque parecía ser que aquella ninfa que estaba delante suyo era la misma por la cual lo habían traído a concretar el casamiento, y temió porque si el rey Mutian descubría que se estaban viendo solos a aquellas horas de la noche, se armaría un gran alboroto. Pero al ver a la princesa tan recatada, a la vez valiente y sabia, se tranquilizó y comenzó a hablar con ella. Así, cada, uno le declaró al otro su amor y le entregó al otro su corazón.
Después de que el príncipe del norte se marchó, la madre de Longnü le dijo a su hija:
—El reinado del norte y el nuestro han creado lazos de parentesco al acordar tu casamiento con el príncipe del norte.
Longnü se puso contentísima: nunca hubiera imaginado que su padre adivinara sus sentimientos y fuera a hacer algo bueno. Por eso no lloró cuando abandonó su casa para casarse y sólo derramó unas lágrimas cuando dejó atrás su pueblo natal. En Yongning ella trató muy amablemente a los compatriota» del norte y era querida y respetada por todo el mundo. Ella y el príncipe se amaban mutuamente y vivían en paz y felicidad.
Poco tiempo después murió el rey y el príncipe asumió del trono. Entonces, el rey Mutian, apoyándose en su calidad de suegro le ordenó al nuevo soberano que fuese su súb— dito permitiendo que Yongning formara parte de la administración de sus dominios. Pero, en contra de sus suposiciones, el joven rey pumi notó por donde venían los tiros y se negó terminantemente. Al ver que no sólo no conseguía tener aquellas tierras, sino que encima había pagado por ello el precio de su hija, Mutian se enfureció y pensó en atacar. Pero más tarde recapacitó y se dio cuenta que sería mejor usar otros métodos. Así, mandó llamar a su hija diciendo que estaba enfermo. Cuando Longnü llegó a su antiguo hogar y vio que él temía un excelente estado de salud pidió volver a Yongning, pero su progenitor no la dejó.
Cierta noche, Longnü salió a pasear por el patio y vio que había luz en la sala; parecía que su padre estaba conversando con alguien. Entonces se acercó sigilosamente y oyó que su padre decía:... Ve a la casa del rey pumi y di que estoy gravemente enfermo y que la princesa también ha enfermado por pasarse varias noches en vela cuidándome. Dile al rey que venga a buscar a la princesa... Y cuando venga acabaré con él. Entonces Yongning será mío, ja, ja, ja... " Longnü escuchó hasta aquí y quedó horrorizada: su padre la había casado con el rey pumi, no porque hubiera interpretado sus sentimientos ni por la eterna armonía entre los dos pueblos, sino para quedarse con Yongning. Sentía a la vez furia y tristeza, y cuando volvió a su cuarto estuvo preo— cudísima: su amado iba a caer en una trampa y a ser asesinado inocentemente, mientras ella estaba en su casa como en una prisión, sin poder moverse. Pensaba y pensaba qué hacer y se tiró en la cama llorando.
De pronto, la joven sintió una cosa suave y tibia que le acariciaba los pies. Entonces levantó la cabeza viendo al gran perro amarillo que se había traído de Yongning, que le estaba lamiendo los pies. Al ver al animal se le iluminaron los ojos y en su rostro apareció una sonrisa: "Debo escribir inmediatamente una carta y mandarla con él".
En la profundidad de la noche, la princesa encendió una lámpara de aceite, preparó el papel y la tinta y, gracias a que de pequeña había aprendido a escribir un poco, estuvo haciéndolo hasta que se le acabó el aceite a la lámpara. Entonces lo sustituyó con otro y continuó escribiendo, terminando apenas cuando el gallo anunció la medianoche. Luego cortó un trozo de tela y envolvió la carta allí, cosiendo bien el paquete en la parte interior del collar del perro. Cuando terminó de arreglar todo ya estaba aclarando. Llamó al perro, le acarició la cabeza y le palmeó el lomo.
—¡Ve rápido a llevar la carta! —le dijo.
El perro se quedó mirándola, asintió con la cabeza sin ladrar y salió de la habitación.
El mensajero del rey Mutian llegó primero al otro reino. Cuando el joven rey pumi se enteró de que su suegro estaba muy grave y su querida esposa había enfermado también, quedó muy preocupado. Así, después de despedir al mensajero preparó una maleta, trajo la montura y partió inmediatamente para Lijiang. Cuando apenas estaba atravesando el umbral de la casa vio que su perro amarillo venía como una flecha hacia la casa. Jadeando mucho se abalanzó sobre su dueño y se tocaba con su pata delantera el collar. El rey comprendió y desató el collar, rompió la envoltura y sacó la carta secreta de Longnü, leyéndola impacientemente. Recién entonces se enteró de que su suegro, al que siempre había respetado y creído, era un asesino que lo había casado sólo para quedarse con Yongning y humillar a su pueblo. ¡Cómo podría permitir aquello 1 Asi, el joven rey reunió a la caballería, se colgó al hombro el arco, las flechas y d sable y partieron hacia Lijiang.
Pero el enviado del rey Mutian no había avanzado mucho cuando escuchó movimientos en el reino del norte. Cuando supo que aquellos iban a atacar su reino se quedó muy desconcertado y, en la noche, apenas llegó, informó de la nueva al rey Mutian. Este se enfureció. ¿Quién había dejado escapar el secreto? Entonces discutió en d tribunal, reunió
a la caballería y ordenó cavar trincheras: pensaba liquidar de una redada el enemigo.
El joven rey, lleno de indignación, no había previsto que pudieran haber soldados atrincherados en la mitad del camino, y apenas entrar a los pies de la montaña nevada fue sorprendido por los hombres del rey Mutian. Las flechas cayeron como lluvia y los sables como copos de nieve. El rey pumi dirigía a sus hombres en el intercambio de flechas y sablazos, pero sus fuerzas eran inferiores y, desafortunadamente se vieron rodeados; sin poder romper el cerco, sus valientes soldados murieron todos en el campo de batalla. El rey peleó hasta el último aliento, lleno de heridas de flechas y lanzas, hasta que por último cayó también, tiñendo de rojo las aguas del río. Después de reprimir cruelmente a los soldados del norte, el rey Mutian sacó de entre la ropa de su yerno la carta, y al ver que era de su hija se puso furioso. Colérico, corrió a la habitación de Longnü, insultándole:
—Tú eres mi hija, la princesa del reino de Mutian, mas tiendes las manos hacia otro lado, espías y revelas los secretos del reino, ¡no tienes respeto filial!
—¿Usted no ha dicho siempre "si te casas con un perro seguirás al perro, si te casas con una gallina, seguirás a la gallina"? — contestó blanca de la ira. Si me he casado con el príncipe pumi, entonces soy de su familia, y debo velar por él. Sin embargo usted, se hace pasar por bueno y en el fondo planea intrigas para asesinar a mi esposo, ¿acaso me está tratando como a una hija? ¡Usted no merece ser mi padre, usted es un desvergonzado, un malvado!
El rey Mutian no se había imaginado que su hija era así y se quedó mudo. Luego de un rato sólo pudo decir una frase:
—Tu esposo me traicionó, lo he matado, ¿qué más tienes que decir?
Al oír que su esposo había muerto Longnü sintió como si un cuchillo le atravesara el corazón y gritó llorando: "Querido, pobre amado mío..., voy a tu lado..." El rey Mutian no había agotado aún su ira y salió de la habitación, a los gritos: "Si quieres morir, no te daré el gusto inmediatamente."
Así, para castigar a su hija, el rey ordenó a los criados que convirtieran en prisión el pabellón que había en el centro del Lago de Jade, y que la encerraran allí, sin darle de comer ni de beber. Luego ordenó a los soldados que rompieran tejas y tazones de porcelana y que los colocaran en el suelo del pabellón, para que su hija tuviera que caminar descalza por allí. La desgraciada Longnü miró desde el pabellón el campo de batalla donde había muerto su esposo, su cadáver atravesado en la tierra y las piedras teñidas de sangre. Entonces sintió que se desmayaba, comenzó a llorar y a gritar:
—Querido esposo, compatriota del norte, despierta, tu esposa naxi te está llamando, querido esposo, compatriota del norte... Lloraba y gritaba yendo de un lado para otro sobre los pedazos de porcelana, como si estuviera inconsciente. Las filosos trozos de porcelana abrieron heridas en sus pies, tiñendo de rojo el pabellón. Las lágrimas se le agotaron y se le hicieron grietas en los labios. No podía más de hambre y su sangre se había derramado por completo. Así, la hermosa, inteligente y bondadosa Longnü se tendió, por fin, tranquilamente, sobre el suelo sanguinolento.
Los vecinos de los alrededores sintieron una profunda tristeza e indignación al conocer el asesinato del hermano del norte y los tormentos que habían acabado con la princesa, y floreció en ellos un profundo odio hacia el rey Mutian. Entonces, escogieron un día adecuado y dieron sepultura al hermano del norte. Venciendo la oposición de los soldados, quemaron luego el pabellón del lago y celebraron una solemne ceremonia fúnebre en honor de Longnü. Los artistas populares compusieron muchas canciones en su memoria.
Al siguiente año, en primavera, cuando los aldeanos fueron al Lago de Jade para recordar a Longnü, vieron que en el lugar de las ruinas del pabellón del lago que habían quemado crecía un manzano silvestre. Sus ramas verde jade. caían sobre la cristalina superficie del lago, como si estuviera relatando una historia de dolor y tristeza. Los ancianos expresaron que aquel árbol era la reencarnación de Longnü, que estaba así denunciando al cruel rey Mutian. Entonces, para recordarla, la gente le llamó "el árbol Longnü".