ENTREMÉS DE LA SOMBRA

Personas (que hablan en él)

BENITO (gracioso)

LA GRACIOSA

UN SACRISTÁN

UN COMPADRE

Salen el compadre y Benito corriendo

COMPADRE:

Benito amigo…

BENITO:

¿Qué hay, compadre amigo?

COMPADRE:

Hablaros quiero, si es que vais conmigo.

BENITO:

Con vos iré ¿dónde queréis llevarme?,

pero no sea luego, que podré cansarme.

COMPADRE:

Que vengáis conmigo en lo que hablaros quiero,

es lo que os digo.

BENITO:

Ya lo considero.

COMPADRE:

El paso alargad, pues.

BENITO:

¿Qué os alborota?,

no se saca más recia una pelota.

COMPADRE:

Andad, andad un poco.

BENITO:

Tanto me hacéis correr que me sofoco.

COMPADRE:

Caminad, pues que veis mi sobresalto.

BENITO:

¿Soy vino yo, que me metéis por alto?

COMPADRE:

No sois sino un vinagre vezucado.

BENITO:

Pues si vinagre so, ya esto apurado.

Decid compadre, y sed más comedido

que ya de andar con vos estó corrido.

COMPADRE:

Mal anda vuestra esposa.

BENITO:

Debe ser que está muy achacosa.

COMPADRE:

No, sino que anda mal.

BENITO:

Pues ¿qué le ha dado?

COMPADRE:

No asienta bien el pie.

BENITO:

Se habrá enclavado.

COMPADRE:

Ella al fin os ofende, no os asombre,

y entra en casa, faltando vos, un hombre.

BENITO:

¿Y eso es verdad, decid?

COMPADRE:

Cosa es notoria.

BENITO:

Sabéis muy por minutos esa historia:

¿y os importa a vos algo el referirla?

COMPADRE:

Vuestra satisfacción busco en decirla.

BENITO:

Pues yo juzgue al oíros, si por cierto,

que mi mujer a vos os hace el tuerto,

y entrándoos por un lado,

al estar vos celoso os ha obligado

a venir a informarme por extenso.

COMPADRE:

Nunca amigo, tan bajamente pienso,

BENITO:

¿Será la primera vez, hermano,

que se tome un celoso tanta mano?

Mas errasteis en esto la querella

¿por qué no vais a quejaros a ella

pues sois el agraviado y el ofenso?

COMPADRE:

¿En aqueso pensáis?

BENITO:

En eso pienso:

errasteis la querella,

¿por qué os quejáis a mí?

quejaros a ella.

COMPADRE:

Vuesto enemigo un sacristán se nombra

y os hace en vuestra casa mala sombra.

BENITO:

¡Y eso os da tanta pena!

¿Qué os importa que la haga mala o buena?

Mas no hagáis vuestra acción tan poco sabia,

decid, como el agravio, quien me agravia.

COMPADRE:

Es que temo…

BENITO:

No seáis impertinente:

qué teméis vos, si yo soy el paciente.

COMPADRE:

Temo que si…

BENITO:

Tratadme sin cautela.

COMPADRE:

Pues es el dicho el Sacristán Chinela.

BENITO:

¿Chinela es?, pues eso la realza

si por Chinela al Sacristán se calza.

Andad con Dios, compadre, que yo espero

informarme de todo por entero

y en estando que esté bien concluido…

COMPADRE:

¿Qué ha de ser?

BENITO:

Lo que Dios fuere servido.

COMPADRE:

Id con Dios, remediad daño tan fuerte:

vuestro amigo he de ser hasta la muerte.

Vase.

BENITO:

No es aquesto verdad, que si lo fuera,

a fe que mi mujer me lo dijera,

que eso tiene de bueno,

que no calla lo suyo ni lo ajeno,

porque de su bondad es bien que arguya,

que lo dirá, por no cargar la suya:

celoso a preguntar voy con paciencia,

para que se asegure mi conciencia.

Vase. Salen la Graciosa y el Sacristán, que trae bajo su sotana un vestido como el de Benito.

SACRISTÁN:

¿Está en casa tu marido?

GRACIOSA:

Ahora se salió de casa

y así bien puedes entrar

con segura confianza.

SACRISTÁN:

Ya entro, cierra la puerta.

GRACIOSA:

Ya la puerta está cerrada

¿traes el vestido puesto

debajo de la sotana?

SACRISTÁN:

¿Cuál? ¿El que me dijiste hiciera como el suyo? Sí.

GRACIOSA:

Pues basta.

SACRISTÁN:

Aldonza, a quien quiero más

que quiere la tierra el agua,

más que el miserable el oro,

más que el indiano la plata,

y con tus ojos benditos

siempre de amores me matas:

¿es hora que ya te vea

domina qui nunc las parcas?

GRACIOSA:

Sacristán, por quien suspiran

continuamente mis ansias,

porque en mí tus aleluyas

todas son días de Pascuas,

ya ha llegado ya la hora

de entrambos tan deseada.

SACRISTÁN:

Más te quiero que a mis kiries:

¿qué esperas? Abraza, abraza.

GRACIOSA:

Dime algo para abrazarte,

pues mi voluntad se paga

de escuchar finezas tuyas.

SACRISTÁN:

Eso alienta mi esperanza.

Oye esta décima pues,

que compuse en tu alabanza

de repente, escucha atenta.

GRACIOSA:

Mucho he de alegrarme, vaya.

SACRISTÁN:

Cuando subo al campanario

por las tardes y mañanas

a repicar las campanas

digo al son extraordinario:

pues que aquesto es necesario

y mi fe tanto se aplica,

que la memoria me pica

a Aldonza quiero picar,

y dejar de repicar

pues Aldonza me repica.

Qué te parece.

GRACIOSA:

Famosa

toma mis brazos y el alma.

Abrázanse los dos.

SACRISTÁN:

Dichoso el que los posea.

GRACIOSA:

Y feliz la que te ama.

Entra Benito.

BENITO:

Hola Aldonza, hola Aldonza.

GRACIOSA:

Mi marido es que me llama.

SACRISTÁN:

¿Tu marido? ¿Tu marido?

Por Dios que caigo en la trampa

¿no hay parte donde esconderme?

GRACIOSA:

¡Qué sé yo! ¡Ay, desdichada de mí!

SACRISTÁN:

¿Qué, ahora te turbas?

¿No hay alguna puerta?

GRACIOSA:

Calla,

que ya para deslumbrarlo

ahora pensé una trampa

y es que te finjas su sombra,

pues que el sol hasta aquí alcanza,

por ser parte descubierta

la frontera de esta casa,

y remedándole en todo,

quítate la solapanda,

y verás cómo lo cree.

Entra Benito.

BENITO:

¿Acabas, Aldonza, acabas

de abrir la puerta?

SACRISTÁN:

¡Ay, Jesús!

Que no puedo las palabras

sacar del cuerpo: yo creo

que por detrás se me salga

el miedo; ¿mejor no fuera

que en un punto me soltaras

por la puerta del corral?

GRACIOSA:

No, que la tiene cerrada.

Ya te he dicho que no temas

que es mi marido un panarra;

haz sólo lo que te digo:

fíngete sombra.

SACRISTÁN:

Pues vaya,

hágome sombra, aunque temo

un garrote en mis espaldas

porque un simple de marido

da con fuerza reservada.

Quítase la sotana y remeda todos los movimientos de Benito. En escena Benito.

BENITO:

Aldonza, ¿no abres la puerta?

Di, si puedo entrar, acaba.

GRACIOSA:

¿Por qué no entras sin llamar?

En escena Benito.

BENITO:

Aldonza, porque esperaba

que tú vinieras a abrir:

por si estabas ocupada.

GRACIOSA:

¿Eso malicias de mí?

Jamás sospechas te faltan,

y eso pasa de licencia.

BENITO:

Vos seréis la licenciada.

Mas, ¿quién está aquí?

¿Por esto no respondíais?

GRACIOSA:

¡Qué raras simplezas!

Aquí no hay nadie.

BENITO:

¿No? Pues pardiobre jurara

que era éste el sacristán.

GRACIOSA:

Ay, tan grande patarata

ésta es vuestra sombra.

BENITO:

Creo,

creo que con cataratas

debo de tener los ojos.

Yo quiero, por si me engaña

la vista, estregarlos bien.

Limpiase los ojos y el otro le imita.

GRACIOSA:

¿Veslo ahora?

BENITO:

De fantasma

tiene más señas.

GRACIOSA:

La sombra

siempre es cosa imaginaria

y finge en la fantasía

mil cosas extraordinarias.

BENITO:

Sombra con ojos y boca

no la he visto yo en el mapa.

Quiero hacer una experiencia

a ver si cuando ando si anda.

Caminan.

Lo hace tan perfectamente

como si se lo mandaran.

Brincan

Doy un brinco, ¡ay, cómo brinca!

Una experiencia me falta,

que es ver si sabe bailar.

Bailan.

¡Válgame Dios y qué gracia

tiene mi sombra!, tan bien

como puedo bailar, baila;

nunca había reparado

ni tal cosa imaginara.

GRACIOSA:

Ni reparárais, si yo

ahora no os lo avisara.

BENITO:

Quiero escupir, que si escupe

será la sombra de casta.

Escupen.

Escupió: pardibre tiene

en todo mi semejanza.

Lindamente: Aldonza amiga,

esta sombra quede en casa,

que si la ven tan hermosa

los que por la calle andan,

me la han de tomar de ojo,

y no hay donde santiguarla

válgame Dios, ¡y qué sombra!

Mi mujer, la mesa saca

aquí, para que comamos,

porque aquí mi sombra se halla

y quiero comer con ella.

GRACIOSA:

¿Y si el resistero os daña del sol?

BENITO:

¿Ahora reparáis

en aquesto, mentecata?

¿No veis que los resisteros

a hombres como yo no matan?

GRACIOSA:

Será porque vuestros cascos

son cascos de calabaza.

Aparte.

Paciencia, Chinela amigo,

hasta salir con la trampa.

Vase.

SACRISTÁN:

Así habrá de ser por fuerza.

BENITO:

Cierto que es cosa bien rara

el ver que tenga en su sombra

un hombre su semejanza.

El bobo de mi compadre

que me dijo por mis barbas

que el sacristán me ofendía

y que mi honra manchaba

y es mi sombra, bueno está:

mi compadrito del alma

por la cola cogió el zorro,

y a mí me echaba la maula.

Hola, hola,

que también tiene cola.

Saca la Graciosa una mesa y la va aderezando.

GRACIOSA:

Aderezada

aquí tenéis ya la mesa

con una pollita asada

que tenía prevenida

para el dueño de mi alma.

Siéntanse los dos frente a frente.

GRACIOSA:

Aquí está el vino también.

BENITO:

¿Por qué no traéis la taza?

GRACIOSA:

Porque el demonio del gato

ahora acaba de quebrarla.

Con la bota beberéis.

Comen y toma Benito la bota, y saca el Sacristán la suya.

BENITO:

Oh, pues si eso es así, vaya.

¡Ay, que también tiene bota!

¿No veis del modo que masca

mi sombra?

GRACIOSA:

Pues si os parece

¿qué mucho que así lo haga?

BENITO:

¡Y cómo que lo parece!

tan bien como yo despacha:

quiero beber ahora un trago.

Beben los dos.

BENITO:

¡Cómo mi sombra se tarda

en beber más que no yo!

mujer, ¿tú no lo reparas?

¿Por qué debe de ser eso?

GRACIOSA:

Tendrá estrecha la garganta

más que vos; porque no es

cuerpo sino sombra.

BENITO:

Vaya,

otro trago, pues parece

que el bocado se me para

al tragar: gor, gor, gor…

Vuelven a beber.

Ya con el gorgalo pasan

algo mejor los bocados,

vaya otro traguito, vaya.

Se oye al Compadre dando golpes.

COMPADRE:

Ha de casa, ¿hola Benito?

BENITO:

Aldonza, mira quién llama.

GRACIOSA:

La trampa ahora se descubre.

Aparte:

Vuestro compadre es.

Detiénele a la cortina y dice:

COMPADRE:

¡Ah, ingrata!

GRACIOSA:

Compadre, calle que importa.

COMPADRE:

Callo pues Benito calla.

Entra en escena.

¿Con quién coméis?

BENITO:

Con mi sombra

que la tengo convidada.

Llega a alcanzar un bocado.

COMPADRE:

Harto alcanza quien alcanza

a ver tan caro su agravio,

y en ti he de vengar mi rabia.

Da palos al Sacristán (a la Sombra).

BENITO:

Hola, hola, que también

mi sombra se sobresalta.

Pues yo quedito me estoy

que esto no es humo de paja.

Entra en escena una mujer alborotada.

MUJER:

¡Benito, Aldonza! ¡qué pena!

¡Oídme, desdicha rara!

Todos cuantos sacristanes

hay en aquesta comarca,

por el sacristán preguntan

y vienen a vuestra casa

armados de punta en blanco.

Vase y entran en escena todos.

TODOS:

Entremos todos, ¡al arma!

SACRISTÁN:

¡Ay, desdichado de mí!

TODOS:

Morirán si no nos sacan

aquí al Sacristán Chinela.

COMPADRE:

Todo esto la sombra causa,

que es el Sacristán Chinela.

SACRISTÁN:

Es verdad, y no se engañan,

yo soy la sombra fingida.

BENITO:

Esto sólo me faltaba,

mueran todos a mis manos.

COMPADRE:

Benito, tocad al arma,

que yo estoy a vuestro lado.

BENITO:

Pues a ellos.

TODOS:

Cierra España.

Entran y salen y se remata con el matapecados.