Capítulo 16
Los magos están descubriendo que cambiar la historia no es tan fácil, incluso cuando tienen una máquina del tiempo. Los Auditores no están ayudando, pero la historia tiene su propio Auditor metafórico, a menudo llamado ‘inercia histórica’.
Inercia es la tendencia innata de los objetos en movimiento a continuar moviéndose a lo largo de la misma trayectoria, incluso si uno trata de desviarlos; es una consecuencia de las leyes del movimiento de Newton. La inercia histórica tiene un efecto similar pero una causa diferente: el cambio de un único evento histórico, sin importar qué tan importante puede parecer, podría no tener ningún efecto importante sobre el contexto social que dirige la trayectoria de la historia.
Imagine que tenemos una máquina del tiempo, y que nos vamos al pasado. No demasiado lejos, sólo hasta el asesinato de Abraham Lincoln. En nuestra historia, el presidente vivió hasta la siguiente mañana, de modo que una diminuta desviación de la bala del asesino podría hacer toda la diferencia. De modo que organizamos una pequeña desviación, y es baleado pero se recupera, sin lesión cerebral perceptible. Cancela un par de citas mientras se recupera, y luego pasa a hacer... ¿qué?
No sabemos nada sobre esa nueva versión de la historia.
¿O lo sabemos? Por supuesto que lo sabemos. No se convierte en un hipopótamo, para empezar, ni en un Modelo T de Ford, ni desaparece. Continúa siendo el presidente Abraham Lincoln, cercado por todas las conveniencias e imposibilidades políticas que existen en nuestra versión de la historia y que todavía existen en la suya.
El escenario contrafactual de un Lincoln vivo plantea muchas preguntas. ¿Piensa usted que ser el presidente estadounidense es como conducir un automóvil, que puede ir a donde quiera? ¿O es sentarse en un tren, observando el terreno por el que otros lo conducen?
En algún lugar entre ambos, sin duda.
Por lo general, no tenemos que pensar mucho en contrafactuales, precisamente porque son contrarios a los hechos. Pero los matemáticos piensan en ellos todo el tiempo —si lo que pienso ocurre que está equivocado, ¿qué puedo deducir que demuestre que está equivocado? Cualquier consideración de espacios fase automáticamente se enreda en los mundos de si. Uno no comprende realmente la historia a menos que intente imaginar lo que podría haber ocurrido si algún evento histórico muy importante no hubiera ocurrido. Ésa es una buena manera de apreciar la trascendencia de ese evento, para empezar.
En ese espíritu, pensemos en ese ‘ahora’ alterado: el comienzo del tercer milenio de la historia de Occidente, pero sin Lincoln asesinado en su pasado. ¿Cómo se llamaría su periódico matutino? ¿Sería diferente? ¿Estaría usted todavía tomando el mismo desayuno ritual, tocino, huevos y una salchicha tal vez? ¿Qué me dice de las Guerras Mundiales? ¿De Hiroshima?
Se ha escrito una cantidad muy grande de historias con este tipo de temática: Los Cazadores de Lincoln, de Wilson Tucker, se instala en un ‘universo alternativo’ como ése y aborda la cuestión de Lincoln.
Cosas curiosas ocurren en nuestra mente cuando le presentan algún mundo ficticio. Considere por un momento el Londres de fines del siglo XIX. Tenía un Jack el Destripador, y podemos preguntarnos quién era ese enigma del mundo real. Tenía un Darwin, un Huxley y un Wallace también. Pero no tenía un Sherlock Holmes, ni un Drácula, ni Nicholas Nickleby, ni un Sr. Polly. [5] Sin embargo, algunas de las mejores descripciones del mundo victoriano están centradas en esos personajes. A veces, las descripciones ficticias intentan poner un brillo humorístico sobre la sociedad del período. Los Picapiedras pusieron un brillo similar sobre la prehistoria humana, tanto que para pensar racionalmente en nuestra evolución debemos extirpar todas esas ideas, que es probablemente una tarea imposible.
Sherlock Holmes y el Sr. Polly eran victorianos exactamente en el mismo sentido en que el tyranosauro y el triceratops de Jurassic Park eran dinosaurios. Cuando imaginamos un triceratops, no podemos evitar el recuerdo de esa verrugosa piel con motas púrpura de Jurassic Park, mientras la bestia yace de costado, respirando en estertor. Y un tyranosauro, en nuestro recuerdo, está corriendo detrás del jeep, balanceando la cabeza como un ave. Cuando imaginamos la Baker Street de fines del siglo XIX es muy difícil no ver a Holmes y a Watson (probablemente en una de sus versiones fílmicas) tomando un cuatro ruedas, de salida a resolver otro crimen. Nuestras imágenes del pasado son una mezcla de figuras históricas legítimas y escenarios poblados por entidades ficticias, y es difícil mantenerlos separados, especialmente cuando las películas y las series de la TV adquieren una mejor tecnología para pegar esas imágenes falsas en nuestra cabeza.
El filósofo George Herbert Mead, en los 30, expresó gran parte de la obvia opinión de que el presente, en un mundo causal, no sólo determina (‘restringe’ si lo prefiere) el futuro, sino que también afecta el pasado, en sólo este sentido: si descubro un nuevo hecho en el presente, entonces el pasado (conceptual) que condujo al nuevo presente también debe haber sido diferente. Mead permitió una interesante manera de ver qué tan buenas son las descripciones de Sherlock Holmes, o del tyranosauro de Jurassic Park. Si mi imagen del presente no es modificada en absoluto por la presencia o la ausencia de un Sherlock Holmes en los 80, o si mi construcción del presente por un proceso evolutivo no es modificada en absoluto al ver Jurassic Park, entonces éstas son invenciones congruentes.
Drácula y los Picapiedras son invenciones incongruentes: si realmente existieron en nuestro pasado, entonces el presente no es lo que pensamos que es. Gran parte de la gracia de las historias de los ‘mundos de si’, y muchas de las ficciones como Los Tres Mosqueteros, está en que muestran causalidades cerradas en nuestro pasado aparente. Si D'Artagnan se hubiera agregado o no a los Mosqueteros y por ello introducido gran parte de la historia causal de Francia del siglo XVII, los niños de los siglos posteriores aprenderían la misma historia en los libros de texto. En última instancia, las ficciones históricas congruentes no tienen ninguna diferencia.
En La Ciencia de Mundodisco II jugamos con esta idea en muchos sentidos: la presencia de los elfos era, para nuestro asombro, compatible con nuestra historia; el anularlos condujo al estancamiento de los humanos y tuvo que ser revertido. En este libro, la interferencia de los magos de la Universidad Invisible en la historia victoriana es tratar de crear una historia, al parecer causada interiormente, donde Darwin escribió El Origen de las Especies y no La Teología de las Especies. Vamos a usar este truco para esclarecer las causalidades de la historia humana.
Para hacerlo de manera convincente, debemos hacer congruentes las intrusiones de Mundodisco, pero incluso entonces debemos abordar el problema de convergencia / divergencia, que es éste. ¿Acaso ese mundo interferido convergería hacia el nuestro, demostrando que la historia es estable; o cualquier diminuta diferencia iniciaría una divergencia que se volvería más y más ancha, demostrando que la historia es inestable?
La mayoría de las personas piensan esto último. Efectivamente, ni siquiera los físicos locamente imaginativos que creen que todas y cada una de las decisiones en este universo crean una nueva historia del mundo, generando nuevos universos en los cuales son implementadas las otras elecciones, imaginan que las historias convergen. No, cada universo sigue su propio camino, salpicando nuevos universos divergentes a medida que avanza. El Pantalón del Tiempo es un árbol: sus perneras pueden bifurcarse pero nunca fusionarse.
Las historias de Los Mundos de Si estaban divididas con respecto a este tema. Algunas hacían un diminuto cambio en el pasado que se amplificaba, resultando en inmensos cambios ahora: hemos mencionado la historia de Bradbury donde alguien pisotea una mariposa en el pasado lejano, en una cacería de dinosaurio, y vuelve para encontrar un régimen fascista. O los cambios que se hicieron fueron todos borrados, porque había un Destino, una gigantesca y todopoderosa inercia de eventos, que no podía cambiar. De cualquier modo que trate de evitar el destino, sólo lo hace más seguro de que ocurra. Y algunas historias tomaron un camino intermedio; algunas cosas convergen y otras no.
Pensamos que ésta es la manera racional de pensar en los viajes en el tiempo y en alterar el pasado.
Después de todo, no cambiamos las reglas sobre las que funciona el pasado. La gravedad todavía opera, los cristales del cloruro de sodio todavía son cúbicos, las personas se enamoran y se separan, los avaros atesoran y los manirrotos despilfarran. Lo que cambiamos es lo que los físicos llaman ‘condiciones iniciales’. Cambiamos las posiciones de algunas de las piezas del Gran Tablero de Ajedrez de la Vida, el Universo y Todo, pero todavía nos atenemos a las reglas del ajedrez. Así es cómo operaron los magos en La Ciencia de Mundodisco II. Volvieron en el tiempo para quitar a los elfos del tablero del juego; entonces volvieron otra vez para evitar que ellos mismos cometieran ese error.
Ahora estamos listos para pensar en nuestra pregunta anterior: ¿Acaso los nombres de los periódicos habrían cambiado si Abraham Lincoln hubiera vivido hasta una avanzada vejez?
Quizás algunos de ellos sí, porque algunas culturas se habrían vuelto algo diferentes. Quizás Québec no sería francesa; quizás Nueva York sería holandesa. Pero los nombres como Daily Mail, Daily News y New York Times son tan obvios, tan apropiados, que incluso si el Imperio Romano estuviera todavía administrando las cosas, los equivalentes en latín parecerían apropiados. Alguien habría inventado los inodoros, y habría habido un tiempo de la máquina a vapor, cuando varias personas inventaron el poder de vapor. Algunas cosas en la cultura occidental parecen muy probables, desde el papel higiénico hasta los periódicos (tan pronto como es inventado el papel), hasta los plásticos, hasta la madera artificial... La tecnología parece tener un conjunto de reglas para su progreso, de modo que parece racional esperar fonógrafos de alguna clase si las personas hacen música con instrumentos musicales, luego casetes cuando las personas se acostumbran a la electricidad y a sus posibilidades de amplificación. Luego desde analógico a digital, a las computadoras... algunas cosas parecen inevitables.
Quizás esta sensación sea engañosa, pero es absurdo insistir en que todo en absoluto en un futuro apenas divergente tiene que resultar diferente.
La evolución orgánica nos ofrece algunas lecciones aquí, y estas lecciones pueden enseñarnos qué tan diversos eran los avances probables en la organización animal. Unas innovaciones como las alas de los insectos, las mandíbulas de los vertebrados, la fotosíntesis, la vida que sale de los mares a la tierra... si corremos la evolución sobre la Tierra otra vez, ¿ocurrirían las mismas cosas? Si volviéramos al origen de la vida en este planeta, y lo matáramos, ¿se desarrollaría otro sistema y nos daría una gama completamente diferente de criaturas, o la Tierra se quedaría sin vida? ¿O seríamos incapaces de determinar si hemos hecho algo, porque todo sería igual la segunda vez?
Si la historia ‘cicatrizara’, no podríamos decir si fue la segunda, o la centésima, o la millonésima vez —cada vez, tarde o temprano, produce una versión de nosotros, cuya máquina del tiempo vuelve al origen. Habría un bucle de tiempo congruente, como ocurrió con los elfos en La Ciencia de Mundodisco II. Si la vida es ‘fácil’ de crear (y las evidencias se ven así) entonces no es un ejercicio de volver y matar a su abuelo, o si lo es, su abuelo es un vampiro y no puede permanecer muerto. Si la vida es fácil de inventar, entonces evitar que ocurra, una o un millón de veces, no hace a la larga ninguna diferencia. El mismo proceso que la generó ocurrirá otra vez.
Mirando el panorama de la vida en este planeta, tanto en tiempo como en espacio, podemos ver que hay dos clases de innovación evolutiva. La fotosíntesis, el vuelo, la piel, el sexo, y los miembros articulados han surgido todos por separado en varios linajes diferentes. Seguramente, como el papel higiénico, esperaríamos verlos de nuevo cada vez que corramos la vida sobre la Tierra.
Y, presumiblemente, los veremos en otros planetas acuosos cuando exploremos nuestra región local de la galaxia. Tales atractores evolutivos son llamados ‘universales’, en contraste con los ‘parroquiales’ o locales: improbables innovaciones que han ocurrido sólo una vez en la historia de la Tierra.
El clásico parroquial es el curioso conjunto de calidades que poseen los vertebrados de tierra, porque una particular especie de peces del Devoniano tuvo éxito al invadir la tierra en nuestra real historia. Los descendientes de esos peces fueron anfibios, reptiles, aves, y mamíferos —incluyéndonos. Los miembros articulados son una innovación universal. Los miembros de las arañas, operados hidráulicamente, difieren en el detalle de los miembros de los mamíferos, y presumiblemente fueron adquiridos vía un antepasado diferente, quizás una proto-araña artrópodo anterior. El esqueleto interno de los mamíferos, con un hueso al final del cuerpo, luego dos, luego una muñeca o tobillo, luego cinco líneas de huesos para dedos, fueron una evolución independiente del mismo truco universal.
Esta altamente improbable combinación ocurre ahora en todos los vertebrados de tierra (excepto la mayoría de los sin patas), porque todos son todos descendientes de esos peces que salieron del agua para colonizar la tierra. Otros parroquiales son las plumas y los dientes (de la clase que evolucionaron a partir de escamas, que es lo que tenemos). Y, en particular, cada uno de los especiales planos de cuerpos que caracterizan a los animales y a las plantas de la Tierra: mamífero, insecto, paramecio, trilobites, calamar, conífera, orquídea... Ninguno de éstos aparecería de nuevo después de una repetición de la historia evolutiva de la Tierra, ni encontraríamos réplicas exactas en otros planetas acuosos.
Esperaríamos que ocurran los mismos procesos, sin embargo, en una corrida repetida de la Tierra o sobre otro mundo similar: una atmósfera lejos del equilibrio químico mientras las formas de vida bombean su química usando la luz; capas de plankton de los mares colonizados por larvas de animales sedimentarios; criaturas voladoras de varios tipos. Tales ecosistemas probablemente también tendrían ‘capas’, una estructura jerárquica, básicamente similar a los ecosistemas que han aparecido en tantas circunstancias diferentes sobre la Tierra. De modo que habría criaturas "parecidas a plantas’, una productiva mayoría de bio-masa (como hierba o alga marina terrestre). Serían recorridas por diminutos animales (ácaros, saltamontes) y por animales más grandes (conejos, antílopes), con unas pocas criaturas muy grandes (elefantes, ballenas). Historias evolutivas comparables resultarían en los mismos dramáticos escenarios, pero representados por actores diferentes.
La lección principal es que, aunque la selección natural tiene una base muy variada con que trabajar (recombinaciones de antiguas mutaciones, surtido de manera diferente en todas esas progenies ‘desperdiciadas’), emergen claros temas a gran escala. Los predadores marinos, como tiburones, delfines, e ictiosauros, todos tienen casi la misma forma de la barracuda, porque la eficiencia hidrodinámica determina que la esbeltez le conseguirá más presas, más baratas. Los linajes muy diferentes de larvas del plankton todos tienen espinas largas u otras extensiones del cuerpo para restringir la tendencia de hundirse o flotar porque su densidad es diferente de la del agua de mar, y la mayoría de ellos también bombean iones adentro y afuera para ajustar su densidad. Tan pronto como las criaturas adquieren sistemas sanguíneos, otras criaturas —sanguijuelas, pulgas, mosquitos— desarrollan herramientas punzantes para aprovecharlo, y diminutos parásitos aprovechan tanto la sangre como comida y a los chupadores de sangre como sistemas postales. Los ejemplos son la malaria, la encefalitis letárgica, y leishmaniasis [6] en seres humanos, y muchas otras enfermedades parasitarias en reptiles, peces, y pulpos.
Los temas a gran escala podrían ser la lección obvia, pero los últimos ejemplos revelan una más importante: los organismos forman mayormente sus propios ambientes, y para un organismo casi todo el contexto importante son otros organismos.
La historia social humana es como la historia evolutiva. Nos gusta organizarla en cuentos, pero no es así como funciona en realidad. La historia, también, puede ser convergente o divergente. Parece muy sensato creer que los pequeños cambios en general se difuminan, o se pierden en el ruido, de modo que se necesitan grandes cambios para desviar el curso de la historia. Pero cualquiera familiarizado con la teoría del caos también esperará que algunas diminutas diferencias produzcan historias divergentes, derivando progresivamente más lejos de lo que podría haber ocurrido de otra manera.
Cambiar la historia es una temática de las historias de viajes en el tiempo, y los dos asuntos se juntan en esas historias llamadas ‘mundos de si’.
Tenemos la muy fuerte sensación de que lo que hacemos, incluso lo que decidimos, cambia la historia. Si decido, ahora, no ir y encontrarme con la Tía Janie en la estación del tren aunque me está esperando porque le dije que lo haría... el universo tomará una ruta diferente de la que habría tomado si hubiera hecho lo esperado. Pero acabamos de ver que incluso salvar a Abraham Lincoln del asesino tendría el más diminuto, el más local, de los efectos. Unos vecinos tales como los alienígenas bolsas-de-gas de Júpiter no notarían en absoluto que Lincoln sobrevivió, o por lo menos no durante un tiempo muy largo. Después de todo, todavía no los hemos notado.
De hecho, ¿cómo lo notarían ellos, o nosotros? ¿Cómo podríamos decir, ‘Espera un minuto, este periódico no debería llamarse Daily Echo... Debe haber habido un viajero del tiempo interfiriendo, de modo que ahora estamos en la pernera equivocada del Pantalón del Tiempo’?
Tía Janie al regresar de la estación no derribará imperios... a menos que usted crea, con The Mistress of Vision, de Francis Thompson, que...
Todas las cosas por inmortal poder
Cerca o lejos...
Ocultamente...
Entre sí conectadas están...
Que tú no puedes sacudir una flor
Sin molestar a una estrella.
Es decir, todas las mariposas contingentes del caos son responsables en cierto sentido de todos los eventos importantes como huracanes y tifones —y los títulos del periódico. Cuando un tifón, o un magnate del periódico, derriba un imperio, ese evento es causado por todo, todas esas mariposas, que le precedieron. Porque el cambio en cualquiera —o quizás sólo en uno de una cantidad muy grande— puede desencadenar el evento importante.
De modo que todo debe ser causado por todo antes de él, no sólo por un delgado cordel de causalidad.
Pensamos en la causalidad como un delgado cordel, una cadena lineal de eventos, conectado al siguiente conectado al siguiente... probablemente porque es la única manera que podemos entender cualquier clase de secuencia causal en nuestra mente. Como veremos, así es como abordamos nuestros propios recuerdos e intenciones, pero nada de esto significa que el universo puede aislar tal cordel causal antecedente de cualquier evento en absoluto, importante o no. Y con seguridad, ‘importante’ o ‘trivial’ son criterios humanos, a menos que el universo realmente ‘difumine’ los cambios más pequeños (sea lo que sea que signifique), y los eventos muy importantes son ésos cuya singular influencia puede ser distinguida en tiempos posteriores.
Porque son historias, comprometidas con la manera en que nuestra mente funciona y no con la manera en que el universo hace su propia causalidad, la mayoría de las historias de viajes en el tiempo suponen que se necesita un gran cambio (localizado) para tener un gran efecto —matar a Napoleón, invadir China... o salvar a Lincoln. Y las historias de viajes en el tiempo tienen otra convención, otra ‘presunción’, porque son historias, más cerca de fi-fi-fo-fum que de la física. Es la línea temporal recordada del viajero. Generalmente la trama depende de que él sea el único en ella. Cuando regresa a su presente recuerda haber pisado la mariposa, o haber matado a su abuelo, o haberle contado a Leonardo sobre los submarinos... pero nadie más es consciente de nada más que de su presente ‘alterado’.
Vayamos de los grandes eventos, causas grandes o pequeñas, a cómo influimos la aparente causalidad en nuestras propias vidas. Hemos inventado un oxímoron muy extraño para describirlo: ‘libre voluntad’. Estas palabras aparecen prominentemente sobre la etiqueta de la lata de lombrices llamada ‘determinismo’. En Inventos de Realidad titulamos el capítulo de la libre voluntad: "Queríamos tener un capítulo sobre la libre voluntad, pero decidimos no hacerlo, de modo que aquí está" para exponer la naturaleza paradójica de toda la idea. El reciente libro de Dennett, La Libertad Evoluciona es un muy poderoso tratamiento del mismo tema. Muestra que con respecto a la ‘libre voluntad’ no importa si el universo, incluyendo los humanos, es determinista. Incluso si podemos hacer sólo lo que debemos, hay maneras de hacer evitable lo inevitable. Incluso si son todas mariposas, si diminutas diferencias determinan caóticamente grandes tendencias históricas, sin embargo las criaturas tan evolucionadas como nosotros podemos tener ‘la única libre voluntad digna de tenerse’, de acuerdo con Dennett. Escribe sobre el acto de esquivar una pelota de béisbol que viene a su cara, y que quizás sea la culminación de una cadena causal que va directo hasta el Big Bang... aún si ayudara a su equipo, podría permitir que golpee su cara.
Pero entonces, lo que decide es: ¿ayudará a su equipo? Ésa no es una elección libre.
Inevitable, evitable.
El mejor ejemplo de Dennett es más antiguo: la nave de Odiseo se acerca a las Sirenas y su canción. De manera inevitable, si sus hombres la escuchan, conducirán la embarcación hacia las rocas. Pero el timonel necesita oír las olas, de modo que parece que no hay ninguna manera de evitar su seducción. Odiseo se hace atar al mástil, mientras todos sus marineros se tapan las orejas con cera de modo que no puedan escuchar a las Sirenas. El asunto esencial para Dennett es que los humanos, y en este planeta probablemente sólo los humanos, han desarrollado algunos estados más allá del observar-y-reaccionar que incluso los animales muy avanzados tienen. Nos observamos a nosotros mismos y a otros observando, por eso obtenemos más contexto donde arraigar nuestro comportamiento incluyendo nuestro comportamiento futuro. Entonces desarrollamos una táctica para etiquetar los resultados imaginarios buenos y malos, exactamente como etiquetamos nuestros recuerdos con etiquetas emocionales. Nosotros, y algunos otros simios —quizás también delfines, quizás incluso algunos loros— desarrollamos una ‘teoría de la mente’, una manera de imaginarnos a nosotros mismos o a otros en escenarios inventados, para anticipar los sentimientos y las respuestas asociados. Entonces aprendimos a usar más de un escenario: ‘Pero por otro lado, si hiciéramos tal o cual cosa, el león no podría atraparnos de todos modos...’, y ese truco pronto se volvió una parte muy importante de nuestra estrategia de supervivencia. También con Odiseo... y la ficción... y particularmente ese minucioso análisis de alternativas hipotéticas que llamamos historia de viajes en el tiempo.
En nuestra mente, podemos sostener muchas historias posibles, como Mead mostró que cada descubrimiento de hoy implica un pasado diferente que conduce a él. Pero si hay alguna manera en que el universo tenga varios pasados (o futuros) posibles es una cuestión mucho más difícil. Hemos argumentado que las vulgarizaciones de la indeterminación cuántica, particularmente el modelo de muchos mundos, se confunden sobre la cuestión. Nos dicen que el universo se ramifica en cada punto de decisión, mientras nosotros pensamos que las personas tienen que inventar una trayectoria causal mental diferente, una historia explicativa diferente, para cada presente o futuro posible.
Antonio Damasio ha escrito tres libros: Buscando a Spinoza, El Error de Descartes, y La Sensación de lo Que Ocurre. Son relatos populares de lo que conocemos sobre los importantes atributos de nuestra mente. Ha documentado nuestros descubrimientos, ahora que podemos usar varias técnicas experimentales para ‘mirar al cerebro mientras piensa’ y ver cómo se involucran sus diferentes partes en lo que sentimos sobre las cosas que pensamos. Tendemos a olvidar que nuestro cerebro está interactuando continuamente con nuestro cuerpo, que le proporciona hormonas de comportamiento a largo plazo, y de químicos de impacto emocional por la modificación del humor para cambiar a corto plazo nuestras intenciones y sentimientos, dirigiendo nuestros pensamientos.
De acuerdo con estos libros, el resultado de haber vivido con un cerebro que creemos que dirigimos usando algo como un timón, pero que en realidad está continuamente sometido a vientos cruzados, tormentas ocasionales, lluvia y sol caliente que nos inducen a días perezosos, es que hemos desarrollado una serie de recuerdos con diferentes sabores. O, el resultado de haber vivido con un cerebro que creemos que dirigimos usando algo como un volante de automóvil y pedales, pero cuya ruta está en realidad sometida continuamente a cambiantes objetivos a largo plazo (‘Vamos a un hotel, no con Tía Janie otra vez’), señales de tráfico a corto plazo y otros coches, es que hemos desarrollado una serie de recuerdos con diferentes sabores. O, cada uno de nosotros tiene una historia personal que explicamos internamente por las sensaciones agregadas a los recuerdos emocionales, de modo que hemos desarrollado una serie de recuerdos con diferentes sabores.
Damasio ha importado la predisposición emocional en lo que pensamos sobre nuestras propias intenciones, elecciones, otras personas, recuerdos, y planes futuros. Afirma que ‘para’ eso es la emoción, y ahora la mayoría de los psicólogos están de acuerdo en que los recuerdos etiquetados emocionalmente son el efecto de tener un cerebro cuya interacción con su cuerpo tiñe de emociones los recuerdos y las intenciones.
Habitualmente suponemos que la historia física real, y particularmente la historia social, funciona de la misma manera que nuestras propias historias personales, con eventos etiquetados ‘bueno’ o ‘malo’... pero no es así. Es engañoso pensar en el Big Bang, por ejemplo, como una explosión de una bomba o de fuegos artificiales, vista desde afuera. Toda la idea de la metáfora del Big Bang es que en el momento en que el universo hacía bum, no había ningún afuera. Más sutilmente, quizás, tendemos a pensar en el nacimiento del universo del mismo modo que pensamos en el nuestro propio, o incluso en nuestra concepción.
La historia real, después de lo que ‘realmente’ fue el Big Bang, depende de la acumulación de incontables secuencias diminutas de causa-efecto. Tan pronto empezamos a pensar cómo se ve cualquiera de esas secuencias, sacándola del contexto que la contiene, perdemos su causalidad. Este bullicioso mar de procesos, apariciones y desapariciones, donde ninguna causalidad puede estar aislada, es llamado a veces ‘País de Hormigas’. El nombre refleja tres características: la bullente y aparentemente sin sentido actividad de las hormigas, lo cual como agregado hace que las colonias de hormigas funcionen; la metafórica Tía Hillary en Godel, Escher, Bach, de Douglas Hofstadter, [7] que era un hormiguero sensible y reconocía el enfoque de su amigo el oso hormiguero porque algunas de sus hormigas habitantes se asustaban; y la Hormiga de Langton, un simple autómata celular, que muestra que incluso si conocemos todas las reglas que gobiernan un sistema, su comportamiento no puede ser pronosticado excepto corriendo las reglas y viendo qué ocurre. Lo cual en el libro de la mayoría de las personas no es ‘predicción’ en absoluto.
Por razones similares, es imposible pronosticar el clima con exactitud, ni siquiera con algunas semanas de adelanto. Sin embargo, a pesar de esta evidente ausencia de causalidad en los micro-niveles del clima, la imposibilidad de aislar la causalidad en las mariposas giratorias... a pesar de la naturaleza caótica de la meteorología tanto en lo grande como en lo pequeño, el clima tiene sentido. Como también una piedra que baja colina abajo. Como también mucho de la física, la ingeniería, y la aeronáutica: podemos construir un Boeing 747 que vuele confiablemente. Sin embargo, todos nuestros modelos físicos están arraigados en cerebros que tienen equivocada la mayoría de sus percepciones.
Gritar a los monos en el árbol cercano. Los cerebros evolucionaron para hacer eso. No para matemática ni física.
Mayormente entendemos la ecología y la evolución de manera correcta, pero a menudo equivocada, por las mismas razones. Las situaciones que desarrollamos no funcionan, son tan falsos a los hechos como el ‘clima’. Pero no podemos evitar desarrollarlos, y a menudo son bastante útiles para ser ‘buenos para el trabajo del gobierno’.
Para subrayar este punto, aquí hay un importante ejemplo evolutivo. Piense en el primer vertebrado terrestre, en ese pez que salió del agua. Tenemos la poderosa sensación de que si tomáramos una máquina del tiempo hasta el Devoniano, cuando ese importante primer pez estaba saliendo del mar, debería haber un momento que pudiéramos aislar: ‘Mira, meneándose afuera hacia el barro, ese pez hembra ha escapado de ese predador, de modo que ha vivido para poner sus huevos, y algunos de ellos serán nuestros antepasados... Si no hubiera tenido esas aletas patilargas, no lo habría logrado, y no estaríamos aquí’.
¿La paradoja del abuelo otra vez? No totalmente, pero podemos esclarecer la paradoja del abuelo con este ejemplo. Pregúntese a sí mismo qué hubiera ocurrido si mataba a ese pez. ¿Habría ocurrido alguna vez la humanidad? No completamente. Al aislar un único evento, hemos tratado mentalmente de hacer que la historia siga un delgado hilo de causalidad. Pero cometimos el error de Adán-y-Eva: los antepasados no disminuyen a medida que uno vuelve hacia atrás, se multiplican. Uno tiene dos padres, cuatro abuelos, tal vez sólo siete bisabuelos, porque los casamientos entre primos eran más comunes entonces. Cuando haya retrocedido un par de docenas de generaciones, una importante proporción de todos los reproductores de ese período fueron sus antepasados. Es por eso que todos encuentran algunos antepasados famosos cuando miran —y el hecho de que las personas famosas eran ricas, fuertes y sexualmente exitosas también ayuda, de modo que están mejor representadas reproductivamente en los descendientes de esa generación.
Note que dijimos ‘reproductores’ y ‘muchos’. Casi todas criaturas sexualmente producidas no se reproducen, incluyendo los humanos, de la mayor parte de las generaciones previas. No sólo que la mayor parte de las personas vivas en esa generación previa son niños pequeños que no sobrevivirán para reproducirse; muchos de los reproductores aparentemente exitosos contribuyen en linajes que mueren antes de llegar al día de hoy, porque son excluidos del limitado ecosistema por linajes más exitosos a medida que pasan las generaciones.
De modo que cuando miramos esos peces del Devoniano, no hay uno solo que fuera nuestro antepasado. Todos los reproductores, una pequeña proporción muy asistemática de la población de peces, contribuyeron en la recombinación y mezcla mutante de genes que se pasaron desde esos peces que dejaron el agua, a través de generaciones de anfibios y de reptiles parecidos a mamíferos, hacia los primeros mamíferos, y que fueron seleccionados para caracterizar a los primeros primates, y que eventualmente terminaron en nosotros. No hubo un único abuelo pez, ni un abuelo primate, no fue una delgada línea de ascendencia, exactamente como no hay una delgada línea de causalidad que vaya desde el batir de un ala de una mariposa hasta un huracán. Casi ningún pez que uno mate al volver haría prácticamente ninguna diferencia en la historia. Todavía estaríamos aquí, pero la historia habría tomado una ruta ligeramente diferente para llegar hasta nosotros.
Pero eso no significa que la historia no tenga ningún logro importante.
Especialmente algunos físicos han argumentado por esta falta de determinación y por las influencias caóticas en todos los micro-niveles que la historia no tiene patrones, que esa incertidumbre de Heisenberg gobierna. Equivocado. Sólo porque no podamos pronosticar el clima más allá de una semana, con las mejores y más grandes computadoras, no significa que no haya ninguna cosa tal como el clima. Nuestras situaciones evolutivas en esa delgada-línea-causal hacia la salida de esos peces hacia la tierra no funcionan, pero eso no significa que debemos desechar toda la idea de la causalidad en la evolución. Cualquier evento, cuando se mira en detalle, parece no tener una causa clara, pero eso sólo quiere decir que nuestras mentes-Damasio no son adecuadas a esa manera de analizar la historia.
Somos mucho mejores cuando ignoramos totalmente todas las cosas micro, y hacemos grandes conjeturas: Supongo que mañana estará soleado otra vez; o Supongo que entre todos esos peces que se comerán unos a otros en las marismas del Devoniano, algunos escaparán hacia la tierra. Confirmamos esas conjeturas al encontrar percas trepadoras, saltadores en el barro y un montón de otros linajes distintos haciendo exactamente eso sobre las marismas de hoy.
El grandioso biólogo evolutivo Stephen Jay Gould se equivocaba en este punto en Vida Maravillosa: «Si la evolución corriera otra vez no tendríamos personas, por todas las diminutas mariposas caóticas que condicionaron los resultados evolutivos, de modo que no habría ningún delgado hilo causal». No estamos de acuerdo: podríamos no tener, casi seguramente no, al mismo primate bajando de los árboles, pero unas importantes innovaciones equivalentes ocurrirían en los nuevos y diferentes linajes. Las personas son buenas para encontrar agrupaciones de alto nivel, para hacer analogías y metáforas, para discutir desde lo que Tía Janie hace hoy hasta lo que hará mañana, o hizo hace veinte años. Pero simplificamos demasiado cuando tratamos de desenredar el laberinto de diminutas causalidades que se esconde detrás de cualquier evento histórico, porque no podemos manejar esa clase de complejidad.
De modo que, aunque toda la causalidad ocurre en el micro-nivel y no podemos analizarla excepto en términos de decenas de partículas que interactúan cuando en realidad hay mil millones, y no se trata de eso. Es como cuando los físicos de principios del siglo XX nos decían que la mesa del comedor no estaba realmente ahí, que era casi todo espacio vacío, y que los conceptos como ‘dura’ y ‘marrón’ no tenían ningún lugar en la visión del mundo de los físicos. Tanto peor para los físicos. ¿No comían acaso su cena en una mesa dura y marrón? ¿Y acaso no estaba diseñado su cerebro para hacer cosas con abstracciones —como dura y marrón— de veras útiles en su vida cotidiana, y no los muy peculiarmente inútiles conceptos de átomos, núcleos, y todo eso?
Por lo contrario, nuestros cerebros son excelentes en los juicios de más alto nivel que son invitados a hacer, especialmente en un mundo que está lleno de mesas duras y marrones, puertas, casas, árboles con que hacerlas, y otras personas para ayudarnos o para competir con nosotros. Pero casi todos los cerebros humanos son malos cuando se trata de la física de los átomos y el micro-mundo.
Volvamos a la historia. Nosotros ‘encontramos el sentido’ de los grandes movimientos como la Ilustración, la democracia en la Atenas antigua, los Tudor; pero sabemos que si fuéramos a mirar todas las interacciones a pequeña escala, tendría poco sentido contra el fondo comprensible. Es precisamente por eso que las novelas históricas pueden ser tan fascinantes, y por qué los tres Mosqueteros no afectaron en realidad al Cardenal Richelieu ni a todas las personas importantes en la Francia del siglo XVII. Sin embargo, disfrutamos en grande la ficción que le pone sentido a los grandes movimientos al relacionarlos con los motivos y la nobleza de algunas personas como D'Artagnan, con quien nos podemos identificar. Las secuelas Diez Años Después y Veinte Años Después nos intrigaron a algunos de nosotros, mientras Dumas encontraba que estaba en algo bueno y produjo más de lo mismo. Algunos de nosotros, al menos, entonces descubrimos que la nobleza de Athos sonaba cada vez más falsa, y que el buen humor de Porthos era aburrido, mientras la religiosidad de Aramis se ponía muy tenue a medida que los años pasaban. La idea inicial calzaba en la historia que conocíamos, era congruente y proveía incidentes pintorescos. Pero las últimas obras-gananciosas estaban cada vez más en contra de como conocíamos que funcionaba la historia.
Hay un excelente ejemplo de lo opuesto, que establece ese punto aun mejor que Dumas. La Máquina del Tiempo de Wells, como hemos dicho, era la narración absolutamente clásica de un viaje en el tiempo, mostrándonos la gran imagen desde la prehistoria hasta las consecuencias sociales del capitalismo que el socialista Wells quería criticar. Entonces el Sol que se enfriaba, los grandes cangrejos sobre una playa post-diluviana... encantador. Pero la secuela moderna de Stephen Baxter, Las Naves del Tiempo, nos muestra qué tan inteligentes serán los Morlocks, cómo el Viajero es un poco lujurioso de la pequeña niña del porvenir —un eco con Alice de Lewis Carrol— que es inocente y un poco estúpida.
Es como una novela histórica que pone todas las pequeñas partes sexuales y despreciables en el gran tapiz de la historia. Tales ejercicios literarios añaden color y sabor a la historia, como Damasio demostró que hacemos con nuestros propios recuerdos personales. El placer que nos da este ejercicio indica cómo lee la historia nuestra mente: en general sin sabor, en lo pequeño con esa clase de color con que pintamos nuestras propias pequeñas reminiscencias. De modo que la novela romántica histórica es exactamente eso: la pintura romántica de los temas pequeños e interesantes, cuya causalidad podría afectar el concepto general, pero que no lo hace.
¿Qué significa, entonces, preguntar si el tiempo teje cualquier cambio, o si las traviesas mariposas son en última instancia responsables de la caída de los imperios?
Aquí las convenciones ficticias dejan de adecuarse al mundo real. Desde el punto de vista de los magos, el tiempo de Mundodisco es una secuencia unidimensional a la que pueden acceder en modo bi-dimensional como un libro. Por razones narrativas, tenemos que describirlo de este modo por todos esos relatos históricos de delgada-línea-de-causalidad que nuestra mente encuentra tan agradables. En un contexto ficticio, tenemos poca elección. Sin embargo, aquí queremos pensar en la naturaleza de la causalidad y en la libre voluntad en el universo ‘real’, que —como hemos aclarado en toda la serie de Ciencia de Mundodisco— no tiene nada de narrativium. En ese contexto, tenemos que entender que esta simple imagen de la historia de Mundodisco es un fraude. El Pantalón del Tiempo también funciona bien como una historia, pero como física genuina es un fraude: uno no puede ser empujado de una pernera a la otra por un evento. Peor, uno no puede distinguir que haya existido tal evento. En lo que respecta a uno, éste es el mundo. No tiene ningún ‘si’ en su pasado.
Nada de esto evita que usemos ‘qué pasa si’ (que por naturaleza son ficciones, no hechos) al pensar en la historia. Todavía podemos preguntar, en nuestra mente, qué habría ocurrido si, por decir, Lincoln hubiera sobrevivido... pero en el mundo real no lo hizo, y no podemos correr una maqueta ‘si sobrevivió’ en el mundo real: sólo en nuestra cabeza.
La ciencia tropieza precisamente con esta dificultad. Por ejemplo, el problema principal al probar los tratamientos médicos es que no podemos dar el tratamiento a la Sra. Jones y no darle el tratamiento a la Sra. Jones, simultáneamente, y comparar los resultados. Podemos hacerlo secuencialmente, pero entonces el segundo tratamiento (ya sea placebo o tratamiento verdadero) ocurre en una Sra. Jones diferente, una que ha recibido el primer tratamiento. De modo que lo que hacen los examinadores es tener grupos bastante grandes, les hacen el tratamiento primero a algunos, placebo primero a otros —y quizás deberían hacer dos placebos a algunos, y dos tratamientos a algunos otros.
Lo que hacen las historias de viajes en el tiempo, en nuestra mente, es el mismo tipo de prueba: ‘¿Qué habría ocurrido si Leonardo realmente hubiera visto funcionar un submarino?’, o de manera equivalente ‘¿Vio Leonardo un submarino funcionando?’ En La Ciencia de Mundodisco, y más explícitamente en La Ciencia de Mundodisco II, preguntamos si las interesantes historias que inventamos tienen alguna clase de explicación coherente, algo como el ‘mal’ —que personificamos en el segundo libro como elfos. ¿Hasta qué punto se relacionan tales conceptos con las verdaderas reglas del mundo real? Ahora argumentamos que no podemos saber si alguna respuesta que obtengamos sea útil; ni siquiera podemos saber si hemos obtenido alguna respuesta en absoluto. Y es precisamente por eso que la única clase de libre voluntad que vale la pena tener es la de Dennett. Es posible, dándonos a cada uno de nosotros la oportunidad de hacer evitables pequeños asuntos de un futuro de otra manera inevitable.
Cuando miramos atrás algo que hemos cambiado por este tipo de acto de libre voluntad, es tan causal como todo lo demás —y si el universo es en cualquier sentido determinado, entonces es determinado en ese sentido. Piense en Odiseo mirando atrás a lo que ocurrió cuando su embarcación no fue atrapada por las Sirenas. Sus hombres no las escucharon, y él, que pudo escucharlas, no podía actuar para conducir la embarcación. De modo que él y su tripulación sobrevivieron en el más improbable de los pasajes. En cierto sentido, por supuesto, cada pasaje de mar es igualmente único, como cada reparto de naipes; pero el viaje de Odiseo, como el reparto naipes un-color-por-jugador, es también totalmente extraordinario. Mirando hacia atrás en la historia, ¿podemos encontrar viajes, eventos, y procesos tan extraordinarios que parezcan ser el resultado de actos previos de libre voluntad?
¿Qué es, entonces, la causalidad? Por razones al estilo Damasio, tendemos a pensar que lo que le da dinámica a la historia son los grandes eventos, los ‘puntos pivote’. La falacia es que pensamos que se necesitan grandes causas para producir grandes efectos. Esto es falso (mariposa) pero hay un problema: escoger el diminuto cambio correcto (¿cuál mariposa?). Y siempre hay miles de millones de nuevas mariposas, arrastrando nuevos cambios desde diferencias antes invisibles ‘al 13º lugar decimal’, no-observables hasta que aparecen sus efectos.
La historia real es así; a menudo las causas están distribuidas, con enormes cantidades de diminutos eventos todos coincidiendo. Es justamente este problema el que lleva a Ridcully a emplear una cantidad tan enorme de magos, haciendo un conjunto de cosas triviales, simplemente para conseguir que El Origen sea escrito.
Sólo justificamos este tipo de causalidad en retrospectiva: la historia no sabía ‘a dónde estaba yendo’. De modo que al cambiar el pasado se crea un contexto para el futuro, no una cadena causal, y así es como los magos deben operar, por lo cual tenemos a miles de ellos haciendo interminables cambios triviales en la historia victoriana, en lugar de asesinar a la Reina Victoria, por decir. Cualquier victoriano, quizás particularmente la niñera bien entrenada, le dirá exactamente eso sobre su historia personal: su corazón debe ser puro (contexto) más que sus planes sutiles.