UNDÉCIMO CAPÍTULO

Sobre cómo se engaña a un carcelero

Al día siguiente por la mañana se repartieron los programas. Todo tipo de pájaros volaron por toda la bahía soltando programas del teatro. Los carteles tan bonitos (los habían pintado el Homsa y la hija de la Mymla) revoloteaban hasta caer en el bosque, en la playa, en los prados, en el agua, sobre los tejados y en los jardines.

Una hoja con el programa voló sobre la cárcel y cayó delante del Hemul, que estaba sentado dormitando al sol con la gorra de policía sobre el hocico.

Nada más verlo pensó que era un mensaje secreto para los presos y lo recogió con gran excitación.

Ahora tenía nada menos que tres presos, el máximo que había tenido desde que estudió para carcelero. Hacía casi dos años que no vigilaba a nadie, por lo que resultaba comprensible que se preocupara tanto por ellos.

Sea como sea, el Hemul se puso las gafas y leyó el programa en voz alta. ¡¡¡Estreno!!!, leyó.

LAS CHICAS LEÓN o EL LAZO DEL PARENTESCO

Drama en un acto de Papá Mumin

Intérpretes:

Mamá Mumin, Papá Mumin, la hija de la Mymla, la Misa y el Homsa.

Coro: Emma.

Precio de la entrada

Cualquier cosa que se pueda comer. Empieza esta noche con la puesta de sol, si no hace viento ni llueve, y termina a la hora de dormir de los niños. La representación tendrá lugar en medio de la bahía de Granviken. Los hemules se encargan del alquiler de las barcas.

La Dirección del Teatro

¿Teatro?, dijo el Hemul pensativo quitándose las gafas. Dentro de su corazón hemula se encendió un vago recuerdo de la infancia. Sí, su tía lo había llevado una vez al teatro. Algo sobre una princesa que se dormía en un rosal. Había sido muy bonito y al Hemul le había gustado.

De pronto supo que quería ir al teatro otra vez.

Pero ¿quién vigilaría a los presos mientras tanto?

No conocía a ningún hemul que estuviera libre. El pobre carcelero se puso a pensar sin parar. Pegó el hocico a la jaula de hierro que estaba a la sombra detrás de él y dijo:

Me gustaría tanto ir al teatro esta noche…

¡Teatro!, dijo el Mumintroll estirando las orejas.

Sí, Las chicas león, explicó el Hemul y metió el programa en la jaula. Y ahora no sé a quién puedo poner para que os vigile.

El Mumintroll y la señorita Snork miraron el cartel del teatro. Después se miraron el uno a la otra.

Seguro que es algo con princesas, dijo el Hemul quejándose. ¡Hace tanto tiempo que no veo una princesita!

Entonces debes ir a verla, definitivamente, dijo la señorita Snork. ¿No tienes ningún pariente amable que nos pueda vigilar mientras tanto?

Sí, mi prima, dijo el Hemul. Pero es demasiado amable. Os podría soltar.

¿Cuándo nos ejecutarán?, preguntó de repente la Filifjonka.

Bah, ejecutaros no, dijo el Hemul ruborizado. Estaréis en la jaula hasta que confeséis lo que habéis hecho. Después tendréis que hacer carteles nuevos y escribir «Está prohibido» cinco mil veces cada uno.

Pero somos inocentes, replicó la Filifjonka.

Sí, sí sí, dijo el Hemul. Ésa ya me la sé. Todos dicen lo mismo.

Escucha, dijo el Mumintroll. Te arrepentirás toda la vida si no vas a ese teatro. Seguro que hay princesas. Chicas león.

El Hemul se encogió de hombros y suspiró.

No seas insensato, dijo la señorita Snork convincente. Trae a esa prima tuya para que la veamos. ¡Un carcelero amable siempre es mejor que ninguno!

Bueno, dijo el Hemul enfurruñado. Se puso en pie y se metió con pasos lentos por entre los arbustos.

¿Lo veis?, dijo el Mumintroll. ¿Os acordáis de lo que soñamos la noche de San Juan? ¡Con un león! ¡Un gran león al que la Pequeña My mordía en la pata! Pero ¿qué es lo que han liado allí en casa?

Yo soñé que tenía un montón de familiares nuevos, explicó la Filifjonka. ¡Sería horrible! ¡Justo cuando me he deshecho de los que tenía antes!

El Hemul ya regresaba.

Traía consigo una hemulita tremendamente pequeña y delgada que parecía asustada.

¿Te ves capaz de vigilar a éstos por mí?, preguntó él.

¿Muerden?, susurró la hemulita que, por lo visto, era una fracasada (como hemul).

El Hemul resopló y le alcanzó la llave de la jaula.

Claro que sí, dijo. Te cortan por la mitad de un mordisco, ñim-ñam, si los dejas salir. Ahora me voy a vestir para el estreno. Adiós a todos.

En cuanto hubo desaparecido, la hemulita se puso a hacer ganchillo mientras lanzaba miradas de miedo a la jaula.

¿Qué estás haciendo?, preguntó amable la señorita Snork.

La hemulita dio un respingo. No lo sé, susurró angustiada. Es que siempre me siento más segura cuando hago ganchillo.

Podrías hacer unas pantuflas: es un color perfecto para pantuflas, propuso la señorita Snork.

La hemulita miró el ganchillo y se quedó pensando.

¿No tienes ningún conocido que tenga frío en los pies?, preguntó la Filifjonka.

Sí, una amiga, dijo la hemulita.

Yo también conozco a una que tiene frío en los pies, continuó la Filifjonka. La mujer de mi tío, que está en el teatro. Por lo visto hay mucha corriente de aire. ¡Es horrible estar en el teatro!

Aquí también hay corriente, dijo el Mumintroll.

Mi primo debería haber pensado en eso, dijo la hemulita tímidamente. Si esperáis un poco os haré unas pantuflas a cada uno.

Seguramente habremos muerto antes de que estén acabadas, dijo triste el Mumintroll.

La hemulita parecía preocupada y se acercó con cuidado a la jaula.

¿Y si le pongo una manta encima?, dijo.

Se encogieron de hombros y tiritando se acurrucaron más entre sí.

¿De verdad estáis muy resfriados?, preguntó la hemulita espantada.

La señorita Snork tosió con una tos seca.

Podría ser que una taza de té con zumo de grosella me salvara, dijo. Pero nunca se sabe.

La hemulita estuvo dudando un buen rato. Se apretó el ganchillo contra el hocico y se los quedó mirando.

Si morís…, dijo con voz temblorosa. Si morís, a mi primo ya no le parecería divertido vigilaros, ¿no?

Difícilmente, dijo la Filifjonka.

Y, de todos modos, os tengo que tomar las medidas para las pantuflas.

Asintieron enérgicamente.

Entonces, la hemulita abrió la jaula y dijo tímidamente:

¿Quizá os pueda invitar a una taza de té? Con zumo de grosella. Y las pantuflas os las daré en cuanto estén listas. ¡Habéis sido tan amables dándome la idea de las pantuflas…! Le da más sentido al ganchillo, si entendéis lo que quiero decir.

Y se fueron a casa de la hemulita a tomar el té. Se empeñó en hacerles un montón de galletas y tardó tanto tiempo que ya era de noche cuando la señorita Snork se levantó diciendo:

Ahora sí que deberíamos irnos. Muchísimas gracias por el té.

Es realmente triste tener que meteros en la cárcel otra vez, dijo la hemulita excusándose y descolgó la llave del clavo en el que estaba.

Pero no pensamos ir a la cárcel, replicó el Mumintroll. Vamos a ir a casa, al teatro.

A la hemulita se le saltaron las lágrimas. Mi primo se disgustará tanto…, dijo.

¡Pero es que somos totalmente inocentes!, exclamó la Filifjonka.

¿Por qué no lo dijisteis desde el principio?, dijo aliviada la hemulita. ¡Entonces claro que iréis al teatro en lugar de ir a la cárcel! Pero quizá sea mejor que os acompañe y se lo explique todo a mi primo.