
OCTAVO CAPÍTULO
Sobre cómo se escribe una pieza de teatro
¡Imaginad que Mamá Mumin se hubiera enterado al despertarse la mañana de San Juan de que el Mumintroll estaba en la cárcel! ¡O que alguien le hubiese podido contar a la hija de la Mymla que su hermana pequeña estaba durmiendo en la cabañita de ramas del Snusmumrik, enrollada en lana de angora!
Ahora no sabían nada, pero tenían esperanzas. ¿No se habían visto involucrados en peores asuntos que ninguna de las familias que conocían y no había salido siempre todo bien?
La Pequeña My está acostumbrada a cuidar de sí misma, dijo la hija de la Mymla. ¡Me preocupa más la gente que se la encuentre!
La madre del Mumintroll miró hacia fuera. Estaba lloviendo.
Que no cojan frío, pensó y se incorporó con cuidado en la cama. Tenía que ir con cuidado, porque desde que la casa había tocado fondo el suelo estaba tan inclinado que Papá Mumin había tenido que sujetar todos los muebles con clavos. Lo peor era cuando tenían que comer, porque los platos se caían al suelo continuamente y se rompían si intentaban aguantarlos con clavos. Todos tenían la sensación de estar haciendo alpinismo todo el tiempo. Como siempre iban más arriba con una pierna y más abajo con la otra, Papá Mumin comenzó a preocuparse por que las piernas empezaran a crecer de manera desigual. (Pero el Homsa pensó que se podían igualar si caminaban un rato en el otro sentido).
Como de costumbre, Emma estaba barriendo.
Escalaba trabajosamente el suelo mientras empujaba la basura hacia delante. Cuando estaba a medio camino la basura se deslizaba hacia abajo y tenía que volver a empezar.
¿No es más práctico hacia el otro lado?, dijo Mamá Mumin con la intención de ayudar.
Aquí no viene nadie a enseñarme a mí cómo hay que barrer, dijo Emma. En este sentido he barrido el escenario desde que me casé con el director de escena Filifjonk y así pienso barrer hasta que me muera.
Y ¿dónde está el marido de Emma?, preguntó la madre del Mumintroll.
Está muerto, dijo Emma solemne. Le cayó el telón metálico en la cabeza y se partieron los dos.
¡Oh, pobre, pobre Emma!, exclamó Mamá Mumin.
Emma raspó en el bolsillo y sacó una foto amarillenta.
Así era Filifjonk en su juventud, dijo.
La madre del Mumintroll miró la fotografía. El director de escena Filifjonk estaba sentado delante de un cuadro con palmeras. Tenía unos bigotes grandes y a su lado había alguien que parecía preocupada y que llevaba un pequeño gorro en la cabeza.
Qué elegante es, dijo Mamá Mumin. Y el cuadro que tiene detrás me suena.
El telón de fondo para Cleopatra, dijo Emma fría.
¿La dama joven se llama Cleopatra?, preguntó la madre.
Emma se llevó las manos a la cabeza.
Cleopatra es el nombre de una obra de teatro, dijo cansada. Y la joven dama al lado de Filifjonk es su presumida sobrina. ¡Una sobrina muy desagradable! Nos manda invitaciones cada San Juan, pero me cuido bien de contestar. Seguro que sólo pretende entrar en el teatro.
¿Y no pensáis abrir?, preguntó Mamá Mumin con un tono de reproche.
Emma dejó la escoba a un lado.
Ya no aguanto más, dijo. No sabéis nada sobre el teatro. Ni lo más mínimo. Menos que nada, y no hay más.
Pero ¿no puede Emma explicarme un poco?, pidió tímida Mamá Mumin.
Emma dudó y al final decidió ser buena.
Se sentó en el borde de la cama junto a la madre del Mumintroll y dijo:
El teatro no es vuestro salón ni un embarcadero. El teatro es lo más importante del mundo porque en él se enseña a la gente cómo podrían ser y lo que añoran ser, pero no se atreven, y cómo son.
¡Un reformatorio!, exclamó Mamá Mumin espantada.
Emma negó paciente con la cabeza. Tomó un trozo de papel y dibujó con la mano temblorosa un teatro para la madre del Mumintroll. Le explicó dónde estaba cada cosa y lo apuntó para que la madre no lo olvidara. (El dibujo está aquí en el libro). Mientras Emma dibujaba aparecieron todos los demás y se pusieron a su alrededor.
Así era cuando interpretamos Cleopatra, contó Emma. Todo el salón (no vuestro salón) estaba lleno de gente, y estaban totalmente en silencio porque era el estreno (significa que se interpreta una obra por primera vez).
Como de costumbre, había encendido las candilejas con la puesta de sol, y justo antes de subir el telón piqué tres veces en el suelo del escenario. ¡Así!
¿Por qué?, preguntó la hija de la Mymla.
Por el efecto, dijo Emma y sus ojitos brillaron. Para crear expectación, ¿entendéis? Sube el telón. Un foco rojo ilumina a Cleopatra, el público aguanta la respiración…
¿Estaba también Atrezo allí?, preguntó el Homsa.
El atrezo es un sitio, explicó Emma. Un cuarto para todo lo que se necesita cuando se hace teatro. La prima donna estaba increíblemente preciosa, sombría…
¿La prima donna?, preguntó la Misa.
Sí, la actriz más importante de todas. La que siempre hace el papel más divertido y que siempre consigue lo que quiere. Pero, por Dios…
Yo quiero ser una prima donna, interrumpió la Misa. Pero quiero un papel triste. Un papel en el que haya que gritar y llorar.
Entonces tendrás que actuar en un drama, dijo Emma. Y morir en el último acto.
Sí, exclamó la Misa con los mofletes radiantes. ¡Y poder ser alguien totalmente distinta a quien soy en realidad! Ya nadie diría «por ahí va la Misa». Dirían «mirad la triste dama de terciopelo rojo… la gran prima donna… seguro que ha sufrido mucho».
¿Y vas a actuar para nosotros?, preguntó el Homsa.
¿Yo? ¿Actuar? ¿Para vosotros?, susurró la Misa, y los ojos se le llenaron de lágrimas.
Entonces yo también quiero ser prima donna, dijo la hija de la Mymla.
¿Y qué interpretaríais?, preguntó Emma poco convencida.
La madre del Mumintroll miraba a Papá Mumin. Seguro que tú podrías escribir una obra de teatro si Emma te ayudara, dijo. Ya has escrito tus memorias, y seguro que no es tan difícil hacer rima.
¡Bah!, yo no puedo escribir una obra de teatro, dijo Papá Mumin ruborizándose.
Claro que puedes, cariño, dijo la madre. Y nos lo aprenderemos todo de memoria y vendrá todo el mundo a vernos cuando hagamos teatro. Un montón de gente, más y más, y todos les contarán a sus conocidos lo bonito que ha sido. Al final, el Mumintroll también se enterará y encontrará el camino a casa. ¡Todos vuelven y todo se arregla!, terminó Mamá Mumin y dio una palmada de alegría con las patitas.
Se miraron indecisos los unos a los otros.
Después miraron a Emma.
Hizo el gesto de mostrar las patas.
Obviamente, saldrá una cosa horrible, dijo. Pero si por fuerza queréis hacer un fiasco bien os puedo dar algunos consejos. Alguna vez, cuando tenga tiempo.
Y Emma siguió contando cómo se hace teatro.
Por la noche, el padre del Mumintroll tenía lista la obra de teatro y se la leyó a los demás. Nadie le interrumpió y cuando hubo terminado se hizo silencio.
Al final, Emma dijo:
No, no y no. ¡No y otra vez no!
¿Es tan mala?, preguntó abatido el padre.
Peor, dijo Emma. Escucha esto:
No temo yo a los leones,
los mato cada día a golpes.
Horripilante.
Definitivamente, quiero que haya un león, dijo Papá Mumin malhumorado.
¡Debe escribir hexámetros! ¡Hexámetros! No rima.
¿Qué quieres decir con hexámetro?, dijo el padre.
Sí, así: tamta-rata-tarara-tara-tam-tam-tamtara-tam-tam, explicó Emma.
A Papá Mumin se le iluminó el rostro. ¿Quieres decir: miedo-yonun-casentí-yalosleon-esconganasgol-peo?, preguntó.
Lo va cogiendo, dijo Emma. Rescríbelo todo en hexámetros. Y recuerda que en un buen drama de estilo antiguo, todos deben pertenecer a la misma familia.
Pero ¿cómo pueden estar tan enfadados los unos con los otros si son de la misma familia?, preguntó respetuosa Mamá Mumin. ¿Y no hay ni una sola princesa? ¿No puede terminar bien? Es tan triste cuando la gente muere…
Es un drama, querida, dijo Papá Mumin. Y entonces tiene que morir alguien al final. Preferiblemente, todos menos uno, y quizá ése también. Lo ha dicho Emma.
Me pido morir al final, dijo la Misa.
¿Puedo ser yo quien mate a la Misa?, pidió la hija de la Mymla.
Creía que Papá Mumin iba a escribir una historia de detectives, dijo el Homsa decepcionado. Una en la que todos fueran sospechosos y se dan un montón de pistas en las que pensar.
El padre del Mumintroll se levantó herido y recogió sus papeles. Si no os gusta mi obra de teatro podéis hacer una vosotros, dijo.
Cariño, dijo la madre del Mumintroll, nos parece que es maravillosa. ¿Verdad que sí?
Claro que sí, dijeron todos.
Ya lo ves, dijo la madre. A todos les gusta. Sólo tienes que cambiar un poco el contenido y la forma. Me encargaré de que nadie te moleste ¡y podrás tener al lado el cuenco lleno de caramelos mientras trabajas!
Bueno, dijo Papá Mumin. ¡Pero el león va a estar!
Por supuesto que estará el león, dijo la madre.
Papá Mumin trabajaba y trabajaba. Nadie hablaba ni se movía. Cada vez que llenaba una hoja la leía en voz alta. La madre del Mumintroll rellenaba el cuenco de caramelos todo el tiempo. Todos estaban emocionados y había una gran expectación.
Por la noche les costó dormirse.
Emma notaba que la savia le subía por sus viejas piernas. No podía pensar en otra cosa que en el ensayo general.