Capítulo Veintiocho
Yvette se paseaba, apenas haciendo caso de la acogedora habitación de Eddie. Se había creado como un pequeño hogar para sí mismo. Pero a pesar de su ambiente confortable, Yvette se sentía cualquier cosa, menos cómoda.
Cuando Haven le había protegido de lo que él pensaba que era el sol, todo había regresado inundándola nuevamente: los acontecimientos en el pequeño cuarto de baño de su prisión, las manos de Haven sobre su piel, su boca sobre la de ella, su sangre en los labios. La necesidad de consumirlo, había comenzado a hervir en ella otra vez, ahora más fuerte que antes. Al mismo tiempo, el miedo que había sentido de perderlo estaba de regreso.
Ahora que la tensión de la prisión había terminado, ¿regresaría él a sus cabales y la apartaría de nuevo? ¿Sería el cazador de vampiros una vez más, el hombre que despreciaba a los vampiros? ¿O es que Samson había llegado hasta él y le había hecho comprender que los vampiros no eran los malos?
Por mucho que ella quisiera ir con él y simplemente cogerlo hasta hacerle perder la cabeza y que ninguno de ellos pudiera pensar con claridad, el orgullo no le permitía hacer precisamente eso. El orgullo y la auto-preservación. No había protegido su corazón, y ahora yacía expuesto. Si Haven se enteraba, podría hacerle daño con su rechazo, siendo ese un acto tan severo, como si le clavaran una estaca a través de él. ¿Y por qué no lo haría?
Ella no había hecho nada para hacerse querer. Durante todo el tiempo de su encarcelamiento, habían peleado. Y ella incluso lo había mordido, dos veces. Una vez con su permiso, y la otra sin él, y de hecho en contra de su expresa voluntad. Él tenía todo el derecho de estar enfadado con ella. Y al final, ella ni siquiera había sido capaz de protegerlo a él y a sus hermanos del asalto de Zane. Fue sólo gracias a Francine que aún estaban vivos. Yvette se estremeció ante la idea de qué hubiese pasado, si hubiera hecho una dosis letal de su poción y no sólo una dosis debilitante.
Lo que sea que Haven le había hecho prometer mientras estaba en prisión… que tendrían una cita… ella no esperaría que lo cumpliera. Era mejor si supiera que lo que había planeado no iba a funcionar. Ella le diría lo mismo. Decidida a explicarle que nada saldría de su atracción mutua, abrió la puerta y salió al pasillo.
Era mejor dar ese paso ahora, antes de que llegara a ella y le dijera que él no la quería. Al menos así tendría la ventaja de nuevo. Lo tiraría antes de que él hiciera lo mismo con ella.
Yvette respiró hondo cuando se detuvo delante de la habitación de huéspedes. Tratando de calmar su corazón tronante, se convenció de la importancia de sus acciones. Cuando la puerta se abrió de repente, la tomó por sorpresa.
* * *
Ver a Yvette fuera de su puerta hizo que el corazón de Haven se sacudiera, entonces tomó un ritmo errático. Rápidamente echando un vistazo por el pasillo y encontrándolo vacío, la atrajo hacia dentro de la habitación y cerró la puerta detrás de ella.
Había querido hablar con ella, explicarle que las cosas no podían ir más lejos, pero con Yvette tan cerca, no podía recordar nada de su razonamiento del por qué no deberían tener una aventura, o tal vez una relación a corto plazo. Sólo había una cosa en la que podía pensar, y ejecutó la idea de inmediato.
Haven presionó a Yvette contra la pared, atrapándola entre dos superficies duras: la pared y su cuerpo. Y en ese momento él no estaba seguro de que la pared fuera la superficie más dura de las dos. Su gemido indicó que podía sentir su erección presionándola.
—Estaba por ir a verte —le susurró contra sus labios.
—¿Para qué? —Su mirada se conectó con la suya, sus párpados a media asta, eran una invitación tan buena como cualquiera que alguna vez conseguiría de ella.
—Para cobrar nuestro acuerdo: tú, yo y una superficie plana.
Mierda, se había prometido a sí mismo hablar con ella primero, para explicarle que esto no podía ir más lejos, que no era el tipo de persona que se quedaba. Sin embargo, su pene no podía esperar tanto tiempo.
—Tenemos que hablar —dijo Yvette.
—Más tarde. —Él hundió sus labios en ella, por un lado a la espera que ella le diera un empujón, y por otro lado que no lo hiciera. Tomó su labio superior en la boca y acarició con su lengua sobre él. Un sonido parecido a un gemido fue su respuesta.
—Te odio. —No había odio detrás de sus palabras.
—Entonces odiémonos a fondo. —Porque no podía admitirle a ella que lo que estaba sucediendo, no podía estar más lejos del odio. Lo cual no significaba que tenía que admitirle nada.
Era más seguro no hacerlo. Había pasado los últimos veintidós años odiando a los de su especie. De repente no podía darse la vuelta y reconocer que el odio no lo manejaba más.
Las manos de Yvette frenéticamente rasgaron la ropa de su cuerpo y lo llevó de vuelta al presente.
—¿No puedes esperar para empezar a odiarme?
—Cállate, Haven, y ponte a trabajar antes de que cambie de opinión.
Una pequeña sonrisa se le escapó. Ella no iba a cambiar su opinión. El olor de su excitación era tan fuerte ahora, que él estaba seguro de que los otros vampiros en la casa ya lo habían sentido, también. Pero si a ella no le importaba un comino quién pudiese oírla ni olerla, a él tampoco. Todos sabían que era lo suficientemente hombre como para tomar a una mujer como Yvette: fuerte, independiente, y tan llena de una pasión apenas contenida que él sabía que lo mataría si le negaba algo ahora. Pero no se lo negaría.
Haven llegó a su boca, abriendo sus labios para invadirla con su lengua. Su sabor lo drogó y lo hizo al instante volverse loco de deseo. Se zambulló en su interior y buscó su lengua. Ella discutía con él, acariciando contra él con movimientos fuertes y poderosos. Gimió su placer, sin poder contener su excitación. Ninguna otra mujer lo había llevado a encenderse con sólo un beso. Maldición, lo había excitado con tan sólo mirarlo.
Haven pasó la lengua por los dientes, saboreándola, explorándola, haciendo un mapa mental de su boca que para siempre reconocería. A lo largo de sus dientes superiores, sintió una afilada esquina pequeña. Lo lamió, por lo que Yvette gimió en su boca. Su obvia excitación envió una corriente de lava a través de su interior. Sin siquiera pensarlo, lamió contra el filo saliente nuevamente y lo sintió crecer.
Yvette apartó la boca de él—. No. Por favor, no.
Él la miró, sus ojos estaban rojos. Miedo… él claramente lo vio. Tenía miedo de lo que estaba haciéndola sentir. Ahora comprendía: él la hacía sentir algo muy intenso, cuando la había acariciado contra sus colmillos.
—Son muy sensibles.
Era como si el diablo se apoderara de él cuando se enteró de sus palabras. ¿Lamer sus colmillos la excitaba? Haven capturó el rostro en su gran mano y la acercó hacia él—. Eso es bueno. —Sin darle un segundo para protestar, se hundió nuevamente en sus labios e invadió su dulce cueva. Su lengua acarició inmediatamente contra un colmillo. El estremecimiento que pasó por ella como resultado, atravesó su cuerpo hasta la punta de su pene, el placer era tan intenso que apenas podía mantener su control.
Yvette arrancó la camisa de su cuerpo y hundió sus manos sobre su pecho. Sus propias manos no se quedaron ociosas: tiró de su ajustada blusa y sólo soltó sus labios lo suficiente para sacársela por sobre su cabeza. Sus pechos se sintieron libres, y los aplastó contra su pecho mientras la acercó para continuar el sensual ataque a sus colmillos.
Con cada golpe en su contra, crecían hasta alcanzar su longitud máxima. Para su propia sorpresa, no le disgustaban. Ni tampoco le asustaba el hecho que lo lastimaría. Por el contrario, el saber lo que sus colmillos le habían hecho, sólo aumentaba más su propio deseo. Si quería morderlo, no se opondría.
—Esto es una locura —susurró ella, con respiraciones cortas e irregulares.
—Sí, pero una buena locura. —Pasó su lengua sobre sus colmillos una vez más—. ¿Te gusta?
—Haven, por favor… —Pero su voz se quebró mientras se retorcía contra él.
Nunca la había visto tan fuera de control… ¡nunca había visto a ninguna mujer tan fuera de control!… Y le gustaba el espectáculo, así que continuó lamiendo a lo largo de sus colmillos extendidos, desde su orificio hasta la punta afilada y hacia arriba nuevamente. Sus gemidos eran la música más dulce que jamás había oído. Y saber que él era el director, hizo vibrar a su pene con una necesidad desesperada.
Como si Yvette supiera lo que estaba haciendo con él, llevó sus manos por la cintura de sus jeans, abriendo el botón superior. El cierre bajó casi sin que ella lo tocara, ayudado por la presión que su pene ejercía en sus pantalones. Ella lo liberó primero de sus jeans, luego de su bóxer. A toda prisa, salió de ellos, alegrándose de haber estado descalzo y no tener que lidiar con los cordones de los zapatos.
Cuando su mano se envolvió alrededor de su erección, calmó sus movimientos y rompió el beso. —Bebé, cuidado. Estoy propenso a acabar en cualquier momento.
—Entonces será mejor que no perdamos tiempo.
Él nunca la había visto usar su velocidad sobrenatural a no ser en la batalla, pero en cuestión de segundos, su propio pantalón yacía en el suelo, y estaba parada delante de él completamente desnuda. Como a él le gustaba. Haven la envolvió en sus brazos, apretando su cuerpo caliente contra él, disfrutando del contacto piel con piel.
Esta vez, cuando él tomó su boca, su beso lo consumió. Con una mano en la parte posterior de la cabeza y la otra en la suave curva de su trasero, él la abrazó y devoró sus labios, consciente de que ella lo podría alejar en cualquier momento. Hizo que su posesión de ella fuese aún más dulce.
No podía dejar de buscar sus colmillos de nuevo y rodar su lengua en contra de ellos, disfrutando de los temblores que recorrían su cuerpo. Saber que podía reducirla a un charco de necesidad y lujuria desenfrenada, hizo que su pene creciera unos centímetros más… no es que no estuviera duro ya y listo para estallar.
Con resuelta determinación, la maniobró hacia la cama. Cuando bajaban ambos sobre ella, los muslos de Yvette se abrieron automáticamente, haciéndolo colocarse en posición, mientras aterrizaban en las sábanas. Sin darle un momento de alivio, empujo su pene en ella y lo hundió hasta el fondo.
—¡Mierda! —gruñó. Estaba tan lisa y tan apretada, que pensó que perdería su control al instante.
* * *
Yvette sintió su dura longitud llenarla en un solo golpe. Justo a tiempo. No podía haber esperado un segundo más para sentirlo en su interior. Él la había excitado en cuestión de segundos, y no había otra manera de llenar ese vacío que la había hecho sentir. Sólo ahora, con su pene dentro de ella, se sentía completa.
Cuando Haven había acariciado su lengua contra sus colmillos, casi había perdido la cabeza, el placer había sido tan intenso. Siempre había sabido que los colmillos de un vampiro eran las zonas erógenas, pero nunca había sentido tales sensaciones intensas. Ella tampoco se lo había esperado. Haven odiaba a los vampiros… había supuesto que él sería el último hombre en este mundo que acariciaría sus colmillos con la lengua. Pero incluso ahora, cuando estaba dentro de ella sin moverse, bajó su boca a la suya otra vez, y se fue directo a sus colmillos, lamiéndolos, acariciándolos, probándolos.
Yvette apartó su boca lejos de él, respirando con dificultad—. ¿Estás tratando de matarme? —Ella no podía aguantar más su ataque sensual.
Le dio una sonrisa diabólica—. Si quisiera matarte, ya lo habría hecho.
—Entonces, ¿cuál es tu plan?
Haven sacó las caderas hacia atrás, deslizándose hasta la mitad de ella—. Bebé, en todo lo que puedo pensar ahora, es que espero poder durar más de diez segundos, porque lo que realmente quiero es que termines alrededor de mi pene. —Estrelló su duro pene nuevamente en ella con un fuerte impulso.
Los pulmones de Yvette expulsaron un largo suspiro con el impacto—. Mantente así, y no tendrás que durar más de diez segundos. —Su cuerpo estaba caliente, y el latido de su corazón casi se había triplicado desde que la había arrastrado hasta el dormitorio. Su clítoris palpitaba sin control a pesar del hecho de que ni siquiera la había tocado allí.
Dio la bienvenida a su pene grueso, deslizándose hacia atrás y adelante, con los labios en los suyos, con la lengua empujando al mismo ritmo que sus caderas. Y por primera vez en mucho tiempo, simplemente se dejó sentir. Ella se permitió descansar su mente y cerrarla, para que su cuerpo pudiera saborear las sensaciones que Haven despertaba en ella, sin analizarlas.
Su respiración era tan frenética como la de él, ella empujó sus caderas contra él. Su respuesta fue un ligero cambio de su ángulo antes de que su mano se deslizara entre sus cuerpos.
—Lo siento, nena, pero no puedo contenerme —presionó la mano y acarició con el dedo sobre su clítoris, encendiéndola en un instante—. Ahora, bebé, ahora.
Ella no necesitaba su insistencia, porque su orgasmo ya se venía. Un segundo después, alcanzó su cúspide y una ráfaga de placer explotó en su interior—. ¡Haven!
Él gimió y su cuerpo se sacudió, su pene palpitaba en su interior. Ella sintió el cálido rocío de su semen llenándola, mientras continuaba sus movimientos antes de que él dejara escapar un largo suspiro.
—Lo siento, cariño. —Él la besó suavemente—. La próxima vez lo haré mejor.
Ella quería decirle tantas cosas: el hecho de que a ella le gustaba la forma en que la llamaba «bebé», la forma en que había lamido sus colmillos, y sobre todo cómo la hacía sentir. Pero no podía pronunciar las palabras más allá de su boca. Si le decía algo de lo que estaba sintiendo, ella se haría aún más vulnerable.
—Bebé.
Ella volteó su mirada a la suya, reconociendo la confusión en sus ojos.
—Daría cualquier cosa por saber lo que estás pensando.
Tratando de distraer la atención de lo que estaba pensando, ella bromeó: —No valen tanto.
—Yvette —advirtió—. ¿Qué es lo que no me estás diciendo?
Un infierno de cosas, pero ella no admitiría nada de eso. Al igual que no admitiría para sí misma que se estaba enamorando de él—. Nada, Haven.
Él negó con la cabeza y se deslizó fuera de ella. Mientras él salía, ella sintió una sensación de pérdida. Haven se sentó, dejando caer las piernas sobre el costado de la cama, de espaldas a ella—. Viniste a hablar. Así que habla. —El tono resignado en su voz le dio una pausa. ¿Se arrepentía de lo que había hecho?
Yvette carraspeó y tiró de la sábana, tratando de cubrirse con una porción—. Creo que ambos sabemos que esto no funcionará. Es solamente sexo.
—¿Es así? —respondió él en forma desafiante con una fuerte voz, el gentil hombre de antes había desaparecido.
—Sí. ¿Ya te has olvidado lo que soy? Soy la criatura que has odiado toda tu vida.
—¿Eso te asusta?
Yvette se detuvo, la confusión la invadió—. ¿Asustarme? —Ella no tenía miedo de otra cosa más que le rompieran el corazón.
Haven miró sobre su hombro—. ¿Tienes miedo de que tengamos algo que va más allá del sexo?
Yvette tiró de la sábana, tratando de cubrir sus pechos desnudos en un intento de ocultar su vulnerabilidad—. No tenemos nada.
—Eres una terrible mentirosa, Yvette. Incluso peor que yo.
—No lo soy… —Su protesta quedó atascada en la garganta cuando su mirada se cruzó con la suya.
—Lloraste.
El corazón de Yvette se detuvo—. ¿Quién te lo dijo? —Un sentimiento de traición la atravesó. Cómo pudieron sus amigos hacerle eso a ella, exponerla de esa manera.
Haven hizo un movimiento despectivo de su mano—. No importa. Lloraste cuando pensaste que Zane me había matado, lo que significa que sientes algo.
—¡No soy una piedra! —Dijo entre dientes. Por supuesto que sentía algo—. ¿O crees que los vampiros no tienen corazón, que no tienen capacidad para las emociones? —Estaba enfadada, enojada con su suposición de que ella no tenía corazón.
Se acercó hacia ella, la agarró del brazo y la acercó hacia él—. Me entendiste mal. Sientes algo por mí. Y quiero que lo admitas. —Sus ojos se clavaron en ella, y su mano alrededor de sus bíceps quemaba, como si fuera un hierro caliente.
—¿Y por qué habría de hacerlo?
—Porque quiero estar seguro de que no soy el único que siente que esto es más que un rapidito. —La atrajo hasta que ella estuvo en su regazo, donde su pene estaba poniéndose tan duro y pesado como antes. Haven bajó la cabeza a la suya—. Porque quiero más de ti.