Capítulo Diecisiete
Haven trató de calmar su corazón galopante. Tener a Yvette en sus brazos ayudó un poco, asegurándole que estaba viva y bien. Si no la hubiera estado mirando, mientras escuchaba las historias de su hermana, no hubiera percibido que algo andaba mal con la suficiente rapidez. Pero en el instante en que la había visto explorando la habitación tratando de identificar algún peligro, sus propios sentidos habían captado el sonido y se dio cuenta de lo que era.
Nunca se había movido tan rápido en toda su vida. Había actuado por puro instinto cuando la había agarrado y prácticamente la estrelló contra el diminuto cuarto de baño para sacarla del camino antes de que Bess hubiera quitado una esquina de la madera de la ventana. Todavía sentía temblar sus rodillas ante la idea. Pero él no estaba de humor para examinar su reacción a la amenaza que se dirigía exclusivamente a Yvette. No quería cavar demasiado hondo en sus razones de por qué la estaba protegiendo.
No quería pensar en esos momentos. Sólo quería sentirla.
Haven la soltó un poco y le tocó la barbilla con su mano, inclinando su rostro hacia él. La conmoción y el miedo en sus ojos habían desaparecido. En su lugar había sorpresa.
—Bésame —exigió.
Y vaya si ella no movió la cabeza cerca de la suya para seguir sus órdenes sin objeciones. Él había por lo menos esperado un poco de pelea antes de que ella cediera. Pero tal vez estaba tan sorprendida como él y necesitaba ese escape tanto como él.
—Pero esta vez, no me muerdas. Quiero asegurarme de que lo que yo siento no tiene nada que ver con los efectos secundarios. —No es que no hubiera disfrutado de su mordida, pero él estaba desesperado por averiguar por qué se sentía tan atraído hacia ella. Y la única manera de averiguarlo era si no usaba ninguno de sus poderes de vampiro en él. Tenía que estar seguro.
—¿Sin morder? —susurró con una respiración superficial—, ¿ni siquiera un poco?
Su pene se endureció ante la mera sugerencia. Haven cerró los ojos por un momento, tratando de bloquearla. Pero la oscuridad sólo intensificó la presencia de Yvette. Su aroma de naranja estaba a su alrededor, el sonido del latido de su corazón retumbaba contra su pecho, y su respiración poco profunda soplaba aire tibio contra su cara. Sus manos ahora se trasladaron hasta su pecho, el contacto piel con piel enviaba descargas eléctricas de lujuria a través de sus venas, trazando el camino hacia sus hombros.
Esta mujer sería su muerte si le permitía acercarse demasiado.
—No —respondió finalmente antes de que él abriera los ojos y la mirara. En el fondo de esos ojos verdes, se sentaban las respuestas de todas sus preguntas—. No, corazón, ahora mismo, esto es sólo entre tú y yo. Sin trucos, sin poderes.
Simplemente lujuria.
Cruda.
Salvaje.
Cuando sus labios se encontraron con los de él, se olvidó de todo lo que había sucedido. Sólo la sensación de los labios suaves presionando contra él, se registraron en su mente: labios pecadores que sabían qué hacer, labios apasionados que lo exploraban. Haven entreabrió los labios, y la invitó. Cómo le gustaba la sensación de una mujer segura que simplemente tomaba lo que quería. Tanto como a él le gustaba tomar de ella. Para beber de sus labios, para explorarla, para que respondiera a él.
Cuando su lengua recorrió su labio inferior con una sensual caricia muy suave, una suavidad que nunca había pensado tuviera un vampiro, gruñó con frustración. Él no podía hacer frente con la suavidad ahora. ¿Es que no entendía? Lo necesitaba rápido, duro, fuerte. Sólo entonces el shock de casi perderla, se borraría.
Pero su lengua seductora, continuó tentándolo y sólo poco a poco se sumergió entre la línea de sus labios. Cuando su sabor le llenó la boca, inhaló profundamente, sintiendo sus tentadores sabores. Tocaron un nervio dentro de él, diciéndole a su cuerpo que se preparara para lo inevitable. Su corazón bombeó más sangre en su pene, por lo que su impaciente amigo, casi revienta.
Pero parecía que Yvette no había terminado con su tierna exploración y se apretó más a él, moviendo su cabeza para una penetración más profunda ahora. Su cuerpo estaba tibio, en realidad caliente, y cada punto de su cuerpo conectado con el suyo, comenzó la pasión a fuego lento, su lento ascenso hacia un pico todavía lejos en la distancia.
Incapaz de contenerse con el lento proceso, se giró con ella en sus brazos y la apretó contra la puerta, sujetándola. La puerta gimió su protesta, pero Haven, apenas la oyó. Con resuelta determinación, adelantó su lengua en su boca y secuestró un beso. Suficiente de pedirle a ella que lo besara a él. No cometería el mismo error otra vez, hasta que realmente hayan tenido tiempo para esto. En ese momento, no lo tenían. Debido a que no había olvidado dónde estaban. En cualquier momento, la bruja podía inmiscuirse, y tenía que entrar en Yvette y calmar su hambre de ella antes de que eso sucediera.
Yvette respondió de inmediato a su apasionado beso, acariciando su lengua contra la de él, mostrándole que no sería superada. Ahora estaba hablando. Él gimió su aprobación y levantó la cabeza por un segundo—. Ahora sí corazón.
Un instante más tarde, sus labios volvieron a devorarla, se sumergió profundo en ella, saboreándola, explorándola, al mismo tiempo que sus caderas encallaban contra ella. Su pene dirigió su ritmo mientras se deslizaba contra su centro blando, moviéndose hacia arriba y abajo. Cuando su mano se deslizó a la cintura de sus pantalones, él dejó escapar una respiración entrecortada y separó su boca de la de ella.
—Sácalo, Yvette.
Llevó la mano a su botón, desabotonándolo, antes de irse a su cierre.
—Puedes salir ahora —dijo la voz de Wesley, a través de la puerta.
¡Mierda!
No podía salir ahora… porque Yvette acababa de sacar su pene de su confinamiento, la palma de su mano alrededor de él, mientras ella también tenía la cabeza girada hacia la voz de Wesley.
—Danos unos pocos minutos. —Él esperaba que su hermano se fuera y lo dejara en paz.
Haven escuchó. No hubo respuesta a su pedido. Bueno. Luego volvió a mirar a Yvette que le dio una mirada interrogadora, antes de que ella bajara la mirada hasta donde seguía agarrando su pene.
Un momento después, ella lo acarició con su puño. Estuvo a punto de saltar fuera de su piel con el intenso placer—. ¡Mierda, nena! —Gimió en voz baja.
Sus manos subieron el vestido que tenía ya recogido. Ahora se abultó en sus caderas, dejando al descubierto su tanga negra. Empujando el tejido hacia un lado con una mano, deslizó un dedo a lo largo de sus pliegues, siguiendo hacia abajo a su paso. Sus rizos estaban húmedos, pero no era nada en comparación con la humedad de su concha empapada.
Sin ningún tipo de resistencia, su dedo se deslizó entre sus pliegues y se dirigió hacia su ardiente centro de placer. La cabeza de Yvette cayó hacia atrás contra la puerta mientras dejaba escapar un suspiro.
—Así es, nena. Ahí es donde yo quiero que mi pene entre. Ahora. Abre las piernas para mí. —Viéndolo por debajo de sus pestañas entrecerradas, ella amplió su postura.
Haven sacó su dedo y la agarró por las caderas, levantándola para que sus piernas se colocaran alrededor de sus caderas, con la puerta a sus espaldas como palanca. Entonces se dio cuenta.
—Mierda, no tengo preservativo.
Ella sacudió la cabeza. —Los vampiros no son portadores de ninguna enfermedad.
Se lo había imaginado, pero no era eso por lo que estaba preocupado—. ¿Qué hay de que quedes embarazada? —era lo último que deseaba, tener un hijo, otra persona por la cual preocuparse como se había preocupado por su hermana. Él no creía que pudiera pasar por eso otra vez. No, sería mejor si él nunca tuviera hijos que tendría miedo de perder.
Cuando él la miró a los ojos, vio a un extraño brillo ahí, pero no pudo entender lo que era—. ¿Estás bien?
—No tienes que preocuparte por un embarazo.
A Haven le gustaba una mujer que tomaba precauciones. Inclinó la cabeza a la clavícula y lo mordisqueó a lo largo de su piel. Dios, olía bien. Lo suficientemente bien para comérsela. Más tarde, cuando tuvieran más tiempo, se aprendería todo su cuerpo con sus labios, explorándola, degustándola, pero en ese momento, necesitaba otra cosa—. Guíame en tu interior.
Con una sola mano, empujó su tanga hacia un lado, y luego colocó el pene en su entrada. En el momento en que ella lo dejó y envolvió sus brazos y piernas alrededor suyo, él se sumergió en el interior, el impacto de ello hizo chocar a ambos contra la puerta. El ruido de las bisagras de la puerta, se hicieron eco en la pequeña habitación.
—¿Qué están haciendo ahí adentro? —penetró la voz de Wesley, esta vez acompañada por un fuerte golpe en la puerta.
—Vete —le gritó Haven y se retiró brevemente de la concha de Yvette sólo para hundirse más profundamente con su segunda penetración. Mierda, era estrecha.
—¡Si no sales, voy a entrar yo! —amenazó Wesley haciéndolo detenerse por un segundo y mirar a Yvette.
—Es tu elección —dijo Yvette en voz baja sólo para que él escuchara—. Pero si lo dejas ahora, no hay garantía de que tendrás alguna otra oportunidad de cogerme. —A pesar de su mirada indiferente, Haven sabía que no era indiferente a los resultados de su pequeño encuentro. Quería que eso continuara, tanto como él, y no lo estaba engañando a él ni a nadie.
Él chasqueó la lengua—. He hecho que abras las piernas una vez, puedo hacerlo otra vez —bromeó. Su reacción había sido tan apasionada, que nunca había estado tan seguro en su vida, que iban a continuar lo que habían empezado.
De repente se empujó contra él, su pene en el proceso se movió de su lugar. Sus ojos se entrecerraron, y dejó caer las piernas al suelo antes de empujarlo lejos de ella—. ¡Eres un bastardo arrogante! Abro mis piernas cuando quiero, no cuando tú lo decidas.
Ella tiró de su vestido, bajándolo por sus muslos—. Estamos saliendo —gritó hacia la puerta y se alejó de él, llegando al picaporte.
—¡No, no lo haremos! —La mano de Haven golpeó contra la puerta, al mismo tiempo en que Yvette había tomado el picaporte.
Su mirada furiosa lo increpó cuando ella se giró hacia él—. ¡No puedes tenerme aquí contra mi voluntad!
Haven dio un paso y le apretó la espalda contra la puerta una vez más—. ¿No puedo?
Antes de que pudiera responder, él capturó sus labios y la besó. Esta vez, no había nada de moderado en su beso, nada tentativo. Había establecido en ese momento que no le iba a dejar escapar.
* * *
¡Que se joda! Maldito Haven que podía convertir su cuerpo en un traidor, incluso cuando ella estuviera enojada con él. Y ella estaba fuera de quicio. El idiota arrogante pensó que sólo porque le había permitido entrar en ella, de pronto estaba a cargo. Como si se creyera superior. Como si ella fuera simplemente la mujer débil, que se volvería sumisa tan pronto como el grande y feroz cazador de recompensas y caza vampiros, así lo quisiera. ¿Quién se creía que era? No tenía derecho a exigirle nada y sólo ella decidiría si podía cogerla después o no. Haven no era su jefe.
Desafortunadamente, él estaba haciendo un buen trabajo besándola para que se rindiera. Pero ella no le dejaría tomar el mando. Pelearía con todo lo que tenía. No podía permitir que él tuviera ningún poder sobre ella, porque sabía cómo acababan las cosas como esas. En particular, en su caso: Haven ya tenía una mala opinión de ella, y sus crueles palabras de que podía hacer que abriera las piernas para él cada vez que quisiera, sólo confirmaban que no tenía ningún respeto por ella. Él la usaría y luego la lanzaría a un lado como un envoltorio de caramelo. Pero ella no se lo permitiría. No, ella sería la que lo tiraría a él a un lado cuando llegara el momento, pero no hasta que lo volviera completa y totalmente obsesionado con ella. La venganza era una perra, e Yvette sabía mucho acerca de las perras.
Sólo había una manera de lograr su objetivo de voltearle las cartas: dándole el éxtasis final y hacer que él tuviera más hambre de ella, entonces le negaría lo que él deseara más. Él no sería el primer hombre que se hubiera convertido en masilla en sus manos, y no sería el último.
Rasgando su boca de la de él, se apartó de su abrazo. Sus ojos estaban oscuros de deseo, sus labios carnosos y húmedos. Cuando ella bajó la mirada hasta la ingle, vio que su magnífico pene estaba todavía erecto. Con una velocidad de vampiro le agarró los hombros, se giró hacia él y lo presionó contra la puerta. A partir de ahora, ella estaría a cargo.
—Pero que…
Pero Yvette no le dio la oportunidad de terminar la frase. En cambio, se dejó caer de rodillas, nivelando la boca con su pene. Una mirada hacia la cara de Haven, le puso en contacto con su sorpresa, la que en un instante se volvió en deseo al rojo vivo.
—Sí, nena —susurró.
Yvette tomó su pesado pene en la palma de su mano y lo acarició a lo largo de la parte inferior sin problemas, antes de que lo guiara a su boca y lamiera la cabeza de color púrpura. El líquido preseminal ya emanaba de él, y lamió las gotas saladas, aplanando la lengua por su pequeña ranura, presionando suavemente.
La cabeza de Haven cayó hacia atrás contra la puerta, mientras dejaba escapar entre dientes un breve suspiro. Yvette dejó que una sonrisa curvará su boca. No necesitaba mucho para dominarlo. Su único problema ahora era cómo iba a parar de disfrutar tanto de eso. Pues lamer el líquido preeyaculatorio de él, estaba haciendo que su vientre se contrajera de deseo.
Yvette se apoderó de su pene desde la raíz y, formando una perfecta «o» con sus labios, se deslizó sobre él para llevarlo hacia su boca. Era grande, su erección al instante golpeó el fondo de su garganta. Relajó sus músculos, tratando de no vomitar y se apartó unos centímetros hasta que sintió las manos de Haven en su cabeza.
Con una ligera presión, Haven empujó de nuevo hacia su boca, su movimiento acompañaba un profundo gemido. Varias respiraciones cortas siguieron, como si estuviera tratando de recobrar el equilibrio, pero Yvette sabía que no debería permitirle que se adaptara a las sensaciones que provocaba en él. No le daría ningún descanso. Utilizando la otra mano, llegó a sus bolas y las acunó, luego raspó las uñas contra el saco. En el acto se tensaron, tirando de su contenido redondeado hacia la raíz de su pene que empujaba.
Ella usó su lengua y los labios para chuparlo fuertemente, para crear una presión que sabía que no podría soportar por mucho tiempo. Y mientras tanto, disfrutó de su sabor y la textura de su hermosa carne. Siempre le había gustado chupar el pene, porque le daba poder sobre un hombre y con Haven aún más. Sus gemidos y respiración irregulares, eran indicación suficiente que se estaba acercando al límite de su control. Y hacerle perder el control, era algo que quería experimentar.
Yvette inhaló profundamente, permitiendo que su olor masculino inundara sus sentidos. Llegó a cada célula de su cuerpo, haciendo que su deseo por él fuera casi insoportable. Pero no era para su propio placer que ella hacía eso, era para el suyo, para que él se volviera loco de deseo por ella. Debido a que sólo si ella rompía su control podía recuperar sus propios sentidos y hacerle perder el dominio que tenía sobre ella. Pero demonios, cómo disfrutaba cada segundo de esto. Era imposible decirle a su cuerpo que no reaccionara.
El duro miembro de Haven bombeaba más rápido, y ella lo chupaba más fuerte.
—¡Oh, Dios! —gruñó.
Su pene se sacudió con su inminente orgasmo. Los colmillos de Yvette se alargaron, y ella succionó su pene tan profundamente como pudo, antes de poner sus colmillos en la base y atravesar su piel.
—¡Mierda! —Apenas se dio cuenta del gruñido sorprendido de Haven mientras su sangre y semen se mezclaron en su boca. El sabor combinado envió un rayo de carga eléctrica a su clítoris, haciéndola llegar al instante al orgasmo.
Yvette disfrutó las sensaciones que viajaban a través de su cuerpo caliente, mientras seguía chupando la sangre y semen de su pene, que seguía palpitando en su boca.
Cuando se dio cuenta de que él se aflojó frente a la puerta, desprendió sus colmillos y dejó deslizar el pene de su boca, capturándolo, mientras su espalda se deslizaba a lo largo de la puerta, llevándolo a una posición sentada. Tenía los ojos cerrados, pero sus manos estaban todavía en su cabeza, tirando de ella en contra de él ahora.
—Yo nunca he… —se interrumpió, respirando hondo con los pulmones—. Este fue… —Una vez más, no terminó la frase.
Yvette sonrió, sintiéndose casi fatigada por su poderoso orgasmo… y ni siquiera la había tocado. Sólo podía imaginar cómo sería cuando lo hiciera. Pero por ahora, ella disfrutaba de los frutos de su trabajo: que sucumbiera a ella.
—Tú. —Haven abrió los ojos, su mirada cayó sobre su pene que ahora yacía flácido contra el nido oscuro de sus rizos. Había restos de sangre en la base, y las heridas punzantes eran aún visibles. Sus ojos se agrandaron—. ¡Me mordiste!