Capítulo Once

—La única cosa rara que encontré en casa de Yvette fue esto. —Zane tiró la bolsa con el pelo de Yvette, en la isla de la cocina. Todo el mundo estaba reunido en la casa de Samson: Samson, el dueño y fundador de Scanguards, Gabriel, Thomas, su genio de Informática, Amaury, y Eddie, el más joven de los vampiros. Además de los vampiros, el asistente humano de Samson, Oliver, estaba con ellos. Como siempre en una situación de crisis, la casa victoriana de Samson en Nob Hill, se había convertido en el centro de mando.

Desde arriba, la sensibilidad auditiva de Zane tomó fragmentos de la conversación. Reconoció la voz de Nina. Al parecer, Amaury no iba a ninguna parte sin su testaruda compañera. Completamente subyugado si alguien le preguntaba, que por supuesto nadie lo hacía. La voz de Maya se mezcló con la de Delilah, un momento después. Se entendía que Gabriel no podía dejar a su esposa en su casa tampoco. Bueno, al menos, Maya era un vampiro, por lo que era útil para el combate, mientras que, tanto Nina como Delilah eran humanos, y en todo caso, sólo llegaban a ser una distracción.

—¿Qué es? —preguntó Samson y tomó la bolsa.

—Cabello. —Zane pasó de un pie al otro. No estaba seguro ni siquiera de por qué había traído la maldita cosa, pero de alguna manera se había visto obligado a hacerlo. Era algo fuera de lo común, y había sido entrenado para observar todo lo que no tenía sentido. Si al final les podía ayudar a encontrar a Yvette, era otra cosa.

Samson sacó un puñado de hebras de la negra cabellera—. ¿De quién es?

—De Yvette.

Samson suspiró y asintió con la cabeza.

—¿Yvette se corta el pelo? —Amaury arrugó su frente. Zane le lanzó una mirada indiferente. Su amigo del tamaño de un jugador de fútbol americano con el cabello largo hasta los hombros y brillantes ojos azules, tomó la bolsa e inhaló—. Sí. Es de ella.

—Puede ser extraño, pero dudo de que esto nos proporcione información sobre dónde se encuentra —intervino Thomas. El motociclista con el cerebro nerd informático frunció el ceño y se pasó la mano por el pelo color rubio rojizo.

Eddie, el joven vampiro del cual era su mentor y hermano de Nina, asintió con la cabeza. Thomas le dio una palmada en el hombro—. Tienes razón. Tal vez a ella simplemente no le gusta el cabello largo.

Casi tan alto como Thomas, un poco más delgado, pero igual de fuerte. Su rostro tenía hoyuelos, que ahora se transformaban en una media sonrisa. Al igual que Thomas, pasó las manos por su pelo rubio oscuro. ¿Tenía que imitar todo lo que su mentor hacía? Eso era irritante.

Zane maldijo en silencio. ¿Todos aquí tienen la cabeza llena de pelo, excepto él? ¿Era por eso que había traído la bolsa en primer lugar? ¿Para torturarse a sí mismo?

—¿Qué más tenemos? —preguntó Gabriel.

Thomas se inclinó sobre el mapa que extendió en la isla de la cocina y empujó la bolsa con el pelo a un lado—. Encontramos la limusina aquí. —Señaló un lugar en el distrito de Richmond—. Por suerte, la compañía tenía un dispositivo antirrobo en el vehículo, por lo que fueron capaces de seguirle la pista.

—¿Y el conductor?

—Todavía estamos buscándolo. La empresa fue un poco imprecisa acerca de quién era. Eddie y yo les haremos una visita en persona, para ver lo que está pasando.

Samson asintió con la cabeza—. Bueno. Amaury, quiero que vayas e inspecciones la limusina. A ver si puedes detectar cualquier cosa, cualquier rastro de olores, sangre, algo.

—Me haré cargo de eso.

—¿El agente de Kimberly ha recibido alguna demanda de rescate?

Gabriel negó con la cabeza—. Acabo de hablar con él por teléfono. Nada. Va a cancelar sus apariciones en los próximos días, diciéndole a todo el mundo que tiene una gripe fuerte y es contagiosa. Con suerte, mantendrá calmada a la gente de hacer preguntas, hasta que sepamos lo que está pasando.

—Prudente —comentó Samson. Luego miró a Thomas de nuevo—. ¿Has tenido suerte con el rastreo del teléfono celular de Yvette?

—Está apagado. Veré lo que puedo hacer cuando regrese a mi computadora.

—¿Qué pasa con su perro? —Zane preguntó entre ellos y de pronto vio muchas caras sorprendidas.

—¿Yvette tiene un perro? —preguntó Gabriel—. Ella nunca mencionó eso.

Zane resopló—. Claro que no, ni siquiera puede admitírselo a sí misma.

Samson le dio una mirada impaciente—. ¿Te importaría explicarnos de una vez, Zane, y terminar con tus comentarios crípticos? —La dureza de su voz subrayó la impaciencia de su jefe.

Zane sabía cuándo pelear. Este no era uno de esos momentos—. Ella tiene este labrador dorado que la ha estado siguiendo por unos cuantos meses. Dice que es sólo un perro callejero, pero la evidencia en su casa dice lo contrario. Le da de comer. E incluso ha construido una puerta para perros. Diablos, el perro incluso le hace caso.

—Bueno, vamos a traerlo. Tal vez el perro pueda encontrarla. —En el rostro de Samson, apareció un rayo de esperanza.

—El perro se ha ido. Revisé la casa y el jardín: no estaba por ningún lado.

—Maldita sea. ¿Crees que se llevó al perro con ella en su tarea? —Samson reflexionó.

—Ella no haría eso —interrumpió Gabriel—. Eso sería totalmente en contra de todas las reglas.

Zane alzó una ceja. Sí, Gabriel estaba a favor de las reglas estrictas—. Y mira dónde la han llevado tus reglas.

—Esto no es ni el momento ni el lugar para airear tus quejas —espetó Gabriel.

—¿Cuándo si no es ahora? Si me hubieses dejado usar el control de la mente en la muchacha, Yvette no habría desaparecido en este momento. —Y maldita sea si no se sentía un poco culpable por ese hecho. Él debería ser el que estuviera en problemas en ese momento, no Yvette. No era tarea de Yvette. Era la suya. Él debería haber sido el que protegiera a Kimberly, entonces tal vez no habría nadie que faltara en esos momentos. Tal vez lo que había ocurrido podría haber sido evitado. Después de todo, él era más fuerte y más letal que Yvette… y mucho más cruel para el caso. Si alguien lo hubiera atacado a él y a Kimberly después de salir de la fiesta, habría sido capaz de derrotarlos.

—¡No me echaré atrás en mis decisiones, Zane!

—Fue un error que la asignaras.

—¿Qué estás diciendo? ¿Que ella no es un buen guardaespaldas? —Gabriel irguió su pecho y lo miró enfurecido—. Estoy seguro que estará muy feliz de escuchártelo decir una vez que esté de regreso. Yo cuidaría mi espalda si fuera tú, o Yvette te pateará el trasero.

Zane entrecerró los ojos y apretó la mandíbula. Sus manos se tensaron como puños, estaba muriéndose por darle a su jefe un golpe bien colocado. Pero también sabía su lugar. Y no le serviría a Yvette si fuese sacado de ese caso. Sus propios sentimientos tenían que ser dejados de lado.

—Una vez que esté de regreso, de buena gana le daré la oportunidad de que me dé una patada en el trasero. —E incluso, no mentía. Ella era como una hermana pequeña para él: una muy molesta, la hermana pequeña muy malcriada. Y protegerla, era justo lo que un hermano mayor haría.

La puerta se abrió y la cabeza de Nina se asomó. Sus rizos cortos color miel caían sobre su cara. Al instante, Zane vio el destello brillante de una sonrisa en el rostro de Amaury y sus ojos viajaron sobre ella con lujuria desenfrenada. Los dos se habían unido hace más de cuatro meses atrás, y Amaury todavía seguía mirándola como lo hacía, cuando Zane por primera vez los había visto juntos. Trató de sacudir la imagen de su mente.

—Delilah te está llamando, Samson. El bebé se está moviendo.

—Perdón, muchachos. Ya regreso. —Samson se apresuró pasando por Nina sin mirar hacia atrás.

—Y creo que las furgonetas polarizadas están fuera. —Nina les informó—. Acabo de verlas llegar desde arriba.

—Gracias, Nina —respondió Gabriel.

Casi estaba amaneciendo, y dado que ellos necesitaban continuar su trabajo y ser capaces de moverse por la ciudad durante el día, tenían que utilizar las furgonetas especialmente diseñadas de Scanguards, que estaban preparadas para llevar a los vampiros por todos lados, sin exponerlos al sol. Personas humanas empleadas por Scanguards manejaban las camionetas y sabían la carga que transportaban. Sólo los empleados humanos más leales de Scanguards recibían indicios sobre los vampiros que había entre ellos. Era más seguro de esa manera. En situaciones de emergencia, ellos mismos habían conducido una de las camionetas oscuras, pero en general, era más seguro que un conductor humano se hiciera cargo.

Nina giró para irse, pero se detuvo como si hubiera olvidado algo—. Y, ¿podría alguien por favor ver por qué ese perro ahí afuera no deja de ladrar? Está poniéndole los nervios de punta a Delilah.

Estaban tan absortos en sus discusiones, que Zane no le había puesto ninguna atención a los sonidos fuera de la casa. En ese momento intercambió una mirada con Gabriel. ¿Podrían ser tan afortunados?