Capítulo Dieciocho

—He bajado todas las persianas —se oyó la voz de Oliver desde el interior del apartamento—. Pueden entrar ahora.

Zane alcanzó el picaporte y abrió la puerta, entraron al lugar con poca luz antes de dejar que la puerta se cerrara detrás de él. Oliver, ayudante humano de Samson, tenía sus habilidades. Hacer las áreas seguras para los vampiros, era una de ellas. No es que Francine, quien los había acompañado, no pudiera haber hecho lo mismo, pero, francamente, Zane no confiaba en ella. Y si bien él era muchas cosas, nunca fue descuidado con su propia vida. Después de todo, sólo tenía una.

—Gracias, Oliver, te lo agradezco.

Pasó por delante del muchacho, que claramente lo era cuando lo miraban: rostro lozano de unos veinte años, apenas se dejaba entrever una barba incipiente, o la sospecha de que podría incluso crecerle una barba. Su pelo era un desastre oscuro con cada hebra que parecía elevarse en otra dirección, sin importar con qué frecuencia se pasara la mano por él, para domarlo en un pulcro peinado. El esfuerzo era en vano… el cabello de Oliver hacía lo que quería hacer.

Sus ojos eran claros y brillantes. Él era un buen muchacho… un muchacho digno de conocer sus secretos. Y un muchacho, que sospechaba por su interacción con él, que quería ser como ellos, como los vampiros que trabajaban para Scanguards.

—Si puedo ayudar con cualquier cosa…

—Sólo vigila la puerta. —Cuando la decepción se dibujó en la cara de Oliver, Zane agregó un «gracias» y casi se atragantó con la palabra. Qué asco, se estaba volviendo blando.

El apartamento de Haven había sido fácil de encontrar. Una vez que la bruja les había dado su nombre completo, Gabriel había hecho unas llamadas bien colocadas a algunas fuentes de confianza de la ciudad y del Departamento de Policía, y se sorprendió al descubrir lo que era Haven Montgomery: un cazador de recompensas. Al parecer, uno muy bueno también.

Eso era justo lo que necesitaban: un cazador de recompensas que también fuera un brujo. No es que la parte de brujo fuera evidente en algún lado en el apartamento de Haven. Zane barrió el lugar de un solo dormitorio con su fría eficiencia habitual, observando las muchas cajas, tanto en la sala de estar, así como en el pequeño dormitorio. O bien el hombre se acababa de mudar, o estaba listo para irse.

Zane no dejaría que lo último sucediera. Tenía que atrapar al imbécil antes de que pudiera escapar.

Un suspiro detrás de él le hizo volverse. Francine se paró frente a la chimenea falsa, con un cuadro en sus manos. Zane se le acercó y miró por encima del hombro.

—¿Qué es eso?

Francine gritó, un sonido que extendía una sensación de satisfacción en el pecho de Zane. Él todavía lo tenía: podía sorprender incluso a una bruja, y se decía que sus sentidos eran superiores a las de los simples humanos. Y bien podría aclararle de que la observaba cada segundo. Si ella tenía la intención de engañarlo, estaría sobre ella, porque no había manera de que él creyera que Francine traicionaría a un compañero brujo, en particular, no a uno que pareciera conocer personalmente.

—¿Quiénes son? —preguntó Zane, señalando la imagen con los dos niños y el bebé que Francine tomaba con tanta fuerza, que sus nudillos se habían vuelto blancos.

—Haven y su hermano Wesley. Y la bebé es Katie. Tan trágico.

—¿Qué es lo trágico de esto?

—Katie fue secuestrada hace veintidós años y nunca la volvieron a ver.

Zane gruñó. No era su problema—. ¿Qué pasa con Haven? ¿Qué puedes decirme sobre él? ¿Cuáles son sus poderes?

Francine se encogió de hombros y colocó nuevamente la imagen en la repisa de la chimenea—. No estoy segura de que hayan recibido sus poderes. Ni tampoco Wesley, para el caso.

—¿Estás tratando de decirme que no son brujos? No creo eso. Utilizaron la brujería para dominar a mi colega. ¿Qué tan estúpido crees que soy?

La bruja lo miró—. Todo lo que estoy diciendo es que no sé qué pasó con él. No lo he visto en más de veinte años. Yo ni siquiera sabía que estaba de regreso.

Zane dio una respiración profunda—. ¿Qué pasa con sus padres? ¿Sigues en contacto con ellos?

Ella sacudió la cabeza—. Su padre se fue antes de que Katie hubiera nacido, y Jennifer fue asesinada hace veintidós años. —Hizo una pausa y sus ojos se encontraron con los de él—. Por un vampiro.

¡Mierda! Eso no era bueno. No sólo el hombre era un cazador de recompensas y un brujo, sino que también tenía una muy buena razón para odiar a los vampiros y querer vengarse de ellos.

—El mismo vampiro que secuestró a Katie.

Dos muy buenas razones.

¿Qué mejor motivación que el querer vengar a su madre y a su hermana? Y Zane sabía todo acerca de la motivación y el odio, y cómo te podía llevar a través de largos años de soledad. Cómo podía alimentar el hambre por la venganza, para desquitarse, cómo dichos motivos podían alimentar el odio y acabar con todo lo demás en su corazón. Para destruir a aquellos que destruyeron su familia: era el más grande motivador que Zane había conocido. Haven sería un oponente formidable, que lucharía hasta la muerte.

—¡Mierda! —Gruñó Zane en voz baja—. ¿Qué pasa con su hermano, Wesley?

—Dondequiera que Haven esté, Wesley no está lejos. Se quedan juntos como pegamento. Haven fue como un padre para Wesley.

—¿Qué pasó con ellos después de la muerte de su madre? —No fue la compasión lo que le hizo preguntar… compasión era una emoción de cobardes… no, necesitaba saber todo lo que podía acerca de su enemigo para encontrar su punto débil.

—Los muchachos fueron enviados a un tío abuelo en Iowa. Él era su único pariente.

—¿Y el padre? —¿Cómo podía un padre abandonar a sus hijos cuando más lo necesitaban?

Francine miró hacia abajo, en un intento de evitar su mirada examinadora. ¿Estaba ocultando algo?— Él no quería tener nada que ver con ellos.

Había más en la historia, y él lo sabía—. ¿Por qué?

Ella se encogió de hombros—. No sé.

Zane no se lo tragó—. ¿Es un brujo también?

Los ojos de Francine volaron de regreso a su cara—. No. Por supuesto que no. Jennifer era la bruja. Su esposo era totalmente humano.

—¿Por qué los dejó?

—¿Cómo voy a saberlo? Las personas casadas se divorcian todo el tiempo. —La voz de Francine sonó firme en la superficie, pero Zane captó un ligero temblor al final de su oración. La mujer le estaba mintiendo.

—Te lo preguntaré una vez más, y esta vez quiero saber la verdad. ¿Por qué los dejó?

Francine se dio vuelta y caminó hacia la cocina—. No es importante.

Zane le siguió los pasos por detrás—. Yo digo que lo es.

—Déjalo así vampiro. Nada bueno saldrá de ello.

En la puerta de la cocina, él la detuvo con una mano en su hombro—. Dímelo ahora. —Apretó y bajó la cara a su cuello—. O tomaré un bocado de ti.

Francine clavó su codo hacia atrás, cayendo en sus costillas, pero su cuerpo era tan duro, que apenas se dio cuenta.

—No querrás ser el blanco de mi brujería —le advirtió.

—Puedo morderte más rápido de lo que lanzas un hechizo. —Zane no estaba cien por ciento seguro que su afirmación fuera correcta, pero demonios, podía mentir. Nunca había visto a Francine ejercer sus poderes sobre cualquiera de sus colegas, por lo que no sabía hasta donde era capaz—. Y te apuesto a que no querrías que yo le dijera a Gabriel que estás ocultándome información. Una vez que su confianza en alguien se rompe, puede ser muy cruel.

Francine liberó el hombro de su control, y él se lo permitió, dándose cuenta por su silencio que ella estaba dispuesta a cumplir. No lo miró, sino que simplemente miró fijamente hacia la cocina.

—El padre de Haven no quería que Katie naciera.

—¿Qué? —No podría haber oído bien—. ¿Él quería que su mujer abortara?

—Cuando se enteró de la profecía y se dio cuenta de que se cumpliría, él le imploró a Jennifer que interrumpiera el embarazo. Pero ella se negó.

—Espera: ¿qué profecía? —a Zane nunca le gustaba el sonido de las cosas como profecías, destino, y cosas por el estilo.

Francine se giró hacia él—. Los tres hijos de una simple bruja, se convertirán en los brujos más poderosos de nuestra época y alterarán el equilibrio del poder del inframundo. Cuando Whit, el marido de Jennifer, se enteró de ello, se sintió traicionado por ella. Todo lo que quería de él era a los tres niños, porque se convertirían en el Poder de Tres. Porque gobernarían el inframundo.

—¡Ah, mierda! —¿En qué mierda se habían metido ahora? Si Haven era tan poderoso, ¿cómo podrían rescatar a Yvette?— Si eso es cierto, Yvette se puede dar por muerta.

Francine negó con la cabeza—. Haven no es un hombre malo.

Zane dejó escapar una risa amarga—. ¿Y qué es lo que no lo hace malo? Dijiste que ni siquiera lo has visto en veinte años. El niño que conocías ya no existe. Es un brujo poderoso, y va a matar a Yvette. Si es que ella no está muerta ya.

—No, él no puede. La profecía no se cumplió.

—¿Qué?

—Sin Katie, no hay Poder de Tres. Y Katie se ha ido, la busqué yo misma. Jennifer era mi amiga, y tan equivocada como estaba sobre el deseo de aprovechar la energía de sus hijos, sus hijos merecían algo mejor. Yo nunca pude encontrar dónde habían llevado a Katie. Y no fui la única en buscarla. Por lo que sé, el vampiro que se la llevó la mató.

—¿Por qué?

—Para asegurarse de que los tres hermanos nunca se unieran para convertirse en el Poder de Tres. Separarlos para siempre, era la única manera de detener la profecía.

¿Era la luz al final del túnel, o simplemente un tren que se aproximaba?— ¿Eso significa que Haven no es tan poderoso como pensamos?

Francine miró alrededor de la cocina—. Por lo que se ve aquí, parece que ni siquiera practica la brujería. —Ella abrió un cajón, algunos armarios—. Nada por aquí me dice que hace pociones.

—Pero Yvette fue dominada con una poción. Un poco de humo color rosa o algo así. —Zane pasó la palma de la mano por su cabeza calva, tratando de liberar la rigidez en su cuello y hombros.

—Aquí no hay nada que haga ese tipo de poción. No hay residuos en ningún lugar. —Ella señaló hacia las ollas que estaban apiladas junto a la cocina—. Esas ollas nunca han visto una poción de bruja. De haberlo hecho, yo sería capaz de sentirlo. Puedes confiar en mí, vampiro.

¿Podría? ¿Qué otra opción tenía? Pero una pregunta seguía flotando en el aire.

—¿Por qué nos estás ayudando a encontrarlo?

—Porque tengo que saber qué pasó con él, y si realmente se volvió malo, entonces tal vez pueda ayudarle a cambiar su vida. Me siento responsable por no detener a Jennifer, cuando todavía podía hacerlo. Se lo debo a sus hijos.

Zane asintió con la cabeza. Al menos la bruja tenía alguna razón noble—. ¿Cómo lo encontramos?

—Necesitamos algo que tenga su ADN en él, para que yo pueda adivinar dónde está.

—El baño —de inmediato respondió y salió de la cocina.

El baño era pequeño y necesitaba urgentemente un arreglo. Algunas grietas en el lavabo y la bañera revelaban que el apartamento de alquiler no estaba en la mejor condición. A eso había que añadir el mal vecindario, y Zane sabía que Haven no estaba allí para quedarse. Cuanto más rápido lo encontraran, mejor, antes de que él se les escapara de las manos.

Francine se apretó en el estrecho espacio detrás de él, un hecho que a Zane no le gustaba. Él era capaz de encontrar un poco de pelo o uñas sin su ayuda.

—¿Alguna cosa?

La molestia hizo que su intestino se contrajera y se alargaran sus colmillos—. Ya lo tengo bajo control. —Con su ancha espalda, él la bloqueó para impedir que su búsqueda continuara.

El lavabo estaba libre de ningún cabello, y el mostrador manchado del baño no mostraba recortes de uñas tampoco. Zane se inclinó y tomó el pequeño bote de basura. Su nariz tomó el tenue aroma de la sangre. Él dio vuelta el basurero y vació su contenido sobre el mostrador. Un rollo vacío de papel higiénico rodó por el suelo. Hilo dental y una caja de pasta de dientes, se entremezclaban con un pañuelo de papel.

—Parece que se cortó al afeitarse —dijo Zane y sacó un pañuelo de papel con una mancha de sangre roja brillante—. ¿Puedes usar esto?

Giró sobre sus talones y sostuvo el pañuelo manchado para que Francine lo viera.

—Perfecto. —Ella lo tomó.

—Vamos —ordenó y trató de sacarla de la habitación.

Ella bloqueó su salida, mirando hacia atrás de sus hombros—. ¿Dejarás la basura así?

Justo cuando había empezado a caerle menos mal, tenía que enfadarlo—. ¿Qué soy? ¿La criada? —Siseó y la empujó fuera de su camino.