–Quiero que tú, Toni y Alette escriban en él, Ashley. Puedes
tenerlo en tu habitación. En cualquier momento en que alguna de
ustedes tenga un pensamiento o una idea que prefiere escribir en
lugar de contármela, háganlo.
–Está bien, Gilbert.
Un mes después, el doctor Keller escribió en su
diario:
El doctor Keller y Otto Lewison bebían café.
–Creo que intentaré con una terapia de grupo -dijo el doctor
Keller-. Ninguna otra cosa parece tener éxito.
–¿Cuántos pacientes tienes en mente?
–No más de media docena. Quiero que Ashley comience a
interactuar con otras personas. En este momento vive en un mundo
propio, y quiero que salga de él.
–Buena idea. Vale la pena intentarlo.
El doctor Keller condujo a Ashley a una pequeña sala de
reunión, donde había media docena de personas.
–Quiero que conozca a algunos amigos -dijo el doctor
Keller.
Fue presentándole a esas personas una por una, pero Ashley se
sentía demasiado cohibida para prestar atención a sus nombres. Uno
se confundía con el siguiente. Estaban la Mujer Gorda, el Hombre
Huesudo, la Mujer Calva, el Hombre Rengo, la Mujer China y el
Hombre Bondadoso. Todos parecían muy agradables.
–Siéntate -dijo la Mujer Calva-. ¿Quieres un
café?
Ashley tomó asiento.
–Hemos oído hablar de ti -dijo el Hombre Bondadoso-. Pasaste
por momentos muy difíciles.
Ashley asintió. El Hombre Huesudo dijo:
–Supongo que a todos nos sucedió algo parecido, pero estamos
recibiendo mucha ayuda. Este lugar es maravilloso.
–Tienen los mejores médicos del mundo -acotó la Mujer
China.
Todos parecen tan normales, pensó Ashley. El doctor Keller se
sentó a un lado y monitoreó la conversación. Cuarenta y cinco
minutos después, se puso de pie.
–Creo que ya debes irte, Ashley.
Ella se puso de pie.
–Fue muy lindo conocerlos.
El Hombre Rengo se le acercó y le susurró:
–No bebas el agua de aquí. Está envenenada. Ellos quieren
matarnos y seguir cobrando el dinero del Estado.
Ashley tragó con fuerza.
–Gracias… lo recordaré.
Cuando Ashley y el doctor Keller caminaban por el pasillo,
ella le preguntó:
_¿Qué problema tienen esas personas?
–Paranoia, esquizofrenia, TPM, compulsiones. Pero, Ashley,
han mejorado notablemente desde que llegaron aquí. ¿Le gustaría
conversar con ellos en forma periódica?
–No.
El doctor Keller entró en la oficina de Otto
Lewison.
–No estoy adelantando nada -confesó-. La terapia de grupo no
funcionó y lo mismo sucede con las sesiones de hipnotismo. Quiero
intentar algo diferente.
–¿Qué?
–Necesito su permiso para llevar a Ashley a cenar fuera del
hospital.
–No me parece una buena idea, Gilbert. Podría ser peligroso.
Ella ya…
–Ya lo sé. Pero en este momento yo soy el enemigo. Quiero
convertirme en su amigo.
–Toni, su alter ego, trató de matarte una vez. ¿Y si vuelve a
intentarlo?
–Yo lo manejaré.
El doctor Lewison lo pensó.
–Está bien. ¿Quieres que alguien los
acompañe?
–No. Estaré bien, Otto.
–¿Cuándo deseas comenzar con esto?
–Esta misma noche.
–¿Usted quiere invitarme a cenar afuera?
–Sí. Creo que le haría bien salir un poco de este lugar,
Ashley. ¿Qué me contesta?
–Que sí.
A la misma Ashley la sorprendió el entusiasmo que sentía ante
la perspectiva de salir a cenar con Gilbert Keller. Será divertido
salir de aquí una noche, pensó. Pero sabía que era más que eso. La
sola idea de salir con Gilbert Keller, los dos solos, la llenaba de
alegría.
Cenaban en un restaurante japonés llamado Otani Gardens,
ubicado a casi diez kilómetros del hospital. El doctor Keller sabía
que se estaba arriesgando. En cualquier momento Toni o Alette
podían tomar el control de la situación. Se lo habían advertido.
Pero es más importante todavía que Ashley aprenda a confiar en mí
para que yo pueda ayudarla.
–Es curioso, Gilbert -dijo Ashley mientras paseaba la vista
por el atestado restaurante.
–¿A qué se refiere?
–Estas personas no parecen diferentes de las que están en el
hospital.
–En realidad no son diferentes, Ashley. Estoy seguro de que
todos tienen problemas. La única diferencia es que las personas
internadas en el hospital no se sienten capaces de enfrentar tan
bien esos problemas, así que las ayudamos a
hacerlo.
–Yo no sabía que tenía problemas hasta que… bueno, ya
sabe.
–¿Sabe por qué, Ashley? Porque los sepultó. No pudo hacer
frente a lo que le sucedía, así que creó compartimientos estancos
en su mente para encerrar allí lo que no podía ver. En una u otra
medida, muchas personas lo hacen. – Deliberadamente cambió de tema.
– ¿Cómo está su bife?
–Delicioso, gracias.
A partir de ese momento, Ashley y el doctor Keller comían
afuera del hospital una vez por semana. Almorzaban en un excelente
restaurante italiano llamado Banducci's y cenaban en The Palm,
Eveleene's y The Gumbo Pot. Ni Toni ni Alette salieron a
relucir.
Cierta noche, el doctor Keller llevó a Ashley a bailar a un
pequeño club nocturno donde tocaba una banda
maravillosa.
–¿Lo está pasando bien? – preguntó.
–Sí, muy bien. Gracias. – Ella lo miró y dijo: -Usted no es
como los otros médicos.
–¿Ellos no bailan?
–Ya sabe lo que quiero decir.
Él la sostenía muy cerca de su cuerpo, y ambos sintieron la
urgencia del momento.
Eso podría ser muy peligroso para los dos,
Gilbert…