CAPÍTULO 9


Ashley luchaba contra la histeria. Los dedos le temblaban tanto que tuvo que discar tres veces antes de conseguir el número. Respiró hondo e hizo un nuevo intento. Dos… nueve… nueve… dos… uno… cero… uno… El teléfono comenzó a sonar.


–Oficina del sheriff.

–Con el detective Blake, por favor. ¡Rápido!

–El detective Blake ya se fue a su casa. ¿Quiere que la comunique con alguna otra persona…?

–¡No! Yo… ¿Podría pedirle que me llamara? Soy Ashley Patterson. Necesito hablar urgentemente con él.

–Aguarde un minuto, señorita. Veré si puedo localizarlo.

El detective Sam Blake escuchaba pacientemente a su esposa Serena, quien le gritaba:

–Mi hermano te hace trabajar como un animal, día Y noche, y no te paga suficiente dinero para que me mantengas decentemente. ¿Por qué no le pides un aumento? ¿Por qué?

Estaban frente a la mesa de la cena.

–¿Me pasas las papas, querida?

Serena extendió un brazo y con un golpe plantó la fuente con las papas frente a su marido.

–El problema es que no te valoran lo suficiente.

–Tienes razón, querida. ¿Puedes pasarme la salsa?

–¿No escuchas lo que te estoy diciendo? – gritó.

–Cada palabra, mi amor. Esta cena está deliciosa. Eres una gran cocinera.

–¿Cómo puedo pelearme contigo, desgraciado, si no presentas lucha?

Él comió un bocado de carne.

–Es porque te amo, querida. Sonó la campanilla del teléfono. – Discúlpame. – Él se levantó y tomó el tubo. Sí… Pásamela… ¿Señorita Patterson? – Oyó que ella sollozaba.

–Algo… algo terrible sucedió. Tiene que venir a casa enseguida.

–Voy para allá.

Serena se puso de pie.

–¿Qué? ¿Vas a salir? ¡Estamos en mitad de la cena!

–Es una emergencia, querida. Volveré tan pronto como pueda.

Ella lo vio ponerse el arma en la pistolera. Después se inclinó y la besó.

–Fue una cena maravillosa.

Ashley le abrió la puerta en cuanto él llegó. Tenía las mejillas empapadas de lágrimas y temblaba.

Sam Blake entró en el departamento y miró con cautela en todas direcciones.

–¿Hay alguien más aquí?

–Alguien estuvo aquí -Ashley luchaba por controlarse.

–Mir… mire… -Y lo condujo al cuarto de baño.

El detective Blake leyó en voz alta las palabras escritas en el espejo:

“-MORIRÁS”.

Miró a Ashley.

–¿Tiene alguna idea de quién pudo haberlo escrito?

–No -respondió Ashley-. Éste es mi departamento. Nadie más tiene una llave… Y alguien ha estado viniendo aquí… Alguien me ha estado siguiendo. Alguien planea matarme. – Estalló en llanto. – No puedo soportarlo más.

Sollozaba sin control. El detective Blake la rodeó con un brazo y le palmeó el hombro.

–Vamos. Todo estará bien. Le daremos protección y descubriremos quién está detrás de esto.

Ashley hizo una inspiración profunda.

–Lo siento. Yo nunca me porto así. Pero esto ha sido horrible.

–Hablemos -dijo Sam Blake.

Ella logró forzar una sonrisa.

–Está bien.

Qué tal una taza de té?

Se sentaron y se pusieron a conversar frente a un par de tazas de té caliente.

–¿Cuándo empezó todo esto, señorita Patterson?

–Hace alrededor de seis meses. Sentí que me seguían. Al principio fue sólo una sensación vaga, pero después se hizo cada vez más fuerte. Sabía que me seguían, pero no lograba ver a nadie. Entonces, en mi trabajo, alguien entró en mi computadora e hizo que en el monitor apareciera la figura de una mano que empuñaba un cuchillo, y que trataba de apuñalarme.

alguna idea de quién pudo haber sido?

–No.

–Y usted dice que antes de hoy alguien entró en su departamento?

–Sí. Una vez, alguien encendió todas las luces cuando yo estaba ausente. Otra vez encontré una colilla de cigarrillo sobre la cómoda. Y yo no fumo. – Respiró hondo-. Y ahora… esto.

–¿Algún novio suyo podría sentirse rechazado?

–No.

–¿No recibió amenazas de nadie?

–No. – Pensó en contarle lo del fin de semana en blanco en que terminó en Chicago, pero pensó que significaría involucrar a su padre. Decidió no decir nada.

–No quiero estar sola aquí esta noche -dijo Ashley.

–De acuerdo. Llamaré al departamento Y haré que envíen alguien…

–¡No! ¡Por favor’ No confío en otra persona. ¿No podría quedarse usted conmigo, sólo hasta la mañana?

–No creo que…

–Por favor. – Temblaba.

Él la miró a los ojos y pensó que jamás había visto a nadie tan aterrorizado.

–¿No hay ningún lugar donde pueda quedarse a pasar la noche? ¿No tiene amistades que…?

–¿Y si la persona que me está haciendo esto es una de mis amistades?

Él asintió.

–Muy bien. Me quedaré. Por la mañana haré los arreglos necesarios para que le den protección las veinticuatro horas.

–Gracias. – La voz de Ashley estaba llena de alivio.

Él le palmeó la mano.

–Y no se preocupe. Le prometo que llegaremos al fondo de esto. Permítame que llame al sheriff Dowling y le informe lo que está sucediendo.

Habló por teléfono durante cinco minutos y, cuando colgó, dijo:

–Será mejor que llame a mi esposa.

–Desde luego.

El detective Blake volvió a levantar el tubo y a discar.

–Hola, querida. Esta noche no regresaré a casa, así que, ¿por qué no miras un poco de telev…?

–¿Que no harás qué? ¿Dónde estás, con una de tus mujerzuelas baratas?

Ashley alcanzó a oír los gritos de la mujer.

–Serena…

–A mí no me engañas.

–Serena…

–Es en lo único que piensan ustedes los hombres… en coger.

–Serena…

–Pues bien, no seguiré tolerándolo.

–Serena…

–Es el agradecimiento que recibo por ser tan buena esposa…

La conversación unilateral continuó durante otros veinte minutos. Por último, el detective Blake colgó el tubo y volvió junto a Ashley sintiéndose muy incómodo.

–Lo lamento. Ella no suele ser así.

Ashley lo miró y dijo:

–Lo entiendo.

–No, de veras. Serena se porta así porque está asustada.

Ashley lo miró con curiosidad.

Él permaneció un momento en silencio.

–Serena se está muriendo. Tiene cáncer. La enfermedad estuvo un tiempo en remisión. Comenzó hace siete años. Hace cinco que estamos casados.

–De modo que usted sabía…

–Sí. No me importó. La amaba. – Calló. – Pero en los últimos tiempos empeoró. Está asustada porque tiene miedo de morir y tiene miedo de que yo la deje. Todos esos gritos son su manera de ocultar ese miedo.

–Yo… lo siento.

–Es una persona maravillosa. En el fondo es dulce y cariñosa y se preocupa mucho por mí. Ésa es la Serena que conozco.

Ashley dijo:

–Lamento si yo causé…

–En absoluto -dijo él y paseó la vista por la habitación.

Ashley dijo:

–Hay sólo un dormitorio. Usted puede tomarlo; yo dormiré aquí, en el sofá.

El detective Blake sacudió la cabeza.

–El sofá me resultará muy cómodo.

Ashley dijo:

–No puedo decirle lo agradecida que estoy.

–Ningún problema, señorita Patterson. – La miró acercarse al placard de la ropa blanca y sacar sábanas y mantas.

Se acercó al sofá y extendió la sábana.

–Espero que usted…

–Así está perfecto. De todas formas no pienso dormir mucho.

Revisó las ventanas para asegurarse de que estuvieran bien cerradas y después fue a la puerta del departamento y le echó doble llave y tranca.

–Todo bien -dijo.

Puso su arma sobre la mesa que había junto al sofá.

–Usted descanse y duerma bien. Por la mañana organizaremos todo.

Ashley asintió. Se le acercó y lo besó en la mejilla.

–Gracias.

El detective Blake la observó entrar en el dormitorio y cerrar la puerta. Él volvió a revisar las ventanas. Iba a ser una larga noche. En la central del FBI en Washington, el agente Ramírez hablaba con Roland Kingsley, el jefe de su sección.

–Tenemos las huellas dactilares y los informes de ADN hallados en las escenas del crimen de Bedford, Cupertino, Quebec y San Francisco. Acabamos de recibir el informe final de ADN. Todas las huellas dactilares concuerdan, lo mismo que los rastros de ADN.

Kingsley asintió.

–De modo que definitivamente es un asesino serial.

–No cabe ninguna duda. – Busquemos al hijo de puta.

A las seis de la mañana, la esposa del encargado del edificio encontró el cuerpo desnudo del detective Sam Blake en el callejón que corría detrás de donde vivía Ashley Patterson.

Había sido muerto a puñaladas y castrado.