–Oficina del sheriff.
–Con el detective Blake, por favor. ¡Rápido!
–El detective Blake ya se fue a su casa. ¿Quiere que la
comunique con alguna otra persona…?
–¡No! Yo… ¿Podría pedirle que me llamara? Soy Ashley
Patterson. Necesito hablar urgentemente con él.
–Aguarde un minuto, señorita. Veré si puedo
localizarlo.
El detective Sam Blake escuchaba pacientemente a su esposa
Serena, quien le gritaba:
–Mi hermano te hace trabajar como un animal, día Y noche, y
no te paga suficiente dinero para que me mantengas decentemente.
¿Por qué no le pides un aumento? ¿Por qué?
Estaban frente a la mesa de la cena.
–¿Me pasas las papas, querida?
Serena extendió un brazo y con un golpe plantó la fuente con
las papas frente a su marido.
–El problema es que no te valoran lo
suficiente.
–Tienes razón, querida. ¿Puedes pasarme la
salsa?
–¿No escuchas lo que te estoy diciendo? –
gritó.
–Cada palabra, mi amor. Esta cena está deliciosa. Eres una
gran cocinera.
–¿Cómo puedo pelearme contigo, desgraciado, si no presentas
lucha?
Él comió un bocado de carne.
–Es porque te amo, querida. Sonó la campanilla del teléfono.
– Discúlpame. – Él se levantó y tomó el tubo. Sí… Pásamela…
¿Señorita Patterson? – Oyó que ella sollozaba.
–Algo… algo terrible sucedió. Tiene que venir a casa
enseguida.
–Voy para allá.
Serena se puso de pie.
–¿Qué? ¿Vas a salir? ¡Estamos en mitad de la
cena!
–Es una emergencia, querida. Volveré tan pronto como
pueda.
Ella lo vio ponerse el arma en la pistolera. Después se
inclinó y la besó.
–Fue una cena maravillosa.
Ashley le abrió la puerta en cuanto él llegó. Tenía las
mejillas empapadas de lágrimas y temblaba.
Sam Blake entró en el departamento y miró con cautela en
todas direcciones.
–¿Hay alguien más aquí?
–Alguien estuvo aquí -Ashley luchaba por
controlarse.
–Mir… mire… -Y lo condujo al cuarto de baño.
El detective Blake leyó en voz alta las palabras escritas en
el espejo:
“-MORIRÁS”.
Miró a Ashley.
–¿Tiene alguna idea de quién pudo haberlo
escrito?
–No -respondió Ashley-. Éste es mi departamento. Nadie más
tiene una llave… Y alguien ha estado viniendo aquí… Alguien me ha
estado siguiendo. Alguien planea matarme. – Estalló en llanto. – No
puedo soportarlo más.
Sollozaba sin control. El detective Blake la rodeó con un
brazo y le palmeó el hombro.
–Vamos. Todo estará bien. Le daremos protección y
descubriremos quién está detrás de esto.
Ashley hizo una inspiración profunda.
–Lo siento. Yo nunca me porto así. Pero esto ha sido
horrible.
–Hablemos -dijo Sam Blake.
Ella logró forzar una sonrisa.
–Está bien.
Qué tal una taza de té?
Se sentaron y se pusieron a conversar frente a un par de
tazas de té caliente.
–¿Cuándo empezó todo esto, señorita
Patterson?
–Hace alrededor de seis meses. Sentí que me seguían. Al
principio fue sólo una sensación vaga, pero después se hizo cada
vez más fuerte. Sabía que me seguían, pero no lograba ver a nadie.
Entonces, en mi trabajo, alguien entró en mi computadora e hizo que
en el monitor apareciera la figura de una mano que empuñaba un
cuchillo, y que trataba de apuñalarme.
alguna idea de quién pudo haber sido?
–No.
–Y usted dice que antes de hoy alguien entró en su
departamento?
–Sí. Una vez, alguien encendió todas las luces cuando yo
estaba ausente. Otra vez encontré una colilla de cigarrillo sobre
la cómoda. Y yo no fumo. – Respiró hondo-. Y ahora…
esto.
–¿Algún novio suyo podría sentirse
rechazado?
–No.
–¿No recibió amenazas de nadie?
–No. – Pensó en contarle lo del fin de semana en blanco en
que terminó en Chicago, pero pensó que significaría involucrar a su
padre. Decidió no decir nada.
–No quiero estar sola aquí esta noche -dijo
Ashley.
–De acuerdo. Llamaré al departamento Y haré que envíen
alguien…
–¡No! ¡Por favor’ No confío en otra persona. ¿No podría
quedarse usted conmigo, sólo hasta la mañana?
–No creo que…
–Por favor. – Temblaba.
Él la miró a los ojos y pensó que jamás había visto a nadie
tan aterrorizado.
–¿No hay ningún lugar donde pueda quedarse a pasar la noche?
¿No tiene amistades que…?
–¿Y si la persona que me está haciendo esto es una de mis
amistades?
Él asintió.
–Muy bien. Me quedaré. Por la mañana haré los arreglos
necesarios para que le den protección las veinticuatro
horas.
–Gracias. – La voz de Ashley estaba llena de
alivio.
Él le palmeó la mano.
–Y no se preocupe. Le prometo que llegaremos al fondo de
esto. Permítame que llame al sheriff Dowling y le informe lo que
está sucediendo.
Habló por teléfono durante cinco minutos y, cuando colgó,
dijo:
–Será mejor que llame a mi esposa.
–Desde luego.
El detective Blake volvió a levantar el tubo y a
discar.
–Hola, querida. Esta noche no regresaré a casa, así que, ¿por
qué no miras un poco de telev…?
–¿Que no harás qué? ¿Dónde estás, con una de tus mujerzuelas
baratas?
Ashley alcanzó a oír los gritos de la mujer.
–Serena…
–A mí no me engañas.
–Serena…
–Es en lo único que piensan ustedes los hombres… en
coger.
–Serena…
–Pues bien, no seguiré tolerándolo.
–Serena…
–Es el agradecimiento que recibo por ser tan buena
esposa…
La conversación unilateral continuó durante otros veinte
minutos. Por último, el detective Blake colgó el tubo y volvió
junto a Ashley sintiéndose muy incómodo.
–Lo lamento. Ella no suele ser así.
Ashley lo miró y dijo:
–Lo entiendo.
–No, de veras. Serena se porta así porque está
asustada.
Ashley lo miró con curiosidad.
Él permaneció un momento en silencio.
–Serena se está muriendo. Tiene cáncer. La enfermedad estuvo
un tiempo en remisión. Comenzó hace siete años. Hace cinco que
estamos casados.
–De modo que usted sabía…
–Sí. No me importó. La amaba. – Calló. – Pero en los últimos
tiempos empeoró. Está asustada porque tiene miedo de morir y tiene
miedo de que yo la deje. Todos esos gritos son su manera de ocultar
ese miedo.
–Yo… lo siento.
–Es una persona maravillosa. En el fondo es dulce y cariñosa
y se preocupa mucho por mí. Ésa es la Serena que
conozco.
Ashley dijo:
–Lamento si yo causé…
–En absoluto -dijo él y paseó la vista por la
habitación.
Ashley dijo:
–Hay sólo un dormitorio. Usted puede tomarlo; yo dormiré
aquí, en el sofá.
El detective Blake sacudió la cabeza.
–El sofá me resultará muy cómodo.
Ashley dijo:
–No puedo decirle lo agradecida que estoy.
–Ningún problema, señorita Patterson. – La miró acercarse al
placard de la ropa blanca y sacar sábanas y
mantas.
Se acercó al sofá y extendió la sábana.
–Espero que usted…
–Así está perfecto. De todas formas no pienso dormir
mucho.
Revisó las ventanas para asegurarse de que estuvieran bien
cerradas y después fue a la puerta del departamento y le echó doble
llave y tranca.
–Todo bien -dijo.
Puso su arma sobre la mesa que había junto al
sofá.
–Usted descanse y duerma bien. Por la mañana organizaremos
todo.
Ashley asintió. Se le acercó y lo besó en la
mejilla.
–Gracias.
El detective Blake la observó entrar en el dormitorio y
cerrar la puerta. Él volvió a revisar las ventanas. Iba a ser una
larga noche. En la central del FBI en Washington, el agente Ramírez
hablaba con Roland Kingsley, el jefe de su
sección.
–Tenemos las huellas dactilares y los informes de ADN
hallados en las escenas del crimen de Bedford, Cupertino, Quebec y
San Francisco. Acabamos de recibir el informe final de ADN. Todas
las huellas dactilares concuerdan, lo mismo que los rastros de
ADN.
Kingsley asintió.
–De modo que definitivamente es un asesino
serial.
–No cabe ninguna duda. – Busquemos al hijo de
puta.
A las seis de la mañana, la esposa del encargado del edificio
encontró el cuerpo desnudo del detective Sam Blake en el callejón
que corría detrás de donde vivía Ashley Patterson.
Había sido muerto a puñaladas y castrado.