Pero para eso falta todavía mucho, pensó el doctor
Keller.
A la mañana siguiente, el doctor Keller hizo que llevaran a
Ashley a su consultorio.
–Buenos días, Ashley.
–Buenos días, doctor Keller.
–Quiero que me llame Gilbert. Vamos a ser amigos. ¿Cómo se
siente?
Ella lo miró y respondió:
–Me dicen que maté a cinco personas. ¿Cómo debería
sentirme?
–¿Recuerda haber matado a alguna de ellas?
–No.
–Leí la transcripción de su juicio, Ashley. Usted no las
mató. Lo hizo uno de sus alter egos. Iremos conociéndolos y, con el
tiempo y con su ayuda, los haremos desaparecer.
–Yo… bueno, espero que usted pueda…
–Puedo. Estoy aquí para ayudarla y es lo que haré. Los alter
egos fueron creados en su mente para salvarla de un dolor
intolerable. Debemos averiguar qué fue lo que le causó ese dolor.
Necesito saber en qué momento nacieron esas personalidades y por
qué.
–¿Cómo hará para averiguarlo?
Usted irá recordando cosas. Cada tanto emplearemos hipnotismo
o amobarbital sódico. A usted la han hipnotizado antes,
¿verdad?
–Sí.
–Nadie la presionará. Nos tomaremos nuestro tiempo. – Y
agregó, para tranquilizarla.: -Y cuando terminemos, usted estará
curada.
Hablaron durante casi una hora. Y, después, Ashley se sintió
mucho más distendida. Una vez en su habitación, pensó. Realmente
creo que él puede hacerlo. Y elevó una breve
oración.
El doctor Keller mantuvo una reunión con Otto
Lewison.
–Esta mañana estuvimos hablando -dijo el doctor Keller-. La
buena noticia es que Ashley reconoce que tiene un problema y está
dispuesta a que la ayudemos.
–Es un buen principio. Mantenme informado.
–Lo haré, Otto.
Al doctor Keller lo ilusionaba el desafío que tenía por
delante. Había algo muy especial en Ashley Patterson. Estaba
decidido a ayudarla.
Hablaron todos los días Y una semana después de la llegada el
doctor Keller dijo:
–Quiero que se sienta cómoda y distendida. Voy a
hipnotizarla. – Y se le acercó.
–¡No! ¡Espere!
Él la miró, sorprendido.
–¿Qué ocurre?
Una docena de pensamientos espantosos desfilaron por la mente
de Ashley. Él iba a sacar a relucir a sus alter egos. La sola idea
la aterrorizaba.
–Por favor -dijo-. Yo no quiero conocerlas.
–No lo hará -le aseguró el doctor Keller. No
todavía.
Ella tragó saliva.
–De acuerdo.
–¿Está lista?
Ella asintió.
–Sí.
–Bien. Aquí vamos.
Hipnotizarla le llevó quince minutos. Cuando finalmente lo
logró, Gilbert Keller miró un papel que tenía sobre el escritorio.
Toni Prescott y Alette Peters. Había llegado el momento de hacer un
cambio, de iniciar el proceso de pasar de una personalidad
dominante a otra.
Miró a Ashley, dormida en su silla, y entonces se inclinó
hacia adelante.
–Buenos días, Toni. ¿Puede oírme?
Vio cómo la cara de Ashley se transformaba y era poseída por
una personalidad totalmente diferente. En su rostro apareció una
repentina vivacidad. Ella comenzó a cantar:
“Half a pound of tupenny rice, Half a pound of treacle, Mix
it up and make it nice, Pop! goes the weasel…”
–Eso estuvo muy lindo, Toni. Soy Gilbert
Keller.
–Ya sé quién es usted -dijo Toni.
–Me alegro de conocerla. ¿Le dijeron que tiene una voz
preciosa?
–Váyase a la mierda.
–Lo digo en serio. ¿Alguna vez tomó clases de canto? Apuesto
a que sí.
–No, no las tomé. En realidad lo deseaba, pero
mi…
–¡Por el amor de Dios, termina con ese barullo espantoso!
¿Quién te dijo que sabías cantar? – …no tiene
importancia.
–Toni, quiero ayudarla.
–No, no es así, doctorcito. Lo que quiere es
cogerme.
–¿Por qué cree eso, Toni?
–Es lo único que los hombres siempre quieren hacer.
Chau.
–¿Toni…? ¿Toni…?
Silencio. Gilbert Keller observó el rostro de Ashley. Estaba
sereno. El doctor Keller se inclinó hacia
adelante.
–¿Alette?
No hubo ningún cambio en la expresión de
Ashley.
–¿Alette…?
Nada.
–Quiero hablar con usted, Alette.
Ashley comenzó a moverse con desasosiego.
–Vamos, Alette, salga de una vez.
Ashley hizo una inspiración profunda y entonces de su boca
brotaron una serie de palabras en italiano.
–C'é qualcuno che parla italiano?
–Alette.
–Non so dove mi trovo.
–Alette, escúcheme. Está a salvo. Quiero que se
relaje.
–Sono stanca… Estoy muy cansada.
–Usted ha tenido que pasar momentos muy difíciles, pero ya
todo quedó atrás. Su futuro será muy apacible. ¿Usted sabe quién
es?
Su voz era blanca.
–Sí. Es una especie de lugar donde están i
pazzi.
–Por eso está usted aquí, doctor. Usted es el
chiflado.
–Es un lugar donde la curarán. Alette, cuando cierra los ojos
y visualiza este lugar, ¿qué se le cruza por la
mente?
–Hogarth. El pintaba manicomios y escenas aterradoras. – Lo
más probable es que usted jamás haya oído hablar de
él.
–No quiero que piense que éste es un lugar aterrador. Hábleme
de usted, Alette. ¿Qué le gusta hacer? ¿Qué le gustaría hacer
mientras está aquí?
–Me gusta pintar.
–Le conseguiremos pinturas.
–¡No!
–¿Por qué?
–No quiero.
–¿Cómo llamas a eso, hija? A mí me parece un garabato
horrible.
Déjeme en paz.
–¿Alette? – Gilbert Keller vio que la cara de Ashley volvía a
cambiar.
Alette se había ido. Gilbert Keller despertó a Ashley. Ella
abrió los ojos y parpadeó.
–¿Ya empezó?
–Hemos terminado.
–¿Cómo fue?
–Toni y Alette hablaron conmigo. Ha sido un buen comienzo,
Ashley.
La carta de David Singer decía:
“Estimada Ashley:
Ésta es sólo una nota para que sepa que pienso en usted y
espero que esté haciendo grandes progresos en su tratamiento. De
hecho, pienso mucho en usted. Tengo la sensación de que pasamos
juntos una guerra. Fue una lucha dura, pero ganamos. Y tengo buenas
noticias. Me aseguraron que los cargos de homicidio contra usted en
Bedford y Quebec se levantarán. Si hay algo que pueda hacer por
usted, hágamelo saber.
Mis mejores deseos, David.”
A la mañana siguiente, Gilbert Keller hablaba con Toni
mientras Ashley estaba hipnotizada.
–¿Qué pasa ahora, doctorcito?
–Sólo quiero charlar un rato con usted. Me gustaría
ayudarla.
–Yo no necesito su maldita ayuda. Estoy muy
bien.
–Pues bien, yo sí necesito su ayuda, Toni. Quiero hacerle una
pregunta. ¿Qué piensa usted de Ashley?
–¿La Señorita Mojigata? No me haga hablar.
–¿No le tiene simpatía?
–Ninguna.
–¿Qué es lo que no le gusta de ella?
Pausa.
–Que trata de impedir que los demás se diviertan. Si yo no
tomara el control cada tanto, nuestras vidas serían un opio.
Aburridísimas. A ella no le gusta ir a fiestas ni viajar ni hacer
cosas divertidas.
–¿Pero a usted sí?
–Ya lo creo. De eso se trata la vida, ¿no, mi
amor?
–Usted nació en Londres, ¿no es así, Toni? ¿No quiere
hablarme al respecto?
–Le diré una cosa. Ojalá estuviera ahora
allá.
–¿Toni…? ¿Toni…?
Se había ido. Gilbert Keller le dijo a
Ashley:
–Me gustaría hablar con Alette.
Vio cómo la expresión de Ashley cambiaba. Se le acercó y le
dijo en voz baja:
–Alette.
–Sí.
–¿Oyó mi conversación con Toni?
–Sí.
–¿Usted y Toni se conocen?
–Sí. – Por supuesto que nos conocemos,
imbécil.
–¿Pero Ashley no conoce a ninguna de las
dos?
–No. – ¿A usted le gusta Ashley?
–No está mal.
–¿Por qué me pregunta estas tonterías?
–¿Por qué no habla usted con ella?
–Porque Toni no quiere.
–¿Toni siempre le dice qué debe hacer?
–Toni es mi amiga. – No es asunto suyo.
–Quiero ser su amigo, Alette. Hábleme de usted. ¿Dónde
nació?
–Nací en Roma.
–¿Le gusta Roma?
Gilbert Keller observó que la expresión de la cara de Ashley
cambiaba y que ella comenzaba a llorar.
¿Por qué?
Gilbert Keller se inclinó hacia adelante y dijo con voz
tranquilizadora.
–Está bien. Ahora despertará, Ashley.
Ella abrió los ojos.
–Hablé con Toni y Alette. Son amigas. Quiero que las tres
sean amigas.
Mientras Ashley almorzaba, un enfermero entró en su
habitación y vio en el piso una pintura que representaba un
paisaje. La estudió un momento y después la llevó al consultorio
del doctor Keller.
En la oficina del doctor Lewison se celebraba una
reunión.
–¿Cómo van las cosas, Gilbert?
El doctor Keller dijo, pensativo:
–Hablé con los dos alter egos. La dominante es Toni. Se niega
a hablar de los años de su infancia en Inglaterra. La otra, Alette,
nació en Roma y tampoco quiere hablar de su pasado. De modo que me
concentraré en ese punto. Fue allí donde tuvieron lugar los
traumas. Toni es la más agresiva. Alette es sensible y tímida. Le
interesa la pintura pero no se atreve a dedicarse a ella. Tengo que
descubrir por qué.
–¿De modo que piensas que Toni domina a
Ashley?
–Sí, Toni es la que lleva la voz cantante. Ashley no tenía
conciencia de que ella existiera, y tampoco de la existencia de
Alette. Pero Toni y Alette se conocen. Es interesante. Toni tiene
una voz preciosa para el canto, y Alette, un gran talento para la
pintura. – Sostuvo en alto la pintura que el enfermero le había
llevado. – Creo que los talentos de ambas pueden ser la clave para
llegar a ellas.
Ashley recibía carta de su padre una vez por semana. Después
de leerlas, se sentaba en su habitación, permanecía en silencio y
no quería hablar con nadie.
–Las cartas son el único vínculo con su hogar -le dijo el
doctor Keller a Otto Lewison. – Creo que incrementan su deseo de
salir de aquí y comenzar una vida normal. Cada detalle
ayuda…
Ashley se estaba acostumbrando a todo lo que la rodeaba. Los
pacientes parecían caminar libremente por todas partes, aunque
había asistentes en cada puerta y en los pasillos. Los portones del
edificio siempre estaban cerrados con llave. Había una sala de
recreación donde podían reunirse a ver televisión, un gimnasio para
hacer ejercicio, y un comedor común. Había allí personas de todas
las nacionalidades: japoneses, chinos, franceses, norteamericanos…
Se había hecho todo lo posible para que el hospital pareciera un
lugar común y corriente, pero cuando Ashley regresaba a su
habitación, siempre las puertas se cerraban con llave detrás de
ella.
–Esto no es un hospital -se quejó Toni a Alette-. Es una
maldita prisión.
–Pero el doctor Keller cree que puede curar a Ashley.
Entonces podremos salir de aquí.
–No seas estúpida, Alette. ¿No lo entiendes? La única forma
que él tiene de curar a Ashley es librarse de nosotras, hacernos
desaparecer. En otras palabras, para que ella se cure tendremos que
morir. Y te juro que yo no permitiré que eso
suceda.
–¿Qué piensas hacer?
–Encontraré la manera de que las dos escapemos de
aquí.