Epílogo
¡ME siento como si el sol brillara a través de todos los poros de mi piel!
Poppy se detuvo bruscamente al final de las escaleras que conectaban el ático que Ava tenía en la playa con la terraza rebosante de plantas, incapaz de pronto de concentrarse en la cháchara de sus amigas. Tenía la mirada clavada en Jase, que estaba en la barbacoa, junto a Murphy, Dev y Finn. Le vio echar la cabeza hacia atrás y lanzar una de sus raras carcajadas, y el corazón se le llenó de tal manera y con tanta intensidad que, por un instante, pensó que iba a estallarle en el pecho.
—Oooh, creo que hay alguien que está locamente enamorado —musitó Jane, deteniéndose a su lado.
Le quitó a Poppy la bandeja de las manos y la dejó en la mesa con una despreocupación que no estaba a la altura de las exigencias de Ava. La fruta tembló en sus recipientes, la sangría desbordó la jarra y las copas de cristal repicaron como campanas al rozarse sus bordes.
—¿Qué pasa? —preguntó Poppy.
—¿Qué es eso? —la lacia melena de Jane cayó hacia delante mientras ésta fijaba la mirada en el diamante que llevaba Poppy en el dedo—. ¡Ava! ¿Has visto esto?
—Bueno, ya era hora —replicó Poppy.
Estaba intentando disimular su anticipación desde que había entrado por la puerta, esperando el momento en el que sus amigas se fijaran en la sortija.
—¡Desde luego! —musitó Ava—. Llevaba esperando ver esta sortija desde el viernes.
Poppy miró boquiabierta a su amiga.
Y también Jane, aunque en su caso, añadiendo a su expresión la maligna mirada Kaplinski.
—¿Sabías que iban a regalarle una sortija de compromiso?
—El agente Jeque me pidió que le acompañara a un par de anticuarios. No quería comprarle un diamante espectacular que tuviera que quitarse para evitar sentirse como si estuviera restregándoselo a los adolescentes con los que trabaja —Ava se acercó a sus amigas—. Pero una vez hechas las presentaciones, ni siquiera me permitió opinar. De hecho, me obligó a quedarme en el otro extremo de la habitación mientras él elegía la sortija que iba a comprar. Quería que Poppy fuera la primera en verla —agarró la mano de Poppy—, así que déjamela ver.
Examinó la sortija y susurró:
—Dios mío, es la ideal para ti —alzó la mirada hacia Poppy—. Parece muy antigua.
—Es eduardiana, de principios del siglo pasado —les explicó Poppy—. Mi madre dice que tiene el aura de una persona que ha sido muy querida.
—Así que ella también lo sabía —Jane se enderezó lentamente—. A ver si lo he entendido bien, ¿todo el mundo se ha enterado antes que yo?
—El primer impulso que tuve en cuanto recuperé la respiración fue llamaros —admitió Poppy—, pero después decidí ver cuánto tiempo era capaz de aguantar. Así que llevé a Jase a casa de mis padres.
—Yo habría explotado si hubiera tenido que mantener en secreto mi compromiso durante más de una hora —reconoció Jane.
Poppy soltó una carcajada.
—Yo también pensé que iba a explotar. Y tú —dijo, señalando a Ava con un dedo acusador—, deberías haber acabado con mi desesperación hace media hora.
—Estaba demasiado ocupada intentando mirar furtivamente el anillo sin que me vieras. Y debo decir que no entiendo por qué demonios no has entrado gritando y mostrando tu mano.
—Yo pensaba que os la estaba enseñando todo el rato, pero que no me prestabais atención.
Desvió la mirada hacia la zona de la barbacoa, donde los hombres estaban preparando el salmón. Sintió que asomaba a sus labios una sonrisa y señaló con la barbilla en su dirección.
—¿Por qué no vamos con ellos?
—Por mí, estupendo —contestó Jane riendo.
—Sí, claro —oyó Poppy refunfuñar a Ava mientras cruzaban la terraza—. ¿Cómo no va a ser estupendo que te esté esperando un pedazo de hombre que además está loco por ti?
A unos metros de distancia, Jase abrió una botella de cerveza y descubrió que se lo estaba pasando muy bien. Los Kavanagh habían resultado ser unos tipos estupendos y les habían integrado a Murphy y a él en la barbacoa sin ningún recelo. Eran muchas las cosas que tenía que celebrar. Bruno Arturo había sobrevivido no sólo a su disparo, sino también a un intento de acabar con su vida cuando estaba en el hospital, lo que había terminado de convencerle de que lo mejor era testificar en contra de Schultz. Teniendo en cuenta que la mayor parte de los casos de Jase eran los atracos a joyerías, su carga de trabajo se había aligerado considerablemente. Habían surgido nuevos casos que demandaban su atención y probablemente no conseguirían detener nunca a todos los jóvenes implicados en los atracos, pero se alegraba de haber podido aclarar la mayoría de ellos.
Y la guinda del pastel, por lo menos para Poppy y, bueno, quizá también para él, era que Cory y Danny G. habían ido varias veces a la mansión la semana anterior para ayudar a Poppy a pintar. De esa forma habían tenido oportunidad de comprobar por sí mismos que la adolescente estaba recuperándose perfectamente de aquella dura prueba.
Normalmente, las cosas nunca terminaban tan bien para él, pero tendría que empezar a acostumbrarse.
Dev señaló un barco que navegaba en el mar, pero cuando Jase se volvió para verlo, descubrió a Poppy caminando hacia él y fue incapaz de pensar en ninguna otra cosa. Se apartó del resto de los hombres sin decir una sola palabra y esquivó una de las numerosas macetas llena de flores para salir a su encuentro.
Poppy estaba preciosa con un vestido rojo, una chaqueta blanca y su sonrisa radiante. Debía de haberse quitado las sandalias en el apartamento de Ava, porque iba descalza aunque el sol se escondía con frecuencia entre las nubes y no siempre hacía calor.
—Eh —musitó Jase, inclinándose hacia ella para darle un beso.
Tiró suavemente de ella y la estrechó contra su pecho. Le rodeó la cintura con los brazos, apoyó la cabeza en aquella deliciosa nube de pelo y descansó la mirada en el agua salada y las montañas que la rodeaban, estrechando al mismo tiempo la mano izquierda de Poppy para poder acariciar así el diamante que había puesto en su dedo la noche anterior.
Se sentía feliz, tranquilo, y sonrió sin reprimirse por primera vez a Jane, mientras ésta pasaba por delante de ellos para dirigirse hacia su marido y a Ava, que iba tras ella. Aquel pequeño diamante decía que Poppy era suya.
Ava se detuvo frente a ellos.
—De acuerdo, lo admito. Ese diamante demuestra que eres un hombre que se fija en los detalles y que conoces a Poppy.
Ava levantó la mirada hacia el rostro de Poppy y Jase asumió que estaba viendo la misma sonrisa luminosa que había estado contemplando él durante todo el día, porque la mirada de la pelirroja se suavizó, y así permaneció cuando le miró a él.
—Has hecho las cosas bien.
—Supongo que sabes que cuidaré de ella.
Ava le miró en silencio durante varios segundos y asintió.
—Sí, creo que probablemente la cuidarás. Y me alegro por ti también. Porque como se te ocurra hacerle algún daño, Jane y yo nos aseguraremos de que hables como un eunuco durante el resto de tu vida.
—¡Ava! —la reprendió Poppy, pero Jase se limitó a abrazarla con más fuerza y a asentir.
—Me parece justo —le dijo.
—Eh, enhorabuena, De Sanges —le felicitó Dev desde la barbacoa—. Me han dicho que Poppy ya te ha echado el lazo.
—Sí, vio que Jane te lo había echado a ti y pensó que le gustaría intentarlo —confirmó Jase.
Le pasó a Poppy el brazo por los hombros y caminó con ella hacia la barbacoa.
Con una sonrisa en su arrugado rostro, Murphy se acercó a él, le estrechó la mano y le palmeó la espalda. Después, envolvió a Poppy en un abrazo.
—Felicidades, muchacho —dijo por encima de la cabeza de Poppy—. ¿Vas a contárselo a Joe?
—Sí, ya lo he hecho. Ava me dijo que le invitara, pero tenía planes con la familia de su chica, así que le he dado la noticia por teléfono.
Se había enfrentado a sentimientos encontrados cuando Ava le había sugerido lo de la invitación, pero había descubierto después que no le habría importado tener allí a su hermano, poder compartir con él su felicidad.
—Parece que le están yendo las cosas bien, Murphy. A lo mejor esta vez es verdad que no quiere volver a la cárcel —por lo menos, eso esperaba.
Sacaron el salmón de la barbacoa y las mujeres llevaron a la mesa las ensaladas, el pan y las hamburguesas vegetarianas. La mesa parecía la de un buffet de un restaurante de categoría, más que la de una barbacoa entre amigos, pero Jase sospechaba que eso tenía que ver con el trabajo de Ava. Una vez estuvieron todos reunidos en aquella mesa con forma de bumerán que permitía que todos pudieran disfrutar de una vista espectacular, Ava sirvió a todos aquéllos que no estaban bebiendo cerveza un vaso de sangría. Se hicieron los brindis pertinentes para celebrar el compromiso, algunos sentimentales, pero la mayoría subidos de tono.
Sentado hombro a hombro junto a Poppy, Jase escuchaba las conversaciones que tenían lugar a su alrededor y se sentía tan feliz que apenas se reconocía a sí mismo. Como si fuera consciente de lo que estaba sintiendo, Poppy le apretó la rodilla por debajo de la mesa.
Jase se inclinó hacia ella.
—Sabía que te quería desde la primera vez que te vi —le susurró al oído—. Pero te aseguro que jamás me habría imaginado que podía llegar a gustarme algo como esto. Yo pensaba que lo de la felicidad era para otros. Para personas de verdad.
—Tú eres una persona de verdad —contestó Poppy con una fiereza que hizo que se interrumpieran las conversaciones.
Entonces Murphy le comentó algo a Dev que despertó la hilaridad de los Kavanagh y se reanudaron las conversaciones.
—Lo sé —respondió Jase en voz baja—, no me he expresado bien. Supongo que lo que quería decir era que todo eso era para gente con familias como las vuestras. No para tipos con un pasado tan turbio como el mío.
Poppy inclinó la cabeza para mirarle.
—No me importa tu pasado, Jase. No me preocupan tus antecedentes. Te quiero a ti.
—Poppy...
Jase apoyó la frente en la suya durante un largo minuto. Después la besó y curvó sus labios en una sonrisa contra los suyos.
—¿Sabes? El día que entré en esa reunión de comerciantes para decidir el futuro de Cory, Danny y Henry fue el más afortunado de mi vida —dijo con inmensa ternura.
La sonrisa de Poppy igualó a la suya.
—Y también de la mía —contestó Poppy suavemente—. También de la mía.
* * *