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4:04 p.m.

Xintiandi

Grace bajó derrotada al metro. Le ardían las piernas, tenía la garganta seca y la camiseta verde empapada se le pegaba al cuerpo como una piel de sobra. Muy consciente de los penetrantes ojos electrónicos y la posibilidad de que el mongol todavía la siguiera, agachó la cabeza intentando confundirse con los cientos o más bien miles de chinos que atestaban el subterráneo.

La operación había fracasado. La policía conocía su rostro. Había perdido a Knox. Había perdido el dinero del rescate. Uno de los mongoles la seguía.

Matarían a Lu Hao. Y a Danner. Sostenía la hipótesis de que el cambio se había realizado en la máquina de rayos X de la estación de la Plaza del Pueblo. Era el único punto en el que se había separado de la bolsa. Había sido una maniobra muy astuta.

Y sabía que solo había una persona culpable de que todo hubiera salido así.