Me monto en un potro
Entre la Vía Láctea y una violetita;
con mi nariz como un cuchillo
para rebanar pompas de jabón,
con zapatones de payaso o canguro,
demasiada ternura en los lagrimales
y llaguitas de calor tropical
en mi corazón tan parecido al de mi mamá,
anduve con la guitarra entre las iglesias,
con la metafísica en los partidos de fútbol.
Ahora que me despertaron,
sé que nada hay tan inmejorablemente contemporáneo
como la verdad.
Por lo cual yo declaro:
«No pienso abandonar este siglo
para cuidar la correspondencia del Rey».
Y si se me moja la guitarra
que coja el catarro la metafísica.