Vio a un hombre joven que vestía jersey negro holgado y pantalón también negro, y que caminaba calle abajo en dirección a ella. Su cabello negro ondeaba al viento y su rostro parecía estar iluminado por una sonrisa. Pensó que siempre era agradable ver a alguien sonriendo en la calle; era como una señal de afabilidad. Cuando estaban a punto de cruzarse, ella se dio cuenta de que estaba haciendo muecas, no sonriendo, y de que tenía los ojos humedecidos. Esto sucedió en Nueva York, uno de esos días en que el cielo tiene un color gris plomizo, el aire es gris y frío y la gente se pone la chaqueta y el jersey por primera vez. Ella se volvió y lo miró mientras pasaba por delante de ella, preguntándose qué podía haberle ocurrido. Al joven aún le envolvía una extraña luminosidad, y la mujer se dio cuenta de que otras personas también lo estaban mirando.