INTERLUDIO

LA LECTURA DE POESÍA

El presidente del departamento pronunció su nombre, y el famoso poeta se levantó y se dirigió con paso inseguro hacia el estrado. La joven que le había escrito unos días antes (sin haber recibido respuesta) aguantó la respiración; durante un segundo tuvo la impresión de que el poeta iba a abandonar el escenario o a desplomarse. Parecía más viejo y más débil de lo que ella se había imaginado. De haberlo visto por la calle, habría pasado de largo. Parecía pertenecer al tipo de anciano que lleva las uñas sucias, que ya no es capaz ni de afeitarse correctamente. Llegó hasta el atril, se apoyó en él, abrió la carpeta, frunció el ceño y se secó la frente. Estaba sudando. Empezó a leer, y su voz fue una sorpresa gloriosa. Era como si otro hombre más joven y vigoroso estuviera leyendo desde dentro de él. Este hombre joven hablaba con la voz de una orquesta, con las voces de los trombones y de las trompetas. El viejo poeta no levantó en ningún momento la mirada de los papeles, pero ella pensó que sus ojos tenían un aspecto vidrioso, como si el hombre estuviera borracho o casi dormido.

Al día siguiente ella todavía recordaba el sonido de su voz, pero los poemas sólo eran un borrón dorado en su memoria. Se alegraba de que él no hubiera contestado a su carta. No podía imaginar ni un solo lugar al que pudiera ir acompañada de un hombre como aquél. ¿Adonde podía llevar a un individuo que parecía un vagabundo?